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El estigma de juzgar a otros

Una de las principales objeciones que la gente da con respecto a la disciplina de la iglesia es que se supone que los cristianos no deben juzgar a los demás. Después de todo, ¿no dijo Jesús: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”?

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Una de las principales objeciones que la gente da con respecto a la disciplina de la iglesia es que se supone que los cristianos no deben juzgar a los demás. Después de todo, ¿no dijo Jesús: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”?

Sí, Él dijo eso, pero Jesús también estableció un estándar moral para vivir, e incluso llegó a llamar a los fariseos “sepulcros blanqueados” e “hijos del diablo”. Ese famoso versículo, sin embargo, habla de una actitud crítica – de alguien que se apresura a buscar las fallas en los demás y asume ser la autoridad moral del mundo. Pero pronunciar juicio por el pecado no solo está permitido por Dios; es una parte necesaria de la verdadera disciplina de la iglesia.

A medida que examinamos este tema complicado de cómo los cristianos deben juzgar, encontraremos tres situaciones en las que se permite juzgar y dos instancias en las que está prohibido.

¿Cuándo es correcto juzgar a los demás?

  1. Es justo juzgar a alguien que vive abiertamente en pecado.

En 1 Corintios 5, confrontando la noticia de un caso particularmente ofensivo de inmoralidad sexual en la iglesia de Corinto, Pablo escribe: “Ya he juzgado al que tal cosa ha hecho” (1 Corintios 5:3).

En este caso, Pablo ordenó la iglesia local que quitara por completo a ese creyente pecador de la comunión de la iglesia y lo entregara a las consecuencias completas de su pecado. En un contexto más amplio, Pablo le dice a esta iglesia que estaban siendo desafiantemente arrogantes al negarse a denunciar el pecado en medio de ellos. Nosotros también somos arrogantes si permitimos que el pecado impenitente se tolere en el cuerpo de Cristo.

  1. Es justo juzgar a quien niega la verdadera doctrina.

En un mundo donde los absolutos del bien y el mal son rechazados por la cultura, algunos dirán que la iglesia debe unirse en amor, incluso si eso significa dejar de lado diferencias doctrinales significativas.

De hecho, un líder de la iglesia, al considerar el tema de la homosexualidad, dijo: “Si tienes que elegir entre la herejía y la división, elige siempre la herejía”. ¡Y hablaba en serio!

Tanto Pablo como el apóstol Juan ordenan exactamente lo contrario. Juzgar y rechazar la doctrina herética es una necesidad para cualquier iglesia que desee hacer brillar la luz de Cristo en el mundo, tanto Su verdad como Su amor.

  1. Es correcto juzgar la cultura acorde a las Escrituras.

Anteriormente en su carta a los Corintios, Pablo escribió: “La persona espiritual juzga todas las cosas” (1 Corintios 2:15).

El cristiano examina todas las cosas—la política, la moralidad, la cultura, la iglesia y ellos mismos—según el estándar objetivo de la Palabra de Dios.

Pablo aquí respalda que pensemos críticamente y seamos juiciosos en la forma en que interactuamos con el mundo. Sin una comprensión clara de lo que está mal en nuestro mundo, lo que está en error y contra Dios, seremos más fáciles de persuadir, más susceptibles a ser absorbidos por el comportamiento del mundo.

¿Cuándo es malo juzgar?

  1. Es incorrecto juzgar antes de conocer los hechos.

El creyente nunca debe juzgar a alguien basado en un rumor o inferencia. Se requieren hechos concretos para juzgar, y debemos ser lentos para reaccionar y rápidos para buscar la verdad con respecto a la posibilidad del pecado.

  1. No es correcto juzgar en función de las preferencias.

No todos los asuntos en la iglesia son asuntos de doctrina; algunas son cuestiones de preferencia. La Biblia no da instrucciones definitivas sobre el uso de las tarjetas de crédito, prácticas en las áreas del noviazgo, televisión, música, pantalones o redes sociales, entre otras.

La iglesia no debe juzgar a otros en función de cuán estrictas o indulgentes sean las pautas de una persona cuando se trata de estos asuntos de libertad cristiana, sino que debe permitir que la gracia prevalezca.

A medida que buscamos honrar a Dios con un espíritu de amor mutuo, juzgaremos los asuntos según el estándar de la Palabra de Dios, sin permitirnos adquirir un espíritu crítico.

 

Este artículo ha sido traducido y adaptado con el consentimiento de su autor.

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