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¿Es la superstición un pecado?

A menudo escucho preguntas sobre la naturaleza de la superstición y si se considera un pecado. Aunque la Biblia no utiliza explícitamente el término "superstición", los principios que enseña nos ayudan a entender cómo Dios ve estas creencias erróneas. En su esencia, la superstición es un intento humano de explicar lo sobrenatural, lo cual puede alejarnos de la verdad del Evangelio. Entonces, ¿es la superstición un pecado? Vamos a analizarlo más a fondo.

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¿Qué es la superstición?

La superstición se define típicamente como una creencia o práctica que atribuye eventos o resultados a fuerzas sobrenaturales o a la suerte, en lugar del poder soberano de Dios. Ejemplos comunes incluyen leer horóscopos, usar tablas Ouija o creer que ciertas acciones—como pasar por debajo de una escalera—pueden traer mala suerte. En el fondo, la superstición es el intento del mundo de explicar lo sobrenatural y refleja un deseo profundo de entender al Creador y la inmortalidad, algo que es inherente en el corazón humano.

Este anhelo por algo más allá del mundo físico indica que somos seres espirituales, creados para conocer y buscar a Dios. Sin embargo, cuando las personas recurren a la superstición en lugar de a las Escrituras, buscan respuestas en el lugar equivocado. La superstición a menudo surge del miedo, la incertidumbre o el deseo de controlar nuestras vidas, lo cual puede alejarnos de confiar en el plan de Dios y en Su Palabra.

La superstición y el pecado

Aunque la Biblia no llama explícitamente a la superstición un pecado, sí advierte claramente en contra de las prácticas asociadas con ella. En Deuteronomio 18:10-12, Dios ordena a los israelitas que eviten prácticas como la adivinación, la hechicería y la interpretación de presagios:

“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas…” (Deuteronomio 18:10-12, RVR1960).

Estas prácticas están estrechamente relacionadas con la superstición, y Dios las llama “abominación” porque apartan a las personas de confiar en Él. La superstición puede parecer inofensiva al principio, pero a menudo abre la puerta al engaño espiritual. Practicar actividades como usar la tabla Ouija o leer horóscopos puede exponer nuestros corazones y mentes a los engaños del enemigo.

Por lo tanto, la superstición se convierte en una preocupación espiritual seria porque puede conducir a prácticas y creencias pecaminosas. Cuando confiamos en rituales o objetos supersticiosos, estamos depositando nuestra fe en algo que no es Dios, lo cual viola el primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3, RVR1960).

El problema de la superstición

En el corazón de la superstición se encuentra una falta de confianza en la soberanía de Dios y Su control sobre el universo. Las supersticiones a menudo sugieren que podemos manipular resultados al seguir ciertos rituales o evitar ciertas acciones. Esto socava nuestra fe en el poder y la voluntad de Dios. Jesús nos llama a vivir por fe, no por miedo ni por depender de la suerte o el azar.

En Mateo 6:25-27, Jesús nos dice que no nos preocupemos por el futuro:

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mateo 6:25-27, RVR1960).

La superstición se alimenta de la ansiedad y el miedo a lo desconocido, pero Jesús nos llama a confiar en la provisión y el cuidado de Dios. Cuando confiamos en Dios en lugar de la superstición, demostramos nuestra fe en su bondad y soberanía.

Evitando la superstición como creyentes

Como creyentes, debemos proteger nuestros corazones y mentes contra cualquier cosa que nos desvíe de la verdad de la Palabra de Dios. Pablo nos recuerda en 2 Corintios 10:5 que debemos “llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (NVI). La superstición, aunque parezca insignificante, puede alejarnos de una comprensión clara del poder de Dios y de su capacidad para dirigir nuestras vidas.

En lugar de confiar en las supersticiones, deberíamos sumergirnos en las Escrituras, la oración y las promesas de Dios. La Biblia está llena de garantías del control de Dios sobre nuestras vidas y el mundo que nos rodea. Isaías 46:9-10 declara:

“Yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay nadie semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (RVR1960).

Dios tiene el control absoluto, y ninguna creencia o práctica supersticiosa puede anular sus propósitos.

Conclusión

Entonces, ¿es la superstición un pecado? Si bien puede que no esté etiquetada explícitamente como pecado en la Biblia, la superstición puede llevarnos a prácticas y creencias pecaminosas que nos desvían de la verdad de Dios y del Evangelio. Participar en la superstición demuestra una falta de confianza en la soberanía de Dios y nos expone al engaño espiritual. Por lo tanto, los creyentes deben evitar las prácticas supersticiosas y, en cambio, depositar su fe firmemente en el Señor, confiando que Él tiene nuestro futuro en sus manos.

La superstición puede ofrecer la ilusión de control, pero la verdadera paz y seguridad provienen de conocer y confiar en Aquel que controla todas las cosas: nuestro Dios soberano.

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