El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.
Proverbios 9:10
La mayoría de los padres están convencidos de que una buena educación es la base para una buena vida. ¿Cuántos padres les dicen a sus hijos que, si aprenden a ganarse la vida y a administrar bien sus finanzas, tendrán éxito?
Sin embargo, hay algo mucho más importante que todo padre debe darles a sus hijos – una herencia mucho mejor que tendrá un impacto más profundo y duradero. Estamos hablando de la sabiduría. Sin sabiduría, toda la educación que podamos proveer solo hará que nuestros hijos se conviertan en fracasos inteligentes en la vida.
En su libro “Amigos, Enemigos y Necios” (Friends, Foes and Fools), James Merritt escribe:
Desde 1955, el conocimiento se ha duplicado cada cinco años; las bibliotecas gimen con el peso de los libros nuevos. De hecho, nuestra generación posee más datos sobre el universo y la personalidad humana que todas las generaciones anteriores juntas. Los graduados de la escuela secundaria de hoy han estado expuestos a más información sobre el mundo que Platón, Aristóteles y Benjamín Franklin. Solo en términos de información, ni Moisés ni el apóstol Pablo podrían aprobar un examen de ingreso a la universidad hoy. Pero según los estándares comunes, incluso con todo nuestro conocimiento, la sociedad actual está poblada por una cosecha abundante de fracasos brillantes: hombres y mujeres que aprenden a ganarse la vida, pero nunca a manejarla. Seamos realistas, el conocimiento no es suficiente para afrontar los problemas de la vida. Necesitamos sabiduría, que nos ayuda a afrontar la vida con habilidad piadosa.
Si la sabiduría pudiera aprenderse simplemente al leer un libro, Roboam no habría necesitado nada más que leer el libro de Proverbios de su padre Salomón. Peor aún, desafortunadamente, su padre Salomón se había vuelto más hábil en “predicar” que en “practicar” sabiduría.
Salomón lo tenía todo: un reino, esposas, dinero, estatus y fama. Pero al final se dio cuenta de que todo era inútil. Su vida es prueba de las sabias palabras de un autor que dijo: “En este mundo, hay dos tragedias: una es no conseguir lo que quieres y la otra es sí conseguirlo”.
Salomón eventualmente abandonó su vida de sabiduría y eso le trajo trágicas consecuencias tanto para él como para su familia. Sus esposas paganas convirtieron su casa en un templo de idolatría. Fue la idolatría lo que oscureció el corazón de su hijo Roboam, cuyo reinado se describiría más tarde como “el reino de la locura”, un caso clásico del viejo dicho “tal palo, tal la astilla”.
Salomón le había dado a Roboam todo lo que quería, pero no le dio lo que necesitaba: sabiduría.
El mismo peligro existe hoy. Lo que más necesitan nuestros hijos no es un automóvil o unas vacaciones inolvidables o dinero para pagar sus estudios universitarios. Si bien estos son buenos regalos, la mejor herencia que podemos darles a nuestros hijos es sabiduría, mostrándoles tanto a través de nuestras palabras como de nuestros hechos que “el temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia”.
Déles a sus hijos la mejor herencia que hay… ¡Empiece hoy!
Este devocional pertenece a Stephen Davey.