“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”
Isaías 53:6
¿Cuantas veces ha escuchado a alguien decir algo como: “No soy una mala persona, nunca he asesinado a alguien ni nada por el estilo” o “Creo que la mayoría de las personas son buenas de corazón”?
¿No convierte eso a la gracia de Dios en una excepción y a la bondad del hombre en la regla? ¿No despoja a la misericordia divina de todo significado?
Ahora bien, no estoy diciendo que debamos ir dándonos de latigazos o victimizarnos diciéndonos nombres degradantes o ver la depravación total cada vez que nos miramos en el espejo. Sin embargo, debemos tomar en serio el hecho de que el pecado es la condición natural humana, y es una condición crónica.
Entonces, si no reconozco que la marea de mis impulsos me está alejando de la costa del Cielo, si no puedo sentir la tensión entre la búsqueda de Dios de mi espíritu y el apego magnético de mi carne a la tierra, entonces seguiré tratando a la gracia de Dios como la norma, y el sacrificio de Cristo como algo irrelevante, y el cielo como mi hábitat natural.
No, la increíble verdad de Isaías 53:6 no es que me haya descarriado. Eso es obvio.