Introducción
En el primer siglo, cuando el apóstol Pablo vivió y predicó, ya había una desmesurada y errónea creencia en el mundo demoníaco entre los judíos. Se caracterizaba en gran parte por la superstición y el miedo. Creían que el aire estaba densamente poblado por demonios y que los demonios podían incluso entrar en una persona a través de la comida o bebida.
Antes de la época de Pablo, los egipcios ya habían adoptado la opinión de que el cuerpo humano estaba formado por 36 partes y un demonio podía entrar y controlar cualquiera de esas partes. Creían que todas las enfermedades eran causadas por demonios. Constantemente hacían encantamientos para exorcizar al demonio de la sordera, al demonio de la mudez, al demonio de la parálisis, a los demonios de todo tipo de dolores y molestias internas. También creían que un demonio podía quitarle la cordura a una persona.
Ellos también desarrollaron la extensa práctica médica (o negligencia médica, para ser más precisos), de perforar agujeros en los cráneos de las personas. Recuerdo haber visto un documental en el que se descubrieron cráneos, que datan de la época de Cristo, con agujeros. El mundo antiguo creía que, para deshacerse de algunos demonios, era necesario hacer un agujero en el cráneo del poseído.
Incluso el mundo pagano conoce y cree intuitivamente en un mundo espiritual. Muchas tribus a lo largo del río Amazonas aún hoy adoran a los espíritus malignos.
La Biblia abre la cortina, por así decirlo, y revela ese mundo espiritual invisible.
Hasta ahora en nuestro estudio hemos visto descripciones bíblicas de decenas de millones de ángeles adorando alrededor del trono de Dios. Hemos aprendido que un creyente no tiene un solo ángel trabajando para él, sino que toda la hueste de seres angelicales se encuentra a disposición y al llamado de Dios para el bienestar del creyente.
Hemos visto al querubín más grande convertirse en el ángel de luz caído que lleva a millones de ángeles a rebelarse contra Dios y a desertar del cielo. Hemos leído sobre la orgullosa inteligencia y la belleza corrupta de Satanás.
¿Está el creyente indefenso ante el mundo espiritual? ¿Depende de nosotros la victoria o derrota celestial? ¿Debemos descubrir alguna oración secreta para mantener a los demonios y sus maldiciones fuera de nuestras vidas?
Hemos aprendido que el creyente está seguro en Cristo. Satanás no puede tener el alma de un creyente; no puede habitar en un creyente; no puede maldecir o habitar objetos para traer maldiciones contra un creyente, porque los creyentes son el santuario de Dios.
Sin embargo, la Biblia nos ha advertido. Satanás tiene sus planes y trampas mediante los cuales él y sus demonios intentan distraer a la iglesia y desacreditar al creyente.
El mundo, la carne y el diablo son la trinidad del mal que lucha contra la trinidad de nuestro santo Dios. No pueden destruir nuestra alma, si somos creyentes, pero pueden destruir nuestro testimonio. Disfrutarán de que perdamos nuestra pureza, nuestra integridad y nuestra comunión con Dios. Felices observarán si servimos y adoramos a Dios a medias.
Entonces, ¿Qué debe hacer el creyente? ¿Nos ha dejado Dios indefensos? ¿Somos acaso un blanco fácil? Si, el Espíritu de Dios habita en nosotros, pero ¿hay algo que podamos hacer o simplemente nos quedamos de brazos cruzados esperando que todo salga bien?
Efesios capítulo 6 responde a esas preguntas ordenando al creyente que se vista con el atuendo especial que protegerá su mente, su corazón, su testimonio y su caminar con Cristo en medio de los engaños del mundo, la carne y el diablo.
Vistiéndose para el Éxito Espiritual
En Efesios 6, se nos dice que nos vistamos como guerreros cristianos.
El cinturón de la verdad
Debemos comenzar a vestirnos, como dice el versículo 14, poniéndonos el cinturón de la verdad,
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad,
El tiempo del verbo indica que debemos ponernos el cinturón de la verdad y dejarlo amarrado.
Entonces, el guerrero cristiano se somete a la verdad de las Escrituras.
Sola Scriptura. Esas palabras en latín significan “las escrituras solamente” y fueron uno de los pilares de la reforma protestante en siglo XVI. “Sola Scriptura” resumía la convicción de que las Escrituras por sí solas deben determinar nuestra doctrina y estilo de vida, no los concilios de la iglesia o los padres de la iglesia o las costumbres de la iglesia. La palabra inspirada por Dios debe formar la base de nuestra fe y práctica.
Todo predicador necesita recordarse a si mismo cada vez que se para detrás del púlpito que sus propias ideas y pensamientos no tienen importancia, es la Palabra de Dios lo que importa. Eso es lo que debemos predicar. Solo debemos presentar y explicar lo que dice la Biblia. No enseñamos nada nuevo. Solo repetimos lo que Dios ya ha dicho. La palabra de Dios es viva y eficaz – es poderosa – y más cortante que cualquier espada de dos filos (Hebreos 4:12).
Estoy de acuerdo con las palabras del Martín Lutero, quien dijo, «La Biblia es como un león, no necesitas defenderla, solo necesitas soltarla».
Mi pasión, y espero que la pasión de cada creyente, de cada pastor y enseñador, sea simplemente soltarla.
El cristiano y la iglesia cristiana que se aferra a «sola scriptura» se ha atado alrededor de la cintura, el cinturón de la verdad. Sin este cinturón, ese creyente y esa iglesia quedan vulnerables a las doctrinas engañosas de los demonios y las trampas de Satanás.
La coraza de justicia
Pablo continúa en Efesios 6:14 diciéndole al creyente:
…vestidos con la coraza de justicia,
Esta justicia es un regalo de Dios a través de Cristo. A eso lo llamamos la justicia imputada de Cristo. Es la justicia que el creyente recibe en el momento de la salvación.
Pablo escribió en Filipenses 3:8-9,
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
El soldado romano tenía una coraza que cubría su cuerpo desde la base del cuello hasta la parte superior de los muslos. A menudo estaba hecho de pesadas tiras de lino y tenía piezas de metal o hueso cosidas o enganchadas a las tiras de lino. El soldado más adinerado y de mayor rango tendría una coraza hecha de metal moldeado. Entre sus órganos vitales, la coraza cubría y protegía el corazón.
El corazón del creyente está cubierto, por así decirlo, por la justicia de Jesucristo. Nuestros corazones, aunque engañosos y malvados, han sido cubiertos por la sangre de Cristo.
Y escuche, querido oyente. Debemos luchar contra el enemigo, no solo sobre la base eterna de la justicia perfecta; sino sobre la base diaria de la justicia práctica. La justicia perfecta viene por medio de Cristo – somos justos ante los ojos de Dios gracias a la obra de Cristo por nosotros. La justicia práctica viene a través de la obediencia a Cristo.
En otras palabras, “La guerra espiritual es una lucha interna [del corazón] por la santidad personal”[i]
Salomón escribió, en Proverbios 4:23,
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
¿Quiere saber cuál es la verdadera guerra espiritual? No es atar a un demonio. Es resistir la tentación. ¡Esa es la batalla!
Cuando Jesucristo comenzó Su ministerio, él no salió al desierto para atar al demonio territorial de Jerusalén; Él no reprendió a Satanás en su propio nombre, Él salió al desierto para resistir la tentación.
Pablo escribió en Romanos 13:12-14,
La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
¿Cómo se puede defender en esta guerra espiritual? ¿Cómo se puede proteger? No identificando y reprendiendo a los demonios, sino viviendo en santidad: evitando el mal, negándose a justificar su pecado, negándose a encontrar excusas para la inmoralidad sexual.
¿Quiere entrar en la batalla? ¡Entonces comprométase a vivir una vida de santidad y verá de qué se trata la guerra espiritual!
El calzado del evangelio
Para aquellos que buscan tener una vida santa, Pablo continúa escribiendo en el versículo 15 de Efesios 6, diciéndoles que necesitan un buen par de zapatos. El escribe,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
La palabra «apresto» viene de una palabra griega que significa «disposición o firmeza».
En otras palabras, «Ten los pies atados con la verdad firme y sólida del evangelio de la paz».
Los zapatos del soldado romano eran importantes, se consideraban parte de la armadura. Eran necesarios para al menos dos cosas.
- Primero, los zapatos eran necesarios para mantener el equilibrio; para proporcionar una base sólida.
De la misma manera, el evangelio nos equilibra firmemente sobre el fundamento de la verdad.
Alguien hizo esta pregunta que me pareció muy perspicaz. La pregunta era: «Ya que se supone que debemos probar los espíritus, y dado que Satanás es un ángel engañador, ¿cómo podemos discernir entre un falso maestro o espíritu si lucen y suenan verdaderos?»
La verdad es que cualquier doctrina de demonios o falso maestro eventualmente se desvía del evangelio – le agregan algo o le quitan algo. No pueden soportar la idea de que el evangelio es: Cristo crucificado, sepultado y resucitado.
Hay religiones que quieren mantener a Cristo en la cruz. Hay religiones a las que les gusta tener a Cristo en el regazo de María cuando era un niño. Hay religiones que igualan a Cristo con otros profetas. Sin embargo, el evangelio ya no tiene a Cristo en la cruz; ya no lo tiene como un bebé, sino resucitado y sentado a la diestra del Padre.
Pablo escribió en 1 Corintios 15:1,
Ahora les hago saber, hermanos, el evangelio que les prediqué, el cual también ustedes recibieron, en el cual también están firmes,
El evangelio es un par de zapatos que le dan equilibrio mientras se mantiene firme en la verdad.
- En segundo lugar, los zapatos son necesarios para el avance.
Los romanos incrustaban trozos de metal en sus suelas de cuero que mejoraban su agarre. Podían subir una colina o mantener el equilibrio en un terreno irregular; podían avanzar contra los ataques enemigos en el combate cuerpo a cuerpo.
El soldado no necesitaba este tipo de agarre si se estaba retirando. Los necesitaba porque estaba trepando, avanzando, necesitaba tracción. Es como un jugador de fútbol en el campo de juego; sus zapatillas especiales le ayudan a maniobrar con la pelota y moverse con precisión al enfrentarse al equipo contrario.
En caso de que nunca se haya dado cuenta, no necesita zapatillas de futbol si está sentado en las gradas. Nadie lo hace por más fanático que sea. Puede pagar un dineral por una camiseta original, pintarse la cara con los colores del equipo, pero por más fanático o extraño que sean, nunca he visto a algún fanático usando zapatillas de futbol en las gradas.
Sólo las usan los jugadores en el campo. El campo es donde está la acción – y los jugadores son los que necesitan los zapatos adecuados para el equilibrio y el progreso.
De la misma manera, los zapatos del evangelio son indispensables para el creyente en la batalla.
El escudo de la fe
A continuación, Pablo enumera una de las piezas más fascinantes de la armadura que usaban los romanos en la batalla. Pablo habla del escudo de la fe en Efesios 6:16,
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Esto nos dice claramente que Satanás es un agresor. Dispara dardos de fuegos, que podrían traducirse como “flechas ardientes”.
En este versículo, Pablo hace referencia a una práctica común en sus tiempos. Cuando un ejército atacaba una ciudad en la antigüedad, ponían brea en la punta de sus flechas, las encendían y luego las disparaban sobre las murallas de la ciudad. Tan pronto como esas flechas golpeaban los tejados de los edificios, la brea salpicaba y provocaba pequeños incendios.
Había dos tipos de escudos en el ejército romano. Uno era un pequeño escudo redondo, que se usaba en el combate cuerpo a cuerpo.
Había otro tipo de escudo, llamado «tureo», que medía 1.2 metros de alto y medio metro de ancho. Se lo llamaba «el muro». Esa es la palabra que Pablo usa en este versículo. Este escudo no era para el combate cuerpo a cuerpo. Era un escudo que servía para tres cosas diferentes.
- Primero, el escudo protegía al soldado.
Cuando los soldados romanos avanzaban, había momentos en que los dardos de fuego llegaban en tanta cantidad que plantaban sus escudos en el suelo, se colocaban detrás de ellos y esperaban hasta que terminaba el ataque.
De la misma manera, en la vida del creyente, hay momentos en los que todo lo que podemos hacer es plantar el escudo de la fe y escondernos detrás de él: fe en la persona de Dios, Sus promesas, Su providencia.
- En segundo lugar, el escudo no solo protegía al soldado, sino que unía a los soldados.
El escudo literalmente unía al ejército. El ejército romano tenía un concepto interesante y es una de las razones por las que salieron victoriosos. Los bordes de los escudos estaban biselados para poder entrelazarlos y asegurarlos en su lugar. De hecho, una fila de hombres con escudos podía formar una pared de metal, avanzando contra un ejército.
• En tercer lugar, el escudo no solo protegía y unía a los soldados, sino que reflejaba la luz.
El escudo estaba hecho de una gran tabla de madera. Se cubriría con tiras de cuero empapadas en agua. Por lo tanto, si una flecha llameante lo golpeaba, el agua extinguiría el fuego. Luego, en el centro del escudo, se colocaba una pieza redonda de metal. Antes de ir a la batalla, el soldado puliría esa pieza de metal para que brillara. Mientras caminaba hacia la batalla, la pieza de metal reflejaba la luz del sol en los ojos de sus enemigos y los distraía.
Qué maravilloso que con este escudo de la fe podemos reflejar la luz del Hijo de Dios, quien es la Luz del mundo – reflejándolo en el mundo que nos rodea.
El yelmo de la salvación
Pablo continúa, en Efesios 6:17 diciendo:
Y tomad el yelmo de la salvación…
Ahora bien, esto no se refiere a recibir la salvación. Pablo no está diciendo que después de ponerse los zapatos, después de ponerse el cinturón, después de ponerse la coraza, ahora tiene que ser salvo. Eso no puede ser de lo que está hablando. No podría ponerse una sola pieza de la armadura si no fueras salvo en primer lugar. De hecho, no estaría en el ejército como soldado de Cristo si no fuera salvo.
El casco o yelmo de un soldado protegía su cabeza – y por extensión en esta analogía, su mente; sus pensamientos.
La salvación es la verdad que creemos. Hay tres partes de la salvación:
- Está la salvación pasada: la obra completa de salvación que llamamos justificación. Eso ya se llevó a cabo.
El creyente es salvo cuando acepta a Cristo; cuando recibe el regalo de la vida eterna; cuando Cristo lo llama a sí mismo. Es salvo y nunca necesita dudarlo. Está hecho y terminado.
- Hay una obra presente de salvación que llamamos santificación. Eso es continuo.
Dios está obrando continuamente en nuestras vidas librándonos del poder del pecado.
- También hay una salvación futura a la que llamamos glorificación. Eso está garantizado.
Eso será cuando la promesa de nuestra salvación se vuelva una realidad completa – cuando estemos físicamente en la presencia del Señor, libres por siempre de la presencia del pecado.
Esta es la obra triple de la salvación. Esta es la verdad que necesita recordar para proteger su mente.
La espada del Espíritu
Finalmente, Pablo dice, en el versículo 17:
…tomad… la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios
El texto nos dice que tenemos un arma ofensiva. No es nuestra inteligencia; no son nuestros métodos; no son nuestros encantamientos, ataduras o reprensiones. Es la palabra de Dios.
Cuando Jesucristo fue al desierto para ser tentado, no expulsó ni ató al diablo. Cada vez que fue tentado, respondió diciendo: «Escrito está». Cuando se encontró con el enemigo, Jesús usó la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
Ahora, la espada romana tenía unos 60 cm. largo. Estaba afilada por ambos lados y era puntiaguda. El escritor de Hebreos se refiere a esto cuando dice, en el capítulo 4, versículo 12, que,
La palabra de Dios es… más cortante que toda espada de dos filos.
La espada no solo es la única pieza de la armadura que es ofensiva, sino que es la única pieza de la armadura que entra en contacto con el enemigo. Recuerde, la espada es lo único capaz de vencer al enemigo.
De esa manera Jesucristo venció al enemigo y de esa misma manera lo puede vencer usted. “Escrito está.”
Imagine si unos soldados van a la guerra con los mejores tanques, los aviones más rápidos y las mejores armas – pero tienen un problema ¡no tienen municiones! No hay balas ni bombas. Ahora, no importa cuán hábil sea, ese ejército eventualmente sucumbirá ante el enemigo, a menos que haya un avance; a menos que se gane terreno.
Lo mismo ocurre con el ejército cristiano. Pablo está dando a entender que el ejército de Jesucristo está avanzando; ganando terreno. Tenemos una estrategia y un arma ofensiva. ¿Cual es? Es,
. . . la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
Alistado para Arrodillarse… y Orar
Hemos aprendido entonces sobre la guerra espiritual y nos hemos alistado, poniéndonos la armadura de Dios… y ahora ¿Que hacemos?
Note lo que dice Efesios 6:18:
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
Imagine a un soldado poniéndose su armadura para luego salir al campo de batalla y arrodillarse para orar.
¿Por qué debemos orar?
- Primero, porque nos alistamos para luchar contra cosas que no podemos ver por nosotros mismos.
- En segundo lugar, porque nos alistamos para luchar contra cosas que no podemos vencer por nosotros mismos.
Pablo dice que es posible pelear la batalla sin la armadura adecuada. De hecho, es posible ser creyente y no tener toda la armadura de Dios. Él le dice al creyente: “¡Tómala! ¡Póntela!»
Sin embargo, es como si Pablo nos dijera: «En sus marcas, listos, arrodíllense, ¡alístense bien para orar!»
Querido oyente, la batalla se gana o se pierde en privado, antes de que se libere en público.
Ningún cristiano está exento de peligro: la tentación es el enemigo de cada uno de nosotros.
Es posible enfrentar a Satanás y sus ataques mal equipados, y no ser capaz de resistir. Dios quiere que usemos su espada y la iglesia avance; pero esto solo sucederá cuando nos ponemos la armadura y nos disponemos a orar.
En uno de sus libros, Gary Richmond cuenta la historia de una joven cuidadora del zoológico llamada Julia. El zoológico había comprado un mapache bebé y uno de los deberes de Julia era cuidarlo. Era tan juguetón y tierno que pronto se ganó el corazón de Julia, así como el de todos los demás en el zoológico. A menudo se podía ver a Julia hacer sus labores con su lindo mapache posado sobre su hombro. Ella incluso le puso por nombre Bandido.
Sin embargo, Gary estaba preocupado por Julia ya que sabía que los mapaches atraviesan un cambio glandular alrededor de los veinticuatro meses de edad. Después de eso, a menudo, inexplicablemente, atacan brutalmente a sus dueños. Un mapache de 13 kg puede causar el mismo daño que un perro grande. Una y otra vez, Gary le advirtió a su joven amiga sobre su mascota en crecimiento. Ella siempre lo escuchaba cortésmente mientras él le explicaba el peligro que se avecinaba.
Gary escribió: “Nunca olvidaré su respuesta; siempre era la misma, ‘Eso no va a pasar conmigo’, decía con una sonrisa, y agregaba, ‘Bandido nunca me haría daño. Simplemente no lo haría».
“Tres meses después de mi última advertencia, Julia tuvo que someterse a una cirugía plástica por las graves laceraciones faciales sufridas cuando su mapache adulto la atacó sin razón aparente. Bandido fue liberado en la naturaleza».
Con demasiada frecuencia, el pecado viene disfrazado como si fuera un animal adorable. Y mientras jugamos con él, es fácil decir: «Eso no va a pasar conmigo. Mi caso va a ser diferente».
Cuando el Señor les enseñó a orar a sus discípulos, esa oración incluía las palabras:
… Líbranos del mal… (Mateo 6:13)
En otras palabras, “Señor, admito que no puedo lidiar con la tentación por mi mismo. Me meteré en problemas si lo enfrento solo. Adoptaré algún pecado y diré que realmente no me hará daño; Justificaré mis concesiones y diré que está bien para mí. Señor, estoy admitiendo que no puedo cuidar de mí mismo. Por favor, protégeme del tentador».
Tristemente, muchas iglesias se han envuelto en prácticas y creencias que carecen de justificación bíblica. Están atando, reprendiendo, agarrando y enviando al abismo todo tipo de seres demoníacos. Eso solo revela su falta de entendimiento espiritual, como lo enseña 2 Pedro 2:12 y Judas 10.
¿Y qué le ha pasado a la iglesia como resultado? Se ha vuelto más inmoral, confundida e ineficaz que nunca. La iglesia está distraída por el enemigo.
Querido oyente, la verdadera guerra espiritual es la batalla diaria por la pureza, la integridad, la compasión, la santidad, el fruto espiritual, el carácter y el amor. Estamos en combate todos los días y todas las horas del día.
Entonces, alístese y arrodíllese para orar, pidiendo que el espíritu de Dios domine completamente sus pensamientos y acciones; que Su palabra lo llene y fluya a través de usted.
Eso es vivir con su armadura puesta. Eso es lo que Santiago quiso decir cuando dijo:
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Así que póngase la armadura y no se olvide de orar.
[i] John MacArthur Jr., How to Meet the Enemy (Chariot Victor Publishing, 1992), p. 95.