Introducción
En el año 2000, Rusia empezó a liberar prisioneros políticos; y uno de ellos era este hombre llamado Andrés Thomas. Él había sido prisionero por 55 años. Una de las primeras cosas que pidió, fue que le dieran un espejo. Él no había visto su propio reflejo en un espejo en 55 años. Cuando le pasaron el espejo, se miró por un instante en él y luego lo puso rápidamente a un lado. Puso su rostro entre sus manos y empezó a llorar incontrolablemente.
¿Como cree que se sentiría, si por medio siglo no viera su propio reflejo? Si lo último que recuerda es un rostro joven y sano, y ahora por primera vez en más de medio siglo, de repente se mira al espejo y ve como todos esos años de juventud se han ido.
¿Sabía que hay un espejo para el alma – un lugar donde nos podamos ver reflejados tal como somos?[i]
Pienso en las palabras apóstol Santiago quien dejó en claro que la Palabra de Dios es un espejo que refleja el tipo de persona que somos y el tipo de persona que deberíamos ser (Santiago 1:25).
En otras palabras, cuando nos miramos honestamente en el espejo de la Palabra, esta nos muestra como realmente lucimos y también nos muestra como deberíamos lucir.
Justo en la mitad del tercer capítulo de 1 Juan hay un espejo. Y lo que queremos ver allí y lo que deberíamos ver es un parecido Familiar – el reflejo de alguien que pertenece a la familia de Dios.
Nos miramos al espejo e inmediatamente somos confrontados con nuestra apariencia espiritual; descubrimos cosas que manchan nuestro reflejo.
De hecho, es su analogía espiritual, Juan va a dejar en claro que el pecado es el agente que mancha, desfigura, destruye y distorsiona nuestro reflejo y mancha la imagen de Cristo en y a través nuestro.
Él básicamente va a dejar en claro que todos nosotros tenemos que encarar diariamente el problema del pecado en nuestras vidas.
Razones Para No Pecar
Juan provee al menos seis descripciones que revelan porque el pecado es tan pecaminoso – porque es tan malo – tan dañino.
Y la primera razón es simplemente.
- Porque al pecar estamos repudiando el estándar justo de Dios, ejemplificado por Cristo (v4)
Como Juan señaló en el versículo anterior – versículo 3: Y todo aquel que tiene esta esperanza en él – en Cristo, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
La palabra que Juan usa aquí para pecado (hamartia) literalmente significa fallar en darle al blanco. Lo que típicamente se pasa por alto en esa definición es el hecho de que, a través del Nuevo Testamento, la palabra hamartia tiene también la connotación de rebelión abierta – una actitud de hostilidad en contra de la autoridad de Dios.[ii]
Esa no es la idea de alguien apuntando con sus acciones al blanco de Dios y fallando en darle justo al centro del blanco – ohh, falle otra vez – es más la idea de alguien realmente apunta su vida en la dirección opuesta al blanco de Dios.
En otras palabras, pecado es rebelión voluntaria. No es una decisión desafortunada o un accidente. Es la desviación voluntaria y deliberada del blanco del estándar justo de Dios.[iii]
Eso es lo que Juan quiere decir aquí cuando él escribe, note en el versículo 4, pecado es infracción de la ley, lo que también puede traducirse, pecado es anarquía.
Lo que a todo esto nos crea un enorme problema, ¿no es así? El apartarse voluntariamente de la ley de Dios e ignorarla está causando una tremenda confusión en nuestra generación. Crea confusión en nuestros sistemas de justicia o nuestros sistemas educacionales – de hecho, arroja a toda la sociedad en una terrible confusión.
Uno pierde toda posibilidad de saber que está bien que está mal, que es pecaminoso o que es aceptable.
Por eso hoy se cree que, quizás, lo que consideramos como pecado es solamente el producto de nuestra herencia genética o de las hormonas; quizás uno puede excusar el pecado cuando la persona creció privado de algunos elementos esenciales en su vida, o fue condicionado culturalmente – quizás es solo un vestigio de nuestros antepasados evolutivos.
He escuchado ese mismo argumento usado como excusa para la promiscuidad entre los hombres casados. Que simplemente no pueden controlar su adulterio ¿por qué? Porque es un vestigio de sus antepasados, machos alfas que lo único que estaban haciendo era asegurarse de que su ADN fuera preservado en la próxima generación.
Esa es una de las razones de toda la atención que está recibiendo la pseudociencia de la neurocriminología – donde el comportamiento criminal se considera como nada más que el triste y desafortunado resultado de la composición genética de la persona – así que ¿cómo discriminarlo por ser y hacer lo que hace?
Hubo un tiroteo reciente en una escuela hace poco y el titular de un diario resumía su perspectiva diciendo: “los genes lo hicieron.” Pensé que era una broma hasta que leí el artículo. Prácticamente decían que el asesino simplemente no podía controlarse.
La asociación estadounidense de Psiquiatría ha estado promocionando esta teoría; de hecho, en su manual de Diagnóstico y Estadística de Desórdenes Mentales, ahora las rabietas y berrinches de los niños están clasificados como un desorden mental.[iv]
En otras palabras, ellos simplemente no pueden controlarse. Necesitan terapia, no disciplina.
Que confusión.
El Dr. Tripp incluyó en su libro Como Pastorear el Corazón de tu Hijo, lo que la Comisión de Crímenes de Minnesota había publicado hacía unas décadas atrás en un reporte acerca de los niños indisciplinados… y vaya si es distinto a lo que escribirían ahora.
Note cuán lejos hemos llegado culturalmente… Y cito el reporte de Minnesota, “cada bebe comienza su vida siendo completamente egoísta y egocéntrico. Él quiere tener todo lo que quiere, y al momento que lo quiere; su botella, la atención de su madre, el juguete del otro bebé, el reloj del tío. Niégueselo y verá como hierve de rabia, lo que sería un asunto muy serio si no fuera porque es un ser tan indefenso. Lo que esto significa es que todos los niños, no solo algunos niños, nacen siendo delincuentes. Si permite que continúe en el mundo egocéntrico de su infancia, dándole rienda suelta a sus acciones impulsivas… al crecer, cada niño va a llegar a ser algún tipo de criminal.[v]
Cuan distinto al pensamiento de hoy… esto hoy es considerado ofensivo… retrógrado.
Uno de los problemas más grandes de esta perspectiva moderna es el efecto que produce en el corazón del incrédulo que estamos tratando alcanzar con el evangelio.
Como verá, el incrédulo ahora no tiene un problema con el pecado – él tiene un desorden – una predisposición genética que lo hace desear y actuar de cierta manera… ¿y como reprimir quien es en esencia? ¿quienes somos nosotros para decir que está mal?
Pero el evangelio no promete salvación de desórdenes mentales o malfuncionamiento genético. El evangelio presenta a un salvador que nos salva ¿de qué? de nuestro pecado
Y eso es lo que está mal con la humanidad – está en pecado, se ha rebelado en contra del estándar de la santidad de Dios.
- Segundo, el pecado es trágicamente malo porque desprecia el enorme sacrificio de Cristo (v5)
El versículo 5 dice: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
En otras palabras, Jesucristo no solo fue el ejemplo perfecto de pureza y santidad, Él vino específicamente para salvarnos de nuestro pecado.
El apareció – Juan escribe – una referencia a su primera venida como un bebé en Belén – vivió una vida sin pecado, fue anunciado como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29) y cumplió esa misión al morir en una cruz. El Cordero fue sacrificado una vez y para siempre para quitar nuestros pecados, Juan escribe aquí en el versículo 5.
Como verá, si se deshace del concepto de pecado, elimina también la necesidad y la bendición del perdón.
Esta fue la misión de Cristo. Cristo vino para quitar nuestros pecados. La tragedia del pecado es que denigra, desprecia el enorme sacrificio de Cristo.
Rechaza la gloriosa solución de Dios para nuestro problema de pecado. Escuche estas palabras emocionantes de la escritura – Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos… ¿notó eso? – los impíos. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre – Declarados justos gracias a Cristo – por él seremos salvos de la ira (Romanos 5:6-9)
- Otro autor escribió, si la verdadera necesidad de la humanidad fuera educación, Dios nos habría enviado una multitud de profesores
- Si la necesidad más grande de la humanidad fuera avance tecnológico, él nos habría enviado ingenieros e inventores.
- Si la necesidad más grande de la humanidad fuera salud, él nos habría enviado medicina y un doctor.
- Si la necesidad más grande de la humanidad fuera financiera, él nos habría enviado asesores financieros y economistas.
- Pero nuestro problema más grande es el pecado… así que Él nos envió a un salvador.
El apóstol Juan levanta el espejo y dice: “mire su reflejo… todos tenemos un problema y se llama pecado. Llamémoslo por su nombre y luego gócese en nuestro redentor, nuestro vivo salvador que murió y resucito por nosotros”
Y a aquellos que quieren seguir pecando, Juan advierte:
Pecar es repudiar los estándares justos de Dios
Pecar es despreciar el enorme sacrificio de Cristo
En tercer lugar
- Pecar indica un desinterés por caminar con Cristo.
Versículo 6. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
Ahora ese es un versículo interesante. ¿Quiere decir Juan que todos somos pecadores hasta que llegamos a la fe en Jesucristo, y luego, después de aceptar a Cristo como Salvador, nunca volvemos a pecar?
Algunos a través de la historia de la iglesia han tomado este versículo para probar la posibilidad de vivir en perfección sin pecado – como John Wesley.
Otros interpretaron esto como refiriéndose a un pecado voluntario. En otras palabras, un cristiano no peca voluntariamente, nunca es premeditado, es accidental.
Otros han dicho que el apóstol Juan está claramente enseñando que los cristianos no pecan, y todo el que peca o nunca fue cristiano o simplemente perdió su salvación y necesita ser salvos nuevamente. El problema con esta interpretación es que estaríamos siempre perdiendo nuestra salvación. Nunca seríamos lo suficientemente buenos.
Por lo tanto, algunas personas que compartían esa interpretación llegaron para redefinir lo que significa la palabra pecado, para no tener que preocuparse de perder su salvación.
“O sea, si incluimos codicia, o falta de amabilidad, o egoísmo en la definición pecado, estaríamos siempre perdiendo la salvación y necesitaríamos volver a recibir la salvación todos los días, así que lo que vamos a hacer es crear una lista de los pecados grandes y los pecados pequeñitos que no son tan importantes.
Para resolver este problema, la iglesia católica romana, históricamente, ha enseñado que hay dos categorías: los pecados incidentales o pecados veniales, y los pecados realmente serios, los pecados mortales.
Los pecados veniales son faltas menores, malos comportamientos; pero los pecados mortales hacen que uno pierda la gracia de la justificación.[vi]
Mientras que uno no haga nada mortalmente horrendo está bien. Ya sabe, sin no se mete en brujería o satanismo – si no mata a nadie – si no tiene ningún algún cadáver en su refrigerador – entonces no es un pecador.
El problema es, por supuesto, que no hay ninguna parte en Biblia que hable de categorías de pecado… el pecado es pecado.
Y la Biblia tampoco enseña que uno puede nacer de nuevo o ser regenerado varias veces. Uno nace físicamente una sola vez y uno nace espiritualmente una sola vez (Juan 3).
De hecho, la perspectiva de que uno puede gradualmente vencer su pecado hasta quedar completamente sin pecado, y luego de haber llegado a ese punto no perder ya más su salvación contradice directamente los versículos que estudiamos en el capítulo 1 donde Juan escribió que, si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos.[vii]
O sea, si decimos que ya no pecamos más, acabamos de mentir y acabamos de pecar.
Habrá notado mientras estudia el Nuevo Testamento que el creyente genuino es desafiado y exhortado a no pecar. Todas estas exhortaciones de no pecar serían innecesarias si no pudiéramos pecar.[viii]
La promesa dada al creyente de que podemos confesar nuestros pecados directamente a Cristo nuestro mediador y restaurar diariamente nuestra comunión con Dios no tendría sentido. Lo que necesitaríamos seria conversión no confesión.
Así que, que quiere decir Juan en el versículo 6 cuando dice que todo aquel que permanece en Cristo, no peca.
La respuesta se encuentra en el tiempo verbal usado por Juan. Él usa un presente participio activo. En otras palabras, él está refiriéndose a alguien cuyo estilo de vida es pecaminoso. Él no está hablando de pecados grandes o pequeños. Él está describiendo a alguien que mantiene una vida de pecado continuo, persistente, desvergonzado y sin arrepentirse.
Lo que Juan va a empezar a hacer aquí en este párrafo es describir a dos tipos de personas. El incrédulo rebelde y desafiante, que ama practicar el pecado y no tiene comunión con Cristo ni permanece en Él; y el creyente obediente, redimido que ama practicar la justicia y desea tener comunión con Cristo o permanecer en Él.
Esta es la dirección general de su vida ya sea hacia una rebelión contra Dios o hacia una relación permanente con Cristo.
Juan escribe en el versículo 6 que una persona que dice haber visto a Cristo por fe y que conoce a Cristo, o sea, que tiene una relación personal con Cristo – y aun así vive una vida de rebelión contra Dios y ama pecar, esta engañado.
Juan está realmente contrastando la diferencia entre pecadores (que todos somos) y una vida adicta al pecado.[ix]
Esta es la diferencia entre pecar en la vida y vivir para pecar – alguien que desea pecar – alguien que se enoja cuando no tiene la oportunidad de pecar. Esa actitud deja en claro que esa persona no tiene una verdadera relación con Jesucristo. Por el otro lado, el creyente genuino desea ser santo… ansia por el día cuando ya no tenga que luchar más con el pecado… se enoja porque no ha logrado vivir más santamente durante el día, no porque no ha tenido la posibilidad de pecar más.
Ahora permítame aclarar algo aquí – quizás usted está pensando ahora acerca de algún cristiano que se encuentra apartado. Por ejemplo, 1 Corintios 5 nos informa que es posible que un creyente esté en rebeldía, que no esté arrepentido; y, de hecho, es posible que un cristiano quede enredado en el pecado (Gálatas 6:1).
Sin embargo, la diferencia es que ese creyente está por ser disciplinado…
- Por la Palabra – una forma de disciplina de parte de Dios puede ser a través de su Palabra que nos exhorta.
- Podemos ser también disciplinados por la iglesia (Mateo 18 y 1 Corintios 5:2)
- También podemos ser disciplinados por Dios el Padre; Hebreos 12:8 dice que si no somos disciplinados por Dios no somos hijos legítimos, verdaderos hijos e hijas de Dios.
- La disciplina puede venir en forma de una consciencia intranquila – o consecuencias graves – la perdida de nuestra efectividad en el ministerio – la pérdida de un galardón en el cielo – o aun la pérdida de nuestra vida (1 corintios 11)… Dios a veces se lleva creyentes al cielo tempranamente por la vergüenza que traen sus vidas al nombre de Cristo.
Así que no malentienda lo que la Biblia dice aquí.
Solo porque un cristiano puede pecar sin perder su salvación, eso no significa que el creyente tiene un pase libre para pecar.
De hecho, ocurre todo lo contrario. El creyente genuino entiende
- Que pecar es repudiar la santidad y la pureza de Dios.
- El pecado es despreciar el enorme sacrificio de Cristo
- Y que pecar indica un desinterés en caminar con Cristo
El pecado no es insignificante… por todas esas razones
Y hay una mas
- Cuarto, pecar demuestra una alianza con el enemigo de Cristo (vv.7-8)
Versículo 7: Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
La palabra “deshacer” es un verbo que se refiere a la victoria de Cristo sobre satanás en la cruz – donde Cristo aplastó la cabeza de la serpiente y la dejó sin poder sobre la humanidad y la muerte.[x]
Ninguna de las obras de satanás pueden vencer definitivamente a los santos, que han sido liberados ya del reino de las tinieblas y trasladados al reino de Dios.[xi]
¿Porque querría un cristiano estar metido en el pecado? Al pecar, uno está realmente apoyando al enemigo de Cristo; uno estaría realmente amistándose con el enemigo que se deleita usar nuestro pecado para traer
- Afrenta a Cristo
- Reproche a su nombre
- Y escándalo a su iglesia
- Y deshonra a su evangelio
Los propósitos de satanás no han cambiado, aunque él sabe que su derrota es segura y que su destino eterno en el infierno ya ha sido establecido.
Uno de sus mayores deleites es tentar al creyente para que deje de adorar a Dios o para que se rebele contra Dios. De hecho, un creyente pecando abiertamente ha unido fuerzas con el diablo para deshonrar a Dios
Cuando pecamos, demostramos estar en alianza con el enemigo de Cristo
- En quinto lugar, al pecar contradecimos la realidad de nuestra nueva vida en Cristo
Note el versículo 9. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
Este versículo básicamente reitera lo que dice el versículo 6: el creyente no puede pecar continuamente… el creyente no puede practicar el pecado… ¿por qué no?
Juan agrega este nuevo concepto – porque dentro del creyente esta esta nueva vida – él la llama la simiente de Dios.
El apóstol Pablo la llama el nuevo hombre (Colosenses 3:10); y el nuevo hombre tiene nuevos hábitos, nuevos deseos, nuevos objetivos.
Quizás este tentado a pensar que lo que realmente necesita para vencer el pecado es alejarse de todo tipo de tentación. Esa es la solución, ¿cierto?
En un cometario encontré la siguiente historia:
Un hombre decidió alejarse de todo el ruido y las tentaciones de la sociedad, así que se metió a un monasterio del que había escuchado hablar. Allí tenían reglas muy estrictas y requerimientos pesados para todo aquel que quisiera unirse definitivamente al monasterio. Los nuevos tenían que servir en el monasterio en completo silencio. Tenían permitido hablar una sola vez cada cinco años, y cuando lo hacían solo podían decir 2 palabras. Perfecto, pensó este hombre… por los primeros 5 años no dijo una sola palabra. Al final de ese tiempo lo llamaron a la oficina de su superior donde tenía la posibilidad de decir sus dos palabras.
“Mala comida” se quejó.
“Gracias, consideraré su observación” dijo su superior, rígidamente.
El hombre volvió a sus tareas y por otros 5 años no dijo una sola palabra. Al final de ese tiempo, su superior lo llamó para que dijera sus dos palabras.
El hombre respondió, “cama dura.”
Luego por otros cinco años no dijo una sola palabra. Su superior lo volvió a llamar y le pregunto si tenía algo que decir antes de tomar sus votos y convertirse en miembro definitivo del monasterio.
El hombre respondió, “yo renuncio.”
Su superior respondió, “no me sorprende… no has hecho otra cosa sino quejarte desde que llegaste.”[xii]
Mire, unirse al monasterio no resolvió su problema de queja ni los malos deseos de su corazón.
Así que, ¿cómo puede uno desarrollar un corazón de pureza, santidad y hábitos piadosos? La respuesta se encuentra en esta nueva vida que tenemos en Cristo – esta nueva naturaleza. Nosotros realmente tenemos, como lo puso un autor, el deseo de no pecar.[xiii]
Aun luchamos con el deseo de pecar, pero ahora tenemos un nuevo deseo de no pecar – ¿de donde salió eso?
La simiente de Dios – El apóstol Pedro habla de la palabra de Dios que es implantada en nuestros corazones – que germina y es alimentada por el Espíritu Santo que mora dentro nuestro. Él produce el crecimiento y el desarrollo de esta nueva naturaleza – de esta nueva vida – de este nuevo hombre.[xiv]
Y esta nueva naturaleza quiere que nos alejemos del pecado. ¿Por qué?
Porque al pecar
- repudiamos el estándar justo de Dios
- Despreciamos el enorme sacrificio de Cristo
- Indicamos un desinterés por caminar con Cristo
- Demostramos una alianza con el enemigo de Cristo
- Contradecimos la realidad de nuestra nueva vida en Cristo.
Por último, número seis.
- Porque al pecar perdemos nuestra distinción como hijos de Dios.
Juan escribe en el versículo 10, En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
Juan lo resume muy bien. Los hijos de Dios aman la justicia y los hijos del diablo aman el pecado.
Algún tiempo atrás leí acerca de un especial de 2 horas en MTV que, entrevistó a una gran variedad de actores conocidos y músicos acerca de lo que pensaban acerca del pecado y la iglesia.
Le preguntaron a un artista si ella pensaba que el orgullo era pecado. Ella respondió, “¿el orgullo es pecado? ¡no tenía idea! Le preguntaron a una actriz famosa acerca del orgullo y ella dijo, “no creo que el orgullo sea pecado, creo que solo un tonto diría eso.”
Le preguntaron a un miembro de una banda conocida si pensaba que la lujuria era pecado, y él respondió, “la lujuria es por lo que vivo… es por lo que me metí en la banda.” A otro músico le preguntaron si el enojo era pecado y respondió, “el enojo no es un pecado – el enojo es necesario… uno necesita liberarse del estrés de la vida de alguna forma.” Cuando le preguntaron del orgullo, el respondió, “el orgullo es obligatorio.”
El programa de MTV concluyó, como podía esperarse, que no habían absolutos morales. Luego terminaron el programa con esta frase, y cito, “el pecado más grande en el mundo es la actitud aguafiestas de aquellos que piensan que el pecado es ofensivo para Dios.”[xv]
Y el apóstol Juan nos dice aquí que las diferencias deberían ser obvias – nuestra perspectiva acerca del pecado es completamente diferente a la del mundo alrededor nuestro – nosotros nos sometemos a la palabra de Dios y al Espíritu de Dios, y a la familia de Dios.
Lo que queremos más que nada es mirarnos al espejo de la palabra de Dios y ver un parecido familiar a Jesucristo, quien nos amó y se entregó por nosotros para hacernos miembros de su familia.
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[i] Sam Gordon, Living in the Light: A Walk Through 1, 2, 3 John (Ambassador, 2001), p. 51
[ii] D. Edmond Hiebert, The Epistles of John (BJU Press, 1991), p. 141
[iii] Ibid
[iv] World Magazine, May 18, 2013, p. 8
[v] Adapted from Tedd Tripp, Shepherding a Child’s Heart (Shepherd Press, 2005), p. 4.
[vi] John MacArthur, 1-3 John (Moody Publishers, 2007), p. 122
[vii] Ibid
[viii] David Walls and Max Anders, Holman New Testament Commentary: I & II Peter, I, II, III John, Jude (Broadman & Holman, 1999), p. 191
[ix] Herschel H. Hobbs, The Epistles of John (Thomas Nelson, 1983), p. 82
[x] Hiebert, p. 147
[xi] Adapted from MacArthur, p. 126
[xii] David Walls and Max Anders, p. 171
[xiii] Hiebert, p. 148
[xiv] Adapted from Hiebert, p. 148
[xv] Citation: www.biblebeleiversbasics.com/files/MAC/FORGIVES.HTM;11/6/2003