Introducción
Alemania estaba comenzando su campaña para conquistar el mundo bajo Adolfo Hitler. Gran Bretaña había asumido la postura de aislarse del problema y había hecho la vista gorda a los planes de Hitler esperando que no les pasara nada. Por otro lado, Winston Churchill, no paraba de advertir al gobierno y al parlamento de Gran Bretaña de los peligros del régimen Nazi, lo importante que era prepararse para la guerra contra Hitler y sus fuerzas armadas.
Frecuentemente lo tildaban de alarmista, lo hacían callar; y muchos creían que estaba exagerando simplemente para llamar la atención. Sin embargo, Churchill logró ser elegido primer ministro. Todo cambió cuando asumió su cargo y se mudó a la residencia oficial en Downing Street.
Él puso a todo mundo en mentalidad de guerra; las comodidades y las normas de tiempo de paz se habían acabado.
Hasta entonces la residencia oficial había sido un hogar cómodo, donde reinaba la tranquilidad y el silencio; donde sirvientes aparecían con el tocar de una campana; donde abundantes toallas y sabanas limpias estaban perfectamente acomodadas en el armario; era un lugar diseñado para recordarle a quien vivía allí que se encontraba trabajando en el corazón de un gran imperio, en donde el apuro el estrés era considerado poca clase.
Pero luego, todo cambió. Churchill entró en escena como una tormenta tropical en una carrera de veleros. Era un caos completo. Las campanas sonaban todo el tiempo, teléfonos de varios colores estaban siendo instalados en cada rincón de la residencia, y el nuevo primer ministro estaba dando una interminable lista de directivas desde su cuarto de reuniones, desde su habitación, e incluso desde el baño. El personal llegaba temprano en la mañana y se iba a medianoche. Uno de los miembros del personal escribió, solo fue en ese momento que me di cuenta – que estábamos en guerra.[i]
Churchill, obviamente, fue elegido por la providencia de Dios, justo a tiempo para salvar a gran Bretaña – y quizás al resto del mundo – de caer en manos de Hitler.
En su carta a los creyentes en Éfeso, el apóstol Pablo nos recuerda que estamos en una guerra espiritual – una guerra que es generalmente ignorada por el creyente. O peor aún, una guerra que muchos cristianos creen que ni siquiera existe.
Pablo usa vocabulario militar para recordarnos que estamos en guerra con el enemigo de nuestros corazones y de nuestro evangelio, y que por lo tanto debemos ponernos la armadura del espíritu, y tomar el escudo de la fe para poder apagar todos los dardos de fuego del maligno (Efesios 6:16).
Con esto, Pablo implica que cada día, el enemigo dispara nuevas flechas contra el creyente… y él apunta especialmente a nuestra mente, donde a diario luchamos para ser conformados y transformados por la palabra de Dios.
El cristiano que logra ganar terreno en esta batalla es el cristiano que entiende que está en guerra con las tentaciones de este mundo, la carne y el diablo (Efesios 6:12).
El blanco de ataque de Satanás es la gloria de Dios; nuestra adoración a Cristo; nuestra comunión con el Señor y con otros creyentes; la propagación del evangelio en el mundo.
Entonces, ¿qué hace satanás para evitar que el cristiano adore a Dios, sirva fielmente al Señor, y glorifique a Jesucristo al testificar con su vida que solo él es el camino, la verdad, y la vida?
El Arma Satánica de la Duda
Una de las armas de Satanás es el arma de la duda y la incertidumbre. El cristiano que permita que la duda y la incertidumbre llene su mente, es un soldado que no es efectivo en la batalla.
Así que no es de sorprenderse que Satanás frecuentemente ataca nuestra seguridad de salvación – la certeza de nuestra fe en Él – la convicción de nuestra posición en Cristo.
En su libro titulado, Solo por Gracia, Sinclair Ferguson identifica varios de los dardos de fuego que el enemigo dispara contra el creyente:
El nombre de uno de los dardos es: “Dios está en tu contra.” en otras palabras, este dardo le susurra, “Dios realmente no está de tu lado… o sea, como puedes creer que Él está interesado en ti cuando ves todas las cosas que están pasando en tu vida.” Dios en realidad está en contra tuyo.
El nombre de otro dardo es, “no puedes ser salvo porque sigues pecando” este dardo nos dice, “¿como puede ser posible que perteneces a Dios cuando a la misma vez sigues pecando contra Él? o sea, ¿cómo puedes creer que Dios aun te quiere cuando lo único que haces es pecar todo el tiempo?”
Siguiendo de cerca a los primeros dos dardos se encuentra otro llamado, “la venganza se acerca.” En otras palabras, “Dios va a pasarte la cuenta por todo lo malo que has hecho de una forma u otra.”[ii]
“Puede ser simplemente dejando de contestar tus oraciones, permitiendo problemas en el trabajo, problemas de salud, dificultades financieras y relaciones difíciles – todas estas son formas en que Dios demuestra cuán disgustado está contigo.”
“Además, un cristiano de verdad nunca haría lo que tú haces o pensaría lo que piensas o diría lo que dices… así que, la verdad es que no debes ser un cristiano después de todo.”
Un autor escribió en su comentario de 1 Juan que, “al fallar en la fe, en amor, y en obediencia, a veces nos preguntamos, “¿soy de verdad un cristiano?[iii]
Esa es realmente parte de la estrategia de guerra de Satanás que colabora en conjunto con nuestra carne y el mundo.
De hecho, tenga en mente que satanás y el mundo efectivamente tienen un agente encubierto trabajando dentro de nosotros – un traidor – nuestra propia carne – nuestra personalidad, mente y afectos pecaminosos que trabajan en contra nuestro. Romanos 7:18 dice En nuestra carne no mora el bien.
Esa es la razón por la que el apóstol Pablo lamentó el hecho de estar aún ligado a su carne y clamó, ¡quien me librará de este cuerpo de muerte! (Romanos 7:24).
Estos dardos de fuego encuentran su blanco en el corazón y la mente del creyente, y crean desesperanza, desilusión, inquietud, incertidumbre, y un pequeño barniz de duda que intenta cubrir toda nuestra vida. Busca que dudemos del amor de Dios, del cuidado de Dios, del perdón de Dios, y de nuestra misma salvación. De esa forma, Satanás mantiene al cristiano paralizado en incertidumbre, escondido en la trinchera por así decirlo, envés de salir y pelear la buena batalla y correr la carrera de la fe.
La duda es un problema tan grande que Juan toma tiempo para tocar el tema.
Y es como si el apóstol Juan detuviera su discusión y casi entre paréntesis dijera, “atención, necesitamos tomar un momento y hablar acerca de nuestros corazones que están siempre listos para condenarnos.”
Y el efectivamente revela tres características peligrosas acerca de la duda. Porque, al entender la duda, su poder destructivo es anulado.
Características de la Duda
Mientras estudiamos los siguientes versículos de 1 Juan 3, me gustaría mostrarle estas tres características peligrosas de la duda y tres contraataques divinos.
La primera característica peligrosa de la duda es esta:
- La duda nos hace concentrarnos en nuestras deficiencias personales
Primera Juan, capítulo 3, versículo 19 dice. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él – note esto ahora – pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
En el versículo 18 vimos que Juan escribió las tiernas palabras, hijitos míos. Juan está escribiéndole a cristianos
El acaba de terminar de desafiarnos a amarnos unos a otros, no de labios solamente sino con nuestras vidas. Él nos ha confrontado con nuestra tendencia a imitar a Caín en su odio e indiferencia.
Pero luego el cambia de tema, como si estuviera anticipando que cada cristiano se preguntara – ya que no amo como debería y ya que soy culpable de indiferencia y aun odio y quizás aún asesinato… ¿como puede ser que aún sea un cristiano?
Como verá, Juan sabe que cada cristiano honesto sentirá el fuego de uno de los dardos de satanás en algún momento en su vida.
Así que Juan anticipa esto; y es por eso que los versículos siguientes van a girar en torno a la palabra asegurarse.
El versículo 19 decía, aseguraremos nuestros corazones delante de él. Esta frase puede ser también traducida. Tendremos seguridad en nuestros corazones delante de él.
La palabra para asegurarse significa convencer, afirmar.[iv]
El deseo de Juan no es crear duda sino resolver las dudas. Él sabe que nuestros corazones están siempre listos para unirse al enemigo y condenarnos. Es por eso que él hace referencia a que nuestro corazón nos reprende en el versículo 20.
De hecho, la palabra griega para corazón es cardia [lo cual nos da nuestra palabra para cardiología, el estudio del corazón]
En los días de Juan, el hablar del corazón era hablar acerca de la conciencia personal.[v]
Era el asiento de la moralidad.
Y la palabra que Juan usa aquí para condenar significa literalmente “saber algo en contra de otro”[vi]
Juan está diciendo aquí que nuestra conciencia sabe algo acerca de nosotros y nos condena.
La verdad es que la consciencia sensible del cristiano puede fácilmente condenarlo al punto de cuestionar si es o no un cristiano.[vii]
Note lo que Juan escribe después en el versículo 20. mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas
Aquí está el contraataque – ¡Dios ya lo sabe! Satanás va a lanzar sus flechas hacia su conciencia, las cuales dicen la verdad acerca de usted – así que admítalas y confiéselas – pero el enemigo trata de jugar con su consciencia – en ese momento recuérdele de la omnisciencia de Dios.
Cuando Dios lo salvó… Él ya sabía aún lo peor acerca de usted.
¿Alguna vez había pensado que Dios nunca ha aprendido nada nuevo? Él ya lo sabe. Lo que significa, que ningún chisme puede informarle de algo nuevo. Ninguna acción de su parte puede sorprenderlo. Ningún enemigo puede encontrar nada en contra suyo que Dios ya no lo sepa. Dios sabe dónde estuvo ayer; él sabe que hizo la semana pasada; lo que está planeando hacer mañana; él sabe lo que está pensando ahora mismo; Dios conoce nuestro pasado, presente y futuro.[viii]
La omnisciencia de Dios nos trae convicción cuando necesitamos restaurar nuestra comunión con Dios, pero también nos trae seguridad – su consciencia no puede condenarlo por algo que Cristo ya haya pagado en la cruz.
Ahora el apóstol Juan no está sugiriendo que la omnisciencia de Dios minimiza nuestro pecado o subestima nuestros corazones pecaminosos.
Juan no escribe aquí: y no importa que su consciencia le reprenda. No le preste atención; no sabe de qué está hablando.
Cuando luchamos contra esa característica particular de la duda, la solución no se encuentra en subestimar o minimizar nuestro pecado.
La solución se encuentra en admitir y confesar nuestros pecados y luego recordar esta maravillosa y alentadora verdad, de que Dios ya lo sabe.
Así que su futuro en el cielo no está, y nunca estará en peligro. Porque Cristo, su salvador le ha perdonado todo. Él ya sabía de lo que necesitaría ser perdonado.
Esta es la verdad acerca de la duda.
La duda se concentra en sus deficiencias personales – y a todo esto, nunca va a quedarse sin material para usar en nuestra contra.
- Segundo, la duda alimenta sus incertidumbres espirituales.
La duda dice, “Mira, la última cosa que puedes esperar es que Dios escuche tus oraciones. De hecho, lo último que Dios querría en este momento es verte pedirle cosas en oración… quien te crees que eres… o sea, mira la semana que tuviste.”
Juan efectivamente dice que siempre que el creyente trata con su conciencia y reconoce que Dios ya sabe lo que ha hecho y pensado, y recuerda que a través de Cristo todo eso ya ha sido perdonado, la incertidumbre se transforma en confianza.
Note, Juan escribe en el versículo 21. Amados, si nuestro corazón no nos reprende (en otras palabras, si ya hemos tratado con el problema) confianza tenemos en Dios.
Literalmente, tenemos confianza en el rostro de Dios – en la presencia de Dios. Usted puede ir confiadamente al trono de la gracia (Hebreos 4:16).
Usted no huye de Dios, usted corre hacia Dios porque él lo ha aceptado en el amado por medio del sacrificio expiatorio de Cristo.
Satanás le dirá: Dios ciertamente no está interesado en ti – pero la verdad con la que debemos contraatacar es que, Dios mismo nos ha invitado a su presencia.
Quizás ayude que recordemos el significado de la palabra traducida confianza – confianza tenemos en Dios.
Esta palabra traducida en español, “confianza,” ya apareció en el capítulo 2 versículo 28, donde Juan escribió que podemos tener confianza cuando Cristo venga si es que permanecemos en Él.
Tomamos un tiempo definiendo esta palabra que significa transparencia.
Esta confianza para acercarse a Dios no es un tipo de una osadía arrogante basada en nuestra asistencia perfecta a la escuela dominical o a nuestro intachable registro de conducir o una muy buena semana donde hizo el devocional todos los días.
Confianza, da la idea aquí de tener transparencia delante de Dios.
Juan está diciendo: confiese lo que tenga que confesar en vez de esconderlo de Dios. Abra su corazón y vida a Dios para que él la inspeccione y purifique – va a ver como su confianza crece al mismo tiempo que su honestidad delante de Dios crece; y mientras la transparencia delante de Dios crece, las dudas acerca de Dios disminuyen.
Nuestra confianza para acercarnos a Dios no se basa en haber tenido un gran día – o una semana victoriosa… nuestra confianza – nuestra transparencia está basada en la obra de Cristo que nos perdonó y en la invitación de parte de nuestro Padre celestial a acércanos a Él cuando queramos.
Satanás nos ataca trayendo dudas en nuestro corazón, él nos hace dudar si deberíamos acercarnos a Dios o no. La verdad con la que contraatacamos esta duda es que – Dios ya sabe todo acerca nuestro y aun así Él nos invita a su presencia.
Me gusta como un teólogo parafrasea este versículo. Dice así, “Porque Dios es más grande que nuestros corazones llenos de preocupación; y sabe más acerca de nosotros que nosotros mismos. Amigos, una vez ya ha haya lidiado con todo eso, y su corazón ya no lo esté acusando o condenando, puede gozar de confianza y libertad delante de Dios.
Ahora, el diablo muchas veces agrega lo siguiente: “Ok, ya confesaste todo y estas en comunión con Dios… tu conciencia no te condena en este momento, pero nunca vas a tener lo que quieres… él nunca va a responder tus oraciones… de hecho, probablemente ni siquiera está escuchándote.”
Note el versículo 22. Cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
A primera vista, pareciera que la oración es un convenio religioso que hacemos con Dios – haz lo que él quiere y él te va a dar lo que tú quieres.[ix]
Si eso fuera verdad, nuestro motivo para vivir por Cristo sería por mero interés – por avaricia y egoísmo – Dios se convierte en un tipo de empleado cósmico que da cosas buenas a los cristianos que cumplen con las reglas y cosas malas a los que no.
Si compara este texto con otros pasajes acerca de la oración, descubrirá que, en una creciente relación con Dios, nuestros sueños, deseos y peticiones de oración, empiezan a tomar (como un autor lo denominó) la forma de Dios. Esto significa que empiezan a conformarse a la imagen de su naturaleza y su voluntad y no la nuestra.[x]
Nuestra oración se vuelve menos acerca de lo que nosotros queremos en nuestras vidas y más acerca de lo que Él quiere en nuestras vidas.[xi]
Eso es exactamente lo que Juan está diciendo aquí.
De hecho, si damos vuelta el versículo quizás entendamos un poco mejor lo que Juan quiere decir: “si deseamos guardar sus mandamientos y hacemos las cosas que le agradan, cualquier cosa que pidamos nos será dada.”
En otras palabras, siempre que pidamos algo que se conforma a sus mandamientos y su buena voluntad, Dios nos va a responder de forma positiva.
Para el creyente, el orar no es una cuestión de saber cómo lograr que nuestra voluntad sea haga realidad; es una cuestión de llegar a conocer a Dios lo suficientemente bien como para pedir que Su voluntad sea hecha.[xii]
Así que, cuando oramos cada día, al final de cada petición nuestro corazón debería estar diciendo – “no sea haga mi voluntad sino la tuya.” Nuestro deseo constante debe que se haga su voluntad.
La oración de un puritano hace unos 200 años atrás ilustra maravillosamente lo que acabamos de estudiar. Él oró lo siguiente: “Señor, que el contenido de mi oración sea siempre sabio, humilde, obediente, bíblico, sometido, conforme a la imagen de Cristo. Dame la fe inamovible de que mis suplicas nunca son en vano; porque, aunque no siempre obtenga lo que pido, siempre recibo respuestas más grandes y mejores que sobrepasan todo lo que puedo pedir o pensar.”[xiii]
La verdad es que nuestra visión es limitada, y cuando oramos, generalmente no pedimos lo mejor. Luego, vemos como ciertas cosas ocurren en nuestra vida – cosas por las que nunca habríamos orado – y descubrimos que eran exactamente lo que necesitábamos para ser conformados a la imagen de Su hijo.
Descubrimos, como Spurgeon dijo una vez, que nosotros nos encontramos mejor espiritualmente cuando naufragamos en la isla de la soberanía de Dios
La duda dice “a Dios no le importa.” La duda dice “Dios no está escuchando.” La duda dice “Dios no está interesado.”
- Nosotros respondemos que Dios aún a contado cabellos en nuestras cabezas (Lucas 12)
- Que somos linaje escogido, pueblo adquirido por Dios (1 Pedro 2)
- Y él nos ha invitado echar toda nuestra ansiedad sobre Él, porque él tiene cuidado de nosotros (1 Pedro 5)
Contraataque los dardos de la duda y el engaño con las verdades de las promesas de Cristo.
Una última característica peligrosa de la duda es que:
- La duda ignora la simplicidad del evangelio
Juan escribe en el versículo 23. Y este es Su mandamiento, Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
Esta es la simplicidad del evangelio. Creer en el nombre del Hijo de Dios, Jesucristo.
La palabra creer está en el tiempo aoristo, lo que se refiere a una acción pasada, donde usted entendió el evangelio y colocó su confianza en la vida, muerte y resurrección de Cristo.
Uno no se convierte en cristiano cada día – eso fue un evento único en el pasado cuando confió en Cristo para salvación.
Pero el mandamiento de amarnos unos a otros aquí en el versículo 23 está en el tiempo presente – esta es una continua demostración de la nueva vida que tenemos en Cristo.
Juan no está diciéndonos que debemos amar a las personas para así convertirnos en cristianos, él está diciéndonos que debemos amar a las personas para así actuar como los cristianos que somos.
En otras palabras, no hay buenas obras que podamos hacer para convertirnos en cristianos; sin embargo, las buenas obras son el fruto apropiado y esperado en la vida de cada cristiano.
Juan escribe,
- Cree en el nombre – esto es creer en sus palabras y su obra – todo lo que Cristo representa
- Cree en el nombre de su Hijo – el hijo de Dios – esto es creer en su deidad
- Cree en el nombre de su Hijo, Jesús – que viene del hebreo Yeshua y significa salvador/redentor – así que creer en Jesús es creer en él como su salvador.
- Cree en el nombre de su Hijo, Jesucristo – Cristo se refiere a Jesús como el ungido de Dios, el ultimo profeta, sumo sacerdote y rey.[xiv]
Lo más probable es que esta frase representa una de las confesiones cristianas de fe más antiguas de la historia.[xv]
Está llena de significado y al mismo tiempo es realmente simple. La salvación es arrodillarse y abrazar todo lo que Jesús es.[xvi]
La duda busca agregar obras, méritos, favores, oraciones, rituales, peregrinaciones, ceremonias, penitencias y más cosas. La duda agrega un costo y una complejidad a la salvación que realmente no tiene, y luego le informa a usted que nunca va a poder lograrlo.
Pero piense acerca de esto. Imagine que ha sido invitado a un banquete en la Casa Blanca con el presidente de los Estados Unidos. Usted está sentado junto a una mesa llena con la mejor comida que ha visto en su vida. Se ha hecho cada esfuerzo y se han cubierto todos costos para hacer de este banquete una tarde extravagante y especial. Al final de su visita, el presidente se para para despedirlo personalmente. Pero mientras sale, pone un centavo en la mano del presidente y le susurra al oído, “muchas gracias señor presidente; solo quería ayudar con los costos.”
¡Sería un insulto! Una tremenda falta de respeto.
Nosotros hemos recibido perdón, salvación, una residencia en la casa del Padre… todas estos son regalos invaluables. La duda le dirá, pon tus buenas obras en la mano de Dios… así tendrás alguna posibilidad de impresionarlo.
Querido oyente, tratar de agregar buenas obras a su salvación es como poner un centavo en las manos perforadas por los clavos de Jesús.
Es un insulto
Cuando la duda nos hace ignorar la simpleza de la salvación, contraataquémosla con la siguiente verdad – Dios ya ha sido satisfecho.
La justicia de Dios ya ha sido satisfecha en el sacrificio del Hijo de Dios.
Dios el Padre está eternamente satisfecho en Jesús.
La duda dice, “¿será verdad?”
La incredulidad dice, “¡no es verdad!”
La duda lucha con la verdad
La incredulidad está satisfecha con permanecer en la mentira.
Estas verdades son tan maravillosas… ¿serán de verdad ciertas? Y la fe responde, “si – son ciertas y lo serán por siempre”
La duda se concentra en las deficiencias personales
- Contraatáquela con la verdad que Dios ya lo sabe todo
La duda alimenta incertidumbre en su espíritu
- Contraatáquela con la verdad de que Dios siempre está accesible para usted
La duda ignora la simplicidad del evangelio
- Contraatáquela con la verdad de que Dios ya está satisfecho con el sacrificio de Jesucristo.
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[i] William Manchester & Paul Reid, The Last Lion: Volume 3 (Little, Brown and Company, 2012), p. 55
[ii] Adapted from Sinclair Ferguson, By Grace Alone (Reformation Trust, 2010), p. 68
[iii] Joel Beeke, The Epistles of John (Evangelical Press, 2006), p. 142
[iv] Fritz Rienecker/Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 792
[v] Ibid
[vi] Ibid
[vii] Hobbs, p. 93
[viii] Jerry Vines, Exploring 1, 2, 3 John (Loizeaux Brothers, 1989), p. 144
[ix] Roy L. Laurin, First John: Life at its Best (Kregel, 1987), 138
[x] Adapted from Sam Gordon, 1,2, 3 John: Living in the Light (Ambassador, 2001), p. 140
[xi] Ibid
[xii] Ibid
[xiii] Arthur Bennett, ed; The Valley of Vision (The Banner of Truth Trust, 2002), p. 271
[xiv] Adapted from D. Edmond Hiebert, The Epistles of John (BJU Press, 1991), p. 172
[xv] Ibid
[xvi] Beeke, p. 147