Introducción
Hace algún tiempo atrás, uno de los miembros de nuestro equipo pastoral me dio una copia de la revista editada por Charles Spurgeon a fines del siglo XIX. Spurgeon fue el renombrado pastor del Tabernáculo Metropolitano durante muchos años en el centro de Londres. La Revista se llama, La Espada y la Paleta.
Tengo en mis manos una copia original, fechada en febrero de 1887. Incluye sermones, devocionales y anuncios.
Me pareció interesante que Spurgeon enumeró los nombres de cada persona que hizo donaciones para su seminario de pastores y el orfanato que administraba; y luego, además de su nombre, puso la cantidad que dieron ese mes. Eso es lo que uno llama, recaudación de fondos de alta presión.
También me pareció muy interesante leer todos los anuncios de la revista, que sin duda financiaron la publicación.
Por ejemplo, hay un anuncio de pastillas para la tos que promete ser: “El mejor remedio jamás creado para la tos, el asma y la bronquitis, muy recomendado por los médicos más eminentes y vendido en todas partes.”
Hay un anuncio de una nueva lavadora, que, por supuesto es manual, pero promete “efectos mágicos en la limpieza”.
Hay un anuncio de una estufa que promete “usar la mitad del carbón para cocinar su comida y cura su chimenea humeante”. Noté que, en letra pequeña debajo del dibujo de la estufa, decía, “La esposa de Charles Spurgeon se complace en usar nuestra estufa”.
Luego, habían anuncios de un tratamiento líquido con algas marinas suecas que “cura inmediatamente los problemas pulmonares”; hay varios anuncios de comida para bebés que “promueven la formación de carne y huesos firmes”.
Hay anuncios de patrones de vestidos, de proveedores de franela y también, noté, unos anuncios del autodenominado, “jabón más fino del mundo para su cutis”.
Un anuncio de página completa decía: ¿Por qué beber té mala calidad? La Compañía de Té del Reino Unido ofrece el mejor té del mundo.
Al otro lado de la página había un anuncio de un tratamiento para el cabello que decía ser, “inigualable en la preservación del cabello; impidiendo que se caiga”.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Todos esos artículos parecen tan primitivos – la medicina, junto con las lavadoras a manivela; estufas de carbón y los diseños de moda. ¡Cómo cambian las cosas!
De hecho, en el mundo de la moda, las cosas cambian durante su propia vida. Sus gustos también cambian.
Hace unas semanas, mi esposa y yo estábamos visitando otras parejas y recordábamos cómo nos conocimos, y algunos de los detalles de esas primeras citas.
Ahora nos reímos… pero mi esposa se acuerda muy bien cuando me presenté a nuestra primera cita, la iba a llevar a la iglesia, ¡qué espiritual! ¿no? La llevo a la iglesia desde entonces.
Fui a recogerla y, obviamente, me presenté con mi mejor traje. Era un traje azul marino de lana gruesa con rayas gruesas al estilo de la mafia – que importa que hacía 35 grados de calor, ¡este era mi mejor traje! También tenía puesta mi camisa de vestir azul oscuro. Así que tenía puesto un traje a rayas azul oscuro, con una camisa de vestir azul oscuro, y luego tenía puesta mi corbata blanca sólida hecha de 100% poliéster – que brillaba en la oscuridad. Y estaba usando mis zapatos favoritos de color azul y crema.
Cuando abrió la puerta para saludarme, casi se desmaya. Supuse que estaba realmente impresionada.
Varios años después, me dijo lo que realmente pensó sobre esa primera cita. Me dijo: “Stephen, cuando apareciste, tenía muchas ganas de ir contigo, simplemente no quería que me vieran contigo”. ¡Por las cosas que la he hecho pasar!
Me consuela un poco el hecho de que Charles Spurgeon, el pastor y editor de esta revista, causó la misma impresión cuando llegó a una iglesia de Londres para predicar por primera vez, la iglesia que pastoreó durante muchos años. En su primera visita, también tenía unos 19 años.
Una adolescente en la congregación ese domingo recordó cómo la apariencia de Spurgeon era una distracción terrible, si no cómica. Ella escribió en su diario esa noche, y cito: Él vestía un abrigo de raso negro de gran tamaño y su pañuelo azul [que no combinaba] en el bolsillo del pecho tenía grandes lunares blancos; y usó su pañuelo como ilustración, haciendo que llamara aún más la atención. Despertó en mí sentimientos de diversión.[i]
Dentro de dos años, Spurgeon le pidió a esa chica que se casara con él… y ella aceptó. Me imagino que con la única condición de que ella elegiría su ropa a partir de ese momento.
Tantas cosas han cambiado desde la publicación de esta pequeña revista hace 150 años… desde la medicina hasta la moda; pero, cuando se trata de lo que nos define como hijos de Dios, algunas cosas nunca deberían cambiar.
Existe este distintivo único que nos diferencia de nuestro mundo, y no tiene nada que ver con cuestiones de moda, higiene o medicina. . . es un asunto del corazón.
Lo encontramos publicado hace unos 2000 años, escrito por el apóstol Pedro, y es tan cierto hoy como lo era entonces.
Llamamos a esa publicación, la primera epístola de Pedro. Le invito a que abra su Biblia allí y continuemos nuestro estudio al final del capítulo 1.
1 Pedro 1:22. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
Esto es como si dijera, “a través de la palabra viva de Dios no tiene fecha de vencimiento.”
Ahora bien, estos versículos son en realidad una larga oración. Pero, puede encerrar en un círculo o resaltar el verbo principal en esa oración. Se encuentra al final del versículo 22, y es el verbo “amaos”. Amaos unos a otros. Subraye ese imperativo – ese mandato.
Desde el momento en que se escribió esto, hace unos 2000 años, estas verdades nunca han cambiado.
Ahora, antes de estudiar al mandato de amar, permítanme señalar el fundamento del amor. En otras palabras, sin esta base, no puede realmente amar, como lo describe Pedro.
El Fundamento del Amor
Y el fundamento se describe aquí en el versículo 22 como la obediencia a la verdad y la purificación del alma.
La frase, obediencia a la verdad, es una referencia al evangelio y a nuestra salvación.
En 2 Tesalonicenses 1:8, Pablo advierte al incrédulo que no obedece el evangelio. En su carta a los efesios, Pablo identifica la palabra de verdad como el evangelio de salvación (Efesios 1:13).[ii]
Incluso Pedro, más adelante en esta carta, habla del mundo incrédulo que no obedece el evangelio de Dios (1 Pedro 4:17).
Es útil entender que la palabra para obediencia aquí es un sustantivo compuesto que combina las palabras “escuchar” y “debajo” – “escuchando debajo”.[iii]
En otras palabras, obedecer la verdad es otra forma de decir que ha escuchado atentamente el evangelio y luego se ha sometido a su mandato de arrepentirse y seguir a Cristo.
Así que Pedro está diciendo efectivamente que, si no ha llegado a amar el evangelio de Jesucristo, nunca podrás realmente amar a nadie más.
Ahora Pedro menciona también aquí en el versículo 22 el elemento fundamental de un alma purificada.
Una vez más, todo esto es sinónimo de conversión espiritual.
Aquí podría parecer que el creyente es el que está purificando su alma, pero eso sería tanto físicamente imposible como bíblicamente incorrecto.
Pedro usa un tiempo verbal para este participio traducido “purificando” que nos informa que esta es una transacción pasada. Pedro se refiere a este momento pasado en el versículo 23 – note, siendo renacidos.
En otras palabras, hubo un momento en el pasado cuando su alma fue purificada; cuando nació de nuevo espiritualmente – cuando fue vivificado a través de la fe en Cristo; cuando se apartó del pecado y confió en Cristo solamente, y nació espiritualmente. Pedro lo llama aquí, renacer.
Así que nace una vez, físicamente, y luego nace de nuevo, esta vez, espiritualmente, cuando es salvo.
Y Pedro lo describe aquí en el versículo 22 como ese momento en el pasado cuando su alma fue purificada. De hecho, el tiempo perfecto de este verbo nos da a entender que esta purificación fue hecha en el pasado, pero tiene resultados continuos en el presente.[iv]
Fuimos purificados por el Espíritu de Dios… por la sangre de Cristo, como Pedro nos ha informado; y ahora tenemos que actuar como tal.
El profeta Ezequiel esperaba esta realidad espiritual cuando profetizó sobre lo que Dios iba a hacer por los creyentes en el Nuevo Testamento. Él escribe:
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. (Ezequiel 36:26-27).
En otras palabras, el Espíritu de Dios limpió su alma de todo pecado en el momento en que fue salvo; y le dio un corazón nuevo y desde ahora habita en usted como su templo viviente.
Él ha cambiado permanentemente su estatus – su identidad en Cristo. Usted ha sido permanente y eternamente transformado:
- de perdido a salvo;
- de pecador a santo;
- de impuro a limpio.
- De muerto a vivo.
Ahora, elija demostrar el comportamiento que mejor comunica su identidad. ¿Y qué va a demostrar la realidad de su nuevo corazón y que el Espíritu de Dios mora dentro de usted?
No será jabón que use, ni la ropa que tenga, ni la medicina que tome, ni la estufa que use en la cocina… será el amor que tenga por los hermanos.
Antes de hablar de cosas específicas, permítame explicar esta verdad fundamental de otra manera.
Amar genuinamente a los demás exige obediencia a la verdad; lo que significa que, si va a amar genuinamente a otras personas, no puede obedecerse a si mismo; no puede escuchar sus impulsos internos; no puede obedecer a sus sentimientos internos, ni estar obligado a seguir el ejemplo de otras personas. Debemos obedecer la verdad de lo que Dios dice en cuanto al significado de la vida y el amor cristiano.
Esto va a excluir el orgullo, los deseos impuros, rencores egoístas, los prejuicios y los resentimientos, todo lo que es corrosivo para el alma.[v]
Así que permítanme resumirlo de esta manera: habiendo sido salvo por medio de la verdad del evangelio y limpiado por la obra purificadora del Espíritu Santo, el creyente ahora tiene el potencial de amar a otras personas con el tipo correcto de amor.
¿Y cómo es ese tipo de amor, exactamente?
El Mandamiento de Amar
En este pasaje aparecen tres palabras que describen el amor genuino.
- Un amor sincero
La primera es la palabra “sincero” o “no fingido”.
Fíjese nuevamente en el versículo 22,
Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido.
Pedro lo describe como un amor no fingido, utilizando el adjetivo griego hupokritos, que nos da nuestra palabra hipocresía.[vi]
Es decir, este es un amor sin hipocresía. El hupokriton (que nos da nuestra palabra, hipócrita) era la máscara que usaban los actores y actrices en los tiempos de Pedro. La máscara tenía una expresión pintada, podría ser un ceño fruncido o una sonrisa, pero los verdaderos sentimientos de los actores se podían ocultar detrás de la máscara mientras interpretaban su papel en el escenario.
Pedro usa esa palabra aquí para describir un amor que no es actuado. No hay máscaras. Nadie pretende amar a otra persona, pero esconde sus verdaderos sentimientos detrás de la máscara.
Esto no es un apretón de manos y una sonrisa, pensando “espero que no se siente a mi lado”. Esto no es, “Hola, ¿cómo estás?” y espero que no me lo diga porque realmente no lo quiero escuchar.
- Un amor ferviente
Pedro usa otra palabra descriptiva aquí – mire – amaos unos a otros entrañablemente.
Entonces el amor es sincero… y ahora ferviente. No se está volviendo más fácil, ¿verdad?
La palabra traducida “entrañablemente” significa fervientemente.
Tenga en cuenta que, mientras va en busca de la santidad para la gloria de Dios, otras personas son parte del propósito santificador de Dios en su vida.
Un autor lo expresó de esta manera; en lugar de luchar con el pensamiento, “me pregunto por qué Dios permite que esa otra persona me moleste o me lastime”; Piense en cambio: “Dios está usando a esa otra persona para santificarme.”[vii]
Y tal vez esté pensando, “Va a costar que cambie así mi forma esa manera.” Y Pedro estaría de acuerdo. Esta palabra proviene del mundo del atletismo. Podría traducirlo toscamente como “amor estirado.”
Imagínese a un jugador de fútbol antes del partido, o a un corredor antes de la competencia de atletismo, estirando los músculos de sus piernas… estirando los brazos en el aire… doblando y tirando y girando y empujando hasta el límite su capacidad de estiramiento. Esa es la palabra aquí.
Entonces, si la idea de amar a alguien le hace pensar: “Eso realmente me va a estirar hasta el límite… Probablemente me voy a torcer algo… ¡No me voy a poder mover por una semana!” Esa es la idea aquí.
Ame a los hermanos, aunque lo lleve al límite de su capacidad.
- Un amor intencional
Pedro agrega una frase descriptiva más: el amor genuino no solo es sincero y ferviente, sino también, en tercer lugar, intencional.
Note nuevamente – amaos unos a otros entrañablemente – fíjese ahora – de corazón puro. Esto no es una presión externa, es un principio interno.
Es un principio de vida espiritual, iniciado por la morada del Espíritu Santo, quien hace crecer el fruto del Espíritu dentro de su corazón dispuesto. Y el primer matiz de ese fruto del Espíritu es el amor (Gálatas 5:22) Amor de corazón puro.
La palabra corazón se usa a lo largo de las Escrituras para referirse al centro, al núcleo de su vida interior – el lugar donde piensa y toma sus decisiones.[viii]
Por eso se puede ordenar el amor. Y se puede ordenar porque el amor agape, la palabra que Pedro usa aquí, “no es una cuestión de sentimientos, es una cuestión de voluntad”.[ix]
Agape involucrará sentimientos profundos, pero comienza con una decisión. Agape no espera que la otra persona haga un mérito para merecer su amor; agape no espera inspiración.[x]
- Ágape es un acto de la voluntad – y el cuerpo lo sigue.
- Ágape es una decisión del corazón – y las manos y los pies cooperan.
A lo largo del Nuevo Testamento, agape es el amor que Dios tiene por nosotros, el cual no merecemos. No hicimos nada para inspirar Su amor o atraer Su devoción.
De hecho, cuando aún éramos pecadores, Dios demostró su amor al enviar a su Hijo a morir por nosotros (Romanos 5:8).
Hay personas que son difíciles de amar, pero es posible, porque Jesús lo ama a usted… y a mi… y ahora Él habita en nosotros por Su Espíritu que nos da la capacidad de amar de la misma manera.[xi]
A menudo pasamos por alto el hecho de que cuando Jesucristo les dijo a sus discípulos: Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado (Juan 13:34), Jesús no se lo dijo primero a la iglesia en Jerusalén que contaba con miles de creyentes. Eso hubiera sido más fácil. Es más fácil amar a 3000 personas que a un puñado de personas.
Cuando Jesús pronunció ese mandato, estaba sentado en el aposento alto, a solo unas horas de Su crucifixión, y estaba mirando a los ojos a 11 discípulos.
Jesús estaba diciendo efectivamente:
- Pedro, sé que tú y Juan tienen personalidades totalmente diferentes, pero ámense.
- Andrés, sé lo rápido y lo atrevido que eres – que rara vez te detienes a hacer preguntas, pero Tomás aquí va a necesitar hechos y garantías y él es un poco más lento para dar un paso, así que ustedes dos deben amarse.
- Simón zelote, sé que odiabas a los generales romanos y que cualquier judío que traicionara a Israel era tu enemigo más grande; pero al otro lado de la habitación está Mateo, que solía trabajar para Roma como recaudador de impuestos y defraudaba a sus propios compatriotas judíos. Toda su vida ustedes han estado en lados opuestos, pero ahora, ustedes dos necesitan amarse profundamente y sin ninguna máscara o pretensión. Ámanse el uno al otro.
Pónganlo en acción.
Me encanta la pequeña caricatura de Snoopy donde Schroeder, el niño que siempre está tocando ese piano de cola en miniatura, está tocando una melodía y Lucy, que ha estado loca por él desde siempre, se acerca y lo interrumpe y dice: “Schroeder, ¿sabes lo que es el amor?” Y Schroeder inmediatamente se pone de pie y recita con cierta rigidez: “El amor es un sustantivo, un fuerte afecto por, o un apego o devoción a una persona o personas”.
Y dicho esto, vuelve a sentarse y toca el piano. Lucy se sienta allí, aturdida, decepcionada y luego dice con algo de esperanza: “Sabes, en papel, es fantástico”.
Jesús no nos dice que amemos por definición; Él nos dice que demostremos amor por aplicación.
Ahora, lo que Pedro hace a continuación es reforzar el mandato de amar agregando dos pensamientos más, o lo que llamaré, dos incentivos para amar.
El Incentivo para Amar
- Una Nueva Familia
El primer incentivo para amar es que el creyente está en una nueva familia.
1 Pedro 1:23 dice, siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible.
El tiempo perfecto del verbo renacidos enfatiza que este nuevo nacimiento ocurrió en el pasado, pero tiene resultados continuos en el presente. Y el principal resultado en la mente de Pedro es que nos amemos los unos a los otros.[xii]
Pertenece a la misma familia, ¡y esta familia durará para siempre!
El emperador romano del siglo IV, Juliano el Apóstata, comentó una vez que Jesús había implantado con éxito en los cristianos la creencia de que estaban emparentados.
Minucio Félix, un abogado romano que vivió en el siglo III, escribió sobre los cristianos: “Se aman, incluso sin conocerse”.
Y ciertamente lo hacemos, porque entendemos la verdad del Evangelio de Juan, que a todos los que recibieron a Cristo, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).
Somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Gálatas 3:26). Tiene una nueva familia. Así que ame a sus hermanos y hermanas.
Y no solo está en una nueva familia, en segundo lugar, está bajo una nueva autoridad.
- Una Nueva Autoridad
Mire el versículo 24.
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (y ahora Pedro cita Isaías 40) Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Citar Isaías 40 no era una coincidencia. Pedro no agregó esta cita solo porque este era uno de sus versículos favoritos.
Isaías 40 fue escrito durante el exilio de Israel – durante un tiempo desalentador en el que eran extranjeros, rodeados de hostilidad social.
Y Pedro usa este versículo para recordarle a la iglesia que Dios no se ha olvidado de Su pueblo disperso. Él no ha ignorado su sufrimiento. Aunque parezca que el imperio de Roma va a durar para siempre, no lo hará, lo que durará para siempre es la palabra de Dios. . . la palabra del Señor permanece para siempre.[xiii]
Los medicamentos cambiarán; las modas cambiarán; lo que alimenta a los bebés y la estufa en la que cocina cambiará. Pero la palabra del Señor permanecerá para siempre.
Estamos en una nueva familia y bajo una autoridad nueva y duradera, y por eso nos atrevemos a seguir el mandato de amarnos unos a otros con este tipo de amor sincero, ferviente e intencional.
Concluyo con las palabras de John Henry Jowett, un pastor fiel que vivió hace más de 100 años. Él escribió en su comentario sobre este pasaje: “Hay un amor que es como un paraguas. Hay un amor que es como una gran tienda. Y hay un amor que es como el cielo inconmensurable. El objetivo de Dios es que convierta su paraguas en una tienda de campaña; y luego amplíe su tienda hasta cubrir los cielos; así que empuje los muros del amor hasta que incluyan a su prójimo; empuje de nuevo esas paredes hasta que incluyan al extraño; vuelve a empujar las paredes hasta que incluyan a su enemigo.[xiv]
Y con eso, comenzaremos a amar como nuestro Señor nos amó y se entregó por nosotros.
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[i] C.H. Spurgeon, Autobiography: Volume 1 (Banner of Truth Reprint, 2005), p. 180
[ii] Daniel M. Doriani, 1 Peter (P & R Publishing, 2014), p. 53
[iii] D. Edmond Hiebert, 1 Peter, BMH Books, 1984), p. 112
[iv] Hiebert, p. 111
[v] Adapted from Charles R. Swindoll, Insights on James, 1 & 2 Peter (Zondervan, 2010), p. 162
[vi] Fritz Rienecker & Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 749
[vii] Josemaria Escriva, The Way (Doubleday, 2006), p. 174
[viii] Adapted from Hiebert, p. 113
[ix] Warren W. Wiersbe, 1 Peter: Be Hopeful (David C Cook, 1982), p. 57
[x] Charles R. Swindoll, Insights on John (Zondervan, 2010), p. 263
[xi] Adapted from Juan Sanchez, 1 Peter For You (The Good Book Company, 2016), p. 61
[xii] John MacArthur, 1 Peter (Moody Publishers, 2004), p. 91
[xiii] The Expositor’s Bible Commentary: Volume 13 (Zondervan, 2006), p. 312
[xiv] Charles R. Swindoll, The Tale of the Tardy Oxcart (Word Publishing, 1998), p. 359