Introducción
Una de las cosas sorprendentes de la Biblia es que en ninguna parte le promete que Dios ajustará cuentas a su favor en algún momento de su vida.
En ninguna parte la Biblia le promete que será vindicado de este lado del cielo; o que la cultura que lo rodea va a despertar y comenzar a apoyar y defender lo que sabe y cree que es la verdad.
Al mismo tiempo, es bastante sorprendente que la Biblia no le dé al creyente el derecho de abandonar su cultura y meterse a alguna comunidad aislada en la cima de una montaña.
En cambio, las cartas inspiradas por Dios, enviadas a la iglesia a través de los Apóstoles, literalmente nos ordenan que vivamos justo en el medio de nuestra cultura.
Se nos dice que nunca esperemos algo a cambio de nuestra conducta piadosa o estándares de excelencia y pureza, sino que esperemos pruebas para desarrollarnos, y no deberíamos sorprendernos cuando aparezcan (1 Pedro 4).
Estoy seguro de que una de las órdenes más sorprendentes en la Biblia fue la que Dios mandó a través del apóstol Pedro sobre cómo actuar y cómo responder en medio de una cultura pagana.
Creo que nada hubiera sido más sorprendente que los mandatos de Pedro en su primera carta, y especialmente en el capítulo 2, donde continuamos nuestro estudio.
Me imagino a todos los creyentes en todas las iglesias donde finalmente se leería esta carta en el primer siglo, tapándose la boca con las manos con asombro; parpadeando fuerte dos o tres veces, y tal vez incluso escuchando un suspiro o dos entre ellos al escuchar el versículo 13,
Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados.
Espera un segundo, Jesús fue crucificado unos años atrás por la institución del gobierno. Junto con el tribunal supremo judío, todos habían traicionado su papel de defender la justicia.
De hecho, el último gobernador que Jesús vio antes de ser brutalmente ejecutado en una cruz era un tipo corrupto que se lavó las manos para indicar que no tenía nada que ver con la injusticia que estaba permitiendo.
Unos meses después, Herodes mató a un líder de la iglesia y, cuando vio que sus índices de aprobación subieron gracias a eso, Hechos 12 nos dice que planeó arrestar y matar a Pedro también. Pedro, ¿acaso te olvidaste de ese rey?
Y apenas está procesando la sorprendente instrucción del versículo 15 cuando llega a 1 Pedro 2:17 y lee,
Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
¿Espera, que haga qué?
Muestre respeto al que tiene autoridad sobre usted, ¿incluso ese tipo de rey? Eso sería una sumisión sorprendente.
El Apóstol Pablo anteriormente nos informó que los gobernantes y reyes han sido designados por Dios. En otras palabras, Dios no está sorprendido de que llegaron al poder; de hecho, Él los puso allí.[i]
Como verá, Pedro está elevando nuestra perspectiva a un entendimiento de que hay Alguien más arriba, alguien más grande que la política y el gobierno de la tierra.
Y ese “Alguien” resulta ser un Dios soberano que está a cargo de cada elección y cada nombramiento y cada juez y cada institución gubernamental en el planeta.
Entonces, muéstreles toda la cortesía, el respeto y el honor que pueda. Otros pasajes nos dicen que oremos por ellos (1 Timoteo 2).
Tenemos que ver más allá de la política y el gobierno si queremos tener la perspectiva correcta en nuestro mundo actual.
Habría sido difícil para la iglesia en el primer siglo creer que Dios era soberano mientras Nerón estaba sentado en el trono.
Y una cosa es escribir los versículos 13 al 17, que estudiamos en nuestro último estudio; una cosa es someterse a un gobernador o emperador malvado que realmente no le gusta, pero que de todos modos probablemente nunca se lo va a encontrar en el supermercado o va a tener que interactuar personalmente con él; pero otra cosa es que Pedro escriba lo que viene a continuación. Versículo 18. Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos. ¡Esta es una sumisión verdaderamente sorprendente!
La Esclavitud y el Cristianismo
Ahora, antes de meternos de lleno al tema, tenemos que hacer algunas observaciones. Cuando Pedro escribió esta carta, se estima que había 60 millones de esclavos en el Imperio Romano. Los esclavos eran básicamente todas las personas que no habían comprado su ciudadanía romana o tenían el privilegio de haber nacido romanos.
Para comprender este mandamiento, hay que entender, en primer lugar, que la esclavitud en el mundo romano se basaba en el estatus social, económico y político, no en el color de piel o el origen étnico.[ii]
Los esclavos eran simplemente la clase trabajadora más baja que básicamente hacía todo. Por el otro lado, como escribió un historiador, los ciudadanos romanos vivían mimados y ociosos; lo que, por cierto, finalmente condujo a la caída del imperio.
Durante los días de Pedro, 60 millones de esclavos hacían prácticamente todo. Eran los cavadores de zanjas, los mineros, los trabajadores del campo y los cocineros. Pero también eran los maestros, los músicos, los actores, los artistas, los médicos y las secretarias. Si tenía que someterse a una cirugía en el primer siglo, el cirujano habría sido un esclavo.
Cuando escuchamos la palabra esclavo o sirviente, generalmente pensamos en la horrible trata de esclavos de los años 1700 y 1800, que, gracias a Dios, se prohíbe y condena el día de hoy.
Fue a través de los esfuerzos de los verdaderos cristianos, que predicaron el evangelio y sus aplicaciones que finalmente se logró abolir la esclavitud – al enseñar que todos somos hechos a imagen de Dios, y que todo creyente, sin importar su raza o condición en la vida, es igual a los ojos de Cristo, ya fuera libre o esclavo (Gálatas 3:28). Esa fue una enseñanza revolucionaria.
Imagínese a Pedro escribiendo esta carta a iglesias donde un esclavo era el pastor y su amo era el miembro. Por ejemplo, Calixto, uno de los primeros líderes de la iglesia, era un esclavo. Imagine la dinámica que se iba a generar en la iglesia del primer siglo. Será el evangelio el que creará una nueva cultura.
Por cierto, cuando alguna persona critica la Biblia porque supuestamente aprueba la esclavitud, tenga en cuenta que la esclavitud en la Roma del primer siglo era muy diferente a la de los 1800. Los esclavos no se compraban ni vendían en contra de su voluntad; no los secuestraban y luego los vendían a otras naciones.
De hecho, si en esos años se hubiera obedecido la Biblia y aún la ley de Moisés, el tipo de esclavitud en la que usted y yo pensamos, nunca hubiera existido.
Deuteronomio 24:7 dice:
Cuando fuere hallado alguno que hubiere hurtado a uno de sus hermanos los hijos de Israel, y le hubiere esclavizado, o le hubiere vendido, morirá el tal ladrón, y quitarás el mal de en medio de ti.
Entonces, de acuerdo con la ley, Dios dejó claro que la compra y venta de seres humanos secuestrados era un mal que merecía la pena capital.
En el Nuevo Testamento, Pablo enumera los pecados que son especialmente perversos y en medio de la lista incluye a los secuestradores (1 Timoteo 1:10). Los que secuestran con el propósito de esclavizar a otro ser humano.
Escuche, la esclavitud, como sucedió en los 1800, no existió a causa de la Biblia, sino a pesar de la Biblia.
Pero lo que es fascinante es que dondequiera que el evangelio penetra, marca la diferencia en este sentido. Y en los países que prohíben el evangelio, este mal es difícil de eliminar. Será la verdad revolucionaria y transformadora del evangelio que cambiará la cultura y las instituciones del mundo donde penetra.
Permítame hacer otra observación importante aquí; Pedro no usa la palabra normal para esclavo aquí. Él usa una palabra que se encuentra solo otras tres veces en el Nuevo Testamento y se refiere a los sirvientes domésticos.[iii]
Si bien no tenían los derechos de la ciudadanía romana, dependiendo de su amo, podían recibir una educación, ingresar a una profesión como la medicina o la música e incluso representar a su hogar en una variedad de formas.
Piense en los sirvientes de la aristocracia inglesa que hacen todo el trabajo, mientras que la familia pasa todo el día tomando té. Piense en José, quien se convirtió en el administrador de la casa de Potifar.
Sin embargo, al igual que José, y a diferencia de un mayordomo en la Gran Bretaña del siglo XX, el sirviente del primer siglo en Roma todavía no tenía posición legal. Su mundo podría cambiar al capricho de su amo. Su hogar podía ser brutal o benévolo.
Y Pedro va a hablar de ambos.
La Exhortación Para Someternos
Volvamos a la exhortación del versículo 18:
Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos.
Este texto es fácil de aplicar en el siglo XXI en la relación de un empleado con un empleador.[iv]
De hecho, se podría señalar que, si a un sirviente sin derechos personales o paquete de beneficios se le ordena mostrar respeto a su amo, ¿qué excusa tenemos nosotros para faltarle el respeto y desobedecer a quienes tienen autoridad sobre nosotros, dados todos nuestros derechos y beneficios?
Pero tal vez esté pensando: “Obviamente, Stephen no sabe nada de mi jefe… o mi maestro… o mi supervisor. Quiero decir, ¡no tienes idea de lo insoportables que son!”
Bueno, Pedro sabía que estaría pensando eso. Fíjese en el versículo 18: Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar.
¡¿Qué divertido, no?! La palabra traducida “difíciles de soportar” es skolios, que significa torcido o difícil de manejar. De allí deriva la palabra escoliosis; que es cuando la columna vertebral está torcida y ¡vaya si no es difícil vivir con eso![v]
Seamos realistas, naturalmente mostramos respeto al gerente para quien es fácil trabajar; nos sometemos al supervisor que parece apreciar nuestro trabajo; nos sometemos a un jefe que no nos da más trabajo del que queremos.
No necesita un mandamiento para hacer eso:
- Para amar a los que aman y
- respetar al respetuoso
- ser bondadoso con los de buen corazón y
- trabajar duro por aprecio por aquellos que lo aprecian;
No necesita ayuda con eso.
Lo que no es fácil es someterse cuando se sientes atrapado – quizás así es como se siente en su trabajo – no hay respeto; lo menosprecian constantemente. De hecho, podría estar sirviendo a un jefe cuyos pensamientos son torcidos y es difícil tratar con él.
Y nada de lo que hace recibe una palabra de elogio.
Un escritor contó sobre el tiempo en que trabajaba en un hotel como asistente del supervisor de alimentos.
El supervisor se llamaba Jorge. Era trabajador, pero ruidoso y crítico: tenía favoritos y dividía a todos entre amigos y enemigos. La panadera principal era uno de sus enemigos, por alguna razón desconocida. Nada de lo que hacía lo complacía. Un día hizo panqueques de manzana y canela y Jorge envió a su asistente, el escritor, para que le trajera un poco de masa para aprobar. Probó un poco y luego dijo: “No es lo suficientemente dulce, devuélvelo”. Le devolví la masa a la panadera y ella le agregó un poco de azúcar y se la devolví a Jorge, quien la probó y gritó: “Es demasiado dulce, devuélvelo.” La tercera vez, la panadera se quedó allí mirando la masa enfurecida. Luego sacudió un recipiente vacío sobre la masa, agitó la cuchara en el aire y me dijo que me llevara la masa… y después de que Jorge la probó de nuevo, me dijo: “Ya está, ¡perfecto!”.[vi]
¡Tal vez acabo de describir a su jefe! ¡Espero no haberlo descrito a usted!
Lo que deja al evangelio en alto es cuando obedecemos este mandamiento y mostramos una sorprendente sumisión a un jefe como Jorge:
- Cuando amamos a los que no nos aman;
- Al respetar a los irrespetuosos;
- Al ser amable con los desagradables y
- Al trabajar duro para alguien que nunca ofrece una palabra amable a cambio
Esa es una sumisión sorprendente. Y ese tipo de ética de trabajo, en el primer siglo y en el siglo XXI, probará el poder transformador del evangelio más que mil tratados e invitaciones a la iglesia.
Se encuentra trabajando en un mundo que atesora la independencia, la autonomía y los derechos personales y le encanta criticar a la autoridad, quienquiera que sea. 8*
La fuerza laboral está llena de personas quejosas y demandantes; personas que hacen valer sus derechos y discuten sobre sus asignaciones. La pregunta que Pedro haría aquí es, ¿Es usted uno de ellos?
Es de los que persiguen la promoción a toda costa, y más vale que nadie se interponga en su camino; de los que habla mal de los otros empleados; critica la gerencia; está constantemente promoviéndose a sí mismo. Su tema favorito de conversación es el éxito que tiene.
¿Ha pensado que podría estar fomentado algo similar en sus hijos? Al quejarse cuando no los ponen al frente de la fila; complaciendo cada una de sus quejas; llamando a ese maestro por no darle una mejor nota; molestando al entrenador por no darles más tiempo en el partido o un mejor papel en la obrita de la escuela.
De esa forma, les está enseñando a aferrarse al tipo de gloria equivocada… a buscar a la persona equivocada. ¿Y sabe qué más? Les está enseñando a que no deben ver más allá de la política y el gobierno.
Enséñeles ahora a demostrar sumisión y respeto a las personas con autoridad, ya sea un entrenador o un maestro, incluso cuando puedan ser desagradables y difíciles de soportar.
Ese es el punto de Pedro. Aprendamos a demostrar respeto y humildad en ese campo de juego o en ese salón de clases o en esa sala de juntas o en ese trabajo; respondiendo con esta sumisión sorprendente.
La Motivación para Someternos
Pedro ahora insinúa el recurso que hace posible esta sorprendente sumisión. Fíjese en el versículo 19.
Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente.
¿Cómo va a soportar el dolor de sufrir injustamente?
Note – su conciencia está delante de Dios. El creyente es capaz de soportar las penas porque es consciente de la presencia Dios. Él es consciente de Dios.[vii] En otras palabras, es consciente del hecho de que su jefe no es Jorge, es Dios
Y fíjese, usted sufre molestias. Esa palabra transmite una imagen estar sosteniendo un peso, sin sucumbir a la carga.[viii]
¿Cómo? Estás trabajando bajo esa carga, consciente de la presencia de Dios. Está sosteniendo una carga, sabiendo que Él lo está sosteniendo a usted.
Y no pase por alto que, está padeciendo injustamente, escribe Pedro al final del versículo 19.
Esta es la verdad: está sufriendo injustamente. Es un trato inmerecido… es injusto.
Y ahí es cuando la sumisión es más sorprendente.
Y podría agregar, cuando la semejanza a Cristo es vuelve más obvia. De hecho, en el siguiente párrafo, Pedro va a identificar al creyente que responde con humildad y respeto a pesar de sufrir injustamente nada menos que con Jesucristo mismo.
Pero por ahora, continuemos en el versículo 20.
Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis?
Esto es en contraste con sufrir injustamente. Una cosa es sufrir injustamente y otra cosa es ser castigado por hacer el mal. Escuche, cuando lo detienen por pasarse un semáforo en rojo al volver de la iglesia, eso no es persecución. No está sufriendo por su fe.
Hay una gran diferencia entre la persecución por hacer lo correcto y el castigo por hacer lo incorrecto.
Cuando era niño – tenía unos 12 o 13 años – durante el verano, mi amigo del vecindario y yo solíamos pasar horas explorando un bosquecito no muy lejos de la casa hasta que oscurecía.
Había un complejo de apartamentos en el borde de la zona de camino a casa, y en el área abierta que solíamos atravesar, había una gran caja eléctrica gris que conducía la electricidad de todo el edificio. y estaba controlado por esta gran manija gris. No estaba bloqueada o trabada porque para ese entonces no había necesidad de hacerlo. Cambiaríamos eso por el resto de la historia.
Solíamos asegurarnos de que no hubiera nadie mirando, luego bajábamos la palanca y salimos corriendo mientras todo el edificio se oscurecía. No recuerdo cuántas veces hicimos eso, 2 o 3 veces, tal vez 4 o 5… esto fue antes de mi salvación, por cierto; pero tengo que decirle que recuerdo la última vez que lo hice.
Esa última vez, dos hombres, uno de ellos vestido con uniforme militar, estaban parados en el balcón justo encima de donde corríamos hacia la casa.
Esa noche, escucharon que la palanca eléctrica se cerraba de golpe, vieron que el edificio se apagaba de inmediato y dos niños corriendo. Se dieron cuenta de lo que había pasado, y todavía recuerdo escuchar a estos hombres gritar: “Hey, tu”.
Me di la vuelta para mirar justo cuando ese hombre con el uniforme del ejército saltó por encima de la barandilla del balcón, aterrizando de pie como Sylvester Stallone… y salió tras nosotros. Lo perdimos… si no, capaz que hoy no existiría este programa.
Si nos hubieran agarrado nos habrían dado una paliza… y con razón.
Una cosa es sufrir injustamente y otra es la consecuencia justa de hacer algo malo. Pedro está distinguiendo entre la persecución injusta y un castigo justo.
Si su jefe lo está confrontando constantemente por la falta de calidad en su trabajo o por llegar tarde todo el tiempo o por tener una mala actitud en el trabajo, o lo que sea, eso no es una persecución injusta… esa es una evaluación justa.
Pedro escribe en el versículo 20. ¿Qué gloria hay [en eso]? La palabra traducida gloria solo se usa aquí en todo el Nuevo Testamento, y es una palabra que significa un buen informe.
Pedro básicamente está diciendo aquí: “Escuche, no recibe honor por ser un empleado holgazán, descuidado, y resentido porque su jefe notó que ora antes de almorzar”.
No funciona de esa manera. De hecho, si eso describe su ética y actitud de trabajo, permítame alentarlo a que deje de orar antes de almorzar… no deje que nadie lo vea orar.
No hay gloria en ese tipo de reputación. No hay buen informe en eso.
Note nuevamente el versículo 20:
Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.
En otras palabras, cuando sus supervisores u otros empleados lo conviertan en el blanco de sus bromas; cuando se burlan de su testimonio; cuando su arduo trabajo lo atribuyen a otra persona; cuando el jefe tiene favoritos y nunca lo incluyen y, francamente, todo se debe a su relación con Cristo y su buena actitud y su conducta respetuosa y amable sin una actitud de superioridad u orgullo… porque a pesar de todo lo soporta con gracia… soporta la carga mientras depende de que el Señor lo sostenga a usted… ¡Esto encuentra el favor de Dios!
Este es el premio máximo, esta es la recompensa más grande, el elogio misericordioso de Dios.
Conclusión
F.B. Meyer, un pastor británico durante la década de 1800 comentó este texto diciendo que cada vez que hay este tipo de sumisión frente a una persecución injusta, Pedro nos dice que hay un enorme deleite en el corazón de Dios y desde el trono, Dios se inclina para decirte, “Buen trabajo.”[ix]
Imagínese, Dios diciendo “Buen trabajo”:
- Por la forma en que manejó ese ataque personal
- Por la forma en que respondió a esas palabras desagradables
- Por la forma en que trabaja fielmente en medio del desprecio
- Por la forma en que trata a su jefe con respeto
- Por demostrar lo que todo el mundo sabe que es una sumisión sorprendente.
¡Buen Trabajo!
Y puede vivir así porque ve más allá de toda la política y el gobierno.
Sabe que, en última instancia:
- No hace ese trabajo para el profesor Jorge
- No trabaja duro y con excelencia para el jefe Jorge
- No vive mostrando sumisión y respeto para el rey Jorge
Nunca se trató realmente de Jorge… siempre y en última instancia se trataba de Dios.
Déjeme preguntarle, ¿quién es ese Jorge en su vida? ¿Y qué va a hacer con él, o ella, mañana? ¿Cómo va a actuar, responder, hablar, obedecer, servir?
Y cuando, al final de un largo día de trabajo habiendo soportado la injusticia con gracia, recueste su cabeza sobre su almohada, quiero que recuerde que el Señor está diciendo: “Muy bien. Buen trabajo.”
Por hacer lo correcto y soportarlo con paciencia, esto recibe la aprobación de su amado Dios quien le dice: “Bien hecho”.
—
[i] Juan Sanchez, 1 Peter For You (The Good Book Company, 2016), p. 101
[2] Charles R. Swindoll, Insights on James, 1 & 2 Peter (Zondervan, 2010), p. 181
[3] Edmond Hiebert, 1 Peter (BMH Books, 1984), p. 175
[4] Scott McKnight, The NIV Application Commentary: 1 Peter (Zondervan, 1996), p. 174
[5] Fritz Reinecker & Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 754
[6] Adapted from Daniel Doriani, 1 Peter (P & R Publishing, 2014), p. 95