Introducción
Si viajara al primer siglo, se sorprendería al ver que el Imperio Romano estaba absolutamente enamorado de la ropa, las joyas, los peinados, el físico y el atractivo, junto con el último grito de la moda.
Un historiador del siglo I escribió que en el Imperio había tantos peinados como abejas. Las mujeres ondulaban, rizaban y teñían su cabello, a veces negro azabache, a veces castaño rojizo. Las pelucas se importaban de Alemania y de lugares tan lejanos como la India, y las pelucas más populares eran las rubias. Al cabello le añadían accesorios como cintas, broches y peinetas de marfil; y para los ricos, los peines eran de oro con incrustaciones de gemas preciosas.
En los tiempos que los Apóstoles vivieron y escribieron sus cartas a las iglesias, la importación de sedas, perlas, perfumes y joyas desde la India era una industria que producía un equivalente a $2 mil millones de dólares anuales en la economía actual.
Mientras estudiaba, descubrí que el púrpura era el color favorito en los primeros siglos porque era la tela más cara. Una prenda púrpura costaría tanto como el salario anual de una persona promedio.
Si podía costearlo, los diamantes, las esmeraldas y los ópalos eran las gemas favoritas. Una mujer romana tenía un anillo valorado en $2 millones de dólares.
Leí que las perlas eran las más codiciadas. El emperador Nerón tenía una habitación en su palacio donde se usaban perlas como papel tapiz (para demostrar que tenía más perlas que nadie). El historiador Plinio escribió que la esposa del emperador Calígula apareció una vez con un vestido cubierto de perlas y esmeraldas, que se calcula que hoy valdría unos $20 millones de dólares.[i]
Hollywood no inventó el glamur y la ostentación; de hecho, el cristianismo primitivo estaba creciendo dentro de un mundo exuberante y decadente lleno de glamur y ostentación. Los creyentes vivían en un mundo obsesionado con la apariencia física.
Las mujeres del primer siglo tenían una variedad de cosméticos altamente desarrollados; importados de todo el mundo: tenían maquillaje para las mejillas, lápiz labial en una variedad de colores y delineadores en colores que incluían marrón, negro y verde. También tenían esmalte de uñas en colores que incluían amarillo y naranja.
Un autor escribió que, como resultado de esta obsesión en todo el Imperio Romano, las mujeres estaban bajo una enorme presión para lucir bellas y a la moda.[ii]
No pude evitar pensar que el siglo I y el siglo XXI tienen mucho en común, ¿no?
Investigué un poco y descubrí que en Estados Unidos gastan anualmente unos $40 mil millones de dólares solo en cosméticos. Eso es mucho lápiz labial… en muchos colores.
Los hombres también están involucrados en esto; de hecho, juntos, los estadounidenses gastaron $1.4 billones en un año solo en blanqueadores de dientes… $1.4 billones.
Y nada de esto, por cierto, incluye el dinero gastado en cirugías estéticas, lo que genera otros $10 mil millones al año o más. El año pasado, más de 17 millones de estadounidenses se sometieron a algún tipo de abdominoplastia, cirugía de nariz, inyecciones de Botox o un estiramiento facial.
El problema es que nada de eso trae una verdadera satisfacción. De hecho, en encuestas globales vemos que, aunque Estados Unidos es el número uno en gasto en cosméticos, se encuentra en el puesto 23 en la categoría de “satisfechos con la vida”.[iii]
Ahora bien, la Biblia nunca dice que hay que despreciar un cuerpo sano. Nunca alienta el mal uso o el maltrato del cuerpo. Nunca dice que el cuerpo no importa, así que puede ignorar lo que realmente necesita. Pero el apóstol Pablo habla del equilibrio necesario al escribir a Timoteo:
“El ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera. (1 Timoteo 4:8).
En otras palabras, Pablo aclara que el ejercicio físico tiene valor; pero no es tan importante como el ejercicio espiritual. Y Pablo nos advierte y dice que no debemos perder de vista que nuestros cuerpos no son la prioridad. La razón obvia es que no son permanentes; de hecho, Dios tiene un nuevo cuerpo glorificado planeado para usted que durará para siempre.
Mientras tanto, los cristianos enfrentan la misma lucha de mantener el equilibrio entre el cuidado físico y el desarrollo espiritual.
Todos tenemos el deseo de lucir tan bien como podamos, pero el potencial de obsesionarse y perder el equilibrio no desaparece automáticamente cuando se convierte en cristiano.
De hecho, no voy a pedir que lo haga, pero si pidiera que levantara la mano si tiene al menos una cosa sobre su apariencia física que cambiarían si pudiera, la verdad es que todos en la audiencia levantarían la mano. Algunos de nosotros levantaríamos ambas.
Nos gustaría ser más altos o más bajos, más delgados o más fornidos. A algunos les gustaría el cabello rubio, a otros les gustaría tener el cabello castaño rojizo y a algunos simplemente les gustaría tener cabello.
La verdad es que los incrédulos no son los únicos que luchan con su apariencia.
El apóstol Pedro está a punto de desafiarnos a todos con la verdad de que demostrar la singularidad del evangelio incluye vivir vidas que no se obsesionan con la apariencia física.
Regrese conmigo a 1 Pedro, capítulo 3, donde lo dejamos en nuestro último estudio. Si ha estado con nosotros en esta serie, recordará que Pedro comenzó escribiéndoles a las esposas.
Él está escribiéndoles a mujeres creyentes, muchas de ellas recién convertidas sin duda, y están casadas con esposos incrédulos. Estas son mujeres que han salido de una cultura que acabo de describir: una cultura que adoraba la juventud, que adoraba la fuerza física y que adoraba el cuerpo. Simplemente vaya a un museo y mire las estatuas excavadas de siglos anteriores. Todo se trataba del cuerpo perfecto y estas mujeres en la iglesia fueron salvadas de ese mundo decadente de moda y obsesión con la perfección física.
La Belleza en la que el Mundo se Enfoca
Escuchemos lo que el Señor tiene que decir a través de Pedro al leer el versículo 3.
Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.
Pedro está entregando una verdad que tiene el poder de cambiar vidas – liberando a las mujeres solteras o casadas, jóvenes o mayores y también a los hombres – liberándolos del enfoque y la obsesión en su apariencia.
Pedro comienza diciendo, “déjame exhortarle en cuanto a su atavío”.
La palabra traducida aquí atavío es kosmos en griego, la cual nos da nuestra palabra cosmos (el orden del universo) y cosmético (el orden del rostro).
Y Pedro destaca tres tipos de actividades cosméticas: peinar el cabello, usar joyas y ponerse vestidos.
Ahora tenga cuidado aquí: Pedro no está prohibiendo estas cosas. Solo está priorizando las cosas.
Hay personas que han llegado a la conclusión, al llegar a este texto, que una mujer no puede soltarse el cabello en público, o trenzarlo o peinarlo. Otros concluyen que una mujer tampoco puede usar joyas en público – o incluso que nunca puede usar o tener aros, anillos, etc.
Estaba comentando este texto con mi hermano mayor hace unos días y me contó de un viaje ministerial que hizo a Rumania a principios de la década de 1990. Las iglesias estaban dividiéndose sobre el tema de que si una mujer podía o no usar un anillo de bodas en público y este texto estaba al centro del debate. Las iglesias estaban divididas sobre la interpretación y aplicación de este pasaje. Muchos de ellos creían que Pedro estaba prohibiendo cualquier tipo de joyería, y los anillos de boda son joyas y, por lo tanto, estaban prohibidas.
Bueno, si aplicamos este versículo de manera consistente y, si Pedro le está prohibiendo a una mujer que se peine y use joyas, también le está prohibiendo a una mujer que use vestidos, y dudo que esté haciendo eso.
La palabra original que Pedro usa, traducida peinar, no es tanto una referencia a un corte de cabello como una referencia a la actividad del trenzar el cabello. Esto tampoco habla de un par de trencitas que le hace a su hija en un par de minutos.
El tipo de trenzado al que se refiere Pedro tomaba horas de tiempo y atención y en la época de Pedro se había convertido en una muestra pública e icónica de riqueza y ocio. Lo diferenciaba.
Una vez más, Pedro no lo prohíbe. No le preocupan las trenzas; le preocupan las prioridades.
Note más adelante, de adornos de oro. Literalmente dice en griego, ponerse alrededor – rodearse de joyas.
Esto no era solo un anillo de oro. Esto, nuevamente, era una exhibición ostentosa de riqueza.
Isaías brinda una perspectiva especial sobre el uso de joyas y otros adornos que usaban las mujeres cuando escribió que esta práctica incluía usar cascabeles caros en sus sandalias, usar joyas alrededor de los tobillos, usar múltiples brazaletes en las muñecas y la parte superior de los brazos y el cuello, usar aretes colgantes y anillos en los dedos y nariz (Isaías 3).
En otras palabras, uno no solo veía venir a estas mujeres, las escuchaba venir a un kilómetro de distancia.
La descripción de Isaías, y también la descripción de Pedro, es de una mujer que se carga de joyas y busca llamar la atención, no por quién es, sino por lo que posee y por cómo se ve.
Las joyas pueden cambiar a lo largo de los siglos, pero la advertencia principal sigue siendo la misma: mujeres, tengan cuidado con lo que usan. Tenga cuidado con la forma en que llama la atención. Tenga cuidado con lo que está comunicando a través de lo que usa. No presuma, especialmente en la iglesia. Y fuera de la de la iglesia, demuestre las prioridades correctas – que su enfoque no es lo físico.
El tercer adorno mencionado por Pedro al final del versículo 3 es, literalmente, ponerse vestidos – traducido generalmente como vestidos ostentosos. Esto no significa que no puedas usar un hermoso vestido; y por cierto, Pedro tampoco les está diciendo a las mujeres cristianas que se vean descuidadas o poco atractivas. Ese no es su punto.
Las palabras que Pedro usa aquí se refieren a la idea de usar ropa extravagante para lucirse, y en este contexto, conlleva la idea de llamar la atención por todas las razones equivocadas.
Pedro no prohíbe nada de esto: el peinarse el cabello, usar joyas y ropa bonita; pero está a punto de redefinir lo que es verdaderamente bello, lo que realmente merece llamar la atención. De hecho, está a punto de decirles a las mujeres de la asamblea que la verdadera belleza va más allá de la piel – va más profundo.
La Verdadera Belleza que el Creyente debe Priorizar
Habiendo dicho en qué no hay que enfocarse, Pedro pasa a decirles a las mujeres en qué deben poner su tiempo y energía.
Mire el versículo 4.
sino [que su atavío sea] el interno, el del corazón.
Detengámonos por un momento. La palabra para corazón aquí es kardia en griego. Representa lo que realmente uno es.
Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. (Proverbios 23:7).
Entonces Pedro está contrastando el mundo físico, cosmos, con el mundo espiritual, cardia. Pedro está haciendo un juego de palabras. Está haciendo un contraste entre cosmos y cardia; el mundo público y el corazón privado.
Y les está diciendo a las mujeres que se concentren en su corazón; a vestirse de adentro hacia afuera – ante todo pasar más tiempo arreglando sus corazones espiritualmente que arreglando su cabello y vistiendo sus cuerpos físicamente.[iv]
¿Y qué debería estar desarrollando en la privacidad de su corazón? Pedro entrega dos cualidades.
Mire el versículo 4, un espíritu afable y apacible. La palabra afable significa ser amable o considerado. Amabilidad en lugar de ser agresivo y exigente.
Por cierto, esta misma palabra griega aparece en la lista del fruto del Espíritu en Gálatas 5 – traducida como mansedumbre; lo que significa que esto no es solo para las mujeres, sino también para los hombres. Vamos a hablar de los hombres eventualmente.
A veces, la palabra “afable” se traduce como “manso” en el Nuevo Testamento. Es una palabra que se usa para describir a Jesucristo en Mateo 11:29.
Mansedumbre no significa debilidad. En realidad, es poder bajo control; es emoción bajo control.
Así que Pedro no está diciendo que la mujer debe convertirse en una esclava subyugada y expuesta al abuso. No está sugiriendo que las mujeres no puedan opinar.[v]
De hecho, esta era la cualidad que definía al señor Jesucristo. Él fue manso, afable, considerado y definitivamente dijo lo que pensaba.
Pero el Señor nunca estuvo fuera de control; Siempre fue intencional y decidido.
Pedro agrega una segunda cualidad para el desarrollar en su interior: un espíritu apacible. Ella es apacible, tranquila.
Esto no significa que ella no se mueve ni abre la boca. La palabra que Pedro usa aquí hace referencia a la paz. Ella está en paz.
Un diccionario griego define esta palabra como alguien que soporta con calma los disturbios creados por otros sin crear ellos mismos un disturbio.[vi]
Y cuando piensa en el contexto inmediato, esta cualidad interna es absolutamente crítica, y absolutamente dependiente del Espíritu Santo.
Aquí se encuentra una esposa creyente, casada con un hombre obstinado que no le importa el evangelio y, como hemos aprendido, no quiere tener nada que ver con este. Y en medio de esta agitación, ella tiene una sensación de paz interna.
Las cosas a su alrededor son como un campo de batalla, pero ella busca la paz.[vii]
¡Vaya si esto no demostraría la innegable obra de Dios! Va a ser imposible que su esposo incrédulo ignore el hecho de que ella tiene algo diferente.
Hay confusión en todas partes y ella se mantiene calma y amable.
Para la mujer que quiere demostrarle el poder del evangelio a su esposo incrédulo o desobediente, Pedro dice que estas son las cualidades que son más difíciles de ignorar.
La verdad es que un esposo incrédulo no va a tomar nota de cuántas veces ora o cuántos capítulos de la Biblia lee o cuántas veces va a la iglesia. Él simplemente notará su comportamiento – la forma en que realiza no solo los deberes rutinarios de la vida, sino también la forma en que enfrenta la agitación y las dificultades que la rodean.
¡Vaya si no va a llamar la atención por la razón correcta! ¡Qué diferencia! ¡Qué belleza!
Un viejo proverbio lo expresa de esta manera: una mujer cuya sonrisa es amplia y cuya expresión es amable tiene una especie de belleza sin importar como se vista.
Esta belleza va más allá de la piel – no es superficial. Pedro les recuerda a estas esposas y a todas las mujeres en el Cuerpo de Cristo una verdad que no van a aprender en la televisión o en una revista o en el centro comercial: la verdadera esencia de la belleza femenina no es el adorno exterior, sino las actitudes internas que se expresan con bondad y templanza.[viii]
Estas bellas cualidades no se pueden comprar. No se venden en la tienda. Se desarrollan por el Espíritu de Dios en lo más profundo, más allá de la piel, al interior de la persona – dentro del corazón. Ahí es donde se desarrolla la verdadera belleza.
A continuación, Pedro escribe que estas dos cualidades – ser afable y apacible – son únicas por dos motivos. Note nuevamente el versículo 4: Pedro escribe que estas cualidades son incorruptibles.
En otras palabras, esto es algo que dura. Lo que está de moda eventualmente pasará de moda, ¡pero esto nunca lo hará! es incorruptible.
Esa es otra forma de decir: estas cualidades nunca pasarán de moda.[ix]
La palabra incorruptible literalmente significa que no se marchita, desvanece, pasa o disipa.[x]
Es decir, Pedro le está diciendo a las mujeres de todas las edades, “aquí hay una belleza que nunca se desvanecerá”.
Todo sobre nosotros está envejeciendo, incluso si tratamos de negarlo. Lo temporal se está marchitando, no importa cuán jóvenes nos veamos todavía.
Alguien me envió esto hace algún tiempo: una mujer estaba sentada en la sala de espera para su primera cita con un nuevo dentista. Se fijó en su diploma que mostraba su nombre completo. De repente, recordó que un joven alto, apuesto y de cabello oscuro con el mismo nombre había estado en su clase de secundaria hace varios años. Se preguntó: ¿Podría este dentista ser el mismo chico que me gustaba en el colegio?
Rápidamente descartó tal pensamiento cuando él entró en la habitación. Estaba ligeramente encorvado; canoso con principios de calvicie y con profundas arrugas en la cara. Es demasiado mayor para haber sido mi compañero de clase, pensó para sí misma.
Aun así, después de que él le examinó los dientes, ella preguntó: “¿Por casualidad no fue usted a tal escuela?”
“¡Sí! dijo con una sonrisa.
“¿En qué año se graduó?” preguntó ella. Él respondió: “En 1959, ¿Por qué pregunta?” Ella dijo: “Sabía que me era familiar, ¡estabas en mi clase!”.
“¿En serio?” dijo, mirándola de cerca. “¿Qué clase enseñaba?”
Pedro nos está recordando: no se concentre en algo que se está desvaneciendo, algo que requiere más y más cosméticos. Concéntrese en adornar su corazón.
Permita que el trabajo interno del Espíritu de Dios desarrolle su carácter porque el carácter no se desvanece. Eso es lo que dura.
En segundo lugar, estas cualidades no sólo son incorruptibles, sino también – observe la última parte del versículo 4 – de grande estima delante de Dios.
La palabra traducida “de grande estima” hace referencia a algo valioso; costoso; incluso invaluable.
Una vez más, esto es un juego de palabras. Mientras que el mundo derrocha dinero en cosas de alto precio, Dios nos informa que las cosas más valiosas de la vida no están en su guardarropa; están en su corazón.
Ser afable y apacible son cualidades a las que Dios les ha puesto el precio más alto.
Permítame animar a los hombres creyentes, por un momento. Asegúrese, hermano, de estar imitando el corazón de Dios al poner menos valor y atención en la figura o el rostro de una mujer y más valor en su fe y en su fidelidad a Cristo y Su iglesia.
Estoy seguro de que eso va a ser de gran ayuda para nuestras hermanas en Cristo que buscan demostrar este cambio de valores. No repitamos la obsesión del mundo por el cuerpo. Ha sido un peso y un costo terrible para las mujeres, la sensación de nunca verse lo suficientemente bien, nunca ser lo suficientemente bonita, nunca estar a la altura, sentirse inferior, fea, imposible de amar. Hombres, asegurémonos de no imitar el sistema de valores del mundo animando a las mujeres a concentrarse en las cosas equivocadas.
Conclusión
Permítame concluir este estudio haciendo tres observaciones. Esto es lo que Pedro les está diciendo a las esposas y a las mujeres en general:
Primero, lo que más importa nunca estará colgado en su armario o escondido en un joyero.
En otras palabras, lo más importante no tiene nada que ver con el estilo; tiene todo que ver con tu espíritu. No tiene nada que ver con menos arrugas, ropa más nueva o joyas más brillantes.
Esas cosas no son eternamente valiosas. Lo que el Espíritu de Dios está desarrollando en su corazón, el fruto del Espíritu de Dios no tiene precio.
En segundo lugar, lo que impacta a su esposo, y al resto del mundo, y le da gran gloria a Dios, no es su apariencia, sino su actitud.
Pedro está hablando específicamente sobre la amabilidad y la calma.
En tercer lugar, lo que el mundo persigue con gran obsesión es temporal. Lo que el cristiano persigue con gran pasión es eterno.
Permítame invitarlo a reflexionar por un momento. Pensemos en las siguientes preguntas.
¿Cuánto tiempo pasa arreglando su rostro, en comparación con el tiempo que pasa trabajando en su fe?
¿Cuánto esfuerzo pondrá esta semana trabajando en cosas externas, en comparación con el esfuerzo que pondrá trabajando en sus cosas internas? No son cosas malas o prohibidas, son solo cosas temporales.
¿Cuánto tiempo pasará esta semana ejercitando su cuerpo en el gimnasio, en comparación con el tiempo que pasará ejercitando su espíritu en la Palabra de Dios?
Una más: ¿Queda espacio en su horario para trabajar en cosas invaluables?
Querido creyente, permíteme animarle a planificar su rutina de ejercicio y embellecimiento en la Palabra de Dios esta semana. Asegúrese de que la dulzura, gracia, amabilidad y la calma – este espíritu afable y apacible sea parte de ese entrenamiento interno que se lleva a cabo en el interior, más allá de la piel, en lo más profundo de su corazón.
Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2017
© Copyright 2017 Stephen Davey
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[i] Adapted from William Barclay, The Letters of James and Peter (Westminster, 1976), p. 221
[ii] Adapted from David Helm, 1-2 Peter and Jude (Crossway, 2008), p. 103
[iii] Statistics quoted from Juan Sanchez, I Peter for You (The Good Book Company, 2016), p. 115
[iv] Adapted from Black, p. 104
[v] Adapted from R.C. Sproul, 1-2 Peter (Crossway, 2011), p. 95
[vi] Quoted by Hiebert, p. 201
[vii] Sanchez, p. 119
[viii] Adapted from Daniel Powers, 1 & 2 Peter, Jude (Beacon Hill Press, 2010), p. 108
[ix] Adapted from Charles R. Swindoll, Insights on James, 1 & 2 Peter (Zondervan, 2010), p. 188
[x] The Expositor’s Bible Commentary, Volume 13, (Zondervan, 2006), p. 328