Introducción
En su libro Los Colores de la Esperanza, Richard Dahlstrom describe lo que él llama la “mentalidad de la seguridad ante todo” que se ha apoderado del mundo. Según esta perspectiva, “la clave para vivir bien es vivir seguro”.
Dahlstrom escribe: “Cierre con llave las puertas por la noche. Consiga un sistema de alarma. Ahorre un 10 por ciento del sueldo y asegúrese de que su inversión esté asegurada. Tome sus vitaminas, minerales, omega-3, y la hierba de San Juan. Coma muchas fibras solubles. Haga ejercicio. Duerma ocho horas al día. Vaya a la iglesia regularmente. No vaya a viajes misioneros a lugares donde podría contraer malaria, parásitos intestinales o encontrar terroristas”. Así que no tenga pasatiempos arriesgados. “Coma cosas orgánicas. Hágase una colonoscopia.”
Y está pensando: ¡lo haré! Excepto por eso último. La palabra colonoscopia nunca se encuentra en la Biblia.
“Está bien”, escribe Dahlstrom, “así que ahora está a salvo, ¿verdad? No precisamente.» Él mencionó a un atleta extraordinario y ejemplar de excelente salud, que murió a los cuarenta años mientras practicaba sus tiros de baloncesto. Comía bien, hacía ejercicio y no fumaba ni bebía – nunca. Mientras que la mujer de mayor edad alguna vez registrada, Jeanne Calment, que murió a la edad de 122 años, dejó de fumar a los 117 solo porque su vista era tan mala que no podía encender sus cigarrillos”.
La moraleja de esta historia no es empezar a fumar. El punto es que priorizar la seguridad en la vida está mal en varios aspectos.
Esa puede ser una forma popular de vivir, pero Jesucristo nunca define la vida que debemos vivir en términos de duración, salud o comodidad.
Jesús, de hecho, dice que aquellos que buscan salvar sus vidas, las perderán, y aquellos que pierdan sus vidas, entregándolas para la gloria de Dios, las encontrarán (Lucas 17:33).[i]
Eso no significa que no debamos cuidarnos. Deberíamos. Cuanto más avanzo en edad, más cauteloso me vuelvo sobre lo que como. Estoy cada vez más convencido de que hay que limitarse a una sola dona al día.
Tratar cubrir todas las bases, intentar protegerse de cada posible sufrimiento, dolor y dificultad, es un error.
Pero esto no es un concepto nuevo, por cierto. De hecho, hace unos 200 años, Thomas Jefferson le escribió una carta a su amigo en la que decía: “El arte de la vida es evitar el dolor”.[ii]
Eso puede sonar inteligente, pero bíblicamente hablando, no podría estar más lejos de la verdad. Querido creyente, el arte de la vida no es evitar el sufrimiento; el arte de la vida es aprender a responder ante el sufrimiento.
Si bien todos los seres humanos en el planeta experimentan tipos similares de sufrimiento (enfermedad, dificultades financieras, desilusiones y pérdidas), el creyente debe esperar una capa adicional de sufrimiento, incluso más intensa.
Me pareció interesante leer en un comunicado de prensa que se animaba a los estadounidenses que viajaban a Corea del Norte a redactar primero su testamento y hacer planes funerarios con miembros de la familia antes de salir de los Estados Unidos.
Imagínese vivir con ese tipo de expectativa: que el país al que está entrando tiene tanta hostilidad y odio por lo que es como ciudadano de este país que será mejor que tenga sus asuntos en orden, porque es posible que nunca regrese.
Tres Maneras de Responder ante el Sufrimiento
El Nuevo Testamento enseña a los creyentes a cultivar ese tipo de expectativa. Ya que es un ciudadano del Cielo, debe prepararse para sufrir.
El problema para el cristiano nunca es cómo protegerse de la persecución, aislarse del sufrimiento; el problema para el cristiano no es desarrollar el arte de evitar el dolor, sino desarrollar el arte de responder correctamente ante él.
A medida que el mundo se precipita hacia el fin en estos últimos tiempos, el apóstol Pedro anticipa que el sufrimiento de los creyentes se intensificará a medida que el odio del mundo por el evangelio y por Jesucristo se intensifica.
Para Pedro y la iglesia del primer siglo, la persecución oficial del Imperio Romano estaba a una década de distancia, pero el apóstol Pedro siente que está a la vuelta de la esquina.
Y así, bajo la dirección del Espíritu Santo, Pedro nos dice cómo prepararnos, no solo para el fin del mundo cuando Jesús venga por la iglesia, sino mientras tanto le esperamos – aprendiendo a responder al sufrimiento en el mundo.
Le invito a abrir su Biblia nuevamente en la Primera carta de Pedro. Estamos en el capítulo 4 versículo 12.
Pedro le da al creyente 3 maneras de responder ante el sufrimiento. Primero, él le ordena al cristiano a dejar de sorprenderse.
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Deje de sorprenderse por el sufrimiento.
Mire el versículo 12 de 1 Pedro capítulo 4 – solo la primera parte;
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido (1 Pedro 4:12a).
No se sorprenda. La palabra en griego da la idea de estar asombrado, y no solo asombrado, sino en un estado de asombro desconcertante. En otras palabras, «¡Esto no puede estar pasando!»[iii]
Pedro esencialmente está diciendo: «No te desmayes – no tanto por la prueba, sino por el hecho de que vino sin previo aviso». ¡Fue tan inesperado!
¿Y notó cómo Pedro contrarresta la reacción normal que todos tenemos como cristianos cada vez que sufrimos inesperadamente?
Empezamos a decirnos cosas como:
- “Me pregunto si Dios es consciente de que esto me está pasando”
- “Me pregunto si he hecho enojar a Dios y ahora me echó del Rebaño.
- “Me pregunto si no he sido lo suficientemente bueno o disciplinado, o si he pecado demasiado y ahora en adelante solo merezco sufrimiento.”
Y el Diablo espera estos momentos de sufrimiento inesperado para enviar una de sus flechas de fuego a su corazón y mente que dice: “¡Estás recibiendo lo que te mereces! ¿Quién te crees que eres? Después de todo, no mereces el amor de Dios, mereces la ira de Dios”. Y aquí está una de sus acusaciones favoritas: “No eres digno del amor de Dios”.
Permítame animarle a responder a esos pensamientos diciendo: “Tienes razón; Soy indigno, pero siempre he sido indigno. Eso no ha cambiado y nunca lo hará. Pero yo pertenezco al único que es Digno y gracias a Él, ahora soy uno de Sus amados”.
Permítame animarle a subrayar el principio de este versículo. Pedro no le está diciendo a las personas que no pertenecen a Dios que deben esperar un montón de problemas, no, esto es para el Amado.
Está bien, entonces, pero estos deben ser cristianos a quienes Dios realmente no quiere tanto como a otros. No, son amados.
Pero estos deben ser cristianos que han perdido su privilegio de recibir un trato especial de Dios porque no tienen tanta fe como los demás, o no hicieron su devocional por tres días seguidos y se perdieron un par de reuniones el domingo. No, somos igualmente sus amados en Cristo – desde nuestra conversión – y eso nunca cambia.
De hecho, no había nadie más claramente amado por Dios el Padre que Su Hijo, el Señor Jesús. Su ministerio comenzó, si lo recuerda, con una voz retumbante del Cielo que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia (Mateo 3:17).
Es por eso que los discípulos quedan asombrados cuando Jesús les anuncia más tarde que va a sufrir.
Mateo registra 13 capítulos más tarde, que Jesús:
comenzó a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y… Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca (Mateo 16:21-22).
“¿Qué quieres decir con que vas a sufrir? ¡Así no es como Dios trata a Su amado! Los hijos de Dios no sufren; ellos prosperan.”
Como verá, ¡Pedro nunca olvidó el impacto de esa lección! Ahora, les escribe a los creyentes para ayudarnos a anticipar el sufrimiento, para que tampoco nos sorprendamos. El no estar preparado para ello fue parte del motivo por que Pedro negó al Señor.
El sufrimiento no es un accidente, es una cita. Bueno, entonces, si es designado por Dios y es algo que los amados cristianos deberían anticipar, entonces probablemente no dolerá tanto o durará tanto tiempo, ¿verdad?
Mire las palabras de Pedro:
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido.
Eso suena doloroso y difícil. ¡Lo es!
En ninguna parte de esta carta – y esta es la tercera vez que se refiere al sufrimiento – en ninguna parte Pedro minimiza o disminuye el impacto de cualquier tipo de sufrimiento en el corazón, la mente y la vida del creyente.[iv]
Él lo llama por lo que es: una prueba de fuego. Podría traducirlo, “una prueba dolorosa, literalmente, una purificación por fuego.”[v]
La palabra que usa Pedro se refiere al crisol del refinador: el fuego del refinador. Note – esta prueba os ha sobrevenido. Esa es la idea: ser probado o purificado.
Un orfebre del primer siglo trabajaría en la refinación del mineral de oro en su crisol. La única forma de separar el oro de las impurezas era aumentar el calor y reducir el mineral a su forma líquida. Con el calor adecuado, las impurezas ascenderían a la superficie para ser eliminadas.
He leído que un orfebre experto continuaría calentando más y más el oro líquido hasta que pudiera ver su reflejo en la superficie del líquido. Solo entonces sabría que el contenido era puro.[vi]
Aunque el mundo y el diablo pretenden aplastarlo a través del sufrimiento, Dios permite que nos edifique.
Como escribió un autor: “Dios no desperdicia nuestro sufrimiento, y nosotros tampoco deberíamos”.[vii]
Al igual que el Señor Jesús, aprendemos la obediencia a través de las cosas que sufrimos. (Hebreos 5:8)
Así que no se sorprendas cuando el mundo traiga sufrimiento. Y no se sorprenda de que Dios tenga un propósito para ello.
Es fácil olvidar que, aunque el mundo y el diablo y los enemigos del evangelio parecen arrojar leña al fuego y hacer todo lo posible para aumentar el calor, Pedro nos informa que Dios es el que controla el termostato.
El calor nunca será más caliente de lo que Él desea, ya que Él quema las impurezas y permite que la imagen de Cristo se vea en, y a través de nuestras vidas.
Pedro nos da otra respuesta del creyente ante el sufrimiento:
Primero, no se sorprendas del sufrimiento. Segundo:
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No piense que es extraño cuando sufres.
Note de nuevo el texto:
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese (1 Pedro 4:12).
Una vez más, Pedro está tratando de eliminar el factor sorpresa de la mente del creyente.
La palabra traducida como cosa extraña aquí está relacionada a la palabra que acaba de usar traducida sorpresa. De hecho, de esa palabra deriva nuestra palabra xenofobia, que significa miedo a los extraños.[viii]
En otras palabras, el sufrimiento para el creyente no es un extraño, así que empiece a reconocerlo cuando aparezca. Aprenda a reconocer las pruebas, no como extraños, sino como tutores.
La verdad es que Dios a menudo usa tormentas de fuego para enderezarnos; para llamar nuestra atención; para encaminarnos; para que busquemos algo completamente diferente en la vida.
C.S. Lewis escribió en su libro titulado El Problema del Dolor, estas interesantes ideas: “Estoy progresando por el camino de la vida absorto en una reunión alegre con mis amigos, o en un poco de trabajo que promueve mi vanidad, en unas vacaciones o leyendo un nuevo libro, cuando de repente siento una punzada de dolor que amenaza con una enfermedad grave, o leo un titular en los periódicos que nos amenaza a todos con la destrucción y hace que todo este mazo de cartas se derrumbe.”
“Al principio estoy abrumado, y todas mis pequeñas alegrías parecen juguetes rotos. Luego, lentamente y de mala gana, poco a poco, me recuerdo a mí mismo que todos estos juguetes nunca tuvieron la intención de poseer mi corazón, que mi verdadero bien está en otro mundo y que mi único tesoro real es Cristo.”
“Entonces, por la gracia de Dios, tengo éxito y por un día o dos me convierto en una persona conscientemente dependiente de Dios y sacando mi fuerza de la fuente correcta.”
“Pero en el momento en que desaparece la amenaza, toda mi naturaleza vuelve a los juguetes.”[ix]
¡Cuan cierto! Con qué facilidad olvidamos la visión espiritual y la sabiduría que aprendimos en el valle de la desesperación.
Entonces, ¿es de extrañar que, cuando el sufrimiento llama regularmente a nuestra puerta, el apóstol Pedro quiera que lo veamos, no como un invitado sorpresivo e inoportuno, sino como un sabio tutor que debemos invitar y aprender con entusiasmo?
Dios usa tormentas de fuego para enderezarnos. Pero Dios también usa tormentas para ponernos de pie. Las pruebas no solo corrigen, construyen. Dios no tiene la intención de destruir su fe, Él tiene la intención de desarrollar su fe.
Este es el enfoque de Pablo sobre el dolor y la presión en Romanos capítulo 5.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza (Romanos 5:3-4).
¡Qué actitud hacia la tribulación! Agradecemos a Dios porque, en lugar de destruirnos, comienza a desarrollarnos.
Dios quiere que nos mantengamos firmes en perseverancia, carácter y esperanza. ¡Sí Señor, enséñame esas cosas! Y Dios efectivamente dice: “Prepárate; un juicio aparecerá cuando menos lo esperes. No lo trates como a un extraño. Dale la bienvenida; es un tutor enviado directamente por Mí.”
Dios usa tormentas de fuego para enderezarnos y ponernos de pie; También usa tormentas de fuego para movernos.
Esa es la lección final que Pedro quiere recalcar.
No se dejes sorprender por el sufrimiento.
No piense que el sufrimiento es algo extraño.
Finalmente,
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Siga regocijándose cuando sufre.
Mire el versículo 13.
Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría (1 Pedro 4:13).
Y tal vez esté pensando: “Está bien, una cosa es tratar de no sorprenderse cuando aparece un sufrimiento inesperado y otra cosa es darle la bienvenida y aprender de él, pero ahora ¿regocijarse por eso? ¡Ahora fuiste demasiado lejos!
Y escuche, ¡pareciera que lo ha hecho! Se supone que debemos poner una sonrisa falsa y secarnos las lágrimas y decir: “Realmente no me molesta. Además, Dios tiene el control”
No, Pedro ya describió el sufrimiento como pruebas dolorosas y ardientes. Pero ahora quiere llevarnos más allá de simplemente esperar pruebas e incluso darles la bienvenida.
Solo puede haber gozo cuando está en el crisol si tiene en mente el consejo de Pedro.
Note cómo comienza el versículo.
Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo…
Esto es lo que los eruditos griegos llaman un adverbio de grado. Es decir, en la medida en que comparte los sufrimientos de Cristo.[x]
En otras palabras, cada creyente sufrirá de manera diferente. Hay un grado en el que Dios ha diseñado que cada cristiano sufra, y solo Él sabe por qué.
Tiene que correr su carrera, no la mía, no la de nadie más. Es su carrera divinamente diseñada con sufrimiento único para hacer la obra de Dios en su vida. Lo que nos permite dejar de mirar a otros creyentes y luego acusar a Dios de tener favoritos:
- «¿Por qué ese cristiano está sano y yo voy a someterme a mi séptima cirugía?»
- “¿Por qué ese creyente es bendecido financieramente y yo estoy en bancarrota?”
- “¿Por qué el cónyuge de ese creyente es fiel y el mío se apartó?”
- “¿Por qué esa pareja es bendecida con hijos y nosotros no podemos concebir?”
- “¿Por qué ese hombre o mujer tiene un andar fácil y mientras que mi camino está lleno de baches y vueltas en U?”
Pedro insinúa la razón: Dios ha diseñado el grado, la forma mesurada en la que usted y yo compartiremos, literalmente, la comunión, con los sufrimientos de Cristo.
Así que puedes regocijarse en el hecho de que Dios ha trazado su vida. Él no solo tiene Su mano en el termostato de su vida, sino que también ha elaborado el mapa de su vida.
Por cierto, Pedro no está diciéndole aquí que se alegre porque estás sufriendo. No hay nada espiritual en minimizar el dolor del sufrimiento; no obtienes un permio por decir: «Señor, gracias por todas estas situaciones miserables – trae más».
No, note, se goza porque está compartiendo los sufrimientos de Cristo. Tiene una comunión más profunda con su Salvador – tiene más en común con Él, cuya vida estuvo marcada por el sufrimiento, el ridículo, el hambre, la tentación, la incomprensión, la acusación, la traición, rechazo y crucifixión.
Note cómo Pedro también apunta hacia adelante aquí en el texto. Cuando Cristo sea revelado en toda Su gloria, se gozarán con gran alegría. La gramática indica un gran estallido de gozo que nos inundará cuando veamos a Cristo.[xi]
Pedro agrega: vamos a gozarnos con gran alegría. Esa palabra significa, con júbilo. Un autor lo explica como que estaremos rebosantes de gritos de alegría.[xii]
Y la implicación es que su alegría estará en relación con el grado, la manera, en que sufrió.
Permítanme ilustrarlo de esta manera. Me imagino que varios en la audiencia ya han escuchado el testimonio de Joni Eareckson Tada, una fiel creyente que quedó paralizada por un accidente desde joven.
Cuando usted camine por esas calles doradas del Cielo, se alegrará por muchas cosas, pero ella se alegrará de manera única – entre muchas otras cosas – por el hecho de que está caminando por esas calles doradas.
Y nuestros hermanos y hermanas sordos todos van a alegrarse un día por poder cantar con la hueste celestial, pero ellos se van a alegrar especialmente porque podrán escuchar el canto de la hueste celestial.
Eso es lo que Pedro quiere decir. El sufrimiento se acabará y se transformará en júbilo, alegría y celebración eterna.
Mientras tanto, va a ser su decisión la manera en que responde ante el sufrimiento:
- ¿Se sorprenderá cuando aparezca la tormenta?
- ¿Va a tratarlo como a un extraño no deseado, o lo va a recibir como a un maestro, un refinador que aumenta el calor y le hace reflejar mucho mejor la imagen de Cristo?
- ¿Va a regocijarse de que puede a vivir como Él ahora mientras espera vivir con Él algún día?
El predicador James M. Gray solía decir: «¿A quién le importa el viaje, cuando el camino lleva a casa?» Este camino de sufrimiento nos lleva a casa.
Como dice el precioso himno:
Pon tus ojos en Cristo
Tan lleno de gracia y amor
Y lo terrenal sin valor será
A la luz del glorioso Señor
—
[i] Richard Dahlstrom, The Colors of Hope (Baker Books, 2011), p. 128
[ii] Warren Wiersbe, The Bumps Are What You Climb On (Baker Book House, Grand Rapids, MI), 1980, p. 59
[iii] John MacArthur, 1 Peter (Moody Publishers, 2004), p. 249 & D. Edmond Hiebert, 1 Peter (BMH Books, 1992), p. 283
[iv] Adapted from J. Daryl Charles, The Expositor’s Bible Commentary, Volume 13 (Zondervan, 2006), p. 349
[v] Ibid
[vi] Kenneth Wuest, Bypaths in the Greek New Testament (Eerdmans Publishing Company, Grand Rapids, MI), 1954, p. 73
[vii] Juan R. Sanchez, 1 Peter For You (The Good Book Company, 2016), p. 165
[viii] R.C. Sproul, 1-2 Peter (Crossway, 2011), p. 176
[ix] C.S. Lewis, quoted in Charles R. Swindoll, Insights on James and 1 & 2 Peter (Zondervan, 2010), p. 227
[x] Hiebert, p. 285
[xi] Hiebert, p. 286
[xii] Ibid