Introducción
Si hay una pregunta que todos escuchamos más de un millón de veces durante la niñez, es la famosa pregunta, “¿que quieres hacer cuando seas grande?”
Hice una pequeña investigación esta semana y encontré que los niños hoy en día siguen dando las mismas respuestas que usted dio quizás cuando era niño.
Algunos querían ser astronautas, presidentes, deportistas. Algunos querían ser el hombre araña o Superman, o algún otro superhéroe.
En una de las encuestas que leí, un niño dijo que quería ser un cuidador de zoológico, otro un domador de leones, otro quería ser pintor, varios querían ser actores y actrices, pilotos de aviones, doctores, y corredores de fórmula 1.
Lo que me pareció interesante – aunque no me sorprendió mucho – fue ver que más del 90% de los adultos reconoce no estar involucrado de ninguna manera en la carrera o sueño que tenía en su niñez.
De toda la audiencia que nos escucha, no creo que hayan muchos astronautas, actrices, domadores de leones o pilotos de carreras.
Lo que significa, que, en algún momento, la mayoría experimentamos algún tipo de transición… nuestros sueños cambian.
La verdad es que la mayoría de la gente que conozco, adaptan sus deseos con el pasar de los años. Incluso ahora, si es un hijo o hija de Dios, sus deseos están siendo transformados… y el agente clave de esa transformación es el Espíritu de Dios quien obra dentro suyo.
Estamos aprendiendo a confiar en el Señor con todo nuestro corazón, y a no apoyarnos en nuestro proprio entendimiento; a reconocerlo en todos nuestros caminos – lo que significa ponerlo a Él en primer lugar. Porque así veremos cómo es que Él dirige nuestros pasos (Proverbios 3:5-6).
Y eso es importante, simplemente porque Dios muchas veces quiere que tomemos una dirección o un camino distinto al que estamos tomando.
Ahora la pregunta es ¿Cómo responde usted cuando Dios cambia sus planes?
Que hace con ese deseo de hacer otra cosa… de estar en otro lugar… de tener algo diferente, pero Dios nunca le dio la oportunidad.
¿Como responde cuando está planeando tomar pasos – en una relación, en una carrera – cuando quiere hacer cambio, una compra, una decisión… y Dios le cierra la puerta?
Algunos cristianos van a salir a comprar un hacha, o una sierra eléctrica… “puedo abrir esto.” Otros van a pedir oración para que puedan entender como forzar la cerradura.
¿Realmente confiamos en el Señor con todo nuestro corazón, rehusando descansar en nuestro propio entendimiento de lo que pensamos que es mejor? ¿Ponemos a Dios primero y luego vemos como Él dirige nuestros pasos? Permítame preguntárselo de esta manera ¿Que hace cuando Dios dice no?
Como es que puede responder con sabiduría y aun gozo cuando Dios le dice, “No, esa puerta no… nunca la voy a abrir. No, no ese camino… tengo otro camino en mente para ti.”
Dios Interrumpe los Sueños de David
Permítame mostrarle a alguien quien respondió de manera correcta. Volvamos a nuestro estudio de la vida del cantante de Israel, la vida del rey David ahora en el segundo libro de Samuel.
En solo unos cuantos estudios, hemos ido a través de gran parte de la vida de David. Lo observamos, siendo menospreciado por su padre; allí, lejos de casa, cuidando de las ovejas de la familia. Nos maravillamos de su valentía al desafiar al gigante Goliat, con la confianza y la mentalidad que los soldados de Israel deberían haber tenido – y especialmente el rey Saúl.
Lo vimos trabajar como músico… y evadiendo lanzas. Luego, lo vimos peleando contra los filisteos como el comandante más exitoso y querido de Israel. Luego, lo vimos huyendo de Saúl… escondiéndose en cuevas… rehusando vengarse de Saúl cuando tuvo la oportunidad y así apoderarse del trono.
Hemos leído algunos de sus Salmos, donde lo escuchamos clamar a Dios por fortaleza, protección, sabiduría.
Finalmente… Saúl muere en batalla y David escucha luego a los israelitas coreando en las calles, “larga vida al rey David.”
Va a tomarle los primeros 6 capítulos de 2 Samuel para traer de vuelta el arca del pacto a Jerusalén, y lograr unir nuevamente a la nación judía, reconciliando así a las tribus de Judá y las tribus de Israel.
David finalmente es el rey.
Y durante los siguientes 15 años de su reinado, David no solo va a traer unidad a la nación sino también paz y tranquilidad.[i]
La primera frase del capítulo 7 nos deja saber cuán bien la estaban pasando –
el rey habitaba en su casa, después que Jehová le había dado reposo de todos sus enemigos en derredor.
Si estuviéramos en los zapatos de David, probablemente nos habríamos ido a sentar al sofá, habríamos puestos los pies en alto y nos pondríamos a disfrutar el resto de nuestras vidas, ¿no es así? Este había sido el sueño de David. O sea, esto era por lo que él había estado luchando y sufriendo por años.
Él ha llegado donde quería y la nación junto con él. Todos estaban disfrutando estos días de prosperidad. Pero, la verdad es que David no está sentado en el sofá. De hecho, ahora que lo tiene, él se da cuenta que este no es su sueño después de todo. Hay algo que realmente lo está perturbando.
Note el versículo 2.
dijo el rey al profeta Natán: Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas.
Aquí esta David, viviendo en una mansión hecha de madera especial – un regalo de parte de otro rey – y David mira por la ventana y ve el arca de Dios debajo de una carpa y dice, “Esto no está bien.”
Ahora, no crea que este fue una locura del momento. No es que David estaba aburrido ya que no tenía más filisteos con quien pelear, y ya que lo había hecho todo, ahora está pensando, “mmm…debería construir algo.”
Oh no… este proyecto se convierte en el sueño de su vida. Con mucho ánimo y entusiasmo, David se acerca a Natán y le dice, “Natán, ¿qué te parece… puedo empezar a construir? Quiero que esta sea mi obra maestra – Quiero dar toda mi habilidad y creatividad, pasión, deseo, y recursos para el Señor – ¡déjame construir un templo magnifico para la gloria de Dios!
Y Natán le dijo al rey David en el versículo 3,
“Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo.”
Uno casi puede ver a David poniendo los planos sobre la mesa y llamando a sus arquitectos para comenzar… la luz verde del profeta Natán era la luz verde de Dios.
Pero no tan rápido. Mire lo que dice el versículo 4,
Aconteció aquella noche, que vino palabra de Jehová a Natán, diciendo: Ve y di a mi siervo David: Así ha dicho Jehová: ¿Tú me has de edificar casa en que yo more? Ciertamente no he habitado en casas desde el día en que saqué a los hijos de Israel de Egipto hasta hoy, sino que he andado en tienda y en tabernáculo… Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel.
Permítame detenerme aquí y decir rápidamente que lo que Dios hace, es comunicarle a Natán lo que llamamos el pacto davídico – un pacto en donde Dios le promete ciertas cosas a David, como un reino duradero.
Este es el juego de palabras que encontramos aquí – Dios no va a permitirle a David que le construya una casa, pero Dios promete construirle una casa a David –una dinastía que va a durar por siempre.[ii]
En los siguientes versículos, Dios le promete a David una tierra, una nación y un reino que va a bendecir al mundo entero.
En este capítulo, Natán le entrega las noticias a David de que:
- Su muerte no va a anular el pacto – versículos 12-13.
- Que ningún pecado va a destruir este pacto – versículos 14-15.
- Y que el tiempo no va a deteriorar este pacto – versículo 16.[iii]
Esas son las buenas noticas… ahora, tocan las malas noticias, por así decirlo. Dios le dice a Natán que vaya y le diga a David que Él no necesita una casa – al menos de parte de David. Si mira el versículo 12, verá que Dios le informa a David que, cuando duerma con sus padres – o sea, cuando esté muerto – su descendiente construiría ese templo – esa casa para Dios.
En el pasaje paralelo en 1 Crónicas 17:3-4 leemos aún más claramente: vino palabra de Dios a Natán, diciendo: Ve y di a David mi siervo: Así ha dicho Jehová: Tú no me edificarás casa en que habite.
David, tu no… va a ser tu hijo, Salomón, el que va a construir el templo.
Y piense en esto, David tiene las mejores intenciones. Él no quiere hacer esto de egoísta… él no está buscando la fama, el reconocimiento y la admiración de todos al constituir el templo. Él simplemente quiere exaltar el nombre de Dios.[iv]
Y Dios dijo no.
Se nos explica en Crónicas que la razón fue porque David había gastado la mayor parte de su vida en Guerra. Dios quería un hombre de paz que construyera su templo y Salomón seria ese hombre. Es más, el nombre de Salomón viene de la palabra hebrea Shalom – que significa paz.
No era que David tenia malas intenciones – era simplemente cuestión que Dios dijo, “no.”
¿Puede imaginarse lo difícil que debe haber sido para el profeta Natán, volver y darle estas noticias?[v]
“David, sé que ayer te dije que Dios se agradaría en que construyeras su templo, pero…”
Pero… Esa pequeña palabra que a veces trae tanta tristeza, ¿no es así?
- Tenía planes de casarme, pero…
- Me dijeron que era la persona indicada para el trabajo, pero…
- Quería tener hijos, pero…
- Planeaba no tener más hijos, pero…
Esa pequeña palaba puede cambiarlo todo.
De hecho, si la persona con la que está hablando dice, pero, olvida todo lo anterior y solo piensa en lo que va a decir después.
Un cliente lo llama y le dice, “nos encanta hacer negocios con usted, y siempre ha hecho un buen trabajo, pero…”
Quizás estaba de novio, pero su pareja lo llamó y le dijo, “he disfrutado mucho nuestro tiempo juntos, pero…”
Es difícil aceptar lo que viene después del: pero…
Sinceramente, creo que el carácter de una persona conforme al corazón de Dios se demuestra de mayor manera cuando Dios dice no.
Cómo Responder Cuando Dios Dice No
Permítame llevarlo a través de los siguientes versículos y darle 5 palabras que describen la actitud de David en este momento de su vida.
Estas, a su vez, son cinco formas correctas de responder cuando Dios dice no.
-
La primera forma de responder es con humildad
Mire el versículo 18.
Y entró el rey David y se puso delante de Jehová, y dijo: Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?
David no presenta ninguna queja o protesta, sino que actúa de la mejor manera, yendo al tabernáculo y ofreciendo este testimonio de abnegación, renuncia.[vi]
En otras palabras, David dice, “sueño o no, soy una persona bendecida por Dios, porque nada merezco.”[vii]
Cuando Dios dice no, responda con humildad.
-
Segundo, responda con gratitud.
Note el versículo 19.
Y aun te ha parecido poco esto, Señor Jehová, pues también has hablado de la casa de tu siervo en lo por venir. ¿Es así como procede el hombre, Señor Jehová?
En otras palabras, David está escogiendo enfocarse en lo que Dios está prometiéndole para el futuro, en vez de enfocarse en lo que él quería que Dios le diera en el presente.
La gratitud viene cuando somos capaces de ver la voluntad de Dios a largo plazo en vez de concentrarnos en lo que queremos ahora.
Dios evidentemente tenía algo mejor en mente. De hecho, si David hubiera recibido el permiso para construir el templo con los materiales que él tenía en ese momento, el templo no habría sido ni la mitad de lo que llego a ser.
Él quería construir… pero Dios quería usarlo para diseñar y luego proveer.
- Querido oyente, quizás usted no pueda enseñar, pero puede orar.
- Quizás no pueda ir, pero puede apoyar.
- Quizás no pueda cantar, pero puede organizar.
- Quizás no pueda correr cierta carrera, pero puede darle las zapatillas a aquellos que pueden correr.
Leí recientemente acerca de un hombre que lo aceptaron junto con su esposa, para ir de misioneros al África. Su plan era ir a una tribu que nunca había sido alcanzada. Después de que lograron levantar sustento y salieron al campo misionero, su esposa se enfermó gravemente. No lograron pasar un año en África que tuvieron que volver a los Estados para cuidar de su salud. Para sustentarse, este hombre se puso a trabajar con su padre que era dentista. Cuando no estaban trabajando, experimentaban con la purificación de las uvas, porque querían producir jugo de uva sin fermentar para la cena del Señor en la iglesia.
Este joven que cuyos sueños habían sido interrumpidos junto con los de su esposa – se llamaba Thomas Welch.
El descubrió la forma pasteurizar el jugo de uvas para que no fermentara – y produjo “vino sin fermentar” para la iglesia. Dentro de una década, su jugo de uvas y, más adelante, su mermelada de uvas estaba siendo vendido por todo el mundo.
Su empresa llegó a ser, y sigue siendo increíblemente exitosa. Gracias a ello, el pudo apoyar a cientos misioneros para que pudieran ir a todo el mundo con el evangelio.
Como verá, Dios dijo, no, pero Él también dijo sí.
David va a poder planear y diseñar y proveer para el templo durante dos décadas. Quizás David no pudo construir el templo, pero sí que fue parte importante en su construcción.
Dios había dicho que no, pero él también había dicho que sí. Y note la gratitud en las palabras de David – no hay resentimiento… solo gratitud, “Gracias Dios por permitirme ser parte de esto.”
Responda con humildad y gratitud.
-
Tercero, responda con sometimiento (v 20-21)
Y eso sí que no es fácil. Note lo que dice David en el versículo 20,
¿Y qué más puede añadir David hablando contigo? Pues tú conoces a tu siervo, Señor Jehová.
En otras palabras, “Soy tu siervo. ¿Qué más puedo decir? Tu eres el jefe, y me someto a tus órdenes.” Me parece interesante que en el versículo 18 David dice, “¿quien soy yo?” y luego en el versículo 20 él dice, “soy tu siervo.”
Lo que nos enseña que, no importa tanto quien es uno, si no de quien es uno.
David entiende que le pertenece al Señor y está dispuesto a esperar en sus tiempos. Y eso es difícil. Someterse a los planes de Dios significa que uno debe someterse también a los tiempos de Dios. No es fácil y nunca ha sido fácil.
Me acuerdo cuando, años atrás, mis hijos iban al jardín de infantes. Nos turnábamos con el vecino para ir a dejar a los niños.
Me encantaba escuchar sus conversaciones de niños mientras íbamos en el auto. Me acuerdo de que, por un tiempo, la moda en el jardín era tener los dientes sueltos. Era de lo único que hablaban.
Todos sabían quién tenía un diente suelto en la clase. Si a alguien se le caía un diente, al otro día llegaba al jardín mostrándole a todo mundo el espacio vacío. Esas eran noticias enormes. Era una clara señal de que estaban creciendo.
Toda esta locura por los dientes sueltos empezó a causar problemas entre nuestros hijos. Como son gemelos y nacieron el mismo día, pensaron iban a crecer al mismo ritmo y perder los dientes al mismo tiempo
Me acuerdo de que, un día, uno de los dos anunció que tenía un diente suelto, uno de los del frente. Su hermano inmediatamente se tocó sus dientes y notó que ninguno estaba suelto así que entró en pánico.
Él se quedó casi toda la noche tocando y moviendo el mismo diente que se le había aflojado a su hermano – la mañana siguiente anunció orgulloso, “yo también tengo un diente flojo” y así fue.
Un viernes por la mañana, estábamos en el auto y uno de los niños del vecino estaba contando que una niña en su clase había perdido otro diente. Aparentemente, esto había sido verificado en el patio del jardín.
Todos estaban impresionados – ¡ella tenía dos dientes flojos… ¡al mismo tiempo! Pero uno de mis hijos empezó a llorar, “¡porque es que todos tienen dientes flojos y yo no!” Así que tuve que parar y ofrecer mi curso en consejería bíblica.
No pude sino pensar en que todos nosotros luchamos con lo mismo. Lo único que cambia es el objeto de nuestro descontento.
Cambiamos de llorar por dientes a juguetes, a casas, a autos, a carreras, jubilación.
David, en cierto sentido, aquí dice lo mismo que el apóstol Pablo cuando dijo, “he aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación (Filipenses 4:11)
Quizás esté pensando, ¡como me gustaría tener ese don de contentamiento! Pero no. Pablo dijo, “he aprendido”
El contentamiento no se recibe por arte de magia, el contentamiento se aprende en la escuela de la vida, bajo el curso titulado, “cuando Dios dice no.” El problema es que queremos salirnos de la clase antes de llegar a aprender contentamiento.
Aquí vemos a David con gran sumisión, diciendo, “Señor, yo te pertenezco y voy a esperar en tus tiempos. Dame lo que quieras, cuando quieras. Ordena mis pasos… según tus tiempos y tu santa provisión.
-
Cuarto, responda con adoración
Escuche las palabras de David en el versículo 22.
Por tanto, tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti.
Y uno piensa, un momento, ¿no es que Dios acaba de decirte que no? Si, él dijo que no, pero él es bueno, él es grande. Él sabe lo que hace y por eso lo adoro.
Pero ¿no deberías tratar una vez más… porque no tratas de forzar la cerradura… golpea más fuerte la puerta… con más fe… con más determinación.
No, Dios ha cerrado esta puerta y voy a esperar en Él. No hay nadie más confiable que mi Dios.
Querido oyente, la diferencia entre esperar en Dios y pelear con Dios se demuestra en nuestra adoración.[viii]
Y a partir del versículo 22 hasta el final del capítulo, David no hace nada más que alabar a Dios por grandeza, por su gracia y por su gloria.
Cuando Dios le diga que no, responda con humildad, con sumisión, con gratitud, con alabanza, y una más.
-
Quinto, responda con disposición.
No sé quién lo inventó, pero siempre me ha dado gracia el refrán que dice, “cuando Dios cierra una puerta, el abre una ventana.”
La ventana para David era la oportunidad de participar en los planes preparatorios del templo, aunque otra persona fuera a construirlo y verlo terminado.
¿Que cree que David va a hacer los siguientes 20 años de su vida? ¿que cree que estuvo soñando durante todos esos años? ¿Ganar más batallas o construir el templo?
Por veinte años, él supo que nunca iba a poder realizar su sueño; sin embargo, al llegar al final de su vida, y escuchar su discurso donde él entrega oficialmente los planos del templo a su hijo Salomón, junto con todos los materiales que ha recolectado, juntado, y organizado, no vemos a un viejo amargado, y enojado.
¿Por qué? Porque David estuvo dispuesto a aceptar la respuesta de Dios. Él estuvo dispuesto a adorar a Dios a pesar de su respuesta negativa. Él estuvo dispuesto a caminar con Dios, a esperar en Dios, y a trabajar en lo que Dios lo había llamado. Este es un hombre entusiasmado por lo que viene – un hombre que había aceptado la respuesta de Dios y que había invertido sus años de vida preparándose de cualquier forma posible para que la obra continuara… aun cuando nunca va a poder verla terminada.
Que gran espíritu de disposición y preparación.
Conclusión
Hace un tiempo atrás, se encuestaron 3.000 adultos con la pregunta, “¿qué lo motiva día a día? Las respuestas revelaron que casi un 90% vivían con la motivación de algo que pasara en el futuro.
Casi todos estaban esperando algo que no tenían. Por ejemplo, varios dijeron su motivación era casarse. Otros estaban esperando tener hijos. Otros estaban esperando que sus hijos entraran a la universidad. Otros estaban esperando esas vacaciones soñadas. Muchos simplemente estaban esperando jubilarse.
Tristemente, la mayoría de ellos vivía esperando que algo pasara en el futuro; y mientras tanto, ponían sus vidas en pausa, solo queriendo que el tiempo pase hasta llegar a donde querían.
La encuesta concluyó con estas palabras: “Todos ellos estaban esperando, sin darse cuenta de que todo lo que tenemos es el hoy, porque el ayer ya pasó y el mañana es incierto.
¿Que está esperando, querido oyente? ¿que Dios cambie de parecer? ¿que Dios cambie la cerradura en esa puerta? ¿que Dios ponga su sello de aprobación en sus sueños?
O como David, viene y se sienta delante de la presencia de Dios y le dice, “¿quien soy yo, sino tu siervo?” Estoy dispuesto a servirte hoy – aquí y ahora – con lo que sea que me has dado y donde sea que me has puesto.
Que podamos responder,
- Con humildad,
- Con sumisión para hacer lo que Dios quiere que hagamos,
- Con gratitud por lo que nos ha dado,
- Con adoración.
- Y con disposición
Para la gloria y la honra de Su nombre.
—
[i] Charles R. Swindoll, David: Man of Passion & Destiny (Word Publishing, 1997), p. 158
[ii] Kenneth L. Chafin, The Communicator’s Commentary: 1,2 Samuel (Word Books, 1989), p. 282
[iii] Dale Ralph Davis, 2 Samuel (Christian Focus, 1999), p. 921
[iv] Swindoll, p. 159
[v] Phillip Keller, David: Part II (Word Books, 1986), p. 61
[vi] Keller, p. 64
[vii] Swindoll, p. 164
[viii] Charles R. Swindoll, Growing Pains (Insight for Living, 1989), p. 3