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En esta serie “Después de Belén”, Investigaremos la niñez de Jesús para ampliar nuestra comprensión de Su vida... lo que, en consecuencia, nos dará más razones para adorarlo.
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Introducción

Si le preguntara al cristiano promedio el día de hoy ¿Qué pasó con María, José y Jesús después de que los pastores volvieron de visitarlos en ese pesebre en Belén? La mayoría admitiría: «No estoy seguro.»

Esto se debe a que la obra de navidad en la iglesia generalmente termina por ahí, por el versículo 20 del capítulo 2 de Lucas, donde dice,

Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.

Para la mayoría de los cristianos, esto concluye las importantes escenas de los primeros días del niño Jesús sobre la tierra.

Parte del desafío que enfrentamos es que no hay mucho en la Biblia en cuanto a estos años. Dios evidentemente consideró que no era necesario que supiéramos más sobre la vida de Cristo entre su nacimiento y el comienzo de su ministerio, que comenzó cuando tenía treinta años.

Ahora, la encarnación es un gran y maravilloso misterio que creo que nunca lograremos entender en su totalidad – como Dios se hizo hombre. Y si ya es difícil para nosotros imaginarnos a Dios mismo como un bebé en Belén, teniendo los pasajes inspirados de la Escritura, creo que es aún más difícil para nosotros imaginarnos a Dios a los ocho o dieciséis años, donde no tenemos prácticamente registro alguno.

No es de sorprenderse que debido a la dificultad de entender este misterio junto con la obvia curiosidad que causa este tema, varias historias místicas y mitológicas y malas interpretaciones empezaron a producirse.

La iglesia no se quedó atrás y por los siglos III y IV se escribieron unos famosos documentos que hoy los conocemos como los libros apócrifos. Estos hicieron más daño que otra cosa.

La palabra “apócrifo” significa «oculto» y ha llegado a usarse más que nada para designar los escritos fraudulentos de dudosa procedencia supuestamente escritos por eruditos cristianos. Estos escritores no hicieron más que compilar o incluso inventar mitos y leyendas que dieron pie para las crecientes tradiciones de la iglesia con respecto a temas como la oración a los santos, el papel de María en la redención, y la existencia del purgatorio, por nombrar unos pocos.

Un libro apócrifo en particular llamado el Evangelio de Tomás intentó compensar por la falta de información sobre la niñez de Jesús. Sin embargo, termina creando un retrato de Jesús que lo habría hecho tan pecador como cualquier otro niño.

En un parte de este supuesto evangelio, el joven Jesús estaba haciendo pequeños gorriones de barro en el día de reposo. Esto se habría considerado como trabajo, y trabajar el sábado estaba prohibido. Unos niños corrieron a delatar a Jesús. Mientras José llegaba a castigar a Jesús por profanar el sábado, Jesús sopló sobre los gorriones de barro, haciendo que cobraran vida y salieran volando. Esto eliminó la evidencia de que había violado el sábado. El chico era astuto.

En otra parte del Evangelio de Tomás, un chico del pueblo le tiró una piedra al joven Jesús y lo golpeó en el hombro. Jesús, entonces, se dio la vuelta y lo maldijo, por lo que el chico cayó muerto inmediatamente.

En un episodio similar, algunos chicos del barrio estaban molestando a Jesús mientras jugaba en un día lluvioso. Jesús estaba haciendo pequeños charcos de agua que milagrosamente transformó en fuentes de agua pura y bebible. Un chico se acercó y pisoteó sus pequeños charcos haciendo que el agua se escurriera. Jesús le dijo al niño que no viviría para ver el día siguiente y, por supuesto, el chico cayó muerto.

Si yo fuera Jesús, habría hecho estas cosas. Suena genial. Me acuerdo de algunos niños en mi vecindario que, de niño, me habría encantado tirarles un rayo o convertirlos en una estatua de sal si hubiera tenido el poder.

Había un matón en mi vecindario como el que Jesús tenía en el suyo supuestamente. Andar en bicicleta por en frente de su casa significaba ir a arriesgar tu vida. Mis amigos de diez años y yo estábamos afuera un día con nuestras bicicletas cuando notamos él estaba caminando por la calle alejándose de nosotros. Me armé de valor y pedaleé a tanta velocidad como pude en mi pequeña bicicleta, y le hice burla mientras lo pasaba. Fue solo después de eso que me di cuenta de que había conducido hacia un callejón sin salida. Al parecer, no era muy pecador muy inteligente. Él Me atrapó, me tiró de mi bicicleta, y procedió a devolverme mucho más de lo que merecía. Si hubiera tenido algún poder especial, ¡oh las cosas que podría haber hecho!

Fácilmente podemos imaginarnos esto. El problema es que todo lo que estamos haciendo, como el fraudulento Evangelio de Tomás, es imponer nuestras tendencias pecaminosas sobre la vida de Jesús.

Según el Evangelio de Tomás, en una ocasión el niño Jesús se enojó tanto con Su padrastro José que le pellizcó las orejas hasta que le dolieron. Entonces Jesús le dijo: «Eso es lo que te mereces.»

En otra ocasión, este falso evangelio dice que, cuando Jesús tenía ocho años, él estaba ayudando a José a cortar madera para el marco de una cama. José cortó una de las tablas demasiado corta, lo que fue un error costoso para este pobre carpintero. Sin embargo, Jesús con ocho años le dijo a José que tirara de un extremo de la tabla mientras el tiraba del otro, y la tabla milagrosamente se estiró a la longitud perfecta.[i]

El problema con estos escritos apócrifos, no-inspirados – aparte de que objetivamente no son documentos fiables – es que describen un Jesús diferente. Él se convierte en un muchacho grosero, cruel, vengativo, egocéntrico y rebelde que usa sus poderes tanto para solucionar los problemas que dificultan su vida, como para deshacerse de los niños del vecindario que lo hacen enojar.

El registro de las Escrituras es muy diferente. Jesús vivió una vida difícil de imaginar – ya que vivió caracterizado por la moderación, la prudencia, la sabiduría – una vida sin pecado.

Él tampoco usó sus poderes para mejorar sus condiciones o vengarse de sus enemigos.

  • Jesús nunca pecó (Hebreos 9:14);
  • Jesús creció y cumplió perfectamente la ley (Mateo 5:17);
  • Jesús calificó como el Cordero sin mancha de Dios para poder así ser sacrificado por los pecados del mundo entero (1 Juan 2:2).

Por lo tanto, asegurémonos estudiar lo que la Palabra inspirada de Dios nos dice y no nos distraigamos con leyendas e historias fantasiosas.

 ¿Qué revela la Biblia acerca de la niñez de Jesús?

La verdad es que la Biblia no es tan silenciosa como la típica obra de Navidad podría hacernos creer. La historia no terminó después de que los pastores vieron al niño en el pesebre. Eso fue solo el comienzo. De hecho, ocho días después la escena del pesebre, algunos eventos maravillosos comenzaron a manifestarse en la vida de nuestro Mesías.

Exploremos tres de estos eventos, comenzando con el versículo 21 del capítulo 2 de Lucas.

Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.

En este pasaje, comenzando con este versículo, vemos a Jesús y sus padres involucrados de una forma u otra en tres ceremonias. Estas verdaderamente nos dicen mucho sobre la fe de José y María en Dios y su sumisión a su voluntad.

Ceremonias en la Niñez de Jesús

  1. La primera ceremonia fue lo que llamaremos la ceremonia de identificación.

En los días cuando nació Jesús, cada bebé judío sería circuncidado después de ocho días; eso es, si los padres del bebé se preocupaban por la ley de Dios. La circuncisión incluía al niño en la vida nacional del pueblo hebreo y lo identificaba con la promesa dada a Abraham.

Este acto fue ordenado en Génesis 17 y si Jesús no hubiera sido circuncidado, él no habría sido identificado con su pueblo a pesar de que sus dos padres eran descendientes de Abraham. Era una declaración de fe.

Al cumplir este mandamiento, José y María estarían siguiendo la palabra de Dios en cuanto al pacto de Dios con Abraham. Como resultado, Jesucristo ahora podía cumplir las promesas que Dios le había prometido a Abraham.[ii]

La circuncisión se consideraba como un deber tan sagrado que podría llevarse a cabo en el día de reposo. Un líder o médico judío realizaría el simple corte del prepucio. Sería durante esta sencilla ceremonia que los padres anunciarían el nombre del niño.

Mientras el grito de dolor del niño Jesús, el Hijo de Dios, atravesaba el aire, él experimentó su primer momento de sufriendo a manos de la humanidad. Estas fueron unas de sus primeras lágrimas luego de hacerse carne y habitar entre nosotros (Juan 1:14). Su humillación y sufrimiento ya habían comenzado.

José y María también estaban sufriendo, siendo marginados y condenado por todos por el embarazo sorpresa de María. Estaban confundido y solos. Estos dos jóvenes, aunque José pudo haber sido un poco mayor, viajaron a Belén bajo una nube de sospecha – todo por la voluntad de Dios.

Había sido un torbellino de emociones. Sus vidas habían sido puestas de cabeza. Había requerido que un ángel visitara a José para convencerlo de que no abandonara a María después de descubrir que había quedado embarazada antes de su boda.

Este sería el escándalo de la familia de José y toda su aldea. Ahora no habría ceremonia de bodas o una marcha nupcial. No habría una fiesta donde su familia y el pueblo celebraría la unión de José y María.

El bebé solo agregaría un signo de exclamación al escándalo. José y María nunca perderían el estigma – aunque equivocado – de haber fornicado.

Estos rumores nunca desaparecerán. De hecho, cuando Jesucristo afirma ser el Mesías, los líderes judíos sacan estos rumores a la luz y se los refriegan en la cara, acusándolo, «[Nosotros] no nacimos de la fornicación, como tú. Nosotros sabemos de tu escandaloso pasado, así que no vengas a sermonearnos.» (Juan 8:41)

Después de estar en ese lugar prestado donde nació Jesús, José y María se mudarían a algún humilde hogar en Belén, y José tomaría trabajos por aquí y por allá para sobrevivir. Aun cuando los judíos nunca los considerarían como ciudadanos creíbles, piadosos, obedientes a la ley, ellos fueron fieles e identificaron a su hijo con la familia y la esperanza judía mediante la circuncisión.

José y María se negaron a doblegarse ante la presión y opinión de la sociedad. ¿Qué tal usted?

Observe a esta pareja identificar cuidadosamente a Jesús con la ley de Dios, y pregúntese: «¿Qué cosas evitarían que yo me someta a la palabra de Dios?» ¿Será la acusación? ¿un rumor? ¿Serán las críticas, las acusaciones falsas, el dolor, chismes, fracaso o abandono?

¿Obedecerá usted a Dios en el colegio, universidad o trabajo exponiéndose a que lo ridiculicen? ¿Está dispuesto a perder esa relación en su búsqueda de santidad? ¿Se identificará con el pueblo de Dios incluso si hace que la gente en su trabajo o en su familia empiecen a creer que se ahora es un fanático religioso – que realmente no es tan equilibrado como creían?

Qué tiene que pasar para que usted diga: «Si esto es lo que significa correr la carrera cristiana, entonces, mejor, me voy a mantener al margen», o «Si obedecer a Dios lleva a este tipo de malentendidos o acusaciones o maltrato, entonces me voy», o «Si hacer lo correcto provoca mucha incomodidad, seguramente Dios entenderá si yo doy un paso al costado.»

Querido oyente, es en este contexto de incomodidad permanente que José y María no van a ceder ante la presión y van a hacer lo correcto.

Al octavo día, estos padres judíos traen a su pequeño y dejan en claro que, «Incluso cuando todos creen que el niño es ilegítimo, el resultado de la fornicación, esta familia y este niño van a identificarse con el pueblo de Dios, la palabra de Dios, y la voluntad de Dios.»

Note el versículo 21 nuevamente, donde Lucas escribe:

… Le pusieron por nombre Jesús…

Este fue el nombre que Dios mismo escogió para Él. Cuando el ángel visitó tanto a María como a José con el anuncio del nacimiento del Mesías, él les dijo individualmente, «pónganle por nombre, Jesús.»

Para comprender el significado de este nombre, tenemos que viajar en el tiempo y echarle un vistazo a la primera persona que se le pusieron este nombre.

Él era un hombre joven cuando le cambiaron su nombre. Él había nacido en Egipto, junto a todos los otros esclavos hebreos bajo el reinado cruel del faraón. A este niño judío le habían puesto este nombre en un acto de fe – el nombre que le pusieron era Oseas que significa «salvación.»

G. Campbell Morgan, un gran expositor del siglo pasado, escribió que este nombre era un suspiro y una esperanza. Fue un sollozo de los padres de este niño que, por fe, se atrevieron a creer en su liberación de la esclavitud con tanta fuerza que nombraron su hijo «salvación.»[iii]

Este fue un joven que eventualmente se convirtió en el asistente de Moisés, y Moisés cambiaría su nombre de Oseas a Josué. Moisés tomó el nombre de Jehová y lo incorporó al nombre de Oseas, teniendo como resultado “Jehosua” que significa, “Jehová es salvación.”

Este nombre fue abreviado a Josué, el cual al ponerlo en griego obtenemos el nombre Jesús. La expectativa era que, la persona que tuviera este nombre sería el agente de salvación, el libertador del pueblo de Dios.

Cuando nació Jesús, cientos de niños jugando en las calles y pueblos de todo Israel tenían por nombre Jesús. Sus padres o madres tenían la vaga noción de que tal vez su hijo jugaría un papel en la liberación de Israel.

Este niño sí lo haría. Jesús fue y es el agente de la salvación. Él es tanto Jehová como salvación.

No puedo evitar pensar en quién podría haber estado en esa pequeña ceremonia para escuchar el anuncio de su nombre.

¿Acaso un rabino, allí presente o realizando la circuncisión, meneó la cabeza ante la audacia de esta pareja de campesinos que realmente creían y esperaban que su hijo, que aparentemente había sido concebido en pecado, algún día salvaría a alguien?

Jesús había venido sin fanfarrias a la nación. Las huestes del cielo no pudieron evitar entrar en escena, pero los únicos que habían visto y oído el coro celestial declarar que el Libertador, El Salvador ciertamente había nacido eran pastores, y a los pastores no se les permitía servir como testigos en la corte judía.

Ahora, a través de la circuncisión, el Libertador acababa de identificarse con Su pueblo y ellos aún no lo sabían. José y María, con su hijo de ocho días todavía llorando de dolor, se fueron de regreso a su hogar en Belén.

Esta familia había cumplido cuidadosamente las demandas de la ley. Habían observado la ceremonia de identificación.

  • La segunda ceremonia fue la ceremonia de redención.

Note el versículo 22.

Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor

Cuando leemos Levítico capítulo 12, descubrimos que el número de días de purificación para la nueva madre de un niño varón eran cuarenta días.

Después de siete días, ella podría asistir a la ceremonia de identificación. Y luego, después de esperar otros treinta y tres días, ella con su marido podría ir a un sacerdote, y pagar cinco siclos para redimir a su hijo del servicio sacerdotal. Los padres efectivamente compraban a su hijo a Dios.

Note el versículo 23.

(como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor)

Dios tenía el derecho sobre el primogénito varón. Ellos debían ser «santos», lo que significa «separados para Dios”.

Si el hijo varón era de la tribu de Leví, debía servir como sacerdote en esta teocracia. Los sacerdotes eran el gobierno; eran los senadores y diputados. Los sacerdotes estaban a cargo del sistema civil y religioso, o al menos tanto como el gobierno romano se los permitía durante el primer siglo.[iv]

Esto era efectivamente un reclutamiento, y no había excepciones.

Sin embargo, dado que Cristo nació en la tribu de Judá, él no estaba obligado a servir en el sacerdocio. Gracias a ello, José y María fueron capaces de pagar el impuesto de rescate, que Números 18 nos informa que eran cinco siclos, y redimir a Jesús del servicio sacerdotal.

A esto se le llamaba la Redención del Primogénito.[v]

José y María no tenían idea de la ironía de esta redención. Ellos estaban comprando/redimiendo a Jesús cuando Jesús había venido a comprar/redimir un pueblo para Dios. Ellos estaban redimiendo al Redentor.

Tenga en cuenta, sin embargo, que, para ellos, obedecer esta ley solo aumentaría su pobreza. José y María ya han pagado el impuesto del censo en Belén y ahora están pagando cinco siclos, que, por lo que entiendo era el salario de varios días. Todo esto para cumplir con la letra de la ley.

La voluntad de Dios era agotadora, incómoda, difícil, solitaria y cara. Ellos fueron la pareja escogida por Dios para cuidar y criar al Redentor. Pero hasta ahora, Dios parecía no haber hecho más por ellos que darles un par de visitas angelicales. Esta pareja parecía estar pagando a cada paso.

Para ellos, el costo nunca fue el problema: la obediencia lo era. José y María estaban dispuestos a pagar el precio de la obediencia.

Esta pobre pareja, de hecho, no estaba obligada por ley a llevar a Jesús a Jerusalén para esta dedicación. Ellos podrían haber pagado los cinco ciclos a un sacerdote local y salvarse todo lo que implicaba viajar.

Ellos fueron más allá del deber. José y María querían ir a Jerusalén y al templo para presentar a Jesús al sacerdote y pagar el impuesto de redención. ¿Por qué? Porque se dieron cuenta de que, a pesar de que estaban redimiendo a Jesús del servicio sacerdotal, ellos lo estaban presentando al Señor.

Note nuevamente la última frase del versículo 22.

…le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor

Nadie más sabía quién era Jesús, pero ellos si; y sabían que Dios también lo sabía.

Note la ironía nuevamente en que ellos están presentando al Señor al Señor. José y María no lo entendían realmente, y nosotros tampoco.

Por fe:

  • fueron y presentaron al Salvador al Dios Soberano;
  • dedicaron a Dios el Hijo a Dios el Padre;
  • presentaron el Cordero de Dios a Dios;
  • Llevaron al Señor del Templo al Templo del Señor;[vi]
  • llevaron el objeto de la verdadera adoración a la Casa de adoración;
  • Esta joven virgen, tenía en brazos a Aquel que un día rasgaría el velo y le daría a la humanidad acceso al lugar santísimo.
  • Ellos, sin saberlo todavía, en medio del bullicio del templo ese día, con cientos de personas dando vueltas, orando, quemando incienso y haciendo sacrificios, trajeron a la misma persona, a la que todo ritual, sacrificio y actividad en aquel lugar ilustraba, señalaba, y añoraba – allí estaba Él; Él había venido.

Dios se hizo carne y vino a vivir entre nosotros, e incluso hoy, todo aquel que le recibe – al que cree en Él; deposita su confianza únicamente en Su sacrificio para salvación – Él les da el derecho de convertirse en infantes – bebés renacidos – hijos que pertenecen a Dios. (Juan 1:12,14)

José y María y su pequeño habrían regresado a Belén sin que a nadie le hubiera llamado mucho la atención.

Hasta ahora, María y José habían seguido cuidadosamente todo lo que exigía la ley y aún más. Ellos asistieron a la ceremonia de identificación y la ceremonia de redención. Había una ceremonia más requerida por la ley.

  • La tercera ceremonia fue la ceremonia de purificación.

Según la ley, María era impura después del nacimiento de Jesús. Después de cuarenta días ella debía traer dos sacrificios al sacerdote. Una tórtola expiaría su impureza de haber sangrado y dado a luz a un hijo. La segunda tórtola la traería devuelta a una comunión con Dios y le permitiría participar en el templo.

La idea de que María estaba por encima de necesitar expiación y que fue recibida en el cielo después de vivir una vida sin pecado simplemente no esta en el Biblia. Ella necesitó expiación. Ella necesitó de un sacrificio por su inmundicia.

Note el versículo 24.

y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.

María estaba trayendo sacrificios, no para Jesús, no para José, sino por ella misma. En otras palabras, el tener al Hijo perfecto y sin pecado de Dios al mundo no la convirtió en santa y sin pecado; en realidad la profanó como lo haría cualquier otro bebé a cualquier otra mujer.

María no estaba exenta de la ley. De hecho, ella ahora estaba impura y no podía adorar ni acercarse al templo durante cuarenta días.

De acuerdo con la ley específicamente para toda nueva madre en Levítico capítulo 12, María debía llevarle al sacerdote en el templo un cordero y un palomino o dos tórtolas o dos pájaros para estos dos sacrificios. Si ella y su esposo no tenían el dinero para un cordero, entonces tenía permitido traer dos palominos o dos tórtolas.

Las tórtolas y las palomas eran las únicas aves que la ley permitía como sacrificios.[vii]

Los corderos eran mucho más caros que las palomas.

Las tórtolas migraban y a veces eran más difíciles de encontrar, pero al igual que hoy, las palomas estaban por todas partes.

El hecho de que María trajera pájaros en lugar de un cordero indicó su pobreza.

A ella la habrían llevado a la puerta más cercana al Santuario un poco más allá del Atrio de las Mujeres. María habría entregado sus dos pájaros y luego observado desde la distancia como el humo de su ofrenda ascendía.

Mientras ella estaba allí en el Atrio de las Mujeres, viendo ascender el humo de su sacrificio, María sostenía en sus brazos el sacrificio final. Ella no pudo comprar un cordero y dárselo al sacerdote como ofrenda para Dios, pero ella había traído al mundo el Cordero de Dios que sería la ofrenda, el sacrificio final y definitivo por los pecados del mundo.

Después de hacer eso, ellos habrían acabado con los requisitos, y José y María se habrían abierto paso entre la multitud y habrían pasado desapercibidos… si no fuera porque Dios designó a dos testigos para que declararan y testificaran que el Mesías había llegado.

El primer testigo es Simeón.

Lucas nos dice en el versículo 25 que…

…había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.

Algunos eruditos creen que Simeón era el hijo del famoso rabino Hilel y el padre de Gamaliel, el tutor del apóstol Pablo. Este fue el Simeón que se convirtió en el lider principal del Sanedrín en el año 13. Es muy intrigante que la Mishná, que es un comentario sobre la vida y costumbres judías, relata las historias y logros de todos sus grandes rabinos, pero ignora a Simeón. Es muy probable que esto se deba a su fe en Jesucristo, lo que habría sido causa de vergüenza para ellos.[viii]

¿No es irónico que el nombre de Simeón signifique, «Escuchando»? Y él estaba escuchando. De hecho, el versículo 26 nos informa que el Espíritu de Dios le había prometido que no moriría hasta haber visto al Mesías.

Podemos imaginar que, tal vez, durante años, Simeón iba al templo y miraba a los bebés que traían pensando, “¿Será este el elegido? ¿Quizás ese es el niño? Parece que llevan un recién nacido, me pregunto si él es el indicado.»[ix]

No podríamos saber cuántas parejas jóvenes Simeón conoció y luego, se fue interiormente decepcionado.

Sin embargo, este no fue el caso cuando conoció a José y María. El Espíritu de Dios le dio a conocer a Simeón que este recién nacido era en verdad el Mesías.

Note los versículos 27 al 28.

Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, 

él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios…

¡Este era el elegido!

Luego, Ana, una profetisa, se les acercó más tarde y comenzó a anunciar la llegada de Jesucristo a todos que los que también estaban esperando y buscando al Redentor. (Lucas 2:36-38)

¡Cuanta alegría! ¡Qué conmoción debe haber habido a lo largo de los terrenos del templo! Me habría gustado tener más detalles acerca de todo lo que sucedió.

Allí está Simeón, sosteniendo al recién nacido. Él dice en el versículo 29,

Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;

En otras palabras, «estoy listo para morir ahora».

¿Por qué? Note los versículos 30 al 32,

Porque han visto mis ojos tu salvación, 

 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 

 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.

Es decir, «He visto al Salvador, y ahora estoy preparado para morir «. «He visto la salvación con mis propios ojos, y ahora puedo morir en paz.»

Hay algo de verdad en esto para todos nosotros también. Ninguno de nosotros está listo para morir hasta que hayamos visto, por fe, al Salvador; hasta que tengamos Su verdad en nuestro corazón.

No estamos preparados para encontrar la sombra de muerte a menos que hayamos visto la luz de la revelación en la persona de Aquel, que es la Luz del mundo.

¿Está usted preparado para morir?

No lo está hasta que haya creído en Cristo – El libertador; la Salvación de Jehová; Jesús, el Mesías.

Así que allí en el templo están: José, María, Ana, algunas personas curiosas y Simeón sosteniendo al bebé en sus brazos mientras las lágrimas, sin duda, corrían por sus mejillas. María y José probablemente estaban aún más desconcertados.

Los sacerdotes cumplieron con sus deberes y la gente trajo sus sacrificios y allí, en medio de todo, estaba el Cordero – Dios mismo que se había hecho carne para luego morir como el sacrificio definitivo por el pecado y redimir a su pueblo para siempre.

Termino con las palabras de un compositor cristiano que dijo:

Dadiva del cielo el Padre al Hijo envió
Grande Dios eterno movido por su gran amor
Llevará la maldad la muerte vencerá
Para hacernos hijos de Dios

Quien pudo soñar siquiera pensar
Cargar a Dios como un bebe
El Rey creador de noche nació
El plan de Dios el reveló

Así que celebremos, querido oyente, porque el Cordero de Dios vino al mundo para que usted y yo pudiéramos ser salvos del pecado, a través de la fe en nuestro amado Mesías, cuyo nombre es Jesús.


[i] “The Apocryphal Infancy Gospel of Thomas,” trans. and notes by M. R. James (Oxford, Clarendon Press, 1924).

[ii] J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan, 1981), p. 62

[iii] G. Campbell Morgan, The Gospel According to Luke (Fleming H. Revell, 1931), p. 40.

[iv] John MacArthur, http://www.gty.org/Resources/Sermons/42-48.

[v] William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster Press, 1975), p. 24.

[vi] Pentecost, p. 65.

[vii] J. Reiling and J. L. Swellengrebel, A Translator’s Handbook on the Gospel of Luke (United Bible Society, 1971), p. 128.

[viii] John Phillips, Exploring the Gospel of Luke (Kregel, 2005), p. 78.

[ix] R. Kent Hughes, Luke: Volume 1 (Crossway, 1998), p. 95.

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey. Puede ser usado sin fines de lucro y con las atribuciones necesarias.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas provienen de las versiones Reina Valera 1960, La Biblia de las Americas y la Nueva Biblia de las Americas.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Usado con permiso.

La Biblia de las Américas (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.LBLA.com

Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 by The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.NuevaBiblia.com

Pies de nota han sido provistos para citar las fuentes correspondientes cuando el texto lo ha requerido. En caso de haber omisiones no intencionales, futuras revisiones incluirán las anotaciones apropiadas.

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