Introducción – Jesús desde la niñez hasta la madurez
Cuando combinamos los relatos del Evangelio, descubrimos ocho escenas que revelan verdades en cuanto al nacimiento y la niñez de Cristo.
- La primera escena incluye Su nacimiento en Belén y los pastores que vienen con su asombrosa historia de los ángeles que les anunciaron el nacimiento del Salvador – Lucas 2:7-20.
- La segunda escena toma lugar cuando Jesús tiene ocho días y lo llevan para ser circuncidado e identificado con el pacto de Abraham – Lucas 2:21.
- La tercera escena ocurre un mes después cuando María y José llevan a su hijo de mes y medio al templo para presentarlo a Dios, y María trae la ofrenda de los pobres, como se llamaba, que constaba de dos pájaros. Esta ofrenda era expiar su inmundicia ceremonial producto del parto – Lucas 2:22-24.
- La cuarta escena nos lleva a la casa en Belén donde Jesús y María reciben la sorprendente visita de los sabios del oriente, o los reyes magos como los solemos llamar – Mateo 2:11-12.
- La escena cinco comienza poco después de esta visita de los magos. José, María y Jesús escapan como fugitivos a Egipto; corriendo por sus vidas en medio de la noche para evitar el edicto de Herodes quien mandó amatar a todos los infantes de Belén en su intento de deshacerse del Rey de los judíos – Mateo 2:13-15.
- La escena número seis muestra a José y María, algunos meses después, regresando con Jesús a vivir en Nazaret, ya que Herodes había muerto – Mateo 2:19-23.
- La escena siete nos lleva al templo donde Jesús, con doce años, sorprende a los líderes religiosos con sus preguntas. Este pasaje nos revela que, para este entonces, Jesús ya sabia que era una persona especial, que Dios era su Padre de una forma única – Lucas 2:41-49.
- La octava escena es la más larga, durando dieciocho años. Jesús crece en Nazaret, desde sus doce a sus treinta años, cuando finalmente comenzará su ministerio público, anunciando que él es más que un carpintero – Lucas 2:52.
En cuanto a esta última escena, la Biblia guarda completo silencio. De hecho, solo se nos da un breve versículo para decirnos, de forma general, lo que estaba sucediendo en la vida de Cristo mientras se convirtía en adulto. Encontramos este breve versículo en el Evangelio de Lucas, capítulo 2, versículo 52.
Solo un versículo resume categóricamente lo que sucedió en el pequeño pueblo llamado Nazaret. Lucas escribe,
Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres. (Lucas 2:52)
Por cierto, esta es una forma común de expresar el crecimiento de una persona, no solo el crecimiento de Dios el Hijo.
Cuando en el Antiguo Testamento se describe el crecimiento del joven Samuel, el texto dice:
Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres. (1 Samuel 2:26)
En el relato de Lucas sobre el crecimiento de Juan el Bautista leemos:
Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. (Lucas 1:80)
Volviendo a Lucas 2:40, leemos acerca del joven Jesús,
Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
Cuando llegamos a Lucas capítulo 2, versículo 52, entramos en una escena que aumenta el misterio con respecto a la niñez de Jesús. Algunos podrían creer que Jesús poseía toda la sabiduría que necesitaba y que nunca habría mejorado en ese atributo, o cualquier otro atributo, a decir verdad.
Sin embargo, Lucas nos informa que Jesús avanzó o aumentó de tres maneras: En sabiduría, estatura y gracia.
Estoy de acuerdo con el autor Lenski en que estos sustantivos indican relación, y el tiempo imperfecto de los verbos indica que este fue un progreso continuo. Es decir, Jesús fue creciendo continuamente con relación a su estatura, sabiduría, y gracia.[i]
La verdad es que nos resulta difícil creer que Jesús se desarrolló de alguna manera. Tendemos a pensar que ser un niño perfecto debe haber significado que Su desarrollo ya estaba perfeccionado.
Sin embargo, esto habría ido en contra de su naturaleza humana y el hecho de que era un niño normal, pero sin pecado. Jesús pudo haber hecho algo inmaduro sin pecar.
Ser inmaduro no es lo mismo que pecar. ¿No le alegra eso? Lucas nos informa en este versículo que Jesús, como ya que era 100% humano, tuvo que pasar de la inmadurez a la madurez, del error a la pericia y destreza, de la ingenuidad e ignorancia al discernimiento, de realizar acciones desinformadas producto de decisiones equivocadas o incluso peligrosas, como todo niño o niña puede hacer, a realizar acciones informadas.
Jesús no fue un Dios humanizado o un humano deificado. El misterio de la encarnación es que Él, siendo cien por ciento Dios, también se volvió cien por ciento humano.
Jesús se resfrió como todo niño que desarrolla su sistema inmunológico. Seguramente, alguna vez se golpeó el dedo del pie, se cortó el dedo y tuvo una mala noche.
A medida que crecía, Jesús luchó contra la tentación como cualquier joven, pero nunca falló. El autor de las Escrituras no quería que nos equivocáramos en este aspecto y así que escribió que Jesús,
…fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. (Hebreos 4:15b)
Cuando descubrimos las implicaciones de esto, descubrimos a Alguien que puede entender exactamente cómo nos sentimos.
Cuando compartimos esto con alguien que ignora las implicaciones de estos versículos, descubrimos a alguien que ya está aburrido y piensa: “Sí, sí, Dios se hizo hombre,” pensando que todo el tiempo Jesús estaba corriendo por Nazaret, vestido con una túnica como los demás niños, mientras que por debajo llevaba un traje de Superman. Las balas solo rebotarían en Su pecho; nada podría lastimar a Jesús.
Sin embargo, esta no es la verdad de la encarnación.
Jesús se habría raspado las rodillas jugando con los niños del pueblo, como ellos lo hicieron. Se habría quemado la lengua con la comida caliente hasta que aprendió. Habría sentido frío cuando hacía frío, y calor y sudor cuando jugaba o cuando trabajaba con su padrastro en la tienda.
¿Sabe lo que esto significa también? Jesús supo lo que era estar bajo la autoridad de sus padres. Él realmente supo lo que es tener dieciséis años. También supo lo que es ser un soltero de treinta años.
Me encanta cómo Dios decidió comunicar la forma en que Jesús creció y se desarrolló. Él nos indica que Jesús fue creciendo y siguió aumentando en estos tres aspectos. En griego, el verbo para “crecer” en Lucas 2:52 es “prokopto” (προκοπτω), que podría traducirse también “avanzar.”[ii]
Esta no es una palabra que indique un simple avance. Lleva la idea de “progresar o seguir adelante.”[iii]
Un erudito griego dice que, a veces, este verbo se usaba para referirse a moldear y alargar metales a martillazos. También se usaba para describir a un ejército que se abría paso a machetazos en medio de densos matorrales.
Y digo todo esto porque al leer el versículo 52, Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres, tenemos la tendencia a pensar: “¡Bueno, por supuesto! ¿Qué esperabas? Es decir, debe haber sido fácil para el Hijo de Dios.
Sin embargo, esa no era la realidad. Es más, por el hecho de ser quién era, debió haberle sido aún más difícil avanzar que a cualquier otra persona.
Seguramente, las fuerzas demoniacas lo habrían atacado implacablemente tratando de hacerle pecar. El conocimiento de su naturaleza divina y la realidad de sus limitaciones humanas, a veces, habría creado luchas en su interior. También, al ser perfecto, él tendría una mayor sensibilidad ante la pecaminosidad de quienes lo rodeaban.
Jesús avanzaría como un barco en una tormenta; como un leñador que corta con su hacha hasta que le arden los músculos. Avanzaría como un corredor decidido a terminar la carrera contra fuertes vientos y lluvia torrencial.
En otras palabras, este verbo “crecer” conlleva la idea de un trabajo duro; trabajo monótono; que cada paso adelante es una victoria moral o espiritual.
Lo mismo es cierto para nosotros.
Permítame hacerle algunas preguntas. ¿Alguna vez le ha sido fácil avanzar en la vida cristiana? ¿Le ha resultado fácil obedecer la palabra de Dios? ¿Alguna vez se ha sentido como que esta tratando de caminar con Cristo, pero el viento nunca deja de empujarle hacia atrás?
¿Alguna vez sintió como que su crecimiento espiritual era tan lento y difícil como si estuviera talando un bosque lleno de árboles? Quizás se haya detenido a mirar los enormes árboles en su vida que necesita talar y ha dicho: “Esto debe ser una broma”
Jesucristo entiende su desafío. Él es como usted y yo: cien por ciento humano.
Ahora soy consciente de que cuando hablo de esta manera, aquellos que no me conocen bien podrían pensar que estoy degradando al Salvador. No es el caso. El tema es que normalmente no nos tomamos el tiempo para explorar los verbos y los textos que hablan de la encarnación de Cristo. Cuando lo hacemos, descubrimos que esto no denigra al Salvador, sino que nos permite que nos deleitemos en Él.
Piénselo. Jesús sabe lo que significa crecer en sabiduría y gracia a pesar de la resistencia normal de la condición humana con todas sus debilidades.
En el jardín Él derramó lágrimas y clamó diciendo: “Padre, si hay otra manera de lograr esto sin la cruz, por favor, hazlo” (Marcos 14:36). Él estaba hablando como un hombre; Lloraba como un hombre; Estaba sudando sangre con completa consternación como hombre.
Sin embargo, Jesús siguió adelante. Forjó un camino a seguir; Él es el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2).
Jesucristo, hombre, le ha mostrado a cada creyente que es posible avanzar, pero debemos someternos a la voluntad del Padre. Nosotros, como creyentes, debemos estar dispuestos a ser martillados, como metal, por el herrero; debemos estar dispuestos a blandir el hacha del leñador; como un corredor, debemos estar preparados para enfrentar el viento y seguir corriendo.
Ahora, las leyendas acerca de Jesucristo rechazan absolutamente estas verdades. “Seguramente las escrituras no pueden enseñar que Cristo y sus padres tuvieron dificultades y problemas.”
Si mira las grandes pinturas medievales mandadas a hacer por la iglesia, verá cómo pintan a la Virgen María y su hijo sentados en tronos majestuosos. El suelo está hecho de espléndidos mosaicos, en una habitación real con colores azul y oro. Ellos llevan puestos vestiduras de colores y bordados de oro. Un escrito apócrifo dice que Jesús, cuando era un muchacho, reunió a los jóvenes en su aldea y estos pusieron sus túnicas en el suelo para que él se sentara. Luego, le pusieron una corona de flores en la cabeza y, como sirvientes que esperan a un rey, estaba en fila delante de él a su derecha y a su izquierda. Cualquiera que pasaba por allí, los jóvenes lo tomaban a la fuerza diciendo, “Ven acá y adora al Rey, y luego sigue tu camino.”
Nada mas lejos de la verdad. Nadie se inclinaba ante Jesús. José y María no vivían en un hogar de azul y oro, y el piso era de tierra, no de mosaicos. Ellos se mudaron al insignificante pueblo de Nazaret y vivieron sus vidas como campesinos pobres, simples, trabajadores y con pocas posesiones. Y cuando Jesús terminó Su ministerio, tampoco poseía nada.
A la edad de treinta años, cuando Jesús predicó su primer sermón en Nazaret, nadie dijo: “¡Lo sabíamos! Sabíamos que ese niño era especial – con ese resplandor que tiene y la aureola en su cabeza. Desde que les dio vida a esos pájaros de barro, y todos los animales se postraron ante él, sabíamos que algo tenía de especial.”
No. Todos dijeron: “¿No es este el hijo del carpintero? ¡¿Quién se cree que es?!” (Mateo 13:55).
O sea, “Sabíamos que era un gran chico, responsable y obediente, que amaba la sinagoga y la palabra de Dios… ¡¿Pero el Mesías?! ¿¡Dios hecho hombre!? ¡Vamos! ¡Este debe haberse golpeado la cabeza en el taller demasiadas veces!”
Querido oyente, la verdad es que la vida de Jesús fue tan normal, tan tranquila, tan típica y humilde que cuando anunció quién era, nadie le creyó.
Aspectos de la Progresión
Durante estos dieciocho años de soledad después de Su aparición en el templo a la edad de doce años, sin que nadie le prestara mucha atención, Jesús evidentemente avanzó y progresó de cuatro maneras que describiré a continuación. Estos son aspectos en los que también debemos progresar.
Permítame darle estos cuatro aspectos de la progresión de Jesús.
- Capacidad intelectual.
Lucas escribe,
…Y Jesús crecía en sabiduría …
“Sabiduría,” para el creyente, es la aplicación apropiada de la verdad de Dios a las circunstancias de la vida; es la palabra de Dios demostrada en el día a día.
Para que Cristo aumente en sabiduría, necesitaría aumentar en conocimiento, principalmente en el conocimiento de la palabra de Dios.
Jesús tuvo que aprender que “2 + 2 = 4”. Tuvo que aprender a leer y escribir también. Sin embargo, lo más importante es que tuvo que aprender los escritos sagrados del Antiguo Testamento.
Durante los días de Cristo – de hecho, durante siglos, antes y después de su nacimiento, la educación de un niño judío comenzaba en el hogar. Los padres eran los primeros maestros del niño.
Los padres de Jesús debían enseñarle a él y a sus hermanos cuando se sentaran a hablar o para comer, cuando estuvieran caminando o trabajando, e incluso mientras se preparaban para ir a acostarse y cuando se levantaban (Deuteronomio 6: 6-7). Sus vidas debían estar centradas en las Escrituras. Dios era el centro de sus vidas y todas sus conversaciones lo incluían a Él.
Alrededor de los cinco o seis años, al niño judío lo enviaban a la escuela – a la “Casa del Libro”, como se la llamaba – la cual estaba adjunta a la sinagoga local. Según la ley, cada aldea debía tener una sinagoga, y cada sinagoga tenía una escuela.[iv]
En su obra clásica sobre la vida y los tiempos de Jesús el Mesías, Edersheim escribe que se tomaban precauciones para no enviar a un niño a la escuela demasiado temprano o sobre exigirlo cuando fuera al colegio. La historia registra que el horario escolar era fijo y, durante los meses de verano, era más corto.[v]
Los profesores de estas escuelas a menudo se sentaban sobre una pequeña plataforma, mientras que los estudiantes se sentaban alrededor de ellos en el suelo. Esto nos ayuda a entender Hechos 22:3 donde leemos que Pablo fue educado a los pies de Gamaliel.[vi]
Durante sus primeros cinco años estudios, el libro de texto principal del niño sería el Antiguo Testamento. Se utilizaría para enseñarles a leer y escribir en el idioma común de aquellos días – el arameo – y, lo que es más importante, en el idioma de la ley – el hebreo.
En la época de Jesús, los judíos hablaban más que nada en arameo, ya que ese era el idioma que habían aprendido en Babilonia – muchos habían olvidado su lengua materna.[vii]
Los hijos, principalmente, tenían que aprender hebreo. Los hombres que estaban destinados a enseñar las Escrituras tenían que aprender a leer y escribir hebreo.
Cuando Jesús enseñó en la sinagoga de Nazaret (en Lucas 4), leemos que comenzó leyendo el texto hebreo de Isaías. Él había aprendido bien su hebreo.
En mi estudio, descubrí que cuando un niño de cinco años comenzaba sus estudios en la Casa del Libro, su primera lección, según la costumbre, era comenzar y aprender cuidadosamente el libro de Levítico.[viii]
A esto le seguirían otras partes del Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento), y luego los Profetas.
Cuando supe que Jesús, a sus cinco años, habría comenzado a estudiar el libro de Levítico, inmediatamente abrí mi Biblia allí para verlo a la luz de Sus ojos y Su misión. Levítico comienza con estas palabras:
Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo:
2 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda.
3 Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová.
4 Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya. (Levítico 1:1-4)
Imagínese: la primera lección escolar de Jesucristo fue sobre el sacrificio inmaculado por la expiación y el perdón de la raza humana pecadora.
Jesús creció – él avanzó, según el relato de Lucas, en su capacidad intelectual. Él también avanzó de una segunda forma.
- Madurez física.
Lucas también escribe en el versículo 52 del capítulo 2,
…Jesús crecía en sabiduría y en estatura…
La palabra “estatura” podría traducirse como edad o incluso altura. En otras palabras, Jesús siguió una progresión normal en su crecimiento físico.
Así como fue madurando intelectualmente, Jesús fue madurando físicamente – tal como cualquier joven judío normal. Él pasaría por la pubertad y su voz cambiaría.
Como cualquier niño normal, Jesús habría estado desconcertado por los cambios en Su cuerpo y orgulloso del pequeño bigote que le empezaría a salir. Flexionaría sus músculos para sus hermanastras y lucharía y correría con sus hermanastros. Jugaría con los otros jóvenes de la aldea y pasaría por todo lo que pasa un adolecente común.
Ahora, parte de crecer físicamente significaba que cada vez recibiría más responsabilidades.
Se esperaba que todos los judíos varones, incluso los doctores de la ley, aprendieran un oficio.[ix]
De hecho, se requería que todo padre judío le enseñara a su hijo, como decían los rabinos, “un oficio honesto, porque fallar en esto es enseñarle a robar”.
El apóstol Pablo, aunque se estaba preparando para convertirse en rabino, también había aprendido el oficio de hacer tiendas. Lo más probable es que esta era la ocupación de su padre.[x]
De modo que a Jesús le enseñaron la carpintería, que era el oficio de su padrastro. Jesús aprendió a medir un trozo de madera y a cortarlo, darle forma y fabricarlo. En Nazaret, la tarea principal de los carpinteros habría sido tallar arados para que los bueyes tiraran, y yugos para sus arneses.
¿Puede imaginárselo? Póngase en las sandalias de Jesús. Ahora sabe quién es y hacia dónde se dirige: el trono de Dios el Padre y el esplendor del cielo, que acaba de dejar. Sin embargo, durante dieciocho años, Jesús dejó caer su sudor sobre tablas de madera mientras cortaba, lijaba y clavaba. Nadie estaba mirando, entonces, ¿por qué no parpadeó, movió Su nariz o chasqueó los dedos y “voilá”? Ahí está el yugo terminado o la mesa pulida o el banco. Imagínese el negocio que podría haber creado para la familia. ¿Por qué iba a sudar?
Pero Jesús había elegido humillarse y convertirse en hombre. Aceptando las limitaciones de la humanidad, trabajó durante dieciocho años en una pequeña tienda, tomando horas para hacer las cosas que podía hacer milagrosamente en un instante. Nunca se quejó, nunca dijo: “Basta de estas limitaciones”. No hizo ningún milagro hasta que llegó Su hora. Y luego realizó milagros solo en beneficio de otros.
¿Era un buen carpintero? Justino Mártir, el líder de la iglesia del II siglo en Galilea, hizo la interesante declaración de que los granjeros todavía usaban arados y yugos para los bueyes que habían sido cuidadosamente elaborados por Jesucristo setenta y cinco años atrás.
Jesucristo estaba creciendo y la demostración de su integridad se encontraba en la calidad del trabajo de sus manos. Jesús aumentó en capacidad mental y madurez física. Miremos un tercer aspecto en el que progresó.
- Intimidad espiritual.
Lucas escribe,
Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios…
Esta traducción puede ser engañosa si no se entiende bien a lo que se refiere. Las sectas usan este versículo como pretexto de que, a medida que Jesús crecía, él fue convirtiéndose en el favorito de Dios. En otras palabras, él simplemente fue un hombre que vivió una vida tan ejemplar que Dios decidió concederle una posición privilegiada entre los hombres.[xi]
Qué importa que ser el favorito de Dios lo llevaría a ser abandonado en una cruz sufriendo una muerte horrible.
La palabra “gracia” es “caris” (χαρις), y también se puede traducir como “favor.” La siguiente palabra en el texto griego es “para”, que significa “al lado de”.
Usamos esta palabra para cuando hablamos de un ministerio paraeclesiástico. No es un ministerio directamente relacionado con la iglesia, sino que es un ministerio que va junto a la iglesia, en compañerismo.
Entonces Jesús no fue obteniendo la gracia de parte de Dios con el pasar del tiempo. Esta frase podría traducirse como,
Jesús creció en gracia junto o al lado de Dios.
En otras palabras, la relación entre Jesús, el Hijo de Dios, y Dios el Padre fue una relación creciente marcada por la gracia.
Jesús tenía la costumbre de apartarse de la multitud para poder hablar con su Padre en oración. A medida que Jesús crecía, su relación con Dios el Padre se volvía más importante y aún más íntima.
En esto, Cristo refleja el deseo del creyente y revela nuestro fracaso. Pero también ejemplifica nuestro futuro: una perfecta comunión con el Padre; intimidad ininterrumpida, desinteresada, transparente e interminable con Dios nuestro Padre.
Jesús no solo creció en su capacidad mental, su madurez física y su intimidad espiritual, sino que hay un aspecto más del crecimiento.
- Integridad social.
Lucas escribe,
Y Jesús crecía… en gracia para con Dios y los hombres.
Nuevamente, esto no significa que se hizo más popular entre la gente. De hecho, pasó todo lo contrario.
Me pareció fascinante que, en el capítulo 4, Lucas registra el momento cuando el Señor declaró su identidad por primera vez en Su ciudad natal de Nazaret. Él percibió el orgullo y la obstinada negativa de sus amigos más cercanos, vecinos y conocidos a creer que él era el Mesías.
La gente en la sinagoga se enfureció tanto que cuando Jesús terminó su sermón, lo echaron de la sinagoga y lo llevaron a la cima de una colina donde lo planeaban empujar. Sin embargo, él escapó de ese intento de asesinato.
Jesús podría haber chasqueado los dedos y Nazaret habría quedado destruida en una nube de polvo. Él había crecido allí y los conocía. Ellos sabían que él nunca le había hecho nada malo a ninguno de ellos. Pero ahora que Jesús había anunciado ser el Mesías, ellos, de entre todas las personas, trataron de matarlo. Sin embargo, él simplemente escapó, ¡Cuanta gracia!
Creció en su gracia a pesar de que la gente lo ofendió. Él no tomó represalias, sino que se sometió a la injusticia y finalmente la agonía de la cruz. Él murió, cumpliendo el capítulo 1 de Levítico y todo lo que había aprendido en las Escrituras desde niño – cuando Él, el Cordero sin mancha, murió para expiar el pecado del mundo.
Conclusión
Me encantaría tener más información sobre la niñez de Jesús – sobre su vida durante sus años de formación en Nazaret.
Si pudiera haber entrevistado a José, ¿qué le hubieras preguntado?
Yo le habría hecho varias preguntas. “¿Cómo fue la dinámica familiar, con Jesús y sus medio hermanos y hermanas que tuvieron más tarde con María? Cuando había una discusión, ¿sabías que Jesús no iba a estar mintiendo? ¿Cómo trataste con los otros chicos cuando se quejaban: “¿Por qué siempre a nosotros? ¿Porque nunca lo retas a Jesús? ¿Cómo es que nunca lo castigas?”
Por cierto, me gustaría preguntarle a José si alguna vez castigó a Jesús. ¿Alguna vez pensó en eso? Personalmente creo que Jesús recibió un castigo o dos mientras crecía. Pero creo que Jesús experimentó la vara, no porque fuera imperfecto, ¡sino porque José era imperfecto! Y José ciertamente podría haberse equivocado.
Estábamos sentados en familia el otro día, y les pregunté a mis hijos, “¿Alguna vez los castigué cuando no se lo merecían?” Inmediatamente me respondieron: “¡Oh, sí!”
¡No hubo un momento de vacilación! Y tienen razón. Ciertamente admito que han habido viarias ocasiones en las que me equivoqué.
Me acuerdo cuando tenía once años y estaba sentado en el sillón negro de la sala de estar en la casa de mi infancia. Se suponía que mis hermanos y yo debíamos estar haciendo nuestra tarea. Hace poco habíamos recibido un juguete nuevo con el que estaba jugando mientras estaba sentado allí. Mi madre se lo quitó, lo puso en un armario y dijo: “No juegues con eso hasta que hayas terminado tu tarea”.
Unos minutos más tarde, uno de mis hermanos menores volvió a sacar el juguete. Vino a la sala donde yo estaba y le dije: “Te vas a meter en un gran problema si mamá te ve con eso”. Se rió y siguió jugando. De repente, ambos escuchamos los pasos de mamá en la escalera. Mi hermano menor tiró el juguete en mi regazo y se metió corriendo a su cuarto. Ella entró, vio el juguete, me sacó del sillón y, antes de que pudiera defenderme, o citar un versículo, o cualquier cosa, me dio una nalgada inmerecida.
¿Se imagina estar en los zapatos de José? ¿Alguna vez se equivocó? Personalmente creo que pronto fue descubriendo sus limitaciones y errores.
Imagínese si le asignaran la tarea de enseñarle la palabra de Dios a Jesús. Imagínese dando lecciones sobre las profecías de las Escrituras a un niño pequeño que era Aquel de quien los profetas habían hablado.
Es como si Dios me dijera en un sueño: “Te voy a dar un hijo que se convertirá en el científico más grande del mundo. Descubrirá fórmulas matemáticas y científicas que abrirán el camino para que prosperen nuevas civilizaciones. Es tu responsabilidad como padre prepararlo en esos primeros años para su futuro.”
Me despertaría y llamaría a eso una pesadilla. Dios efectivamente le dijo a un carpintero – no a un doctor de la ley, sino un artesano pobre: “Quiero que le enseñes a Aquel que se convertirá en el mejor maestro del mundo”.
Personalmente, creo que José sintió lo que todos los padres sienten de todos modos: que alguien más hubiera hecho un mejor trabajo.
¿Por qué no elegir a José de Arimatea? Él vivió durante el mismo tiempo. Era rico y tenía acceso a tutores de calidad. Era miembro del Sanedrín, la corte suprema judía. Amaba la ley y era un hombre justo que buscaba el reino de Dios.
¿La cigüeña llegó a la dirección equivocada? ¿Debió haber sido José de Arimatea en lugar de José de Nazaret?
Si pudieras haber entrevistado a María y preguntarle: “¿Estabas preparada para esta tarea?” ella le habría dicho: “¿Estás bromeando?”
Lea su Biblia. Dice que el ángel vino a una virgen, no a una santa o una princesa o una mujer perfectamente preparada para criar al Mesías. De hecho, las primeras palabras registradas de María fueron ¿Cómo puede ser esto?
Sin embargo, esto nos da una gran noticia. Si Dios elige a dos personas comunes para la increíble responsabilidad de ser los padres del Mesías, Dios puede usarnos a nosotros hoy también.
¿A quién ha elegido Dios en esta era? Pablo le escribió a los corintios: Consideren su llamado – consideren el lugar y la responsabilidad que Dios les ha dado. Dios no eligió entre los brillantes. No hay entre ustedes muchos con una gran educación, muchos con conexiones poderosas. Él ha elegido a los estudiantes ordinarios para enseñar a los brillantes; Ha elegido a las personas débiles e insignificantes a los ojos del mundo para impactar radicalmente a quienes parecen estar en la cima de todo. (1 Corintios 1:26-27)
María y José, ¿están listos para esto?
Habiendo estudiado la niñez de Jesús más detenidamente que nunca antes, puedo decir con cierta certeza que María no lo estaba, al menos no del todo. José tampoco. La niñez de Jesús fue un misterio para ambos. Ellos fueron candidatos insólitos para ser padres del niño perfecto. La verdad es que aparte del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros, todos somos candidatos insólitos para lograr lo que sea que Dios nos ha llamado a hacer.
Y de todas las cosas que debemos lograr, los cuatro avances en Lucas 2:52 son un excelente objetivo para enfocar nuestra atención, energía y oración:
- Que podamos avanzar nuestro conocimiento, entendimiento y aplicación de la Palabra de Dios;
- Que podamos crecer y aceptar las responsabilidades que Dios haya dado;
- Que podamos caminar en una creciente comunión con Dios nuestro Padre;
Que podamos demostrar gracia e integridad a quienes viven a nuestro alrededor – para la gloria de Dios.
[i] R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. Luke’s Gospel (Augsburg Publishing House, 1946), p. 170.
[ii] Fritz Rienecker and Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 145.
[iii] Theological Dictionary of the New Testament (abridged ed.), ed. by Gerhard Kittel (Eerdmans, 1985), p. 939.
[iv] David Smith, The Days of His Flesh: The Earthly Life of Our Lord and Savior Jesus Christ (Harper and Brothers, 1913), p.
20.
[v] Alfred Edersheim, The Life and Times of Jesus the Messiah (Eerdmans, 1967), p. 232.
[vi] Smith, p. 20.
[vii] Everett F. Harrison, A Short Life of Christ (Eerdmans, 1975), p. 59.
[viii] Edersheim, p. 232.
[ix] Donald Guthrie, Jesus the Messiah (Zondervan, 1972), p. 34.
[x] Smith, p. 21.
[xi] G. Campbell Morgan, The Gospel According to Luke (Fleming H. Revell, 1931), p. 46.