Introducción
Un pastor escribió en un artículo sobre una madre que entró en el cuarto de su hijo de cinco años y lo encontró llorando mientras se alistaba para las tareas del día.
Ella le preguntó: “¿Qué pasa?”.
Él le respondió: “Ya puedo amarrarme los zapatos solo”.
«Eso es maravilloso. Estas creciendo mucho.» Exclamó la madre. “Pero ¿por qué estás llorando?».
Él le respondió: «Porque ahora tengo que hacer esto todos los días y por el resto de mi vida».[i]
Pobre niño. Ya estaba sintiendo el dolor que implica crecer con todas esas responsabilidades, como la de amarrarse los zapatos, recoger los juguetes y hacer la cama. Se dio cuenta de la monotonía de los deberes de la vida. De hecho, a los cinco años ya estaba decepcionado por tener una cosa más para hacer.
¿Es esto todo lo que hay en la vida? ¿Una lista cada vez más larga de tareas, responsabilidades y asuntos repetitivos?
Este niño va a crecer y empezará a hacerse preguntas cada vez más difíciles como:
- ¿Qué es lo que realmente importa en la vida?
- De todas las cosas que hice y logré en la vida, ¿Alguna de ellas tiene valor o significado?
- ¿Estoy condenado a repetir una y otra vez mi lista de tareas y responsabilidades?
- ¿Voy a estar atado a la cinta caminadora de la vida?
Los niños de cinco años no son los únicos que se hacen esas preguntas – no son los únicos a los que les molesta la vida en esa cinta caminadora. Los de quince años se hacen las mismas preguntas. También los de 35 años, los de 50, y los de 85 también.
¿Hay algo en la vida que realmente tenga significado más allá de ese ciclo sin fin? ¿o soy como un ratón atrapado en una jaula y corriendo en una rueda? ¿Tienen algún propósito duradero las cosas que hago en la vida?
Todo en la Vida es “Vanidad”
Hubo un hombre avanzado de edad que escribió las mismas preguntas en su diario. Es evidente que Dios quiere que reflexionemos con sus preguntas y consideremos sus respuestas, para que aprendamos de ellas. Por eso incluyó este diario inspirado de Salomón en el registro de las Escrituras. Este diario se llama el Libro de Eclesiastés, donde Salomón hace algunas preguntas difíciles. Hoy llegamos al capítulo 1 y al versículo 2:
“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1:2).
Ahora, cada vez que usted encuentre que una palabra se repite cinco veces en el mismo versículo, debe prestarle atención.
La pregunta es: ¿qué significa realmente vanidad?
En el siglo IV, un líder de la iglesia llamado Jerónimo tradujo la palabra hebrea hebel al latín, utilizando la palabra vanitas. Vanitas luego se transliteró como vanidad en muchas traducciones de la Biblia en los siglos venideros.
El problema, es que cuando el lector común y corriente escucha la palabra vanidad, la asocia con alguien que es vanidoso, centrado en sí mismo, o absorto en su propia apariencia y opinión. Todo gira en torno a él. No puede esperar a publicar su próxima “selfie”. Quiere mostrarse y promoverse. ¡Es tan vano, tan vanidoso!
Otros miran la palabra y piensan inmediatamente que algo “vano” siempre significa que algo es inútil, sin importancia.
Entonces, la verdad es que es mejor que entendamos el significado correcto de esta palabra hebrea, o podemos malinterpretar mucho de lo que Eclesiastés tiene que enseñarnos, ya que Salomón va a usar esta palabra 37 veces a lo largo del libro.[ii]
¡Es su palabra favorita!
Si busca la palabra vanidad en un léxico hebreo, descubrirá que significa «vapor o aliento». Otros significados secundarios pueden traducirse como infructuoso o transitorio.[iii]
Salomón utilizará esta palabra para describir algo que es frágil o inútil, o fugaz y transitorio, algo falto de sentido, algo que trae desesperación o frustración. Así que, cuando vea la palabra «vanidad», entienda que tiene un rango de significado que va a estar determinado por su contexto.
Es parecido a la forma en que usamos la palabra amor hoy en día. Entendemos el significado o matiz de la palabra a través del contexto. Puede decir que ama a su esposa, pero también que ama el fútbol… y se entiende que no se refiere al mismo tipo de compromiso… ojalá. Puede decir que:
- ama el café
- ama leer
- ama escalar montañas, hacer manualidades
- ama los crucigramas
- ama las donas de chocolate rellenas con crema.
Salomón utiliza la palabra «vanidad» de la misma forma. Por lo tanto, es mejor dejar que el contexto determine el sentido de este término que es un tanto flexible.
Pero observe que Salomón, pone mucha emoción en esta expresión. Lo hace con un superlativo: es el grado más alto posible. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. En otras palabras, el grado más alto de la vida, es sólo vanidad. La vida no es sólo rápida, es muy, muy rápida. No es sólo frustrante, es realmente frustrante. No es solo vanidad. Es vanidad de vanidades.
A propósito, usted ha leído otros superlativos en la Biblia. Por ejemplo, el lugar santísimo es literalmente el lugar santo de los santos. Esa es una referencia a ese lugar muy, muy santo, la habitación del Señor en el templo o tabernáculo. De hecho, ese lugar era el más santo de todos, en el mayor grado.[iv]
Cuando usted lee que Dios es el Señor de Señores, esto significa que Él es quien está realmente a cargo como soberano. Cuando lee que Él es el Rey de Reyes, esto indica que Jesucristo es el Rey en el grado más alto posible. No es sólo el Rey; no hay rey más grande e importante que Él.
Cuando leemos la primera frase del libro de Eclesiastés, vemos que Salomón afirma que todo en la tierra y en la vida, – en su más alto nivel, puede describirse como totalmente vano o vacío, sin sentido o absolutamente inútil.[v]
Y esto lleva a Salomón a plantear a continuación en el versículo 3, la pregunta más profunda y que la gente se sigue haciendo hasta el día de hoy:
“Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?” (Eclesiastés 1:3).
La palabra «provecho», es un término comercial que se usaba normalmente en el mundo de los negocios para referirse a un excedente; se refiere a obtener una ganancia como producto de haber trabajado duro.[vi]
Básicamente Salomón pregunta: «¿Vale la pena? ‘Existe alguna ganancia como resultado de todo su duro trabajo debajo del sol?».
Por cierto, el término «debajo del sol», es otra de las expresiones favoritas de Salomón. Él va a escribir las palabras “debajo del sol”29 veces en este libro. De hecho, Eclesiastés es el único libro de la Biblia donde se encuentra esta expresión.[vii]
Salomón se lamenta de la falta de provecho, de significado, de progreso y de sentido desde la perspectiva de vivir la vida, ¿dónde? Aquí abajo, debajo del sol.
No pase por alto esta idea clave.
Como mencionamos en nuestro último estudio, Salomón eventualmente nos pedirá que recordemos a nuestro Dios Creador – que reina sobre el sol, que cabalga sobre las nubes, que nombra y ordena las estrellas y los planetas creados por el poder de Su palabra; porque sin Él, su perspectiva de vida es limitada y está atada a una existencia insatisfactoria – atado una cinta caminadora sin fin aquí abajo, debajo del sol. Y si esto es todo lo que usted obtiene y todo lo que importa, Salomón nos mostrará que esta perspectiva sólo lo llevará a la frustración y desesperación al final.
Hace algún tiempo, una revista popular recopiló algunas respuestas a la pregunta: «Por qué estamos aquí?». Un taxista llamado José Martínez, fue directo al grano y respondió: «Estamos aquí sólo para vivir y luego morir. Salgo a pescar, me voy de vacaciones con mi mujer, pago los impuestos, leo un poco y luego me preparo para caer muerto. La vida es una gran farsa. La única cura para la enfermedad del mundo es la guerra nuclear: arrasar con todo y empezar de nuevo.[viii]
¡Me daría miedo subirme al taxi de este tipo!
León Tolstoi es un autor que fue nominado en varias oportunidades para el Premio Nobel de Literatura a principios del siglo XX. Entre sus obras se encuentra “La Guerra y la Paz,” aclamada como una de las grandes obras literarias del mundo. Él expresó estos pensamientos con una terminología más filosófica, aunque llegando al mismo punto.
En sus últimos años escribió: «La edad de los 50 me llevó al borde del suicidio. Una pregunta sin respuesta sin la cual no se puede vivir es: ¿Qué saldrá de lo que hago hoy o mañana? ¿Qué será de toda mi vida? ¿Por qué debo vivir? ¿por qué desear o hacer algo? ¿Hay algo en mi vida que tenga sentido y que la muerte no destruya?»[ix]
En su gran éxito de ventas, Salomón lo expresa de esta manera:
“¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?” (Eclesiastés 1:3).
En otras palabras, ¿se gana algo realmente con una vida atada a la cinta caminadora de la vida? Y él sabe la respuesta: la respuesta es ¡no! Si solo se vive para esta vida debajo del sol, al final acabará siendo vacía, frustrante e inútil.
Y, para colmo, la naturaleza que nos rodea nos recuerda constantemente cuan pequeños y débiles que somos. Para demostrar su punto de vista, lo que tomará algunos capítulos de su diario, Salomón comienza llevándonos de excursión por la naturaleza a partir del versículo 4. Allí dice:
“Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece” (Eclesiastés 1:4).
En otras palabras, Salomón parece decir: «¿Se dieron cuenta ya de que la Tierra parece permanecer tan firme como siempre, pero nosotros no hacemos más que ir y venir?».
No parece correcto, pero no hay forma de librarnos del cortejo fúnebre, sobre todo cuando cada día mueren en promedio 158.904 personas, a una frecuencia de casi dos personas por segundo.
Y la Tierra sigue girando a la misma velocidad, con el mismo rumbo, estable 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año; como si a la Tierra no le importara que el año pasado mientras daba una vuelta alrededor del Sol, murieron 55 millones de personas.
Salomón plantea la pregunta, ¿realmente usted cree que es alguien? ¿Cree que su vida importa? Usted no es más que uno de los millones de personas, de muchas generaciones, que va camino de la tumba.
Así que trabaje horas extras si quiere, tómese unas vacaciones, lea un libro, váyase a jugar deporte o cómase esa dona… pueden ser dos inclusive para que irse antes de lo previsto; pero haga lo que haga, no va a evitar ser parte de esa procesión funeraria en el planeta Tierra.
Al estudiar estas palabras, me pareció como que Salomón está insinuando algo más aquí. Él escribe que las generaciones van y vienen – las personas van y vienen – pero la tierra que ocuparon pasa a manos de otra persona una vez que se han ido.
Con mi esposa, construimos nuestra casa en un barrio que antes era un campo abierto. Ahora hay una docena de casas. ¿Quién nos dice que dentro de cien años no volverá a ser un campo?
Salomón observa la vida y la naturaleza a su alrededor, y nota que nosotros simplemente vamos y venimos mientras que el planeta permanece igual.
Hace trescientos años, la tribu Catawba cazaba y pescaba en la región de Carolina del Norte, en Estados Unidos. Allí habían vivido durante varios siglos. Los exploradores españoles documentaron la presencia de los nativos Catawba desde el siglo XVI.
Para el tiempo en que llegaron los colonos, la viruela había diezmado a la tribu y las tierras de los alrededores fueron transferidas a mediados del siglo XVIII a Francis Jones, que comenzó a desarrollar una enorme granja.
Unos 50 años más tarde, Nancy Jones, convirtió su casa en una parada de carruajes y John Bradford construyó una posada para los viajeros. Era la misma tierra que antes recorrían los nativos, pero ahora pasaban carruajes con colonos.
Otros 50 años más tarde, el ferrocarril de Chatham construyó un cruce ferroviario a pocos kilómetros de donde nuestra iglesia, y un hombre llamado Francis Page vio el potencial de crecimiento y compró 300 acres.
Más o menos por la misma época, se fundó la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. También por aquel entonces, Francis Page incorporó sus tierras a un municipio y le puso el nombre de un senador que le gustaba, Samuel Cary. Page construyó entonces un aserradero, una oficina de correos, un almacén y finalmente una escuela a la que llamó Academia Cary.
En 1864, el General Sherman regresaba de quemar Atlanta hasta los cimientos durante la Guerra Civil, y acampó en una propiedad de esta zona que estaba siendo cultivada. Esa misma propiedad seguiría siendo cultivada durante otros 130 años, hasta que una iglesia la compró y construyó allí el edificio en el que ahora nos reunimos.
La tierra permanece, pero las generaciones van y vienen. De los indios a los colonos, de los soldados a los granjeros, todos han venido y se han ido. El cortejo fúnebre sigue y la tierra no parece cambiar en absoluto.
Salomón continúa diciéndonos que tampoco podemos afectar al sol.
“Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta” (Eclesiastés 1:5).
Es como si Salomón dijera: entre más envejece, más le cuesta levantarse de la cama por la mañana; pero ese no es el caso con el sol. Esta mañana ha salido justo a tiempo y se ha apresurado, literalmente ha empezado a jadear en su misión de abrirse camino a través del cielo por así decirlo. Puede predecir la hora exacta en la que saldrá y luego se pondrá el sol. Usted puede ajustar el reloj por el movimiento constante y aparentemente inmutable del Sol. No parece disminuir el ritmo, pero nosotros sí. Eso es lo que quiere decir Salomón.
Salomón continúa sus observaciones sobre la naturaleza mencionando al viento. Él dice:
“El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo” (Eclesiastés 1:6).
Por cierto, antes de que Salomón pudiera observar la circulación global de la atmósfera, antes de que pudiera demostrar científicamente la existencia de las grandes corrientes de viento de la Tierra y que circulan por el planeta, él escribe sobre eso mismo aquí.[x] Una de las pruebas de que Dios inspiró la Biblia es que los autores de las Escrituras revelan verdades que la ciencia no descubriría hasta unos miles de años después.
Salomón parece estar fascinado con el viento. Él observa el hecho de que la humanidad no puede cambiar la dirección del viento. Este sigue soplando y parece tener un rumbo que la humanidad no puede cambiar. Salomón va a mencionar al viento una vez en el Cantar de los Cantares; seis veces en el Libro de los Proverbios; pero mencionará al viento catorce veces en Eclesiastés.[xi]
Salomón nos recuerda que la tierra sigue girando, que el sol sigue brillando, que el viento sigue soplando y por último que los ríos siguen fluyendo.
“Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo”(Eclesiastés 1:7).
Salomón hace hincapié en esta idea de los ciclos y la repetición en la naturaleza. La mención aquí de los ríos hace referencia a los «arroyos de invierno» que llevan su agua al mar y al año siguiente tienen abundante suministro para hacerlo todo de nuevo.[xii]
Estos verbos en esta excursión por la naturaleza transmiten la idea del movimiento perpetuo: la tierra permanece, el sol sigue saliendo y poniéndose, el viento sigue dando vueltas y soplando, y los ríos siguen fluyendo.[xiii]
Y no hay que olvidar que Salomón empezó su discurso diciendo que las generaciones siguen yendo y viniendo, la gente sigue muriendo.
Es como si estuviéramos atados a una cinta caminadora y no pudiéramos escapar. Seguimos y seguimos sin llegar a ningún lado.
Sólo recuerde querido oyente que Salomón está escribiendo desde la perspectiva de alguien, cuya mirada no va más allá del sol. Él está describiendo la vida sin Dios. Está diciendo la verdad sobre lo tedioso que es la vida apartados del Evangelio liberador de Jesucristo.
Conclusión
Jesucristo dejó el Cielo, entró a este mundo caído y se subió a la cinta caminadora de la humanidad. Él trabajó bajo el sol, se clavó algunas astillas en sus dedos de carpintero y sacó callos en Sus manos. También se cansó, tuvo hambre y sed. Su horario se regía por la salida y la puesta del sol.
Él vino a redimirnos de una vida rota, atada y centrada sólo en estar bajo el sol. También nos mostró el valor del trabajo y la integridad, nos enseñó cómo el más pequeño acto de bondad puede traer mayor gloria al nombre de Dios
- Sin Dios la vida no tiene sentido; con Dios la vida tiene un propósito.
- Sin Dios la vida es una serie de accidentes; con Dios la vida es una serie de asignaciones.
“Así que, hermanos míos amados (le escribió Pablo a los corintios), estad firmes y constantes (mantengan el rumbo), creciendo en la obra del Señor siempre (es decir en la tarea asignada), sabiendo que vuestro trabajo (Salomón ¿estas escuchando?; querido oyente, ¿esta escuchando?) sabiendo que en el Señor su trabajo no es en vano” (1 Corintios 15:58).
La vida debajo del sol puede parecer vanidad de vanidades – breve, sin sentido e inútil. Pero escuche; cuando usted convierte en cristiano – y cada día mientras obedece al Señor con lo que sea que tiene que hacer – usted está trasladando su vanidad de vanidades al Santo de los santos.
La repetición de la vida, los ciclos y el trabajo de la vida, desde las cosas más pequeñas a las más significativas, son igualmente diseñadas para los propósitos soberanos de Dios. Así que donde sea y a lo que sea que Dios le haya asignado, desde amarrarse los zapatos, hasta enseñar esa clase, o arreglar esa máquina, o escribir ese código, o redactar ese contrato, o lavar esos platos o cortar el césped.
La vida tiene un propósito sagrado – usted ha trasladado su vida con su vanidad de vanidades a la misma presencia de Dios, lo que convierte su vida en un Lugar Santísimo. Por la fe en Cristo, usted pertenece al Rey de reyes y Señor de señores.
Sin Dios usted solo está corriendo en círculos, pero con Dios usted está corriendo una carrera – la carrera de la fe.
Ya no está atado a una cinta caminadora que no va a ningún lado. Usted se encuentra en una misión. El Señor lo colocó aquí, en este lugar y en este momento con un propósito, y no sólo va camino a la muerte; sino que, en última instancia, está yendo de camino a casa.
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[i] John Ortberg, Leadership, Volume 14, no. 3.
[ii] Adapted from Russel L. Meek, Twentieth and Twenty-first Century Reads of Hebel in Ecclesiastes (Currents in Biblical Research, Vol. 14(3), 2016), p. 279
[iii] Adapted from A Hebrew and English Lexicon editors; Brown, Driver & Briggs (Clarendon Press: Oxford, seventh printing 1980), p. 210
[iv] Wayne C. Kellis, life under de son (Westbow Press, 2017), p. 18.
[v] Adapted from John D. Currid, Ecclesiastes: A Quest For Meaning? (EP Books, 2016), p. 16
[vi] Philip Graham Ryken, Ecclesiastes (Crossway, 2010), p. 24
[vii] Michael A. Eaton, Ecclesiastes (IVP Academic, 1983), p. 68
[viii] Ed Young, Been There. Done That. Now What? (Broadman & Holman, 1994), p. 11
[ix] Douglas Sean O’Donnell, Ecclesiastes (P & R Publishing, 2014), p.
[x] David Jeremiah, Heaven on Earth (Integrity Publishing, 2004), p. 7; Ray C. Stedman, Is This All There Is To Life? (Discovery House, 1999), p. 13
[xi] Adapted from Jeremiah, p. 7
[xii] Adapted from David A. Hubbard, The Preacher’s Commentary: Volume 16 (Thomas Nelson, 1991), p. 51
[xiii] Ibid, p. 50