Introducción
Si hay una canción legendaria, que parece regir el estilo de vida de los ricos y famosos – desde empresarios exitosos a líderes mundiales – de autores de éxitos de venta, músicos galardonados y superestrellas; o si hay una letra que representa el anhelo de la persona promedio en la calle que intenta ganarse la vida y busca tomarse un descanso – al menos en el fin de semana – sería la misma para todos ellos. De hecho, esta canción parece describir la búsqueda de la raza humana.
Se hizo famosa gracias al cantante B.B. King, y tenía una letra que dice así:
Hola a todos, vamos a divertirnos
Sólo se vive una vez
Y cuando has muerto, no hay más.
Entonces, que siga la fiesta.
No importa si eres viejo o joven,
Vengan, y que siga la fiesta.
No quedes ahí murmurando,
Si quieres pasarla bien,
Tienes que salir y gastar dinero.
Y que siga la fiesta
que siga la fiesta.[i]
No se me ocurre nadie más indicado para cantar esa letra que la persona que estamos descubriendo juntos en nuestro estudio en la autobiografía del rey Salomón.
Él estaba viviendo esa canción, yendo a una fiesta tras otra con mucho dinero para pagar por todo. La verdad es que ni siquiera tenía sueldo al que apegarse. Tenía acceso directo a todas las riquezas de su enorme e increíblemente próspero imperio, porque era el dueño de todo. «¡Que siga la fiesta!», habría sido la canción lema de su vida.
En su autobiografía, que conocemos como el Libro de Eclesiastés, Salomón nos presenta su esplendorosa vida. Pero nos ha dejado ver en todo momento, que por muy emocionante que parezca, nada es duradero. Es como quiere atrapar el viento. Está aquí y antes que aún nos demos cuenta, se ha ido.
Hoy llegamos al capítulo dos de Eclesiastés que, a decir verdad, podríamos titularlo con la letra de esa canción «Que Siga La Fiesta». En este capítulo, Salomón plantea básicamente una pregunta que intentará responder de maneras distintas: ¿Cómo puedo ser feliz?
En otras palabras, ¿qué puedo hacer que me traiga felicidad y me mantenga feliz en la vida?[ii]
Decisiones Iniciales
Observe algunas de las primeras decisiones de Salomón:
“Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?” (Eclesiastés 2:1-2).
Con estas decisiones iniciales, Salomón pone algunas cosas a prueba. Experimenta para ver si puede lograr que siga la fiesta.
En el capítulo 1 probó la sabiduría del hombre y no duró mucho; de hecho, sólo añadió angustia a su mente y corazón. Así que, ahora, en el capítulo 2, Salomón recurre al entretenimiento o literalmente a la risa. Podemos entender este concepto como la «comedia». Él empieza a traer a los mejores comediantes del reino, a los bufones y maestros del entretenimiento, porque es hora de reírse de la vida, de no ser tan serio y estudioso todo el tiempo.
Pero observe que él llega a la conclusión de que la alegría y la risa son una locura. Esa es una palabra que tiene una connotación negativa, de algo perverso o moralmente malo.[iii]
En otras palabras, gran parte de comedia de la época de Salomón era como la comedia de nuestros días: subida de tono. De mal gusto. Era comedia sucia. Y nada de eso, concluye Salomón, le ayudó realmente a encontrar un significado o propósito duradero en la vida; sólo le hizo sentirse un poco más sucio.
Salomón escribió lo que hizo a continuación en el versículo 3:
“Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría (eso es sabiduría terrenal), con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida” (Eclesiastés 2:3).
Un teólogo escribe que Salomón abandona el club de la comedia y se dirige al bar en busca de satisfacción. Recurre, como mucha gente, a las sustancias para sobrellevar y adormecer el dolor de los problemas de la vida.[iv]
Como quedan pocos días de vida. La vida es tan corta y pasa tan rápido…
Que siga la fiesta
Sólo vives una vez
Y cuando has muerto, no hay más.
Así que siga la fiesta.
Unos tragos van a ayudar a que siga la diversión, aunque no dure mucho.
Ahora, no hay nada de malo en divertirse o reírse. Es medicina para el alma escribió Solomon. La comedia puede entretenernos, pero no puede liberarnos de lo que somos. Los buenos momentos pueden entretenernos, pero no pueden redimirnos. De hecho, aun cuando la comedia es buena, al final el espectáculo uno debe volver a la vida real.
Y la vida no es cosa de risa.[v]
Salomón está buscando alegría duradera en el lugar equivocado. Finalmente, llega a la conclusión de que estas decisiones iniciales no le han traído placer duradero, ni paz, ni alegría en la vida.
Obsesiones de Toda la Vida
A continuación, Salomón enumera lo que llamaremos sus obsesiones de toda la vida. Él resume 40 años de su carrera en los siguientes tres versículos:
“Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles” (Eclesiastés 2:4-6).
Al suroeste de Jerusalén, en un lugar poco visitado por los turistas, hay unas enormes cavidades en la tierra que todavía se conocen como “los estanques de Salomón” que él utilizaba para regar sus jardines privados.[vi]
El alcance de lo que hizo Salomón fue increíble. Quizás note que en este pasaje todo está en plural: casas, viñedos, jardines, parques, árboles y estanques.
Fred Olmsted, considerado el padre de la arquitectura paisajista, diseñó parques famosos como el “Central Park” de Nueva York y el “Collar de Esmeralda” de Boston. En la década de 1880, lo contactó el rico joven George Vanderbilt, y aceptó diseñar los jardines de la mansión Biltmore como su último proyecto. Hoy se puede pasear por hectáreas de jardines con cientos de arbustos ornamentales y hermosos árboles, estanques llenos de peces; 75.000 tulipanes que florecen en primavera y 2.000 rosas plantadas. Todo se ve exactamente igual que en los tiempos de Vanderbilt.
Me parece interesante que Salomón escogió las mismas palabras que aparecen en Génesis 2. Las palabras que usa Salomón para hacer y plantar, regar y jardín son las mismas palabras que aparecen en el relato de la Creación del Jardín del Edén.[vii]
Este era el hogar de Adán y Eva; era literalmente un paraíso y lo perdieron por causa del pecado. No piense que, porque Adán y Eva fueron perdonados, se olvidaron de cómo era el Jardín del Edén – que no lo echaron de menos.
Y hasta el día de hoy, todos anhelamos regresar a ese Paraíso. ¿Por qué queremos embellecer nuestros hogares con macetas, rosales, árboles frutales y estanques? Es el débil eco en nuestros corazones del Paraíso perdido; es el anhelo en nuestra alma de ver la creación restaurada. (Romanos 8). Es nuestra pequeña declaración de anticipación y fe, de que es allí donde nos dirigimos -como prometió Jesús – a ese glorioso cielo nuevo y tierra nueva (Apocalipsis 21).
Eso sí, tenga en cuenta, que nada de lo que Salomón está haciendo aquí es para beneficio de nadie más que de sí mismo. Él no está compartiendo su Paraíso. No se podían conseguir boletos para ver esos jardines. Estas grandes obras no eran públicas.[viii]
“Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles” (Eclesiastés 2:4-6).
Él escribe: eran para mí. Los hice para mí.
Por cierto, en este pasaje Salomón hablará de sí mismo unas treinta y nueve veces. Yo hice esto y lo otro para mí. Me hice tal o cual cosa para mí. Treinta y nueve veces nos dice: Esto se trata «de mí, para mí y lo mío».
Si alguien hablara así en el tercer grado, lo mandarían al rincón. Sería el niño que usted nunca querría tener cerca en el recreo. Esos serían sus juguetes, su patio de recreo, su barrio, su ciudad, su país, su mundo y usted no puede tener nada de eso.
Salomón deja claro que no va a compartir ni el mérito, ni la gloria, las ventajas ni los premios. ¿Por qué? Porque la gente centrada en sí misma no comparte la gloria con nadie… ni siquiera con Dios.
Estas son sus decisiones. Estas son sus obsesiones.
Posesiones Reales
Salomón continúa su lista de logros enumerando sus posesiones reales en el versículo 7.
Compré esclavos y esclavas, y tuve esclavos que nacieron en mi casa (Eclesiastés 2:7a).
Otros pasajes como 1 de Reyes 5, indican que Salomón tenía unos 30.000 hombres judíos reclutados para trabajar en sus proyectos de construcción.[ix] Salomón tenía esta enorme fuerza de trabajo para construir estos proyectos, gestionar sus operaciones diarias y desvivirse por él.[x]
Quizás se pregunte cómo alimentaba a todos sus trabajadores. Veamos lo que dice Eclesiastés al continuar leyendo la siguiente frase en el versículo 7:
Tenía también grandes posesiones de rebaños y manadas, más que todos los que habían estado antes de mí en Jerusalén(Eclesiastés 2:7b).
1 Reyes 4, nos informa de la cantidad de comida que Salomón preparaba cada día para alimentar a los trabajadores de su gobierno, a su personal doméstico, al personal agrícola y a los dirigentes:
Y la provisión de Salomón para cada día era de 200 litros de flor de harina, 400 litros de harina, diez bueyes gordos – no los flacos, sino los gordos – y veinte bueyes alimentados con pasto (1 Reyes 4:22).
Hoy en día, hay que comprar en una tienda de comestibles especial y pagar extra por la carne de vacuno alimentada con pasto o hierba. A estas vacas no se les daban hormonas o antibióticos – vivían en el campo – eran vacas extremadamente felices. Solomon alimentaba a su fuerza de trabajo con lo mejor de lo mejor. Y esa no era toda la carne que preparaba cada día:
Cien ovejas, además de ciervos, gacelas, corzos y aves cebadas. (1 Reyes 4:23).
Un estudioso del Antiguo Testamento calculó que se necesitarían entre 30.000 y 40.000 personas para consumir esa cantidad de comida cada día.[xi] En la corte de Salomón todos los días había banquetes.
Salomón lo controlaba todo, desde la industria y el comercio hasta la construcción y la agricultura.
Y ¿de dónde sacó todo su dinero? Mire el versículo 8:
También reuní para mí plata y oro y el tesoro de reyes y provincias. (Esto era una referencia al tributo de los reyes y reinos circundantes. Tenía suficiente dinero para comprar algo más que comida). Conseguí cantores, hombres y mujeres, y muchas concubinas, el deleite de los hijos del hombre (Eclesiastés 2:8).
De acuerdo con los relatos bíblicos, en la economía actual, Salomón ingresaba en sus arcas reales unos 1.800 millones de dólares al año. Y con esta cantidad, Salomón podía financiar sus fiestas, proyectos, su palacio y su harén de 1.000 mujeres.[xii]
Cuando la gente recorría el palacio, se quedaba sin aliento. Era la época dorada de la historia de Israel. Ese palacio estaba recubierto con mármol y oro, tenía puertas con incrustaciones de piedras preciosas procedentes de África, tenía especias de Arabia, escultores de madera y marfil de la India, techos de cedro del Líbano, magníficos trajes para sus asistentes y sirvientes. Como a la reina de Saba, su palacio y reino nos habría dejado sin aliento.[xiii]
Solomon ingresaba unos cinco millones de dólares al día; tenía dinero de sobra para comprar lo que quisiera. Todo le pertenecía. Cada noche en sus jardines meticulosamente cuidados, había otro concierto, otra fiesta bajo las estrellas y la banda cantaría un coro como este:
Que siga la fiesta
Sólo vives una vez
Y cuando has muerto, no hay más.
Entonces, que siga la fiesta.
Excusa Egoísta
En Eclesiastés 2, Salomón nos cuenta sus decisiones iniciales, sus obsesiones de toda la vida, sus posesiones reales y luego continúa escribiendo en su diario sobre su excusa egoísta. versículo 9:
Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría (Es decir, mantuve mi ingenio. Seguí investigando lo que estaba haciendo).
Versículo 10: No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. (Eclesiastés 2:9-10).
En otras palabras: «Trabajé duro y me lo merecía. Soy un ganador y esto es lo que hacen los ganadores ¿no lo sabía?
Y como tenía dinero para tirar, si algo tenía buen aspecto, había que tenerlo, así que lo compraba. Si algo sabía bien, había que probarlo, así que lo pedía. Si algo me hacía sentir bien, lo hacía hasta el cansancio. Además, me lo merecía».
Que siga la fiesta
Pero después de todo esto, Salomón sigue preguntándose: «Por qué sigo vacío?».
Confesión Sincera
Salomón sigue respondiendo a esta pregunta en el versículo 11:
Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol (Eclesiastés 2:11).
En la frase: Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos; el verbo hebreo traducido “miré” significa literalmente afrontar, enfrentarse a los hechos o incluso mirar a alguien a los ojos.[xiv]
En otras palabras, Salomón dice: «Aquí estoy al final de mi vida y ahora me enfrento a los hechos. Me miro a los ojos y afronto la realidad».
¿Cuál fue el resultado de todas sus decisiones? Ya hemos observado el significado de todas estas frases que dice a continuación en programas anteriores.
Él dice: “todo era…”
- Vanidad: algo inútil, breve, pasajero o sin sentido.
- Aflicción de espíritu o perseguir el viento: Intentar alcanzar la satisfacción en la vida es como tratar de atrapar el viento con una red – un esfuerzo inútil y frustrante.
- Sin provecho debajo del sol: No gana nada si su perspectiva se queda atascada aquí debajo del sol, en lugar de mirar hacia arriba, al Creador del sol, al Dios vivo y verdadero que reina más allá del sol.
Esta es la diferencia entre caminar por la vida aquí abajo del del sol, en lugar de caminar por la vida junto al Hijo de Dios.
Si recuerda, Salomón comenzó este capítulo decidido a disfrutar de la vida; pero, cuando adelantamos la película unos 40 años, encontramos que él admite que incluso con todo lo que logró y con todo lo que tenía, y todo lo que disfrutó, el placer nunca duró mucho tiempo después de que el coro dejó de cantar, y la banda se fue, y el harén se fue a dormir y todos sus amigos y sirvientes se fueron a sus casas. Una vez más Salomón confiesa: «Aquí estoy con las manos vacías y el corazón aún más vacío». Era como un hombre que se pasó la vida subiendo una escalera, sólo para llegar a la cima y descubrir que estaba apoyada en el muro equivocado.
Conclusión
Lo que podemos aprender de la autobiografía de uno de los líderes mundiales más poderosos, ricos e influyentes de su tiempo, es que, apartados de Dios, la búsqueda de nuestros propios deseos nos lleva al destino equivocado.
- Sin Dios, el destino no es la libertad, sino la esclavitud.
Salomón consiguió lo que deseaba, pero descubrió que sus deseos terminaron dominándolo. Usted no es dueño de sus posesiones, sus hábitos o su estilo de vida – Aparte de Dios, sus posesiones lo poseen a usted. Sus hábitos y estilo de vida se adueñan de usted. No es el dueño de sus deseos, es el esclavo de sus deseos.
- Sin Dios, el destino no es la felicidad, sino la amargura.
Benjamín Disraeli fue un político británico de hace unos cien años, que logró llevar a Gran Bretaña a una gran expansión territorial. Movió reinos enteros y tuvo una vida increíblemente poderosa e influyente. Al final de sus días escribió: «La juventud es un error; la mediana edad es una lucha, la vejez es arrepentimiento».
¡Eso suena muy parecido a Salomón!
- Sin Dios, el destino no es la satisfacción, sino el aburrimiento.
Conseguí lo que quería, pero no entiendo por qué lo olvido tan rápidamente. Pensé que esa compra me traería satisfacción, o esa casa, ese trabajo, ese vehículo, esa relación, ese hijo, ese ascenso, ese dinero, esa publicación, ese título, ese grado. Pensé que me daría una sensación de satisfacción; pero pareció desvanecerse en el aire.
Todo lo que tenía, al final, lo sumé honestamente y el resultado fue un gran CERO.
Sin Dios, la búsqueda de sus deseos no lo llevará al destino que realmente busca. Salomón está diciendo: «Escuchen: Sean sabios. Consideren el destino antes de comprar el boleto.[xv]
La verdad es que, según la Biblia, todos tenemos el boleto equivocado. Desde que nacimos, vamos en la dirección equivocada. Pero afortunadamente, tenemos la biografía de otro rey, el Rey Jesús; y Él lo tenía todo. Pero este Rey lo dio todo para salvarnos a usted y a mí.
La Biblia dice:
Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos (2 Corintios 8:9).
Pablo les escribió a los filipenses que Jesús, en la gloria del Cielo, no se aferró a su igualdad con el Padre, sino que se despojó de toda su Gloria, de todos sus privilegios, y vino a la tierra por una concepción milagrosa y creció hasta humillarse y morir en una cruz para pagar por nuestros pecados (Filipenses 2).
Y todos los que le reciben como su salvador, reciben el derecho de convertirse en hijos de Dios (Juan 1:12).
El problema del corazón humano – como el de Salomón – es que vamos en busca de cosas que podemos ver; pero nuestra necesidad más profunda no es visible, es invisible. En el 430 d.C., el teólogo Agustín escribió: «Nuestros corazones están inquietos hasta que encuentran su descanso en [Dios]».
Cuando usted viene a Él por fe, cuando pone su vida en Sus manos; en el momento en que recibe a Jesucristo como su Señor y Salvador, su corazón encuentra lo que le ha estado faltando y su destino cambia para siempre.
Y en ese nuevo destino:
- Hay un coro angelical que nunca dejará de cantar.
- Hay un palacio con calles de oro y muros de piedras preciosas.
- Hay jardines que florecerán con una belleza impresionante.
- Las celebraciones nunca terminarán.
- Y, en nuestros cuerpos perfeccionados y glorificados, la vida nunca volverá a ser aburrida, tediosa, dolorosa, problemática o insatisfactoria.
¿Que siga la fiesta? Oh esta aún no ha empezado. Un día, verdaderamente comenzará la fiesta… y seguirá, y seguirá, y seguirá para nunca acabar.
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[i] Let the Good Times Roll”, by B.B. King
[ii] Adapted from Ray C. Steadman, Is This All There is to Life? (Discovery House, 1999), p. 24
[iii] Philip Graham Ryken, Ecclesiastes (Crossway, 2010), p. 47
[iv] Quoted by Danny L. Akin and Jonathan Akin, Exalting Jesus in Ecclesiastes (Holman, 2016), p. 24
[v] Ryken, p. 47
[vi] Steadman, p. 27
[vii] Douglas Sean O’Donnell, Ecclesiastes (P & R Publishing, 2014), p. 46
[viii] Ryken, p. 49
[ix] Warren W. Wiersbe, Ecclesiastes: Be Satisfied (Victor Books, 1990), p. 35
[x] Adapted from Ryken, p. 49
[xi] Walter Kaiser Jr., Coping With Change: Ecclesiastes (Christian Focus, 2013), p. 81
[xii] Adapted from Ed Young, Been There. Done That. Now What? (Broadman & Holman, 1994), p. 42
[xiii] Adapted from David Jeremiah, Searching For Heaven on Earth (Integrity Publishers, 2004), p. 31
[xiv] Adapted from Michael A. Eaton, Tyndale Old Testament Commentaries: Ecclesiastes (IVP Academic, 1983), p. 80
[xv] Warren Wiersbe, Be Skillful: Proverbs (Victor, 1995), p. 49