Introducción
Hace poco leí la historia de una carrera de ciclismo que se hace cada año en un pueblo de la India, y que se ha convertido en toda una tradición para esta comunidad. Todos los competidores se alistan con sus bicicletas en la línea de partida, mientras la multitud se reúne para animar a su familiar o amigo. El oficial dispara su pistola al aire y comienza la carrera. En esta interesante tradición, las reglas no son las que uno esperaría. De hecho, en esta carrera son al revés. El objetivo es ver quién puede recorrer la menor distancia posible en el tiempo especificado. Los competidores son descalificados si pierden el equilibrio y sus pies tocan el suelo. El público enloquece a medida que los corredores avanzan apenas con lo justo para mantener sus bicicletas en equilibrio. Cuando se acaba el tiempo y suena el disparo final, los competidores que han llegado más lejos pierden, y la persona que ha recorrido la distancia más corta desde la línea de partida es la ganadora.
Ahora, imagine que viaja a la India y participa en esta carrera, sin entender cómo funciona. Cuando suena el disparo de partida, usted pedalea tan fuerte y rápido como puede. Pronto se queda sin aliento y suda, pero está tan feliz y emocionado, porque cuando al fin mira a su alrededor, no hay ningún otro corredor a la vista: los ha dejado en el polvo. Al parecer, esta gente de la India no es muy buena andando en bicicleta. Usted piensa: “Esto es fantástico, no voy a aflojar ahora, voy a pedalear más rápido… ¡Vamos, más lejos!”.
Entonces suena el disparo final y se emociona porque usted es el ganador indiscutido, cuando en realidad es el perdedor indiscutido, y esto porque no ha entendido las reglas de la carrera y la forma de ganar.[i]
El asunto nunca fue la velocidad o la distancia. Se trataba de equilibrio. Si lleva su Biblias a la línea de salida del capítulo 6 de Eclesiastés, verá cómo Salomón nos muestra a dos competidores, dos aspirantes al premio por así decirlo. Nos da una breve descripción del por qué cada competidor cree que está ganando la carrera, pero luego nos muestra por qué incuestionablemente ambos están perdiendo la carrera de la vida. Lea conmigo sólo el primer versículo. La carrera está a punto de comenzar.
“Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común (o gravoso) entre los hombres” (Eclesiastés 6:1).
En otras palabras, antes de que el oficial dispare su pistola para comenzar la carrera, Salomón nos dice que esta va a ser una historia trágica; va a ser un escenario que va a romperle el corazón. Esta es la idea detrás de la frase “hay un mal”. Este es la tragedia que Salomón ha visto una y otra vez en la carrera de la vida.
Ahora, fíjese en esto que escribe Salomón: y es muy común (o gravoso) sobre el hombre. En otras palabras, esto es algo muy doloroso de ver y experimentar. Es como una carga pesada. Salomón dice efectivamente: “Déjenme decirles lo que he presenciado en la carrera de la vida aquí debajo del sol. No es agradable”. Y con esa introducción, comienza la carrera.
El Competidor #1
A continuación, en el versículo 2 Salomón centra nuestra atención en el primer competidor de la carrera:
“Un hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea;” (Eclesiastés 6:2a).
Observe que, en la triple descripción de este hombre, se nos dice que tiene riquezas. Esto puede referirse a oro, plata, rebaños, casas, etc. También se nos dice que tiene bienes. Esta es una palabra hebrea diferente que describe una tremenda acumulación de posesiones. No sólo tiene oro y plata, rebaños, manadas y casas, tiene una tremenda acumulación de todo esto. En tercer lugar, Salomón escribe que este hombre tiene honor. Esta palabra que se refiere a la fama o el esplendor.[ii]
Aquí es donde esto se pone más interesante, porque todo esto suena muy similar a la vida de Salomón. ¿Quién tenía tantas riquezas, posesiones y fama como él? Muchos estudiosos del Antiguo Testamento creen que Salomón está incluyéndose en esta carrera, y simplemente está describiéndose como el primer competidor. Otra pista es el hecho de que solo hay otro lugar donde se encuentran estos tres sustantivos en la biblia describiendo a una persona. Es en 2 Crónicas 1:11- 12; donde Dios le dice a Salomón en un sueño que le iba a dar riquezas, posesiones y honor. Estos son los mismos tres sustantivos usados en Eclesiastés capítulo 6; de hecho, estos son los únicos pasajes en todo el Antiguo Testamento donde estas tres palabras aparecen en el mismo orden.[iii]
Salomón es un hombre con una riqueza increíble. Él ha acumulado una enorme cantidad de posesiones y su fama es conocida por todas partes; esta frase del versículo 2 describiría su vida: no le falta nada de todo lo que desea. Si Salomón lo quiere, Salomón lo consigue. No hay duda de que estos versículos lo describen. En esta carrera de la vida, él sería el tipo con la bicicleta hecha a medida, los mejores zapatos, el casco más aerodinámico, el traje más adecuado, y su botella de agua estaría hecha de oro macizo. Y está muy por delante de los demás. No cabe duda de que está ganando en la carrera de la vida.
No tan rápido. Salomón termina esta descripción al final del versículo 2 diciendo:
“…pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad…” (Eclesiastés 6:2b).
¡Esto es vanidad! ¡Esto no es ganar, esto es una vida vacía! El Tárgum, que es un comentario o paráfrasis del Antiguo Testamento hebreo en arameo, agrega aquí la siguiente frase: “Sin embargo, Dios no le da poder para disfrutar de ellos, a causa del pecado, sino que un extraño disfruta de ellos”.[iv] Aunque no podemos tomarnos ese tipo de libertad con el texto, ciertamente se ajusta al perfil.
Dios le ha dado a este hombre, posiblemente Salomón y a otros los dones de la riqueza, posesiones y honor, pero ya sea a través de una vida pecaminosa, incredulidad, orgullo, o egoísmo, sin una relación con Dios, la capacidad de disfrutar de cualquier cosa es realmente imposible.
Dios es, en última instancia, el dador de todo buen regalo. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre(Santiago 1:17). Si se acuerda de nuestro último estudio: las baterías que hacen que ese juguete realmente funcione para que sus hijos lo disfruten se venden por separado. Así también en la vida, la satisfacción se vende por separado.
Dios no sólo es el dador de cada regalo, es el que le da a usted el poder para disfrutar de esos regalos, quien los hace funcionar y ese poder viene a través de una relación con Él marcada por la obediencia, la comunión y la gratitud.
Salomón no estaba en comunión con Dios. No era obediente a Dios y ya no era agradecido. Tenía todos estos dones, pero no el poder de Dios para disfrutarlos. En cambio, se nos dice aquí en el versículo 2, que un extraño – un extranjero termina quedándose con todo.[v]
Salomón no nos dice quién es ese extranjero. Podría ser un ladrón, un gobernante conquistador extranjero. Salomón podía incluso estar pronosticando el futuro, al ver cómo su riqueza pasa a manos de su hijo insensato, que con toda probabilidad lo perdería todo, como finalmente ocurrió.
El punto es que Salomón dice en esencia que, aunque todo parece mostrar que está ganando la carrera, y está muy por delante de los demás, él se ha dado cuenta que está corriendo de manera equivocada. Se ha estado llenando de riquezas y posesiones, pero sin satisfacción ni alegría. No disfruta de nada.
Encontré un escrito anónimo que lo resume muy bien y dice:
El dinero puede comprar una almohada,
pero no la tranquilidad.
El dinero puede comprar entretenimiento,
pero no satisfacción.
El dinero puede comprar comida,
pero no un buen apetito.
El dinero puede comprar una casa,
pero no un hogar.
El dinero puede comprar estatus,
pero no salvación.
El dinero puede comprar un pasaporte para el mundo;
pero no para el Cielo.
El Competidor #2
Ahora volvamos a la carrera y observemos al segundo competidor en el versículo 3, sólo las primeras frases:
“Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos…” (Eclesiastés 6:3a).
Detengámonos allí por ahora. Para muchas personas en el mundo, este hombre es el verdadero ganador. Puede que no tenga dinero, pero tiene unos cien hijos. Salomón está escribiendo aquí una hipérbole – una exageración.[vi] El punto de esta exageración de Salomón es simple, este competidor quizás no tenga mucho dinero, pero mírelo – está rodeado de una enorme familia y vive lo suficiente como para ver a sus hijos, nietos y bisnietos también. Quizás por eso no tiene dinero; se le va en pañales, juguetes y en una furgoneta. Pero, en Oriente, ¡una familia es la definición del éxito!
Es evidente que este hombre está ganando la carrera de la vida. Pero entonces Salomón inserta esta frase inquietante y trágica – pero su alma no está satisfecha con las cosas buenas de la vida.
La palabra traducida buenas, es una palabra hebrea que significa apropiado, bello, adecuado, precioso y valioso. Hace referencia a aquellas cosas que son verdaderamente buenas en la vida. Este hombre evidentemente no estaba interesado en las mejores cosas, las cosas correctas o las cosas apropiadas en la vida. Su alma no se gozaba por las cosas justas. Quizás no era muy evidente para sus compañeros porque la palabra traducida alma, hace referencia a su vida interior – a su corazón, sus verdaderos sentimientos, sus verdaderas inclinaciones, sus verdaderos intereses o lo que realmente disfrutaba.[vii] En otras palabras, tiene un alma no redimida, no convertida, contaminada, pecaminosa. Tiene una gran familia, pero un corazón perverso. No tiene ningún deseo real por las cosas puras, santas, justas y apropiadas.
Gregorio, un antiguo líder de la iglesia, parafraseó este pasaje en el segundo siglo de la siguiente manera: “No hay bondad en su alma.”[viii]
En la intimidad de su hogar, está rodeado de sus hijos, estos buenos regalos; pero realmente no se preocupa por ellos. La implicación, es que tampoco tiene un interés genuino en amarlos, disciplinarlos o guiarlos. Tiene una familia enorme, pero no son más que símbolos de estatus. En realidad, sólo se preocupa por sí mismo.
Y quién es realmente se vuelve obvio con el tiempo para sus hijos y su familia debido al sorprendente desarrollo de eventos en el versículo 3:
“…si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él. Porque este en vano viene, y a las tinieblas va, y con tinieblas su nombre es cubierto. Además, no ha visto el sol, ni lo ha conocido; más reposo tiene este que aquel” (Eclesiastés 6:3b-5).
Salomón compara a un bebé que muere en el vientre materno, con la muerte de un hombre que tiene 100 hijos, y concluye que es mejor ser ese bebé que nace muerto, que este hombre que ha vivido una larga vida.
¿Por qué? Porque ese bebé no va a experimentar las dificultades de la vida debajo del sol. No conoce el dolor y el sufrimiento de la vida; de hecho, al morir va inmediatamente a la presencia de su Dios Creador e inmediatamente disfruta del honor y la gloria de Dios. Pero eso es otro sermón.
En contraste, este hombre rodeado de hijos experimenta la mayor deshonra imaginable – ni siquiera le da un entierro apropiado. Muere, literalmente, sin que nadie lo lamente.[ix]
La implicación es que ha sido un hombre admirado entre sus pares, sin duda envidiado por muchos. No cabe duda de que con una familia así era un hombre acomodado y probablemente famoso en su zona; de hecho, desde afuera, todo parecía estupendo; pero la realidad es que no amaba a Dios, ni a su familia, ni a las cosas buenas de la vida. Su familia llega a no quererlo, de hecho, lo detestan. Y su mujer tampoco lo quiere. Nadie llora en su funeral. Ni siquiera le hacen un funeral. Está enterrado en una tumba sin nombre en algún lugar.
Warren Wiersbe comenta sobre este texto, que su familia se ha limitado a preguntar cuándo morirá el anciano, y cuando finalmente muere, sólo les interesa leer su testamento.[x]
Por fuera, durante décadas, parecía que este hombre estaba ganando la carrera. Si las reglas de la carrera eran tener hijos, una familia numerosa, grandes reuniones familiares y fiestas de cumpleaños todos los fines de semana, este hombre llevaba tanta ventaja que nadie podía alcanzarlo. Pero ahí suena el disparo final y queda al descubierto que, después de todo, esas no eran las reglas de la carrera. No se trataba de cuántos hijos tenía, sino del ejemplo que les daba.
Piense, querido oyente, incluso si no tiene hijos, ¿ama y persigue las cosas buenas, las cosas puras, las cosas justas y las que dejaran un buen testimonio y un legado piadoso a los que le rodean? Ninguna de esas cosas le importaban a este hombre en la vida. Aquí está el punto: él fue deshonesto en su vida y fue deshonrado en su muerte. Salomón añade unas palabras finales sobre la vida de este competidor. Fíjese en el versículo 6:
“Porque si aquel viviere mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar?” (Eclesiastés 6:6).
El hombre más viejo que ha existido es Matusalén, que vivió 969 años (Génesis 5:27). Esto ocurrió en el principio, a pocos años de que Dios creara la tierra. Salomón básicamente dice, ¿y qué si este competidor de aquí es capaz de permanecer en la carrera el doble de tiempo que Matusalén, digamos unos 2000 años? La conclusión sigue siendo la misma: cuando suene la pistola, a menos que su corazón haya cambiado, ¿de qué sirve una larga vida con un corazón vacío?
Este es el punto de Salomón: usted puede vivir el doble de tiempo que cualquier otra persona, puede tener más hijos que cualquier otra persona y puede tener más dinero y posesiones que cualquier otra persona haya tenido; pero si no tiene una relación con Dios – si no teme al Señor – cuando la carrera termine, todo será en vano – inútil.[xi] Sin un corazón redimido y un caminar personal con Dios a través de Cristo, usted terminará como uno de estos competidores:
- El primer competidor en esta carrera tiene una enorme cuenta bancaria; pero no tiene gozo ni satisfacción en la vida.
- El segundo competidor tiene una familiar bella y grande; pero no ama lo que es bueno en la vida.
Y no lo pase por alto: ambos pedalean más rápido y más lejos que todos los demás. El mundo también los está animando y admirando: “Mira hasta dónde llegan en la vida!”
Conclusión
Escuche, querido oyente, las reglas para una vida que tenga verdadero significado son distintas. Son lo opuesto a lo que el mundo admira. No se trata de lo lejos o lo rápido que pueda pedalear, sino de lo bien que mantenga el equilibrio, balanceando las cosas que verdaderamente importan en la vida.
Entonces ¿por dónde se empieza? Se empieza con Jesús quien salva su alma, cambia su corazón y le da vida. Empieza con Jesús, luego camina con Él, le obedece, habla con Él, le sigue y agradece. Él es quien pone su vida en equilibrio.
El apóstol Pablo escribió: “…ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Es inútil tratar de añadir años a su vida a menos que añada vida a sus años.[xii] Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6); empiece con Él y equilibre su vida a través de Él. No viva un solo día sin Él.
Este fue el testimonio personal de un predicador que lo puso de esta manera:
En mi sed siempre he buscado
Una fuente de beber;
Y esperaba que esas aguas
Me calmaran mi honda sed
¡Aleluya!
Lo he encontrado, a Jesús,
quien me ama a mí.
Satisfecho me ha dejado;
por su sangre salvo fui.
Pobre fui, y las riquezas
Yo buscaba con afán;
Mas el mundo sus tristezas
Me ofreció en vez de pan.
Fuente viva de agua pura,
Pan de vida y todo aquí;
Y riqueza bien segura:
Jesucristo es para mí
¡Aleluya!
Lo he encontrado, a Jesús,
quien me ama a mí.
Satisfecho me ha dejado;
por su sangre salvo fui.[xiii]
Sin Cristo, la vida no tiene sentido. Es inútil. Es Vanidad. Sus años en esta tierra no tendrán satisfacción verdadera, a menos que añada vida – la vida eterna, de la fuente de vida – a Jesucristo – a sus años.
Así que venga a él hoy en fe pidiendo su regalo de salvación, y siga viniendo a él día a día, porque Él es la única fuente de satisfacción y vida
—
[i] Adapted from Leith Anderson’s sermon, “The Height of Humility” (9-12-99); citation: www.preachingtoday.com/illustrations/2000/june/12487.html
[ii] Adapted from John Phillips, Exploring Ecclesiastes (Kregel, 2019), p. 185
[iii] Tremper Longman III & David E. Garland, General Editors: The Expositor’s Bible Commentary: Vol. 6 (Zondervan, 2008), p. 310
[iv] Quoted in Jim Winter, Opening Up Ecclesiastes (Day One Publications, 2005), p. 85
[v] David A. Hubbard, The Preacher’s Commentary: Vol. 16 (Thomas Nelson, 1991), p. 151
[vi] Walter Kaiser, Jr. Coping With Change: Ecclesiastes (Christian Focus, 2019), p. 127
[vii] Adapted from Michael A. Eaton, Ecclesiastes (IVP Academic, 1983), p. 121
[viii] John Jarick, translator; Gregory Thaumaturgos Paraphrase of Ecclesiastes; 231 A.D. (Scholars Press, 1990), p. 141
[ix] Derek Kidner, The Message of Ecclesiastes (IVP Academic, 1976), p. 59
[x] Adapted from Warren W. Wiersbe, Ecclesiastes: Be Satisfied (Victor Books, 1990), p. 75
[xi] Adapted from David Jeremiah, Searching for Heaven on Earth (Integrity Publishers, 2004), p. 139
[xii] Adapted from Warren W. Wiersbe, quoted in Jim Winter, p. 87
[xiii] Clara Tear Williams, Satisfied (written in 1875)