Introducción
En su exitoso libro titulado “Mal de Altura”, el autor cuenta sobre una expedición a la cima del monte Everest en 1996.
Uno de los miembros de la expedición era una mujer japonesa de 46 años con un largo historial de logros como alpinista. Era muy conocida en su país natal.
Yasuko había escalado seis de las siete cumbres más famosas del mundo, que representan los puntos más altos de cada uno de los 7 continentes – hasta ahora, menos de 500 personas han escalado las 7 cumbres. A ella le quedaba una por conquistar: el Monte Everest.
Este había sido el objetivo de su vida. Mientras el equipo de expedición escalaba, ella se exigió mucho físicamente, llevándola incluso a pasar a todos los demás en la expedición y ponerse muy por delante en la fila. Ella no podía esperar a llegar a la cima de la montaña y finalmente lo logró junto con todo el equipo.
Más tarde ese mismo día, Yasuko y varios de los alpinistas se vieron atrapados por una súbita y enceguecedora tormenta. La temperatura bajó de pronto y los vientos helados soplaban sin piedad.
Habiendo gastado toda su energía para llegar a la cumbre, ya debilitada, ella sucumbió al agotamiento de la subida y murió congelada en la montaña.
Según su guía, su error fatal fue que se había equivocado de objetivo final. Lo que más quería era llegar a la cima del mundo y todo Japón aplaudió a su ciudadana ilustre cuando lo logró. Pero el guía dijo: “Este fue el objetivo equivocado, y un error común entre los escaladores”.
El guía dijo que: “El objetivo al escalar no es alcanzar la cima, llegar a lo más alto; el objetivo es regresar sano y salvo a casa”. Ella había ido en busca del objetivo equivocado en la vida.
Hoy continuamos estudiando el diario de la expedición del Rey Salomón. Él ha llegado a tales alturas que nos resulta difícil imaginarlas – desde los edificios, parques, jardines y palacios que construyó hasta la reputación mundial que tuvo por su sabiduría y esplendor, por no mencionar la riqueza que gozó – tanto que cada utensilio de su comedor estaba hecho de oro macizo.
¡Que asenso que experimentó hasta la cima de la vida!
Pero en algún punto del camino, empezó a desviarse. Comenzó a ir detrás de la meta equivocada. Se fue por el camino equivocado de la vida.
Ahora, ya siendo un anciano, después de entrar en razón – y creo que habiéndose arrepentido genuinamente, él escribe sobre su expedición. Él nos cuenta en qué punto se desvió del camino, porqué terminó perdiendo tanto y cómo podemos evitar caer en los mismos errores que cometió en su vida.
Volvamos a nuestro estudio del diario de Salomón que conocemos como el Libro de Eclesiastés. Estamos en el capítulo 6, donde los eruditos hebreos creen que es el punto central de su diario.
Es como si Salomón nos pidiera que nos sentemos durante el medio tiempo, para recordarnos del panorama general. Y va a hacer algunas afirmaciones contundentes. Lo he resumido en tres recordatorios, que necesitamos tener en mente a medida que escalamos, por así decirlo. Esto es lo que necesitamos saber para escalar la montaña de la vida y llegar al final sanos y salvos a casa.
Aquí está el primer recordatorio:
Recordatorio #1: Lo que ocurrió en el pasado, tomó lugar bajo la autoridad de Dios.
“A lo que existe, ya se le ha dado nombre”. Eclesiastés 6:10a
Aunque no se menciona a Dios específicamente, él está entre cada línea de este pasaje.
Salomón está diciendo esencialmente, que todo lo que ha sucedido a lo largo historia ha estado bajo la autoridad del Dios Creador.
Al principio de la historia humana, en el sexto día, Dios crea al primer hombre y le pone por nombre Adán (Génesis 2:7), demostrando Su autoridad sobre la humanidad.
Pero luego, si recuerda la historia, Dios trae todos los animales a Adán y le pide que les ponga nombres, mostrando así el derecho que Dios le había dado a Adán de gobernar sobre el reino animal (Génesis 2:19).
En el capítulo 1 de Génesis, Dios crea el universo y la Biblia nos dice que Él es quien le pone nombre a todo.
Se nos dice que “llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche.” (Génesis 1:5)
“llamó Dios a la expansión Cielos” (Génesis 1:8)
“llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares.” (Génesis 1:10)
Me parece irónico que nuestro mundo evolucionista, no puede evitar utilizar el vocabulario de Dios. Porque Dios le puso nombre al cielo, la tierra, el sol, la luna y las estrellas.
El profeta Isaías nos dice, que Dios creó las galaxias, los planetas, las estrellas y a cada una llama por su nombre (Isaías 40:26). ¡Son muchos nombres!
En la antigüedad, el acto de ponerle nombre a alguien o algo era un signo de autoridad o pertenencia. Aún hasta el día de hoy, si uno hace un invento o hace algún descubrimiento, tiene el derecho de ponerle el nombre.
Si recuerda, a Daniel y sus tres amigos hebreos, los llevaron a Babilonia donde Nabucodonosor les puso otros nombres. A Daniel le pusieron Beltsasar, a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego. Esto no era nada menos que una demostración de su autoridad sobre ellos.
En Génesis 17:5, Dios cambia el nombre de Abram por el de Abraham y el de Sarai por el de Sara; Dios cambiará el nombre de Jacob por el de Israel en Génesis 32:28.
Jesús le cambió el nombre al apóstol Simón. Le puso por nombre Pedro – ejerciendo así su señorío sobre la vida de este hombre (Juan 1:42).
Ahora aquí en Eclesiastés, Salomón usa este mismo concepto y nos dice, en otras palabras, que Dios le ha puesto nombre a todo – lo que existe ya ha sido nombrado por Dios. Gramaticalmente, a esto se lo conoce como un pasivo divino. Es decir, el verbo dar, que está en modo pasivo, no nos dice explícitamente quien es el que “da el nombre” pero el autor bíblico espera que uno reconozca que Dios se encuentra detrás de esa acción.
El punto es: Nada ha surgido, nada ha sucedido a lo largo de la historia para lo que Dios no tenga un nombre. ¿Por qué? Porque Él tiene autoridad sobre todo lo que ha sucedido.
¿Cree usted en esta verdad? ¿Confía en este recordatorio? ¿Hay momentos de su vida en los que ha visto claramente la autoridad de Dios sobre lo que le ha pasado?
Dios siempre estuvo en control. Puede descansar en que Dios tiene autoridad sobre todo lo que ha pasado en su vida. Nada se escapó de su soberana mano.
El segundo recordatorio es el siguiente:
Recordatorio #2: Lo que ocurre en el presente está bajo el cuidado soberano de Dios.
“…y se sabe que es el hombre y que no puede contender con Aquel que es más poderoso que él. Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Cual es la ventaja del hombre?” Eclesiastés 6:10b-11.
O sea, qué objeto tiene discutir con uno más fuerte que usted; y, en este caso, el que es más fuerte es también él que le puso su nombre a usted.
Dios no sólo le dio su nombre, sino que sabe todo en cuanto a usted y por lo que está pasando ahora mismo.
Usted puede discutir conmigo dice Dios, puede darme sus argumentos; pero lo que diga va a ser solo vanidad. Está discutiendo con alguien mucho más fuerte, mucho más superior.
- S. Lewis escribió, que discutir con Dios es discutir con Aquel que hizo posible que usted discuta.
¿Somos realmente capaces de discutir con Dios? ¿Qué sabemos nosotros de todo lo que ha ocurrido o está ocurriendo comparado con lo que Dios sabe?
¿Qué tan sabios creemos que somos?
¿Cómo vamos a discutir con Dios sobre lo qué está pasando en nuestra vida?
Salomón nos recuerda que, a pesar ser el hombre más sabio del planeta, no era nada comparado con el sabio y soberano Dios del universo.
En lugar de discutir con Dios, debería haberse rendido ante Él.
Querido oyente, ¿hay algún tema en su vida en el que a veces siente como si supiera más que Dios? ¿Qué, si usted estuviera a cargo, haría algo diferente en su vida o en el mundo?
Hace poco leí sobre un pastor, que escribió de lo chistoso que es a veces nuestro sentido de auto confianza e independencia. Ilustró este concepto escribiendo:
“Cuando planté una nueva iglesia, muy pronto me sentí abrumado por la presión y el estrés; semanas laborales de 70 horas y eventualmente muchas preocupaciones apremiantes junto con el insomnio. Cuando finalmente pudimos conseguir una casa y nos mudamos, había dejado el mueble más pesado para el final, era el escritorio de mi oficina.
Mientras empujaba y tiraba de ese escritorio con todas mis fuerzas, mi hijo de cuatro años se acercó y me preguntó si podía ayudarme. Yo sonreí y le dije: “Claro”. Y juntos empezamos a deslizar el escritorio por el suelo alfombrado de la sala. Empujaba, gruñía y se esforzaba mientras avanzábamos lentamente. Luego de unos minutos, mi hijo de cuatro años dejó de empujar, me miró y dijo: “Papá, estás estorbando mi camino”. Me quité y trató luego de empujar todo por sí mismo – y por supuesto, no se movió ni un centímetro.
Me di cuenta, entonces, que mi problema era que estaba manejando mi situación actual como mi hijo lo hacía con ese escritorio. Mientras luchaba, empujaba y tiraba de los desafíos de la vida, sentía que Dios no estaba ayudando en absoluto… de hecho, parecía estar en mi camino”.
Salomón lleva años poniendo a Dios a un lado; o, si volvemos a la analogía de un alpinista, dejó a Dios abajo en el campamento al pie de la montaña, mientras él se fue por su cuenta. Dios sólo lo iba a retrasar.
La buena noticia, es que Dios fue paciente en la vida de Salomón. Él no lo dejó solo. Pero, Salomón terminó pagando un alto precio por su rebeldía. Había perdido tanto de lo que realmente importa en la vida. Por eso estoy tan contento de verlo aquí, ahora, siendo ya un anciano y reconociendo que había estado persiguiendo el objetivo equivocado.
No se trataba de llegar a la cima de todos esos grandes logros. Era caminar con Dios y llegar sano y salvo a casa.
¿Cuál es su objetivo en la vida? ¿Qué cosas son prioridad? ¿Qué consume su tiempo y dinero? Espero que esté siguiendo el camino correcto. No se deje engañar como Salomón, sino que aprendamos de estas lecciones que nos ha dejado.
Salomón, ahora más maduro y sabio, moja su pluma en la tinta y anota otra sección en su diario de expedición – Este es su tercer recordatorio para nosotros:
Recordatorio #3: Lo que sucederá en el futuro, estará bajo el sabio control de Dios.
“Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?” Eclesiastés 6:12
Vamos a dividir este recordatorio en las dos preguntas que Salomón hace aquí. Son preguntas que él espera que respondamos con la única respuesta posible.
Pregunta #1: ¿Quién sabe lo que es mejor en esta vida?
Volvamos a la primera parte del versículo 12:
“Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra?” Eclesiastés 6:12a
¿Quién lo sabe? ¡Dios lo sabe!
Él lo creó todo y le puso su nombre, ordenó su vida y luego administró la historia hasta que lo plantó en medio de ella.
¿Quién sabe lo que es mejor en la vida durante el breve tiempo que pasamos aquí? ¿Quién tiene los mejores consejos para la vida?
Esta es la lucha que tenemos como padres cuando queremos darles buenos consejos a nuestros hijos. Una mamá le dice a su hija: “Ser popular no es la prioridad de la escuela secundaria”. Ella va a pensar que no la entiende. “Hijo, no es una buena idea tomar tus decisiones en cuanto a la universidad basado en el lugar dónde quiera ir a estudiar tu novia”. Y él piensa: “Mi padre conoce la realidad. ¿Qué va a saber él?”.
Salomón pregunta básicamente: “¿Qué sabe usted sobre la vida? ¿Qué cree que es lo mejor para su vida? Volvamos al principio: Dios lo hizo a usted, Él lo conoce, Él sabe todo en cuanto a la forma de escalar esa montaña – él mismo creó la montaña; Él es completamente consciente de lo que satisface y lo que no”.
¿Tiene usted más años que Dios?
Salomón pregunta: “Quién sabe lo que es bueno para el hombre mientras pasa esta breve vida como una sombra momentánea”. Tenga en cuenta que Salomón vivió de tal manera que los que lo conocieron, lo vieron o escucharon y habrían dicho de él categóricamente: “Salomón vivió una buena vida”.
¿En serio? ¿Cómo defines bueno?
¿Quién sabe qué es lo mejor en la vida? Dios lo sabe. Él es el más sabio consejero que jamás tendrá.
Pregunta #2: ¿Quién sabe lo que hay más allá de esta vida?
Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol? Eclesiastés 6:12b
¿Quién conoce el futuro? De nuevo la respuesta sólo puede ser: ¡Dios lo sabe!
Pero ¿no ha sido ésta la gran pregunta de la humanidad? ¿Cómo podemos conocer el futuro?
Remontándonos a la torre de Nimrod en Génesis capítulo 11, conocida como la torre de Babel, la humanidad desafiante construyó un imperio y la pieza central de este era una torre que llegaba hasta el cielo (Génesis 11:4). Es decir, la cima representaba los cielos, buscaba comunicarse con los cielos, tenía representaciones de estrellas y constelaciones.
Los arqueólogos han descubierto restos de una torre en esa región – una pirámide escalonada o zigurat – que era parte de un complejo de templos. Los árabes en la región incluso la apodaron la Torre de Nimrod. No sabemos con seguridad aún si son las ruinas originales de la torre o no.
Lo que sí sabemos es que, en la antigua Babilonia, Nimrod formalizó la adoración de las estrellas con la creencia de que pueden revelar e incluso influir en el futuro.
400 años antes del nacimiento de Cristo, el historiador Heródoto escribió que varias pirámides resaltaban en el paisaje, exhibiendo la cima bellos santuarios con azulejos brillantes y pintados con los signos del zodíaco creados originalmente por Nimrod.
De la Torre de Babel, la astrología pasó al antiguo Egipto con sus pirámides lisas, construidas en relación con las estrellas con una precisión matemática.
Su famosa esfinge, tenía cabeza de mujer y cuerpo de león; la mujer simbolizaba a Virgo el primer signo del zodiaco y el león a Leo que representa el último. La esfinge representaba el culto astral.
Hasta el día de hoy mucha gente le dice el signo con el que nació; millones de personas leen sus horóscopos creyendo que las estrellas influyen en sus vidas. Se ha convertido en parte del vocabulario del día a día.
Pero esto no es nuevo. Se remonta a los antiguos días de Génesis cuando las personas desafiaron a Dios y prefirieron adoraron a la creación antes que al creador.
Querido oyente, si usted niega a su Creador, ya no sabrá de dónde viene ni para dónde va.
Salomón dice: “¿Quién sabe lo que hay más allá de esta breve vida aquí debajo del sol?”
¿Quién lo sabe? ¡Dios lo sabe! Él conoce lo sucederá mañana, y el próximo año, y en un millón de años. Él no solo sabe perfectamente todo en cuanto al resto de su vida sobre esta tierra, pero también conoce cada detalle de lo que pasará con usted después.
Permítame leer una descripción de nuestro futuro, como creyentes, revelada por nuestro glorioso Dios Creador al apóstol Juan y registrada en el último libro de la Biblia.
Esto sucede al final de la historia humana como la conocemos – después de la tribulación y el Reino Milenial y el juicio final y luego de la destrucción de la tierra y el universo por fuego (como leemos en 2 Pedro 3).
Ahora Juan ve lo que sucede a continuación y cómo se desarrolla básicamente la eternidad:
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida” Apocalipsis 21:1-6
Esta es la Palabra de Dios en cuanto al futuro.
Querido oyente:
- La mejor manera de entender el pasado es confiar en el Señor, porque sabemos que él estuvo en control de lo que sucedió.
- La mejor manera de manejar el presente es caminar con el Señor, porque Él lo controla.
- La mejor manera de prepararse para el futuro es buscar al Señor, porque Él lo guiará un día hacia su destino eterno.
Por la fiel gracia y misericordia de Dios, usted, creyente, no sólo llegará a la cima de la vida, sino que llegará sano y salvo a casa.