Introducción
Hace poco un hombre me contó una historia sobre el holocausto, la encarcelación y asesinato de judíos en el campo de concentración de Auschwitz. Le comenté que la historia sonaba increíble y le pedí si la podía corroborar. Días después me llegó una copia de esa verificación enviada por un Rabino en Jerusalén.
Esta historia verídica ocurrió cerca del final de la guerra. Al igual que en todos los campos de concentración, no faltaba algún erudito judío. Una noche, diez de los eruditos más prominentes formaron una corte y llevaron a Dios a juicio.
¿Cómo era posible que Dios, que es absolutamente bueno, haya podido crear un infierno en la tierra como ese campo de concentración? Lo debatieron toda la noche, hasta que la corte dio el veredicto de, “culpable.”
Dios era le culpable por fallarle a su pueblo. Sin embargo, al finalizar la sesión, todos se pusieron a orar – incluso después de haber declarado culpable a Dios.
Que declaración de fe más impresionante fue que esos judíos siguieron orando a Dios, incluso cuando las torturas y las masacres continuaban. Sin embargo, pensé cuan trágico es que estaban orando a un Dios que, según ellos, los había abandonado.
Si alguna vez llegó a la conclusión que Dios lo abandonó, todo lo que tiene que hacer es abrir su Biblia en el libro de Esdras para darse cuenta de que Dios siempre está presente.
Las Profecías Cumplidas
En nuestro estudio de Esdras, capitulo 1, versículos 1 al 4, observamos varias profecías que Dios había cumplido.
- Isaías 44:28 – Dios conocía a Ciro antes que el naciera. Él lo conoce a usted también.
Unos doscientos años antes del nacimiento de Ciro, rey de Persia, Isaías profetizó en cuanto a él en el capítulo 44, versículo 28, donde leemos,
“…que dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado.”
El historiador Josefo nos dice que Ciro vio esta profecía de Isaías con su propio nombre y buscó cumplirla.
Dios conocía a Ciro por nombre antes de que naciera. ¿Sabe que es lo más maravilloso de eso? Que él conoce su nombre también. Él sabia adónde iba a nacer usted, adonde viviría, por cuanto tiempo. La pregunta es, ¿Está usted dispuesto a obedecer la palabra del Señor?
- Jeremías 25:12 –Dios no parece reaccionar ante el mal, pero finalmente juzga el pecado.
Jeremías profetizó también en el capítulo 25, versículos 12 y 13:
“Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre.Y traeré sobre aquella tierra todas mis palabras que he hablado contra ella, con todo lo que está escrito en este libro, profetizado por Jeremías contra todas las naciones.”
El principio es simple – Puede que parezca que Dios está ausente, pero al final, él juzgará el pecado.
- Jeremías 29:10-11 –Los planes de Dios para Su pueblo por lo general requieren dificultades, pero él quiere que avancemos.
Luego Jeremías capitulo 29, versículos 10 y 11 dice,
“Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar.Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
Los planes de Dios para Su pueblo por lo general involucran adversidad, pero Dios quiere que progresemos. El profetizó, por medio de Jeremías, a los cautivos en Babilonia, “Tengo un plan para ustedes. Los voy a traer de vuelta.”
- Daniel 5:17-30 –Dios siempre tiene a sus siervos en el lugar y tiempo apropiado para representar sus propósitos.
Finalmente, en Daniel capitulo 5, versículos 17 al 30, descubrimos que Dios había instalado a Daniel muy adentro del reino Babilónico. Dios lo hizo para que Daniel pudiera entregar su mensaje del juicio a Belsasar la misma noche que Ciro y sus tropas conquistaban la capital.
El principio en juego aquí es que Dios pone a sus siervos en el lugar adecuado y al momento apropiado para llevar a cabo sus propósitos. Dios sabe quién es usted, adonde se encuentra y por qué.
Hace poco un nuevo creyente me pregunto: ¿Por qué estoy aquí? La respuesta es, “Dios sabe.” Él conoce nuestro pasado y futuro; nuestro principio y fin; y quiere guiarnos a través del presente.
Esa frase en Daniel capitulo 7, “El Anciano de Días.” Esta reservada para Dios. Hace un énfasis especial en la pre-existencia de Dios. Él es el anciano de días. Él estaba antes que existieran los días. Él precede el tiempo ya que Él lo creo.
Un gran himno escrito en los 1800s por Walter Chalmers Smith usa este término y dice:
Al Dios invisible, al rey inmortal
que habita en la altura y en la santidad;
Anciano de días, Señor sin igual,
rendimos honores con sinceridad.
Cuando Dios comienza algo, lo termina. Y lo que más seguridad nos da es saber que Él sabe cómo terminarlo. Él es el Anciano de Días. Dios no lo ha dejado solo. Él es fiel a su palabra. Sus planes no pueden frustrarse, como paso con Babilonia.
Filipenses, capitulo 1, versículo 6 nos dice,
“…que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”
El Edicto de Ciro
Ahora, leamos nuevamente el edicto del rey Ciro en Esdras, capitulo 1, versículo 3,
“Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén.”
Esto no es nada menos que la supremacía de Dios revelada. En su artículo titulado: “La obra maestra de Dios” Chuck Swindoll escribe:
Cuan grande es la soberanía de Dios. Aquí tenemos a un rey pagano que acaba de heredar unos tres millones de judíos cautivos de su predecesor. A esta altura, estos judíos tenían hogares, habían abierto negocios y se habían injertado a la sociedad. Estos Hebreos representaban una gran parte de la fuerza laboral de Persia, al igual que un alto número de ingresos impositivos para la economía, sin embargo, Ciro les dice, “Regresen a casa; reconstruyan.”
Ciro no está a cargo. Dios lo está.
Dios, no solo obro en el corazón de Ciro, sino que estaba obrando en otros corazones. Fíjese en los versículos 5 y 6 de Esdras 1.
“Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén. 6Y todos los que estaban en sus alrededores les ayudaron con plata y oro, con bienes y ganado, y con cosas preciosas, además de todo lo que se ofreció voluntariamente.”
Uno casi puede sentir el ánimo entre la gente. De hecho, aún Ciro hace una donación. Mire lo que sucede en los versículos 7 al 11:
“Y el rey Ciro sacó los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén, y los había puesto en la casa de sus dioses. 8Los sacó, pues, Ciro rey de Persia, por mano de Mitrídates tesorero, el cual los dio por cuenta a Sesbasar príncipe de Judá. 9Y esta es la cuenta de ellos: treinta tazones de oro, mil tazones de plata, veintinueve cuchillos, 10treinta tazas de oro, otras cuatrocientas diez tazas de plata, y otros mil utensilios. 11Todos los utensilios de oro y de plata eran cinco mil cuatrocientos. Todos los hizo llevar Sesbasar con los que subieron del cautiverio de Babilonia a Jerusalén.”
¿Por qué Ciro daría esta riqueza? Porque el versículo 1 nos dice que Jehová despertó el espíritu de Ciro. Es como lo que dice Salomón en Proverbios 21:1.
“Como los repartimientos de las aguas, Así está el corazón del rey en la mano de Jehová; A todo lo que quiere lo inclina.”
Aquí vemos a un rey pagano dándole a sus cautivos oro, plata y todo lo que necesitaban para reconstruir el templo. Esto era algo sin precedentes. Totalmente inesperado. Era todo un milagro.
Dios iba a cumplir con su palabra. Él no abandonaría a su pueblo.
Dios esperó setenta años. Es posible calcular estos setenta años de dos formas.
- La primera es desde el 605 a.C., con la primera ola de deportación hasta que se reconstruyó el altar en el año 535 a.C.
- La segunda es desde la destrucción del templo en el 586 a.C. hasta que fue reconstruido en el año 516 a.C.
De cualquier forma, tenemos setenta años.
La Perspectiva Revelada
Sin embargo, en medio de este emocionante recuento de la fidelidad de Dios, cumpliendo sus promesas y actuando de maneras extraordinarias en favor de su pueblo, que descubrimos algunos indicios de que las cosas no están tan bien como parecen. Hay que ver bien los detalles de Esdras capítulo 2, para notarlo. Después de luchar con la pronunciación de todos esos nombres que ve allí, al final del versículo 67, leemos que menos de 50.000 judíos querían regresar.
El anuncio se había proclamado a más de tres millones de judíos, “Pueden regresar a casa. Están en libertad para volver a Jerusalén; libres para reconstruir su vida nacional y la adoración en el Templo. ¡Pueden regresar a casa!”
Y de esos tres millones de judíos, solo 50.000 dicen, “Queremos volver a casa.” El resto dijeron, “Preferimos Babilonia.”
El libro de Esdras no lo dice, pero estoy seguro de que ese fue un día muy alborotado. Mucha tensión y grandes emociones a flor de piel se debe haber sentido cuando cada uno tomaba su decisión y se descubría que la mayoría de la nación que prefería quedarse.
Permítame decirle a modo de aplicación que la mayoría de los problemas en la iglesia se pueden resumir en las palabras de Santiago 1:8, “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.”
Creyentes que dicen, “Creo en Dios, pero prefiero Babilonia.”
- “Creo en Dios, pero no quiero poner en riesgo mi trabajo o reputación por decirlo.”
- “Creo en Dios, pero voy a mentir si es necesario para no perder ese contrato.”
- “Creo en Dios, pero no quiero ofrendar; quiero usar mi dinero en mí y en mi familia.”
- “Creo en Dios, pero voy a permitirme tener intimidad con mi novio, porque no quiero perderlo.”
- “Creo en Dios, pero voy a quedarme callado en cuanto a mi cristianismo. No quiero perder a mis amigos.”
- “Creo en Dios, pero prefiero Babilonia.”
Dos fracasos
¿Cómo pudo una generación entera tomar esta decisión? Una generación que nació en el cautiverio y ahora tenía treinta, cuarenta, cincuenta años.
Bueno, durante este tiempo de cautiverio, mientras los judíos estaban lejos de su tierra, fracasaron en dos áreas críticas.
- No trasmitieron la importancia de la adoración
En primer lugar, ellos transmitieron a la otra generación su linaje familiar, pero fracasaron en transmitir la importancia de la adoración.
El capítulo 1, versículo 5, y todo el capítulo 2 nos indica que mantuvieron los registros y cada uno sabia quiénes eran sus padres y abuelos, y a que tribu pertenecían. Mantenían esos registros como una declaración de su unidad nacional y su confianza de que un día, regresarían a su tierra natal.
Se necesitan sacerdotes para ofrecer los sacrificios. Así que se aseguraban de saber quiénes eran. Cada tribu tenía cierta porción de tierra adonde habitar. Así que se aseguraban de saber exactamente dónde iba a vivir.
“Todos sabemos a qué tribu pertenecemos. Todos sabemos en cuanto a Jerusalén. Conocemos las historias de lo que hizo Dios en la ciudad santa. Un día regresaremos – esperen y vean. Un día vamos a regresar a nuestra tierra.
¡Un momento! ¿Quieren que nos vayamos ahora? Eh, quizás después. No es conveniente por ahora.
Si preguntara ¿Cuántos quieren vivir para Cristo? Estoy seguro de que casi todos levantarían la mano. Pero si pregunto, ¿Cuantos están dispuestos a vivir para Él hoy – ya sea en su negocio, en la universidad, en el taller? ¿Cuántos están dispuestos a servirle? Muchos mirarían hacia abajo.
Si bien los judíos habían mantenido su identidad, habían perdido su propósito. Su historia nacional no significaba nada en Babilonia. El sistema de tribus estaba diseñado para que el centro fuera Jerusalén y que el Templo los representara.
Pero encontramos a una generación entera de judíos que nunca han visto a Jerusalén y nunca han adorado en el Templo. Nunca han adorado a Dios en la ciudad santa, en el templo que ahora permanece en ruinas.
Y sus padres se habían acostumbrado a Babilonia. Los registros persas de esos tiempos nos dicen que los judíos tenían libertad para hacer negocios y comenzar sus propios emprendimientos. Muchos de ellos habían logrado generar bastante dinero.
No hay nada malo con ganar bastante dinero. Pero ahora, ellos tenían la opción de quedarse adonde estaban cómodos, o viajar más de mil seiscientos kilómetros, con cuarenta o cincuenta años, para llegar a un lugar lleno de escombros y comenzar todo de cero.
Así que escogieron las comodidades del cautiverio… y sus hijos, ya grandes, siguieron su ejemplo. No podemos impartirles algo a nuestros hijos que nosotros mismos no tenemos. ¿Cómo iban transmitir un deseo adorar a Dios en Jerusalén cuando estaban satisfechos en Babilonia?
Así que, en primer lugar, les habían comunicado a sus hijos en cuanto a el linaje familiar, pero no en cuanto a la adoración.
- Había una desconexión entre lo que creían y la forma en que vivían.
En segundo lugar, ellos fracasaron porque había una desconexión entre lo que creían y la forma en que vivían.
Me imagino entrevistando a un Israelita en las calles de Babilonia en aquel entonces. La primera pregunta habría sido, ¿Cree en el Dios de Israel?
“Si, seguro.”
¿Cree que Israel es el lugar diseñado por Dios para que habite Su pueblo?
“Por supuesto.”
¿Cree que a Dios le gustaría que se reconstruya Su Templo y se reanude la adoración?
“Sin duda.”
Bueno, ¿está usted dispuesto a regresar y cumplir Sus deseos?
“¿Yo? Ah no, yo no.”
Hace poco se encuestó a cristianos de diferentes denominaciones y los resultados fueron muy similares. Se encontró la misma desconexión. De todos los encuestados, solo el treinta y dos por ciento creía que su fe tenía algo que ver con la forma en que vivían sus vidas. En otras palabras, sesenta y ocho por ciento de los que dicen ser creyentes habían llegado a la conclusión que lo que ellos creían no tenía nada que ver con su forma de vida.
¿Está usted infectado con este pensamiento?
Permítame leerle una interesante reflexión que me enviaron por correo:
Es interesante cuan lento pasa el tiempo cuando sirve a Dios por una hora, pero cuan rápido pasa cuando juega un partido con amigos.
Es interesante cuan largas se hacen un par de horas en la iglesia, pero cuan rápido pasan al mirar una película.
Es interesante ver cuan grande parece un billete de veinte dólares en la bolsa de las ofrendas, pero cuan insignificante se hace al ir de paseo al centro comercial.
Es interesante cuán difícil es leer un capítulo de la Biblia, pero cuan fácil es leer varias páginas en Internet.
Es interesante como nos creemos lo que escuchamos en las noticias o en las aulas de la universidad, pero cuestionamos lo que dice la Biblia.
Es interesante ver como necesitamos dos semanas de anticipación para acomodar un evento de la Iglesia en nuestra agenda, pero podemos ajustar cualquier horario para un evento social a último momento.
Interesante ver como no se nos ocurre que decir al orar, pero podemos hablar por horas con un amigo.
Un creyente no solo es alguien que cree la verdad, sino que también está dispuesto a vivirla.
Entonces, la emoción al leer Esdras, capitulo 1, queda ensombrecida por la elección de tantos judíos de quedarse en Babilonia. Para sus antepasados, Jerusalén había sido una forma de vida. Para ellos, solo era un montón de escombros.
La frase clave se encuentra en el versículo 5,
“Entonces se levantaron… todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová…”
Usted dirá que Dios no despertó el espíritu de todos para que regresaran. Esta en lo cierto. Dios es el iniciador; el motivador. Aun así, no podemos dejar de lado la responsabilidad del creyente.
Si usted lee su Biblia, encontrara el misterio de la iniciación divina y la cooperación humana. Y también vera que cada creyente va a rendir cuentas ante Dios por lo que se rehúse a hacer. Tal como nos dice Santiago 4:17,
“y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.”
¿Qué está escogiendo hacer hoy?
Conclusión
Recuerdo haber escuchado una historia, hace algunos años, de dos jóvenes que eran cantantes muy talentosos. Uno era tenor y el otro era barítono. Ambos eran creyentes y estaban trabajando en un programa de radio, cantando canciones cristianas.
Después de un tiempo, las empresas discográficas seculares los descubrieron y les ofrecieron tentadores contratos. Uno de ellos dijo que si, y le dio la espalda a la obra de Dios. El otro hombre dijo que no, ya que quería usar su voz para cantar de Su Señor y Salvador.
El hombre que escogió Babilonia quedó olvidado en la historia. Pero el que escogió cantar para Cristo terminó cantado frente a millones de personas por todo el mundo. Su nombre fue George Beverly Shea, y acompañó al evangelista Billy Graham por casi sesenta años.
El escribió la letra de un himno que llegó a ser muy querido por la iglesia – y creo que describe muy bien su decisión. Se titula, prefiero a mi Cristo. Y dice lo siguiente:
Prefiero a mi Cristo a la plata y el oro;
prefiero ser suyo a riquezas sin fin;
Prefiero a mi Cristo a casas y tierras;
Prefiero ser guiado por su mano horadada.
Prefiero a mi Cristo a los aplausos del hombre;
Prefiero ser fiel a Su preciosa causa;
Prefiero a mi Cristo antes que la fama de este mundo;
Prefiero ser fiel a Su santo nombre.
Lo prefiero antes que ser el rey de un gran reino.
y ser cautivo de la tentación a pecar
Prefiero tener a Cristo antes que cualquier cosa
que este mundo me pueda dar.
Estos judíos, en efecto, habían cantado por años, “Prefiero a mi Dios.” Pero cuando llego el tiempo de actuar, empezaron a cantar “Prefiero a Babilonia.”
Pero estuvieron aquellos que siguieron la voluntad de Dios y cantaron: “voy a dejar Babilonia”. De ellos trata este libro de Esdras… y esa cualidad de ellos le invito hoy a imitar.
Que con ellos pueda decir: “Prefiero seguir a mi Dios… Hoy voy a seguirlo a Él”.