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Confesiones verdaderas – parte 1

Vivimos en una sociedad llena de culpa con una necesidad urgente de perdón. Sin embargo, no pueden experimentar el perdón, porque no saben cómo confesar de verdad. En este estudio comenzamos a descubrir los ingredientes necesarios para una verdadera confesión que trae perdón, libertad, y una relación vibrante con Dios.
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Introducción

Estaba esperando mi turno en la caja del supermercado, rodeado caramelos y revistas sobre la farándula y el espectáculo… cuando me di cuenta de que la mayoría de los titulares tenía la palabra “confesión”. Decían cosas como “Fulano confiesa un amorío secreto; Mengano confiesa abuso; tal persona confiesa vivir una doble vida etc.”

Estas personas, y otros como ellos, que contratan periodistas para escribir sobre sus hechos inmorales e infidelidades, no están interesados en confesar, están interesados en cobrar grandes sumas de dinero. Es más, cuando una persona le confiesa algo a un psicólogo, no es porque busca perdón, sino porque quiere sentirse mejor, quiere quitarse ese peso de encima al decírselo a alguien que no está involucrado en el asunto y no va a juzgarlo tampoco.

Vivimos en una sociedad llena de culpa con una necesidad urgente de perdón. Sin embargo, no pueden experimentar el perdón, porque no saben cómo confesar de verdad.

Leí de dos compañías que están aprovechándose de la culpa de las personas para ganar dinero. Una de ella, le cobra un arancel modesto para que usted se comunique por teléfono y confiese lo que quiera. Otra compañía ofrece un servicio único. Envía a una persona confesar o pedir disculpas a quien usted quiera de su parte.

También leí en cuanto a un sacerdote bastante emprendedor que desarrolló una página en Internet donde la gente puede confesarse sin salir de la comodidad de su hogar.

La verdad en cuanto a la verdadera confesión es que no puede hacerse a través de Internet, no puede hacerse por medio de otra persona, tampoco puede hacerse por teléfono y menos a alguien que usted ni siquiera conoce.

Entonces, ¿Cómo es la verdadera confesión bíblica? ¿Cómo funciona? ¿Qué dice? ¿Cómo se siente? ¿Qué cambios hay a causa de la confesión? ¿Para que necesitamos confesar si Dios ya sabe lo que hicimos?

Me gustaría comenzar nuestro estudio leyendo la siguiente definición de confesión. La formulé buscando incluir cada faceta de la confesión bíblica.

Confesión: simplemente admitir infidelidad a Dios por medio de pensamientos o acciones pecaminosas específicas. Estar totalmente de acuerdo con el punto de vista divino en cuanto a sus acciones y pensamientos considerándolos inexcusables. Aceptar humildemente las consecuencias de esos pensamientos u acciones. Actuar diligentemente en fidelidad hacia nuestro Dios compasivo.

Querido oyente, esa es una verdadera confesión. ¿Cómo lo sé? Porque lo podemos ver claramente en la Escritura.

Contexto

Hoy vamos a estudiar un ejemplo de esto en el libro de Esdras. Esdras va a presentar un modelo de confesión verdadera, no solo a su generación, sino a cada generación de creyentes.

Comencemos leyendo Esdras 9:1-2:

Acabadas estas cosas, los príncipes vinieron a mí, diciendo: El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras, de los cananeos, heteos, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos, y hacen conforme a sus abominaciones. 2Porque han tomado de las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo ha sido mezclado con los pueblos de las tierras; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado.”

Su pecado fue que se mezclaron con las naciones paganas a través de casamientos. Pero este es un problema mucho más grande que el casamiento entre un creyente un una inconversa – o viceversa. No es simplemente un problema personal, donde el creyente va a sufrir, al menos, la división espiritual en su hogar, o su eventual alejamiento del Señor. Esta es una amenaza nacional. Estos casamientos atentaban contra las promesas de Dios para esta, que debía ser una nación santa – atentaba contra los propósitos Dios para ellos.

Dios llamó a Israel una nación santa, no porque pecaban menos que los demás. Dios los escogió y separó – es decir, los santificó – para hacer Su voluntad. Era una nación separada para un propósito, una nación santa. Esta nación debía permanecer pura espiritualmente y como nación. No podían mezclarse y diluirse entre otras naciones, perdiendo su identidad y distintivos. ¿Por qué? Porque Dios prometió que sería por medio de la nación de Israel que “…serán benditas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3)

¿Y eso sucedió? ¡Si! Por medio de la nación judía, el mundo ha recibido estas tres cosas:

  1. El conocimiento del Dios vivo y verdadero,
  2. Las Escrituras – usted tiene una Biblia, inspirada por Dios por medio de escritores judíos,
  3. Y por sobre todo, de la tribu de Judá, nació un niño, del linaje del Rey David, cuyo nombre es Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda bendición espiritual.

Dios había sido absolutamente claro con su pueblo sobre este tema. En Deuteronomio 7:1-4, Dios dijo en su ley: Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia. Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto.

Así que haberse mezclado y casado con las naciones paganas viola la ley de Dios, amenaza los planes de Dios, y también amenaza el bienestar del pueblo que ahora está expuesto y vulnerable a la idolatría. Malaquías nos informa que muchos de estos hombres Judíos se divorciaron para casarse con mujeres paganas. Ellos, al igual que Salomón, estaban haciendo transigencias espirituales, abandonando los principios y estatutos de Dios y metiéndose por completo en el pecado y la idolatría.

Si se fija en la última parte del versículo 2, se dará cuenta del peligro de esta influencia impía. Leemos que, “…la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado.”

Esto nos dice que los líderes de la nación se habían corrompido. Probablemente, su motivación principal fue formar alianzas políticas, buscar protección de otras naciones ya que Jerusalén estaba en una situación tan vulnerable, sin muros y con tan poca fortaleza militar. Quizás fue simplemente lujuria y deseos pecaminosos. Cualquiera haya sido la motivación inicial, su influencia malvada como líderes abrió las puertas a la inmoralidad y la idolatría en todo el pueblo. Hay mucho pecado en Jerusalén.

Los Ingredientes de una Verdadera Confesión

Es en este punto de la historia que vemos un ejemplo de verdadera confesión. Cuando Dios quiere enseñarnos una verdad profunda, por lo general nos provee una ilustración, un ejemplo para seguir. No solo nos da instrucciones, sino que describe la verdad para que podamos entenderla mejor y ponerla en práctica con prontitud. Dios nos pone a Esdras como ilustración. En su vida, vemos los ingredientes de una verdadera confesión.

  1. Admisión

La primera palabra que quiero presentarle – el primer ingrediente que encontramos aquí es “admisión.”

Leamos los versículos 3 y 4,

“Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo. 4Y se me juntaron todos los que temían las palabras del Dios de Israel, a causa de la prevaricación de los del cautiverio; mas yo estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde.”

Fíjese en la última frase del versículo 6, para ver la manera en que Esdras describe a este pecado.

“…porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo.”

Lo que caracteriza a la confesión falsa es minimizar el pecado. “Señor, sé que hice esto y lo otro, pero todo el mundo lo hace. Señor, tú sabes la pequeña mentirita blanca que dije – lo siento por eso. Señor, perdóname por hacer las cosas un poco mal últimamente.” Eso es una confesión falsa.

Por el contrario, Esdras dice en esta confesión verdadera, “Señor, nuestra culpa ha crecido y se ha convertido en esta gran montaña que alcanza los cielos. Es pecado tras pecado, crimen tras crimen, abominación tras abominación, perversión tras perversión. Somos culpables de este gigantesco montón de pecados.”

Él lo llama de la manera que Dios lo hace. Él llama al pecado por su nombre. Le recuerdo la definición de confesión que vimos en un principio:

simplemente admitir infidelidad a Dios por medio de pensamientos o acciones pecaminosas específicas. Estar totalmente de acuerdo con el punto de vista divino en cuanto a sus acciones y pensamientos considerándolos inexcusables.”

La verdadera confesión admite el pecado. Deja al desnudo, delante de Dios, las acciones pecaminosas y, por sobre todo, su corazón pecaminoso. Expone los motivos en vez de cubrirlos… y los llama por su nombre.

Continuemos en el versículo 7,

Desde los días de nuestros padres hasta este día hemos vivido en gran pecado; y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en manos de los reyes de las tierras, a espada, a cautiverio, a robo, y a vergüenza que cubre nuestro rostro, como hoy día.”

Hay tres palabras en este versículo que nos ayudan a descubrir lo que significa admitir el pecado: vergüenza, iniquidades y pecado (o culpa).

Hace poco un hombre me contó de una experiencia que tuvo al estar de pie en la corte por una infracción de tránsito. Si bien solo era una infracción por ir a exceso de velocidad, me dijo que se sintió muy temeroso y bajo gran convicción cuando el Juez se levantó y dijo la palabra, ‘culpable.’

La confesión dice, “Señor, soy culpable.”

¿Cuándo fue la última vez que escucho decir a alguien ‘Soy culpable’?  La verdad es que aprendemos desde una temprana edad a evitar admitir nuestra culpa. ¿No es así?

Como una niña de seis años que solía mentir seguido. Sus padres le habían comprado un perro San Bernardo para su cumpleaños. En muy poco tiempo ella les dijo a sus vecinos que le habían regalado un león. Su madre se la llevó para hablarle en privado y le dijo, ‘te dije que no mintieras. Ahora, quiero que vayas a tu cuarto y le pidas perdón al Señor y le prometas que no vas a mentir de nuevo.’ La niña se fue a su cuarto y oró. Luego regresó y su madre le pregunto, ¿Le dijiste a Dios lo que hiciste?

La niña respondió, “Si mamá. Y Dios me respondió que a veces hasta él confunde a mi perro con un león.”

La verdadera confesión no racionaliza al pecado, no lo niega, no lo minimiza, no busca excusas ¡y no niega su existencia! La verdadera confesión lo admite.

Pero hay un segundo elemento de una verdadera confesión.

  • Rechazo

No solo hay admisión del pecado, sino que también rechazo. La persona debe sentir rechazo, aversión, repugnancia por el pecado.

Fíjese en la respuesta de Esdras, tanto en el versículo 3, como en el 4,

“Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo…y estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde.”

La palabra hebrea traducida aquí como ‘angustiado’ significa “horrorizado; impactado por el pecado.”

Todos los demás lo aceptaban. Nadie más estaba rasgando sus vestiduras o arrancándose los pelos de la barba. Seguro, alguno que otro estaba enojado, pero solo Esdras estaba angustiado, indignado por ello.

¿Por qué? Porque ellos, durante toda una generación, lo habían permitido, lo habían tolerado y habían puesto excusas. Permitieron que sus hijos se casaran con las vecinas heteas y ferezeas. Quizás dijeron, “la verdad es que nos unas chicas muy buenas, solo que tienen otros dioses. Pero una vez que se casaron, los extranjeros trajeron a sus ídolos diciendo, ‘no es la gran cosa, tranquilos, si no pasa nada.’

Querido oyente, el primer paso para volverse insensible al pecado en su propia vida se toma cuando ya no le inquieta el pecado en la vida de otro.

Después de tanta violencia en las escuelas y aún tiroteos, los expertos finalmente han decidido examinar su conexión con las películas y los videojuegos violentos; y efectivamente, los porcentajes se multiplican. Toda esa exposición hace que la persona se acostumbre y quede insensible ante el dolor, sufrimiento y violencia que ve… además de aprender a hacerlo él mismo. Los psicólogos y expertos han rastreado asesinatos en la vida real a la exposición a los asesinatos y muertes en películas y videojuegos. Observar violencia prepara el escenario para ponerla en práctica.

Y seguro que muchos padres y gente mayor diría, “Si, estos jóvenes, se ponen a ver películas violentas, video juegos y música violenta. No me sorprende que se comporten así.”

Pero ¿Cuándo van a aplicar los adultos los mismos principios que predican a su propia música, películas y entretenimiento? El pecado ya no nos sorprende; de hecho, aceptamos que aparezca y se celebre delante de nuestros propios ojos. ¿Cómo esperamos enseñarle otra cosa a la próxima generación?  Si en el mundo de los adultos le damos premios Oscar a los promiscuos y adúlteros.

Décadas atrás, las series de televisión prohibían que hasta una pareja de casados apareciera en una misma cama. Ponían dos camas individuales separadas por una mesita de luz. Pero ahora somos más sofisticados ¿no? No, somos más pecadores. Cada día se empujan los límites un poco más. Cada vez menos censura y modestia en el nombre de la libertad artística y de expresión.

Escuche hablar a Jeremías en el capítulo 8, versículo 12,

“¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado en lo más mínimo, ni supieron avergonzarse…”

Insensibles al pecado. Ya no sentían vergüenza.

Pero escuche a Esdras en los versículos 5 y 6,

“Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios, 6y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti…”

¿Le gustaría hacer algo radical y ver lo que pasa? Apague el televisor y deje de ver cualquier tipo de contenido que muestre relaciones prohibidas – ya sea una persona casada coqueteando, deseando, o teniendo un amorío con alguien que no es su cónyuge – eso Dios lo llama adulterio. O un amorío entre dos solteros – a eso Dios lo llama fornicación. Y obviamente cualquier escena sexual implícita o explícita sin importar si son casados – eso se llama pornografía – Dios lo llama lujuria. Y aplique esto también a lo que lee y escucha – revistas, música, libros, etc. Ni lo mire. No se deje atrapar emocionalmente.

¿Por qué? En primer lugar, porque es pecado. Y en segundo lugar, porque es peligroso – porque de la misma manera que un video violento prepara el corazón para actuar violentamente en la vida real, la inmoralidad que miramos, leemos o escuchamos prepara el corazón, abre la puerta, aumenta el apetito y prepara la mesa para poner en práctica la inmoralidad vista en su propia vida.

Y la prueba de que usted ya está en peligro es que la exposición a esas cosas no lo afectan. Se está volviendo insensible al pecado. Ha perdido el sentido de vergüenza.

La verdadera confesión, no solo involucra una admisión y el rechazo del pecado, en tercer lugar, es consciente de la gracia de Dios.

  • Conciencia

En esta gran oración de confesión, Esdras considera y reflexiona en la gracia de Dios. De hecho, él va a destacar cinco aspectos de la gracia de Dios para con su Pueblo.

  • Un remanente

Fíjese en el versículo 8, donde vemos el primer ejemplo de la gracia de Dios en su vida. Esdras 9:8 dice:

“Y ahora por un breve momento ha habido misericordia de parte de Jehová nuestro Dios, para hacer que nos quedase un remanente libre…”

En primer lugar, entonces, tenemos al ‘remanente.’ Dios ha mostrado su gracia al no destruirlos por completo en su santo juicio, sino que ha dejado un remanente. Esdras dice, “Si bien hemos sido tan pecadores, Dios ha sido bueno con nosotros y permitió que un puñado de nosotros pudiéramos vivir y volver a Jerusalén. No merecíamos nada de esto, pero Dios fue misericordioso.”

  • Un lugar seguro

Encontramos el segundo ejemplo de la gracia de Dios en versículo 8 también. Esdras continúa diciendo: “…para darnos un lugar seguro en su santuario…”

Él Señor muestra su gracia al darles un lugar seguro. La palabra en hebreo significa literalmente “estaca”. Da la idea de una estaca clavada en el suelo asegurando una tienda, en este caso la tienda del santuario. Es una metáfora de seguridad y estabilidad. Están seguros en la tierra prometida, por la gracia de Dios.

  • Una luz

Vemos el siguiente ejemplo de la gracia de Dios en la palabra “alumbrar”. En el mismo versículo continuamos leyendo, “…a fin de alumbrar nuestro Dios nuestros ojos…”

Dios ha traído luz en sus vidas. Él los sacó de la oscuridad de Babilonia, y les dio un nuevo día lleno de luz y esperanza.

  • Un renacer.

Luego leemos, “y darnos un poco de vida en nuestra servidumbre.”

Así que, cuarto, vemos la gracia de Dios en este renacer del pueblo como nación con un nuevo aliento de vida.

  • Un muro

Finalmente, en la última frase del versículo 9, leemos de la gracia de Dios al proteger a su pueblo como un muro. Dice: “…y darnos protección en Judá y en Jerusalén.”

Algunas versiones de la Biblia lo traducen “muralla” que es la traducción literal de la palabra hebrea. Pero, Jerusalén estaba en ruinas y no habían construido el muro aún. Por lo tanto, esta es claramente una metáfora de la protección del Señor sobre su pueblo – La protección de un Dios lleno de gracia.

Para resumir, entonces, la verdadera confesión reconoce la enormidad y el horror de su pecado, mientras que magnifica la gracia de nuestro Dios.

La persona que no está confesando de verdad hace todo lo opuesto –minimiza su pecado y minimiza la necesidad de la gracia de Dios. “No es para tanto. Fue solo un pecadito.”

Permítame decirle que una de las bendiciones de la verdadera confesión es que le da una perspectiva correcta de nuestro Salvador – un Dios más santo y justo y amoroso y misericordioso del que creíamos.

La verdadera confesión incluye admitir nuestro pecado, pero admitir no es suficiente. Incluye rechazo hacia el pecado, pero eso no es suficiente. La verdadera confesión es consciente de la gracia de Dios, pero eso no es suficiente. La verdadera confesión involucra más que esto… y vamos a descubrirlo en nuestro próximo y último estudio del libro de Esdras.

Aplicación

Mientras tanto, le dejo unos tres pensamientos para concluir por el día de hoy. Estos son tres verdades para reacomodar nuestra perspectiva en cuanto a la confesión:

  1. La confesión es una oportunidad para recordar que nuestras elecciones no nos traen satisfacción.
  2. La confesión es una oportunidad recordar que no hemos buscado nuestra satisfacción en Cristo – el único que nos satisface.

La confesión no es decir, “Señor, ayúdame a resistir el materialismo.” Sino, “Señor, ayúdame deleitarme en Ti más que en cualquier cosa que pueda comprar.”

La confesión no es nada más que un recordatorio de que no hemos estado satisfechos con Dios, y hemos buscado en otros lados.

  1. La confesión es una necesidad, no solo porque rompimos un mandamiento de Dios, sino porque rompimos su corazón.

Cuando el Apóstol Pablo, reprendió a los creyentes carnales de Corinto, no les dio una exposición de los diez mandamientos. Francamente, no necesitaba hacerlo, ellos los conocían. Lo que hizo fue decirles algo así: “Escuchen, ¿ya se olvidaron de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo? No han pensado en el dolor que le trae al Señor presenciar su pecado, ver desde dentro suyo como escogen otra cosa en lugar de una dulce comunión con Él, sentir su desobediencia y falta de respeto.” El pecado contrista a Dios, lo apena, le rompe el corazón. Pero el creyente que peca y luego va ante Dios avergonzado, con una verdadera culpa, reconociendo la deshonra que le trajo a su Señor, experimenta una verdadera confesión. Y este puede descubrir, en el proceso, que su amoroso Dios está listo para perdonarlo y restaurarlo.

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey. Puede ser usado sin fines de lucro y con las atribuciones necesarias.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas provienen de las versiones Reina Valera 1960, La Biblia de las Americas y la Nueva Biblia de las Americas.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Usado con permiso.

La Biblia de las Américas (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.LBLA.com

Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 by The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.NuevaBiblia.com

Pies de nota han sido provistos para citar las fuentes correspondientes cuando el texto lo ha requerido. En caso de haber omisiones no intencionales, futuras revisiones incluirán las anotaciones apropiadas.

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