Introducción
En nuestro último estudio comenzamos a ver lo que significa una confesión verdadera. El día de hoy vamos a concluir ese estudio y comprender lo que la Biblia nos enseña sobre este tema esencial.
Nuestra sociedad usa la palabra ‘confesión’ con frecuencia, pero la verdad es que la confesión común de las personas, no alcanzan el estándar bíblico de una verdadera confesión. Una persona podrá admitir la verdad. Alguno quizás se vea obligado a hacer una admisión de culpa para un acuerdo judicial. Alguno podrá reconocer haber hecho algo mal, pero considerar que no tiene la culpa. Siempre hay excusas o razones por haber hecho lo que hicieron. Fueron víctimas de alguien o algo que los llevo a hacer lo que hicieron. Fueron las circunstancias estresantes, o la sociedad, o los padres que no lo criaron bien. Entonces, mientras los periódicos y revistas escriben en la portada, “Confesiones verdaderas” y alguna celebridad confiesa algo, la mayoría de las veces trata de algo totalmente diferente de lo que es una verdadera confesión bíblica.
Lo que complica más el tema es la pérdida de la vergüenza, no solo en nuestra sociedad sino también en nuestras vidas… acostumbrarse al pecado por la exposición prolongada en la televisión, internet, etc. Sentirse avergonzado en la actualidad se considera algo pasado de moda, santurrón, retrógrado. Inclusive cuando alguien admite pecado, por lo general no está avergonzado. Cuándo fue la última vez que escuchó a alguien sorprendido de haber cometido un gran crimen o pecado decir, “Estoy tan avergonzado por lo que dije o hice.”
La verdad es, que la inclinación natural del corazón depravado es hacer lo posible por resistir la confesión.
Un hotel y casino en Las Vegas, sacó hace poco una publicidad en una revista de negocios. Era una página entera color negro y cuatro palabras en blanco, “Entréguese a la tentación.” Créame, no va a tener ningún problema haciendo eso. Es fácil. Es lo más natural. A causa de ello, nuestra sociedad está llena de pecado y culpa que busca constantemente cubrir, ocultar y minimizar esa culpa que le trae pecado sin confesar.
La respuesta a la culpa, a la conciencia sucia, al corazón angustiado por el pecado es la confesión verdadera.
Repaso
En el libro de Esdras, descubrimos a un hombre que nos ilustra cómo hacer una verdadera confesión. Y ya vimos tres ingredientes de la verdadera confesión.
Antes de comenzar, me gustaría repasar la definición de una verdadera confesión:
Confesión: simplemente admitir infidelidad a Dios por medio de pensamientos o acciones pecaminosas específicas. Estar totalmente de acuerdo con el punto de vista divino en cuanto a sus acciones y pensamientos considerándolos inexcusables. Aceptar humildemente las consecuencias de esos pensamientos u acciones. Actuar diligentemente en fidelidad hacia nuestro Dios compasivo y perdonador.
Esdras acaba de escuchar que ciento trece líderes políticos y espirituales en Jerusalén son culpables de casarse con mujeres paganas, incrédulas e idólatras.
Malaquías nos ayuda a entender mejor el tema al decirnos que muchos de estos hombres se habían divorciado de sus mujeres para casarse con mujeres Amonitas, Heteas y Egipcias.
El propósito de Israel estaba en riesgo. Los niños aprenderían a ser idólatras. El remanente de Judíos que regreso a Jerusalén para restaurar la ciudad y la adoración del único Dios verdadero ahora estaba violando la Ley de Moisés. El peligro de mezclarse con las otras naciones paganas y perder su identidad nacional era muy grande. Y al perder su distinción, las promesas de Dios de un rey y un reino eterno estaban en peligro también. Este era un problema extremadamente serio que requería medidas extremas.
La respuesta de Esdras a las noticias del pecado en el pueblo nos provee los ingredientes de la verdadera confesión.
- Admisión
Vimos que el primer ingrediente es admisión – admitir el pecado. Leamos el capítulo 9, versículo 6 de Esdras. Allí él dice:
“…oh Dios mío, nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo.”
Esdras admitió el pecado llamándolo por su nombre. Él no puso excusas ni se puso a razonar. Él simplemente dijo, “oh Dios, hemos pecado.”
- Rechazo
El segundo ingrediente de una verdadera confesión que vimos es el rechazo hacia el pecado. Hubo vergüenza, aversión, repugnancia hacia el pecado. Esdras dice en los versículos 3 y 4:
“Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo…y estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde.”
Esdras estaba verdaderamente horrorizado por el pecado cometido.
- Conciencia
Luego, en tercer lugar, Esdras fue consciente de la gracia de Dios. Me encanta el versículo 13,
“Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras malas obras, y a causa de nuestro gran pecado, ya que tú, Dios nuestro, no nos has castigado de acuerdo con nuestras iniquidades, y nos diste un remanente como este.”
La confesión falsa jamás diría lo que dice el versículo 13, “Señor, nos trataste mejor de lo que merecemos…”
No, alguien confesando falsamente minimiza el pecado y por lo general exagera cuan severo es Dios, cuán demandante es la iglesia y cuan duras son las consecuencias.
La verdadera confesión reconoce la enormidad del pecado cometido y magnifica la gracia de Dios, que nos da en su bondad lo que no merecemos y no nos da lo malo que merecemos en Su misericordia.
Entonces, la verdadera confesión involucra admitir el pecado, pero eso no es suficiente. También involucra rechazo, pero eso tampoco es suficiente. La verdadera confesión involucra ser consciente de la gracia de Dios, pero aun eso no es suficiente.
Se necesitan más ingredientes para una verdadera confesión bíblica. De hecho, podríamos agrupar los cinco ingredientes de la confesión bíblica en dos categorías. Las primeras tres palabras, que estudiamos en nuestro programa anterior y que acabamos de repasar, reflejan la naturaleza privada de la confesión. Los últimos dos ingredientes revelan la naturaleza publica de la confesión.
Permítame agregar que, si bien no todas las confesiones son públicas, es muy fácil decir que uno va a confesar en privado y no hacerlo de corazón.
Un candidato presidencial habló en una ocasión de cuan importantes eran para él sus valores cristianos, Dios, y su fe. En su intento de convencer al pueblo de que tenían que votar por él ya que tenía estos valores cristianos, dijo que su versículo favorito era Juan 16:3. Desde luego que él quiso decir, Juan capitulo 3, versículo 16.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”
El problema fue que ni él, ni la persona que escribió su discurso, sabia de lo que estaba hablando. Él no conocía la Biblia lo suficiente y no se dio cuenta del error. Así que este candidato presidencial dijo que su versículo favorito era Juan 16:3.
Creo que es irónico que en Juan 16:3, Jesús describe a los hipócritas diciendo,
“Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.”
Es fácil decir, “Creo en la confesión… creo en la gracia de Dios… me disgusta el pecado de mi sociedad,” y no decirlo de corazón. Por eso, los siguientes ingredientes son cruciales.
Los Ingredientes Finales de una Verdadera Confesión
Los últimos dos ingredientes revelan si usted está confesando de corazón o no. Estos son los ingredientes que involucran la naturaleza pública de la confesión.
- Acción
El próximo ingrediente de una verdadera confesión se resume en la palabra ¡Acción!
Leamos Esdras capitulo 10, versículos 1 y 2.
“Mientras oraba Esdras y hacía confesión, llorando y postrándose delante de la casa de Dios, se juntó a él una muy grande multitud de Israel, hombres, mujeres y niños; y lloraba el pueblo amargamente. 2Entonces respondió Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, y dijo a Esdras: Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios, pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra; mas a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.”
Luego, hay un llamado a la acción, en los versículos 3 y 4.
“Ahora, pues, hagamos pacto con nuestro Dios, que despediremos a todas las mujeres y los nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios; y hágase conforme a la ley. 4Levántate, porque esta es tu obligación, y nosotros estaremos contigo; esfuérzate, y pon mano a la obra.”
¿Notó lo que hizo Secanías? Al escuchar a Esdras, dio un paso al frente y apoyó la causa.
¿Sabe qué? De parte de todos los pastores, ancianos, maestros de escuela dominical y cada familia que está involucrada en el ministerio, permítame decir que no hay nada más maravilloso o que lo llene a uno de ánimo que alguien se acerque a uno y le diga, como Secanías, “Escuche, sé que está liderando este grupo – o congregación o clase – y tiene responsabilidades, pero quiero que sepa que estoy con usted. Me pongo de su parte. Se que hay decisiones difíciles que tomar y mucho trabajo por delante y solo quiero que sepa que no está solo.”
¡Que el Señor levante más hombres y mujeres como Secanías! Las personas que apoyan a sus líderes espirituales y les dicen, “Ánimo, estamos con ustedes.”
Ahora, fíjese lo que pasa a continuación. Versículos 9 al 12,
“Así todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días, a los veinte días del mes, que era el mes noveno; y se sentó todo el pueblo en la plaza de la casa de Dios, temblando con motivo de aquel asunto, y a causa de la lluvia. 10Y se levantó el sacerdote Esdras y les dijo: Vosotros habéis pecado, por cuanto tomasteis mujeres extranjeras, añadiendo así sobre el pecado de Israel. 11Ahora, pues, dad gloria a Jehová Dios de vuestros padres, y haced su voluntad, y apartaos de los pueblos de las tierras, y de las mujeres extranjeras. 12Y respondió toda la asamblea, y dijeron en alta voz: Así se haga conforme a tu palabra.”
Con razón Esdras, y Nehemías después de él, tienen éxito. ¿Ve esta escena? Esdras, el líder, se pone de pie delante de todo el pueblo y con valor declara la voluntad de Dios. Él los llama a un arrepentimiento genuino. Sus palabras demandan acción, y el pueblo clama, “Así se haga.” En otras palabras “Esdras, tienes razón. Necesitamos lidiar con nuestro pecado; vamos a obedecer la palabra de Dios como nuestro deber sagrado.”
Toda iglesia y ministerio necesita personas como Esdras y Nehemías – líderes que no van a transigir con el pecado, líderes que tengan el valor suficiente para confrontar los problemas, aunque sean delicados y complejos y puedan abrir la puerta a una serie de otros problemas.
No creo que le sorprenda saber que la mayoría de las iglesias hoy en día no ponen en práctica los principios bíblicos de la disciplina de la iglesia porque sus líderes no quieren meterse en líos. No tienen el valor de lidiar con las consecuencias. Y mientras tanto, el pecado continúa corrompiendo esa congregación que cada día pierde más gozo y efectividad, hasta que el Señor dice “basta”, esta iglesia no va a representar más mi nombre.
Y como Esdras, necesitamos líderes que no solo tengan el valor para confrontar el pecado en la congregación, sino que lo hagan con tacto, con amor, de la manera bíblica. Mientras que hay muchas iglesias que, en el nombre de la paz y el amor, hacen la vista gorda al pecado; hay otras que, en el nombre de la santidad, tratan a las personas sin amor, de forma vengativa, y hasta disciplinan por cosas que no deberían, por cosas que no son pecado.
Ahora, este pasaje saca a la luz una interrogante en cuanto al divorcio de estos hombres con las mujeres paganas. ¿Estuvo bien o mal?
Tristemente, el divorcio se había transformado en algo común en la comunidad judía y en Jerusalén después del exilio. Muchos judíos se habían divorciado de sus mujeres para poder casarse con mujeres paganas con dinero. A veces, estos casamientos tenían el propósito de formar alianzas con los otros pueblos y así garantizar su protección. Esto estaba mal por muchos motivos, entre otros que Dios había dicho expresamente que Él era su Protector, que debían poner su confianza solo en Él y no formar alianzas con las naciones paganas.
La tradición rabínica comenta que un motivo de estos divorcios era que las mujeres judías habían perdido su belleza trabajando arduamente al sol para reconstruir sus casas y plantaciones.
La situación es la siguiente: Si bien el divorcio nunca ha sido el ideal de Dios, en el libro de Esdras vemos que esta era la única forma de proceder. Dios, desde un principio le había prohibido a Israel que se mezclara con las naciones paganas. Ahora, solo había un pequeño remanente en Jerusalén y gran parte de ellos están mezclándose con idólatras, formando alianzas, y teniendo hijos mitad-gentiles e idólatras, lo que prontamente destruirían la identidad nacional, junto con los planes y promesas de Dios para ellos como nación.
La ley de Dios para su pueblo decía en Deuteronomio 7:1-4: Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia. Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto.
Y Dios había prometido desde los días de Abraham que “todas las familias de la tierra serían benditas” por medio de la nación de Israel – una nación que debía permanecer santa, pura, separada, para cumplir esa misión. El nacimiento del Mesías dependía de ello. Las promesas de Dios dependían de ello. Este era un problema extremadamente serio.
Un autor lo expresó de esta manera:
Una situación desesperada necesitaba desesperadamente un remedio. El mal que habían hecho ponía en peligro la existencia misma del pueblo de Dios y la única manera de solucionar el problema era alinear al pueblo de nuevo con el propósito divino.
El pueblo había desobedecido la ley de Dios y la única manera en que podrían rectificar este mal era a través de esta obediencia radical.
Para dejarlo en claro, este ejemplo específico de obediencia no aplica a nuestra vida hoy. Este mandamiento a divorciarse de las mujeres u hombres paganos era para el linaje físico, biológico y étnico de Israel, que debía mantenerse puro y separado tanto étnicamente como espiritualmente de las naciones paganas.
Pero nosotros que somos del linaje de Abraham, no según la carne, sino según la fe – todos los que somos hijos de Dios tenemos una ley diferente. Si bien, Dios nos ha llamado a permanecer puros espiritualmente y no unirnos en yugo desigual, mire lo que dijo el apóstol Pablo cuando los nuevos creyentes le preguntaron si debían separarse de sus cónyuges inconversos.
1 Corintios 7:12-16 dice: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?
Entonces, hay una diferencia crucial. El pueblo de Israel tuvo que separarse físicamente para obedecer a Dios y mantener puro su linaje. Nosotros hoy no tenemos el mismo problema. Si es creyente y está casado con alguien que no lo es, Dios no lo llama a divorciarse sino a ser una influencia santificadora en su vida.
Sin embargo, este es el principio que vemos en este pasaje y aplica el día de hoy: La verdadera confesión está dispuesta a hacer lo que sea para volver a una comunión con Dios y Su voluntad. Muchos van a decir que confesaron, pero pocos van a estar dispuestos a actuar.
Por más difícil o radical que sea, la verdadera confesión se levanta después de estar de rodillas para hacer lo correcto y corregir lo que se hizo mal. El que huyó, regresa a casa. El ladrón, devuelve lo robado. El adultero rompe esa relación. El tramposo toma el examen de nuevo. El mentiroso dice la verdad. La verdadera confesión se demuestra en acciones.
- Rendir cuentas
Hay un ingrediente más de la verdadera confesión, se llama: rendir cuentas.
Ciento trece judíos se casaron con mujeres paganas. Diecisiete eran sacerdotes; diez eran levitas; y un grupo de ochenta y seis conformaba el resto. Ellos tuvieron que rendir cuentas al encontrarse con Esdras en el capítulo 10.
En última instancia, debían rendir cuentas ante Dios. Fíjese que en la última porción del libro de Esdras –desde el versículo 18 hasta el 44 – encontramos una lista de nombres. Es la lista de estos ciento trece hombres que habían pecado contra Dios y Su nación.
¿Se imagina estar en la lista de ofensores? ¿Se imagina que Dios escriba sus pecados en la Biblia?
Hay otros pasajes en la Biblia que nos dicen que Dios olvida nuestros pecados e iniquidades. Y hay pasajes que nos dicen que daremos cuenta de cada palabra ociosa que digamos; y cada obra vana quedará grabada; y el día se aproxima cuando tengamos que dar cuentas delante de Dios.
La Palabra de Dios nos enseña que habrá un juicio para los creyentes. En ese juicio tendremos que dar cuentas de cómo vivimos nuestras vidas y como usamos nuestros dones y oportunidades. Ese juicio se llama el tribunal de Cristo y lo vemos detallado en 2 Corintios, capitulo 5.
Pero existe otro juicio que va a ser solo para los incrédulos. Se llama el juicio del gran trono blanco y se describe en detalle en el libro de Apocalipsis, capitulo 20. Allí toda la humanidad que no creyó será juzgada según sus obras.
La diferencia entre los creyentes que serán juzgados y galardonados y los inconversos que serán juzgados y luego condenados, es la palabra confesión. Esa es la diferencia entre los que confiesan a Cristo y los que no; los que confiesan sus pecados y los que no. Los que experimentaron la verdadera confesión les espera el cielo, mientras los que se rehusaron a admitir su pecado, irán al infierno.
Querido oyente, nunca es muy temprano para confesar, pero un día será demasiado tarde.
Conclusión
Me gustaría concluir este estudio dando tres pensamientos en cuanto a la verdadera confesión.
- La verdadera confesión revela la sinceridad del corazón.
Un autor escribió las siguientes palabras:
“Si confesamos nuestros pecados” – dice la Biblia. Eso es exactamente lo que los prisioneros del orgullo no quieren hacer.
‘Bueno, puede que no sea perfecto, pero soy mejor que Hitler. ¿Yo un pecador? Seguramente, de vez en cuando hago algo malo, pero soy una buena persona.’
Justificarse, racionalizar y comparar su pecado – esas son las herramientas de los prisioneros del orgullo que no van a hacer una confesión verdadera, y finalmente, no van a encontrar verdadero perdón.”
- La verdadera confesión requiere la sumisión del creyente.
Esta es otra manera de decir que usted esta verdaderamente interesado en la confesión genuina cuando su confesión produce acción.
- La verdadera confesión aviva la pasión por Dios.
Quizás usted necesite avivar su relación inconsistente con Cristo, no con una mejor Biblia de estudio, ni una iglesia nueva, ni una actitud más positiva; sino con una confesión abierta de su pecado, seguida por una acción que la respalde.
Y lo que le espera será una perspectiva fresca de la gracia de Dios y una relación íntima y transparente con Su Padre celestial, quien, al escuchar su confesión verdadera, y gracias a la obra de Cristo en la cruz restaurará el gozo de su salvación.