Introducción
Hace unos años atrás, una distinguida compañía de publicaciones juntó a un panel de 28 profesores e historiadores, y les pidieron que escogieran los 100 eventos más significativos de la historia, y luego que pusieran esos eventos en orden de importancia.
Después de meses de trabajo, el panel reportó que consideraban que el evento más significativo de la historia era el descubrimiento de América. En segundo lugar, estaba la invención de la imprenta por Gutenberg. Once eventos diferentes empataron por el tercer lugar, y cinco eventos por el cuarto. Entre los eventos que empataron por el cuarto lugar se encontraban el descubrimiento de los rayos X, la invención del aeroplano, y la vida de Jesucristo.
Así que Jesús empató en el cuarto lugar.[i]
Recientemente, leí acerca de algo que ocurrió en uno de estos juegos de competencias que salen por la televisión. El programa estaba en inglés, y en este programa de preguntas y respuestas, se les preguntó a los competidores lo siguiente: “según 100 personas que fueron encuestadas, cuando alguien menciona “the King” – el rey en español – ¿a qué se están refiriendo? Y según la encuesta había 4 respuestas principales. Dos personas habían dicho que cuando alguien en Estados Unidos menciona “the King” se están refiriendo a “Burger King;” tres personas dijeron “Martin Luther King;” siete personas dijeron, “Jesús, el rey;” y 81 personas dijeron “Elvis Presley” el rey del rock.[ii]
Durante las últimas semanas hemos estado aprendiendo un nuevo himno – un himno acerca del verdadero rey… y no es Elvis.
Y él tampoco se encuentra en cuarto lugar.
Este es un himno del primer siglo que habla acerca de Dios el Hijo en su gloriosa pre-existencia, su humillación en su muerte, y su futuro reino.
En solo unas pocas estrofas, este antiguo himno prácticamente abarca desde lo que es, desde nuestro punto de vista, la eternidad pasada hasta la eternidad futura.
Se encuentra en Filipenses capítulo 2 – un capítulo que hemos estado estudiando juntos ya por un tiempo. Pero si usted se nos está uniendo en el día de hoy, permítame ponerlo al tanto de lo que hemos estudiado hasta ahora acerca de este himno.
- La primera estrofa canta acerca de la pre-existencia de Jesucristo en el cielo (2:6)
- La segunda estrofa canta de Su humildad al venir a la tierra. (v.7)
- La tercera estrofa canta de su muerte en la cruz (v.8)
- La cuarta estrofa canta de Su resurrección y su exaltación. (v.9)
- Y la quinta y última estrofa canta de su vindicación y su segunda venida en juicio.
En caso de que se esté preguntando, nosotros, en este momento de la historia de la iglesia, nos encontramos justo entre medio de la 4ta y 5ta estrofa de este himno – entre los versículos 9 y 10 de Filipenses 2.
En nuestro último programa, estuvimos estudiando la tercera estrofa de este himno, donde vimos los derechos que Jesús entregó para darnos a nosotros un derecho – el derecho, la potestad de ser hechos hijos de Dios. Un derecho que él entrega a aquellos que creen en Su nombre.
Esa tercera estrofa terminaba hablando de la cruz, donde Cristo sufrió y murió, donde el Soberano se convirtió en el supremo sacrificio.
Pero, gloria a Dios, esa no es la última estrofa del himno… es realmente solo el comienzo.
Vayamos a Filipenses 2, entonces, y estudiemos con mayor detenimiento estas dos últimas estrofas – y a partir de ellas, permítame hacer algunas observaciones.
En primer lugar,
Jesucristo recibe confirmación divina.
Note al principio del versículo 9.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo.
Lo cual es otra forma de decir, Él simplemente no empata en cuarto lugar… Él está muy por encima del primer lugar – Él esta tan por encima que tiene su propia categoría.
Cuando Pablo escribe de Su exaltación, él incluye Su resurrección, Su ascensión y Su recepción en el cielo. Él se sentó a la diestra del Padre – y la diestra habla de un lugar de privilegio, soberanía, autoridad divina.
Tenga en mente que esta no es su promoción. A Jesús no se le está dando un estatus más alto del que tenía antes – este himno esta simplemente cantando que Dios el Padre ha devuelto a Jesucristo a su legítimo lugar en el trono.[iii]
El trono que Él había dejado para venir a la tierra a morir.
Pero en aquel Domingo – el primer Domingo después de Su crucifixión – la piedra fue removida por un ángel que, traducido literalmente, sacó rodando la piedra de su lugar. Y luego Mateo registra que el ángel se sentó encima de aquella piedra y anunció que Jesús ya no estaba allí – Él había resucitado tal como Él había dicho que lo haría (Mateo 28).
Esa piedra no fue removida por el ángel para permitir que Jesús saliera de la tumba, sino para permitir que todos pudieran entrar y ver que estaba vacía. Pedro y Juan fueron los primeros en entrar (Juan 20) y encontraron la tumba casi vacía – Jesús había dejado allí los lienzos con los cuales habían envuelto su cuerpo, y en un lugar aparte, doblado, el sudario con el cual habían cubierto su rostro. Pero no había ningún cuerpo en la tumba.
Este himno alude también a aquel momento, 40 días después, cuando Jesús ascendió al cielo y retornó gloriosamente a Su trono.
Cristo vive… Él ha resucitado… y Él ha sido exaltado hasta lo sumo.
A todo esto, esta es la única vez que encontramos esta palabra traducida exaltó, en todo el Nuevo Testamento.
Es una palabra compuesta por el verbo “levantarse” y el prefijo “híper” (υπερυψοω).[iv]
En otras palabras, Dios el Padre híper-levantó a Jesucristo – o sea, que Dios lo levantó muy por encima. Dios lo exaltó de forma suprema e incomparable. Dios recibió a Su Hijo nuevamente en gloria de la forma más magnifica posible.
Dios no nos revela a través de Pablo cómo fue aquel regreso al cielo – si las huestes celestiales cantaron mientras Cristo llegaba o si hubo algún tipo de fiesta. Kent Hughes escribió que, al leer este texto, él puede imaginarse un espectáculo de fuegos artificiales, explosiones astrales, y estrellas fugaces en una inmensa celebración mientras el eterno Hijo de Dios vuelve a entrar a la gloria que había sido siempre suya, pero que había humildemente abandonado para venir a la tierra.[v]
Su exaltación no es nada menos que la confirmación de quien Él es y de donde Él realmente pertenece.
Hebreos capítulo 1 nos dice que Cristo, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas (Hebreos 1:3). Y versículo 8. Más del Hijo dice – y este es Dios el Padre hablando de Cristo – Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos.
Imagine, desde la cruz Jesús llama a Dios el Padre “Dios mío” – y después de su exaltación, encontramos a Dios el Padre llamando a Jesucristo, Dios.
Lo que nos lleva a la segunda observación acerca de la exaltación de Cristo. Cristo no solo recibe confirmación divina, en segundo lugar:
Jesucristo recibe una designación soberana.
Note el versículo 9 – El Padre no solo le híper-exaltó, note que también le dio un nombre que es sobre todo nombre.
Y quizás piense – y si, ese es el nombre, “Jesús.” La verdad es que no.
El nombre Jesús ya le había sido dado con anterioridad – usted recordará cuando el ángel vino a José y le dijo que su prometida estaba embarazada, habiendo concebido un hijo por obra del Espíritu Santo. Recordará también que el ángel le dijo a José que aquel niño era el Salvador prometido y que, por lo tanto, José debía ponerle por nombre, Jesús – porque Jesús – Yeshua en hebreo – iba a salvar a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21).
El Hijo ya había sido nombrado Jesús en su encarnación; ahora se nos dice que Él recibe un nuevo nombre que enfatiza Su glorificación.[vi]
De hecho, un estudio cuidadoso de los versículos 9 al 11 nos muestra que Jesús no es el nombre de su glorificación. Note el versículo 9, Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla. Se dio cuenta que su traducción es cuidadosa aquí y no dice “para que en el nombre (coma), Jesús, (coma) se doble toda rodilla.
Tenemos que entender que había cientos de niños corriendo por los cerros de Judea llamados Jesús – Yeshua – nombrados en honor al héroe judío Yeshua, mejor conocido como Josué, el sucesor de Moisés.
Nadie se habría detenido a pensar acerca del nombre Jesús – y ciertamente nadie se arrodillaría al escuchar aquel nombre.
Pablo está diciendo aquí, “que en el nombre de Jesús” – el nombre que le pertenece a Jesús – se doble toda rodilla. ¿cuál es ese nombre? Pablo no lo dice hasta llegar al versículo 11 – vamos allí. Y toda lengua confiese que Jesucristo es – aquí viene – el Señor. Kurios.
Ningún otro israelita sería llamado Kurios – Señor.
Los Cesares reclamarían este título en su intento de ser adorados como dioses – sin embargo, pronto descubrirían que el título les quedaba demasiado grande.
Esta es la razón de que este antiguo himno no era solo poderoso sino también volátil.
Los judíos consideraban que el nombre de Dios era demasiado santo como para ser pronunciado; así que, en vez de decir Yahweh – o en español, Jehová – ellos usaban el título Adonai, o Señor.[vii]
De hecho, 300 años antes del nacimiento de Cristo, los judíos tradujeron todo el Antiguo Testamento al idioma griego – es lo que llamamos la Septuaginta. Tanto Jesús como Pablo citan de esta versión del Antiguo Testamento. Más de 6000 veces, esta traducción griega usa Kurios en lugar de Yahweh – el título divino designado para Dios.[viii]
En otras palabras – note esto – Señor y Jehová son nombres equivalentes.[ix]
Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es Jehová… Él es Señor.
Pablo nos da su nombre completo aquí en el versículo 11:
- Jesús – el nombre del Salvador, Libertador.
- Cristo – la designación para el ungido de Dios, el Mesías.
- Señor – Adonaí – Jehová.
Aquí se encuentra la iglesia primitiva cantando que Jesús recibe en Su exaltación el nombre propio, el nombre exclusivo de Dios.[x]
Este himno está hablando acerca de los cimientos de nuestra fe – pero ni siquiera hace el intento de explicar el misterio de la unidad de Dios el Padre con Dios el Hijo – El Señor Jesucristo. Probablemente porque simplemente es incomprensible. Sin embargo, lo que queda claro es que la letra de este himno es una redefinición radical del monoteísmo en términos de un Dios en al menos dos personas distintas y a la vez iguales – Dios el Padre y Dios el Hijo; la tercera persona de la trinidad – el Espíritu Santo – hará su entrada más adelante al descender y crear la Iglesia. Y allí el asunto se vuelve aún más difícil de comprender.
Y para ser sinceros, creemos más de lo que podemos entender. Pero creemos porque Dios lo ha revelado en Su Palabra. Y entre más difícil es de comprender, más nos deleitamos en ello porque nos confirma que esto no pudo ser inventado por alguna persona.
Pero en este pasaje encontramos aún más acerca de esta designación divina.
Este texto no es solo una declaración impactante de la deidad de Cristo y su igualdad con Yahweh – lo cual es trágicamente ignorado por los judíos y completamente rechazado por los Testigos de Jehová entre otros – de hecho, si entendieran esta porción de la Palabra, los Testigos de Jehová se convertirían en Testigos de Jesús.
Es importante notar también, es que Pablo aquí está haciendo eco de las mismas palabras de Jehová.
Quizá quiera escribir en el margen de su Biblia, Isaías 45, como recordatorio. Mientras leo Isaías 45, mantenga su vista en Filipenses 2:10 y 11. Dios dice en Isaías 45:21
21Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. 22 Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. 23 Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.
24 Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza.
Las palabras de estas profecías hallan su cumplimiento en la exaltación de Cristo.
La iglesia primitiva está cantando la primera declaración doctrinal, contenida en cuatro palabras – Jesucristo es el Señor.[xi]
Él es verdaderamente igual y de la misma esencia que Jehová… Señor… Dios.
Lo que nos lleva a la tercera observación de Su exaltación: Jesucristo no solo recibe confirmación divina y una designación soberana,
Jesucristo recibirá una vindicación universal
Tal como este antiguo himno empezó llevándonos a la eternidad pasada y mostrándonos la pre-existencia de Jesucristo y su igualdad con el Padre, ahora este himno termina llevándonos al umbral de la eternidad futura.[xii]
El versículo 10 dice, para que en el nombre de Jesús – el cual es Señor – se doble toda rodilla.
Esto no ha ocurrido… todavía.
Y por si se está preguntando si es que toda rodilla significa toda rodilla – note:
- De los que están en los cielos – eso incluye a los ángeles y los creyentes redimidos de todos los tiempos.
- Y en la Tierra – una referencia a toda la humanidad, ambos redimidos y no redimidos, al final de la historia.
- Y aquellos que están debajo de la Tierra – Esta es una referencia común a la tumba, lo cual incluye a todos los que han muerto sin Cristo y esperan la resurrección final y el juicio. La frase “debajo de la tierra” también puede referirse al inframundo – “el mundo debajo de la tierra” – esta es una referencia al reino de los demonios compuesto por los ángeles caídos y su líder Satanás, quienes esperan su juicio final. Lo que significa que todos los demonios y el mismo Diablo un día serán forzados a admitir que Jesucristo es el Señor victorioso – todos se postraran delante del trono del Cristo resucitado.[xiii]
Eso todavía no ha ocurrido. La iglesia está cantando acerca de la vindicación final del Señor – y todos aquellos que creyeron en Él habrán entrado a su reino eterno y aquellos que le negaron enfrentarán eterno castigo.
Y nadie será juzgado en ese último día sin antes haber confesado – note el versículo 11 nuevamente – Toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre.
La palabra para lengua aquí es glosa – de la cual sacamos nuestra palabra glosario. Cada lenguaje, cada idioma, cada dialecto, cada lengua confesará que Jesucristo en el Señor.[xiv]
Esto no significa que va a haber una conversión global masiva. El verbo “confesar” aquí no es la palabra típica para conformidad o arrepentimiento.
Aquí Pablo usa la palabra exomologeo (εξομολογεομαι) que significa admitir abiertamente – reconocer públicamente.[xv]
Este es el evangelio en pocas palabras – si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo (Romanos 10:9).
Cuando adoramos a Jesucristo como Señor, estamos anticipando la llegada de aquel día cuando el universo entero va a admitir que Jesucristo es el Dios soberano, majestuoso, y triunfante.[xvi]
Y para aquellos que le negaron – esta admisión será para su horror eterno. Y para aquellos que creyeron en Él, para su gozo eterno.
Como verá, una de las cosas que el Padre da a Jesús en su exaltación es el derecho de juzgar al mundo. Esto lo podemos ver en Juan 5:22.
Pregúntele a cualquier persona en la calle que piensa acerca del juicio venidero de Dios y recibirá una respuesta muy poco entusiasta.
Sugiera que un día Jesucristo se sentará sobre un trono y administrará juicio eterno sobre todos y ciertamente escuchará decir, “eso no es verdad, es un invento.”
No me hable de juicio y mucho menos de un juicio eterno en el Infierno.
Un artículo en un diario reportó, “Hoy, el infierno se ha convertido en una mala palabra – dicho de otra manera, las buenas personas nunca la deberían decir – es grosera y descortés. Gordon Kaufman de la Escuela de Divinidades de Harvard cree que esta es una buena tendencia – él escribe, “no creo que hay algún futuro para el infierno.”[xvii]
El apóstol Juan escribe en el último libro de la Biblia, llamado Apocalipsis, acerca de esta escena de juicio que la iglesia primitiva estaba cantando en Filipenses 2.
Donde en un futuro toda rodilla se doblará y toda lengua admitirá públicamente que Jesucristo es el Señor.
Y para el que no creyó, ese juicio final es irreversible.
Apocalipsis capítulo 20, versículo 11 dice,
Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo… versículo 12, y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida… versículo 15, Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Aquí, en el juicio de toda la humanidad, Juan ve un libro abierto llamado el libro de la vida. Este es el registro de todos los seres humanos que han sido permitidos entrar en el cielo.
Y Juan registra esta escalofriante escena, cuando los que no han sido redimidos reconocen que sus nombres no han sido registrados en aquel libro.
Ahora, la audiencia de Juan, en el primer siglo, habría entendido este concepto inmediatamente, porque cada comunidad tenía un registro de sus ciudadanos. Cada emperador tenía un rollo, o libro, de los ciudadanos bajo su reinado.[xviii]
Si el nombre de una persona no estaba en este libro, esto significaba que él no pertenecía a ese reino y que aquel soberano no era su rey.
El registro del Rey de los Cielos es abierto en el juicio final de todos los que no creyeron.
Y a propósito, este no es un libro de religión; este no es el libro de asistencia o membresía de la iglesia.
Nadie se va a parar en aquel día y decir, “un momento – yo nunca falte a una sola reunión.” No va a importar. Nadie va a ponerse en pie y decir, “Mire, yo soy Bautista y he sido bautizado por inmersión; o, soy católico y completé mi confirmación; o, soy Pentecostal y he hablado en lenguas desde niño.”
El evangelio de Jesucristo nunca ha sido y nunca será, “Cree en la iglesia y serás salvo.”
No – cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16:31).
Y si usted lo hace – su nombre se encuentra registrado en el Libro de la Vida.
Pablo más tarde escribirá a los Filipenses en el capítulo 3 – Mas nuestra ciudadanía está en los cielos – esa es otra forma de decir, estamos en el registro del Rey del cielo – de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. (Filipenses 3:20)
Pero volviendo a Filipenses 2… aquí, delante del Santo y Justo trono de Dios hay millones de millones de personas – los no redimidos de toda la historia de la humanidad – los cuales escucharán su sentencia de la voz del mismo Juez divino, y luego serán arrojados al lago de fuego.
Querido oyente, la primera estrofa de este himno ya se ha hecho realidad; esta última estrofa se hará realidad también; y para quien no haya puesto su fe en Cristo:
- No hay libertad condicional
- No hay apelación
- No hay absolución
- No hay una segunda oportunidad
- No hay escape.[xix]
Esta es la sentencia final de Dios el Hijo. Este es su veredicto, y su vindicación.
Y en este pasaje encontramos la referencia a aquel momento donde todos caerán sobre sus rodillas, y todos confesarán – que no es necesariamente adorar – sino que admitirán públicamente que Jesucristo es en verdad:
- Más que un profeta
- Más que un simple maestro
- Más que un buen hombre que nos entregó la regla de oro
- Más que un filósofo judío
- Más que un loco crucificado por sus delirios de ser el Mesías.
- Más que un hombre venerado que vivió una vida moralmente buena.
- Más que alguien que empató en cuarto lugar en los eventos y personas más significativas de la historia.
Ni una sola lengua quedará en silencio. Ni una sola rodilla permanecerá sin doblarse.[xx]
Este himno presenta una gran invitación, ¿no es así? Vengan y únanse a nosotros en este canto; crean en Cristo, y en Su exaltación. Reconózcanlo como su Señor… eviten estar del lado equivocado cuando el juez entregue su juicio irrevocable.
Este himno le invita a usted a arreglar sus cuentas con Jesucristo sin recurrir a tribunales… no vaya a la corte con El como Juez; arregle sus cuentas antes, arregle sus cuentas con Él hoy – mientras Él todavía puede ser su Salvador.
Y usted quien ya arreglado sus cuentas con el Señor y ha confiado en Él como su Salvador… ¿que está esperando para compartir el evangelio con los demás? Hay un mundo que se pierde y que necesita ser advertido que en ningún otro hay salvación, fuera de Cristo Jesús.
Todo aquel que en Él cree, tiene vida eterna. Y un día todos los redimidos cantaremos y adoraremos a aquél que está sentado sobre su trono – ya no un trono de juicio, sino un eterno trono de gloria. Y diremos Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder (Apocalipsis 4:11).¿Puedo preguntarle una cosa? ¿En qué grupo se encontrará usted aquel día? ¿Estará delante del trono de juicio donde admitirá reacio que Jesús es el Señor? o estará en las glorias del cielo donde cantará alegre acerca de la majestad de Dios quien es su Señor… su Redentor… su Jehová… su amado y precioso Salvador.
[i] Bruce Thielemann, “Christus Imperator,” Preaching Today, Tape 55.
[ii] James Gilmore, We Have No King but Elvis, White Horse Inn Blog (9-14-12)
[iii] Adapted from Tremper Longman & David E. Garland, gen. editors, The Expositor’s Bible Commentary: Volume 12 (Zondervan, 2006), p. 221
[iv] Fritz Rienecker & Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 551
[v] Adapted from R. Kent Hughes, Philippians (Crossway, 2007), p. 91
[vi] Adapted from Warren W. Wiersbe, Philippians: Be Joyful (Victor Books, 1978), p. 58
[vii] John MacArthur, Philippians (Moody Publishers, 2001), p. 145
[viii] G. Walter Hansen, The Pillar New Testament Commentary: Philippians (Apollos, 2009), p. 167
[ix] James Montgomery Boice, Philippians (Baker, 2000), p. 130
[x] Hansen, p. 168
[xi] William Barclay, The Letters to the Philippians, Colossians and Thessalonians (Westminster, 1975), p. 39
[xii] Adapted from Dennis E. Johnson, Philippians (P & R Publishing, 2013), p. 148
[xiii] Adapted from Rienecker & Rogers, p. 551
[xiv] Adapted from MacArthur, p. 146
[xv] Rienecker & Rogers, p. 551
[xvi] Adapted from Hansen, p. 165
[xvii] Erwin Lutzer, One Minute After You Die (Moody, 1997), p. 97
[xviii] William Barclay, The Revelation of John Volume 2 (Westminster Press, 1976), p. 196
[xix] Sam Gordon, Worthy is the Lamb: A Walk Through Revelation (Ambassador, 2000), p. 418
[xx] Grant Osborne, gen. editor; Life Application Bible Commentary: Philippians, Colossians & Philemon (Tyndale, 1995), p. 62