Introducción
Hay un antiguo himno que seguramente varios en la audiencia conocen bien. La letra de la primera estrofa dice,
Todas las promesas del Señor Jesús
son apoyo poderoso de mi fe
Mientras luche aquí buscando yo su luz
siempre en sus promesas confiaré.[i]
Mientras estudiaba a nuestro próximo Héroe de la fe, que encontramos en Hebreos 11, la letra de este himno vino a mi mente; aunque con un ligero cambio – un cambio que podría resumir mejor las vidas de Abraham y Sara.
En lugar de confiando en las promesas, lo cambié a esperando las promesas… de Dios.
Le invito a escuchar una de las estrofas originales de este himno, pero con ese cambio de palabras:
Esperando las promesas que fallar no pueden
Cuando las tormentas de la duda y el miedo asechen
Por la Palabra viva de Dios prevaleceré
Esperando las promesas de mi Dios
Esto describe perfectamente la vida de Abraham y Sara.
Ahora, el escritor de Hebreos resume capítulos enteros del Antiguo Testamento y una biografía que abarca más de 100 años en solo 11 versículos.
Y al hacerlo, nos presenta la vida de Abraham, el padre de la fe, en 4 etapas distintas.
Los Inicios en la Fe
Llamaremos a la primera etapa, los inicios en la fe.
Hebreos 11:8-10 dice: Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Si lee el relato completo de la vida de Abraham en Génesis descubrirá que él estaba viviendo en una ciudad llamada Ur.
Esa ciudad estaba ubicada en la rivera del Éufrates en lo que ahora es el sur de Irak.[ii]
La mayoría de la gente piensa automáticamente que la ciudad de Ur era una especie de pueblito prehistórico donde los hombres corrían con garrotes y arrastraban a sus esposas por los pelos.
Pero, gracias a los avances de la arqueología, podemos verificar una vez más que, en la antigüedad, la humanidad era sofisticada y educada.
Descubrimientos que datan de los días de Abraham revelan calles adoquinadas, edificios académicos y casas de tres pisos todos embaldosados.
Se han descubierto edificios con el nombre “Ur” estampado en sus ladrillos; junto con una amplia evidencia de organización, riqueza y lujo.[iii]
De hecho, en un descubrimiento que se remonta a la época de Abraham, encontraron una tableta de arcilla; y en esa tableta, quienquiera que la hubiera estado usando, estaba resolviendo un problema de trigonometría – un problema que todavía no podían resolver en Oxford y Cambridge.[iv]
Los arqueólogos también descubrieron un enorme zigurat construido antes del nacimiento de Abraham, dedicado al dios principal de Ur.
En la parte superior del zigurat, que era un edificio en forma de pirámide, encontraron una habitación cubierta de plata, dedicada a su dios luna llamado Nammu.[v]
Algunos historiadores creen que el padre de Abraham era un sacerdote en esta religión falsa y que su familia era una de las familias más prominentes de la ciudad.
Y digo todo eso para que pueda tener una perspectiva más clara del joven Abraham. Él era miembro de una familia importante, que vivía en una ciudad organizada, educada y rica en el Medio Oriente, situada a orillas de un hermoso río.
Y en ese mundo, de repente, un día, Dios se le apareció a Abraham, destrozando inmediatamente los mitos y leyendas de su juventud y revelando la existencia de un Dios personal, vivo y verdadero.
Y Dios, rodeado por su gloria, se le apareció a Abraham, y le entregó este mensaje: “Deja tu país, tu familia, tu mundo y vete a la tierra que te mostraré – a una tierra que yo te daré”.
En ese momento, Abraham puso su fe en la realidad de este Dios viviente y obedeció Su palabra.
El escritor de Hebreos 11 quiere asegurarse de que entendamos que la obediencia de Abraham no produjo su fe; su obediencia simplemente probó su fe, en el Dios viviente.
Me encanta esta pequeña frase que encontramos en el versículo 8. Y salió sin saber adónde iba.
No había nubes en el cielo deletreando “Tierra Prometida 1.200 kilómetros por aquí”.
Cuando viaja, quiere ver esos letreros, ¿verdad? Cuán lejos están las ciudades; dónde hay comida, baños y gasolina más adelante.
El sábado pasado manejé hasta otra ciudad para predicar el domingo por la mañana y regresé el domingo por la noche. Tenía todo tipo de instrucciones: direcciones escritas que saqué del Internet, y el GPS del teléfono en el tablero del auto… y la mujer GPS que no paraba de hablar.
Lo que realmente quería ver era un cartel que me dijera donde podía encontrar café y unas buenas donas glaseadas.
Abraham no tenía mapa, GPS ni locales de comida; no tenía más instrucciones que el mandato de la palabra de Dios: Sal de tu país; lejos de tus familiares y tu zona de confort.
Y aquí está la promesa: Cuando vayas, estaré dirigiendo tus pasos.
Quiero señalar otra frase que fácilmente podría pasar por alto. Observe cómo el siguiente versículo nos informa que Abraham vivirá en tiendas (versículo 9).
Podríamos estar tentados a pensar: Bueno, esa es la forma en que vivían. No, Abraham proviene de una familia adinerada. Lo más probable es que sea dueño de una de esas casas de 3 pisos con patios abiertos, lujosos jardines, pisos embaldosados y una vista al río.
Dios le está pidiendo a Abraham que deje todo eso y se vaya a vivir a una tienda.
Eso sería como si Dios le dijera que le va a dar a usted y a sus hijos como herencia la tierra de Escocia; pero luego le dice que va a vivir el resto de su vida allí en una carpa.[vi]
Lo que también era otra forma de decir que nunca va a establecerse en un lugar durante su vida.
Abraham recibió la promesa de una tierra, sin haber disfrutado jamás de la posesión de esa tierra.[vii]
¿Y cuánto tiempo viviría así? Durante 100 años. Y al final de su vida, la única propiedad que realmente poseerá es la tumba que le compró a un pagano para poder enterrar a su esposa.
¿Qué estás esperando, Abraham? “Estoy esperando las promesas de mi Dios”.
¿Y qué tipo de promesa es esa, Abraham?
No se nos dice todo lo que Dios le reveló a Abraham, pero es sorprendente considerar las implicaciones del versículo 10 que dice que él esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
¿Qué tipo de ciudad es esa?
Eso solo puede referirse a una ciudad que todavía estamos esperando; una ciudad de la que evidentemente Dios le había hablado a Abraham: la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios vivo (Hebreos 12:22).
Esta es la ciudad con puertas de perlas y calles de oro.
“¿Qué estás esperando, Abraham? ¿Y por qué estas acampando y no viviendo en una casa?”
“Estoy esperando la Nueva Jerusalén, la ciudad diseñada y construida por Dios. Estoy dispuesto a esperar las promesas de Dios aquí en esta tienda de campaña”.
El gran evangelista Oswald Chambers dijo lo siguiente: “La vida de fe no es tanto una que se eleva con alas como las águilas, sino una vida que camina y no desmaya… la fe nunca sabe adónde Dios la conduce, pero ama y conoce a Aquel quien la dirige”.[viii]
El Cultivo de la Fe
En estas cuatro etapas de la fe de Abraham, vemos sus inicios en la fe; y en segundo lugar, el escritor de Hebreos nos muestra su cultivo de la fe.
Ahora, uno podría preguntarse dónde estaba la esposa de Abraham en este camino de fe.
¿Estaba Sara frustrada por este cambio de eventos? ¿Estaba furiosa por los planes descabellados de su marido? ¿Estaba Sara pataleando y quejándose mientras empacaba sus maletas y montaba en su camello para un largo viaje hacia quién sabe dónde?[ix]
“¿Vamos a dejar nuestra hermosa casa en el río por una caravana en el desierto? ¿Estás bromeando?”
¿Cómo se sentía Sara con todo esto? Dios quiere asegurarse de que entendamos que ella estaba al lado de Abraham. De hecho, 1 Pedro 3:6 habla de su espíritu sumiso.
El autor de Hebreos aclara aquí en el versículo 11: Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
¿Qué estás esperando, Sara? Yo también espero las promesas de Dios.
Ahora, si estudia el relato más completo en Génesis, se dará cuenta de que este Patriarca de la fe originalmente se llamaba Abram. Dios más tarde cambiaría su nombre a Abraham.
Abram significa, “Padre exaltado; o “padre de muchos”.
El predicador Donald Gray Barnhouse escribió que Abram siempre tenía que explicar que no estaba a la altura de su nombre. Imagínese, cuando Abram conocía a alguien y le hacían las típicas preguntas: “¿Qué haces? ¿Cuántos años tienes? ¿Cuanto tiempo has vivido aquí? ¿Cuál es tu nombre?”
“Abram”.
“Oh, felicitaciones, debes ser el orgulloso padre de muchos hijos. ¿Cuántos hijos tienes?”
“Ninguno.”
Abram debe haberse preparado para las risas disimuladas de esa persona debido a lo absurdo de su nombre.[x]
Y Abram esperó. Es decir, hasta que finalmente decidió que había esperado lo suficiente y decidió tener un hijo con su sirvienta.
Es decir, Abram había esperado lo suficiente ¿no? ¡Ahora tenía 86 años!
Querido oyente, este fue un trágico lapso de fe, mientras Dios quería cultivar su fe y hacer que Abram y Sara esperaran por su hijo legítimo, Isaac, quien continuaría la promesa de Dios de una nación numerosa y, en última instancia, el Mesías.
El hijo ilegítimo de Abram, Ismael, creció y se convirtió en el padre de las naciones árabes. Hasta el día de hoy, los descendientes de Ismael y los descendientes de Isaac luchan por unas docenas de kilómetros cuadrados en el Medio Oriente. Y todas las noches puede encender su televisor para ver cómo continúa esa batalla.
Y, a todo esto, esa lucha tampoco terminará hasta que Jesucristo venga a establecer su reino en Jerusalén.
Si adelantamos la biografía de Abram a unos trece años después del nacimiento de Ismael, vemos que Dios habla con Abraham para recordarle sus promesas e informarle de un cambio significativo en su nombre. Dios anunció que estaba cambiando el nombre de Abram, padre de muchos, a Abraham, padre de multitudes.
Esta aparición de Dios pone a prueba su fe hasta el límite. Tanto Abraham como Sara habían llegado a una edad cuando les era físicamente imposible concebir un hijo. De hecho, Hebreos 11:12 dice que sus cuerpos estaban casi muertos; les era simplemente biológicamente imposible concebir y dar a luz al hijo prometido.
Piense en esto. Una cosa es llamarlo Abram cuando solo tiene un hijo ilegítimo; es otra cosa llamarlo padre de multitudes.
Pero eso es exactamente lo que hace Dios.
Entonces, ¿Cómo va a lograr Dios esto ahora? ¿No han perdido Abraham y Sara la ventana de oportunidad?
¿Qué puede hacer Dios ahora?
Hudson Taylor, el gran misionero pionero en China, lo puso de esta manera: “Si estamos obedeciendo a Dios, la responsabilidad recae en Él y no en nosotros”.[xi]
Qué gran declaración. La responsabilidad de cumplir las promesas de Dios recae… bueno, en Dios. Incluso cuando no podemos hacer nada al respecto…. Dios puede.
La fe es seguir a Dios hacia lo desconocido – aún en medio de las pruebas la vida – y luego esperar, armado solo con las promesas de Dios.
Y la responsabilidad recae en Dios.
Este fue el cultivo de su fe mientras esperaban todos estos largos años, incluso cuando se apartaron y fracasaron en su caminar de fe.
La Anticipación de la Fe
La tercera etapa de fe que encontramos en Hebreos 11 es simplemente una reafirmación. Vimos los inicios de la fe, el cultivo de la fe y ahora, en tercer lugar, vemos la anticipación de la fe. Hebreos 11:13, Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
¿Qué estaban esperando? Note el versículo 16 – ellos anhelaban una patria mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
¿Y qué patria mejor existe para ellos? Note, la patria que es celestial. Esta es la ciudad que Dios ha preparado para ellos.
Esa ciudad un día descenderá a la tierra.
Todas estas personas murieron creyendo que iban a verla, pero eso no sucedió mientras estaban con vida.
Y note todo lo que soportaron. Aquí, en el versículo 13, se les llama extranjeros y peregrinos. La palabra traducida “peregrinos” es una palabra para alguien que no estaba mucho más arriba que un esclavo en la escala social del mundo antiguo. Tenían que pagar impuestos extra por ser extranjeros; siempre los consideraban forasteros. Y esta palabra traducida como extranjeros es aún más dura: puede traducirse como refugiados.[xii]
Imagínese, viviendo como refugiados en una tierra que le prometieron que un día iba a heredar.
Mientras tanto, nunca estuvieron realmente en casa.
Un hombre llamado Diagnetus escribió esto en el siglo II sobre los cristianos: “Para ellos, todo país extranjero es suyo, pero todo país es extranjero”.
Aquí hay un himno que todos deberíamos cantar con convicción: El mundo no es mi hogar, yo de pasada voy.
No somos colonos o inmigrantes, somos peregrinos. Simplemente vamos de pasada viajando a esa ciudad hecha por Dios.
De eso se tratan los versículos 20 al 22 de Hebreos 11.
Note el versículo 20. Por la fe bendijo Isaac (el hijo de Abraham) a Jacob y a Esaú (los nietos de Abraham) respecto a cosas venideras.
¿Puede imaginarse al anciano Isaac comunicando estas profecías y promesas a sus hijos? “Escuchen muchachos, hay una ciudad gloriosa… una patria mejor… un Mesías venidero; esto no es todo lo que hay chicos… hay cosas por venir.
Versículo 21: Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, sus nietos, y se quejó de que no podría ver el cumplimiento de las promesas de Dios. No, eso no es no lo que dice el texto. Dice: y adoró.
Versículo 22: Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.
Me encanta esto. José dice: “He vivido aquí casi toda mi vida, pero no soy egipcio, soy judío. Y no quiero que pongan mis huesos en una pirámide, un símbolo de idolatría. No, quiero que entierren mis huesos en la tierra prometida.
Estas personas murieron en la fe; habían visto las promesas por venir a través de su vista espiritual… ellos habían creído por fe la palabra de Dios.
¿Qué estas esperando Isaac? ¿qué esperas Jacob? ¿qué esperas de José? Estamos esperando las promesas de Dios.
La Declaración de Fe
Hemos llegado a la cuarta y última etapa de fe en la vida de Abraham. Vimos los inicios de la fe; el cultivo de la fe; la anticipación de la fe y ahora, la declaración de fe.
Versículo 17. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.
¡Qué prueba fue esta! Dios le ordena a Abraham que ofrezca a su hijo. Pero la clara promesa de Dios era que que Isaac continuaría la descendencia de Abraham que se convertiría en una nación numerosa como las estrellas en los cielos y la arena en la orilla del mar.
Pero ahora el mandato de Dios parecía contradecir la promesa.
Dios le está pidiendo a Abraham que le devuelva a su hijo.
Piense en lo que Dios le está pidiendo a Abraham.
Me acuerdo de una fábula donde el cerdo y la gallina estaban en el patio de la granja. Ahí estaban conversando de la vida y pensando en algo que hacer por el granjero que los estaba cuidando tan bien. Pensaron y pensaron… hasta que finalmente la gallina dijo: “Ya lo se. Vamos a prepararle el desayuno. Yo pongo los huevos y tú el tocino”. El cerdo, que no era muy brillante que digamos, pensó y luego se dio cuenta y dijo: “Oye, eso no es justo… tu vas a darle una ofrenda, pero quieres que yo le dé mi vida”.
Dios le estaba pidiéndole a Abraham que hiciera un sacrificio irreemplazable.
Si Isaac moría, todo habría terminado.
Abraham está poniendo todo sobre ese altar. Sus esperanzas; su promesa; su futuro; el objeto de su amor y afecto que había esperado más de la mitad de su vida.
“El hijo que has esperado de mi parte, ahora quiero que me lo devuelvas.”
Me acuerdo estar en el pasillo embaldosado del Hospital de Dallas, Texas. Estaba llenando los papeles para que admitieran a mi esposa. Es una larga historia, pero lo que comenzó como una visita rutinaria al médico se convirtió en un ingreso inmediato y en pocas horas nacerían nuestros gemelos. Pasó todo tan rápido. Mientras llevaban a mi esposa a la sala de partos, la recepcionista comenzó a entregarme todos estos formularios para que los llenara. No tenía idea de lo que estaba firmando. Los llené todos de todos modos.
Nunca olvidaré a la mujer que me entregó un formulario más y me hizo una pregunta sorprendente: “¿Tiene la intención de quedarse con sus bebés después de que nazcan?”
La miré y dije: “Por supuesto”.
Recuerdo haberle preguntado: “¿Por qué me lo preguntas?” Ella dijo: “Bueno, tenemos una lista de parejas que están esperando adoptar un bebé y si hubieras llenado este formulario, nos habríamos contactado con las personas que tienen prioridad en nuestra lista”.
Yo le dije: “Vaya… si se puede saber, ¿cuántas personas hay en esa lista?”
Ella dijo: “Casi 2,000 parejas… y eso es solo para este hospital en esta ciudad”.
Puede imaginarse soportar toda la espera y llenar todos los formularios y pagar todo el dinero – haber hecho todos los viajes, haber orado, haberse preparado, esperar, esperar y esperar para finalmente adoptar a ese niño y criarlo y amarlo – para que varios años después, Dios venga y le diga: “Ahora quiero que pongas a tu hijo en adopción… Quiero que entregues a ese niño”.
Piense en el dolor en el corazón de Abraham al atravesar esta increíble prueba de fe.
¿Qué podría motivar a Abraham a seguir adelante con esto… a obedecer esta orden divina? Se nos dice en el versículo 19 que Abraham creía que Dios levantaría a Isaac de entre los muertos.
Él no sabía por qué Dios estaba pidiéndole esto, pero asumió que Dios sabía lo que estaba haciendo.
Lo que él no sabía, sin embargo, era que Isaac se convertiría en una ilustración de Jesucristo, el único hijo de Dios.
Y, por cierto, esto fue una prueba de fe tanto para Isaac como lo fue para Abraham.
Isaac no era un niño pequeño. Él tenía de unos 30 a 35 años. No me sorprendería aprender un día que Isaac tenía la misma edad que Jesús cuando fue a la cruz por nosotros.
Como Jesús, Isaac fue voluntariamente. Se recostó sobre ese altar voluntariamente. Cristo, el único Hijo de Dios, obedeció la voluntad de su Padre y fue clavado a esa cruz de madera voluntariamente.
Abraham, el padre de la fe, ilustró con Isaac las profundidades del evangelio de Cristo.
Porque Cristo moriría literalmente y luego resucitaría literalmente de entre los muertos; Así mismo, Él regresará literalmente un día y establecerá Su reino en Israel y gobernará el mundo y todos los fieles reinarán con Él.
¿Qué estamos esperando todos nosotros? Estamos esperando, hasta el día de hoy, las promesas de Dios.
Mientras tanto, atravesamos las pruebas de fe y continuamos esperando que Dios arreglará todas las cosas…. y que Él nos dará las fuerzas para seguir sin desmayar.
Aunque las circunstancias a veces parecen contradecir sus promesas; Sus promesas siguen siendo fieles y verdaderas.
Conclusión
Quizas, usted conozca una alabanza escrita por un hermano en la fe llamado Don Moen. Esta alabanza afirma la soberanía de Dios en nuestras vidas. Sin embargo, la mayoría que cantan esta alabanza no conocen la historia detrás de su letra.
Hace varios años, una llamada telefónica despertó a Don en medio de la noche. Su suegra lo llamó para contarle que su cuñada junto con su esposo y sus cuatro hijos estuvieron involucrados en un accidente automovilístico, todos ellos gravemente heridos. El hijo de 8 años de esta pareja murió.
Don y su esposa lloraron al oír la noticia y se sintieron incapaces de comunicar algún tipo de consuelo o esperanza a estos padres en duelo.
Don oró y le pidió al Señor que lo ayudara a expresar esperanza, tal vez a través de una canción. En poco tiempo, Don escribió la letra y luego compuso una melodía que, hasta el día de hoy, le da ha dado a miles de creyentes un profundo sentido de esperanza en las promesas de Dios.
Dice así:
Sendas Dios hará
Dónde piensas que no hay
Él obra en maneras qué
No podemos entender
Él me guiará a su lado estaré
Amor y fuerza me dará
Un camino hará
Dónde no lo hay.[xiii]
Entonces, de este héroe de la fe aprendemos que la fe es caminar hacia lo desconocido y luego esperar, y todo lo que tiene para aferrarse son las promesas de Dios.
Sin embargo, las promesas de Dios son suficientes.
¿Qué estamos haciendo, querido creyente? Estamos esperando las promesas de Dios.
[i] Russell Kelso Carter (1849-1926)
[ii] R. Kent Hughes, Hebrews (Crossway Books, 1993), p. 95
[iii] G. Campbell Morgan, The Triumphs of Faith: Expositions of Hebrews 11 (Baker, 1980), p. 142
[iv] Ibid, p. 78
[v] Hughes, p. 96
[vi] Adapted from Hughes, p. 97
[vii] John MacArthur, Hebrews (Moody Press, 1983), p. 330
[viii] Life Application Bible: Hebrews (Tyndale, 1997), p. 182
[ix] Adapted from Charles R. Swindoll, The Practical Life of Faith: A Study of Hebrews 11 (Insight for Living, 1989), p. 18
[x] Donald Grey Barnhouse, Romans: Volume 2 (Eerdmans Publishing, 1982) p. 312
[xi] Howard Taylor, Hudson Taylor and the China Inland Mission (OMF International, 1996), p. 31
[xii] William Barclay, The Letter to the Hebrews (Westminster, 1976), p. 148
[xiii] Don Moen, God Will Make a Way (Integrity’s Hosanna Music/ASCAP, 1990)