Introducción
Los ciudadanos y granjeros de una ciudad en Alabama tenían un gran problema. Toda su economía se basaba en sus plantaciones de algodón y todos los granjeros se dedicaban exclusivamente a aquello.
Eso era hasta que un pequeño escarabajo, de alguna forma llegó desde Mexico hasta Alabama en 1915. Unos pocos años después, todas las plantaciones de algodón habían sido completamente devoradas por estos pequeños insectos, cuyo nombre oficial es anthonomus grandis; también conocido como el gorgojo del algodón. Los granjeros estaban enfrentando la banca rota juntamente con el resto del pueblo.
Un granjero vio esto como una oportunidad. En vez de hacer sus maletas y rendirse ante la peste que había llegado en grandes cantidades y que amaban el algodón, el decidió plantar otro tipo de cultivo. Él había oído de otro hombre en Alabama que había convencido a un número de personas que el maní les traería mucho dinero.
Muchos no le creyeron. ¿Que podría saber este don nadie acerca del maní? El granjero en esta ciudad de Alabama no tenía nada que perder y todo que ganar, así que plantó maní. Él fue el único granjero que lo hizo.
Ya puedo imaginarme todas las miradas y las murmuraciones que tuvo que soportar. Al finalizar aquel año, su plantación fue tan prospera que logró pagar todas sus deudas y aún puso dinero extra en sus bolsillos. Al siguiente año, todos los otros granjeros siguieron su ejemplo.
Hoy en día, el maní produce 4 billones de dólares en ganancias. Se comen 317 millones de kilos de maní al año.
A Mr. Fleming, un empresario local en aquella ciudad de Alabama, se le ocurrió construir un monumento, dedicado a agradecer al insecto que los hizo prósperos. Ahora, por casi 100 años, un monumento se erige en la intersección de dos de las calles más importantes de Alabama.
Este monumento tiene más de 9 metros de altura. En lo más alto, hay una mujer que se parece a la de la estatua de la libertad. Tiene sus brazos en alto, sosteniendo en sus manos una fuente. Sobre esa fuente hay una imitación en grande del famoso insecto.
Este monumento fue dedicado por el pueblo el 11 de diciembre de 1919 al gorgojo del algodón.[i]
La placa de bronce contiene este mensaje: “En profunda apreciación del gorgojo del algodón y lo que ha hecho como el Pregonero de la Prosperidad.”[ii]
Imagine esta gente levantando un monumento a una peste destructiva; un monumento levantado como una señal de gratitud por una crisis; un desafío; una nueva perspectiva; una nueva oportunidad que llegó a través de la perdida y el sufrimiento inesperado.
Recientemente hemos conocido a uno de los hombres más exitosos del pasado. Él no vivía en Alabama, sino en la tierra de Uz. Este hombre de negocios, pastor de ovejas, granjero, y gran emprendedor continuamente registraba un éxito tras otro.
Cuando las personas se juntaban en la plaza, seguramente hablaban de la siguiente cosecha exitosa de Job y su familia. El nunca parecía registrar pérdidas. Él era adinerado, respetado, amado, y contento.
Sin embargo, sin que Job lo supiera, una peste estaba llegando a su territorio. No era un insecto, sino Belcebú, el Señor de las Moscas. Y él trajo consigo una pestilencia como ninguna persona había visto o soportado.
En cuestión de 39 segundos, Job recibió noticias de que estaba en bancarrota. Él también perdió a sus diez hijos.
Job no sabía que Dios había permitido, que Satanás tomara todo lo que él tenia, para revelar Su gloria y soberanía, en la forma más misteriosa que pudiéramos imaginarnos.
Satanás había apostado que Job iba a maldecir a Dios si es que perdía su negocio y sus hijos. Él estaba equivocado.
En Job capítulo 1, leímos con asombro que Job dijo en medio de su pérdida – versículos 21-22,
…Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Francamente, la respuesta de Job es increíble – de hecho, si no estuviera en la Biblia, no se si lo creería. ¿Como puede alguien pasar por esta crisis de sufrimiento y permanecer tomado de la mano de Dios?
“Era ya tarde ese día,” escribió un autor, “cuando el motor del bote hizo unos sonidos extraños, se estancó, y decidió no volver a arrancar. El fuerte oleaje empezó a arrojar litros y litros de agua dentro del bote. Los cinco que estábamos dentro habíamos hecho todo lo que sabíamos y podíamos hacer, pero no fue suficiente. Una emocionante salida a pescar en familia se estaba convirtiendo en una pesadilla. Nos estábamos hundiendo. George, sus tres hijos, y su anciano padre se ajustaron sus chalecos salvavidas, se ataron unos a otros con una soga para no separarse, y flotaron silenciosamente en el oscuro y tempestuoso Atlántico.”
“George miró su reloj mientras el bote finalmente se hundía por completo – eran las 6:30 pm. Se puso muy oscuro. Uno de sus hijos tragó demasiada agua de mar, empezó a atragantarse, y luego murió ahogado. El padre oyó impotente a cada uno de sus hijos, uno a uno, y luego a su propio padre tragar agua, sucumbir ante las olas, y finalmente ahogarse.”
“George nunca dejó de nadar – de hecho, el nadó por ocho horas, hasta que finalmente se topó con la playa, aun tirando de la cuerda que lo ataba a los cuerpos de sus hijos y su padre.”
¿Puede imaginarse esta escena?
Más tarde, George le contó a los reporteros, “Mi hijo menor fue el primero en morir. Siempre le había enseñado a mis hijos que la muerte significaba ir a estar con Jesucristo. Antes de morir, lo oí decir, “No puedo seguir luchando… quiero estar con Jesús.”[iii]
Aun en medio de esta turbulenta escena, su crisis se convirtió en un monumento de fe para la honra de su fiel Dios.
…“Sea el nombre de Jehová bendito.”
Hace unos días atrás, almorcé con un pastor, amigo mío, y su hijo. Él me contó algunos de los detalles de la muerte de su esposa. Había ocurrido rápida e inesperadamente hace un par de semanas atrás. Este querido hermano en la fe había tomado un tiempo fuera del púlpito después de su perdida y vino a nuestra iglesia el domingo que empezamos a estudiar el libro de Job. Tuve el privilegio de escuchar su historia. Con lágrimas en sus ojos me contaron de la fidelidad de Dios en sus vidas.
Ellos se unieron a la tribu de Job – ellos tomaron su crisis y la transformaron en un monumento de alabanza y adoraron a Dios. Estos son aquellos que construyen monumentos de alabanza en el valle de la aflicción.
Ahora, si damos un par de pasos hacia atrás y miramos al sufrimiento desde cierta distancia, todos podemos reconocer que el dolor es un gran enseñador. A partir de las circunstancias dolorosas podemos aprendemos muchas lecciones importantes. Un autor escribió que el dolor nos enseña lecciones de
- Humildad
- Esperanza eterna
- Lo que verdaderamente amamos
- Las verdaderas bendiciones de Dios
- Empatía hacia otros
- Perseverancia y fortaleza.[iv]
No hay duda que Dios usa el sufrimiento para corregirnos.
En el Salmo 119 leemos
- Versículo 67 – Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra.
- Versículo 71 – Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos.
- Versículo 75 – Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste.
Dios usa el sufrimiento para corregirnos, y, además, para conformarnos, moldearnos a su imagen.
Pablo escribió,
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado… (Romanos 5:3-4).
La salvación nos dio paz con Dios; no nos dio paciencia con Dios, o la vida en general. Eso se forma durante las dificultades de la vida. Se forma después de que nuestro mundo se derrumba.
Si el libro de Job terminara con el capítulo uno, nos asombraríamos de la pureza y la perseverancia de Job. Sería maravilloso si pudiéramos terminar el libro en este momento, con Job adorando y bendiciendo a Dios. Él ha construido un gran monumento de alabanza en el valle de la aflicción.
El problema es que el Señor de las Moscas tiene más devastación en mente, y el Señor del Universo va a permitirlo.
Escena Dos
Delante del Trono de Dios
Cuando abrimos nuestras Biblias en el capítulo 2 de Job nos encontramos con que, nuevamente, hay una reunión en el cielo; y Satanás está allí otra vez.
Esta es la escena numero dos delante del trono de Dios. Leamos los versículos 1 al 3
Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job…?
En el capítulo 1 vimos que esta es una pregunta retórica porque Dios sabe que Satanás ha estado considerando a Job y deseando verlo maldecir a Dios más que cualquier otra cosa en el mundo. Preguntarle “Has considerado a mi siervo Job” seria como preguntarle a un niño en su cumpleaños, “¿has considerado abrir tus regalos?”
Por supuesto que lo había considerado.
Dios continúa diciendo en el versículo 3,
“…que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?”
En hebreo, la frase se traduciría mejor como “él todavía retiene su integridad, y aun así me incitas a arruinarlo sin causa”[v]
En otras palabras, el Señor está anunciando que sin importar lo que le permita hacer a Satanás, Él aun esta en control y el carácter de Job permanecerá intacto.
Satanás se mofa en Job 2:4
…Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
“Piel por piel” no es más que una crítica cruel y sin justificación hacia Job. Satanás insinúa que Job está más que dispuesto a sacrificar la piel de sus hijos y sus animales, y sus sirvientes mientras que él pueda mantener su propia piel intacta.
Satanás dice, “cada hombre tiene su precio… es solo que no he encontrado el suyo todavía… pero creo que se cual es.[vi]
Satanás propone en Job 2:5,
Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
Toca sus huesos y su carne. Ya que los huesos eran considerados el asiento de las enfermedades en la antigüedad, Satanás tiene en mente una enfermedad que amenace la vida de Job, y también tiene en mente varias otras enfermedades que afecten la salud de Job.[vii]
Satanás creía que Job haría lo que fuera para mantener su salud.
La mayoría de las personas lo harían. Amenace a una persona con quitarle la vida y va a ver que hace cualquier cosa para vivir un día más.
Es como la Reina Elizabeth I, que dijo en su lecho de muerte en 1603, “Todas mis posesiones por un poco más de tiempo.”[viii]
Satanás dijo, “Lleva a Job a un paso de la muerte y verás cómo cambia su preciosa fe por un día más de vida.”
Una vez más, Dios delega autoridad y libertad a Satanás, mientras al mismo tiempo, limita las actividades de Satanás. Note lo que dice Job 2:6.
Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
El Horror de la Escena Dos en la Tierra
La horrorosa escena numero dos ahora comienza sobre la tierra.
Leamos Job 2:7
Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
No sabemos cuánto tiempo pasó entre los funerales de sus diez hijos y la aparición de su primera mancha roja en su espalda, pero es muy probable que Satanás habría querido que sucediera bien pronto. A él le encanta golpear al que está caído. Él no tiene compasión ni misericordia. Él no conoce lo que es la clemencia o el sentir lastima. Él es aquel ángel derrotado y condenado cuyo mayor deseo es silenciar la adoración de su conquistador.
Las ulceras empiezan a aparecer sobre la piel de Job y llegan a cubrir todo su cuerpo. Ni un solo centímetro de su cuerpo se salvó de estas ulceras. Él estaba cubierto desde su cabeza hasta la planta de sus pies. Lo que significa que Job no podía pararse sin sentir dolor y no podía sentarse o incluso recostarse sin irritar las ulceras que cubrían su cuerpo.
Las palabras en hebreo traducidas “sarna maligna” son las mismas palabras que se usan para una de las diez plagas en Egipto.
Sin embargo, este era solo el comienzo. Permítame relatarle, a partir de varios versículos en este libro, los distintos sufrimientos físicos de Job. Incluyen:
- Estas ulceras sarnosas (2:7)
- Picazón intensa y persistente (2:8)
- Incapacidad de comer (3:24)
- Ataques de pánico (3:25)
- Insomnio (7:4) (Job dijo, “Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré? Mas la noche es larga, y estoy lleno de inquietudes hasta el alba.)
- Gusanos (sin duda en sus ulceras)
- Piel endurecida que se resquebrajaba y supuraba pus (7:5).
- Dificultad respirando (9:18)
- Ceguera parcial (16:16)
- Gran pérdida de peso (19:20; 33:21)
- Dolor constante y continuo (30:17) Job dijo en 30:16-17 “Días de aflicción se apoderan de mí. La noche taladra mis huesos, y los dolores que me roen no reposan.”
No es de sorprenderse de que, cuando los amigos de Job fueron a visitarlo, ellos no podían siquiera reconocerlo.
El dolor de Job era privado, intenso e insoportable.
En Job 30:28, él dice,
“Ando enlutado, sin consuelo…”
En el versículo 30, Job agrega
“…mis huesos se queman por la fiebre.”
Satanás intensificaba el sufrimiento de Job, esperando que una blasfemia saliera de su boca.
El sufrimiento de Job era privado, pero también era público.
Años más tarde, Moisés escribiría en su ley una advertencia de parte de Dios a los israelitas,
Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado (Deuteronomio 28:27)
Aun antes de la ley de Moisés, este tipo de sufrimiento era considerado como una señal del juicio de Dios.
En los tiempos de los patriarcas, las enfermedades generalmente significaban pecado. Hoy en día, las enfermedades pueden ser por cualquiera de las razones que ya hemos estudiado – corrección, edificación, crecimiento de nuestra fe y perseverancia.
Sin embargo, en los días de los patriarcas, aquellos que padecían de enfermedades inexplicables, especialmente aquellas que afectaban la piel, eran expulsadas del campamento o la ciudad.
¿Como sabemos las personas consideraban a Job como un pecador, juzgado por Dios? Obviamente sus consejeros van a dejarle eso en claro.
Pero aun antes de que le hablen, note donde esta Job en el capítulo 2, versículo 8.
Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza.
Job no estaba en su casa, recostado en una cómoda cama entre sábanas blancas, asistido por su propio personal médico.
No, él estaba donde podría encontrar a cualquier otro leproso – en cuarentena en el basurero de la ciudad.[ix]
Los pueblos en el Medio Oriente tenían un vertedero – un basurero comunal fuera de las puertas de la ciudad donde periódicamente se quemaba la basura como una medida sanitaria.[x]
El estar sentado en medio de ceniza era estar sentado cerca de la basura y las pilas de excremento. Este era el lugar donde los mendigos buscaban restos de comida… donde los perros peleaban por algo para comer… este era el vertedero de la cuidad y allí Job estaba sentado en medio de las cenizas de una quema reciente.[xi]
La cara, manos, pies, y cualquier otra parte de su cuerpo que podía verse a través de su ropa andrajosa estaba cubierta de ulceras supurantes. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar; su ropa estaba cubierta de barro y sangre; sus huesos pegados a su piel, muy sobresalientes por lo delgado que estaba. Respiraba con dificultad y lucia totalmente demacrado. Allí estaba sentado Job, quien versículos antes era presentado como “uno de los hombres más poderosos del este” (Job 1:3). Allí estaba sentado este gran hombre, encorvado y meciéndose de un lado hacia otro en desolación y llanto; a veces totalmente inconsciente de los perros, mendigos y leprosos caminando alrededor suyo. Cada vez más miserable mientras se rasca incansablemente con el borde un pedazo de cerámica, tratando de traer un poco de alivio a su agonía.
En su mente, Job seguía de duelo por sus diez hijos que acababa de perder, y afligido por haber perdido todo lo que tenía. El recuerda a cada uno de sus hijos y los alegres momentos que habían compartido juntos; él recuerda cada una de las bendiciones de Dios que había gozado.
Seguramente Job finalmente diría ahora: “Dios, todo esto es tu culpa. Ya no eres mi Dios.”
Luego, Job recibe una visita. Alguien le habla en
Job 2:9, mientras se rasca enérgicamente
Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.
Al ver a su marido totalmente devastado, la mujer de Job lo anima a tomar la decisión más común – sucumbir ante la adversidad y culpar a Dios.
Como un autor escribió una vez, los hijos de Dios son soldados en el campo de batalla; pero a veces ellos mismos son el campo de batalla.[xii]
Sin embargo, note la respuesta de Job. Versículo 10,
Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
No puedo creer lo que acaba de decir Job. Déjeme leerlo otra vez.
¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
Allí, en medio de las cenizas, Job levantó un monumento de adoración en el valle de la aflicción.
Pero un momento, ¿Acaba de decir Job que la adversidad había venido de parte de Dios?
Así es, lo acabamos de leer.
Dios le dijo a Moisés algo muy interesante mientras luchaba con su llamado. Él dijo “Señor, no estoy calificado para servirte y representarte frente a Faraón – tienes a la persona equivocada.”
Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? (Éxodo 4:11)
La causa inmediata de su sufrimiento, puede ser esa enfermedad, o esa incapacidad, o esa deformidad; pueden ser las células cancerígenas o la ceguera o un montón de cosas. Sin embargo, detrás de lo cómodo y lo doloroso se encuentra el soberano plan de Dios.
Los discípulos aprendieron esta lección un día cuando pasaron junto a un hombre ciego y luego le preguntaron al Señor,
…¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? (Juan 9:2)
Alguien tiene que haber pecado ¿cierto?
Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él (Juan 9:3).
En otras palabras, este hombre había nacido ciego para que Dios fuera glorificado en la restauración de su vista.
¡Espera un momento! ¿Está diciendo acaso que Dios hizo que este niño naciera ciego?
Si, Dios lo tejió en el vientre de su madre, tal como lo hizo con usted y conmigo; y para este bebe, Él escogió dejarlo sin vista.
Esto significa que el dolor que sus padres sintieron, fue ordenado por Dios.
Esto quiere decir entonces que el sufrimiento de este niño estaba en las manos de Dios
Todo Jerusalén sabía que este hombre había nacido ciego. Los líderes religiosos lo sabían y quizás miles de otros quienes caminaban por ahí conocían a este mendigo. Mes tras mes, año tras año, el mendigó para vivir gracias a la gente que, aun creyendo que él había hecho algo mal, por lastima le daba algo.
Jesús dijo, en efecto, esta enfermedad fue ordenada para glorificar a Dios – entre más personas lo conocían, más grande el número de testigos del poder de Dios; entre más grande su sufrimiento, más grande su gozo.
Jesús sanó al hombre y le dio la vista.
El hombre ciego se convierte en una ilustración del creyente que sufre – él se convierte en un testimonio de algo que un día nos tocará vivir a cada uno de nosotros que creemos; porque, en el día de nuestra glorificación, todas las enfermedades y todo el sufrimiento y toda aflicción se irán por siempre, y nosotros vamos a testificar de la grandeza de Dios en nuestros cuerpos glorificados.
El apóstol Pedro agregó esta nota de ánimo cuando escribió que, Por haber padecido juntamente con Cristo, los creyentes van a poder gozarse con gran alegría en la revelación de su gloria. (1 Pedro 4:13 parafraseado)
Conclusión – Dos Preguntas
Para concluir,permítame hacerle dos preguntas.
- Pregunta #1: ¿Está dispuesto a esperar?
¿Está dispuesto a esperar – y no solo a esperar, sino a prepararse para los desafíos que vendrán contra su fe? ¿Esta dispuesto a prepararse para esos momentos cuando esta aun caído, y otra situación lo golpea en el suelo?
¿Esta dispuesto a esperar en Dios por Su dirección; por una solución; por un remedio?
Como sea, no solo espere, ya que es posible amargarse y enojarse mientras espera.
- Pregunta #2: ¿está dispuesto a adorar?
Esta dispuesto a adorar a Dios, confiando que
- Él está aún en control en esa larga enfermedad.
- Que Él esta en control cuando se encuentra despidiendo a sus seres queridos.
- Que Él está a cargo cuando los resultados médicos salen mal.
- Que Él sabe lo que hace cuando pierde su trabajo y sus recursos empiezan a acabarse.
- Que Él sigue siendo soberano cuando esa relación se rompe a pesar de haber hecho todo lo que pudo.
- Que Él sigue al mando cuando el test de embarazo sigue marcando negativo.
- Que Él está en control cuando el test de embarazo marca positivo.
- Cuando la promoción en su trabajo no llega.
- Cuando está luchando con el dolor y no hay solución médica, Él está en control
No lo entiende; no lo puede explicar; no lo merecía; no lo esperaba; y no puede escaparlo. En esos momentos alce su voz y adore a Dios. Querido oyente, esta es la adoración más pura. Esto es lo que significa cambiar su crisis en un testimonio de adoración – Esto es lo que significa levantar un monumento de adoración en el valle de la aflicción.
[i] “Boll Weevil Monument,” 2/2007, http://en.wikipedia.org/wiki/Boll_Weevil_Monument.
[ii] http://www.roadsideamerica.com/tips/getAttraction.php3?tip_AttractionNO==19.
[iii] Charles R. Swindoll, Growing Strong in the Seasons of Life (Multnomah, 1983), p. 265.
[iv] John MacArthur, The Power of Suffering (Victor Books, 1995), p. 26.
[v] John E. Hartley, NICOT: Job (Eerdmans, 1988), p. 79.
[vi] Warren W. Wiersbe, Job: Be Patient (Victor Books, 1991), p. 18.
[vii] Hartley, p. 81.
[viii] Ray Robinson, Famous Last Words (Workman Publishing, 2003), p. 101.
[ix] Mike Mason, The Gospel According to Job (Crossway, 1994), p. 44.
[x] David McKenna, Job (Word, 1986), p. 47.
[xi] Wiersbe, p. 19.
[xii] Lawson, p. 50.