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Israel acaba de cruzar el Jordán y tiene a Jericó a la vista. Entusiasmados por haber experimentado la fe en Dios y ver Su mano obrar de manera milagrosa, uno pensaría que en este momento atacarían a Jericó. Sin embargo, Dios hace algo inusual... Vamos juntos las experiencias con las que Dios preparó a su pueblo antes de la conquista de Jericó.
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Introducción

En nuestro último programa, seguimos a los Israelitas triunfantes cruzando el río Jordán. Ahora vemos a estos dos millones de personas, ya del otro lado del Jordán, antes de llegar a Jericó. Me los imagino saltando de alegría, entusiasmados por haber experimentado la fe en Dios y ver Su mano obrar de manera milagrosa.

Uno pensaría que en este momento atacarían a Jericó, pero Dios hace algo inusual; algo bastante extraño en cuestiones militares. Ir a la ofensiva sería una estrategia perfecta en este mismo momento, aprovechando el buen ánimo del pueblo y su euforia; pero no. En lugar de eso, Dios dice, en efecto: “Quiero que paren adonde están y esperen. Hay varias experiencias por las cuales los quiero guiar para prepararlos.”

La razón de esto, tal como vamos a ver, es que Dios esta más interesado en obrar en su pueblo que en obrar por medio de ellos.

Le invito a abrir su Biblia en Josué capitulo 5.

Dios Prepara a Israel para la Batalla

Démosle un vistazo a estas tres experiencias que Dios tiene para preparar a su pueblo antes de la conquista de Jericó.

  1. La primera experiencia es el rito de la circuncisión.

Josué 5:1-9 nos da los detalles. Evidentemente, los padres, en su rebelión, mientras deambulaban por el desierto por 40 años, habían dicho: “Dios, si tú nos has abandonado, ya que no nos vas a permitir entrar a la tierra prometida, entonces nosotros te vamos a abandonar también y no vamos a cumplir con la marca del pacto, o sea, la circuncisión.”

Entonces, evidentemente, estos padres no circuncidaron a todos sus hijos mientras estaban en el desierto. Esto fue otro acto de desobediencia.

Josué 5:8 nos dice:

Y cuando acabaron de circuncidar a toda la gente, se quedaron en el mismo lugar en el campamento, hasta que sanaron.”

Es importante comprender la manera en que Dios pone las cosas de cabeza. Los Israelitas están listos para atacar, los habitantes de Jericó están paralizados de miedo, y Dios dice: “Quiero que cada hombre de la nación sea circuncidado y esperen hasta curarse.”

Al hacer esto, Dios incapacita militarmente a la nación de Israel. No fue una movida muy estratégica desde el punto de vista militar, pero Dios estaba más interesado en Su relación de pacto con los guerreros que con ganar la guerra.

  1. La próxima experiencia es la celebración de la pascua.

Mire lo que dice la última parte de Josué 5:10

“…y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó.”

Ahora, ¡esto sí que es impresionante! En esta celebración iban a recordar el éxodo de Egipto. Las familias matarían un cordero, comerían y harían otros preparativos relacionados con la pascua.

¿Se imagina al enemigo, enviando espías desde Jericó para ver estos sucesos? Estoy seguro que estaban aterrados. Ellos esperaban un ataque. Sin embargo, los espías deben haber regresado con un reporte como este: “Bueno, están comiendo. Están celebrando alguna festividad. Es extraño, no parece que se estén alistando para la batalla.”

¡Claro que era extraño! Pero Dios quería que ellos recordaran Su poder en Egipto antes de emplear Su poder en Jericó.

  1. La tercera experiencia es el cese del maná.

Leemos de esto en Josué 5:11-12. El maná había caído del cielo por 40 años. Ahora fíjese lo que dice el versículo 12,

“Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año.”

En otras palabras, no debían esperar un milagro del cielo cuando había comida disponible en la tierra. Dios proveyó en el desierto y ahora les provee la tierra prometida. Es hora de que tomen posesión y se alimenten por sí mismos en la tierra de Canaán.

La Estrategia de Dios para la Victoria de Israel

Ahora, Josué 5:13 y los versículos siguientes, nos cuentan de cómo Josué fue a inspeccionar la escena. Él va a ver la ciudad de Jericó y se queda bastante tiempo contemplándola. Mirando bien todo.

Para nuestro propio beneficio, regresemos en el tiempo y conozcamos qué es lo que Josué debe haber visto al contemplar Canaán. Esta era una tierra de ciudades autónomas. Yo siempre me preguntaba por qué era que cuando derrotaban una ciudad las demás no caían también, como efecto dominó, hasta que aprendí que eran ciudades/estados y por eso eran autónomas. Estas ciudades tenían su propio rey y eran reinos independientes. Así que los Israelitas tenían que conquistar cada una de las ciudades en esta tierra.

Josué esta allí, observando Jericó en silencio, y, por lo que nos dicen los registros arqueológicos, Jericó era una ciudad con muros de hasta 15 metros de altura, los cuales eran vigilados por guerreros bien entrenados. ¿Y quiénes eran los Israelitas? Una multitud de ex esclavos que venían de deambular por el desierto. No tenían catapultas. No tenían torres de ataque. Tenían algunas espadas, algunas lanzas, y algunas hondas, aunque no sabemos cuántas. Esto no le haría ni cosquillas a esta ciudad impenetrable, que era la puerta de entrada a Canaán. Estoy seguro que Josué estaba allí contemplando la ciudad y preguntándose: Señor, ¿Cómo..? ¿Cómo?

Lecciones de un visitante celestial

Josué nos dice que en este momento lo visitó un líder militar único. Fíjese en lo que dice en Josué 5:13:

“Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?”

¡Muy buena pregunta! La respuesta a esto la encontramos en el próximo versículo:

“El respondió: No; más como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?”

Ahora, si este hubiera sido un simple ángel, Josué hubiera sido reprendido por adorarle. Los teólogos llaman a esto una “Teofanía”; o sea, una expresión de Dios de una manera tangible o visible. O quizás se trate de una “Cristofanía” lo cual creo que es más correcto. O sea, Jesucristo tomando forma de guerrero. Una Cristofanía es una manifestación de Jesús antes de su venida. Así que es posible que este haya sido Cristo mismo – el Cristo preencarnado – visitando a Josué y diciendo: “Soy el príncipe del ejército de Jehová.”

Y él le va a dejar a Josué un par de cosas claras:

  1. Número uno, esta batalla no es de Josué, es de Dios.

El que fuera príncipe o capitán del ejército no era una referencia a los hombres que estaban acampando en Gilgal con sus espadas y hondas. Él se refería a la hueste de ángeles que rodean el trono de Dios y esperan por sus órdenes. Cuando el dicta un mandato, ellos entran en acción.

El Antiguo Testamento nos da varias ilustraciones de esto. El siervo de Eliseo vio a las huestes de Dios cuando estaba atrapado por el ejército Sirio en 2 Reyes 6:17. Sabemos que Jesucristo dijo en Mateo 26:53 que podía haber llamado a doce legiones de ángeles para que lo rescataran si así lo quería.

Dios le está diciendo a Josué “No serán ustedes con sus espadas, será el poder de las huestes del cielo que derrotará a Jericó.”

Hay veces en las que Dios manda a las huestes del cielo para ayudar a las personas. He leído y disfrutado la biografía de John Paton y su esposa, quienes hace más de un siglo fueron como misioneros a las Islas de Vanuatu en el pacífico. Las islas, en aquel entonces, estaban habitadas por caníbales y cazadores de cabezas, pero John Paton y su esposa sintieron que Dios quería que le sirviesen en ese lugar.

Este matrimonio llego a las islas y, en la primera noche, acampó en la playa. Ellos oraron a Dios para que los protegiera y luego se fueron a dormir. Nada sucedió esa noche y a la mañana ellos comenzaron su obra misionera.

Después de varios meses ellos aprendieron el idioma y conocieron a algunos de los nativos. Después de un año de mucho trabajo, comenzaron a ver a algunos nativos aceptar a Cristo.  Eventualmente, el jefe de la tribu se convirtió al Señor. En una de las conversaciones que tuvieron con él, John le dijo: “Nosotros esperábamos que nos atacaran, ¿Por qué no lo hicieron?”

El jefe sonrió y dijo, “Si, fuimos a la playa con un grupo de guerreros. Íbamos a atacar su campamento, matarlos y comerlos. Pero cuando llegamos a la playa y nos acercamos a su tienda, vimos un grupo de soldados rodeándola –eran como llamas de fuego. Cada uno tenía una espada en la mano. Así que nos fuimos.”

Josué, si pretendes atacar una ciudad tan grande, con habitantes que con facilidad podrán matarte, vas a necesitar una hueste del cielo para que Israel obtenga la victoria.

Esa es la primera lección. Esta batalla no era de Josué, era de Dios.

  1. La segunda lección es que Dios no estaba del lado de Josué, sino que Josué tenía que estar del lado de Dios.

Mire nuevamente en Josué 5:13-14. Josué le pregunta a este guerrero: “¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?”

El respondió: No.” Eso se podría traducir como “Tampoco.”

Esta es una gran verdad que no podemos pasar por alto. Nosotros tenemos la tendencia de buscar a Dios y ponerlo a nuestro lado. Hacemos nuestro plan y luego lo incluimos. Hacemos el programa y luego decimos: “Dios, queremos contar con tu ayuda, ¿estás de nuestro lado?

¿Alguna vez lo notó? Especialmente en eventos deportivos. Hay dos equipos y uno ora: “Señor, queremos que nos ayudes a hacer un buen partido.” Lo que quiere decir: “queremos ganar.”

El otro equipo ora: “Señor, queremos que nos ayudes a hacer un buen partido para tu gloria.” Es decir: “¡Que bueno sería si nos permites ganar! ¡se parte de nuestro equipo!”

Estas pueden ser oraciones inocentes, pero en la vida cotidiana no suelen ser tan inocentes. Dios no está interesado en ser parte de nuestro equipo, Él nos quiere en el suyo. Él no es partidista, Él es Soberano. 

Lecciones de la estrategia de Dios para la victoria

Ahora, Josué 6:1 nos dice, en pocas palabras, cuan desesperanzadora era la situación desde el punto de vista humano. Fíjese en el versículo 1, allí leemos:

“Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los hijos de Israel; nadie entraba ni salía.”

Me encanta la próxima frase en el versículo 2,

“Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó….”

De haber sido Josué, le hubiera dicho: La verdad es que no lo veo. Necesito más información.”

Y Dios le da más información en los versículos 3 al 5, donde prácticamente le dice, “Este es el plan de ataque.”

“Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días. Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas.

Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo, cada uno derecho hacia adelante.”

¿Cuál es el plan de ataque? Dar vueltas a la ciudad por seis días. Al séptimo día, dar siete vueltas alrededor de la ciudad, mientras siete sacerdotes hacen sonar las siete trompetas. A propósito, el número siete en el Antiguo Testamento representa totalidad, culminación, cumplimiento.

Hay varias lecciones para sacar de esto. Permítame compartirlas con usted.

  1. Primero, tenemos la lección de humildad.

Josué se está preparando para su primera campaña militar. El acaba de reunirse con el comandante divino y regresa a decirle a su ejército: “La lucha la vamos a llevar a cabo de esta manera.”

“¿Qué vamos a hacer Josué?”

“Bueno, vamos a caminar alrededor de la ciudad.”

“¿Ah, sí? ¿Y después?”

“Bueno, vamos a dar otra vuelta más, por siete días y al último día, siete vueltas.”

Para los Israelitas esto es muy humillante. ¿Se imagina ser parte de esta multitud caminando alrededor de los muros por siete días?

Imagínese, una conversación con algún Amorreo en el muro, quien se asoma y le pregunta:

“¿Qué están haciendo?”

“Usted le responde: “Estamos conquistando su ciudad.””

“¿Ah, sí? ¿Y cómo es esto?”

“Bueno, estamos caminando alrededor una vez por día.”

“Espere, me está aterrorizando con esto que me dice.”

Y así continua la conversación.

Dios iba a dejar de lado todo lo que el hombre pudiese contribuir, y se llevaría toda la gloria.

Así que la tierra en la que los Israelitas lucharían, era tierra santa y la primera lección que ellos aprenderían en esta tierra santa era la de la humildad.

  1. La segunda lección es la de la obediencia.

Al parecer, por lo que leemos en esta porción, los Israelitas recibieron un mandato a la vez. Es decir, el primer día, se les dijo que dieran una vuelta rodeando el muro. Esta caminata podía durar unos 30 minutos. Luego tenían que regresar al campamento. Esa es toda la instrucción que tenía el pueblo. Solo Josué sabía el resultado final, lo que sucedería.

Al segundo día ellos irían a Josué y le preguntarían: ¿Y ahora qué hacemos? “Den una vuelta a la ciudad de nuevo.” Al terminar regresaban al campamento. Ellos solo recibían la información para ese día, nada más.

Sin embargo, esto se agrava por el hecho de que al final del día, ellos regresaban al campamento y los muros seguían allí de pie.

Quizás, a esta altura, los Amorreos se acercaron a la muralla y se estaban burlando e insultándoles.

Esta es una gran lección para los Israelitas en cuanto a la perseverancia; a la obediencia paciente. Puede que ellos pensaran, “No entiendo esto. A mí no me suena a una buena estrategia de batalla, pero voy a dar la vuelta a la ciudad.”

¿Quieren que lo haga de vuelta? Está bien, lo hago de nuevo. ¿Otra vez? ¿Y al séptimo día siete veces? Está bien, siete veces.”

Ahora, hay otra dimensión de esta situación. Mire la manera en que la gente debía caminar alrededor de la ciudad, en Josué 6:10.

“Y Josué mandó al pueblo, diciendo: Vosotros no gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga: Gritad; entonces gritaréis.”

Una cosa es obedecer la voluntad de Dios cuando la comprende y guarda silencio. Otra cosa es no tener ni idea de por qué está haciendo lo que está haciendo y guardar silencio. El único sonido, aquí, sería el de la trompeta.

Pienso que Dios estaba indicándole a los israelitas que debían confiar en Él en silencio. En esa simple verdad, que es tan profunda y difícil de poner en práctica, Dios le dice a los Israelitas y a nosotros:

“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios;” –Salmo 46:10

  1. Hay una tercera lección que vamos a llamar, la lección de la batalla espiritual.

Los Israelitas le echaron 13 miradas a esta ciudad impenetrable llamada Jericó; trece miradas a esas murallas de más de 10 metros de altura. Posiblemente, a esta altura, hasta hayan contado las piedras en la muralla. Tal vez les llevo trece veces el reconocer que no podían ganar la batalla ellos solos. No lo sabemos.

Me gustaría sugerir que la dificultad más grande, en su vida y en la mía, querido oyente, es llegar al punto en que reconocemos o admitimos que la batalla es demasiado grande para nosotros; que la victoria espiritual es imposible sin el poder de Dios. No podemos hacerlo por nuestra cuenta.

Cuando uno ya no tiene más recursos, tiene que esperar en Dios y observar. Allí es cuando Él entra en escena.

Quizás hoy usted este frente a su Jericó; frente a unas murallas que no parecen caerse nunca y usted está hablando lo más fuerte posible y quizás, hasta pateando la pared. Puede que sea la muralla del orgullo. Puede que sea la muralla del materialismo. Puede que sea la muralla de la sensualidad. Allí está usted, haciendo todo lo posible pero sin admitir “Señor, no hay nada que pueda hacer contra esta pared”, y luego, quedándose en silencio.

Es difícil mantenerse en silencio. Intente quedarse en silencio por 30 segundos. Si lo hace, le va a parecer mucho tiempo. Es difícil.

Quizás nos quejamos de que Dios no nos habla, pero en realidad, nosotros no estuvimos escuchando. Quizás, uno de nuestros mayores problemas es que hemos estado haciendo tanto ruido que no escuchamos la voz de Dios.

Permítame hacerle una pregunta. Si, por alguna razón, la presencia y el poder de Dios se alejaran de usted, ¿Cuánto tiempo le llevaría darse cuenta?

Unas de las palabras más tristes del Antiguo Testamento están en la historia de Sansón, ese hombre fuerte que estuvo lleno del poder del Espíritu. La Escritura dice en Jueces 16:20,

“…Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él.”

Quizás una de las razones por las cuales no reconocemos que Dios no está allí en poder es porque estamos tan ocupados quejándonos y pateando la muralla, tratando de voltearla. Si le diéramos tiempo a Dios para hablar, nos daríamos cuenta que Él tiene un plan de batalla diferente.

Aplicación

Vamos a concluir el estudio de hoy con dos aplicaciones de estos capítulos de Josué.

  1. Número uno, cuando usted esta callado y Dios obrando en su vida, no hay dudas de quien es el que recibe el beneficio.

Cuando trabajamos y hablamos, y caminamos y las paredes no caen, pensamos, “Tal vez deba caminar más rápido” o “Quizás deba hablar más fuerte.”

Es nuestra naturaleza y debemos abandonarla, el querer ayudar a Dios. La mejor ayuda que podemos ofrecer es la de someternos a su plan.

Cuando estamos en silencio y Dios obra, estamos experimentando el beneficio de conocerle en el silencio y luego gritar para que los demás le conozcan.

  1. Número dos, cuando uno se queda sin fuerzas, y Dios obra por medio de uno, no quedan dudas de quien se lleva el reconocimiento.

¿Quién peleó la batalla de Jericó? ¿el poder de quien fue el que se vio en Jericó? ¿Quién hizo que los muros de Jericó cayeran? ¿Fue Josué? ¿Fueron los Israelitas? No, fue Dios.

No habían dudas y era algo innegable para cada Israelita que esa era la mano de Dios y su poder.

Nosotros tenemos esta terrible tendencia a opacar la gloria de Dios. Tenemos este mal hábito de robarle Su alabanza. A veces, Él tiene que quitar todas nuestras contribuciones para que aprendamos, como el Apóstol Pablo, que el poder no viene del hombre, sino de Dios.

En Josué 6:16 leemos:

“Y cuando los sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad.”

Note esa frase,

“Jehová os ha entregado la ciudad.”

En el versículo 20 leemos:

“Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron.”

Los Israelitas aprendieron lo que Dios luego le diría al profeta Jeremías en Jeremías 32:27,

“He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?”

Dios hizo una obra en su pueblo, primero por medio del silencio. Luego, Dios hizo una obra por medio de ellos, con gritos.

Quizás la razón por la cual nuestros muros no están cayendo es porque Él quiere seguir obrando en nosotros en silencio.

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey. Puede ser usado sin fines de lucro y con las atribuciones necesarias.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas provienen de las versiones Reina Valera 1960, La Biblia de las Americas y la Nueva Biblia de las Americas.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Usado con permiso.

La Biblia de las Américas (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.LBLA.com

Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 by The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.NuevaBiblia.com

Pies de nota han sido provistos para citar las fuentes correspondientes cuando el texto lo ha requerido. En caso de haber omisiones no intencionales, futuras revisiones incluirán las anotaciones apropiadas.

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