Introducción
Benjamín Franklin es uno de los nombres más conocidos de la historia estadounidense – uno de los padre fundadores de la patria, autor, inventor y desarrollador de muchas cosas. Sus inventos van desde el pararrayos hasta los lentes bifocales, la estufa Franklin y aún el catéter urinario flexible. Probablemente no sabía (ni quería saber) sobre eso último.
A la edad de 65 años, escribió su autobiografía y explicó su aversión a la religión organizada. Creía que era tediosa e innecesaria. Aun así, mantuvo su membresía en el Iglesia Presbiteriana de Filadelfia pagando sus cuotas anuales de membresía, aunque rara vez asistía.
En cambio, desarrolló lo que llamó “un código de virtudes”. Él escribió: “Concebí un audaz y arduo proyecto para llegar a perfección moral”. Franklin escribió que se había determinado a imitar a Jesús y a Sócrates siguiendo trece virtudes necesarias para una vida moral.
Él siempre llevaba consigo una pequeña libreta, y cada página tenía una de estas virtudes marcada en la parte superior. Entre ellas estaban la templanza, limpieza, humildad y austeridad. Él anotaba en esas páginas cada vez que fallaba en conservar una de estas virtudes y se comprometía a ser mejor el día siguiente.
Cuando Franklin tenía alrededor de 35 años, conoció al joven evangelista George Whitefield, que había venido a Estados Unidos para predicar.
Se hicieron amigos y en la propia biografía de Whitefield que he leído atentamente, reveló que a menudo le compartía el Evangelio a Franklin – que la salvación no se ganaba con obras de esfuerzo moral, sino que la obra de Cristo que murió por los pecadores nos salva.[i]
Franklin lo ignoró por completo. Si bien contribuía a menudo con el trabajo de Whitefield en su orfanato, nunca escuchó su mensaje.
Con el tiempo, mientras Benjamín Franklin perseguía su lista de virtudes, su estilo de vida inmoral en Europa se hizo tan conocido que llegaron a crear canciones sobre él en Francia. Incluso tuvo un hijo ilegítimo en ese país – un hijo que su fiel esposa criaría como si fuera suyo.
Más de 200 años después de la muerte de Benjamín Franklin, se dio a conocer una carta que escribió y que su entorno había mantenido en secreto, pero se hizo pública, y en esta instruye a un hombre más joven sobre la forma de elegir una amante.
Mientras tanto, seguía llevando y anotando en su pequeña libreta de virtudes.
Si usted lo hubiera visto en la calle, y le hubiera preguntado si estaba bien con Dios, si necesitaba arrepentirse de alguna cosa, él habría defendido su vida como lo hizo con Whitefield mostrándole su librito de virtudes.
La Labor de Juan: Preparar el Camino para el Mesías
Sin duda, el mayor obstáculo para el arrepentimiento genuino es la confianza en uno mismo – un corazón enamorado de sí mismo y que se defiende y excusa.
Y esta resulta ser la perfecta descripción del mundo que necesita al Salvador; esta es la descripción suya y mía sin Cristo: seguro de sí mismo, amante de si mismo, autosuficiente y completamente engañado.
Francamente, esa una descripción de una humanidad perdida en cada generación, y es también la audiencia de un profeta del Antiguo Testamento llamado Juan el bautista.
Después de 400 años de silencio de parte de Dios, Juan aparece con su túnica de pelo de camello, un cinturón de cuero, y comiendo langostas y miel.
Llega como un torbellino y está a punto de decirle a todos quiénes son realmente. No importa si llevan una libreta de virtudes o no, él les dirá la verdad.
Encontramos su ministerio profetizado en el Evangelio de Lucas, capítulo 3, donde concluimos nuestro estudio anterior. Le invito a que abra su Biblia allí.
Juan el Bautista es el cumplimiento de la profecía de Isaías acerca del precursor – el hombre de avanzada – del Mesías. La descripción de su trabajo está escrita aquí, comenzando en el versículo 4:
Como está escrito en el libro de las palabras de Isaías el profeta, “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor. Enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados; Y verá toda carne la salvación de Dios.” Lucas 3:4-6
Juan era como un mensajero o un heraldo que iba delante de la procesión real para asegurarse de que los caminos estuvieran limpios y listos para la llegada del rey. Espiritualmente hablando, Israel vivía en mar de religión, reglas y libretas, sin embargo, vivían vidas sin arrepentimiento, vidas hipócritas.[ii]
El trabajo de Juan era limpiar la carretera, sacar los escombros espirituales, tocar el tema de los obstáculos morales y guiar a la gente al arrepentimiento genuino en preparación para la llegada del Mesías.[iii]
Así que ésta es la imagen profética: construir un camino en el que el Rey pueda conducir directamente a su corazón y vida.
Prácticamente cada vez que salgo de mi casa, paso por el sitio donde se está construyendo la carretera interestatal. Esta enorme construcción nunca deja de asombrarme: La cantidad de maquinara pesada, la tala de árboles, el masivo movimiento de tierra para cortar una colina y rellenar un valle cercano, los sistemas de retención del agua y los sistemas para controlar la erosión que colocan.
Mientras conducía por ahí, no pude evitar simpatizar con los vecinos del área. No les informaron con tiempo lo que se les venía y lo que antes era su jardín delantero, ahora estaba despejado y alistado para convertirse en una nueva carretera.
Esa es la idea aquí.
Prepárense para tener todo desarraigado, despejado, limpiado, volcado, demolido, reubicado y cambiado.
Al Rey Jesús no le gusta hacer renovaciones menores. No hace remiendos. Le gusta los cambios importantes. Él cava hondo y hace transformaciones profundas.
Por eso el arrepentimiento fue el tema del mensaje de Juan. “Será mejor que estén preparados para que sus vidas cambien por completo”, es lo que básicamente dice Juan.
Ahora usted podrá imaginar la conmoción, la agitación y la emoción. Después de 400 años un profeta ha llegado.
El versículo 7 nos dice que grandes multitudes salieron a escucharlo mostrando interés en su mensaje de arrepentimiento. Pero ¿se imagina usted hoy a un predicador o un evangelista siguiendo el método de Juan?
Aquí viene esta multitud de forma masiva y Juan comienza su sermón diciéndoles en versículo 7:
¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Lucas 3:7b
¿Qué le parece esto para empezar un sermón? Ustedes son un montón de serpientes. ¿Por qué se vienen deslizando hacia mí?
¿Pero se va a ofender la gente con ese tipo de predicación? Quiero decir, esto suena muy crítico – va a hacer que la gente se sienta culpable. Lo hará… porque el Evangelio anuncia que en verdad somos culpables.
Hace cinco años encontré este artículo y lo guardé en mis archivos. Fue escrito por el presidente de la Universidad Wesleyana de Oklahoma después de que un estudiante se quejó con él, de que el capellán había predicado un mensaje en la capilla que produjo mucha convicción.
El mensaje de 1 Corintios 13 era sobre el tema del amor, y este estudiante se quejó de que le había hecho sentir mal porque él no era amoroso. Pero en lugar de confesar su pecado, se quejó de que había sido victimizado por el sermón y que él y sus compañeros se habían sentido incómodos.
El presidente de la universidad respondió – y cito:
“Ese sentimiento de malestar que usted tiene después de escuchar un sermón se llama conciencia. El objetivo de un buen sermón es que usted confiese su pecado – no consentirlo en su egoísmo.
Así que este es mi consejo: si usted está más interesado en acusar a otros por “incitar al odio” que en confesar su propio odio, en sermonear en lugar de aprender; si no quiere sentir culpa cuando es culpable de pecado, si quiere ser aprobado en lugar de confrontado, hay muchas universidades que le darán exactamente lo que usted quiere, pero nosotros no somos una de esas.
Queremos enseñarle a ser abnegado en lugar de ser egoísta, a practicar reconciliación en lugar de fomentar conflictos; nuestra universidad es un lugar para aprender que la vida no gira en torno a usted, que los malos sentimientos que tiene mientras escucha un sermón se llaman culpa y que la forma de tratar con la culpa es con arrepentimiento. Este es un lugar donde queremos que usted aprenda rápidamente que necesita crecer.
Esta no es una guardería, es una universidad.”[iv]
Bueno, déjeme decirle que el profeta Juan básicamente le dice a la multitud: “No estoy de niñero, estoy para prepararlos para el reino de Dios”.
¡Y la manera de prepararse es arrepentirse!
En el Evangelio de Mateo, se nos dice que Juan miró específicamente a los líderes religiosos cuando dijo esto, pero él ciertamente le entregó esta advertencia a la multitud entera.
Muchos de ellos no eran sinceros. Simplemente no querían perderse el espectáculo. En este lugar estaba la última sensación. Juan era la “novedad”, el hombre del momento.
Ahora bien, cuando Juan les dice que son víboras, está usando una figura del Antiguo Testamento que hace referencia a los enemigos de Dios. En Jeremías 46:22 e Isaías 14:29, a los egipcios y los filisteos se los llaman serpientes.[v]
Entonces, en lugar de llamar a todos “hijos de Abraham” o “pueblo de Dios”, Juan básicamente los llama incrédulos, enemigos en guerra con Dios.
Como serpientes en un incendio forestal, el pueblo ha salido de sus agujeros en el suelo y van deslizándose para escapar del fuego.
En otras palabras, ellos no tienen deseo alguno de cambiar sus vidas, sólo quieren un pequeño seguro contra incendios para poder seguir jugando con fósforos.
Como escribió un autor: “Cuando serví en el ejército, tenía un compañero que llevaba en el cuello tres medallas diferentes; una medalla de un santo católico, una cruz protestante y la estrella judía de David. Cuando le pregunté por qué hacía eso, me dijo: “No voy a correr ningún riesgo, tengo que tomar todas las precauciones”.[vi]
El arrepentimiento no intenta tomar todas las precauciones, el arrepentimiento admite que nada está oculto delante de Dios.
Jesús predicará más tarde en Lucas capítulo 12, que en el juicio final: nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse (Lucas 12:2).
El arrepentimiento deja de tapar el pecado, en lugar de tratar de taparle los ojos a Dios.
El Desafío de Juan: Dar Evidencias de Arrepentimiento
Esto es lo que dijo Juan en el versículo 7:
¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento… Lucas 3:7b-8a
En otras palabras, si ustedes realmente pertenecen a Dios, comiencen a vivir como tal. Si realmente están arrepentidos qué tal si muestran alguna evidencia de su arrepentimiento.
Continuemos en el versículo 8:
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego. Lucas 3:8b-9
La imagen del fuego aquí es una referencia al juicio venidero y el fuego del infierno para los que no se arrepienten.
Ahora bien, no lo malinterprete. Nadie puede evitar el infierno haciendo buenas obras. Juan no está diciendo que la salvación es por fe más buenas obras. No, la salvación es por una fe que se evidencia al hacer buenas obras.
Los líderes religiosos le habían enseñado al pueblo que ellos realmente no necesitan la fe o las buenas obras, todo lo que necesitaban era ser descendientes de Abraham – miembros de la nación judía.[vii]
Juan lo confirma aquí ¿se dio cuenta?: No comiencen a decir en su interior – literalmente: “Ni siquiera permitan que ese pensamiento se les cruce por la mente, “bueno, yo tengo a Abraham como mi padre”.
Querido oyente, Nadie entra en la familia de Dios por tener cierto linaje o sangre por sus venas, lo hace siguiendo al Mesías que derramó Su sangre por usted.
Usted no hereda la vida eterna de sus padres o sus abuelos, usted la hereda por Gracia y a través de la fe en Jesús.[viii]
Sin duda este mensaje fue muy ofensivo. Esta multitud estaba llena de personas que habían llegado con sus libretas de virtudes, diciendo: “Hola Juan, ¿podría firmar mi libreta y decirme que voy bien?”
Pero algunos de ellos ahora están listos para escuchar, y Lucas resume la respuesta de tres grupos de personas en la multitud a las palabras de Juan.
Evidencia #1: Empiecen a Compartir
El primer grupo es el público en general, versículo 10, y Juan básicamente les dice: “empiecen a compartir”.
Leemos:
Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Lucas 3:10-11
Ahora, usted podría pensar que esto no es la gran cosa. Entregue su túnica (literalmente la camiseta que se usaba debajo del manto exterior). No es gran cosa. Bueno, para nosotros tal vez no lo es, pero piense que la mayoría de la gente solo tenía una. Pero si usted tiene dos, dele la otra a alguien que no tenga.
Y comparta su comida también. Sin máquinas de refrigeración como tenemos hoy, no se almacenaban alimentos perecibles en ese tiempo. Las familias de Israel sólo conservaban la suficiente comida para cada día. Juan en esencia decía: “Invite a alguien pobre y desesperado a su casa hoy para la cena”.
Pero lo que más me gusta de esto es la sorpresiva respuesta de Juan. Uno podría esperar que el profeta le dijera a la gente que diera evidencia de su arrepentimiento haciendo:
- Penitencia: vaya y haga una peregrinación, camine un par de kilómetros de rodillas a un lugar sagrado.
- O haga algo religioso: vaya, comprométase a servir en la sinagoga y nunca se pierda otro servicio del sábado.
- Haga algo devocional: comience orando a través de los Salmos, memorice el Libro de Números y probará que habla en serio.
- O haga algo educativo: únase a una escuela rabínica y conviértase en un profeta como yo.
Nada de eso. No pidió penitencia, compromiso religioso, devocional o educativo. El desafío de Juan era ético.[ix]
Dejen de acumular cosas para ustedes y empiecen a compartir.
Al siguiente grupo, Juan le dice que dejen de robar.
Evidencia #2: Dejen de Robar
Observe el versículo 12:
Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. Lucas 3:12-13
Ahora, podríamos pasar mucho tiempo hablando del sistema implementado para recaudar impuestos, y vamos a ocuparnos de esto más tarde cuando Jesús llama a Mateo el recaudador para que lo siga.
Por ahora, solo voy a decir que el Imperio Romano había creado un sistema llamado impuesto agrícola. El imperio le daba el derecho de recaudar impuestos en la mayoría de los casos, a familias romanas adineradas que pagaban por la franquicia o sobornaban al gobierno local para tener la oportunidad. Ellos a su vez, contrataban recaudadores que le cobraban a la gente la cantidad requerida por el gobierno, más la porción para sus jefe, más lo que quisieran agregar para quedárselo ellos mismos.[x]
Era un trabajo legítimo que había sido totalmente corrompido por la codicia.
Luciano, un escritor que vivió unos cien años después de Lucas, escribió que lo peor de la sociedad estaba compuesto de informantes, adúlteros, proxenetas y recaudadores de impuestos.[xi]
Los recaudadores de impuestos estaban entre los grupos más despreciados del planeta.
Entonces ¿qué debían hacer? De nuevo, Juan da este sorprendente consejo: simplemente paren de robar.
No les dice que renuncien a sus trabajos y se vuelvan auditores fiscales. Eso sería un cambio. Tampoco les dice que den el 10% de lo que robaron al orfanato local.
No, conserven sus trabajos, pero de ahora en adelante incluyan a Dios en sus trabajos. Que Dios sea su jefe… y lleguen a ser conocidos por su honestidad.
Finalmente, el tercer grupo son los soldados. Y a ellos Juan les dice que dejen de hacer una cosa y comiencen a hacer algo más.
Primero, Juan les dice que dejen de abusar de las personas con su poder.
Evidencia #3: Paren el Abuso de Poder
Versículo 14:
También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis… Lucas 3:14a
Ellos eran básicamente una policía militar. Trabajaban para Roma, pero estaban asignados para mantener el orden en el pueblo judío.
No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis. La palabra traducida extorsión literalmente hace referencia a “sacudir a alguien”. [xii]
O sea, para sacarle el dinero a una persona, lo sacude, lo amenaza y empuja. Si no le paga por protección, lo golpea. Estos soldados habían formado una mafia en Jerusalén.
Súmele a eso las calumnias, las acusaciones falsas. O sea, estos soldados lo arrestarían bajo cargos falsos si no recibían su dinero. Podían plantar evidencia o simplemente mentir para incriminarlo.
Agrega a todo esto el hecho de que un soldado en el primer siglo tenía derecho de exigir alojamiento y comida donde quisiera, básicamente podría mudarse a su casa, escoger el dormitorio principal y si usted hacía algún un reclamo podía hacerle la vida imposible.[xiii]
Juan va directo al corazón y las motivaciones de estos hombres, y sin dudarlo, mira a estos intimidantes soldados a los ojos y los señala con su dedo profético y les dice: “Dejen de oprimir a la gente”.
Y nuevamente, Juan no les dice a los soldados que renuncien a sus trabajos, que vayan a la sinagoga y se unan al coro o sean ofrezcan para trabajar en la guardería; no, les dice que regresen a sus puestos de trabajo; pero que empiecen a tratar bien a la gente.
En aquellos días, que un soldado fuera amable era tan inconcebible como que un recaudador de impuestos fuera honrado. No pasaría mucho tiempo antes de que la ciudad se viera revolucionada por personas arrepentidas.
¡Pronto sería muy obvio quién pertenecía a Dios!
Evidencia #4: Estén Satisfechos con su Salario
Juan continúa diciendo aquí que los soldados no podrían lograr esto a menos que cambiaran su actitud sobre su salario. Observe lo que agrega aquí en versículo 14b:
…y contentaos con vuestro salario. Lucas 3:14b
Todas estas evidencias de arrepentimiento se aplican a todos: la multitud, los recaudadores de impuestos y los soldados.
- Empiecen a compartir.
- Paren de robar.
- Dejen de abusar de los demás.
- Empiecen a vivir dentro de sus posibilidades y disfruten de lo que Dios ha provisto para ustedes.
Conclusión
Ahora traigámoslo a nuestras propias vidas. ¿Cómo se aplicaría a nosotros el mensaje de Juan?
Él le dijo a la multitud que comenzaran a compartir. Yo me pregunto: si alguien viera su saldo en el banco y sus gastos mensuales, ¿Habría alguna pista de que ama la Obra de Dios?
¿Ha ayudado a los que pasan necesidad?
Juan les dijo a los recaudadores de impuestos que fueran honestos.
Si alguien lo observara en secreto en su lugar de trabajo y escuchara sus interacciones personales, ¿saldría convencido de su honestidad?
¿Qué hay en sus declaración de impuestos? ¿Qué hay de lo que hace en su computador o su teléfono? ¿Tiene completa transparencia, honestidad, integridad?
Juan les dijo a los soldados que no abusaran de su poder. Entonces, si alguien observara su trato con los demás, ¿les sorprendería su amabilidad? ¿o busca sacar provecho de otros?
Si pudiera resumir este párrafo con una pregunta más para nosotros hoy, sería esta: Si lo llevaran a una corte y lo acusaran de ser cristiano, ¿habría suficiente evidencia para condenarle?
Si el profeta Juan le predicara hoy a usted, ¿cuál sería su respuesta a este llamado al arrepentimiento? Bueno, el profeta Juan le ha predicado a usted hoy – todo lo que hice, fue exponer el manuscrito de su sermón y explicar lo que dijo.
¿Estamos escuchando su mensaje de arrepentimiento o nos aferraremos a nuestra pequeña libreta de virtudes? Confiando en nosotros mismos, justificándonos y engañándonos.
Benjamín Franklin nunca escuchó George Whitefield. Él tenía su libreta. Unos años después de la muerte de George Whitefield, Benjamín Franklin con 74 años escribió sobre su amistad en su diario, y cito: “nuestra relación meramente civil, sincera desde ambos lados y permaneció así hasta la muerte. El señor Whitefield acostumbraba a orar por mi conversión, pero nunca tuvo la satisfacción de que sus oraciones fueran escuchadas”.[xiv]
Qué palabras tan trágicas – eternamente trágicas.
Él se negó a escuchar el mensaje de Dios, ¿lo escuchará usted hoy?.
[i] Arnold A. Dallimore, George Whitefield: Volumen 2 (Cornerstone Books, 1979), pág. 440
[ii] Adaptado de Warren W. Wiersbe, Be Compassionate: Luke 1-13 (Victor Books, 1989), pág. 37
[iii] Bruce B. Barton, Life Application Bible: Luke (Tyndale, 1997), pág. 75
[iv] Extracto adaptado de Everett Piper, Not a Day Care (Salem Books, 2017)
[v] Darrell L. Bock, Luke: Volumen 1 (Baker Academic, 1994), p. 303
[vi] Bruce Larson, The Communicator’s Commentary: Luke (Word Books, 1983), pág. 72
[vii] William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster Press, 1975), pág. 33
[viii] Adaptado de Bock, pág. 305
[ix] Adaptado de R. Kent Hughes, Luke: Volumen uno (Crossway, 1998), pág. 113
[x] Editado de Bock, pág. 310
[xi] Ibídem, pág. 312
[xii] Ibídem, pág. 313
[xiii] Adaptado de Charles R. Swindoll, Insights on Luke (Zondervan, 2012), pág. 89
[xiv] Dallimore, pág. 440