Introducción
En algunas partes del mundo – como en regiones de Nepal y la India – poblaciones enteras se consideran contaminadas desde su nacimiento. Se les llama Dalits. El término literalmente significa “roto”.
Se cree que los Dalits, simplemente, fueron lo suficientemente desafortunados para nacer en lo más bajo del sistema de castas, que incluye cuatro castas principales: los brahmanes (o la casta sacerdotal), la casta guerrera, la casta artesana y la casta de sirvientes.
Los Dalits están por debajo de todos ellos.
Según creencias budistas e hindúes, en la reencarnación, estas personas nacen en esta posición de vida, debido a una vida anterior de corrupción, crimen o crueldad. Y ahora, reencarnados como Dalits, están pagando por sus pecados.
Ya que se consideran básicamente impuros a los ojos de los dioses, por siglos, no se les ha permitido aprender a leer y escribir. No podían comer o beber en la misma habitación que un miembro de una casta superior. De hecho, no se les permitía tocar o ser tocado por alguna persona en el sistema de castas. Incluso su sombra se consideraba inmunda.
Llegaron a ser conocidos por el término familiar y trágico de: “intocables”. [i]
Sólo en la India hoy en día, hay más de 200 millones de intocables.
Probablemente no había ninguna persona en el mundo antiguo más intocable que un leproso. La Biblia registra tanto a judíos como gentiles afligidos por esta temible enfermedad.
Según la ley levítica, el leproso debía vivir fuera del campamento o aldea, y básicamente perdía todo contacto personal con su familia, sus seres queridos y su nación.
Su vida podría caracterizarse por el significado de Dalit: roto. Su mundo estaba destrozado, sus sueños y esperanzas hechas trizas, pulverizados y rotos en un millón de pedazos.
No lo verían con piedad, simplemente por la creencia predominante de que estaba bajo el juicio de Dios. Debió haber pecado de alguna manera en su pasado. Sus cuerpos en descomposición eran prueba suficiente de su corrupción interna.
Un autor escribió: “La lepra puede comenzar con la pérdida de sensibilidad en alguna parte del cuerpo, los nervios se ven afectados, los músculos comienzan a agotarse. El leproso desarrolla úlceras en sus manos y pies. Su cabello y cejas se caen y sus cuerdas bucales se llenan de ulceras; cuando habla, su voz se pone ronca y su respiración tensa. Sus extremidades como las orejas, narices y dedos tanto de las manos como de los pies se infectan y a menudo simplemente se caen. La enfermedad dura de 20 a 30 años. Era un tipo de enfermedad en la que una persona moría de a centímetros. Pero la muerte era segura. Incluso en la Edad Media si alguien contraía lepra, el sacerdote lo llevaba a la catedral y le hacía un servicio fúnebre, porque prácticamente, estaba casi muerto”.[ii]
En los tiempos de Jesús, nadie temía una enfermedad tanto como la lepra. El único amigo de un leproso era otro leproso.
Familiares y personas en general que se apiadaban de ellos, les dejaban comida en ciertos lugares. Pero siempre que alguien se acercaba a un leproso, este debía advertirle gritando: “inmundo”.
Un autor lo expresó de esta manera para describir la desesperación de vivir con lepra. Imagine que usted va caminando por la calle o entrando a una tienda de comestibles, y al ver a alguien de lejos tiene que gritar: “Inmundo, soy inmundo.”
Imagine ser rechazado, despreciado, exiliado, temido, sufrir soledad y, sobre todo, estar abrumado por una sensación de desesperanza. Es difícil imaginar los efectos físicos y emocionales de ser un intocable.
Como escribió un autor, “el leproso era odiado por otros y eventualmente llegaba a odiarse así mismo.”[iii]
Cuando Jesús entra en escena, la superstición había crecido y la sociedad era aún más cruel. Si un leproso asomaba su cabeza al interior de una casa – sólo por un momento – la casa entera, incluyendo las vigas del techo, se consideraba impura. El leproso debía mantenerse a 15 metros de la persona más cercana. Era ilegal en la comunidad judía incluso saludar a un leproso o hablar con él.[iv]
Eran verdaderamente intocables y los consideraban incurables.
De hecho, durante los días de Cristo, los rabinos enseñaban que era tan difícil curar a un leproso como levantar a una persona de entre los muertos”.[v]
Escuche esto; los rabinos enseñaban, que “solo Dios podía curar la lepra”.[vi]
Esto va a ser magnífico. Déjeme mostrarle lo que pasa en Lucas capítulo 5.
Jesús continúa su ministerio con algunos de sus discípulos que acaba de llamar y está enseñando en un pueblo, cuando de repente, o más bien de manera inesperada, Lucas cuenta en el versículo 12:
Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra.
Lucas 5:12a
Ahora bien, tanto en el Evangelio de Mateo como en el de Marcos, donde se cuenta este mismo relato, sólo se nos dice que el hombre era leproso; pero Lucas, que es médico, nos dice: “Oh, el no solo era leproso… estaba lleno de lepra”.
Él usa la misma palabra que en el capítulo 4, donde Lucas nos dice que Jesús estaba lleno del Espíritu Santo.[vii]
Este leproso estaba totalmente cubierto de lepra. Evidentemente está en la etapa final, bajo el control total de la lepra.
Después de quizás unos 20 o 30 años de vivir con esta agotadora enfermedad, es probable que ya no le quedara mucho tiempo. Ya estaba consumido por la enfermedad.
Vaya vida que debe haber tenido este hombre. Es posible que ya hubieran pasado 20 o 30 años desde la última vez que abrazó a sus hijos, que habló con su esposa, que comió en su casa o durmió en su cama, y tuvo que mirar de lejos a su familia. Es difícil imaginar el dolor, el corazón roto, la vida destrozada de este hombre.
En una palabra, este hombre era intocable.
Y ahora es el momento. En un acto de total desesperación – versículo 12 nuevamente:
Viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Lucas 5:12b
No se nos dice aquí, y francamente no sabemos qué tan cerca estaba de Jesús.
No se menciona que haya advertido a la multitud gritando: “Inmundo”.
Pero evidentemente, ha decidido que realmente ya no importa. Este es su última oportunidad en la vida.
Tal vez la gente lo vio venir y se dispersó. Como sea que se haya acercado a Jesús, todos habrían esperado que Jesús le ordenara que se fuera de ahí.
Un historiador comentó que en el primer siglo los rabinos eran conocidos por salir corriendo literalmente cuando veían un leproso. Un rabino escribió que no comería un alimento comprado en la misma calle por la que hubiera caminado un leproso. Otro dijo estar orgulloso de haberle arrojado piedras a un leproso recientemente para mantenerlo alejado.[viii]
Este leproso no sabe realmente lo que el rabino Jesús hará, pero evidentemente Él no le va a tirar una piedra o salir corriendo.
Jesús se conmueve
Este es uno de esos increíbles momentos en la Biblia, donde un hombre moribundo encuentra al Salvador; cuando la inmundicia se encuentra con la pureza. Es la desesperanza cayendo a los pies de la esperanza.
¿Y se dio cuenta de lo que dice aquí en versículo 12?
“Señor, si quieres, puedes limpiarme. Lucas 5:12b
Él no dijo: “Señor, si puedes”.[ix]
“Señor, no estoy seguro de que puedas, pero si es que puedes…” No, él está diciendo aquí: “Señor, sé que puedes; y si es tu voluntad, puedes limpiarme. Señor, tú tienes el poder y la autoridad para hacerlo. Si quieres, agradecería que puedas sanarme.
Lucas nos dice aquí que el leproso se postró con el rostro en tierra. El verbo significa inclinarse, arrodillarse, arrojarse al piso en señal de reverencia.[x]
Sin duda los discípulos se retiraron con horror de este hombre. La multitud debió haber retrocedido con disgusto y miedo.
Una vez más, el lenguaje indica que este intocable no hace esta declaración una vez, sino una y otra vez: “Señor, si quieres, puedes limpiarme, si quieres, puedes limpiarme. Si quieres, puedes limpiarme“
No pide simplemente que lo cure. La lepra era vista como un juicio espiritual de Dios. Los rabinos la llamaban “el golpe de Dios”. Él está pidiendo ser limpiado desde dentro hacia afuera. “Señor, tú puedes hacerme limpio”
Como vera, lo que sale de los labios de este intocable es una increíble declaración de fe. “Señor, si quieres, yo sé que puedes”.
Y vaya riesgo, por cierto. Si Jesús no es el Mesías, si Jesús no lo sana, este hombre puede ser arrestado y apedreado hasta la muerte por entrar en una ciudad sin previo aviso, por violar las leyes de la excomunión y por poner a otras personas en riesgo de contagio.
Si Jesús no es el Salvador, este hombre no tiene ni una esperanza.
Este es el Evangelio. Escuche, si Jesús no es el Salvador, usted tampoco tiene esperanza. Ninguno de nosotros tiene la oportunidad de ser limpiado de nuestra condición terminal de pecado y corrupción.
El profeta Isaías usa la lepra como una ilustración del pecado. Somos todos enfermos terminales. Todos somos incurables y no tenemos otra opción que la limpieza del Salvador.
El apóstol Pablo escribió que, si Jesús no es quién dice ser, todos estamos todavía en nuestra condición de pecado terminal y somoslos más dignos de conmiseración de todos los hombres (1 Corintios 15:19).
Jesús muestra Su poder divino
¿Puede Jesús hacer lo que nadie más pudo hacer en el planeta? ¿Es Él el soberano Señor que este hombre ha esperado, por el cual arriesgó todo y cayó delante de Él postrado?
“Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Me encanta la respuesta inmediata de Jesús en el versículo 13:
Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Lucas 5:13
El relato del Evangelio de Marcos añade la emoción de Jesús durante este encuentro:
Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó… Marcos 1:41
Un momento. No tan rápido. Note que Jesús lo tocó. Pero, Él no necesitó tocarlo.
¿Acaso no sabía Jesús que este hombre era un intocable? ¡Tocarlo significaba contaminarse!
Jesús podría haber dicho simplemente las palabras, “Se limpio” y hubiera sido suficiente.
¿Por qué tocarlo? ¿Ha pensado en que ésta era tal vez la primera vez en 20 o 30 años que este hombre recibió le amoroso toque de otra persona?
De hecho, la palabra tocar es más que un rápido toque con un solo dedo. Esta fue la mano del Señor que se apoyó sobre él.
Con compasión y gracia, Jesús pone Su mano probablemente sobre el hombro de este leproso, y dice las palabras más preciosas que alguna vez escuchó:
Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Lucas 5:13b
“Quiero, sé limpio”.
¿Ha venido usted a Jesús para pedirle lo mismo?
¿Ha llegado usted al punto donde no tiene otra opción, elección o alternativa? ¿Ha llegado a ese punto de desesperación en la vida donde se dio cuenta de que la religión, las ceremonias, las velas, las buenas obras y hacer lo mejor no es suficiente para evitar que su caso terminal de pecado se propague y termine llevándolo a la tumba? ¿Ha llegado al punto en que no puede vivir con la culpa del pecado por más tiempo?
¿Le ha pedido a Jesús que lo limpie de adentro hacia afuera?
Póstrese ante el Salvador. Inclínese con fe, creyendo que Él es verdaderamente el Señor y Salvador, y confiésele que es un pecador, un enfermo terminal que no tiene nada para ofrecerle excepto corrupción. Dígale: estoy roto. Estoy quebrantado; pero Señor, si quieres puedes límpiame también.
Dios dice en su palabra: “…el que quiera venir a mí, que venga”. Ese intocable vino y usted también puede.
Lucas escribe al final del versículo 13, que la lepra lo abandonó inmediatamente.
En otras palabras, el Dr. Lucas informa que los efectos físicos de la lepra se revirtieron. Esto indica, que segundos antes usted ha visto a un hombre con su cuerpo devorado, devastado por esta corrosiva enfermedad. Pero inmediatamente después de que Jesús pronunciara sus palabras, él fue completamente restaurado.
Un autor escribe: “la carne que había ha sido devorada, los dedos que tenía podridos o caídos, las llagas en carne viva que se extendían por su cuerpo son instantáneamente sanadas y restauradas”.[xi]
Es difícil imaginar esta impresionante escena. Las extremidades encorvadas se enderezan de repente, la piel blanca, seca y cubierta de llagas ahora esta suave y limpia como la de un bebé. Los dedos que tenía partidos junto a sus orejas y nariz que normalmente se caían a pedazos en la etapa final de esta enfermedad – de repente son restauradas y curadas.
Jesús hizo esto en el huerto de Getsemaní después de que Pedro le cortó la oreja a aquel hombre que había venido con otros a arrestarle. El tiempo se detiene de repente mientras este hombre sostiene su cabeza sangrando – y ¿ahora qué? Jesús da un paso adelante, toca la herida de este hombre e inmediatamente tiene una oreja nueva (Lucas 22).
Este es el Dios encarnado ejerciendo Su poder de crear algo a partir de la nada.
Este es el Mesías.
De hecho, es parte de la razón por la que Jesús le da esta instrucción al leproso en el versículo 14:
Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos. Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Lucas 5:14-15
Es interesante que Jesús le ordena a este hombre que no se lo diga a nadie y sin embargo las buenas nuevas sobre Jesús llega por todos lados. A nosotros, Jesús nos ordena a difundir la Palabra y no se la compartimos a nadie.
Ahora bien, aunque Jesús ha limpiado a este hombre y la lepra se ha ido, el permanece en el limbo social por así decirlo, hasta que un sacerdote lo examine y lo declare limpio de la lepra.[xii]
En otras palabras, Jesús le dice que siga las instrucciones de Levítico 13 y 14 para la restauración de un leproso.
Jesús sabía lo que iba a pasar: Un sacerdote estaba a punto de quedar absolutamente consternado, conmocionado; Él va a querer saber cómo un leproso ha sido curado. “¿Quién lo hizo? ¿Cómo que te ha tocado?
El sacerdote recogería las pruebas y las llevaría al Sanedrín. Por esto Jesús le dice que vaya al sacerdote para dar testimonio (v. 14b). En otras palabras, Jesús no solo está haciendo cumplir la ley; sino que también sabe que esto va a generar una investigación sobre su vida y obra.[xiii]
Los sacerdotes, rabinos y religiosos habían estado enseñándole a la gente, que la sanación de la lepra sería una señal de que el Mesías había llegado.[xiv]
Jesús efectivamente le dice a este hombre: “Ve y muéstrales la evidencia de que el Mesías ha llegado!”
Cuando Juan el Bautista languidecía en prisión por orden de Herodes, cerca de ser ejecutado, le envió un mensaje a Jesús dudando. Desanimado, se preguntaba si Él era realmente el Mesías. Jesús le respondió a Juan diciéndole básicamente: “Juan, ¿no has escuchado? Los leprosos son sanados” (Mateo 11:5).
Los intocables están siendo curados. No hay más dudas.
Conclusión
Con esta impresionante demostración de poder divino, Jesús hace ahora lo que todo creyente debe hacer. Él nos da su ejemplo al tomar un tiempo de oración con nuestro Padre Celestial. El versículo 16 nos dice lo que Jesús hizo a continuación:
Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba. Lucas 5:16
¿Se apartó de la multitud? ¿Se quedó a solas con Dios?
La multitud se agolpaba, Él era más popular que nunca, la gente clamaba por verlo, querían escucharlo. Pero Jesús sabía que lo más importante era escuchar a su Padre.
Es irónico que la palabra para lugares desiertos pueda traducirse como “lugares solitarios”. Jesús fue voluntariamente a lugares solitarios luego de haber quitado la soledad de este leproso.
Lucas no nos da ningún detalle, pero seguramente aquí hay un hombre que fue finalmente, luego de tantos años, reunido con sus seres queridos, familia y amigos. Sin duda habían dejado de orar hace tiempo por él, la sinagoga se había olvidado él, los rabinos lo evitaban y sus amigos habían dejado de esperarlo.
Pero aquí llega Jesús, y aquí – para sorpresa de todos – viene este intocable. Sus caminos se cruzan. El impuro a los pies de la pureza personificada.
Y cuando un pecador como usted y yo llegamos a la conclusión de que nuestra situación es terminal, incurable – que somos pecadores, intocables espiritualmente – y venimos y nos postramos a los pies de Jesús y le pedimos: “Señor, Sé que puedes, ¿quieres limpiarme? Cada vez y en cada caso, Él responde: “Si, quiero”.
Y quedamos inmediata, permanente y completamente perdonados – en todos los casos. No existe ningún caso imposible para Jesús. En cada caso, cada pecador intocable es perdonado, para siempre.
[i] Szczepanski, Kallie. “Who are the Dalits?” ThoughtCo, 16 de febrero de 2021, thinkco.com/who-are- los-dalits-195320.
[ii] William Barclay, Matthew: Volumen 1 (Westminster Press, 1975, p. 296
[iii] Adaptado de William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster Press, 1975), pág. 58
[iv] R. Kent Hughes, Luke: Volumen 1 (Crossway Books, 1998), pág. 162
[v] Ibídem
[vi] David E. Garland, Exegetical Commentary on the New Testament: Luke (Zondervan, 2011), p. 239
[vii] Ivor Powell, Luke’s Thrilling Gospel (Kregel, 1965), pág. 123
[viii] Barclay, The Gospel of Matthew: Volume One, pág. 296
[ix] James Montgomery Boice, The Gospel of Matthew, Volumen 1 (Baker Books, 2001), pág. 127
[x] Hughes, pág. 169
[xi] R. C. H. Lenski, The interpretation of St. Luke’s Gospel (Editorial de Augsburgo, 1946), pág. 288
[xii] Garland, pág. 240
[xiii] J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan Academic, 1981), pág. 151
[xiv] Bruce B. Barton, Life Application Bible Commentary: Luke (Tyndale, 1997), pág. 119