Introducción
Una canción muy famosa en su tiempo se titulaba, “Lo escuché a través de la vid.” Para nosotros, obviamente no tiene sentido. Si colocamos una oreja al final de una planta de uvas no escucharíamos nada.
Para entender esta canción, necesitamos volver en el tiempo y espacio hasta la época cuando en Estados Unidos el movimiento para abolir la esclavitud estaba cobrando impulso. Este fue un tiempo cuando varios grupos de esclavos fugitivos del sur se dirigían hacia el norte de Estados Unidos a través del Ferrocarril Subterráneo. El Ferrocarril Subterráneo era el término usado para referirse a la red clandestina de casas donde simpatizantes del movimiento escondían, alimentaban y ayudaban a los esclavos fugitivos a llegar a su destino.
Entre las distintas formas de comunicación con los esclavos a lo largo del Ferrocarril Subterráneo, se usaba los tendederos de ropa. Los dueños de estas casas colgaban estratégicamente cierto tipo ropa para comunicar si era seguro o no viajar por esa zona. Una selección diferente de ropa identificaba los hogares seguros donde los esclavos podían recibir alimentos y un lugar para descansar. También leí algunos tejían mantas con ciertos patrones que servían para entregar direcciones más especificas a los esclavos fugitivos.
Ya que la cuerda para colgar la ropa era cara a mediados del siglo XIX, las vides a menudo servían como sustitutos de las cuerdas. Este primitivo sistema de comunicación eventualmente llegó a ser conocido como el telégrafo de la vid.[i]
Finalmente, se eliminó la palabra “telégrafo,” y la gente simplemente empezó a decir “la vid” para referirse a escuchar las últimas noticias y los chismes más nuevos.
En Estados Unidos, la frase “Lo escuché a través de la vid” hoy por hoy se usa todo el tiempo, y ya no tiene nada que ver con ayudar a liberar personas. De hecho, parece significar todo lo contrario. La gente no termina liberada por la vid, sino que, a menudo terminan apresados por ella.
Salomón les escribió a aquellos que se le unirán en esta búsqueda de sabiduría, este tesoro escondido del discernimiento, madurez y gracia,
La muerte y la vida están en poder de la lengua, (Proverbios 18:21a)
No es solo la mano, o el cuchillo, o la espada, sino la lengua.
He leído que la persona promedio tiene unas 700 oportunidades para hablar todos los días. Y la persona promedio hablará unas 12,000 oraciones en un día.
Es por eso, tal vez, que, cuando llega a casa, encuentra a su esposa con tantas ganas de hablar. Usted ha estado haciendo llamadas y hablando con personas en el trabajo todo el día, pero ella tiene al menos 10,000 oraciones listas para usar.
Lo cierto es que hablamos alrededor de 50.000 palabras al día. ¡Piense en eso! Cincuenta mil palabras es lo que tiene un libro pequeño en la biblioteca.
Y me pregunto – al final del día, cuánto de lo que dijimos valdría la pena escribirlo, o incluso, si valdría la pena leerlo de nuevo.
No es de extrañarnos que uno de los más temas importantes que debemos estudiar en nuestra búsqueda del tesoro escondido – la sabiduría – es el tema de nuestro hablar. Este tema en cuanto a la lengua es, de hecho, uno de los temas favoritos de Salomón en su colección de Proverbios.
Él habla de:
- la lengua orgullosa;
- la lengua mentirosa;
- la lengua perversa;
- la lengua enojada;
- la lengua alentadora;
- la lengua astuta;
- la lengua seductora;
- la lengua engañosa;
- la lengua tranquilizadora;
- la lengua instructiva;
- la lengua halagadora;
- la lengua reservada;
- la lengua tranquila;
- la lengua grosera;
- y mucho más.
¡Dios tiene mucho que decir acerca de lo que hablamos!
Para poder de abordar este tema tan grande, voy a dividir nuestro estudio en dos secciones. La primera sección es positiva y tiene que ver con la forma en que nuestras palabras pueden ayudar. La segunda es negativa y tiene que ver con la forma en que las palabras pueden lastimar.
Comencemos con la sección positiva.
Cómo Las Palabras Ayudan
- Primero, Salomón informa que nuestras palabras pueden dar un buen consejo.
Él escribe, en Proverbios 27:9,
El ungüento y el perfume alegran el corazón, Y el cordial consejo del amigo, al hombre.
La influencia del consejo de un amigo es incomparable. Esta es la razón por la que debemos tener cuidado de a quien permitimos que nos aconseje.
Un amigo, compañero, cónyuge, o colega piadoso puede impactar nuestras vidas a través de sus palabras, pero el punto aquí es que nosotros podemos impactarlos a ellos también. Uno de los beneficios que Dios diseño para la iglesia es que podamos amonestarnos los unos a los otros.
La palabra griega para “amonestar” es “nutheteo” (νουθετεω), que nos da nuestra palabra para “consejería noutética.” Consejería noutética, o consejería bíblica, ocurre incluso cada vez que cantamos como iglesia.
Pablo le escribió a los colosenses:
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos (allí está esa palabra nutheo) exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales (Colosenses 3:16).
En otras palabras, reiteramos la verdad con palabras para ayudarnos los unos a los otros a desarrollar corazones agradecidos a Dios.
Por eso deberíamos preguntarnos: “Esa conversación que tuve con ese creyente, ¿lo dejó más agradecido o menos agradecido a Dios? ¿Lo aconsejé o lo corrompí?
Un autor hizo el interesante comentario de que nuestras conversaciones diarias son, en realidad, sesiones de consejería mutua en las que intercambiamos consuelo y consejos que nos ayudan a lidiar con los desafíos cotidianos de la vida.[ii]
Esta es una excelente forma de ver nuestras conversaciones – como una sesión de consejería mutua para el progreso de ambos.
- En segundo lugar, nuestras palabras no solo pueden aconsejar, sino que también pueden confrontar.
Salomón escribe, en Proverbios 17:10,
La reprensión aprovecha al entendido,
Más que cien azotes al necio.
En otras palabras, si desafiamos a un creyente comprometido porque no está hablando o viviendo de la manera que corresponde a un hijo de Dios, este va a considerar seriamente sus palabras. La confrontación llamará su atención para bien.
Solo una palabra o dos y una persona sabia escuchará y aprenderá de sus errores, aceptar la palabra de amonestación, cederá ante la autoridad y tomará la acción apropiada. No así el necio, escribe Salomón en el capítulo 17. Incluso si lo agarran a golpes – aún si lo azotan cien golpes, no va a cambiar.[iii]
Salomón también advirtió:
No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará. (Proverbios 9: 8)
Es decir, no todas las que amonestemos o desafiemos van a apreciarlo.
Quizás necesite el valor y la perspicacia del profeta Natán que confrontó a David por su asesinato y adulterio con Betsabé. Quizás necesite la audacia de Joab, que confrontó a David por su reacción después de la muerte de Absalón que estaba dañando su integridad como gobernante.[iv]
Y David, demostrando que no había cerrado su corazón a la sabiduría, escuchó (II Samuel 12, 19).
- En tercer lugar, nuestras palabras no solo pueden aconsejar y confrontar, sino también reconfortar.
En Proverbios 25:11, leemos:
Manzana de oro con figuras de plata
Es la palabra dicha como conviene.
Estoy de acuerdo con Charles Bridges, quien escribió a mediados del siglo XIX que esta es una referencia a una fruta literal: manzanas doradas, servidas en bandejas de plata.[v]
¡Cuán refrescantes son las palabras – como fruta madura, presentadas de la mejor manera posible, satisfaciendo tanto el hambre como la sed al mismo tiempo.
- En cuarto lugar, nuestras palabras no solo pueden aconsejar, confrontar y reconfortar, sino también alegrar.
Salomón escribió:
La lengua apacible es árbol de vida;
Mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu (Proverbios 15:4).
Este es el poder del ánimo.
¿Pueden las palabras realmente marcar la diferencia?
Solo escucha a los comentaristas deportivos hablando de que el equipo local tiene la ventaja. ¿Por qué es que el equipo local tiene ventaja? Porque los deportistas juegan frente a sus aficionados que los alientan en lugar de gritarles cosas que no podemos repetir – son amigos en lugar de enemigos. Es mas es probable que jueguen su mejor partido cuando los aficionados los están animando. Esta es la razón por la que “jugar de local” es sinónimo de “ventaja.”
¿Se le pasó por la mente, alguna vez, que todas las batallas del cristiano son partidos fuera de casa? Estamos lejos de casa.
El mundo aplaude y alienta al equipo contrario y busca desanimarnos e incluso llevarnos a la desesperación. El ruido en el estadio a veces es abrumador.
Siempre estamos de visitantes. Nuestros partidos siempre son fuera de casa.
La única vez que escuchamos palabras de aliento es cuando estamos en grupo, con nuestros compañeros de equipo. La iglesia es ese grupo.
“Anímense unos a otros,” escribió el autor de Hebreos,
… y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca (Hebreos 10:25b).
¿A qué día se está refiriendo? Este es el día cuando el partido haya terminado.
Este es el poder de las palabras de aliento.
Un autor escribió de su experiencia al entrar a lo que llamó una “media-triatlón.” Él era un pastor que simplemente quería lograr este objetivo. Él escribió: “Después de los 2 km de nado y los 90 km en bicicleta, no me quedaba mucha energía para los 20 km de trote. Tampoco la persona que corría a mi lado. Le pregunté cómo estaba y pronto me arrepentí de haberle hablado. Él me dijo: Estoy muerto. Esto es horrible. Esta carrera es la decisión más tonta que he tomado en mi vida.” Se quejaba y se quejaba… Sabía que, si lo escuchaba por un buen tiempo, empezaría a estar de acuerdo con él, así que aceleré. Eventualmente alcancé a una abuela de sesenta y seis años. Su tono era absolutamente distinto. “Vaya, hace calor… pero al menos no está lloviendo… no se olvide de hidratarse… usted puede terminar esta carrera,” me animaba. Corrí a su lado hasta que ya no pude seguirle el ritmo y ella se despidió y siguió corriendo adelante.”[vi]
¿Qué corredor lo representa a usted y a sus palabras mientras corre junto a otros en la carrera de la fe?
- En quinto lugar, nuestras palabras pueden aconsejar, confrontar, reconfortar, alegrar, y, finalmente, pueden edificar.
Pablo les escribió a los tesalonicenses:
Animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis (1 Tesalonicenses 5:11).
Él luego escribió,
También os rogamos, hermanos… que alentéis a los de poco ánimo… (1 Tesalonicenses 5:14).
Enseñen, fortalezcan, edifíquese unos a otros en la fe.
Salomón lo puso de esta manera,
Los labios del justo apacientan a muchos (Proverbios 10:21a).
En Proverbios 15:7a, escribe,
La boca de los sabios esparce sabiduría…
Este es el efecto edificante y fortalecedor de las palabras dadas por el sabio. Estas edifican, consuelan, reconfortan y alegran a lo largo del camino de la vida.
¿Qué tipo de palabras salen de su boca? ¿Proporcionan estas seguridad y fuerza?
Las palabras pueden ayudar, pero las palabras pueden obstaculizar también.
Cómo Las Palabras Hieren
Salomón nos enseña que hay varias formas en que las palabras pueden herir. Echémosles un vistazo.
- Primero, nuestras palabras pueden engañar.
Un autor incluyó este uso de las palabras en lo que llamó “los pecados primordiales.” Estos son los pecados de la naturaleza de Satanás. Estos son: orgullo – porque él codició el trono de Dios (Isaías 14:12-17) – y la mentira. De hecho, sus primeras palabras registradas en la historia de la humanidad fueron una mentira. “Eva, come esto y serás tan sabia como Dios” (Génesis 3:1-5).
Salomón registró, en Proverbios 6:16-19, que Dios odia siete actividades. Entre estas siete están el orgullo y la mentira.
No es de extrañarse que Salomón incluyera esto en su breve lista de oración. Escuche lo que dice Proverbios 30:7,
Dos cosas te he demandado [o pedido];
No me las niegues antes que muera: 8 Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí…
Salomón realmente está pidiéndole al Señor que lo guarde de la influencia de Satanás – que lo guarde igualmente de imitar al gran engañador.[vii]
¿Por qué? Porque reconoció, como nosotros deberíamos también, que tenemos la habilidad diabólica de imitar a nuestro antiguo padre, Satanás, que es, el padre de mentiras. (Juan 8:44b)
- En segundo lugar, nuestras palabras no solo pueden engañar, sino también destruir.
Las palabras pueden doler más que un golpe y dejar profundas cicatrices.
Personalmente, no tengo muchas cicatrices en mi cuerpo. Tengo una pequeña cicatriz, detrás de mi ceja derecha porque, cuando tenia unos seis o siete años, estaba en el patio de la casa jugando a lanzar una gran piedra al aire y atraparla. La última vez fallé.
Los golpes físicos duelen por un tiempo, pero el dolor que causan las palabras tiende a perdurar.
Las palabras tienen la capacidad de derribar y destruir de todo, desde amistades hasta matrimonios e iglesias.
la lengua es un fuego, … inflamada por el [mismo] infierno (Santiago 3:6).
Salomón escribió, en Proverbios 18:6,
Los labios del necio traen contienda;
Y su boca los azotes llama.
En otras palabras, un necio va a iniciar una pelea; él va a provocar algún tipo de controversia o argumento en donde todos salen perdiendo. La reputación de alguien se va a arruinar; el nombre de una persona será ensuciada; el espíritu de alguien será aplastado.
En el seminario, uno de nuestros profesores de teología pastoral nos contó una historia bastante terrorífica. Era una historia verídica. Nos la contó no solo para que tuviéramos cuidado en nuestro caminar como pastores, sino también para ilustrar el poder destructivo del chisme.
A un pastor y su esposa apenas les daba para llegar a fin de mes en su pequeña iglesia, pero servían fielmente al Señor. En la iglesia, había un exitoso hombre de negocios que los ayudó inmensamente. Él y su esposa se ofrecieron para servir en la iglesia y ayudar al pastor como pudieran.
En una ocasión, al pastor lo invitaron a predicar en una reunión en otra ciudad a lejos de casa. Él no tenía dinero para un boleto de avión y su propio auto estaba demasiado viejo para arriesgarse a viajar en él. Cuando este empresario se enteró de la situación, le dijo al pastor que tenía la solución perfecta.
El tenía que hacer un viaje de negocios así que estaría viajando en avión durante el mismo tiempo que el pastor estaría de conferencia. Así que le dijo al pastor: “Mire, ¿por qué no conduces hasta mi casa, dejas su coche allí, me lleva al aeropuerto y luego usa mi auto para ir a su reunión? Cuando vuelva a la ciudad, me puede ir a recoger.”
El plan sonaba fantástico. El único problema era que este pastor ahora tenía su vehículo estacionado durante la noche en la casa del hombre, mientras que el coche del hombre no estaba.
Los vecinos sacaron conclusiones precipitadas, y empezaron a difundir las noticias. En cuestión de días, esta pequeña comunidad estaba convencida de que el pastor le estaba siendo infiel a su esposa. El pastor terminó renunciando, incapaz de superar la destrucción de su reputación e integridad.
No hubo forma de recuperarse del chisme que se había extendido como un cáncer por todo el pueblo.
Salomón escribió:
El hipócrita con la boca daña a su prójimo (Proverbios 11:9a).
Las palabras pueden engañar y pueden destruir.
- En tercer lugar, las palabras tienen la capacidad de dividir.
Esta es la persona que es más que feliz de sacar los trapos sucios sol y colgarlos en la vid.
Proverbios 16:28b dice:
…El chismoso aparta a los mejores amigos.
Recuerde, este era el objetivo principal de Satanás que acusó a Job delante de Dios: “Mira, con un poco de sufrimiento puedo hacer que ese hombre deje de caminar contigo… Él te va a maldecir en tu misma cara.” (Job 1, 2)
Este fue el plan de Satanás con Adán y Eva – separarlos de su relación íntima con Dios, y también para separarlos entre ellos. ¡Cómo debió haberse frotado las manos con satisfacción mientras Adán y Eva se acusaban mutuamente y, finalmente, acusaban a Dios! (Génesis 3)
Satanás es el gran engañador, destructor y divisor de los hermanos.
Lo sorprendente de la declaración de Solomon es que no son los conocidos los que se dividen – no son los que apenas se conocen en la iglesia – sino los amigos íntimos.
Este era un problema tan serio en los comienzos de iglesia que casi todas las epístolas tratan sobre el poder de la lengua.
De hecho, Pablo le dijo a Tito que desechara a la persona divisiva de la asamblea después de darle una segunda advertencia. Esto era distinto a la disciplina tradicional en la iglesia, donde se debían seguir ciertos procedimientos, traer testigos, e incluso reunir a la congregación para alentar y advertir al hermano.
No, dijo Pablo,
Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo (Tito 3:10).
¿Por qué? Porque la iglesia debe demostrar unidad en el Espíritu y el poder transformador del evangelio para producir amor y buenas obras. El enemigo puede usar las palabras de una persona divisiva para obstaculizar la capacidad de la iglesia de demostrar unidad y amor.
Entonces, la pregunta sigue siendo: “¿Qué debemos hacer con este increíble poder que tenemos en nuestros labios?”
Estamos en esta búsqueda de sabiduría, que es la aplicación de la verdad a la vida. ¿Que hacemos entonces con nuestras palabras?
¿Qué Debemos Hacer con Nuestras Palabras?
- Primero, ¡resguardemos nuestras palabras!
Salomón escribió:
El que guarda su boca y su lengua,
Su alma guarda de angustias (Proverbios 21:23).
¡Cuan cierto! ¿verdad? Habría sido bueno aprender esto en tercer grado, ¿no? A mi nunca me mandaron a sentar a la esquina por quedarme en silencio.
Me reí cuando me encontré esta anécdota de unos niños que estaban en la escuela primaria. Mientras leía la historia, no pude evitar imaginar la lucha interna del pobre maestro mientras trataba de mantener el control de sus emociones.
Estos niños iban a segundo grado en la escuela pública. Un día, estaban en casa, sentados a la mesa, cuando uno de ellos le dijo a su papá: “Creo que nuestro profesor de música es cristiano.”
Su hermano intervino: “Sí, estamos bastante seguros de que es cristiano.”
El padre pensó: “¡Vaya, mis hijos saben discernir las cosas espirituales a tan temprana edad!”
Les preguntó entonces: “¿y cómo lo saben?”
Ellos dijeron: “Bueno, todos estábamos portándonos un poco mal en clase cuando él se fue a la esquina y realmente parecía que estaba orando.”
Probablemente lo estaba. Y esto es lo que podría haber estado orando.
Pon guarda a mi boca, oh Jehová;
Guarda la puerta de mis labios (Salmo 141:3).
Debemos resguardar nuestras palabras: “Señor, pon guardias a la puerta de mis labios. No dejes salir nada sin autorización tuya.”
- En segundo lugar, en cada oportunidad posible, ¡silenciemos nuestras palabras!
Salomón escribe,
…el que refrena sus labios es prudente (Proverbios 10:19b).
Abraham Lincoln escribió una vez: “A menudo me he arrepentido de mis palabras, nunca de mi silencio.”
Ya que estamos, permítame recomendarle se deshaga del chisme. Queme la vid. Trátela como una hiedra venenosa o la maleza que sigue tratando de reaparecer en su patio. Trate el chisme con severidad. No lo ignore.
Manténgase alejado de su grupo de amigos de Internet si no le permiten alejarse de los chismes. Elimine y aléjese de las fuentes de chismes en su vida – ese programa televisivo, esa revista, esa página o grupo de Facebook o whatsapp.
Salomón escribió:
El que ahorra sus palabras tiene sabiduría (Proverbios 17: 27a).
Es decir, una de las cosas más inteligentes que a veces podemos hacer, es mordernos la lengua.
Resguardemos nuestras palabras; silenciemos nuestras palabras.
- En tercer lugar, ¡Endulcemos nuestras palabras!
“Tenga solo palabras dulces”, he escuchado decir, “nunca sabe cuándo tendrá que tragárselas.”
Salomón lo escribió de esta manera, en Proverbios 16:24,
Panal de miel son los dichos suaves;
Las buenas palabras son dulces.
Un comentarista escribió sobre un estudio que había encontrado, que decía que se necesitan de 8 a 10 comentarios positivos para compensar un comentario negativo. En otras palabras, se necesitan de 8 a 10 palabras cariñosas, bondadosas y amables para borrar los efectos de una sola palabra hiriente, cruel, poco amorosa, y descuidada de la mente de una persona.[viii]
Así que será mejor que nos pongamos manos a la obra.
¿Cuáles son algunas palabras agradables que son dulces como miel? Permítame sugerir algunas frases que deberíamos repetir más a menudo esta semana.
- “Estoy orgulloso de ti”
¡Que palabras más dulces para el alma! Hágale saber a alguien que usted lo admira; que ha notado su buen proceder; que ha reconocido su contribución. ¡Cuanto aliento traen esas palabras!
Padres, quizás ha pasado demasiado tiempo desde que sus hijos han escuchado estas palabras de sus labios. Hijos, quizás ha pasado demasiado tiempo desde que sus padres hayan escuchado estas palabras de su parte.
Permítame recomendarle otras palabras dulces. ¿Qué tal…?
- “Te perdono.”
Puede que no hayan palabras más poderosas en además de “te amo”, que estas dos palabras. Estas son palabras que dan vida; llenan de esperanza; reconcilian personas y relaciones.
Un hombre se me acercó hace unos meses y me dijo: “Seguí su consejo y contacté a mi esposa de la que me había separado. Yo simplemente admití que me había equivocado y le pedí que me perdone.” Luego, con lágrimas corriendo por sus mejillas, apenas capaz de pronunciar la siguiente frase, me dijo: “Y mi esposa dijo: ‘Te perdono'”.
Puede que haya una relación entre un hijo y un padre; un empresario y un cliente; dos creyentes atrapado en un conflicto; un maestro y un alumno; un empleado y un jefe transformada al ofrecer las preciosas palabras: “Te perdono.”
Permítame darles una palabra más que debemos practicar.
Es una sola palabra – simple, pero profunda. Es la palabra…
- “Gracias”
Dígaselo a la persona que lo atiende; al dentista; a la maestra cuando va recoger a su hijo. Dígaselo a su marido o esposa, a sus hijos, a sus amigos, vecinos y aún desconocidos.
Las palabras dulces requieren humildad. Agradecer a alguien es admitir que no lo merecíamos necesariamente; que no lo podríamos haberlo hecho sin él o ella; que necesitábamos su ayuda.
Por eso las palabras hirientes son palabras de orgullo y las palabras dulces son palabras de humildad.
Marido, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que le dijo “gracias” a su esposa por la enorme cantidad de cosas que hace por usted. Cuando fue la ultima vez que, en lugar de criticar la cena, simplemente dijo “gracias, estuvo delicioso.” Y si no puede decir sinceramente que estuvo delicioso, puede decir, “Gracias, cariño, esta comida fue inolvidable.”
Conclusión
Querido oyente, seamos sabios con nuestras palabras.
Con nuestras palabras podemos:
- Aconsejar;
- confrontar;
- reconfortar;
- alegrar;
- edificar.
Con nuestras palabras, también podemos:
- engañar;
- destruir;
- dividir.
Así que debemos someter nuestras palabras al Espíritu para:
- resguardarlas;
- silenciarlas;
- endulzarlas (si tenemos que hablar).
Me encanta esta oración que alguien hizo una vez. Dice:
Señor, llena mi boca con cosas que valgan la pena decir, y dame un codazo cuando haya dicho suficiente. Yo ya he hablado lo suficiente; así que, gracias por su sintonía y que el Señor le bendiga.
[i] Bringing Home the Bacon (Castle Books, 2002), p. 81.
[ii] Robert J. Morgan, Nelson’s Complete Book of Illustrations (Thomas Nelson, 2000), p. 261.
[iii] John Phillips, Exploring Proverbs: Volume One (Kregel, 1995), p. 518.
[iv] John Phillips, Exploring Proverbs: Volume Two (Kregel, 1996), p. 393.
[v] Charles Bridges, Proverbs (revised by Mott Media, 1978), p. 553.
[vi] Max Lucado, Facing Your Giants (W Publishing Group, 2006), p. 65.
[vii] Phillips, Volume Two, p. 550.
[viii] Ray Pritchard, The ABC’s of Wisdom (Moody Press, 1997), p. 290.