Introducción
No hay nada como la música para animar el corazón y literalmente cantar cómo se siente, expresar lo que lo alegra y qué lo mueve a la oración y la alabanza, y también a arrepentirse y cambiar.
Especialmente aquellos que tocan instrumentos musicales, saben cómo ese instrumento es capaz de transmitir emoción, sentimiento, esperanza y anticipación como ninguna otra cosa.
Alguien me dijo una vez que nadie conocía su alma como las teclas de un piano.
No existe un conjunto de escritos más emotivo en toda la Biblia que el cancionero de Israel, el cual llamamos el Libro de los Salmos.
No tenemos las partituras o las melodías originales, pero tenemos la letra inspirada. Y si tiene ya algunos años en la fe, sabrá que cada vez que pasa necesidad, si tiene dolor o necesita ánimo, nuestra Biblia tiende a abrirse en este himnario inspirado. Los salmos pueden reflejar mucho de lo que sentimos. Transmiten tristeza y esperanza… también pueden trasmitir gozo y alegría, ¿no es así? No hay nada como los salmos.
Y lo que he querido hacer en este programa y en nuestro próximo y último programa de esta serie en los salmos, es ir a la letra que expresa el corazón de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Estos son los que llamamos Salmos Mesiánicos. Salmos donde David escribió la inspirada letra de estas canciones que apuntan claramente al Hijo de David, al Mesías venidero.
Es simplemente maravilloso estudiar estos salmos mesiánicos donde no solo tenemos acceso a saber lo que pasó en la vida de Jesús sino también a saber como se sintió.
Así que hagamos eso durante este programa y el próximo.
Le invito a que abra su Biblia conmigo en uno de los salmos mesiánicos más claros de todo el himnario hebreo: el Salmo 69. Lo que me gustaría hacer es leer algunos pasajes de este salmo y luego ir a los pasajes del Nuevo Testamento donde el salmo encuentra su cumplimiento en la vida del Señor.
James Montgomery Boice, en su comentario de este salmo, escribió algo que vale la pena repetir – algo que los creyentes con mas años en la fe probablemente sepan, pero que los creyentes más jóvenes tal vez nunca hayan escuchado – y es que, cuando estudia un salmo mesiánico, hay tres perspectivas o puntos de referencia importantes y superpuestos que debe tener en cuenta.
Primero, tenga en cuenta lo que está sucediendo en la misma vida de David. Y podemos enfocarnos en cómo el texto se relaciona con la situación que tomó lugar en su vida. Está respondiendo a la pregunta, ¿qué significó esto en la vida de David?
En segundo lugar, tenga en cuenta que David realmente está escribiendo sobre la persona y la vida de Jesucristo, el Mesías. Verá algunas cosas maravillosas aquí que no se aplican a David, pero que son claramente proféticas y se aplican al Hijo de David, Jesucristo.
En tercer y último lugar, tenga en cuenta lo que está pasando en su propia vida. Algunas de estas cosas pueden aplicar a su vida mientras lee de las experiencias, sentimientos, problemas, necesidades y deseos del Señor, y puede relacionarlas a sus propios desafíos – quizás tristeza o quizás gozo, etc.
Ahora, por razón del tiempo, solo vamos a enfocarnos en la segunda de estas tres perspectivas o puntos de referencia; y, más específicamente, tratar con la forma en que David escribe este salmo con relación al Señor Jesucristo.
Y le diré desde un principio, este Salmo trata sobre el sufrimiento, y el dolor del Hijo de David, nuestro Salvador.
Lo que veremos en los Evangelios en este programa, son los hechos sobre lo que sucedió. Lo que encontramos en el Salmo 69 son los sentimientos de Jesús, cuando estaban sucediendo.
En otras palabras, en los evangelios observamos los hechos de sus sufrimientos; y el Salmo 69 nos deja mirar por detrás de escenas y mostrarnos como Jesús se sintió en medio de sus sufrimientos. Esto es muy significativo cuando recordamos y reconocemos que Jesús fue 100% hombre y 100% Dios.
Y mi oración es que lleguemos a amar a nuestro Señor y a apreciarlo aún más como resultado de nuestro estudio de este salmo.
Permítame señalar un par de eventos en la vida de nuestro Señor a los que se hace referencia en el Salmo 69. Inmediatamente le recordarán a nuestro Señor.
Sufrimientos en la Vida de Jesús
Comencemos en el versículo 1: Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma.
Podría parafrasearlo como, estoy hundido hasta el cuello. Estoy en grandes problemas, es la idea aquí.
Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.
Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué. ¿Y he de pagar lo que no robé?
David está hablando de sus propios problemas, pero también está hablando de lo que Jesús experimentó y ciertamente sintió en mayor profundidad.
Versículo 7: Porque por amor de ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rostro.
Y ahora viene una frase que los que tienen algunos años en la fe van a notar el claro cumplimiento en la vida del Señor.
Versículo 8. Extraño he sido para mis hermanos, y desconocido para los hijos de mi madre.
Esta es una referencia al hecho de que sus propios medio hermanos y hermanas, unos seis al menos, no creyeron lo que Jesús decía sobre si mismo… al principio.
El evangelio de Mateo nos informa que cuando Jesús comenzó Su ministerio, ninguno de sus hermanos creyó en Su afirmación de ser el Mesías. De hecho, fue más que incredulidad; se sintieron ofendidos por Su afirmación. Estaban escandalizados.
Cuando Jesús visitó Su ciudad natal de Nazaret, los judíos respondieron con sarcasmo e incredulidad a las afirmaciones de Cristo. Dijeron: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? …Y todos (lo que incluiría a sus hermanos) se escandalizaban de él. (Mateo 13:53-57) Todos estaban ofendidos.
El evangelio de Marcos agrega que cuando los hermanos del Señor se enteraron de que había iniciado su ministerio público y estaba llamando a sus discípulos para que lo siguieran, “salieron para prenderle; porque decían: ‘Está fuera de sí’ «(Marcos 3:21).
Podrías traducirlo, «ellos pensaron que estaba loco».[i]
Así que imagine lo que estaba pasando. Ellos interrumpen el ministerio de Cristo, disculpándose con la gente diciendo, «Perdón. Lo lamentamos mucho pero obviamente nuestro hermano ha perdido la cabeza»
El evangelio de Juan agrega: «Porque ni siquiera sus hermanos creían en él». (Juan 7:5)
Póngase en sus zapatos por un segundo. Piense en el dolor de ser rechazado por su propia familia – en que sus mismos hermanos piensen que no está bien de la cabeza… por causa del evangelio. Quizás usted es el único creyente en su familia o quizás uno de pocos en su familia y usted sabe en cierta medida lo que eso significa.
Ahora, obviamente tenemos que aclarar un poco las declaraciones de estos versículos de que Jesús tuvo hermanos y hermanas. Estos claramente eran sus medio hermanos y hermanas nacidos de María y José después del nacimiento virginal de Jesús. Así que estos eran sus hermanos menores – hijos de la misma madre, aunque no del mismo padre.
Mateo 13:55 nos da los nombres de algunos de ellos.
Según las costumbres de la época, los hijos se enumeraban por orden de edad; Jacobo es el primero en la lista, lo que indica que era el segundo hijo de María – el primero siendo Jesús – luego seguía José, Simón y Judas. El evangelio de Mateo menciona que tenía hermanas, en plural, pero no las identifica por nombre.
Así que Jesús tenía cuatro medio hermanos y al menos dos medias hermanas. Dado que José, el padre adoptivo de Jesús, evidentemente murió en algún momento antes del ministerio de Cristo, nuestro aprecio por María debería crecer. Aún más cuando reconocemos que durante varios años, ella tuvo que criar a sus hijos sola – en su viudez – con seis o más hijos.
De hecho, si hace el cálculo con María y José teniendo un hijo aproximadamente cada dos años, para cuando Jesús murió, el hijo menor todavía habría sido un adolescente.
Por cierto, mi admiración por María no disminuye con la verdad de las Escrituras, sino que aumenta. Sin caer en la idolatría y la falsa doctrina, tenemos todas las razones para apreciarla por su obediencia y compromiso con su Señor y Salvador.
Agregue a eso la desgarradora realidad de que, si bien ella creyó las afirmaciones de su Hijo primogénito, aunque sin comprenderlas completamente, ninguno de sus otros hijos creyó.
Eso nos deja entender que en el hogar de María y José había mucho conflicto. Las afirmaciones de Jesús habrían sido el tema constante de discusión en la familia. Ninguno de ellos creía en él. Seguramente el resentimiento, la burla, la falta de comprensión, la tensión familiar habría sido constante… y más tarde encontramos que Jesús es excluido por sus hermanos y hermanas que creían que había perdido la cabeza.
En el Salmo 69, versículo 8 encontramos esta frase que nos cuenta cómo Jesús se debe haber sentido – Él se sintió distanciado. Él se sintió excluido, marginado – Extraño he sido para mis hermanos
Jesús fue humano y como tal habría amado y deseado el apoyo, el ánimo de su familia.
Querido oyente, Jesucristo fue un varón de dolores y experimentado en quebranto mucho antes de ser clavado en la cruz.
Mire nuevamente el Salmo 69:8, Extraño he sido para mis hermanos, (esto es, estoy dolorosamente en desacuerdo con ellos) Y desconocido para los hijos de mi madre. La palabra desconocido da la idea de ser extranjero, alguien de otro país. Un completo desconocido.
Así es como se sintió realmente.
La Pasión de Jesús por la Casa de Dios
Permíteme mostrarle otra profecía mesiánica – otra frase clave que apunta al Mesías – en el versículo 9 – Porque me consumió el celo de tu casa;
Podrías entender esta frase como: «Mi pasión por la casa de Dios (una referencia al templo) literalmente me consume, es lo que más me preocupa».
Esta frase tiene un cumplimiento profético registrado para nosotros en el evangelio de Juan. Le invito a que abra su Biblia allí, Juan capítulo 2. Este evento ocurrió en el mes de abril, en la ciudad de Jerusalén.
Juan 2:12 dice: Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días. Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén.
Deténgase allí por un momento.
La Pascua era una fiesta de siete días que conmemoraba la liberación de los esclavos judíos en Egipto y el cordero sacrificial que salvó a cada hogar. Si conoce la historia registrada en Éxodo, la sangre de cada cordero debía rociarse en los dinteles de las puertas para protegerlos del ángel de la muerte. Y luego, cada año, el pueblo celebraba su liberación con el sacrificio del cordero – en una forma de representación de la primera pascua.
Y era el sueño de todo judío celebrar la Pascua en Jerusalén al menos una vez en su vida, sin importar donde viviera. Y hasta el día de hoy ese deseo continúa.
Para darle una idea de lo que pasaba en Jerusalén en aquellos tiempos, Josefo, un historiador judío que vivió en el primer siglo, registró que durante la Pascua del año 65 d.C., la ciudad albergó a tantas personas que se ofrecieron 255.600 corderos. Si hubiera hasta diez adoradores por cordero, eso significaría que casi 3 millones de personas estaban celebrando en Jerusalén.
Pero cuando Jesús llega a Jerusalén, él debe haber estado rodeado por multitudes y también habría estado rodeado de varios corderos.
Pero el versículo 14 nos indica que, cuando llegó, no todo estaba bien en el Templo.
Él encontró allí cambistas de dinero y vendedores de bueyes, ovejas y palomas.
Ahora, a primera vista, esto podría parecernos algo normal… pero no lo es, para nada. En realidad, esto revela una corrupción increíble ni más ni menos que en la casa de adoración – el templo.
Sabemos que el sumo sacerdote durante este tiempo, Anás, era vil y corrupto; su yerno, Caifás, igual de corrupto, encabezaría el concilio contra Jesús, que conduciría a la crucifixión.
Anás había utilizado su posición como un medio para obtener poder y riqueza personal. De hecho, el comercio en el patio del templo había llegado a conocerse como el «Bazar de Anás, el Mercado de Anás». Este era su negocio fraudulento.
Esto es lo que estaba haciendo. Él había creado un sistema que estaba generando millones de dólares gracias a personas relativamente pobres. ¿Cómo? Todos los varones que asistían a la Pascua en Jerusalén no podían entrar al patio del templo hasta que hubieran pagado un “impuesto” que hoy en día equivaldría a unos $10 dólares.
Para la época de Cristo, esto era aproximadamente el salario de dos días, por lo que este no era un pequeño sacrificio.
Sin embargo, aquí es donde la cosa se pone complicada. En la ciudad de Jerusalén y sus alrededores se utilizaban varios tipos de moneda. Circulaban dinero de Roma, Grecia, Egipto y Sidón, y todas eran monedas válidas… excepto en el Templo.
Ese dinero se consideraba ceremonialmente impuro y la persona que quería entrar al templo no lo podía hacer a menos que pagara esta tarifa en siclos galileos o como lo llamaban también: «siclos del santuario».
Así que, ahí viene queriendo entrar al templo a adorar y no lo puede hacer porque tiene dinero impuro… y aquí es donde comienza la corrupción.
Ahí es donde entran a escena estos famosos cambistas. Mire nuevamente Juan 2:14. “y halló en el templo… a los cambistas allí sentados.”
Cambistas, en plural. Eran muchos debido a los cientos de miles de personas que venían al templo para la fiesta y necesitaban cambiar su dinero.
Estos hombres supuestamente religiosos cobraban todo tipo de tarifas que les generaban mucho dinero.
Aparte de la tarifa de admisión de $10, el cambista exigía una tarifa si no se le daba la cantidad exacta de dinero. Por ejemplo, si le daban una moneda equivalente a $12 o $20 dólares, cuando lo que debía cambiar eran solo $10 – esto, sin importar si no existía una moneda equivalente. Luego había una tarifa de $5 por cambiar el dinero.
También se cobraba por recibir el dinero. Ya que la persona había traído al templo su dinero egipcio, romano, etc., el cual se consideraba ceremonialmente impuro, el cambista le cobraba una tarifa por el hecho de haber recibido dinero “sucio o impuro” y lo cambiaba por dinero “limpio”. Y esa tarifa era de otros $5 en la economía actual.
Así que, en total, los historiadores judíos creen que simplemente para entrar al templo el día de la pascua, una persona habría pagado un promedio de $20,00 en la economía actual.
Ahora, si multiplica $20 por más de un millón de visitantes que habían venido a al templo durante la Pascua para adorar, solo puede imaginarse por qué los líderes religiosos estaban tan felices.
Pero eso no era todo. ¿Notó en el versículo 14 qué había alrededor de esos cambistas? Todos estos animales para los sacrificios. Mire nuevamente: Jésus halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
Allí están todos juntos.
Dios originalmente había instruido al pueblo de Israel, según Deuteronomio 12, que debían traer de sus rebaños los mejores animales para el sacrificio. Pero los sacerdotes instituyeron un mercado para comprar animales para sacrificar, lo que se hacía supuestamente para que fuera mas conveniente para los viajeros. Quizás la distancia era muy grande y el peregrino no podía traer su animal o había adquirido algún defecto o aún había muerto en el camino.
De hecho, los eruditos del Antiguo Testamento están bastante seguros de que los pastores que fueron a ver a Jesús para su nacimiento eran pastores asociados con el templo. Ellos cuidaban los corderos pascuales, ovejas que serían llevadas a Jerusalén más tarde para ser sacrificadas.
Así que ellos están en los campos de Belén cuidando estos corderos para luego traerlos al templo y que fueran vendidos a través de este sistema corrupto.
Y, a todo esto, no pase por alto la maravillosa ironía de esa escena: Jesús, el Cordero de Dios, nace en un lugar donde se cuidaban los animales por la noche y unas de las primeras personas que lo fueron a ver fueron estos pastores que cuidaban los corderos que un día serían sacrificados en el templo. Pero ahora no tenemos tiempo para entrar en ese tema.
Volviendo al templo, la ley requería que cualquier animal ofrecido en sacrificio no tuviera imperfecciones. Por lo tanto, el personal del templo tenía que inspeccionar al animal antes de que fuera admitido para el sacrificio.
Para la época de Cristo, se habían designado inspectores oficiales para esta tarea. Y, como podrá imaginarse desde ya, estos inspectores eran corruptos. Eran deshonestos y estaban confabulados con el sacerdocio para rechazar prácticamente a todos los animales traídos por los visitantes. Iban a encontrar algo, cualquier excusa, para decir que el animal no era apto para el sacrificio.
Así que estos viajeros solo tendrían una opción. Y esa opción era que tenían que comprar un animal de los que se vendía allí en el Templo.
Había un problema importante con esto también, y es que fuera del Templo, un par de palomas podía costarle unos $20.00. Pero dentro del templo, en el patio de los gentiles donde se vendían, podían costar hasta unos $375 dólares.
Esto era peor que comprar comida dentro de un parque de diversiones… o en el aeropuerto. ¡Saben que no tiene otra opción!
Una vez más, considere el hecho de que Jerusalén se llenaría con más de 2 millones de peregrinos durante la Pascua, y estamos hablando de recaudar unos de $300 por unas palomas y mucho más si se trata de un cordero, así que ahí puede ver como los encargados del templo estaban generando millones y millones de dólares a partir de personas pobres.
La Pascua se había convertido en una mina de oro, y el sistema del templo estaba extorsionando a los adoradores… esto se había convertido en una extorsión en nombre de la religión. Esto no es nuevo.
Escuche, la religión siempre ha buscado la forma de cobrar a las personas por tener acceso a Dios.
Pero déjame decirle las buenas noticias: el acceso a Dios no está a la venta.
Y no está a la venta porque el precio ya se pagó en su totalidad.
Esta escena del templo evidentemente provocó a Jesús.
El versículo 15 de Juan 2 nos informa que, haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito – ¿donde? en el salmo 69: El celo de tu casa me consume.
Como verá, esta es la aplicación del salmo 69. Este es el cumplimiento de cómo Jesús estaría tan apasionado con ira santa que limpia el templo.
Ahora, es importante comprender una implicación aún más profunda de las acciones de Jesús:
Durante la Pascua, era el deber de cada familia limpiar sus hogares. La preparación para la pascua incluía especialmente deshacerse de la levadura (que a menudo representaba corrupción). Los judíos limpiaban sus casas en el mes de abril en vista de la Pascua, eliminando todo rastro de levadura.
Así que aquí está Jesucristo entrando en el templo y lo llama: «¡La casa de mi Padre!» y ¿que esta haciendo? Está limpiando Su casa. Está quitando la corrupción, la levadura de Su casa.
Vimos el primer indicio de esto cuando Jesús cumplió 12 años, y era el tiempo de la Pascua. Él llegó a Jerusalén con sus padres. Y cuando su familia y amigos volvían a casa en caravana, sin que ellos lo supieran, Jesús se quedó en Jerusalén… y María y José ya estaban bien lejos de Jerusalén cuando se dieron cuenta que Jesús no estaba con ellos.
Ellos entran en pánico, seguramente, como podrá imaginarse. María y José se apresuran a regresar a Jerusalén y al tercer día después de haberlo perdido finalmente lo encuentran en el Templo rodeado de líderes religiosos, y él les dice: ¿No sabían que tenía que estar en los negocios de mi Padre? O también podría traducir esa frase – ¿no sabían que estaría en la casa de mi padre?
Y así, aquí encontramos este primer indicio de este celo por la casa de Su padre… y crecerá hasta el cumplimiento de el salmo 69 en este texto donde dice: He llegado ahora para limpiar la casa. Esto es mío.
Qué poderosa declaración de su propiedad y autoridad sobre el templo, ¡que no era nada menos que declararse a sí mismo, el Mesías!
Nos detendremos aquí y en nuestro próximo programa continuaremos estudiando un par de profecías más que encontramos en este maravilloso salmo mesiánico.
[i] Fritz Rienecker/Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 95