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¿Sabía que Jesús tuvo hermanos? De hecho, en este programa nos embarcaremos en el estudio de una epístola escrita por uno de los hermanos de Jesús - Santiago. Conozcamos más acerca de este autor poco conocido y lo que él nos cuenta acerca de su relación con su hermano y Señor, el Dios del universo.
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Introducción

La Biblia está compuesta por 66 libros inspirados por Dios. Al menos 30 de estos son lo suficientemente cortos como para poder leerlos en media hora o menos.

La epístola de Santiago es uno de ellos. Es breve, y se puede leer en unos 20 minutos más o menos. Sin embargo, esta contiene verdades importantísimas.

De hecho, esta pequeña epístola tiene tantas verdades que, en realidad, es imposible bosquejarla. Santiago corre de un tema al siguiente. Un autor llegó a catalogar casi 30 temas diferentes en esta pequeña epístola de Santiago.

Lo maravilloso es cada uno de estos numerosos temas se aborda en términos prácticos – con un lenguaje simple y fácil de entender. Santiago escribe con mucha claridad y honestidad.

Y esto se debe a lo siguiente.

Mientras que la mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento nos enseñan los preceptos de nuestra fe, Santiago se apasiona por enseñarnos a cómo practicar nuestra fe.[i]

Mientras que el apóstol Pablo trata más frecuentemente con la doctrina que el creyente debe creer, Santiago trata con la forma en que el creyente debe comportarse.

Y él no deja aspecto alguno sin examinar. Él no solo entra a la sala de estar de nuestras vidas, donde esperamos visitas y todo está limpio y arreglado; sino que Santiago entra y mira dentro de cada armario, y revisa hasta el último cajón. Él va a meterse en nuestra vida privada. Él tiene la audacia de examinar nuestro historial de Internet y nuestras cuentas bancarias, y nos dice que estos demuestran cuales son nuestras verdaderas prioridades. Él va a escuchar nuestras oraciones y luego va a indicarnos cuales son las verdaderas intenciones por las que acudimos a Dios.

El Espíritu de Dios, por medio de la epístola de Santiago, va a darnos algo así como un chequeo médico de rutina. ¿Cuántas veces ha querido dejar uno de esos para después? “¿Para que ir? me siento bien.” Mi doctor me dijo que la próxima semana tengo que hacerme una segunda colonoscopia. Estoy convencido que esas cosas no son de Dios. Simplemente, eso no puede estar bien.

En fin, Santiago va a llevarnos a la sala de examinación divina, y va a escuchar nuestro corazón; él va a pedirnos que abramos la boca y digamos “ah,” mientras examina nuestra lengua. Él va a hacernos unos exámenes más profundos y va a indagar acerca de nuestros deseos, motivos, y pensamientos.

La mayoría de las veces, salimos del consultorio con un papelito escrito de forma que solo el médico puede entenderlo, se llama una orden médica. Luego, se lo damos al farmacéutico, que evidentemente tiene el don de interpretación. Siempre hay algo que debemos comprar, algo que debemos aplicar, algo que debemos hacer.

En esta pequeña epístola encontramos 54 imperativos, 54 órdenes.

Este es, de hecho, un libro de órdenes “que nos afectará de manera dinámica en cada aspecto de nuestra vida.”[ii]

Como verá, Santiago está interesado principalmente en cambiar:

  • Preceptos en práctica.
  • Conocimiento en aplicación.
  • Creencia en comportamiento.

Él quiere que vayamos de la exégesis bíblica a la ética cristiana. Este es el propósito de Santiago.

Juan Bunyan escribió: “El alma de la religión, es la parte práctica.” Juan Wesley, escribió a finales del siglo 19, “El problema de todos los problemas es lograr poner al cristianismo en práctica.”[iii]

Esta es justamente la pasión de Santiago, y es por eso que en su epístola encontramos un mandato tras otro – 54 para ser exactos. En esta epístola encontramos 54 órdenes médicas, 54 recetas, 54 prescripciones divinas del doctor Santiago.

Y mientras que la mayoría de los exámenes médicos se enfocan en cómo estamos envejeciendo, Santiago se preocupa en que si estamos creciendo o no – en la fe.

Así que, al comienzo de nuestro estudio de esta maravillosa epístola, necesitamos decir: Señor, Cámbianos a través de la epístola de Santiago.

Con eso en mente, le invito a que tomemos nuestras Biblias y vayamos juntos a Santiago capítulo 1. Siga la lectura mientras leo el versículo 1. ¿Listo?

“Santiago…”

Alto. No se apure.

De hecho, vamos a descubrir que en las primeras palabras de Santiago encontramos la clave para poner en practica el resto de su epístola.

Es más, no posible entender el capítulo 2, o 3, o 4, o 5, a menos que hayamos entendido bien la verdad del capítulo 1, versículo 1. Así que, mientras estudiamos la mayor parte del versículo 1, el día de hoy quiero destacar tres cosas.

  1. Su Firma

Primero que nada, quiero que note la firma de Santiago. 

Cuando escribimos una carta o un correo electrónico, generalmente firmamos con nuestro nombre al final. Sin embargo, la costumbre de aquella época era firmar la carta al principio.[iv]

Ahora, el Nuevo Testamento menciona a cinco personas distintas llamadas Santiago (Un nombre que, en español, generalmente traducimos, Jacobo). Todos ellos vivieron en el primer siglo; pero, si investiga un poco acerca de quiénes eran estos hombres, solo hay dos posibles candidatos para ser el autor de esta epístola. Uno es el apóstol Santiago, o Jacobo, quien fue el hermano del Apóstol Juan, hijo de Zebedeo.

Juan y Santiago (o Jacobo) fueron los hermanos que el Señor Jesús apodó en Marcos 3:17 como, “Hijos del trueno.”

Este Santiago, en particular, fue el primero de los 12 Apóstoles en ser martirizado. Esto ocurrió en el año 44 D.C., por orden de Herodes Agripa. Por ende, él no pudo haber sido el autor de esta epístola.[v]

La segunda opción (que es la que sostienen los eruditos evangélicos) es que el Santiago que escribió esta carta fue Jacobo, el medio hermano de Jesús. Esto significa, entonces, que algo pasó en su vida después de la muerte de Jesús, que transformó dramáticamente su corazón.

El evangelio de Mateo nos informa que cuando Jesús comenzó su ministerio, ninguno de sus hermanos creía que Él era el Mesías. De hecho, esto era más que incredulidad; ellos se sentían ofendidos por las afirmaciones de Jesús.

En Mateo 13:55 leemos que cuando Jesús visitó el pueblo donde había crecido, Nazaret, los judíos dijeron básicamente, “¿quien es este tipo que dice ser el Cristo – el Mesías?”

¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo (o Santiago), José, Simón y Judas?

¿No están todas sus hermanas con nosotros?…

Y se escandalizaban de él.

   Y no solo los habitantes de Nazaret se escandalizaban de las palabras de Jesús; sino que el evangelio de Marcos nos dice que, cuando los medios hermanos de Jesús escucharon que él se había lanzado al ministerio público y estaba llamando discípulos para que lo siguieran, ellos “vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.” (Marcos 3:21)

Uno lo podía traducir: “Ellos pensaban que estaba loco.”[vi]

Imagínese. Ellos fueron a interrumpir el ministerio público de Jesús, mientras le decían a la gente: “disculpen, lo sentimos mucho…evidentemente nuestro hermano no está bien de la cabeza.”

El evangelio de Juan agrega que, “ni aun sus hermanos creían en él.” (Juan 7:5)

Ahora, si uno cree lo que la Biblia dice claramente en estos versículos, nos encontramos con que el Señor Jesús tuvo medios hermanos y hermanas de parte de María y José; lo que crea un gran problema en algunos círculos religiosos.

La iglesia Católica Romana, por ejemplo, ha tratado de redefinir las palabras de la Escritura para sostener su doctrina de la perpetua virginidad de María – lo que significaría que nunca tuvo más hijos después del nacimiento de Jesús.

Obviamente, de ser así, Jacobo no podría haber sido el medio hermano de Jesús – el segundo hijo de María, pero el primer hijo de María con José.

La iglesia católica Romana no cree que María fue una madre y ama de casa común y corriente; sino que ella fue una persona única en la humanidad. De hecho, en el año 1854, el Papa declaró que María nunca pecó – esta es la doctrina papal llamada la Inmaculada Concepción – que María nació sin pecado original y que luego nunca pecó en su vida.

Todas estas creencias e interpretaciones que surgieron en torno a María durante los siglos, fueron necesarias, desde luego, para permitir que la iglesia de Roma pudiera exaltar a la virgen María como co-mediadora y corredentora con Cristo, y también elevar el celibato por sobre el matrimonio.

Pero luego, llegan Jacobo y 4 hermanos más, según Mateo 13:55.

Así que la tradición Católica ha ofrecido un par de explicaciones para responder a este dilema.

Una explicación es que Jacobo y los otros hermanos, no eran realmente hermanos de Jesús, sino primos. La explicación es que la palabra “hermano” es simplemente una expresión de cariño, como la usamos en la actualidad.

Ahora, el problema con esto, no solo es que los griegos tenían palabras distintas para primo y hermano, sino que también, la palabra hermano, “adelfos” (αδελφος), nunca se usa en la Biblia para referirse a un primo.[vii]

Una segunda explicación que dan los teólogos Católicos, es que José habría tenido otra esposa con quien tuvo todos esos hijos, antes de casarse con María.

Sin embargo no existe evidencia alguna para esta teoría. Simplemente no hay un solo versículo en la Biblia –o en ningún texto extra Bíblico o histórico- que diga que José enviudó y tuvo seis hijos antes de casarse con su segunda esposa, llamada María.

Por el otro lado, hay pasajes claros en la Escritura que nos dice que María no fue para siempre virgen, y que ella tuvo mas hijos.

En Mateo capitulo 1 versículo 20 leemos que el ángel Gabriel le dice a José, “ no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo.”

En otras palabras, María todavía es virgen.

A propósito, este no es un comentario fortuito. Esto era critico ya que la naturaleza pecaminosa ha pasado de generación en generación por medio del padre, comenzando por Adán, tal como lo explica Romanos 5. Pero Cristo no podía tener naturaleza pecaminosa. De tenerla, hubiera pecado desde niño.

Jesucristo fue completamente humano (Gracias a la carne y sangre de María), pero sin la corrupción de la naturaleza caída (esto, gracias a su concepción por parte del Espíritu Santo).

En los próximos versículos, leemos:

Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito;”

¿Se dio cuenta? Mateo deja en claro que María permaneció virgen hasta que dio a luz al Hijo de Dios.[viii]

Pero, si aún no está convencido, y cree que de verdad Jacobo era el primo de Jesús, aún va a encontrar problemas con la doctrina de la perpetua virginidad de María, ya que en el evangelio de Lucas, encontramos otra clara indicación de que José y María tuvieron más hijos.

Lucas, capítulo 2 revela que María y José finalmente llegaron a Belén y mientras estaban en el pesebre: “aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su ¿qué? A su hijo primogénito…”

Note que dice que dio a luz a su primogénito. Esa palabra jamás se usa para hablar de una mujer que tuvo un solo hijo. Primogénito significa “el primer hijo” lo que implica que debe haber un segundo.

Si quiere saber quién fue el segundo y el tercero, lea Mateo 13:55. Allí encontramos los nombres de los medios hermanos de Jesús; y digo medios hermanos porque tenían la misma madre, pero no el mismo padre.

En la antigüedad, la costumbre era presentar a los hijos por orden de edad. Jacobo (o Santiago) es el primero en la lista, indicando que era el segundo hijo de María. Luego venia José, Simón y Judas. El evangelio de Mateo también menciona a sus ‘hermanas’ pero no nos da sus nombres.  

A todo esto, La razón por la cual estamos gastando tanto tiempo en esto no es para revelar el error de la tradición Católica, sino para preparar nuestros corazones para la conversión de Jacobo y la maravillosa introducción de esta epístola.

Así que, continuemos conociendo un poco mejor a la familia de Jesús. La historia nos dice que José falleció antes de que Jesús comenzara su ministerio público. María pasó, entonces, a ser una viuda con pocos recursos.

Así que Jesús tenia 4 medios hermanos y al menos 2 medias hermanas; lo que significa que tenemos a una madre sola criando a 7 hijos por unos cuantos años.

Querido oyente, aunque no debemos caer en el error de adorar a María ni reverenciarla como algo más que una simple hija de Dios, no caigamos en el error de ignorarla completamente. No hay nada de malo en reconocer su fidelidad y apreciar su ejemplo. El saber que ella era una mujer común y pecadora como usted y yo, me ayuda a empatizar y apreciar aún más su testimonio. De hecho, personalmente admiro como esta gran mujer de fe pudo lidiar con todos los problemas familiares que mencionamos.

Agregue a esto el hecho que ella creyó las afirmaciones de su hijo, mientras que ninguno de sus otros hijos crecieron creyendo en Jesús.  

Es más, el evangelio de Juan nos dice que ellos se mofaban de Cristo. En Juan 7, leemos que los medios-hermanos de Jesús lo acusaron de hacer lo que hacía  simplemente para conseguir fama y seguidores.

Por años, este hogar estuvo lleno de tensión y agitación por lo que Jesús decía. No había paz. La situación económica también era complicada ya que habían al menos siete hijos en casa, y el padre de familia había muerto, dejando a María sola para cuidar de su familia.

Quizás puede identificarse con María y la presión de ser una madre sola con muy poco dinero.     

O quizás, usted este descubriendo que está participando en los sufrimientos de Cristo por el rechazo de su familia. Quizás usted pertenece a una familia que no cree en el evangelio y no aprecia su fe… nunca una palabra de aliento… nunca un poco de comprensión.

Quizás está rodeado de hermanos y otros familiares, pero nunca experimenta el gozo de una comunión genuina con ellos. De lo único que usted puede hablar es del fútbol o del clima. Apenas comienza a hablar de cosas espirituales, la conversación se termina – De hecho, ellos piensan que se volvió loco.

Tome animo al ver el hogar del Señor Jesús.

Ahora bien, ¿Qué sucedió para que la familia de Jesús cambiara? ¿Y que le pasó a Jacobo? ¿Cómo es que pasamos de oír que Jacobo y sus hermanos se mofaban de Cristo, pensando que estaba loco, tratando de interrumpir su ministerio para protegerlo según ellos – como es que vamos de eso – a verlo escribir esta magnífica epístola, y luego leer que él fue el primer pastor de la Iglesia en Jerusalén, y un mártir durante el reinado de Nerón?

Un versículo lo resume a la perfección. Pablo les escribe a los creyentes en Corinto acerca del fundamento de la fe y dice:

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;

         y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;

          y que apareció a Cefas – este es Pedro – y después a los doce.

          Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.

          Después apareció a Jacobo…”

¿Puede imaginarse esa reunión? “Hola hermano… ¿Viste? Es verdad. Todo lo que te dije acerca de mí, es verdad.”

Evidentemente, él respondió al igual que Tomás diciendo, “Señor mío y Dios mío.”

Si estudiamos la historia de la iglesia, podemos encontrar que la tradición dice que el Señor comisionó a su propio hermano al ministerio, quien luego se convirtió en el líder de la iglesia en Jerusalén.

Este es el mismo Jacobo que se convertiría en el autor de esta pequeña epístola, que aun hoy, 2 mil años después, estamos estudiando; una carta que nos exhorta a vivir nuestra fe.

A todo esto, si alguna vez pensó “ojala hubiera conocido a Cristo antes.” Si usted se ha preocupado por el tiempo perdido, ¿Se imagina lo que debe haber sentido Jacobo?

Por años, él comió en la misma mesa, compartió la misma casa, jugó en el mismo patio, durmió en la misma habitación, fue a la misma sinagoga, fue a la misma escuela, e hizo las mismas tareas que Jesús.

El también escuchó a su hermano, una vez adulto, decir cosas osadas, que hasta parecían herejías.

Todo era verdad.

Jacobo podría haber pasado el resto de su vida amargado, sumido en remordimiento, pensando en todo lo que le dijo a Jesús durante esos años de rechazo e incredulidad.

Pero la verdad de la resurrección de Cristo lo cambio todo –de la misma manera que con usted y conmigo.

De hecho, después de que Jacobo conoció a Cristo como su Salvador y Señor, él se convirtió en un hombre famoso por tener una relación tan íntima con su Señor que lo apodaron “rodillas de camello.” Jacobo se convirtió en un hombre de oración. Eusebio, el historiador del siglo tercero, comentó que Jacobo tenía rodillas ásperas de pasar tanto tiempo sobre ellas en oración.[ix]

Así que no pase por alto aquí, en Santiago 1:1, la importancia de esta firma. Esta nos habla de la profunda transformación de un individuo que, en el pasado, llegó a burlarse de Cristo pero que ahora vivía para Él.

Oro para que su nombre también simbolice lo mismo. que cuando alguien lea su firma, lo primero que venga a su mente es que usted ama a Cristo, y que vive por Él.

Ahora, permítame mostrarle, no solo la firma de Santiago, sino también, en segundo lugar, su presentación.

 

  1. Su Presentación

Si la firma nos revela la identidad del autor, su presentación nos revela la prioridad del autor.

Note como él se presenta a sí mismo en el versículo 1,

“Santiago (o Jacobo), el medio hermano de Jesús.” No.

Permítame intentar nuevamente: “Santiago, líder del concilio de Jerusalén.” No.

¿Que tal “Santiago, el hombre que se crió en la misma casa que el Mesías.”?

O, “Santiago, uno de los pocos que recibió una visita personal del Señor después de haber resucitado.”

O, “Jacobo, el pastor de la iglesia más grande del mundo.”

Todo eso era verdad. Pero él no menciona nada de eso. Solo leemos lo siguiente:

“Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo…”

Santiago dice, “Permítame presentarme a mí mismo… ¿Quieren saber cuál es mi mayor privilegio en la vida – por lo que quiero ser recordado y reconocido? yo soy un siervo de Dios el Padre y de mi Señor Jesucristo.”

La palabra siervo, aquí, es la palabra griega “doulos” (δουλος) y significa “esclavo.”

Para el mundo griego, este término era degradante; no así para el creyente. Para los griegos, y para las demás culturas también, lo más importante en la vida era la autonomía y la libertad.

El éxito en la vida no se encontraba en servir, sino en tener sirvientes.

Pablo, en Filipenses capitulo 1, se refiere tanto a sí mismo como a Timoteo como esclavos. Pedro habla de sí mismo de la misma manera en 2 Pedro 1, y Judas hace lo propio en el versículo 1 de su epístola. 

Para el creyente genuino, esta palabra lo dice todo. Doulos comunica propiedad, posesión, alianza, dependencia, sumisión y lealtad.[x]

La razón por la que el creyente promedio no aplica la fe genuina que encontramos en el libro de Santiago, es porque ha reemplazado la idea de rendirse ante Jesucristo como Señor y Amo, por la idea de que si viene a Cristo, usted va a tener su mejor vida ahora… que va a tener una vida soñada.

Así, muchos promocionan al cristianismo diciendo, “realmente necesitas probar a Jesucristo – la vida con Cristo es maravillosa.”

Así que, algunos “prueban” a Jesús hasta que encuentran problemas en el camino y dicen, “Hey, pensé que dijiste que Él tenía un plan maravilloso para mi vida.”

  • Pero perder un bebe no es maravilloso.
  • La bancarrota no es algo maravilloso.
  • Esta enfermedad no es algo maravilloso.
  • Una pareja infiel no es maravilloso.
  • La muerte de un ser querido no es maravilloso.
  • ¡Sufrir persecución no es maravilloso!

“Me parece que esta relación con Cristo no funciona.”

Como verá, la razón por la cual el cristiano promedio no estudia el libro de Santiago es porque no logran pasar del versículo 2, que habla acerca del gozo en las tribulaciones. ¿Qué tipo de vida maravillosa es esa?

Y la razón por la cual no pueden pasar del versículo 2 es porque no entienden el versículo 1.

Querido oyente, el cristianismo es una invitación a convertirse en un esclavo de Cristo, no a tener a Cristo de esclavo dándonos todo lo que queremos. ¿Esta dispuesto a pertenecerle a Él?

El verdadero evangelio es que la salvación es un cambio de una esclavitud a otra. Somos libres de la esclavitud al pecado, y nos convertimos voluntariamente en esclavos de nuestro Amo y Redentor Jesucristo.

Este es el balance del evangelio, que leemos cuando Pablo escribió,

¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?

         Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados…

          Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.”

      (Romanos 6:16-22)

Esta es la verdad: todos son esclavos de alguien. Todos sirven a algún amo. La pregunta que hay que hacerse es ¿A quien sirvo? ¿de quien soy esclavo? Al leer el versículo 2 de Santiago, y leer el resto del libro, se nos recuerda una y otra vez que nosotros no somos amos de nuestra vida, somos siervos, esclavos de Cristo.

Es decir, ¿Por qué permitiría usted que Dios cambie sus planes y sueños, su manera de pensar, la forma en que habla, o como gasta su dinero y enfrenta sus problemas? ¿Por qué haría algo así por Dios?

No lo va a hacer, a menos que Dios sea su amo.

Esta no es la forma de pesar del mundo. Decir, “venga a Cristo y conviértase en su esclavo,” no va a vender mucho.

Lo que vende es decir, “sea libre de hacer lo que quiera.”

Sin embargo, Santiago aquí dice: “¡No soy un hombre libre! ¡Soy un esclavo de Jesucristo.”

Ya hemos visto su firma y su presentación, ahora vamos a leer acerca de su Salvador.

  1. Su Salvador

Este pequeño libro comienza diciendo,

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo…”

En el original en griego, queda más en claro que Santiago no hace una distinción entre Dios y Jesucristo. Uno podría traducir esta frase como: “Santiago, el esclavo del Dios y Señor, Jesucristo,” o “Santiago, esclavo de Jesucristo, Dios y Señor.”

Este versículo es uno de los textos más claros que describen la unidad de la trinidad, y que expresan la deidad de Cristo. Él es ambos Señor y Dios.

De hecho, en el siglo 4to, cuando Atanasio estaba defendiendo la doctrina de la deidad de Cristo en contra la herejía de Ario, que enseñaba que Cristo solo era un dios – lo mismo que enseñan los testigos de Jehová y los mormones en la actualidad – él usó Santiago 1:1 como argumento principal para atacar la falsa enseñanza de Ario.

Santiago escribe, quizás con la autoridad que solo el medio-hermano de Cristo podía tener, “Yo me crie en la misma casa que Jesús, lo vi crecer y convertirse en adulto, pero estoy aquí para decirles que Él no es un hombre común y corriente; de hecho, yo soy esclavo de Jesucristo, quien es Dios y Señor.”

¡Impresionante!

Con esto en mente, estamos listos para entregarnos al Señorío del plan de Cristo, lo cual nos va a llevar al versículo 2.

Hudson Taylor fue un hombre usado grandemente por Dios para llevar el evangelio a China en el siglo 19. Él era un hombre callado y tranquilo, que caminó con Dios y sirvió a su Señor por 50 años como misionero.

En una ocasión, él se encontraba en Australia y lo invitaron a hablar en una iglesia muy grande. Cuando llegó, la iglesia estaba repleta. Ya no habían más asientos. Había mucha gente de pie.

El moderador presentó a Hudson Taylor con palabras muy elocuentes, enumerando sus grandes logros como misionero. Él terminó su pomposa introducción diciendo, “recibamos a nuestro invitado ilustre, Hudson Taylor.” Hudson Taylor, se puso en pie detrás del púlpito, se quedó en silencio por unos momentos, y luego dijo: “Queridos amigos, yo soy solo un siervo de un Amo y Maestro ilustre.”[xi]

Suena muy parecido a lo que dice Santiago en el comienzo de esta epístola… y espero que nosotros podamos hablar de esa manera también, mientras estudiamos las divinas recetas del Dr. Santiago, y ponemos nuestra fe en práctica.

 

[i] From Thomas Constable’s online commentary on James, 2010 (soniclight.com/James), p. 3.

[ii] R. Kent Hughes, James (Crossway Books, 1991), p.16.

[iii] Frank E. Gaebelein, The Practical Epistle of James (Channel Press, 1955), p. 15.

[iv] Adapted from Spiros Zodhiates, The Work of Faith (AMG Publishers, 1981), p. 13.

[v] William Barclay, The Letters of James and Peter (Westminster Press, 1976), p. 9.

[vi] Fritz Rienecker/Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 95.

[vii] Barclay, p. 17.

[viii] John Phillips, Exploring the Epistle of James (Kregel, 2004), p. 22.

[ix] Hughes, p. 16.

[x] www.gty.org/resources/sermons/80-355_A-Life-Without-Loose-Ends?Q=slave.

[xi] Dr. and Mrs. Howard Taylor, Hudson Taylor and the China Inland Mission: Volume 2 (OMF International, 1996),  p. 493.

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey. Puede ser usado sin fines de lucro y con las atribuciones necesarias.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas provienen de las versiones Reina Valera 1960, La Biblia de las Americas y la Nueva Biblia de las Americas.

Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Usado con permiso.

La Biblia de las Américas (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.LBLA.com

Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 by The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.NuevaBiblia.com

Pies de nota han sido provistos para citar las fuentes correspondientes cuando el texto lo ha requerido. En caso de haber omisiones no intencionales, futuras revisiones incluirán las anotaciones apropiadas.

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