Introducción
Hace algún tiempo atrás, un grupo de investigadores Suecos sorprendieron a la comunidad internacional cuando, después de muchos años de investigaciones, publicaron sus conclusiones diciendo: “La inmoralidad sexual se debe a la influencia genética.” Ellos supuestamente habían lograron aislar el gen que, según creían, influenciaba al hombre a serle infiel a su esposa.
En poco tiempo la gente lo bautizó como “el gen del pecado,” y se convirtió en una supuesta prueba de que las personas están hechas de tal forma que no pueden controlar sus impulsos pecaminosos. Uno de los investigadores dijo, “Este descubrimiento nos ha enseñado que toda nuestra conducta está influenciada por la naturaleza.”
Lo que él quiso decir con eso, es que deberíamos dejar a un lado cualquier idea de que existe tal cosa como un comportamiento pecaminoso. Por el contrario, deberíamos entender que nuestra conducta es simplemente el resultado del proceso evolutivo del ser humano. En otras palabras, el pecado no es culpa nuestra –no hay nada que podamos hacer – está en nuestra estructura genética.
Eso es muy conveniente, ¿no le parece? Ahora uno realmente puede culpar a sus padres. El motivo de que mi vida sea un desastre son mis padres – o alguien más. Esto encaja perfectamente con las crecientes excusas y la mentalidad de victima que prevalece en la actualidad.
Una persona puede culpar cualquier cosa o a cualquier persona por sus malas acciones – la razón por la que un criminal mata, es el mal vecindario donde se crio; los malos amigos con que se juntó; su jefe; su esposa; sus hijos; el hecho que tenía mucha plata – o que no tenía suficiente; porque estaba estresado o porque estaba muy aburrido… Simplemente, la persona es la víctima de algo o alguien más.
En vez de aceptar su propia responsabilidad, la persona común en la actualidad dice que la culpa es de otro.
“Alguien me provocó. Alguien me hizo hacerlo.”
Y si no hay nadie cerca para echarle la culpa, uno siempre puede recurrir a la famosa frase: “El diablo me hizo hacerlo.”
Y de cierta manera, realmente podemos rastrear nuestro problema hasta nuestros ancestros, ¿no? Y aunque ellos no nos hicieron pecar, cuando lo hacemos, estamos actuando como ellos…somos igual que Adán y Eva.
Ambos comieron del fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y el mal, y cuando Dios apareció y demandó una explicación, Adán le dijo: “la culpa no es mía. Fue ella que me dio de comer.” Y Eva dijo: “La culpa no fue mía, fue la serpiente que me tentó.”
Y hasta el día de hoy somos iguales. Todos somos pecadores, y una de las cosas más difíciles para el pecador es decir: “Soy culpable…fue mi culpa…me equivoqué.”[i]
Uno ve esta característica todos los días al manejar el auto. Uno va por la mano derecha pero tiene que girar hacia la izquierda, así que acelera al máximo y se le pone adelante a otro vehículo. Luego piensa, “que buen conductor que soy”. Sin pensar que le dio el tremendo ataque al corazón al conductor de atrás.
Pero deje que alguien le haga esa maniobra a usted. Oh, no. Uno queda ahí atrás furioso – empieza a hablar en lenguas, y ojala que nadie las pueda interpretar.
El otro día estaba en una intersección, esperando por la luz verde. Delante mío había una mujer, y cuando dio luz verde ella no se movió. No sé qué estaba haciendo – quizás estaba en el teléfono o algo así – así que toque la bocina; solo una bocinita suave y amable. Pero ella me miró en el espejo retrovisor y me toco bocina a mí. Puede creerlo, ¡me tocó bocina a mí! Ella siguió derecho, y yo mientras doblaba… bueno, le toque bocina devuelta. Y para ser honesto, no fue una bocinita muy amable esta vez.
Y luego seguí de camino a casa para estudiar el libro de Santiago.
Y el libro de Santiago habla acerca de la madurez – el crecer y madurar en la fe, más que cualquier otro libro del Nuevo Testamento.
Santiago quiere ver que nosotros demostremos nuestra fe en la vida práctica – aun cuando esperamos la luz verde.
Hasta ahora hemos visto que el perseverar en medio de las pruebas es una evidencia de madurez.
Uno no puede escoger sus pruebas, pero si la manera en que respondemos a ellas ¿no es así?
Ahora, Santiago va a seguir diciendo que la marca de la madurez no solo es la pasión por perseverar en medio de las pruebas, sino también la pasión por permanecer puro ante la tentación.
En los últimos 11 versículos, Santiago nos ha dicho la verdad acerca de las pruebas… ahora en los próximos 6 versículos, él va a decirnos la verdad acerca de la tentación.
Querido oyente, Santiago va a hablar acerca del pecado, y se va a asegurar de que entendamos que el problema real somos nosotros.
Fíjese lo que dice Santiago 1, versículos 13 al 15,
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”
Tal vez, se haya dado cuenta que Santiago comienza asumiendo que usted va a enfrentar tentaciones. Él no dice allí, en el versículo 13, “Si alguno llega a ser tentado”, sino que dice, “Cuando alguno es tentado.”
Usted va a enfrentar tentaciones cada día de su vida. Usted va a ver cientos de anuncios por día, ya sea por televisión, en el diario, en carteles publicitarios, en revistas, en el Internet, en Facebook, en su familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o universidad, etcétera.
Cada día va a ser bombardeado por ideas, filosofías, e imágenes. Cada día, cada vez que se levanta de la cama, va a recibir una prueba de integridad que intentara dañar su carácter, su humildad y su pasión por la santidad – cuando usted solo tiene intenciones de fortalecerla.
Al igual que los niños – en especial cuando son muy pequeños – se despiertan e inmediatamente lo ponen a prueba de alguna manera. Como verá, ellos quieren ver si los limites han cambiado aunque sea un poquito siquiera, mientras dormía. Quieren saber si lo que ayer era “no,” hoy es “si.”
La tentación, de la misma manera, va a venir cada día a su vida para ver si la puerta y las ventanas siguen cerradas, o no – para ver si usted sigue firme.
La tentación quiere ver si ese “no” se ha transformado en un “tal vez,” o en un “lo voy a pensar.”
La tentación jamás lo dejara tranquilo.
Así que Santiago no dice: “Si usted llega a ser tentado, y los creyentes buenos por lo general no son tentados, esto es lo que usted debe hacer.” No, Santiago dice: “Usted será tentado y esto es lo que debe hacer si quiere pasar la prueba.”
No Juegue a Echar Culpa
Lo primero que uno no debe hacer es jugar a echarle la culpa a otro.
Note nuevamente el versículo 13. Allí leemos:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios.”
Ahora, Santiago le está escribiendo a creyentes. Ningún creyente jamás culparía a Dios, ¿o sí?
Tal vez no lo haga abiertamente… pero muchos se ven tentados a decir, “Si Dios me hubiera dado un mejor trabajo, no sería tan avaro; Si Dios hubiera intervenido antes, no tendría esta raíz de amargura; si Dios me hubiera puesto en un mejor colegio, en un mejor hogar; si me hubiera dado mejores ingresos; si hubiera nacido en tal país, sería una mejor persona.
Y comenzamos a pensar como esos científicos. Empezamos a creer que el pecado es culpa de alguien más.
La verdad es que, como seres caídos, todos tenemos la predisposición a pecar; pero, al mismo tiempo, debemos reconocer que no fuimos creados de esta manera. No podemos decir: “Dios me hizo así.” Dios no tiene la culpa – lo que fue exactamente lo que hizo Adán, a todo esto.
Dios demandó una audiencia, y Adán le dijo: “La mujer que me diste; ella me dio de comer del fruto del árbol… todo marchaba bien hasta que la trajiste a mi vida.” Y él tuvo que vivir con ella por los próximos 900 años. Me imagino los problemas que ese comentario trajeron en su matrimonio.
Y Eva dijo: “Fue la serpiente la que me engaño.” –Dando a entender “Tu creaste a la serpiente ¿o no?”
Adán y Eva apuntaron el dedo hacia Dios, diciéndole que Él era el problema.
Y nosotros hacemos lo mismo. Santiago dice lo que dice porque sabe y conoce la naturaleza humana – Dios, o es el objeto de nuestra alabanza o es el objeto de nuestra recriminación.
Pregunta para usted: ¿Esta alabando a Dios, o lo está culpando el día de hoy?
Santiago continúa diciendo en el versículo 13,
“porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie.”
En otras palabras, Dios no tiene nada que ver con que alguien peque. De hecho, Santiago escribe que Dios ni siquiera puede ser tentando por el mal.
E inmediatamente le surge una pregunta o dos en cuanto a esa frase.
- ¿Yo pensé que Cristo había sido tentado en todo, pero sin pecado como dice Hebreos 4:15?
- Es verdad.
- Pero yo pensé que Jesús era Dios encarnado. Lo es.
- Pero Jesús fue tentado por 40 días en el desierto por el diablo; y de hecho, fue tentado toda su vida.
- Así es.
- Pero aquí dice que Dios no puede ser tentado.
- Pero si Jesús es Dios y Jesús fue tentado, y aquí dice que Dios no puede ser tentado…eso nos deja con un interrogante.
- Claro que sí
El tema es que las palabras “no puede ser tentado” se traducen de la palabra griega “apeirastos” (απειραστος). Esta es una palabra que solo se encuentra aquí, y en ningún otro lugar en todo el Nuevo Testamento. Da la idea de haber sido tentado, pero de no tener nada dentro de sí que lo haga sentir atraído a esa tentación. Podríamos decir que Dios es “invencible a la tentación.”[ii]
Como un autor escribió: “Dios reconoce la presencia del mal pero esta no lo puede afectar, de la misma manera que un rayo de luz solar brilla en una pila de basura y no es afectado por el olor.”[iii]
La otra pregunta que usted puede tener es, “si Cristo no podía pecar – no solo que no lo haría, sino que no podía, lo que los teólogos llaman la impecabilidad de Cristo – si eso es verdad, ¿Cómo es que él puede simpatizar con nosotros como nuestro Sumo Sacerdote?
- ¿Fue Él realmente tentado como lo somos nosotros?
- Si, lo fue.
Uno tiene que entender que Jesucristo era tanto cien por ciento Dios, como cien por ciento hombre. Él tenía dos naturalezas – una divina y una humana. No una naturaleza pecadora, sino humana. Él verdaderamente era Dios encarnado y a la misma vez, era un ser humano. Él no pretendía ser ninguno de los dos. Él era los dos.
La pregunta es: ¿Cómo enfrentó la tentación, como hombre o como Dios?
Él la enfrentó como hombre.
Wayne Grudem escribe lo siguiente: “La naturaleza divina de Jesucristo no podía ser tentada – es decir, no tenía nada que pudiera ser atraído por el pecado – pero su naturaleza humana podía ser tentada y claramente lo fue.”[iv]
Jesús enfrentó la tentación igual que nosotros.
El no descansó en su deidad, Él resistió en su humanidad – y lo hizo con la palabra de Dios. Y lo mismo debemos hacer nosotros.
Santiago dice, Dios es invencible al pecado y, en segundo lugar, Dios no tienta a la gente a que peque. Note la última frase del versículo 13,
“…porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;”
Es interesante descubrir que la palabra ‘probar’ y la palabra ‘tentar’ tienen la misma raíz en el idioma griego. Pero existe una diferencia. Satanás nos tienta para derrotarnos; Dios nos prueba para desarrollarnos.
Uno lo podría traducir así: “Dios nunca le pedirá que haga algo que está mal.”[v]
Dios no lo va a incitar para que ceda a la tentación; de hecho, Pablo escribió en 1 Corintios 10:13,
“pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida”
Entonces, si Dios no tiene parte en tentar al creyente… y tampoco podemos culpar al diablo cuando escogemos pecar… ¿Cómo es que el pecado tiene tanto poder e influencia en nuestras vidas?
Santiago dice: “Qué bueno que preguntan. Permítanme explicarles cómo funciona el pecado.”
Santiago nos muestra tres ingredientes de la tentación al exponer la verdad acerca del pecado:
El primer ingrediente es el deseo
El versículo 14 dice:
“sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.”
La palabra concupiscencia indica un fuerte deseo hacia un acto u objeto prohibido. [vi]
Generalmente le prestamos tanta atención a la última parte, que pasamos por alto la primera parte de este versículo – nos enseña algo clave para entender el pecado.
Santiago dice: “cada uno es tentado.” El lenguaje original indica que “cada cual es tentado de una manera única.” Si parafraseamos este versículo, diría así: “Cada persona es tentada individualmente y de manera específica al ser atraído por sus propios deseos.”
Esto significa que su tentación será diferente a la de otras personas.
Si bien todos estamos predispuestos a pecar, ya que todos somos pecadores por la naturaleza que recibimos de Adán; no todos somos tentados de la misma manera. Hay cosas que a una persona no la van a tentar, mientras que a otra sí. Hay personas que realmente luchan con un tipo de tentación, mientras que esa misma tentación puede que no tenga ningún atractivo para otra.
Quizás diga, “Me parece que está empezando a hablar como uno de esos investigadores que dijeron que estamos hechos así para pecar.”
No precisamente.
Si bien, estoy de acuerdo en decir que todos tenemos esa propensidad para pecar, no podemos usar eso como excusa. No podemos pecar y luego decir: “Es que yo soy así.”
El hecho de que Salomón tenía la predisposición de amar muchas mujeres no significa que él no tuvo la culpa de casarse con los cientos de esposas que tuvo.
En otras palabras, una persona puede ser atraída exclusivamente al alcoholismo, o a la pornografía, o a las apuestas, al adulterio, a la homosexualidad, o la glotonería – pero eso no cambia el hecho que Dios lo considera pecado.
El estándar divino sigue siendo el mismo para todos – no importa cuales sean sus debilidades, no importa como sea su personalidad, o su temperamento.
Pero es importante que entendamos esto, porque vamos a enfrentar la tentación. El mundo, la carne, y el diablo conocen cuál es su punto débil, y lo van a atacar.
Siguiendo en el versículo 14, Santiago nos dice que,
“cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.”
Santiago ahora usa un vocabulario de cacería.
La palabra seducido hace referencia a una carnada en el anzuelo de un pescador.
Si bien Santiago no dice que Satanás es el que pone la carnada en el anzuelo, si nos dice que Satanás esta involucrado en provocar conductas pecaminosas, en los capítulos 3 y 4.[vii]
No pase por alto el hecho que nosotros le proveemos el material a Satanás para que nos haga caer en la trampa.
Son nuestros deseos…nuestra concupiscencia… él simplemente pone la carnada en el lugar perfecto, o con la ayuda visual necesaria, o en el escenario perfecto, durante ese momento de frustración, o necesidad, o debilidad… el usa esas cosas para incrementar el olor de la carnada, para hacerla más apetecible… para cautivar su mirada y atención, apelando al deseo que ya está en su corazón.
La idea es esconder la trampa, pero dejar expuesta la carnada; esconder el anzuelo y hacer que parezca otra cosa en vez de un instrumento de captura y muerte.[viii]
Jamás un pez nadó por el lago buscando anzuelos, diciendo, ‘eso parece acero inoxidable, creo que voy a morderlo.”
No, el pez nada buscando comida. Satanás, el mundo, y la carne buscan camuflar el anzuelo y hacer que usted crea que se está llevando una buena comida gratis.
Y antes que se dé cuenta, está metido en la trampa.
El primer ingrediente es deseo, el segundo es desobediencia.
El segundo ingrediente es la desobediencia.
Santiago escribe lo siguiente en el versículo 15,
“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado…”
En otras palabras, cuando el pez muerde el anzuelo – cuando va por la carnada – cuando cumple su deseo – Santiago escribe que allí es cuando nace el pecado.
Santiago cambia su ilustración de la caza y la pesca a una en la sala de parto.
Santiago personifica el progreso de la tentación transformándose en pecado. El deseo es atraído por la desobediencia y finalmente deciden escaparse juntos… el deseo queda embarazado por desobediencia, y luego tiene un hijo llamado pecado.
Cuando su voluntad se conecta con su deseo, y usted escoge pensar o actuar en desobediencia, eso termina dando a luz pecado.
Podrá decir, “No parecía pecado”:
- Parecía popularidad;
- Parecía satisfacción personal;
- Parecía ser capaz de ser yo mismo;
- Parecía amor de verdad;
- Parecía una buena manera de salir de una deuda;
- Parecía algo que me iba a ayudar a salir de esta presión;
- Parecía el siguiente paso para conseguir ese ascenso;
- Parecía algo lógico;
- Parecía algo divertido;
- ¡Parecía algo bueno!
Cuando fui tentado, mordí esa carnada. Y allí fue cuando la fantasía desapareció y apareció la triste realidad.
De hecho, Santiago nos advierte que van a haber más problemas por delante si es que no tratamos con el pecado de forma inmediata y decisiva.
Porque del deseo se pasa a la desobediencia, y de la desobediencia se pasa al tercer ingrediente, que es la muerte.
El tercer ingrediente es la muerte
Santiago continúa diciendo en el versículo 15,
“…y el pecado, siendo consumado – esto es, cuando alcanza madurez – da a luz la muerte.”
Santiago indica que cuando uno guarda un pecado – lo disfruta, lo cuida – y persiste en él, éste va madurando, trayendo una forma de destrucción tras otra, hasta que finalmente trae la muerte.
Ahora, Santiago no está hablando de una muerte física – sino, no habrían muchas personas con vida el día de hoy. Santiago tampoco está hablando de una muerte espiritual, porque los creyentes pecan también.
Creo que él está hablando de una vida mortífera. Esta es como la auto-destrucción de David que escribió en el Salmo 32:
“Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano.”
Puede que sea una enfermedad, depresión, perdida de relaciones, etc. Todo eso puede ser producto de una vida en pecado.[ix]
Si bien el pecado puede traer amistades, placer o alivio, Santiago dice que eso es temporal…al final, lleva a la muerte.
Recuerde el viejo dicho:
- El pecado va a llevarlo más lejos de lo que usted quería ir;
- Va a costarle mucho más de lo que usted quería pagar;
- Y va a retenerlo por más tiempo de lo que usted quería estar.
Santiago nos ha entregado la verdad acerca de los problemas, y ahora no se ha guardado nada al entregarnos la verdad acerca de la tentación.
Santiago comenzó esta sección diciendo, “No juegue a echar la culpa.” Son nuestros deseos los que ponen la carnada en el anzuelo; y es nuestra desobediencia la que hace que mordamos.
Ahora, Santiago dice, en segundo lugar…
Quítese la Venda de los ojos
El versículo 16 dice,
“Amados hermanos míos, no erréis.”
La palabra errar en algunas traducciones aparece como “no os engañéis.”
Esto quiere decir, “no deje que el deseo nuble su mente, de manera que olvide la verdad y siga una mentira.”[x]
Despierte a la verdad.
Este es un imperativo – otro signo de exclamación pero en tiempo presente. Santiago dice, en efecto: “¡Deje de ser engañado!” o “¡No se engañe más!”
Él está escribiéndole a creyentes, ni más ni menos. Tengan cuidado – así es como funciona la tentación… estén alertas… no vayan por la vida con una venda en los ojos… abran bien los ojos.
Él nos advierte diciendo, “Esta es una trampa, así funciona, es muy peligrosa, tengan cuidado porque les va a hacer mucho daño.”
Pero luego Dios abre la puerta y dice: “Miren, les vengo a traer esperanza… yo les tengo algo mucho mejor que lo que la tentación les ofrece.
Enfóquese en la Verdad
Así que para repasar: No juegue a echarle la culpa a otro – son nuestros propios deseos que nos llevan a pecar. Segundo, quítese la venda de los ojos – no nos dejemos engañar por la tentación; y finalmente, Enfóquese en la verdad.
Quiero que recordemos y nos deleitemos en dos verdad en particular…. de no hacerlo, es posible que mordamos el anzuelo o pisemos alguna trampa.
- Primero, deleitémonos en la bondad de Dios
Note en el versículo 17 que dice:
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…”
La verdad es que, cuando estamos en medio de la tentación, nos olvidamos que Dios nos ha prometido darnos lo que es verdaderamente bueno.
La tentación dice: “Come del fruto…estarás mejor… Dios no te lo quiere dar… para que esperar… esto es todo lo que estabas buscando.”
Santiago nos recuerda que Dios se ha comprometido a darnos lo que es verdaderamente bueno. Todo lo que realmente es bueno proviene de Él. Y si viene de Él, nunca tiene una trampa. Nunca trae muerte, sino vida.
Usted puede confiar en Él.
De hecho, note la próxima frase del versículo 17,
“…en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”
Santiago está hablando de las sombras que se producen por los movimientos de la tierra, el sol y la luna. Él está diciendo: “Dios es el Padre de las luces – el creador de las luces de los cielos. Estas no siempre están disponibles – hay veces en que estas luces quedan tapadas o eclipsadas y no vemos su luz. Pero con Dios no hay variación – jamás hay una sombra – no hay mudanza; es decir, Él nunca se aleja de nosotros. En Él, no hay tinieblas. Dios no tiene un lado oscuro…Él no cambia…usted puede depender de Su carácter para darle lo que es bueno.
Entonces, no solo recibimos esperanza y gozo al deleitarnos en la bondad de Dios, sino que Santiago nos dice que también que debemos deleitarnos en la gracia de Dios.
- Deleitémonos en la gracia de Dios
Él escribe en el versículo 18:
“Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.”
Santiago se está refiriendo a nuestro nacimiento espiritual, por la voluntad de Dios, por medio de la Palabra de verdad – que es el evangelio de Cristo.
Esta figura de ser las primicias es tomada del Antiguo Testamento. La Ley designaba que los primeros frutos de la cosecha eran para Dios – estos se ofrecían como una ofrenda de alabanza. El resto de la cosecha se podía utilizar para otros fines comunes, pero esa parte le pertenecía a Dios.[xi]
En otras palabras, usted es especial. Usted no está para fines comunes; usted es una ofrenda para el Señor. Usted le pertenece a Él.
Un Dios que:
- Nunca cambia;
- Que es confiable;
- Que va a proveerle lo que es bueno;
- Que lo redimió;
- Que merece toda nuestra lealtad y amor.
Deje de ir detrás de la carnada… usted le pertenece al Creador y Redentor, que le ofrece bondad, misericordia y vida.
Santiago nos está desafiando a comenzar a vivir una vida conforme a lo que somos.
Así que cuando enfrente las pruebas…tenga pasión por perseverar. Y cuando enfrente las tentaciones… tenga pasión por la pureza. Porque nuestro Redentor no merece nada menos que todo nuestro ser.
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[i] Gene A. Getz, The Measure of a Christian: Studies in James 1 (Regal Books, 1983), p. 67.
[ii] John MacArthur, James (Moody Press, 1998), p. 47.
[iii] Adapted from MacArthur, p. 47.
[iv] Wayne Grudem, Systematic Theology (Inter-Varsity Press, 1994), p. 539.
[v] D. Edmond Hiebert, James (BMH Books, 1992), p. 93.
[vi] Cleon L. Rogers Jr. & Cleon L Rogers III, The New Linguistic and Exegetical Key to the Greek New Testament (Zondervan, 1998), p. 554.
[vii] Dan G. McCartney, Baker Exegetical Commentary on the New Testament: James (Baker Academic, 2009), p. 107.
[viii] Warren W. Wiersbe, Be Mature: James (Victor Books, 1979), p. 38.
[ix] Hiebert, p. 95.
[x] Charles R. Swindoll, James: Practical and Authentic Living (Insight for Living, 1991), p. 36.
[xi] Hiebert, p. 104.