Introducción
Hace poco leí que cada día se publican unos 3 mil libros alrededor del mundo. El número de mensajes de texto que se envían cada día excede el total de la población mundial.
El conocimiento técnico, que en la década de los 80´ se duplicaba cada 5 años, ahora se duplica cada 72 horas.
Algunos de los trabajos con mejores pagas en el mundo, no existían en el año 2000.
También leí que si usted lee el periódico todos los días por una semana, va a estar expuesto a más información de lo que lo estuvo la persona promedio en el siglo 19 en toda su vida.
Estamos siendo inundados con información y la habilidad que tenemos de comunicarnos con el Internet es más grande que nunca.
El comercio en Internet crece más y más, como también los sitios de investigación, las redes sociales y compras. Es más, uno de los segmentos de mayor crecimiento actualmente es la educación online.
Y me alegra que hayamos llegado a donde estamos informáticamente. Por medio del Internet podemos escuchar mensajes y predicaciones, como quizás usted lo está haciendo en este momento.
El potencial para transmitir le evangelio es inmenso.
En la actualidad podemos ver como la mayoría de los teléfonos móviles vienen con la capacidad de usar Internet y nos permiten acceder a prácticamente cualquier cosa que queramos.
La verdad es que vivimos nadando en un océano de información – y allí también hay un gran peligro.
Nuestra generación ha llegado a acostumbrarse a todo esto, y a esperar recibir información rápida y concisa. Es por eso que las personas hoy prefieren video clips y memes. Todo es rápido. De hecho, se estima que el típico programa de televisión no lo va a tener viendo la misma escena por más de 10 segundos.[i]
Vivimos en un mundo en el que somos bombardeados con mensajes rápidos y breves, y donde podemos tener experiencias emocionales, pero no cambios internos.
Como verá, hay una gran diferencia entre información y transformación.
Tres mil libros publicados por día pueden informarlo y animarlo; emocionarlo y hasta engañarlo… pero solo un libro puede transformarlo.
Escribiéndole a su hijo en la fe, el Apóstol Pablo dijo, en 2 Timoteo 3:15,
“y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.”
Otras fuentes de información pueden entretenerlo, pero solo este libro puede despertarlo – espiritualmente.
Pablo continuó diciéndole a Timoteo que las Escrituras fueron inspiradas por Dios y son útiles para cuatro aspectos diferentes:
- Útil para enseñar/doctrina
- Útil para redargüir
- Útil para corregir
- Útil “…para instruir en justicia,a fin de que el hombre de Dios [el creyente] sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” –o sea, preparado para la vida. (2 Timoteo 3:16, 17)
Me gusta como bosquejó Warren Wiersbe este pasaje. El escribió:
- La Biblia es útil para la enseñar doctrina – nos dice lo que está bien;
- Es útil para redargüir – nos dice lo que no está bien;
- Es útil para corregir – eso nos indica cómo hacer las cosas bien;
- Y es útil para entrenarnos en justicia – nos dice como permanecer bien.
No es de sorprenderse que Pablo le dijo a Timoteo en I Timoteo 4:7,
“Ejercítate (en la Palabra) para la piedad.”
La palabra para “ejercitarse” viene de la palabra griega ‘gumnazo.’ Habla de trabajar duro – lo que nos presenta una idea bastante distinta a la de un creyente que solo prefiere escuchar un mensaje corto, o una frase inspiracional, o un versículo al día – algo rápido.[ii]
La mayoría de los creyentes en la actualidad piensan que tener un devocional es abrir la Biblia y decir, “Bien, Dios, dame un versículo para hoy – algo que me llame la atención; algo obvio, práctico e importante – y háblame rápido que solo tengo cinco minutos.”
“Tome tiempo para ser santo,” es una antigua frase que en la actualidad hemos cambiado por, “Como ser santo en un par de minutos.”
La Biblia no funciona a las apuradas. No funciona como un mensaje de texto. Esta pretende transformarlo, renovando su mente – o sea, literalmente, cambiando la manera en que usted piensa. (Romanos 12:1-2)
Y si queremos crecer en la fe, que es el tema que le apasiona a Santiago, hay un par de cosas que debemos de hacer y entender bien.
Desde un principio, Santiago ha estado tocado algunos temas de gran importancia.
En lo que hemos visto hasta ahora en el capítulo 1, Santiago nos ha desafiado a responder con fe durante las pruebas. Él también nos ha desafiado responder de forma correcta ante las tentaciones. Y ahora, comenzando en el versículo 19, él nos va a desafiar a responder correctamente ante la verdad divina.
El comienza el versículo 19 diciendo:
“Esto sabéis, mis amados hermanos…”
Podemos entender esto como otro imperativo. Él nos está diciendo, en efecto, “Necesitan saber esto.”
Y la persona promedio lee esto como uno lee los términos y contratos de la nueva actualización del celular. ¿Vio cuando uno quiere descargar alguna aplicación o programa y aparecen un montón páginas con reglas y estipulaciones legales? ¿Qué hace uno? Más o menos mira las palabras y luego aprieta “siguiente, siguiente, siguiente, siguiente,” hasta llegar a la última página y finalmente hace click en “acepto los términos y condiciones.” Y no tiene idea qué acaba de aceptar
Santiago está diciendo: “Esto es algo que tienen que saber…no lo lean rápido…esto lo van a necesitar para las pruebas de la vida.”
Y Santiago nos va a dar 5 imperativos para el creyente que acude a la palabra de Dios para ser instruido por la verdad.
Veamos estas 5 maneras de acudir la Palabra de Dios para obtener madurez espiritual.
Acuda a la palabra de Dios con los oídos bien abiertos
Santiago escribe en el versículo 19,
“todo hombre sea pronto para oír…”
Ahora, muchos lectores van a tomar este versículo, lo van a sacar de contexto, y van a convertirlo en una declaración general –o un proverbio sabio de Dios – que lo es, pero tiene su contexto.
No lea este versículo y diga, “que bien, encontré el versículo clave para mi relación matrimonial. Querida, seamos prontos para oírnos el uno al otro.”
Santiago está hablando en el contexto de escuchar y responder a la palabra de Dios.
En el versículo 18, él nos dijo que la palabra de verdad fue la que nos trajo a la vida. En el versículo 21, Santiago nos dice que debemos recibir la palabra con humildad, y luego, el versículo 22 nos dice que seamos hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores.
Si bien, es verdad que todos debemos ser prontos para escuchar como regla general en la vida – Santiago está hablando de escuchar ansiosamente y receptivamente la palabra de Dios.
Cuando usted está enfrentando pruebas difíciles…tentaciones peligrosas…la pregunta es ¿A quien está escuchando?
Tal vez, la razón por la que usted no está pasando la prueba o soportando la tentación es porque la palabra de Dios es lo último a lo que usted acude.[iii]
Escuchamos a todos y todo lo demás – y finalmente, tal vez, escuchamos al tutor divino. Así que, debemos entender que Santiago estaba mandándole a estos creyentes – y a nosotros – a escuchar la palabra de Dios.
Esta epístola fue una de las primeras en escribirse, así que para ese entonces, el Nuevo Testamento aún no estaba completo.
Esta epístola, al igual que las de Pedro y Pablo y Juan, circulaban entre los creyentes y eran leídas en voz alta. Las reuniones en esos tiempos incluía una lectura pública de la Escritura junto con la instrucción verbal en la fe.[iv]
Así que cuando Santiago dice que el creyente debe ser rápido para oír, él está haciendo referencia a la actitud de una persona que escucha la verdad de la palabra – prontos para oír es lo mismo que ‘ansiosos por oír.’
Usted recordará cuantas veces el Señor se detuvo para preguntarle a los fariseos y a los líderes religiosos ¿No habéis oído; no habéis leído? La respuesta obvia era que sí, ellos habían escuchado – ellos habían leído, pero no estaban oyendo.
El problema no era que tenían mala audición, el problema era que no estaban prestando atención realmente.[v]
Hebreos 5:11 lo llama ser: “tardos para oír.
Nosotros tenemos el mismo problema.
Uno se sube a un avión y escucha a la azafata dar indicaciones en cuanto a cómo ponerse el cinturón de seguridad y como colocarse la máscara de oxígeno en caso de un accidente… de cómo los cojines de los asientos se pueden usar como flotadores, y adonde se ubican las salidas de emergencia… mientras tanto, ella es la persona más ignorada en el avión.
Yo tampoco le presto atención – y me da un poco de lástima, le toca un trabajo en el que tiene que pararse frente a un grupo de gente que no le presta ni la más mínima atención.
Pero si el avión llegara a encontrar alguna turbulencia vera que todo mundo comienza a leer el manual de emergencias. De repente todos necesitamos saber. Anhelamos aprender que hacer en la peor de las situaciones. ¡Que repitan las instrucciones!
Santiago dice: “¿Cómo piensan crecer si no escuchan lo que se les dice? Hay mucha turbulencia por delante… no existen vuelos tranquilos en la vida.”
Y el punto es el siguiente: Si usted quiere crecer, no se ponga a escuchar a los demás; primero que nada escuche a su tutor: la palabra de Dios, que es lo único que puede equiparlo para la vida.
Acuda a la palabra de Dios con la boca cerrada
Santiago continúa diciendo que, no solo debemos ser prontos para oír, sino que dice, en segundo lugar, que debemos ser tardos para hablar.
El versículo 19 dice:
“[deben saber esto] mis amados hermanos, cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar…”
Los adjetivos “pronto” y “tardo” no describen nuestra acción sino nuestra actitud.
Y en este contexto, el decir que uno debe ser tardo para hablar, quiere decir que uno debe ser lento para responder. Esa es la idea.
Francamente, puede que a usted no le guste lo que la palabra de Dios le dice. Es posible que quiera discutir con Su Palabra – si no es de manera audible, dentro de su corazón o su mente.[vi]
Tenga en mente el contexto aquí. En el primer siglo, donde las reuniones de la iglesia eran informales, con frecuencia, los presentes hacían preguntas y hasta debatían con el predicador.[vii]
Esto parece ser exactamente lo que le sucedió a Pablo en Éfeso. Pablo le dijo a Timoteo, “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras.” (2 Timoteo 4:14-15)
Uno puede imaginarse a Pablo predicando la verdad y Alejandro levantándose y oponiéndose a lo que el apóstol estaba predicando.
Si bien, es posible que usted no haga eso en su iglesia, o durante este mensaje, puede que lo esté haciendo en su corazón.
Puede que este sentado, pero dentro suyo este de pie, rechazando la palabra en su corazón. Las palabras de Dios a veces son incomodas, demandantes; y nosotros nos vemos tentados a debatirlas.
Una de las marcas de inmadurez es el no poder refrenar la lengua. Y realmente no importa cuántos años tenga, esto comienza a evidenciarse desde muy temprano.
Me acuerdo cuando era niño y en la escuela nos daban el boletín de notas. De un lado tenía las notas, y del otro, un reporte de conducta.
No sé como eran sus padres, pero los míos se interesaban más por el lado del reporte que el de mis notas. Podría sacarme una buena nota en gramática, pero si la maestra ponía en el otro lado del boletín, “habla mucho en clase,” o “interrumpe la clase,” o “tiene dificultad quedándose callado en clase,” esa buena nota no importaba.
Ellos aún me hicieron memorizar la famosa frase de Abraham Lincoln que dice: “Es mejor que piensen que uno es un necio, que abrir la boca y remover toda duda.”
Una de las marcas de la inmadurez espiritual es la inhabilidad de refrenarse al hablar cuando, en realidad, tendríamos que estar escuchando.
Y el contexto aquí nos dice que la madurez espiritual se demuestra cuando, en vez de hablar y debatir con la palabra de Dios, escuchamos en silencio.
Job, por ejemplo, pasó por una transformación increíble. Cuando comienza el libro, él era el hombre más sabio del Este. Pero luego, Dios lo probó con la mayor turbulencia que podría haberse imaginado – él perdió a sus 10 hijos; perdió todas sus posesiones y su salud.
Sus amigos vinieron a verlo y comenzaron a hablar. Job también habló, principalmente con una actitud de que Dios tenía que explicar lo que hacía. Dios guardó silencio por bastante tiempo, pero finalmente habló – no para responder las preguntas de Job, sino para revelar Su soberanía. Job luego respondió diciendo, en el capítulo 40, versículo 4,
“He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé?
Mi mano pongo sobre mi boca.”
Cuando usted está pasando por una prueba o una tentación, una marca de madurez es su habilidad de no debatir con su tutor…es guardar silencio, estar quieto y reconocer que Él es Dios.
Santiago dice en el versículo 19, “mantenga abiertos los oídos, la boca cerrada, y en tercer lugar para sacar el máximo provecho de la palabra de Dios, mantenga un espíritu enseñable.
Mantener un espíritu enseñable.
Santiago 1:19:
Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira;
¿Se da cuenta de la progresión? Cuando uno no escucha bien, uno continúa debatiendo, y finalmente explota con enojo y detiene así el proceso de madurez.
Por el contrario, debemos tener los oídos abiertos, la boca cerrada, y dejarnos enseñar.
El contexto nos indica que este es un enojo con Dios a causa de lo que su palabra demanda de nosotros.
El problema comenzó con que no estábamos escuchando. Luego, o lo entendemos mal o no nos gusta, y comenzamos a debatir. Las cosas no mejoran y las pruebas siguen viniendo; las tentaciones tampoco terminan, y finalmente decimos: “Señor, ¿Qué estás haciendo?”
Santiago nos llama la atención y nos dice en el versículo 20, “Hey, ¿que estas pensando?…
“…la ira del hombre no obra la justicia de Dios.”
Uno puede comprender estas palabras de Santiago de la siguiente manera: “El enojarse con Dios no produce una vida justa, sino que interfiere en el proceso de madurez.”
En otras palabras, cuando uno se enoja con Dios a causa de las pruebas y la turbulencia en su vida, está yendo en la dirección opuesta a la que debería ir.
Cuando usted no recibe lo que quiere o desea, y se enoja con Dios, no logra nada. De hecho, solo empeora las cosas. Santiago dice: “Enojarse con Dios no lo ayuda en nada.”
Permítame preguntarle: ¿Le ha hecho una rabieta alguna vez su hijo?
Es hora de ir a la cama y usted no lo dejó comer ese dulce que tanto le gusta, o no lo dejó ver el siguiente episodio de sus caricaturas favoritas; así que, su hijo empezó a patalear y hacer un berrinche. Ahora, ¿quedó impresionado y sorprendido por su rabieta? Acaso lo miró y se puso a pensar: “¡Cuanta emoción! ¡cuanta pasión! ¡qué conmovedor! …bueno, bueno, puedes comerte un chocolate antes de irte a dormir – o, puedes ver el otro episodio.”
Probablemente no.
Mi madre solía decirme “Si no dejas de llorar, voy a darte un motivo para que lo hagas.”
La verdad es que ese berrinche no logra nada – solo meterlo en más problemas.
Así que la progresión en la dirección equivocada es así: uno se rehúsa a escuchar; uno discute con el tutor divino – La Palabra – y luego se enoja con Dios por no hacer lo que uno quiere; y así, uno no cumple con la justicia de Dios. En otras palabras, uno no va a madurar, sino que va a permanecer inmaduro.
Y escoger conscientemente permanecer en la inmadurez solo va a traerle más problemas como vamos a ver en un momento.
No olvide que Santiago le está escribiendo a creyentes. Creyentes Judíos que la estaban pasando muy mal ¿recuerda? Ellos están en la diáspora, en la dispersión – ellos habían sido expulsados de su tierra.
Y todo lo que Santiago ha dicho hasta ahora no ha sido fácil de decir, y ha sido mucho más difícil de escuchar.
Me parece que es casi gracioso cómo Santiago comienza en el versículo 19 diciendo tan tiernamente, “mis amados hermanos” – en otras palabras, los amo, así que no se enojen conmigo cuando les digo la dura realidad.
Como Pablo que les dijo a los creyentes en Galacia:
“¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?”
¡No le disparen al mensajero!
Lo que Santiago está diciendo es: “Un espíritu enojado nunca está dispuesto a aprender.”[viii]
Debemos de acudir la palabra de Dios con los oídos bien atentos, una boca cerrada y un espíritu enseñable. En cuarto lugar, acudimos a la palabra de Dios con manos limpias.
Manos limpias
Santiago escribe lo siguiente en el versículo 21,
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada…”
La palabra que Santiago usa aquí y se traduce “inmundicia” es la palabra griega “ruparia” (ρυπαρια) que hace referencia a ambas, una ropa sucia y a la suciedad moral.[ix]
O sea, deje de lado todo lo que es moralmente inmundo.
La palabra que Santiago usa aquí para malicia es una palabra que denota maldad moral y corrupción. Este tipo de corrupción puede que nunca se exprese de manera externa, pero si puede residir en el corazón, al igual que muchos pecados ocultos que solo Dios y el individuo conocen.[x]
Las palabras en el versículo 21 traducidas “resto o abundancia de malicia” significa tratar con la abundancia – el exceso – de maldad de adentro.
Eso no significa que vamos a poder eliminar todo eso y alcanzar la perfección – es una batalla diaria a través de la vida – lo que significa es que estamos dispuesto a lidiar con la maldad que permanece en, y alrededor nuestro.
Santiago está diciendo que la madurez espiritual significa ser más y más intolerante de ambos, los pecados externos de la carne, y los pecados internos y ocultos del corazón.
Y una de las marcas de madurez cristiana es que uno se molesta y es sensible a los pecados que nunca antes lo molestaron.
Hace poco leí acerca de un incidente en India, en el que un agnóstico estaba escuchando a un predicador hablar acerca de la carga del pecado e inmediatamente lo interrumpió, y con sarcasmo le dijo: “Yo no siento ningún peso de pecado. No siento ninguna carga. Cuénteme, ¿cuan pesada es la carga? ¿Cien kilos? ¿cincuenta kilos?”
El evangelista le respondió preguntándole “Si yo le pusiera una carga de cien kilos a un cadáver, ¿lo sentiría?”
El hombre respondió, “claro que no, está muerto”.
El evangelista dijo entonces, “exactamente, así también el espíritu que no siente la carga del pecado, está muerto.”[xi]
Santiago tenía muchas razones para creer que esos creyentes dispersos estaban luchando con su propensidad a pecar, y que, como creyentes, podían sentir la carga hasta del pecado más leve.
Y Él les habla con la firmeza de un tutor divino y dice, “lidien con esto… limpien la casa… no pongan excusas al pecado.”
Este es un imperativo – con signo de exclamación! Debemos dejar de lado toda impureza, toda inmundicia y acudir al tutor divino, la palabra de Dios, para poder madurar.
El famoso expositor griego Spiros Zodhiates, en su estudio del libro de Santiago, cuenta la historia de un creyente que asistía a todas las reuniones de oración de su iglesia local. Lo hacía fielmente; y cada vez que oraba, confesaba las mismas cosas y terminaba diciendo: “Oh, Señor, hay telas de araña que me separan de ti; por favor, límpialas.” Todas las semanas confesaba los mismos pecados y terminaba de la misma forma, “Señor, quita por favor las telarañas.” Finalmente, un día un hermano de edad avanzada se puso de pie y oró inmediatamente después, diciendo: “Señor, permite mejor que mate la araña.”
No es una mala idea… lidie con el pecado – limpie la casa.
Y, sinceramente, no es fácil vivir de manera limpia e íntegra, especialmente en los tiempos que nos toca vivir. El otro día leí que una de las palabras más buscadas en los diccionarios online es la palabra integridad. Un profesor universitario comentó algo al respecto, diciendo: “Tal vez la integridad escasea tanto que incluso pocos conocen su definición.”[xii]
Un creyente limpio es de mucho beneficio para la iglesia y para el mundo que le rodea – un mundo que anhela ver una muestra de integridad. Alguien con manos limpias…con pasión por la pureza…alguien que demuestre integridad.
Ahora, hay una manera más de escuchar la palabra de Dios y madurar.
Uno debe acudir a la palabra de Dios con los oídos bien abiertos, la boca cerrada, un espíritu dispuesto a aprender, las manos limpias, y finalmente, con un corazón humilde.
Un corazón humilde.
Santiago escribe en el versículo 21 diciendo:
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”
Reciba la palabra implantada.
¿Cómo hace uno para recibir algo que ya está implantado dentro suyo?
La semilla ya está plantada. La palabra de verdad esta enterrada en el suelo de su corazón creyente cuando se convirtió.
Así que recibir significa ‘darle la bienvenida; nutrirla; regarla; cuidarla’. Santiago escribe que esta Palabra puede rescatar o salvar su alma.
Santiago no está hablando acerca de ser rescatado para ir al cielo en este contexto, sino ser rescatado en la vida.
¿Quiere usted evitarse la miseria, la culpa, la angustia y las consecuencias de su rebelión y desobediencia?
Dele la bienvenida al tutor…póngale la alfombra de bienvenida a la palabra de Dios.
¿Que se necesita hacer para darle la bienvenida? Según Santiago aquí – una actitud humilde.
La persona que tiene esta actitud dice: “Necesito saber más…necesito escuchar más…necesito hablar menos y oír más… Señor, aquí estoy… estoy dispuesto…receptivo…me arrepiento…estoy listo para lo que me tengas que decir por medio de tu Palabra….estoy listo para crecer. Estoy listo para que el Espíritu de Dios entrene mis oídos para escuchar la Palabra.
Un famoso naturalista iba caminando por una calle muy congestionada en Nueva York con un amigo, cuando de repente se detuvo y le dijo a su amigo “¿escuchaste ese grillo?” Su amigo se rió y dijo, ¿Cómo es posible escuchar un grillo con todo este tráfico alrededor nuestro?
El naturalista pensó por un momento y dijo: “Bueno, creo que cada uno escucha lo que ha sido entenado para escuchar.”
Después de caminar unos metros más, este hombre dijo “déjame probarte algo.” Sacó de su bolsillo una moneda de 25 centavos y la tiró al suelo. Instantáneamente, varias personas se dieron vuelta.”[xiii]
¿Qué está entrenado usted para escuchar?
Santiago aquí quiere que, cuando nos encontremos en medio de dificultades, escuchemos a la palabra de Dios – nuestro tutor – que busquemos allí palabras de agradecimiento y alabanza…palabras de consuelo y ánimo. En tiempos de confusión, que busquemos dirección y sabiduría; cuando somos tentados, que busquemos el estándar divino de pureza y justicia, el poder para resistir. La palabra de Dios pasa a ser la vía de escape de las tentaciones. Pasa a ser nuestro mejor amigo, no solo por lo que nos enseña, sino por lo que nos da – una comunión íntima con nuestro Padre celestial.
Querido oyente, la pregunta no es ¿es relevante este libro? Si no ¿podemos crecer sin él?
Y la respuesta es, ¡No podemos!
Así que de la misma manera que el joven Samuel, que estaba comenzando a madurar en serio, tenemos que aprender a decir: “heme aquí Señor, habla que tu siervo oye.”
Estoy dispuesto a escuchar la receta del Dr. Santiago.
- Mi corazón está dispuesto a recibir Tu Palabra con humildad;
- Mis manos están limpias;
- Mi espíritu esta presto a recibir Tu enseñanza;
- Mi boca está cerrada
- Y mis oídos están abiertos.
Estoy listo para otra sesión con mi tutor, divinamente inspirado, que va a enseñarme la verdad infalible de Dios.
—
[i] R. Kent Hughes, James (Crossway Books, 1991), p. 64
[ii] Fritz Rienecker/Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency 1976), p. 626
[iii] Tony Evans, The Perfect Christian (Word, 1998), p. 36
[iv] D. Edmond Hiebert, James (BMH Books, 1992), p. 112
[v] Charles R. Swindoll, James: Practical and Authentic Living (Insight for Living, 1991), p. 50
[vi] Warren W. Wiersbe, Be Mature: James (Victor Books, 1979) p. 52
[vii] Ibid
[viii] Hughes, p. 66
[ix] Cleon L. Rogers Jr. & Cleon L. Rogers III, The New Linguistic and Exegetical Key to the Greek New Testament (Zondervan, 1998), p. 555
[x] John MacArthur, James (Moody Press, 1998), p. 74
[xi] Zodhiates, p. 101
[xii] CNN.com (12-10-05)
[xiii] John Phillips, Exploring The Epistle of James (Kregel, 2004), p. 54