Introducción
Entre las 9 de la mañana y la 1 de la tarde, se emiten miles de comerciales televisivos que son desarrollados y dirigidos específicamente para infantes y niños de jardín.
De hecho, en los últimos años habrá notado como ha habido una explosión en los programas para bebés – ahora hasta hay canales dedicado a bebés y niños pequeños.
No solo la demanda por estos programas ha crecido, sino que los productores han aprendido que, para cuando un niño llega a los dos años de edad, no solo puede identificar marcas, sino que puede elegir y preferir una marca por sobre la otra. Cuando el niño ya tiene tres años, puede presionar a sus padres a comprarle un producto basado en la popularidad del mismo entre sus amigos, en vez de hacerlo por la necesidad que tenga de este.
Los niños ahora le están diciendo a sus padres qué automóvil deben manejar, adonde deben comer, adonde deben mandarlos a la escuela, y hasta qué ropa deben lucir.
La televisión está educando a los niños, y está logrando tener más influencia que sus mismos padres. Es por eso que se gastan más de un billón de dólares en comerciales que apunten a la audiencia de menores de 10 años.
Ya sean automóviles, entretenimiento, o lugares para comer – lo que nuestra cultura ha identificado es un defecto particular en la naturaleza humana, y luego ha construido una estrategia para manipularlo – se trata del deseo de, no solo encajar, sino de ser superior.
En resumen – el estatus es lo que importa. Lo que usted posee importa más de lo que usted es. Y este defecto se ve reflejado en varios aspectos de la vida.
Uno puede llamarlo “clasismo” – si es el nivel social o monetario lo que le importa; o “racismo” – si se trata del color de piel; o “culturalismo” – si se refiere a su nacionalidad, cultura, o forma de vida.
Es el creyente, nacido de nuevo, que aborda todos estos temas desde una perspectiva completamente diferente. Eso se debe a que nosotros comprendemos que Dios nunca quiso que la Biblia se adaptara a nuestra cultura. Lo que él siempre quiso es que creáramos una cultura completamente diferente – con pensamientos, acciones y perspectivas diferentes.
Es por eso que Santiago redefine la religión pura y sin macula como una religión que interactúa y se preocupa por las necesidades de las viudas y los huérfanos.
En otras palabras, el cristianismo genuino ama y se preocupa por personas que no pueden ganarse nuestra compasión – personas que no tienen nada que ofrecerle… que no pueden agrandar su reputación… que no pueden darle más valor a su currículum. Su amor y cuidado son de pura gracia.
Ahora Santiago continúa en el capítulo 2 de esta carta a los judíos en la dispersión, haciendo otra declaración sorprendente.
La Declaración
Note el versículo 1. Allí leemos:
“Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.”
En otras palabras, las élites y Cristo no se mezclan. Pablo escribió en Romanos 2:11,
“Porque no hay acepción de personas para con Dios.”
Jesucristo no era un altanero. Él nunca caminó con la nariz en alto y con aires de grandeza – y eso que él era el Hijo de Dios.
Él fue tan amable con la mujer Samaritana como con Nicodemo. Él le demostró tanta gracia a la mujer enferma que tocó el borde de su manto, como a Jairo, el encargado de una sinagoga. Él estuvo a disposición del ciego Bartimeo, como también del joven rico. Él le ofreció salvación tanto a los rechazados por la sociedad como a los Escribas y Fariseos.[i]
“Su mayor preocupación era la condición de sus almas.”[ii]
Santiago escribe aquí a creyentes y efectivamente está diciendo: “Hagan lo mismo que hizo el Señor… piensen de la misma manera: la parcialidad y el cristianismo son incompatibles.”
Me pareció interesante ver que la palabra original traducida como “acepción de personas” en el versículo 1, es una palabra compuesta que no aparece jamás fuera de la Escritura. Aparentemente esta es una palabra que se originó en la iglesia.
La palabra literalmente significa “recibir el rostro.”
Y llegó a referirse a la atención dada a alguien basado exclusivamente en su aspecto – en cuan atractivo era. Da la idea de prestarle atención a alguien basado en su estatus, educación, raza, dinero, o rango, sin tener en cuenta sus méritos de carácter y personalidad. [iii]
Como bien lo traduce la Biblia de las Américas,
“no tengan… una actitud de favoritismo.”
Esta es una declaración fuerte.
Algo tiene que cambiar drásticamente para el creyente que quiere crecer.
Tengo un artículo que menciona unos dichos de Hesiodo, un poeta que vivió unos 700 años antes de Cristo. Él dijo: “Ama a los que te aman, y ayuda a los que te ayudan. Da a los que te dan, pero nunca a los que no lo hacen.”[iv]
Eso no es difícil de hacer… así funciona el mundo…esa es la vida.
Desde luego, Jesucristo dijo algo totalmente distinto. El dijo: “Ustedes escucharon decir que deben de tratar a los demás de la manera que les gusta que los traten a ustedes – tal como decía Hesiodo – pero yo os digo: “todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; aun si no os devuelven el favor.” (Esa es la versión amplificada del Mateo 7:12).
Mire, esto es tan real en el siglo 21 como lo fue en el primer siglo.
No caiga en el clasismo, el racismo, o el culturalismo. No se incline ante el estatus… no anhele cosas de marca… no se enfoque en impactar a la sociedad, o en la apariencia…porque si lo hace, va a cultivar la parcialidad y el prejuicio, y va a poner a los demás en distintas categorías mentales de importancia.
Esas acciones y actitudes las exhibe una persona que puede que esté en Cristo, pero que no está madurando en Cristo.
Y digo que puede que esté en Cristo porque Santiago aquí está usando un imperativo que podemos traducir, “¡Basta! ¡deje de hacerlo!” Deje de tener su fe en Cristo con una actitud de parcialidad o favoritismo.”[v]
Santiago conocía muy bien el problema del prejuicio y el favoritismo. En la iglesia que pastoreaba en Jerusalén, los judíos tenían problemas llevándose bien con los gentiles y vice-versa.
Muy parecido a la iglesia en la actualidad donde aún hay hermanos que tienen dificultad aceptando a otros porque son de otro país, clase social, o color de piel. Cada país y cada sector tiene al menos un grupo o dos de personas que se miran en menos – que hay cierta rivalidad, hay historia, hay desdén – y eso tristemente se traslada a la iglesia con frecuencia.
Esto es, como dice Santiago, “recibir a alguien según su rostro.” – un favoritismo basado en el estatus, la imagen y el color de piel.
¿Como es que sucede esto? Personas de distintas tribus, lenguas y naciones llegan a Cristo y se unen a una misma asamblea. Ellos, al igual que los que los precedieron, han sido redimidos por Cristo, pero llegan a la iglesia con un pasado.
Querido oyente, todos llegamos a la iglesia arrastrando cierta carga, algunas o varias cosas de nuestra vida antes de Cristo. Nosotros importamos a la iglesia la educación mundana que recibimos en cuanto a las marcas, valores, y prejuicios. Eso finalmente es lo que nos lleva a clasificar y categorizar a las personas, y decidir quién es alguien y quién no.
Como verá, según Santiago, nuestra unidad, aceptación, y amor no tienen nada que ver con nuestro rostro, sino con nuestra fe. Pero este tipo de favoritismo ya estaba presente entre los creyentes del sigo primero.
La iglesia apenas había comenzado. En cuestión de meses, unas 3 mil personas ya habían creído en Cristo en Jerusalén y ahora formaban parte de la iglesia. Solo se necesitó un par de meses y unas cuantas personas para que empezaran las primeras divisiones y quejas en la iglesia. ¿De que se trataban las quejas? Del trato preferencial que se les daba a las viudas hebreas comparado a las viudas griegas.
¿Se dió cuenta? no pasó mucho tiempo para que la gente comenzara a abrir su equipaje en la iglesia y sacara actitudes de su vida antes de Cristo.
No pasó mucho tiempo para que se desarrollara una primera clase, una clase ejecutiva, y una clase turista en la iglesia – los judíos estaban en primera clase y los gentiles apretados atrás, en el sector económico.
Así que, en el versículo 1, Santiago nos apunta con el dedo y dice, “Basta ya de favoritismo.” Ahora, en el versículo 2, el nos va a mostrar cómo puede lucir este favoritismo en la iglesia, presentándonos un escenario.
El Escenario
Note el versículo 2. Allí leemos:
“Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro, y de preciosa ropa, y también entra un pobre con vestidura vil,…”
Detengámonos por un momento.
El escenario que Santiago está pintándonos con sus palabras, indica que estos dos hombres llegan a la reunión una vez que ya ha comenzado. El primer hombre tiene un anillo de oro. Es importante entender que una persona usando anillos de oro estaba claramente alardeando su estatus y riqueza. Santiago está presentando a un hombre poderoso y adinerado.
Santiago, de hecho, usa una palabra que literalmente significa “dedo de oro.” En aquella época era común que los hombres y las mujeres usaran anillos tanto en la cultura judía como entre los gentiles.
Sin embargo, un hombre adinerado usaba anillos en cada dedo de su mano izquierda. Esto era una clara ostentación de riqueza. Y si usted no era tan adinerado en el primer siglo, habían tiendas en donde podía rentar anillos de oro, y así aparentar que era una persona rica.[vi]
Esto, en la actualidad, sería como rentar un automóvil de lujo para ir a una fiesta e impresionar a los invitados.
El filósofo romano, Séneca, escribió que los hombres ricos del siglo primero adornaban sus dedos con anillos y diamantes de muchísimo valor.[vii]
La iglesia tuvo que lidiar con este problema en el primer siglo. Clemente de Alejandría, un pastor que sirvió unos 100 años después que Santiago, exhortó a los creyentes a usar solo un anillo y a abstenerse de andar mostrando su riqueza.
Santiago también menciona en el versículo 2,
“ropa preciosa/lujosa.”
La palabra traducida ‘preciosa’ es la palabra griega ‘lampra’ de donde sale la palabra castellana ‘lámpara.’ Nos da la idea de algo brillante. Es probable que este hombre estuviera vistiendo un atuendo blanco y resplandeciente, como usaban frecuentemente los judíos adinerados.[viii]
Este hombre llega tarde a la reunión, tal vez a propósito para que todos lo vean, y entra al lugar con toda la pompa del mundo. Él esta vestido y adornado de una manera que anuncia a todos que él es rico y poderoso.
Él tiene estatus, poder, e imagen. Todos se dan vuelta para verlo.
Luego entra otro hombre. Santiago lo describe en el versículo 2.
“…y también entra un pobre con vestidura vil/ o ropa sucia…”
Santiago usa una palabra que se puede usar para describir a un vagabundo. En este escenario, Santiago obviamente está creando dos polos opuestos.
No es que este segundo hombre tiene poco dinero – él no tiene nada. Lo que es un contraste total al Señor Ricachón que obviamente tiene dinero para tirar para arriba.
A todo esto, permítame aclarar algo. Ser rico o pobre no tiene nada de malo – de hecho, tratar mal a la gente de dinero es discriminación también. Tener o no dinero no es el tema que Santiago está tocando en este momento. La cuestión aquí es que este hombre rico quiere que todos sepan que él es rico. El tema que Santiago quiere tocar aquí, es nuestra reacción personal para con cualquiera de estos dos hombres.
Santiago no solo nos dice que este hombre es pobre, al punto de la indigencia, sino que también nos dice que su ropa estaba sucia. La palabra en el original nos da a entender que su ropa no solo estaba un poco sucia – una manchita por aquí o por allá – sino que estaba asquerosa.[ix]
Este hombre no tiene dinero ni para tomarse un baño. Hace tiempo que tampoco ha podido lavar su ropa – que probablemente recogió de la basura. Él literalmente apesta.
A diferencia del primer hombre, este no tiene conexiones, no tiene dinero, ni estatus – y obviamente, no tiene nada que ofrecerle a los cristianos allí reunidos.
A todo esto, él no entra a la iglesia a pedir dinero. Este pasaje nos da a entender que estos dos hombres son inconversos que han venido a la reunión para ver de qué se trata.
Ahora note lo que sucede en el versículo 3. Allí leemos:
“Y tuviereis respeto al que trae la vestidura preciosa, y le dijereis: Siéntate tú aquí en buen lugar: y dijereis al pobre: Estate tú allí en pie; o siéntate aquí debajo de mi estrado…”
Al primero se le muestra respeto. El verbo significa mirar fijamente – mirar con admiración. Es decir, todos se lo quedan mirando. Un erudito en griego dice que este verbo tiene la connotación de mirar con envidia y codicia.[x]
En otras palabras, todos lo están mirando y pensando – este hombre sí que es exitoso… qué vida que tiene…como me gustaría ser él.
Hasta el día de hoy, en Grecia, las iglesias greco-ortodoxas no llenan sus auditorios con asientos. Solo tienen algunas sillas contra la pared para las personas mayores y los minusválidos. Además hay algunos bancos al frente, reservados para los invitados especiales o los miembros adinerados – de hecho, se acostumbraba a rentar estos asientos.[xi]
La práctica de alquilar asientos llegó eventualmente a Inglaterra y a los Estados Unidos. Los bancos tenían pequeñas puertas con cerraduras, y uno pagaba para sentarse en ellos. De esa renta, la iglesia juntaba el dinero para sus gastos… y nadie podía sentarse en su asiento (un problema que parece continuar hasta hoy).
Fue una gran sorpresa cuando algunos pastores empezaron a ofrecer bancos gratis.
John Wesley y George Whitfield armaron un escándalo en los 1700s cuando predicaron al aire libre al común de las personas. Los historiadores registran que ellos predicaron el evangelio a miles de mineros, muchos de ellos con lágrimas de arrepentimiento que limpiaban sus rostros sucios por el carbón de las minas.[xii]
Ellos no iban a la iglesia porque no tenían dinero para comprar o rentar una banca. No se los consideraba como personas respetables.
Sin embargo, no hay nada más bello que ver a una congregación diversa, que refleja la comunidad en donde vive – una iglesia que alcanza a todos a su alrededor, sin distinciones, sin prejuicios – una iglesia que no se enfoca en edades, estrato social, color de piel, sino solo alcanzar a su comunidad, sea quien sea que se encuentre allí.
Querido oyente, mi oración es que este espíritu de unidad crezca y se vea reflejado en la iglesia – que podamos ver personas de distintas culturas, pasados, y presentes sirviendo juntas, y sentadas juntas, escuchando la palabra de Dios como una sola congregación, una sola iglesia.
Ahora, a estos dos hombres, en Santiago capítulo 2, los sienta un ujier. Si bien Santiago no identifica a este hombre ni su cargo en el versículo 3, sabemos a partir de la historia que los diáconos eran los encargados del orden en la iglesia.
Nadie está completamente seguro cuando comenzó esta práctica, pero sabemos que en los días cuando Santiago escribió su epístola, ya se había establecido este rol en la iglesia.
El pastor asignaba a los diáconos para sentar a las personas y mantener la reunión libre de desórdenes o interrupciones. Algunos diáconos tenían asignado ayudar a la persona que llegaba tarde a encontrar un asiento; así, el pastor no tenía que interrumpir su sermón para indicar donde habían asientos disponibles. También, un documento de la iglesia primitiva revela que esto se hacía para librar al pastor de la tentación de ofrecerle buenos asientos a los visitantes adinerados.[xiii]
Entonces, vemos que el problema aquí no es que hay un ayudante poco preparado espiritualmente que comete un error – el problema aquí es el corazón del liderazgo de la iglesia, lo cual penetra en la congregación y luego todos terminan aceptando la misma mentalidad.
La Conclusión
El Favoritismo es malo
Santiago ahora provee una conclusión a partir de este escenario. Él escribe en el versículo 4,
“¿No hacéis distinciones en vosotros mismos, y venís a ser jueces de pensamientos malos?”
Esta es la conclusión de lo que Dios piensa acerca de lo que acaba de suceder en la iglesia.
Primero, Santiago dice que esto no es ni más ni menos que una forma de pensar pecaminosa. Santiago dice que hacer estas distinciones – crear clases sociales dentro de la iglesia – es simplemente malo. Llámenlo como quieran, pero no está bien.
La parcialidad y el favoritismo, no son problemas externos. Son pecados del corazón.
El hombre con conexiones y dinero recibe un buen asiento mientras que el pobre solo se ensucia más sentándose en el suelo – o lo obligan a permanecer de pie.
Tal como dijo William Barclay, “la iglesia debe ser ese lugar en el mundo en el que el racismo y el clasismo han desaparecido.”[xiv]
La iglesia es el lugar en el que uno debe demostrar como pensar correctamente – como valorar a otros según la cultura de Dios, no la del hombre.
Kent Hughes, quien fue pastor de una importante iglesia en Chicago, contaba la historia acerca de una mujer pobre pero comprometida con el Señor que quería ser miembro de una iglesia cerca de su casa, para poder ir caminando. Ella fue a la iglesia más cercana a su hogar y hablo con el pastor al respecto.
El pastor se incomodó con la forma en que ella lucia y cómo hablaba, y no le gustó la idea de que ella no podría aportar mucho económicamente para la congregación. Así que le dijo que no se apurara en tomar una decisión, sino que fuera a su casa y leyera la Biblia una hora por día y luego evaluara su decisión en cuanto a ser parte de esa iglesia o no. Ella lo hizo.
Una semana después regresó y fue a ver al pastor. Él estaba un poco irritado, pero le dijo: “Porque no va a su casa y ora cada día en cuanto a la decisión de venir a esta iglesia.” Él no la vio más por unos meses. Finalmente, un día, él estaba caminado por el centro de la ciudad y se la encontró. El tosió y con una sonrisa nerviosa le pregunto: ¿Bueno, qué ha decidido? Ella dijo: “Oh, hice lo que usted me sugirió – fui a casa y ore cada día, hasta que un día mientras estaba orando el Señor me dijo: “No te preocupes de que no te quieren aceptar en esa iglesia. Yo mismo he estado intentando entrar por veinte años y tampoco me han dejado.”[xv]
Que trágico que es cuando la iglesia hace adentro lo que el mundo hace afuera.
El favoritismo es contrario al evangelio
Santiago no solo condena a esta asamblea por su actitud pecaminosa, el también la desafía diciendo que su pensamiento es contrario a la naturaleza del evangelio.
Note el versículo 5.
“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios los pobres de este mundo, para ser ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?”
A propósito, no malentendamos lo que Santiago dice aquí. Él no está diciendo que los ricos tienen la puerta cerrada para ir al cielo. Lo que él está diciendo es que el evangelio de Cristo está disponible para los pobres.
De hecho, el evangelio del amor de Cristo es especialmente precioso para aquel que no tiene nada. La persona que considera que no tiene valor alguno queda maravillada al saber que Dios le da valor eterno.
El pobre está especialmente feliz al saber que a los pies de la cruz, todos están al mismo nivel. Y a decir verdad, la historia de la iglesia nos demuestra que comparativamente, más pobres que ricos han respondido al evangelio de Cristo.
Las palabras de Santiago me hicieron pensar… ¿porque es que la gente más pobre en este mundo es la más interesada en el evangelio? O más interesada que los ricos.
¿Porque es que los movimientos históricos del cristianismo, desde Spurgeon en adelante, fueron entre los obreros y no entre los millonarios?
Tal vez sea porque:
-
- Los pobres tienen poco optimismo de que esta vida va a ofrecerles alguna solución y anhelan un final distinto;
- Los pobres no tienen una gran auto-imagen, o una elevada autoestima.
- La persona pobre reconoce inmediatamente que el evangelio son buenas noticias;
- El pobre queda maravillado ante la idea de que Dios le ama;
- El pobre tiene poco o nada que lo estorbe para abrazar a Cristo;
- El pobre anticipa con mucho mas gozo su futuro en el cielo con su Soberano Salvador.
¿Por qué es que los que están mejor económicamente no vienen tanto a Cristo?
Quizás sea porque:
-
- El rico se engaña, creyendo que Dios lo está bendiciendo – confundiendo seguridad financiera con seguridad espiritual;
- El rico depende de sí mismo y no le interesa depender en alguien más;
- El rico está interesado en algo que le dé más estatus, y no que lo exhorte a ser humilde – por ende, la iglesia no le parece muy atractiva que digamos.
- Los ricos no están muy interesados con lo que el cielo les tiene que ofrecer, ya que piensan que están bien aquí.
- Al tener todas sus necesidades satisfechas, no consideran la eternidad y cuan necesitados están.
El apóstol Pablo lo puso de esta manera
Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento; no muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte… El que se gloria, que se gloríe en el Señor. (1 Corintios 1:26-31)
¿Hay alguien que sea muy importante en la iglesia? La verdad que no.
En una ocasión un grupo de turistas estaba visitando una pequeña aldea en Inglaterra y pasaron junto a un anciano que estaba sentado en un banco. Uno de los turistas le pregunto: ¿Han nacido grandes hombres en esta aldea? A lo que el anciano respondió, “No, solo bebes.”
¿Como podemos tratar a otros de una manera distinta a lo que el Señor Jesús nos ha tratado a nosotros? ¿Cómo podemos mirar a otros con menosprecio cuando Cristo murió por ellos al igual que por nosotros?
¿Estamos de acuerdo con el evangelio o no?
¿Cómo demostramos el evangelio ante un mundo que nos observa día a día? No mostremos favoritismo. Sin importar el país de procedencia, el contexto en el que nació, o las cosas que vivió, las circunstancias que lo rodean, el grosor de su billetera, o la forma en que se viste; recibamos a todos y reflejemos así el evangelio de Dios, que nos tomó tal como éramos, nos acogió con amor, y nos dio una vida nueva.
El favoritismo no es lógico
El favoritismo, no solo es malo, y va en contra del mensaje del evangelio, sino que Santiago dice en su conclusión que tampoco es lógico. Note lo que dice el versículo 6.
“Mas vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los juzgados?”
En otras palabras: ¿Qué están pensando? ¿Se quedan admirados el domingo de la mismísima persona que el lunes los demanda por sus deudas?
En el primer siglo había una costumbre legal llamada “arresto de sumario.” Si un acreedor encontraba a un deudor en la calle, podía agarrarlo de la ropa y llevarlo a la corte. Muchas veces los ricos usaban su influencia para salirse con las suyas en temas legales con los pobres. No mucho ha cambiado el día de hoy.
Nuevamente, Santiago no está condenando a los ricos por ser ricos o poderosos, sino por usar su dinero y su poder para aprovecharse de los pobres.
El favoritismo crea amistades con blasfemos
Rápidamente, Santiago agrega una razón más por la cual la parcialidad hacia los incrédulos que son ricos es mala. En el versículo 7 nos dice,
“¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?”
Hablando en términos generales, los ricos y poderosos del mundo son incrédulos y antagónicos para con Dios. Y cuando la iglesia hace alianzas con ellos, está efectivamente forjando una amistad con blasfemos.
Santiago dice:
“¿No blasfeman ellos el buen nombre por el cual habéis sido llamados?”
Esa frase traducida “que fue invocado sobre vosotros, o habéis sido llamados” según su versión de la Biblia, es la misma palabra griega que se usa para una mujer que adopta el nombre de su marido al casarse.[xvi]
Nosotros somos la novia de Cristo ¿Le daría lo mismo acaso si alguien blasfema el nombre de su esposo? ¿Le daría el mejor asiento a alguien que deshonra el nombre del Señor y su reputación? Santiago dice, “¿no se dan cuenta lo mal que esta eso?”
Es por eso que el favoritismo y la parcialidad son particularmente pecaminosos y a la vez trágicos:
El versículo 1 dice:
“Hermanos míos, no tengáis vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo.”
En otras palabras, cuando uno está en la iglesia, esta congregado en presencia de nuestro glorioso Señor Jesucristo.
Nosotros alabamos la gloria de nuestro Dios, demostrada por medio de Jesucristo.
Venimos como congregación a la presencia del Señor Jesucristo, que es glorioso.
Y el punto es este: En la presencia de Dios, todos nosotros nos vemos desprolijos…comparados con Su Santidad, estamos sucios…todos nos vemos como si fuéramos vagabundos.
¿Cómo puede ser entonces que la iglesia sea altanera? ¿Cómo puede un creyente ser altanero?
Comparados con Él, somos simples vasijas de barro.
Pero esta es la gloria de Cristo y Su evangelio:
-
- Por más que nos veamos desprolijos, ahora somos santos;
- Si bien nos ensuciamos a diario, Cristo nos ha limpiado por medio de su sangre.
- No teníamos esperanza, y ahora tenemos un glorioso futuro y una eterna esperanza;
- Por más que seamos vasijas de barro – Él ha escogido derramar en nosotros el tesoro de Su evangelio…para que nosotros, a su vez, lo derramemos en otros.
No debemos de ser altaneros. Seamos humildes repartidores de la gracia de Dios.
Nunca voy a olvidar a un mecánico que estaba arreglando mi auto hace unos cuantos años atrás. Mientras él trabajaba en mi auto, yo le estaba tratando de compartir el evangelio. En un momento, el dejó de hacer lo que estaba haciendo, me miró y me dijo: “Mire, yo trabajo aquí los fines de semana para poder pagar las cuentas…a veces me quedo hasta bien tarde los sábados y, a veces, también trabajo los domingos en la mañana. ¿Le molestaría si aparezco en la iglesia con grasa en las manos?
Y la respuesta, querido oyente es: “Desde luego que no.”
¡Venga! sea parte de esta colección de vasijas de barro.
Sea parte de esta asamblea de “don nadies,” que exaltan a Quien lo es todo… nuestro glorioso Señor y Salvador Jesucristo.
—
[i] John Phillips, Exploring the Epistle of James (Kregel, 2004), p. 68.
[ii] John MacArthur, James (Moody Press, 1998), p. 98.
[iii] D. Edmond Hiebert, James (BMH, 1992), p. 132.
[iv] Hesiod, Theogony Works and Days, Shield (Johns Hopkins University Press, 1983), p. 76.
[v] Hiebert, p. 132.
[vi] Hiebert, p. 136.
[vii] Craig L. Blomberg & Mariam J. Kamell, James: Exegetical Commentary on the New Testament (Zondervan, 2008), p. 107.
[viii] Hiebert, p. 136.
[ix] Blomberg & Kamell, p. 108.
[x] Spiros Zodhiates, The Work of Faith (AMG Publishers, 1985), p. 155.
[xi] Zodhiates, p. 156.
[xii] R. Kent Hughes, James: Faith that Works (Crossway Books, 1991), p. 88.
[xiii] Hiebert, p. 137.
[xiv] Adapted from William Barclay, The Letters of James and Peter (Westminster Press, 1976), p. 65.
[xv] Hughes, p. 89.
[xvi] Barclay, p. 67.