Introducción
Una joven enfermera de nuestra iglesia se me acercó al finalizar la reunión del domingo pasado, cuando estudiamos los primeros versículos de Santiago 2, y me contó acerca del pueblo en México donde creció. Ella se crio en un pequeño pueblo asentado en un cerro, donde uno podía saber cuál era la clase social de cierta persona según el sector del cerro en donde vivía. Los que vivían al pie de la montaña eran los más pobres, con casas más simples y vistas más comunes. Luego, a la mitad del cerro, vivían los de clase media, y en la cima del cerro se encontraban las mejores casas y vecindarios, adonde vivían los ricos.
Ella me contó que toda su vida, desde que iba a la escuela, los niños se dividían entre sí, dependiendo de donde vivían. El que vivía en la cima de la montaña, jamás se juntaba con algún niño que vivía, literalmente, debajo de él.
Ella también me contó que, como vivía en la parte más baja del cerro, ella nunca pudo encajar con los niños que vivían arriba.
Querido oyente, ese cerro es la metáfora perfecta para el tipo de actitud que Santiago está condenando aquí.
Esta es la actitud de parcialidad o favoritismo. Uno puede llamarla de muchas formas.
- Clasismo – esto tiene que ver con el lugar donde vive en el cerro de poder y dinero – si viene de otra parte del cerro, no lo queremos.
- Racismo –esto tiene que ver con el cerro de donde viene – si viene de otro cerro, no lo queremos.
- Culturalismo – esto tiene que ver con los gustos, intereses, y estilo de vida característicos de su cerro – si no se parece a nosotros en estos aspectos, no lo queremos.
Pero Santiago lo llama por lo que realmente es – maldad. La parcialidad no es más ni menos que orgullo; es pecado. Y Santiago continúa diciendo que esto es inconsistente con el evangelio de Jesucristo.
Podríamos parafrasear el comienzo del capítulo dos de la siguiente manera: “Dejen de ser altaneros con su fe en Cristo.”
Es decir, dejen de caminar levantando la nariz, y mirando a todos los demás hacia abajo. Dejen de creerse la gran cosa por quienes son o donde vienen.
No sea altanero.
En una ocasión, un banco de Chicago le pidió una carta de recomendación a una casa de inversiones de Boston ya que un joven que había trabajado en esa firma, ahora quería trabajar para el banco.
La firma de Boston envió una maravillosa carta de recomendación repleta de cosas buenas acerca del pedigrí de este joven. Su padre era un aristócrata; su madre era la heredera de una familia muy reconocida de la zona. Su linaje estaba lleno de nombres y apellidos de la alta alcurnia.
Unos días después, el banco de Chicago envió una breve respuesta diciendo: “La información que nos proveyeron es irrelevante… no necesitamos a este joven para la cría …solo queremos saber si puede trabajar.”[i]
Francamente, es de esperarse que el mundo se impresione con el pedigrí. Las conexiones y la imagen lo son todo. El estatus, la educación, el color de piel, el tipo de trabajo, agréguele alguna ropa de marca y accesorios, un rostro bonito y una buena oratoria y listo, esa persona seguramente sabrá como trepar hasta lo más alto.
Ese es el ADN de las normas culturales. Pero el evangelio entra en escena y derriba todas esas normas.
Jesucristo no nos vino a visitar desde la cima de la montaña – Él mismo hizo la montaña. Él vivía mucho más arriba de la montaña, y aun así quiso descender y morar con la raza humana.
Y uno pensaría que al descender, él se quedaría en la cima de la montaña para mostrarnos como subir. Sin embargo, Él vino a lo más bajo y nos enseña a cómo bajar.
Jesucristo descendió al escalón más bajo del orden social, habiendo planeado desde antes de la fundación del mundo que crecería en el hogar de un carpintero, con seis medios hermanos – uno pensaría que el Mesías escogería ser un hijo único en un vecindario tranquilo. Pero no fue así. Él nació en un establo prestado y se crio con astillas de madera en sus manos.
Jesús, luego, comenzó su ministerio en Galilea – entre las personas que los judíos consideraban ignorantes y sin importancia.
Jesús agregó aún más misterio a su venida a la tierra al escoger a un grupo de pescadores para que fueran sus discípulos y futuros apóstoles. A todo esto, Él también escogió algunos hombres adinerados, como por ejemplo Mateo, que era recolector de impuestos.
En el evangelio de Mateo, leemos del mensaje poco convencional de Jesucristo. Él dijo:
- El primero será el último.
- La forma de liderar es sirviendo.
- La forma de vivir es muriendo a sí mismo.
Como verá, Jesucristo puso esa montaña de cabeza.
Santiago, uno de los medios-hermanos de Jesús, ahora pastoreando la iglesia en Jerusalén, es testigo de cómo el cristianismo y el favoritismo se estaban empezando a mezclar.
Es por eso que él exhorta a los creyentes a vivir el evangelio – a poner su fe en práctica. En el capítulo 2 de su carta, él desafía a cada creyente a no dejarse atraer por la fama y las apariencias; a no mezclar el cristianismo con el clasismo, el racismo o el culturalismo.
Y es que, en la iglesia podemos tener personas de distintos trasfondos y clases; pero, finalmente, todos en la iglesia de Cristo pasamos a ser de una sola clase –un sacerdocio,
“…nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1 Pedro 2:9)
En Cristo no hay más distinción, favoritismo, ni discriminación. Nosotros debemos ser un reflejo del evangelio de Cristo, quien no estimó ser igual a Dios, y descendió a la tierra – hasta lo más bajo de la montaña.
La iglesia en el primer siglo, y aun hasta el día de hoy, lucha con este problema, como vimos en nuestro estudio pasado. Santiago ilustra este problema llevándonos a una reunión de la iglesia primitiva.
La reunión ya ha comenzado cuando llega un hombre rico, y recibe un trato privilegiado. Todos se dan vuelta para mirarlo con asombro, y un diácono lo hace pasar a sentarse al frente.
Luego entra un hombre pobre, también tarde, esperando tal vez que la gente no lo note. A él le dicen que se siente en el suelo o que se quede de pie junto a la pared.
Santiago, luego, nos da varias razones del porque esta respuesta indica que la manera de pensar del mundo se había metido en la iglesia.
A todo esto, Santiago nunca habla con lastima del hombre pobre, ni condena al hombre rico; y Dios tampoco. El dinero no es la raíz de todos los males; el amor al dinero lo es.
Y ese no es el problema que Santiago está tratando aquí…él se enfoca en la respuesta de la congregación a todas estas cosas. Tristemente, vemos como la iglesia actuó de forma altanera.
En el corazón del asunto, encontramos que esto no es nada más más que orgullo. La atención que se le dio al hombre “importante” incluyó envidia, tal como vimos en el estudio pasado. Los presentes deseaban con envidia tener ese estilo de vida. Lo cual es irónico dado el hecho que la mayoría de los eruditos griegos creen que aquí se da a entender que tanto el hombre pobre como el rico son inconversos. Ellos simplemente han visitado la congregación para saber de qué se trata. Y seguramente se fueron de allí, pensando que las cosas no eran muy distintas a afuera, en el mundo.
Dentro de la iglesia también había un cerro de estratos sociales.
Piense en el hecho que Jesucristo era justamente la persona a la cual harían sentar en el suelo de haber aparecido allí en esta ilustración.
Es por eso que Jesús, hasta el día de hoy, usa a personas que no son ricas o poderosas para demostrar así el llamado del evangelio de gracia.
Al estudiar este pasaje me vino a la mente el famoso pastor y predicador Charles Spurgeon; un hombre que dejó su huella en la historia del cristianismo tanto en Inglaterra como en el mundo.
Sus abuelos lo criaron por unos años, ya que sus padres no tenían dinero para hacerlo. El padre de Spurgeon era pastor pero también tenía otro trabajo para ganarse la vida. Su abuelo también era pastor. Spurgeon no tuvo estudios universitarios – él estudió como el común de los niños de su pequeño pueblo.
Sin embargo, su abuela le pagaba un centavo por cada himno que el memorizaba. No es de sorprenderse que prácticamente cada sermón de Spurgeon incluye la letra de al menos un himno.
Spurgeon comenzó a predicar a los 17 años de edad. Su audiencia era un pequeño grupo de aldeanos que se reunían en un establo. En 2 años, ese grupo creció y su audiencia era de más de 400 personas. Luego, a sus 19 años, lo invitaron a predicar en Londres, en una gran iglesia con capacidad para cientos de personas en su momento, pero que para ese entonces solo recibía un puñado de personas.
Spurgeon pensó que la invitación había sido una equivocación, así que trató en desistir; pero, eventualmente aceptó la invitación y llegó a la gran ciudad para predicar. Al llegar, se encontró con un grupo de alrededor de cien personas. La historia registra que Spurgeon llegó a predicar con un traje que le quedaba grande, su cabello no parecía obedecerle, y la verdad es que no encajaba con todo el glamour de la ciudad de Londres. Hasta su padre le dijo que estaba cometiendo un error al ir allí.
Una adolescente estaba ese día en esta pequeña congregación, y años más tarde comentó lo siguiente acerca de la apariencia de Spurgeon ese primer domingo.
Ella escribió que su pelo largo, mal cortado, su traje desproporcionado, dos o tres tallas más grande de lo que necesitaba, y su pañuelo que no hacia juego con nada, llamaban más atención que la predicación. Su apariencia distraía y hasta era algo cómica.[ii]
Ella eventualmente se convirtió en la esposa de Spurgeon…y seguramente lo ayudó a combinar su ropa.
En dos años, la iglesia rebasaría su capacidad; y, en unos años más, comenzaría la construcción del famoso tabernáculo metropolitano, con capacidad para 5 mil personas, en el cual Spurgeon predicó por más de 35 años.
Esto me recuerda las palabras de Pablo en 1 Corintios 1:25-27, cuando dijo:
“Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;
sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;”
Dios escoge a personas comunes para confundir a los poderosos. Como verá, Dios pone las cosas de cabeza. Y es tiempo que la iglesia lo entienda.
Así que ¿Cuál es la solución que da Santiago? ¿Cómo podemos hacer bien las cosas?
Bueno, Santiago da la respuesta en los versículos 8 al 13. Permítame presentarle la solución de Santiago a través de tres declaraciones.
1. La primera declaración es la siguiente: “Familiaricémonos nuevamente con el corazón de Dios.”
Note que el versículo 8 dice: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis;”
Muchos han tratando de explicar lo que Santiago quiere decir aquí. La frase “ley real” no aparece en ningún otro lado en la Biblia.
Sin embargo, se nos da una pista de lo que esto significa, basándonos en la cita que Santiago introduce. Allí encontramos las palabras de Cristo en Mateo 22:34-40.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”
Más adelante, Jesús explicó la definición de ‘prójimo’ utilizando como ejemplo a un hombre necesitado, diciendo que esa es la oportunidad que Dios nos da de ayudarle.[iii]
Este es el mandamiento del Rey, y refleja Su corazón.
Esta es la ley del rey soberano, que fluye de su naturaleza perfecta y cuando Él da una ley, nosotros debemos aceptarla…no hay apelación.[iv]
A esto se lo llama “ley real” porque es la ley suprema, y demuestra la supremacía del evangelio de Dios.
A todo esto, toda la ley puede dividirse en dos partes – en nuestra relación con Dios, y en nuestra relación con los demás.
En Mateo, Jesucristo resumió toda la ley en estos dos elementos: Amor a Dios y amor a las personas.
La ley es tanto vertical (amor a Dios) como horizontal (amor para con los demás). Todas las demás leyes dependen de estas dos; están conectadas entre sí.
Todas las leyes o mandamientos de Dios van juntas, porque juntas reflejan la naturaleza y el carácter de Dios.[v]
Durante los comienzos de la iglesia –o sea, en la generación de Santiago – los eruditos judíos creían que la ley era una serie de mandamientos independientes. En otras palabras, el guardar una ley le daba cierto crédito, por así decirlo, y el quebrar una ley lo dejaba en deuda. Entonces una persona podía sumar las leyes que guardaba y restar las que había quebrantado – y la idea es que al final del día, uno quede con un balance positivo.[vi]
Eso, desde luego, ha llegado a convertirse en una idea que le ha encantado al Enemigo del evangelio– esta idea de que Dios está sentado en el cielo con una balanza en la mano, con buenas obras de un lado y las malas del otro, y si las buenas pesan más, entonces uno está bien con Dios.
Pero la ley no es así.
Santiago describe la ley como una cadena, y el romper un eslabón de la ley, es romper toda la cadena de la ley.
De hecho, fíjese lo que dice el versículo 10,
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.”
En otras palabras, si violamos una sola ley, ya somos culpables de romper la ley.
Si uno rompe un eslabón de la ley, rompe la cadena y eso lo hace culpable.
A propósito, si usted se encuentra colgando de un precipicio, tomado de una cadena de diez eslabones, ¿cuál eslabón es el más importante? El tercero no es tan importante…el noveno tampoco…que se rompan, total, todo va a estar bien.[vii]
No… todos son importantes porque todos están conectados. No importa cual eslabón se rompa, va a caerse igual.
Aquí hay otra manera en que podemos entender la unidad de la ley que Santiago está describiendo.
Si uno comete el pecado de parcialidad y prejuicio, descubrirá que de alguna manera – directa o indirecta – uno quebranta todos los diez mandamientos.
Uno quebranta los primeros dos mandamientos por el simple hecho de que Dios nos manda a no mostrar parcialidad. Al hacerlo, negamos Su voluntad y ponemos la nuestra por sobre la suya, ensalzando así nuestra propia opinión.
Quebrantamos el tercer mandamiento porque el favorecer a una persona por sobre la otra, está representando de mala forma el nombre de Dios.
Quebrantamos el cuarto mandamiento ya que al pecar profanamos nuestra adoración a Dios.
Quebrantamos el quinto mandamiento porque deshonramos al pobre, y nosotros jamás debemos deshonrar a nadie, especialmente a quienes debemos demostrar cuidado y preocupación.
El prejuicio y el favoritismo efectivamente matan el espíritu y las esperanzas del pobre humillándoles, violando así el sexto mandamiento.
Violamos el séptimo mandamiento cuando favorecemos a los que tienen dinero y poder, ya que al hacerlo demostramos infidelidad a nuestro Señor y al vínculo de comunión con nuestros hermanos.
Quebrantamos el octavo mandamiento también cuando le robamos a un pobre la dignidad que le debemos como creación de Dios.
Quebrantamos el noveno mandamiento, ya que el prejuicio implica creer y demostrar que alguien tiene menos valor que otro, lo cual es mentira.
Y rompemos el décimo mandamiento porque el favorecer a los ricos es una forma de envidia que valora las posesiones por sobre el ser humano.[viii]
Puede que las personas en esta asamblea se hayan tratado de defender diciendo: “Bueno. Si, quebrantamos la ley, pero le demostramos amor a este hombre – de hecho, al pobre lo amamos también, lo que pasa es que se lo demostramos de otra manera.”
Querido oyente, el amor no evita la ley – de hecho, el amor cumple la ley.
La ley real es la ley de amor. Pero solo porque ame algo o alguien, no quiere decir que no debe cumplir la ley.
Si a mí hoy me para la policía en la carretera mientras regreso a casa porque estoy yendo a 65 kilómetros por hora en una zona de 40, y me dice: “Señor Davey, voy a darle una infracción…” ¿Qué pasaría si yo le respondo: “Pero oficial, yo lo amo.” Primero, él me miraría raro y luego me diría: “Perdón, ¿qué me dijo? “Es que yo amo a la policía; amo a todos los policías del mundo.” Él me haría bajar del auto y me pediría que sople en ese famoso tubito de plástico.
Ahora, si prometo amar a todos los oficiales de carretera – ¿me da eso el derecho ahora de andar a la velocidad que quiera?
La respuesta es no.
El amor no deja a la ley sin efecto. De hecho, el amor me haría un ciudadano más cuidadoso, que desea cumplir la ley.
Santiago está diciendo que si uno realmente quiere amar – que guarde la ley – y la ley más importante de todas es el amor.
Así que el clasismo y el racismo y el culturalismo y el favoritismo no son pequeñas infracciones –sino que violan la ley más importante que existe.
La parcialidad y el prejuicio violan tanto la ley horizontal como la vertical y va totalmente en contra del corazón de Dios quien no hace acepción de personas.
¡Dios no tiene favoritos!
Dios no prefiere a una raza, cultura o una clase social por sobre otra. Él no se enfoca solamente en un segmento de la sociedad para traerle el evangelio – como muchas iglesias están haciendo hoy. ¿No le alegra que Dios no es así?
¿No le alegra que el evangelio no sea solo para gente que vive en la cima del cerro? Es para todos.
Necesitamos familiarizarnos nuevamente con el corazón de Dios.
2. Segundo, necesitamos dejar de lado las excusas
Santiago anticipa que alguien en la asamblea trate de justificarse diciendo: “Muy bien. Si. Podríamos haber sido más amables con el hombre pobre…pero fuimos amables con el hombre rico, así que eso es uno de dos…50/50… no está mal.”
Santiago dice que eso solo es una excusa. En el versículo 9, él dice:
“pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.”
Santiago anticipa que alguien trate de defenderse. Así es la naturaleza humana – somos muy buenos para encontrar excusas.
Alguien dijo que tenemos millones de leyes para contrarrestar las excusas creadas por las personas que no quieren guardar diez mandamientos.
Santiago anticipa algunas excusas.
Note lo que dice el versículo 11. Allí leemos:
“Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.”
Nuevamente, recuerde que la ley es una unidad.
Todos hemos quebrantado la ley, no porque hayamos quebrantado cada una de ellas, sino porque la hemos quebrantado en conjunto.
Santiago está diciendo, “El que es culpable de homicidio no se pone de pie ante el juez, y le dice: Su señoría, yo nunca cometí adulterio, así que debería dejarme en libertad.”[ix]
Y esa es la naturaleza del hombre. Dígale a alguien que es pecador, y muy rara vez le dirá “Tiene razón; he hecho esto y lo otro.” No. Le van a decir, “Hey, yo no soy una mala persona; nunca he hecho esto o lo otro.”
Santiago aquí emplea terminología judicial. Un sistema judicial no le va a decir a un ladrón culpable: ¿Sabe qué? Hay unos cien crímenes que usted no cometió, así que a este lo vamos a dejar pasar.”
El problema con el corazón humano es el siguiente: nosotros miramos al clasismo y al racismo, y decimos: “Pero yo nunca mate a nadie, ni cometí adulterio.” Y Santiago dice: “Ahí vamos otra vez, buscando excusas.”
Santiago está probando cuan pecaminosa es la parcialidad al compararla con el adulterio y el homicidio. Francamente, el punto que él quiere dejar en claro es que el pecado es pecado – y cualquier pecado es tan pecaminoso como otro pecado.
Algunos pecados tienen consecuencias más serias que otros, pero todos los pecados nos hacen pecadores – trasgresores de la ley.
La palabra trasgresor que Santiago usa al final del versículo 11, es una palabra compuesta que significa “pasar por encima”.
La palabra se usa para describir a alguien que debe seguir cierto rumbo pero que se desvía de su camino. Pasa por sobre la línea.[x]
En la ilustración de Santiago, el pecado es cruzar la línea – es no caminar por el camino demarcado.
Lo que Santiago llama trasgresión, es lo que nuestra sociedad y nuestra naturaleza caída trata de justificar, y decir “Vamos, no somos tan malos.”
El otro día leí un artículo en Internet acerca de Hunter Rountree, un hombre de negocios de mucha reputación en los Estados Unidos; un hombre de familia también. A sus 91 años, Hunter Roundtree pasó a ser el ladrón de bancos más viejo de la historia. Cuando lo entrevistaron, él dijo ¿Sabe por qué robo bancos? Porque es divertido. Me hace sentir bien…muy bien. Me siento bien por horas…a veces por días.”
En el año 1998, una semana antes de cumplir 87 años, él entró a la sucursal de un banco importante en la ciudad de Biloxi, Mississippi. Se acercó al mostrador y le dijo a la joven atendiendo que le diera todo el dinero. Allí lo atraparon y lo encarcelaron por tres meses. Su compañero de celda, justamente era el ladrón de bancos que le enseño como hacer las cosas. Cuando salió de la cárcel, intento robar otro banco pero lo capturaron nuevamente; esta vez, para pasar 3 años en la cárcel. A sus 87 años, él era el prisionero más viejo de la penitenciaria. Cuando salió, le pidió prestado el auto a uno de sus sobrinos e intento robar otro banco; también lo atraparon.
Él murió finalmente en la cárcel unos 8 meses después de su último intento de robo.
Durante esa última encarcelación, la televisión le hizo una entrevista en la cual dijo: “He vivido una buena vida y no me arrepiento de nada.”[xi]
He vivido una buena vida… Por gran parte de ella evidentemente sí. Pero él también trato de robar dinero que no le pertenecía; le costó millones de dólares a los ciudadanos honestos que pagan impuestos – para pagar su encarcelación y abogados. Él fue un criminal convicto, un ladrón de bancos, y aun así, sentado en prisión dijo: “He vivido una buena vida…no me arrepiento de nada.”
¿Que es lo que estaba diciendo este hombre? “No he sido tan malo. Hay muchas cosas malas que no he hecho, y eso es en todo lo que me voy a enfocar”. Soy un buen hombre y he vivido una buena vida… adonde me encuentro en este momento no es relevante.”
Santiago dice, “No se dejen llevar por ese tipo de pensamiento, cuando se trata del favoritismo y la parcialidad. No se engañen. Son crímenes contra el corazón de Dios – dejen de poner excusas. Todos somos transgresores.”
Así que ¿Que vamos a hacer al respecto?
Aquí está la tercera respuesta de Santiago en cuanto al prejuicio y la parcialidad.
3. Decidámonos a demostrar amor y misericordia.
Santiago escribe lo siguiente en el versículo 12,
“Así hablad, y así haced, como los que han de ser juzgados por la ley de la libertad.”
El antídoto contra el favoritismo es recordar que un día vamos a rendir cuentas ante el Creador. Un día vamos a rendir cuentas ante Aquel que nos salvó – ante Aquel que nos redimió y nos dio la libertad de ser sus siervos y la capacidad de demostrar Su naturaleza para que otros la vean.
Querido oyente, el creyente que vive como un esclavo de la voluntad de Dios va a experimentar la mayor demostración de libertad posible.
La sumisión a la voluntad de Dios trae la mayor medida de gozo posible.
Es imposible sentir más libertad que cuando uno dice: “Señor, voy a obedecer y voy a hacer lo que tu quieres que haga; y si tu voluntad es que deje de lado la parcialidad para con los demás, voy a hacerlo, ya que todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
A propósito, esto está dentro del contexto de lo que Santiago comenzó a decir en el capítulo 1, versículo 26. En otras palabras, no deje de buscar oportunidades para amar y servir a los huérfanos y a las viudas.
Santiago escribe en el versículo 12, “hablad y haced.” Estos son imperativos, “sigue haciendo, sigue hablando… no te detengas… sigue adelante… solo hazlo.”
Ahora, debemos admitir que existe algo acerca de los mandamientos que tendemos a resistir. Hay algo acerca de la responsabilidad; hay algo en cuanto a ser amables con otros que nos cuesta.
¿Alguna vez le han pedido que se apure? ¿Cómo se sintió cuando le dijeron eso? Seguramente dijo, “No hay problema, ¿hay algo más que puedo hacer por usted? No. Nuestra naturaleza humana no es así. Por dentro decimos, “quien se cree que es, voy a ir más lento todavía. No me empuje…no me apure…no me obligue … voy a hacerlo a mi ritmo y cuando yo quiera.”
Santiago le dice al creyente – ¡Apúrese! El mundo está esperando que usted hable y actúe demostrando amor – y necesita hacerlo ahora ya. Y no solo con los que viven en la cima del cerro, sino también con los que viven abajo y los que viven en el medio. No solo con los de su mismo cerro, sino que con todos los demás también.
Santiago termina el diálogo que comenzó unos 14 versículos atrás diciendo, en el capítulo 2, versículo 13,
“Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.”
No lo malentienda, eso sí. Santiago no está diciendo que uno puede ganarse la misericordia. Si uno la pudiera ganar, entonces no sería misericordia. Santiago simplemente está dando dos grandes verdades.
La primera verdad es esta – el mundo, conocido por su falta de misericordia, será juzgado sin misericordia. No habrá misericordia en el juicio del gran trono blanco. Será demasiado tarde.
El mundo, que se ha dividido a sí mismo en clases y categorías, y que se maneja con parcialidad y orgullo y poder; el mundo que ha trazado una línea y ha dejado a Dios fuera de ella, un día será juzgado de la misma manera y todos estarán en la misma clase – todos ellos serán condenados para siempre.
Pero para el creyente que ha aceptado a Cristo como su Salvador, la misericordia triunfa por sobre el juicio.
Tito 3:5 dice:
“nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,…”
Y Efesios 2:4-5 dice:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),”
En nosotros, los salvos, Su misericordia ha triunfado por sobre el juicio y un día seremos hallados en un solo grupo, una sola clase: la clase de los redimidos.
El desafío de Santiago para usted, que aún no es salvo, es que busque ya mismo la misericordia de Dios…acuda a Cristo y encuentre en Él, el perdón de sus pecados.
Y el desafío para los que somos salvos es el siguiente: Como ya hemos recibido la misericordia de Dios, lo mínimo que podemos hacer es demostrarla a los demás.
- Familiaricémonos nuevamente con el corazón de Dios
- Dejemos de lado la excusas y,
- Decidámonos a demostrar amor y misericordia a todo el mundo.
—
[i] Craig Brian Larson, 750 Engaging Illustrations (Baker Books, 2007), p. 168.
[ii] C.H. Spurgeon, Autobiography: Volume 1 (Banner of Truth Reprint, 2005), p. 180.
[iii] R. Kent Hughes, James: A Faith That Works (Crossway, 1991), p. 99.
[iv] John MacArthur, James (Moody Press, 1998), p. 111.
[v] Mal Couch & Ed Hindson, Twenty-First Century Biblical Commentary Series: James & Peter (AMG Publishers, 2004), p. 36
[vi] William Barclay, The Letters of James & Peter (Westminster, 1976), p. 69.
[vii] Adapted from Tony Evans, The Perfect Christian (Word Publishing, 1998), p. 82.
[viii] Adapted from Hughes, p. 72.
[ix] Spiros Zodhiates, The Work of Faith (AMG Publishers, 1985), p. 185.
[x] Zodhiates, p. 179.
[xi] www.cnn.com/2004/US/Southwest/03/27/oldest.robber.