Introducción
¿Ha tenido alguna vez un sueño tan real y tan interesante que pareciera que acabara de ver una película?
Me pareció interesante que el autor escocés, Robert Louis Stevenson, literalmente soñó la trama de una de sus novelas más exitosas.
Su sueño fue tan real que terminó gritando mientras aún dormía, y su esposa tuvo que despertarlo. Cuando ella le preguntó que le había pasado, él le explicó que había estado soñando que se estaba transformando en una persona malvada.
Seguramente la señora Stevenson no durmió muy bien después de eso tampoco.
Él luego se puso a escribir y desarrollar una novela a partir de su sueño que terminó titulando El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde.
La historia cuenta que el Dr. Jekyll crea una poción que lo permite transformarse en otra persona, el Sr. Hyde. El Sr. Hyde es una persona malvada y sin consciencia que va alrededor del pueblo satisfaciendo sus deseos más oscuros – él aún se convierte en un asesino.
Aunque técnicamente son la misma persona, cuando el Dr. Jekyll se transforma en el Sr. Hyde, él es capaz de vivir una vida de pecado sin arruinar su reputación y carácter.
El problema es que el carácter del malvado Sr. Hyde se fortalecerse cada vez más, hasta que el Dr. Jekyll, finalmente, se transforma en el Sr. Hyde sin siquiera tomar la poción. El Dr. Jekyll entra en pánico al reconocer que el Sr. Hyde ahora es capaz de tomar el control en cualquier momento. Su lado oscuro estaba apoderándose de él.
El Dr. Jekyll decide escribir una carta explicando su problema y luego toma su vida para así terminar con la vida del Sr. Hyde.
En sus últimos momentos, él se transforma en el Sr. Hyde, que no puede hacer nada para salvarse. Cuando las autoridades llegan al lugar, ellos encuentran al Sr. Hyde muerto, vestido con la ropa del Dr. Jekyll.
El misterio se resuelve con la carta que explica que el Dr. Jekyll y el Sr. Hyde eran la misma persona.[i]
El libro se transformó en un éxito de ventas porque ilustraba de manera ingeniosa la batalla interior de cada persona.
Una es recta y responsable; la otra es malvada y asesina.
Hasta el día de hoy, en muchos lugares se usa el término Jekyll y Hyde para referirse a una persona que es de una forma en un lugar, y completamente diferente en otro.
El apóstol Santiago está a punto de describirnos de la misma manera; solo que él no está escribiendo una obra de ciencia ficción.
En esta carta, el Espíritu de Dios – de quien no es posible esconder ningún secreto – revela el peligro de nuestra lengua y el poder de nuestras palabras.
Guiado por el Espíritu, Santiago, el medio-hermano de nuestro Señor, describe la lengua como el freno de un caballo y el timón de una nave – un objeto pequeño, pero muy poderoso que tiene la capacidad de dirigir el resto del cuerpo.
Santiago continúa escribiendo que nuestra lengua es como un incendio forestal y como un animal que no puede ser domado – que siempre está tratando de escaparse – y que tiene un veneno que puede traer gran destrucción.
Ahora, en los siguientes versículos del capítulo 3, Santiago nos va a decir que en nuestras lenguas – en nuestro mismo ser – tenemos al Dr. Jekyll y al Sr. Hyde.
En nuestro último programa, estudiamos unas ocho descripciones que Santiago nos da de la lengua. Dijimos que la lengua es destructiva, depravada, contaminante, determinante, desobediente, peligrosa y mortal.
Podríamos agregar un noveno punto y decir que la lengua es bífida. Aunque no estoy seguro si sea una buena idea usar una palabra que la mayoría de nosotros nunca hemos usado en una conversación. Por si no lo sabía, la lengua bífida es la lengua como la de las serpientes, que está partida a la mitad.
Tenemos dentro de nosotros una lengua bífida. Por un lado tenemos al Dr. Jekyll y por el otro al Sr. Hyde. Y esto es una lucha de por vida, porque el Sr. Hyde siempre quiere tomar el control.
Una Honesta Confesión
Santiago habla acerca de esta batalla interior en el versículo 9 de capítulo 3 que dice:
Con ella – esto es la lengua – bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldición
Nuevamente, Santiago cambia a la tercera persona plural – nosotros.
Él no escribe, “Todos ustedes bendicen a Dios y maldicen a las personas.” No. Él dice, “¡Todos hacemos esto!”
Ya sea un discípulo de Cristo ya maduro o un nuevo creyente, todos peleamos esta batalla interna.
Un autor ilustró este versículo de esta forma, “todos tenemos dos perros dentro nuestro – un perro bueno y un perro malo – y los dos quieren ladrar a través de la misma boca.”[ii]
¡Los dos quieren ladrar por la misma boca! ¿A cual de los dos esta dejando ganar?
Estudiemos esta batalla un poco más en profundidad. Santiago escribe en el versículo 9,
Con la misma lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre
Lo que es el uso más noble que le podemos dar a la lengua.[iii]
- Cuando cantamos juntos, “A Dios sea la gloria”
- Cuando cantamos, “Santo, Santo, Santo”
- Cuando cantamos, “Sólo en Jesús, confiado estoy, él es la luz y la verdad”
No podríamos haber dirigido nuestras palabras, nuestras bocas y nuestras lenguas a algo más santo y honorable y glorioso que eso.
De hecho, esa es una de las bendiciones de la asamblea, donde nosotros, como iglesia, levantamos nuestras voces juntos. Nos enfocamos en la gloria y en la suficiencia y en el honor de nuestro Señor y Padre a quien bendecimos.
Santiago dice, “Si, usamos nuestras lenguas para bendecir al Señor.”
La palabra “bendecir” viene del griego eulogoumen (ευλογουμεν). Es una palabra compuesta – eu (ευ) significa “bien” o “bueno”, y logos (λογος) significa “palabra.” Eulogoumen, significa entonces buenas palabras, o hablar bien de alguien.[iv]
Eulogoumen nos da nuestra palabra elogio.
Los creyentes judíos de la dispersión, a quien Santiago estaba escribiendo, habrían entendido inmediatamente este concepto de elogiar a Dios – de bendecir a Dios.
Cada vez que el nombre de Dios era mencionado, un judío respondería, “bendito sea… bendito sea.”
Tres veces al día, un judío devoto debía repetir las oraciones llamadas “elogios” y cada una de ellas empezaba con las palabras “bendito seas, o Dios.”[v]
Santiago esta diciéndole a ellos y a nosotros aquí en el versículo 9 cuan fácil es bendecir a Dios y adorar a Dios tres veces al día o en la iglesia el Domingo y luego con esa misma lengua empezar a maldecir a otra persona.
La palabra traducida “maldecir” no se refiere a decir alguna vulgaridad o una mala palabra, a todo esto. Esta es una palabra que lleva la idea de decir palabras cortantes, duras, de desprecio. Maldecir a alguien, aquí, hace referencia a una difamación, un chisme, una acusación.
Ciertamente, el cristiano que actúa de esta manera también está pecando de orgullo. El que desprecia a su hermano en la fe se ve a si mismo como si fuera mejor o superior a la persona que esta despreciando. En su mente, se coloca sobre un pedestal y cree que tiene el derecho a hablar mal de los que están por debajo de él.
Alguno quizás este pensando: “Al menos esa persona no esta diciendo cosas malas acerca de Dios. Está bien, estamos diciendo cosas malas de las personas, pero al menos estamos cantando himnos en la iglesia. Estamos bendiciendo a Dios al fin y al cabo.”
A lo que Santiago dice, “¡Sabía que diría eso!” y agrega la siguiente frase:
y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios; de la misma boca proceden bendición y maldición.
Estamos bendiciendo a Dios y al mismo tiempo estamos maldiciendo a otros con la misma boca.
Santiago escribe, “Permítame recordarle que estas personas a las que está maldiciendo fueron hechas a imagen de su creador.”
Aunque la humanidad haya caído en pecado, estas siguen siendo hechas a la imagen de Dios. El pecado no ha destruido esta realidad.[vi]
El tiempo perfecto de este verbo en el versículo 9 “que han sido hechos” significa que la imagen de Dios no ha sido eliminada por la naturaleza pecaminosa que recibimos de Adán. Ix
El ser humano no es un animal evolucionado, libre para actuar como un animal. No, nosotros somos una creación especial de Dios, diseñados a Su imagen con un sentido de moralidad y espiritualidad, entre otras cosas.
Un animal no lucha con una consciencia culpable. Mi perrita Pixie es prueba de eso.
Ella va a ladrar y ladrar a través de la cerca a cada niño que corra por la calle y a cada adulto que pensaba que iba a tener un lindo paseo por el vecindario. Ella va a aullar fuerte y a todo pulmón para dejarle saber a todo mundo que este es su vecindario. Pixie no da evidencia alguna de una conversión genuina.
Mire, después de ladrarle al pobre niño que vive a dos casas de la nuestra, ella no va a ponerse a pensar, “¿Sabes que? probablemente no debería haber hecho eso… creo que pude haber herido los sentimientos de ese chico.”
No. Uno no espera que un perro piense de esa forma. Nosotros deberíamos pensar así.
Santiago esta diciendo que nosotros, de todas las criaturas, no solo deberíamos pensar en lo que estamos diciendo, sino también a quien estamos diciéndolo.
¿Qué tiene que ver todo esto con ofender a Dios? ¿Esta Santiago acaso exagerando la conexión entre insultar a una persona e insultar a Dios?
Pienselo de esta forma. Imagine que alguien lo invita a comer a su casa y de camino al comedor ve una pintura colgada en la pared. Usted le susurra a su pareja, “espero que no haya pagado mucho por esa pintura porque es horrible!” Luego descubre que el artista es el dueño de la casa, y que escuchó su comentario. ¿Qué le va a decir ahora? Vamos, no se ofenda. No lo estaba criticando a usted; solo estaba criticando su obra.”
No puede separar uno de lo otro ¿o si?
Santiago esta diciendo efectivamente, “Cualquiera que insulta a otra persona con palabras injustas, duras, degradantes, crueles, chismosas, y desagradables, acaba de insultar al Artista que creó esa persona.”
Este es el punto que Santiago está haciendo. Dios está tan interesando en lo que le decimos a otras personas como en lo que le decimos a Él.
No podemos bendecir a Dios en la iglesia y menospreciar a alguien en la calle sin que Dios se ofenda.
Santiago dice, eso es exactamente lo que estamos haciendo con nuestras palabras. ¡Esa es nuestra batalla!
Ahora, después de esta honesta confesión, Santiago entrega…
Una Seria Confrontación
Note el versículo 10 donde el dice, Hermanos míos – él está hablándole a creyentes – Hermanos míos, esto no debe ser así.
Este es el único lugar en el Nuevo Testamento donde aparece esta frase contundente.[vii]
Ahora, Santiago no esta diciendo que un creyente nunca va a hacer esto. Él está diciendo que un creyente no debería hacerlo, y que, si lo hace, no tiene excusa.
Esto no debe ser así.
Simple.
A todos nos llega fuerte este versículo ¿o no? Mejor tomemos una pausa y estudiemos otro libro. Estudiemos algo más fácil como la doctrina de la elección y el libre albedrío. La verdad es que es más fácil estudiar esas doctrinas que aplicar este versículo.
Según este pasaje, cuando el Señor nos redimió, Él nos dio la capacidad de refrenar nuestra lengua. Cuando caminamos con Cristo y nos sometemos al control del Espíritu Santo, podemos ir renovando nuestra lengua y nuestras palabras.
Solo sepa que el proyecto de renovación va a durar más de lo que piensa. Va a durar toda la vida… pero va a valer la pena.
Si alguna vez ha estado involucrado en un proyecto de renovación, sabrá que es muy útil contar con una imagen del producto final para ver qué es lo que está tratando de hacer.
Santiago hace exactamente eso. Él nos da tres imágenes para describir el producto de una lengua santificada.
El nos presenta la imagen de una fuente de agua, y una higuera.
Versículo 11. ¿Acaso una fuente por la misma abertura echa agua dulce y amarga?
Santiago esta refiriéndose a una fuente de agua que brota de una montaña. Las capas terrestres debajo de la montaña pueden tener ambas, agua dulce y amarga, pero de una misma abertura solo puede salir un tipo de agua, no ambos.[viii]
Así que. ¿Qué tipo de fuente somos? ¿Qué esta brotando de nuestra boca?
Un autor dijo, “dentro de la montaña del yo hay una gran lucha, porque hay dos corrientes internas pero solo una abertura. Si Dios lo hubiera querido, Él nos podría haber dado dos bocas – una para bendecir a Dios y otra para maldecir a las personas.[ix]
Pero el nos ha dado una sola para que decidamos ser una fuente de bendición.
Así que la pregunta más practica es ¿Qué tipo de fuente va a ser el dia de hoy – una que da agua amarga o agua dulce?
Versículo 12.¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos?
En otras palabras, así es como verificamos la temperatura espiritual del corazón – mire el fruto de sus labios.
No es así que:
- Cuando su corazón está bien, sus palabras son buenas
- Cuando su corazón es puro, sus palabras son puras
- Cuando su corazón es humilde, sus palabras son dulces.
Finalmente, al final del versículo 12 leemos
Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce.
El punto es que un tipo de agua no puede transformarse en otro tipo de agua por si misma. De la misma forma, nuestra lengua, que ha sido un conducto natural de maldad desde que el pecado entro al mundo, tampoco puede producir cosas buenas por si misma.[x]
Solo el creyente que es controlado por el Espíritu de Dios puede llevar el fruto del Espíritu – amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe mansedumbre, templanza. (Gálatas 5:22-23)
¿Cómo es que aparece ese fruto? En su mayoría aparece en nuestro hablar. Santiago nos ha mostrado que nuestras palabras tienen el poder para dirigir, destruir, y para deleitar.[xi]
No hay nada como el agua fresca y cristalina cuando tiene sed, o una buena fruta cuando tiene hambre.
Salomón escribió que la lengua de los sabios sana (Proverbios 12:18)
Pablo le escribió a los colosenses, “Sea vuestra palabra siempre con gracia” (Colosenses 4:6)
El hogar, el matrimonio, la iglesia, y las relaciones de un creyente deberían demostrar estas características.
Si no las demuestran, entonces necesitamos escuchar las palabras de Santiago diciendo, “Esto no debe ser así.”
Danny Akin, escribió en su comentario de este pasaje una lista de cosas que no deberíamos decir en nuestro matrimonio.
Espero que esto le ayude a identificar estas frases y eliminarlas de su vocabulario. Aquí va:
- Eres igual a tu madre
- Eres igual a tu padre
- Te lo dije
- Puedo decírtelo todo el día pero nunca me escuchas
- Puedo hacer lo que se me de la gana
- Siempre estas de mal humor
- Nada te viene bien
- Deja de actuar como un bebé
- Te lo merecías
- ¿En qué estabas pensando?
- ¿Cuál es tu problema?
- Eres imposible
- Nunca llegarás a ser algo
- No se porque sigo soportándote
- Tu siempre tienes que estar en lo correcto ¿o no?
- Todo lo que haces es pensar en ti mismo
- Eso fue muy tonto
- ¿No ves que estoy ocupado?
- ¿No puedes hacer nada bien?
- Perderías hasta la cabeza si no la tuvieras pegada al cuerpo
- ¿Alguna vez escuchas?
- Todo es tu culpa
- Lárgate
- Nunca vas a cambiar
Estas palabras no son nada mas que las maldiciones de las que Santiago nos advierte. ¿Cómo es el sonido de una lengua refrescante, sanadora y llena de gracia? Incluiría palabras como:
- Te amo
- Gracias
- Aprecio lo que has hecho por mi
- Lo siento, ¿me perdonas?
- Te perdono
- Estoy feliz que Dios te trajo a mi vida
- Realmente aprecio tu ayuda
- Déjame ayudarte con eso
- No puedo esperar a ver lo que Dios va a hacer con tu vida
- Aquí estaré siempre que me necesites
- Estoy orando por ti
- Estoy orgulloso de ti.
Esa es agua dulce y refrescante.
Danny Akin también contó la historia de un padre que llevó a su hija a comer. Ella tenia unos cinco años y habían escogido ir a un lugar que vendían panqueques. Después de recibir su comida y orar, este padre decidió que era tiempo de recitar el discurso que había preparado para ese momento. El empezó. Jenny, quiero que sepas cuanto te amo, y cuan especial eres para mi y tu mama. Hemos orado por ti por años y ahora que estas creciendo y convirtiéndote en esta maravillosa niña… bueno… la verdad es que no podríamos estar mas orgullosos de ti. Después de decir todo eso, el dejó de hablar y agarró el tenedor para empezar a comer. Pero nunca logró llevarse el tenedor a la boca, porque su hija estiró su pequeña mano y agarró la de su papá. Se vieron a los ojos, y en una voz suave ella simplemente dijo, “más largo, papi, más largo.” El puso el tenedor devuelta sobre la mesa y siguió entregando palabras llenas de gracia.
Cada uno de nosotros, fácilmente podríamos decir, “yo me identifico con esa niña.” Y es verdad. A todos nos gustaría, de alguna forma, recibir más palabras de ánimo, ¿No es así?
Sin embargo, ese no es el desafío de este texto. Santiago nos esta diciendo que debemos escoger ser una fuente de la que sale agua dulce. Debemos escoger ser un árbol que da buen fruto. Nosotros somos los que debemos hablar.
Nuestras palabras importan. Santiago no esta diciendo cómo escuchar en este párrafo. El nos esta diciendo cómo debemos hablar.
Esta es fonoaudiología para cristianos. No lo olvide, el escribe. No olvide con quien está hablando, especialmente en el contexto de la iglesia. Usted esta hablando con los hijos e hijas del creador Dios.
El mejor lugar para empezar es uniéndonos al apóstol Santiago en esta honesta confesión. Si esta era una batalla para Santiago, ¿No podemos confesar acaso que es una batalla para nosotros también?
Confesemos que dentro de nosotros tenemos al Dr. Jekyll y al Sr. Hyde. Esta es una confesión honesta.
Acepte esta seria confrontación – Esto no debe ser así. No hay excusas. Simplemente, no debemos actuar de esa manera.
Luego busque la diaria renovación de su lengua mientras le entrega al Señor el control de su vida.
Todos nosotros necesitamos este cambio, y más que nada lo necesitamos a Él para que cambiemos ¿Amén?
Dios es más que digno de nuestra entrega y sumisión para Su gloria y para Su honor.
—
[i] Adapted from www.wikepedia.com The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde
[ii] Adapted from, Spiros Zodhiates, The Labor of Love: An Exposition of James 2:14-4:12 (AMG Publishers, 1981), p. 129
[iii] D. Edmond Hiebert, James (BMH Books, 1992), p. 200
[iv] Zodhiates, p. 119
[v] William Barclay, The Letters of James and Peter (Westminster Press, 1976), p. 90
[vi] Phil Newton, Expository Sermons in James (South Woods Baptist Church, 2005), p. 71
[vii] John MacArthur, James (Moody Press, 1998), p. 161
[viii] Zodhiates, p. 129
[ix] Ibid
[x] Craig L. Blomberg & Mariam J. Kamell, Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament: James (Zondervan, 2008), p. 162
[xi] Warren W. Wiersbe, Be Mature: James (Victor Books, 1979), p. 97