Introducción
Hace unos años atrás, los medios registraron y diseminaron una oración bastante interesante de un capellán del Senado de Kansas en los Estados Unidos.
Su oración decía lo siguiente:
“Padre nuestro, ayúdanos a saber quien es el que esta diciendo la verdad. De un lado dicen una cosa, y del otro todo lo opuesto. Si ninguno de los dos grupos esta diciendo la verdad, necesitamos saberlo también. Y si ambas partes están diciendo la verdad, danos la sabiduría para poner todas las piezas en su lugar. En el nombre del Señor Jesús, Amen.”[i]
Según una encuesta reciente, leí que:
- Un 86% de las personas le miente a sus padres
- Un 75 % le miente a sus amigos
- Un 73% le miente a sus hermanos
- Un 69% le miente a su cónyuge
- Y un 43% miente en cuanto a su actividad laboral.
La hermana gemela de deshonestidad en la trampa; y según un reporte, el hacer trampa es una actividad que se ha salido de control tanto en el ámbito laboral como el estudiantil. La deshonestidad en el ámbito tecnológico incluye usar información de Internet sin citar sus fuentes, comprar trabajos o ensayos universitarios, y compartir respuestas de pruebas o exámenes.[ii]
Me pareció interesante que en la escuela donde estudia mi hija se empezó a requerir que entregaran sus trabajos por medio de un sitio web que detecta si hay aún probabilidades de plagio.
Otro hermano de la deshonestidad y la trampa es el hurto. Según un estudio realizado por la Asociación de Negocios de los Estados Unidos, Las empresas pierden unos 10 billones de dólares al año a causa de robos por parte de los empleados, y unos 4 billones en fraudes.
El departamento de comercio estima que al menos un tercio de los negocios que se van a quiebra es por causa de la deshonestidad de sus empleados.
Según una organización, el 53% de las personas que postulan a un puesto laboral, han sido descubiertas mintiendo al menos una vez – ya sea acerca de su salario anterior, o su educación, su experiencia laboral, etc.
Un caso bastante famoso de alguien que mintió en su currículum, fue el de un entrenador de fútbol americano. La Universidad de Notre Dame lo contrató como entrenador en el año 2001 y a unos cinco días de firmar el contrato la verdad salió a la luz. El afirmó tener una maestría en educación de la universidad de Nueva York, cuando de hecho, jamás se graduó de esa institución. Él también afirmó haber jugado para el equipo de la universidad y obtener excelentes resultados. La verdad era que, si bien él había pertenecido al equipo, el nunca había jugado un partido oficial.
El prestigioso periódico de Wall Street descubrió que el gerente general de la corporación Lotus, exageró su experiencia militar, el tampoco había obtenido su doctorado y, aunque él decía ser huérfano, se descubrió que sus padres estaban vivos. El renunció a su cargo, pero inmediatamente lo contrataron de otra compañía que evidentemente no le importó sus mentiras.
Y tristemente, este tipo de cosas suceden entre cristianos también, ¿No es así?
Hace poco, se descubrió que el decano de un seminario evangélico había mentido acerca de su trasfondo laboral y lo despidieron.
En uno de sus libros, Chuck Swindoll cuenta la historia de un predicador que iba a predicar acerca de la honestidad un domingo, así que le dijo a su congregación que esa semana se prepararan leyendo Josué capitulo 25. Al otro domingo, el comenzó con una introducción al tema de la honestidad y luego preguntó: “¿Quiénes leyeron Josué 25 durante la semana?” La mitad de la congregación levantó la mano. Luego él dijo, “Muy bien, a ustedes les quiero predicar hoy- Josué solo tiene 24 capítulos.”[iii]
La verdad es que su fe no garantiza automáticamente que diga la verdad.
Si usted es un discípulo del Señor Jesucristo, seguramente ha descubierto que en esta vida tenemos que estar rechazando constantemente el pecado, batallando contra nuestra naturaleza pecaminosa, y resistiendo a Satanás, que es el padre de toda mentira- cuyo idioma es la mentira (Juan 8:44).
Durante toda nuestra vida sobre esta tierra debemos esforzarnos en vivir según nuestra nueva identidad, redimida y alineada al Espíritu Santo, que es la fuente de toda verdad- Quien nos llama a ser honestos con Dios…y con los demás.
El apóstol Santiago sin duda reflexionó acerca de su niñez, cuando creció junto a sus otros 4 hermanos y dos hermanas nacidos de María y José. Esto es, después del nacimiento de Jesús. Todos ellos habían crecido junto a su medio hermano, Jesús. Me imagino a Santiago, reflexionando después, cuando era ya mas grande, que su medio hermano siempre había sido honesto.
¿Alguna vez se puso a pensar en eso? Esto debe haber sido difícil para los demás hermanos. Si algo sucedía mientras mamá y papá no estaban en casa, lo único que ellos debían hacer al llegar era preguntarle a Jesús si alguien había desobedecido.
Yo me acuerdo cómo conspirábamos con mis 3 hermanos cuando mis padres salían de la casa. “Cuando vuelvan, les vamos a decir que estábamos haciendo esto, ¿bueno?” Y pensar que ahora dos de nosotros estamos en el ministerio.
Ahora, en los últimos comentarios de su epístola, Santiago va a hacer un llamado a la honestidad. Y es que, la honestidad es crucial para perseverar en la fe. La deshonestidad va a afectar su caminar con Cristo y arruinará su testimonio.
Puede que la honestidad no haga su vida mas sencilla, pero es lo que mejor – tendrá una conciencia limpia, un testimonio firme y una carácter que honra a Cristo.
En el capitulo 5, versículo 12 de su carta, Santiago parece enfocarse en este ingrediente indispensable para la perseverancia espiritual- para seguir en el camino correcto. Este ingrediente es ni mas ni menos que la honestidad para con Dios y para con los demás.
El escribe lo siguiente en el versículo 12,
“Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.”
En este versículo encontraremos algo que no debemos hacer, y algo que si debemos hacer.
1. Mandato negativo
Santiago escribe, “Hermanos míos, no juréis…” A lo que Santiago está refiriéndose específicamente aquí es a pronunciar un juramento.
Ahora, las audiencia judía de Santiago habría entendido inmediatamente lo que el estaba diciendo. Nosotros, sin embargo, necesitamos dedicar un par de minutos a estudiar lo que el Antiguo Testamento dice el respecto para entender bien lo que Santiago quiere decir.
Y déjeme decir desde ya que la mala interpretación de este versículo ha creado unas cuantas normas que no son bíblicas. Por ejemplo, los Anabaptistas y Cuáqueros, interpretaron a partir de este pasaje que uno jamás debía jurar en lo absoluto – incluso en una boda, en una ceremonia especial o en un juicio.
Algunos toman este pasaje de Santiago 5, junto al mandato de Jesús en el sermón del monte para decir que un cristiano nunca debería jurar. Sin embargo, necesitamos entender que, en términos Bíblicos, un juramento es simplemente una promesa en la que uno invoca a Dios para dar testimonio de la veracidad de su promesa.[iv]
No es necesario estudiar la Biblia muy a fondo para descubrir que hacer juramentos era una práctica aceptable y aun estipulada por Dios.
- Tanto Abraham como Isaac pactaron e hicieron juramentos con incrédulos, jurando ser fieles a sus promesas y usando a Dios como testigo. (Génesis 21 y 26)
- Josué registra el juramento de los dos espías, en donde le prometieron protección a Rahab (Josué 2).
- David hizo un juramento con Jonatán (1 Samuel 20).
- El apóstol Pablo le hizo un juramento a Dios (Hechos 18:18).
- Él también juró haberle dicho la verdad a la iglesia de Corinto (2 Corintios 11:31).
- Hubieron ocasiones en el Antiguo testamento donde Dios requirió que su pueblo debía jurar; como cuando a un hombre se le moría un animal prestado, y tenía que jurar que él no lo había matado a propósito (Éxodo 22);
- O como cuando se sospechaba la infidelidad de una mujer (Números 5). La mujer acusada debía jura su fidelidad a su marido ante Dios.
- En Lucas 1:73 leemos que Dios mismo le hizo un juramento a Abraham;
- Dios también juro por si mismo una promesa a David y al pueblo de Israel.
La verdad es que Dios no solo aprobó el uso de juramentos, sino que esperaba que las personas los cumplieran – siempre y cuando los juramentos fueran buenos. Obviamente, Dios no quiere que hagamos o cumplamos un juramento pecaminoso.
La ilustración clásica de esto es la de Jefté, quien juró que le iba a dar a Jehová lo primero que saliera de su casa al regresar de la batalla (Jueces 11). Sin embargo, cuando el regreso a casa, lo primero que salió de su casa no fue su perro, sino su hija –la cual tuvo que permanecer virgen y sin casarse por el resto de su vida- un pasaje que deja en evidencia el voto necio de Jefté.
Y digo todo esto para explicar que Santiago no esta prohibiendo todo tipo de votos o promesas. Él no esta prohibiendo los juramentos en el nombre de Dios.
De hecho, note que después de esta frase hay una coma, y no un punto. El pasaje no dice, “No juréis” (punto final), sino: “Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis (Coma), ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento;”
Así que esto no es mandato a simplemente dejar de jurar por completo. Aquí, Santiago nos esta diciendo cómo es que no debemos jurar – de que manera está prohibido que juremos. Y lo que Santiago agrega después nos da una buena pista de lo que él nos esta queriendo de decir.
Como verá, en los tiempos de Santiago, el hacer un juramento o un voto, ya se había convertido en una forma astuta para engañar – era el arte de la deshonestidad.
Los Rabinos habían comenzado a enseñar que un voto o juramento ya no era valido si no incluía el nombre de Dios. En otras palabras, si usted hacia un juramento por su vida o por la vida de otra persona- entonces no estaba comprometido a cumplirlo.
Era algo así como prometer algo pero con los dedos cruzados. O sea, uno realmente no esta diciendo la verdad y tampoco está obligado a cumplir su promesa si es que tiene los dedos cruzados. Bueno, los judíos habían desarrollado un sistema que era casi tan ridículo como ese. Mientras que uno hubiera jurado por el cielo, o la tierra, o la misma ciudad de Jerusalén, entonces uno podía romper esa promesa.
La Mishnah, un comentario de costumbres judías que datan del tercer siglo, tiene una sección entera que habla acerca de los votos y juramentos. Allí encontramos instrucciones detalladas sobre los tipos de juramentos que eran absolutamente obligatorios y los que no. Esto básicamente se convirtió en un sistema que indicaba cuando una persona podía mentir y cuando no. Así que el jurar engañosamente paso a ser todo un arte.[v]
Lo más importante de todo era que uno no debía mencionar el nombre de Dios. Como verá, ellos pensaban que si uno no usaba el nombre de Dios en su juramento, entonces Dios no tenía nada que ver con este.
Pero Santiago escribe, “no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento.”
En otras palabras, no caigan en la costumbre de jurar por el cielo o por la tierra pensando que luego no tienen obligación de cumplir su juramento. ¿Por qué no? Porque el creyente sabe que realmente no importa si es que usa el nombre de Dios en su promesa o no. Si es que jura por el cielo, ese es su trono. Si jura por la tierra, ese es el estrado Se sus pies. Si jura por Jerusalén, esa es la capital de Su futuro reino; Si jura por cualquier otra cosa en la tierra, eso también le pertenece.
En otras palabras, uno nunca puede dejar a Dios fuera de una transacción o promesa. Nunca podemos dejarlo al margen, ya sea que mencionemos su nombre o no.[vi]
Y a todo esto, entre más pasan los años, más sospecho de las personas que necesitan prometer o jurar en una conversación. Como cuando alguien me dice: “Le juro por Dios que le digo la verdad.” Eso me hace sospechar; porque, ¿qué necesidad tiene de jurar por Dios si es que dice la verdad? O, “Le digo la verdad, se lo juro por mi madre.” Ese es el que mas me preocupa.
¿Para que agregar esas palabras? ¿Para que agregar algo más?
Nunca entendí por qué la gente dice: “Ahora, déjeme ser completamente honesto con usted.” O sea, ¿que? ¿Antes no fue honesto? o ¿Fue parcialmente honesto? ¿Qué parte de lo que me dijo fue verdad?
Querido oyente, la honestidad no es una formula… no es alguna frase inteligente que agregamos a un juramento.
Eso es precisamente lo que hizo Pedro mientras interrogaban a Jesús en Mateo 26. Pedro le había prometido a Jesús que jamás lo negaría. Y lo hizo con mucha pasión frente a los demás discípulos. Él prácticamente dijo: “Señor, todos estos otros pueden que te abandonen, pero yo no.”
Y ahora Jesús, después de haber sido arrestado en el huerto de Getsemaní, ahora estaba la casa del sumo sacerdote para ser interrogado. Allí es cuando la famosa escena en que Pedro niega a Jesús toma lugar.
Una joven sirvienta lo ve y le dice: ¿No te hemos visto con Jesús? Pedro lo negó diciendo “No se de que estás hablando.”
Pedro caminó hasta la puerta de salida, sin duda titubeando entre cumplir su promesa o huir por su vida.
Luego otra sirvienta lo ve y dice: “También éste estaba con Jesús el nazareno.” Y escuche ahora lo que dice el evangelio de Mateo: “Pero él negó otra vez con juramento…” (Mateo 26:72).
Un poco mas tarde, los que estaban allí presentes lo confrontan y él comienza a jurar y maldecir, diciendo: “No conozco al hombre.”
Y luego…cantó el gallo.
Las palabras traducidas como juramento y maldición en Mateo 26 son las mismas palabras griegas que usa Santiago en el capítulo 5. Pedro esta tratando de hacer un juramento para enmascarar la verdad.
O sea, estoy mintiendo, ¡Pero les juro que digo la verdad! Voy a agregar todo tipo de vocabulario religioso y aparentemente sincero para que me crean.
Ahora, eso es exactamente a lo que Santiago está refiriéndose en este versículo. Si usted es una persona honesta, entonces no necesita agregarle más peso a sus palabras.[vii]
Santiago está haciendo un llamado a todo creyente. Él quiere que adoptemos la simplicidad de la honestidad.
2. Mandato positivo:
Note la próxima frase del versículo 12 – así de simple debe de ser – allí leemos: “Sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no…”
Es decir, nuestro hablar debe ser simple, honesto y directo.[viii]
La gramática en el original deja en claro que este es un imperativo en tiempo presente. Es decir, esta es una orden. Lleva signos de exclamación. Un erudito en griego comentó que esta frase indica que esta debe ser la conducta regular del creyente.[ix]
Piénselo de esta forma. El mundo siempre está mintiendo. La mentira es su idioma natal, ya que su padre es el diablo, quien es el padre de mentiras. No sea como el mundo y el diablo. Por el contrario, todo cristiano debe ser honesto. Esa debe ser su reputación y su norma de vida.
Que nuestro hablar refleje la simplicidad de la honestidad –que su si no signifique “tal vez” – quizás si el clima está bueno…si me dan ganas de cumplir mi promesa… No. Que su si sea si y su no, no.
3. Advertencia:
Luego Santiago concluye con una advertencia que a la vez es un desafío. Note la próxima frase, “…para que no caigáis en condenación.”
Esa es una forma sutil de decir: “No se metan en problemas con Dios.”
Santiago no esta diciendo que los votos y los juramentos son pecaminosos en si mismos y que si uno llega a jurar, entonces está condenado. Lo que él esta diciendo es que si uno le agrega un juramento a su si o a su no para poder esconder que está mintiendo, entonces se ha metido en el doble de problemas; ya que, no solo esta mintiendo, sino que, además, está agregando un juramento que no va a cumplir.
Le hemos puesto un barniz de piedad a nuestra hipocresía… hemos agregado palabras solemnes a una vida deshonesta.
Tenga cuidado querido oyente. No se ponga a hablar de Dios y de cosas espirituales como si todo estuviera bien, mientras planea copiar en la prueba de mañana – o sabiendo que fue deshonesto en su reporte de impuestos y no se ha arrepentido ni está tratando de corregir su error.
Tal vez el trabajo que entregó en el colegio o la universidad, lo hizo de forma indebida. Tal vez su currículum no dice toda la verdad. Tal vez este pensando si que debería realmente cumplir con los votos de su matrimonio o con su contrato de trabajo.
Escuche la advertencia de Santiago. El actuar deshonestamente es exponerse a la disciplina de Dios. Es por eso que Santiago nos advierte a nosotros, los creyentes – note que esta no es una advertencia para el mundo. El nos dice “hermanos míos,” no vivan bajo la mirada descontenta del Señor. No lo hagan enojar con sus acciones.
Santiago nos haciendo llamado radical a la honestidad. Este es un desafío a respaldar lo que decimos con nuestras acciones y nuestro carácter.[x]
Hace unos años le pregunté al dueño de un negocio que viene a nuestra iglesia, como le iba. Él me dijo que su negocio no marchaba bien. Él tenia una competencia difícil, una compañía mucho mas grande que la suya que producía el mismo producto. Los clientes parecían preferir siempre la empresa mas grande.
Sin embargo, una compañía en particular le propuso firmar un contrato. El mismo presidente de la misma lo llamó para hacerle el pedido. En esa conversación, el presidente de esa compañía le dijo que necesitaban recibir el material para cierta fecha – y le preguntó si es que podía hacerlo.
Este hombre cristiano sabía que sus pocos empleados no podría cumplir con la fecha acordada, sino que necesitarían dos semanas más.
El me dijo que tuvo la tentación a decirle que si podía, ya que luego podía encontrar alguna excusa para justificar la demora. En otras palabras, él podía prometerle que si, pero tendría los dedos cruzados.
El, sin embargo, le dijo la verdad al presidente de esa compañía, y la competencia terminó llevándose el contrato.
Y quizás piense. ¡Que bien! ¡que gran ejemplo de honestidad e integridad! Apuesto que el Señor lo recompensó con muchos clientes y que, desde ese momento, su empresa empezó a salir a flote. La verdad es que no. Este hombre siguió luchando financieramente por un par de años mas y finalmente tuvo que declarar la bancarrota. Él terminó perdiéndolo todo.
Pero déjeme decirle lo siguiente: Este hermano hoy se encuentra en la presencia del Señor, y no piense que él se arrepiente ahora su decisión.
¿Puede imaginarse el gozo que debe haber sentido al escuchar al mismo Señor Jesucristo decirle: “muy bien. Me trajiste tanta alegría cuando decidiste agradarme a mi en vez de tomar el camino más fácil.”?
Querido oyente, debemos ser honestos. Debemos decir la verdad. ¿Por qué?
- Porque adoramos a un Dios vivo y verdadero –cuyo Hijo es el camino la verdad y la vida (Juan 14:6).
- Porque adoramos a un Dios que no miente (Hebreos 6:18).
Dios nunca ha cruzado los dedos. ¡Vaya si eso es importante en nuestras vidas! Considere el hecho de que la Biblia no es un libro de explicaciones sino un libro de promesas.
¿Y cuantas promesas esperamos que Dios cumpla? Todas. Cada una de ellas.
El famoso autor y expositor Bíblico Ingles, John Phillips, dijo lo siguiente en su comentario de Santiago: “Hubo una época en la historia de Inglaterra cuando el honor era la virtud mas preciada. El cumplir su palabra era de absolutamente importante. De hecho, una de las peores cosas que uno podía hacer era romper una promesa. Eso lo convertía en una persona completamente indigna y despreciable. De esa gran estima por la verdad salió frase “la palabra de un caballero.”
Luego John Phillips comentó que el misionero y explorador Ingles, David Livingstone, cada vez que se encontraba en una crisis, recurría a su promesa favorita en la escritura, Mateo 28:20. Allí dice: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
David Livingstone escribió en su diario personal: “Esta es la palabra de un caballero, el hombre más honorable y digno. Por eso se que Él va a cumplir su palabra. Él cumplirá sus promesas.
Y querido oyente, como hijos de Dios, nosotros debemos hacer lo mismo.
—
[i] R. Kent Hughes, James: Faith that Works, (Crossway Books, 1991), p. 243
[ii] Robert J. Morgan, Stories, Illustrations and Quotes (Thomas Nelson, 2000), p. 443
[iii] Charles R. Swindoll, The Tale of the Tardy Oxcart (Word, 1998), p. 272
[iv] John MacArthur, James (Moody Press, 1998), p. 265
[v] Hughes, p. 246
[vi] William Barclay, The Gospel of Matthew: Volume 1 (Westminster, 1975), p. 159
[vii] Tony Evans, The Perfect Christian (Word Publishing, 1998), p. 219
[viii] MacArthur, p. 270
[ix] D. Edmond Hiebert, James (BMH Books, 1992), p. 285
[x] Spiros Zodhiates, The Patience of Hope: An Exposition of James 4:13-5:20 (AMG Publishers, 1985), p. 113