Introducción
Cuando mis hijos mayores tenían unos seis años, los desafiaron en el programa para niños de nuestra iglesia a que compartieran el evangelio con alguien. Les dijeron que encontraran a alguien y le contaran las verdades acerca del Señor y Su vida, muerte, sepultura y resurrección.
Uno de ellos decidió compartirle el Evangelio a su hermana de cuatro años. Así que, una tarde le pidió que se sentara en una silla en la sala de estar y le dijo: “Ahora quiero contarte algo importante”.
Este niño de solo seis años comenzó a contarle a su hermana toda la verdad del Evangelio: la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Ella se sentó allí, y lo créalo o no, lo escuchó con atención. Mi esposa, que estaba mirando y escuchando desde la cocina, no podía creer que en realidad ella estuviera sentada y dejando que su hermano le predicara.
Finalmente, mi hijo terminó y se alejó triunfalmente, habiendo entregado la verdad. Su hermana se quedó sentada por unos momentos y luego gritó mientras mi hijo se alejaba, “Yo ya sabía todo eso”, lo cual no fue muy alentador para el pequeño evangelista.
La verdad es que la comunidad cristiana se parece mucho más a esta pequeña niña de lo que nos gustaría creer. Lo más probable es que el Domingo de Ramos y el Domingo de Pascua usted vaya a la iglesia porque cree que Jesucristo murió en una cruz para pagar la pena por tus pecados y los míos. Probablemente crea que Cristo fue sepultado y luego se levantó de entre los muertos en Su gloriosa resurrección. Su pastor podría predicar ese mensaje y, aunque usted es mucho más educado que mi hija a sus cuatro años, probablemente podría decir en su corazón: “¡Yo ya sabía todo eso!”
Pero el ya saber esto no significa que no debamos repetir y recordar estas grandes verdades del evangelio. De hecho, creo que el saber algo se prueba haciendo algo; siendo algo.
Quizás la iglesia no lo está entendiendo después de todo. Tal vez esa sea la razón por la que la persona promedio que dice ser cristiana no cree que existen verdades absolutas, o un infierno eterno; no cree que las relaciones sexuales fuera del matrimonio son pecado y que la Biblia es la inspirada Palabra de Dios sin errores ni contradicciones. Creen que la Biblia simplemente contiene la palabra de Dios y que las personas pueden ir al cielo si son sinceros en su religión, incluso si su religión no tiene nada que ver con Jesucristo. Uno de cada cuatro personas que dicen ser cristianas cree en la reencarnación o en alguna forma de existencia espiritual después de la muerte que no implica ir al cielo o al infierno literalmente.
Al escuchar el mensaje del evangelio, la iglesia en general hoy dice, “ya sabemos todo eso,” pero tiene un estilo de vida y una mentalidad totalmente desprovista de la verdad del Evangelio.
Quizás la iglesia tristemente se ha vuelto como Santiago advirtió en su carta,
…[no] hacedores de la palabra… [sino] tan solamente oidores… (Santiago 1:22)
Escuchar y no hacer, es no haber realmente escuchado en primer lugar. Esa es la razón por la que el Señor solía decirle a los hipócritas y religiosos de su época: “El que tenga oídos para oír, oiga”.
En el transcurso de este programa y el próximo, quiero que hagamos una prueba. Quiero probar si realmente hemos comprendido o no la verdad del evangelio; si realmente sabemos o no “todo eso”; si realmente lo hemos entendido o no y mostramos evidencia por la forma en que vivimos.
A. W. Tozer lo escribió de esta manera: “La principal táctica engañosa del diablo es hacer que tantos cristianos se sientan satisfechos con solo celebrar la Pascua en lugar de demostrar el poder de la resurrección de Cristo”.[i]
Querido oyente, ¡Debemos demostrar la verdad de la Pascua después de la Pascua!
Encontramos esta verdad, este llamado, en todas las epístolas cuando los apóstoles exhortan al creyente a vivir su fe – a poner su fe en práctica.
En este y el próximo programa, quiero examinar las palabras del apóstol Pedro con respecto a la forma en que una persona vive si realmente entiende la verdad del evangelio.
Demostrando la Verdad de la Pascua
Comencemos leyendo 1 Pedro 1:3.
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
- Si aplicamos la verdad del evangelio a nuestra vida, entonces debemos revelar una esperanza viva y no poner nuestra esperanza en un mundo moribundo.
Hay vida después de la Pascua. Debe haber una demostración de una vida cambiada en y a través de nosotros más allá de esta época.
Hay un estilo de vida que deberíamos tener después del tiempo que celebramos la Pascua. La resurrección de Cristo no fue solo un evento; esta nos dio una nueva forma de vida.
Por cierto, ¿notó en este versículo que la razón de que podemos nacer de nuevo es la resurrección de Jesucristo? Como Pablo les escribió a los corintios,
Si Cristo no resucitó… nuestra fe es en vano (1 Corintios 15:14)
El nacer de nuevo es un evento muy parecido a su primer nacimiento.
Tenemos un certificado de nacimiento en el que está escrito la hora en que nacimos. No nacimos después de que nos limpiaron; después de nuestro primer baño; después de que comimos por primera vez. Nacimos cuando nacimos.
De la misma manera, no nacemos de nuevo después de unirnos a una iglesia y limpiar nuestras vidas; después de asistir a un estudio bíblico y tomar algunas decisiones para vivir mejor; después de asistir al culto dominical durante un año. El nuevo nacimiento es obra del Espíritu de Dios, en un momento en el que nuestro espíritu pasa de muerte a vida; cuando nuestro corazón se aviva – cuando escuchamos y creemos el evangelio de Cristo – que Él murió por nosotros y pagó el castigo por nuestro pecado en la cruz.
En el mismo momento que dijimos en nuestro corazón o con nuestra boca: “Creo que Cristo hizo eso por mí y quiero recibir todo lo que ha hecho por mí y entiendo que todo lo que soy debe pertenecer a Él”, el misterio del nuevo nacimiento tomó lugar en nuestra vida. Ese es el momento en que reconocimos nuestro corazón pecador y clamamos a Dios por su gracia salvadora.
No sabría decirle con cuántas personas he hablado, que se han criado en la iglesia, pero que nunca han invocado el nombre del Señor. Creen que Él es el Salvador del mundo, pero nunca le han pedido que se convierta en su Salvador. Es posible que hayan sido criados por padres cristianos, pero nunca han orado para recibir a Cristo. Estas personas nunca han nacido de nuevo, ese es un evento que ocurre en un momento dado en su vida.
Nicodemo vino a Cristo queriendo saber cómo llegar al cielo. Cristo le dijo lo mismo que le diría a usted,
“Debes nacer de nuevo” (Juan 3:7).
Cristo no dijo: “Empieza a ir a la sinagoga todos los sábados” o “Empieza a seguirme”. Él dijo: “Tienes que nacer de nuevo”.
¿Cómo podemos experimentar este nuevo nacimiento? Pablo escribió,
“Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13).
No es necesario orar en voz alta, o con alguien más, o solo, de rodillas o de pie; sin embargo, en algún momento debemos abrazar el evangelio e invocar el nombre del Señor para que nos salve.
Creo que en la iglesia hay muchas personas que pueden decir: “Ya sé todo eso”, pero que nunca lo han hecho por sí mismos.
Es como la joven madre con la que hablé la semana pasada después de la reunión. Con lágrimas en los ojos, me dijo: “Me crie en la iglesia, me bautizaron cuando era un bebé y me confirmaron cuando era adolescente. Sé que Cristo murió en la cruz y que Él es el único camino al cielo. No dudo del registro de las Escrituras, pero me doy cuenta de que nunca le he pedido personalmente a Cristo el perdón de mis pecados y nunca le he pedido a Cristo que entre en mi vida”.
Oramos allí mismo para que ella naciera de nuevo a una esperanza viva en Cristo.
Este es el primer paso en la vida después de la Pascua. No podemos dar más pasos en la dirección correcta hasta que nos unimos a los que están en el camino estrecho que conduce a la vida eterna.
No ponemos nuestra esperanza en un mundo moribundo, ponemos nuestra esperanza en un Salvador viviente.
- Si aplicamos la verdad de la resurrección a nuestras vidas, entonces deberíamos reconocer nuestra riqueza eterna en Cristo y dejar de clamar por cosas temporales.
Realmente deberíamos estar demostrando una diferencia con el incrédulo que no cree que haya nada más importante en esta vida. Debe verse una diferencia entre nosotros y aquellos que creen que esto es todo lo que hay; que el presente es todo el cielo que vamos a tener y todo el infierno que vamos a atravesar, así que trata de obtener la mayor cantidad de cosas que puedas de la vida porque cuando se acaba, no hay más.
¡Esta forma de pensar no es compatible con la verdad de la resurrección! Según la resurrección, cuando la vida aquí se termina, ese apenas es el comienzo.
Imagine lo que son 65 años en comparación con 65 mil millones de años. Compare 95 años con 95 billones de años. Es como comparar una gota de agua con el Océano Atlántico.
Note que el apóstol escribe en 1 Pedro 1:3-4,
Nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible…
Subraye estos tres adjetivos que describen nuestra herencia.
- Primero, Pedro escribe que nuestra herencia es incorruptible.
Esta palabra viene del término griego que significa que “nunca se estropeará; nunca se va a arruinar, echar a perder, podrir o perecer”. Cuando vamos a la tienda de comestibles, compramos alimentos perecederos. Generalmente, tienen fechas de vencimiento para avisarnos cuando ya no es seguro consumirlos. En cada caja de donas hay una fecha de vencimiento, pero esa fecha no me importa, ¡diez segundos en el microondas se encarga de eso!
Pedro dice que nuestra herencia eterna no tiene una fecha de vencimiento; esta nunca se va a echar a perder.
¡Nuestra herencia es eterna – va a durar para siempre! La frase nos da la idea de inmortalidad.
- Pedro luego agrega el adjetivo incontaminado.
Esta palabra en griego lleva la idea de ser “sin mancha ni contaminación”. La idea es que no ha sido siquiera tocado por la maldad.
Nuestra herencia eterna es impecable, perfecta, sin mancha, ni contaminación.
- El tercer adjetivo que Pedro usa para describir nuestra herencia es inmarcesible.
Esta palabra la usaban los autores griegos clásicos para hablar de la belleza de las flores. En otras palabras, la belleza de nuestra herencia en gloria es magnífica e impresionante.
Ni el deterioro, la decadencia o la entropía de nuestro mundo caído puede afectar nuestra hermosa herencia en el cielo… en la tierra nueva… en la gloria y el esplendor de Dios.[ii]
- Si aplicamos la verdad de la resurrección a nuestras vidas, deberíamos dejar nuestro futuro en manos de Cristo y no preocuparnos por su capacidad para cumplir su promesa.
Note las palabras del apóstol acerca de nuestra herencia en 1 Pedro 1:4-5.
La cual está reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
Todo esto depende de la verdad de la resurrección de Cristo. Nuestra confianza proviene de la vida de Cristo.
La resurrección de Cristo en el pasado demuestra la capacidad que Dios tiene de resucitarnos para nuestro futuro eterno.
Note las palabras de nuevo
sois guardados (o protegidos) por el poder de Dios
Estamos bajo el vigilante cuidado de nuestro Dios todopoderoso. Tenemos una reservación en el cielo y nada puede destruirla, borrarla, contaminarla, disminuirla o desplazarla.
Nuestro futuro está bajo llave en el cielo. Estamos protegidos por el sistema de seguridad más eficiente que existe: el poder de Dios.[iii]
Quizás se esté preguntando: “¿Realmente mi salvación es tan segura?”
- ¿Puede alguien quitarme la salvación?
La religión enseña que la salvación se puede perder al cometer pecados mortales. La Iglesia Católica Romana, por ejemplo, dice tener poder tanto de dispensar la gracia como de revocar la gracia.
Sin embargo, Jesucristo dijo, en Juan 10:27-29,
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás [literalmente, no se perderán jamás], ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
En otras palabras, cualquiera que sea capaz de quitarnos la salvación tendría que ser más grande que Dios. Como nadie es más grande que Dios, nadie puede quitárnosla.
- ¿Me podría quitar Dios mi salvación?
Para que Dios nos quite nuestra salvación, Dios debería faltar a sus promesas o ser impedido de cumplirlas de alguna manera.
Que Dios nos escoja, nos llame, nos redima, nos de vida y nos sumerja en Cristo, imputándonos la justicia de Cristo, sellándonos con el Espíritu Santo quien viene a morar en nosotros y nos promete presentarnos sin mancha en el cielo; pero después de todo eso, Dios levante las manos en frustración y diga: “Esto es demasiado para mi”, sería admitir fracaso de Su parte. En ese caso, Dios fracasaría en terminar la obra que inició, y Él dijo que completaría su obra en nosotros, preservándonos y glorificándonos para el cielo.
Que Dios se retractara y nos quitara todo lo que nos dio sería una señal del fracaso de su parte.
Además, piense en la desunión que esto causaría. Jesucristo tendría que dejar de interceder por nosotros, el Espíritu se vería obligado a quitar su sello y sus dones – si es que eso es aún posible – y el Padre tendría que cambiar Su voluntad eterna, ya que la Biblia dice que nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo.
Preocuparse de que Dios se retracte de nuestra salvación es asumir que Dios puede fracasar y que la trinidad puede experimentar ese tipo de desunión.
- ¿Pueden los cristianos elegir devolver el regalo de la salvación?
La verdad es que cualquiera que quiera devolver la salvación nunca la tuvo en primer lugar.
Esto no significa que un cristiano es incapaz de apartarse temporalmente o desobedecer a Dios; los discípulos ciertamente lo hicieron. Sin embargo, la persona que dice que solía ser cristiana, pero dio un paso atrás y ahora está felizmente devuelta con el mundo, la carne y el diablo, nunca fue verdaderamente salvo para empezar.
No es posible experimentar las delicias de la comunión con Dios y la libertad de una conciencia tranquila y luego desear volver a tener una conciencia intranquila y sucia. No es posible obtener el perdón de nuestros pecados y luego desear vivir cargando el peso de nuestra culpa nuevamente. No podemos vivir a la luz del cielo y luego querer ir a vivir a la oscuridad de este mundo y al mismo infierno. No podemos tener comunión con los santos y cantar alabanzas a Dios y luego despreciar la iglesia – la misma novia de Cristo. No podemos caminar con Él, confiar en Él y depender de Él y luego decidir que nunca lo necesitamos realmente después de todo.
En 1 Juan 2:19, el apóstol escribe acerca de estas personas,
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.
1 Pedro 1:5 dice que aquellos que pertenecen genuinamente a Cristo,
…están protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero – el fin de los tiempos.
Me encanta esta frase: estamos protegidos hasta el fin de los tiempos.
Esto significa que ninguna cosa que pueda pasarnos en esta tierra puede cambiar nuestro capítulo final. Nuestro último capitulo será en los cielos y continuará por toda la eternidad.[iv]
Entonces, si aplicamos la verdad de la resurrección:
- Debemos revelar una esperanza viva y no poner nuestras esperanzas en un mundo moribundo.
- Debemos reconocer nuestra riqueza eterna en Cristo y dejar de clamar por cosas temporales.
- Debemos dejar nuestro futuro en las manos de Cristo y dejar de preocuparnos por su capacidad para cumplir su promesa.
- Debemos ser personas alegres y gozosas y no reflejar la cultura deprimida y sin esperanza que nos rodea.
Note como Pedro repite las palabras alegría y gozo en los siguientes versículos.
Versículo 6: En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
Pedro no está diciendo que nos regocijamos por la presencia o la ausencia de pruebas. Él está diciendo que nos regocijamos a pesar de las pruebas.
Continuemos con los versículos 7 y 8.
para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
a quien amáis sin haberle visto, en quien, creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;
Si en realidad ya sabemos todo esto; si realmente creemos en el evangelio; si realmente creemos que Cristo no está muerto, sino vivo; si realmente lo estamos entendiendo, entonces la evidencia de que lo entendemos realmente es que nos convertimos en personas alegres y gozosas.
¿Cómo es que nos convertimos en personas alegres? Al entender, creer, enfocarnos, y deleitarnos en que Cristo ha resucitado.
Pedro escribe, “aunque somos afligidos por diversas pruebas”. La palabra traducida “diversas”, viene de un término griego que significa “variado o de muchos colores”. En otras palabras, se nos presenta una gran variedad pruebas.
Esta palabra se usa en el Nuevo Testamento para hablar de enfermedades diversas, diversas concupiscencias, varios milagros y diversas doctrinas. Pedro incluso la usó para referirse a
. . . la multiforme gracia de Dios. (1 Pedro 4:10)
En otras palabras, Pedro se refiere a la gracia multicolor – la gracia de Dios que viene de muchas formas y tamaños. Esto significa que, para cada una de nuestras pruebas, en sus muchos colores, formas y matices, Dios tiene la gracia para superarlas. Su gracia se adapta perfectamente a esa prueba en particular.
Algunos de ustedes en la audiencia prosperarán; tendrán satisfechas todas sus necesidades financieras y eso será una prueba en si mismo – la lucha de mantener la humildad y la dependencia en Dios entre otras cosas. Algunos de ustedes se encontrarán en dificultades económicas.
Algunos de ustedes experimentarán enfermedades, mientras que otros permanecerán saludables la mayor parte de sus vidas.
Algunos de ustedes vivirán una vida larga, mientras que otros pueden que mueran jóvenes.
Algunos de ustedes enfrentarán desafíos al criar a sus hijos. Por ejemplo, un fiel hermano en la fe me dijo recientemente que su hija, a la edad de dieciséis años, les anunció a él y a su esposa que no creía en el evangelio de Cristo y estaba admitiendo abiertamente su incredulidad. Algunos cristianos tendrán pocas dificultades para criar a sus hijos.
Algunos lucharán con enfermedades y dificultades físicas. Algunos envejecerán sin problemas.
En resumen, algunos experimentarán un camino mucho más difícil que otros.
La verdad es que nos hundimos y abrumamos tanto con decisiones y dificultades y desafíos y dolor y sufrimiento y ansiedades y así sucesivamente que comenzamos a reflejar la desesperación, la depresión y el desánimo de nuestro mundo, que no tiene la esperanza viva. Nosotros, los que tenemos esta esperanza, debemos ser personas gozosas y alegres.
Henry Allen Ironside, quien fue pastor de la Iglesia Moody en Chicago, estaba predicando una vez al aire. Una gran multitud se había reunido para escucharlo predicar sobre la salvación y la vida cristiana. Una persona importante en la comunidad, un agnóstico muy conocido, estaba entre la multitud. Este fue un hombre que sembró escepticismo y duda en la comunidad en cuanto a las Escrituras y la realidad de un Dios personal. Este hombre dio un paso al frente y le entregó al pastor Ironside una nota que decía:
Lo desafío a un debate en el Salón de Ciencias el próximo domingo por la tarde.
Ironside se detuvo, leyó la nota en voz alta y luego le dijo a este hombre:
Estaré encantado de debatir contigo sobre la realidad de la vida cristiana, si está dispuesto a hacer una cosa. Traiga consigo a una persona de su esfera de influencia; una persona que estaba desanimada y derrotada por la vida, sin saber a dónde acudir ni qué creer, hasta que esa persona vino y lo escuchó enseñar sus creencias agnósticas. Tráigame a una persona que, después de escucharlo hablar, encontró paz en su corazón, victoria sobre el pecado y un propósito para vivir. Tráigame solo uno que yo traeré 100 y participaré en el debate.
El agnóstico se dio la vuelta y se fue.
Conclusión
Querido oyente, el argumento indiscutible a favor del cristianismo es el cristiano ocupado y apasionado por su Dios vivo; el cristiano que hace más que decir: “¡Ya sé todo eso! ¡Ya lo escuché antes!”
¿Cómo podemos saber que realmente lo hemos entendido?
Siendo personas que:
- No ponen su esperanza en un mundo moribundo, sino que demuestran tener una esperanza viva;
- No claman por las cosas del mundo, sino que se deleitan en su herencia eterna en Cristo;
- No se preocupan por la capacidad de Dios para cumplir su promesa, sino que descansan en Él poniendo su futuro en Sus manos;
- No reflejan a este mundo deprimido y desesperado que nos rodea, sino que muestran un espíritu y un corazón alegre y gozoso.
En otras palabras, estos son los cristianos que no se contentan con oír un sermón sobre la Pascua, sino que están demostrando que hay vida después de la Pascua.
[i] A. W. Tozer, “Renewed Day by Day (Vol. 2),” Christianity Today, vol.38, no. 4.
[ii] Reinecker and Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 744.
[iii] Charles R. Swindoll, Hope In Hurtful Times: A Study of 1 Peter (IFL, 1990), p. 14.
[iv] Ibid., p. 14.