El apóstol Pedro escribe en su primera carta conociendo la preocupación genuina que sentían muchas mujeres creyentes, y se preguntaban: “¿Cómo podemos respetar a nuestros esposos cuando a ellos no les importa nuestra vida espiritual o la verdad del evangelio?”.
Tal vez usted hoy se encuentra en ese mismo dilema. Tiene hambre de la Palabra, hambre de crecer en el Señor, hambre de compartir su fe, pero está casada con un hombre que no comparte su pasión espiritual o es abiertamente hostil a Dios.
Imagínese los corazones heridos e indefensos a los que Pedro ahora les da esperanza cuando escribe: “Estad sujetas a vuestros propios maridos, para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas… cuando vean vuestra conducta casta y respetuosa” (1 Pedro 3:1-2).
Para entender el encargo de Pedro, comencemos con la frase, “estén sujetas”, que puede traducirse “sométanse”. ¿Cómo puede una mujer estar sujeta a un hombre que no la está guiando de una manera piadosa?
Exploremos este concepto de sumisión identificando qué es la sumisión bíblica y qué no es.
La sumisión bíblica no es creer que las mujeres son inferiores
La Biblia no presenta a las mujeres como si fueran inferiores moral, intelectual, emocional o espiritualmente. El mandato de sumisión de Pedro no se basa en ninguna de estas falsas creencias, y los verdaderos creyentes deben rechazar esa idea inequívocamente. Pedro finalmente revelará que las mujeres cristianas son iguales a los hombres cristianos como coherederas en el reino venidero. Si bien existe subordinación en función y roles dentro del hogar y la iglesia, no existe tal cosa como desigualdad de esencia y valor para Cristo.
Una visión no bíblica de las espesas puede llevar al maltrato, a considerarlas incapaces de tomar decisiones por sí mismas, a un gobierno dictatorial por parte de un marido indiferente. Aún más serio, esta visión distorsionada de las esposas justifica el abuso verbal, emocional e incluso físico.
Cualquier dinámica matrimonial que se sienta como una “batalla entre los sexos”, donde los esposos y las esposas se enfrentan en lugar de apoyarse mutuamente, es simplemente el resultado del pecado. De hecho, el pecado original en el Jardín del Edén es, en esencia, un rechazo de los verdaderos roles bíblicos del matrimonio. Eva abandona la sumisión bíblica al actuar bajo su propia autoridad, y Adán abandona el liderazgo bíblico al someterse a la oferta pecaminosa de Eva de comer el fruto y luego la acusa ante Dios.
Comprendiendo qué no es la sumisión bíblica, consideremos ahora qué es.
La sumisión bíblica es abnegación voluntaria.
En el relato de la creación de Génesis, después de que Dios formó a Adán del polvo de la tierra, vemos esa sorprendente observación cuando, por primera vez, Dios dice: “No es bueno”. Después de cada uno de los seis días, Dios había declarado que Su creación era “buena”, pero ahora Dios anuncia que falta algo: la compañera de Adán en la vida. Entonces, Dios hizo, como él lo describió, la “ayuda” de Adán, Eva.
La idea de sumisión, o de que la mujer “ayude” o “asista” a su esposo, se remonta al diseño original de Dios para el matrimonio en la creación perfecta.
La implicación de esta creación es que al darle a Adán un ayudante. Adán estaría mejor capacitado para cumplir el propósito de Dios para su vida, y finalmente traería más gloria a Dios mientras ellos, juntos, cuidaban el Jardín y adoraban al Señor. La implicación es obvia: Adán nunca hubiera podido cumplir los propósitos de Dios sin la ayuda de Eva.
Ahora no malinterprete esto. Eso no significa que los adultos solteros carezcan del pleno deleite y propósito de Dios en la vida. Su diseño para la vida será diferente al de aquellos que se casan. Pero para aquellos que se casan, el diseño de Dios es que el esposo y la esposa cooperen para cumplir el propósito de Dios para ellos; No que compitan por el dominio y sus deseos egoístas.
Un esposo sabio se da cuenta de que Dios le ha dado una ayuda idónea sorprendente y perspicaz. Lo que significa que no debería callarla para hacer lo que él exige. Como cualquier buen asistente, la esposa debe ofrecer ideas, sugerencias, hacer correcciones y proporcionar recordatorios. Tendrá ideas y habilidades que multiplicarán sus esfuerzos juntos, y un esposo sabio comprenderá su valor. La sumisión bíblica es el llamado divino de una esposa para honrar y afirmar el liderazgo de su esposo, y al mismo tiempo ayudarlo con sus dones únicos y complementarios.
Desafortunadamente, el mundo ve la sumisión de manera diferente. El mundo ve la idea de la sumisión como un servicio inferior y de segunda clase, sin iniciativa ni valor. Este punto de vista no podría estar más lejos de la verdad de las Escrituras.
Señoras, mientras desean someterse a sus esposos de una manera que honre a Dios, busquen estas características en su vida: lealtad, buena disposición y fidelidad con el fin de ayudar y complementar.
Y si está casada con alguien que no comparte sus convicciones espirituales, recuerde esto: su sumisión fiel a su esposo junto con su respeto y honor por él, donde sea posible, son evidencia de la obra de Dios en usted. Su amor refleja el amor de Dios por las personas pecaminosas y caídas, y la gracia que le demuestra a su esposo incrédulo refleja la gracia de Dios, que él le ha dado a usted generosamente.
Este artículo ha sido traducido y adaptado con el consentimiento de su autor.