La experiencia personal se considera actualmente como el principal medio de conocimiento y verdad en nuestra cultura. Ya se trate de los problemas actuales de racismo o derechos LGBT, o se trate de una interpretación bíblica; la experiencia personal se eleva regularmente como el determinante controlador de la verdad.
Tomemos, por ejemplo, las siguientes afirmaciones de experiencia:
- “El racismo sistémico debe existir porque lo he experimentado”.
- “No puedes juzgar a una persona transgénero porque no tienes su experiencia. No sabes cómo es para él “.
- “He tenido la experiencia de hablar en lenguas; por lo tanto, las Escrituras deben interpretarse de forma que permita el hablar en lenguas”.
Ahora, desde un principio, reconozco libremente el valor de la experiencia personal. La Escritura claramente espera que los maduros posean sabiduría debido a sus muchos días de experiencia (Job 12:12). Además, muchos de los Salmos se basan en una respuesta a la experiencia personal. También, ¡nuestras experiencias personales son de beneficio para nuestra santificación personal (Santiago 1:2-4)! Entonces, entiendo el valor de la experiencia personal. Pero como cristianos, debemos pensar críticamente sobre la relación entre la experiencia personal y la verdad.
Nuestros defectos físicos manchan nuestra experiencia personal
Al usar la palabra “físico”, estoy enfatizando principalmente (1) nuestras limitaciones físicas y (2) los efectos del pecado en nuestra mente e intelecto.
Un ejemplo de nuestras limitaciones físicas podría ser nuestra audición. Quizás nuestra audición no es tan buena como antes o como podría ser. Cualquiera que sea el caso, muchas personas escuchan algo más que lo que realmente se dijo. O tal vez escuchan algo detrás de lo que se dijo – algo que realmente no se dijo. En este caso, las limitaciones físicas afectan nuestra experiencia personal.
Adicionalmente, debido a que el pecado impacta negativamente la creación física, esto incluye efectos negativos en nuestro intelecto y mente. En otras palabras, nuestras observaciones y experiencias a menudo se recuerdan mal o se olvidan parcialmente. Esto se puede observar de muchas formas. Por ejemplo, un Centro Judicial, la NCSC (National Center for State Courts), tiene una declaración contundente sobre los problemas que tienen los testigos para identificar a los delincuentes.
Los científicos sociales han demostrado a través de estudios desde la década de 1960 que había motivos importantes para preocuparse por la precisión del testimonio de identificación de testigos oculares utilizado en los juicios penales. Aunque los testigos a menudo pueden estar muy seguros de que su memoria es precisa al identificar a un sospechoso, la naturaleza maleable de la memoria humana y la percepción visual hace que el testimonio de testigos oculares sea una de las formas de evidencia menos confiables.
Nuestros defectos espirituales manchan nuestra experiencia personal
No solo nuestra experiencia personal se ve obstaculizada por defectos físicos, sino que también tenemos defectos espirituales. Al referirme a los defectos espirituales, simplemente me refiero al hecho de que todos somos pecadores (Romanos 3:23). Debido a que todos somos pecadores, sin intención (e intencionalmente) nos engañaremos a nosotros mismos y a los demás (Jeremías 17:9).
Aunque a los incrédulos se les etiqueta como mentirosos (1 Timoteo 1:10), a los creyentes se les instruye a dejar de mentir (Efesios 4:25). Sin embargo, nuestra carne todavía hace guerra contra las cosas de Dios (Gálatas 5:19-21), y el pecado que queda en nosotros contribuye a nuestros fracasos (Romanos 7:22-24).
Comprender que estamos contaminados espiritualmente es un paso importante hacia la sabiduría. Proverbios está repleto de advertencias para aquellos que son sabios a sus propios ojos (Proverbios 12:15; 16:2; 21:2; 26:12). Según Proverbios, debido a que estamos intrínsecamente predispuestos, la experiencia personal debe ser desafiada por una autoridad externa, ya sea la Palabra misma (Proverbios 13:13; 15:32), o consejeros sabios que se asume que están influenciados por la Palabra. (Proverbios 11:14; 15:22; 20:18; 27:9).
Por esta razón, la experiencia personal siempre debe estar sometida a las Escrituras. Una de mis porciones favoritas de la Palabra habla muy claramente sobre la superioridad de las Escrituras a la experiencia personal.
“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.
Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos,
Porque siempre están conmigo.
Más que todos mis enseñadores he entendido,
Porque tus testimonios son mi meditación.
Más que los viejos he entendido,
Porque he guardado tus mandamientos.”
Salmos 119:97-100
La búsqueda de la objetividad y la falacia anecdótica
Los cristianos no son los únicos que han observado que la experiencia y la emoción personal son peligrosas al presentar argumentos. Aristóteles y los antiguos griegos reconocieron la importancia de la razón y la lógica en la toma de decisiones. De hecho, durante los inicios del campo del debate y la lógica, surgió una lista de falacias. Una falacia es simplemente un error de razonamiento. Pertinente a nuestra discusión es la falacia anecdótica.
“La falacia anecdótica se comete cuando un recuerdo reciente, una anécdota llamativa o una noticia de un evento inusual lleva a uno a sobreestimar la probabilidad de ese tipo de evento, especialmente cuando se tiene acceso a mejores pruebas. En otras palabras, el error es permitir que los efectos emocionales de un recuerdo vívido o una historia superen las pruebas más sólidas, como las estadísticas, sobre la frecuencia de tales eventos.”
A lo largo de la historia se ha reconocido que argumentar desde la experiencia es una forma de argumentación mucho más débil. Esto tiene sentido desde una cosmovisión cristiana porque sabemos que nuestra experiencia personal está contaminada por el pecado. Pero, incluso los no cristianos han reconocido históricamente la necesidad de estándares objetivos.
Sin embargo, vivimos en una época en la que, estadísticamente, más del 58% de los estadounidenses creen que la verdad la decide el individuo e indudablemente el pueblo hispanohablante no es muy diferente. Atrás quedaron los días del diálogo objetivo y racional. Pero como cristianos, todavía estamos llamados a operar con el mismo estándar. Debemos ser coherentes, objetivos y justos. Siempre que sea posible, buscaremos utilizar medios de aprendizaje que mitiguen nuestros prejuicios y los de quienes nos rodean. Esto se relaciona principalmente con el uso de las Escrituras, pero también es un argumento para utilizar datos y estadísticas.
Al final del día, la experiencia personal tiene sus beneficios. No voy a negar eso. Sin embargo, instaría a una tremenda precaución al usar la experiencia personal como el lente principal a través del cual estamos evaluando las tendencias culturales o interpretando las Escrituras. Hacerlo es, para decirlo en el lenguaje de Proverbios, una necedad.
Este artículo ha sido traducido y adaptado con el consentimiento de su autor. Puede encontrar el artículo original en la página web del autor.https://www.petergoeman.com/a-christian-critique-of-personal-experience/