Lección 20: El Soberano Se Convirtió en Esclavo

Pasaje Bíblico: Filipenses 2:8.
Mientras que la mayoría de las personas reclaman por sus derechos y aún aveces reclaman por cosas que ni siquiera merecen, el Señor Jesucristo demostró su humildad al soportar voluntariamente un trato totalmente inmerecido. El día de hoy exploramos con mayor detenimiento la humildad de Cristo en su muerte en la cruz.

El mundo está fascinado por los poderosos, los ricos, los famosos.

            Forbes publica sus listas anuales de las 100 celebridades top y las 400 personas más adineradas de Estados Unidos.

            Otros medios de comunicación publican listas como: las 10 personas más poderosas en el mundo; o, las 50 personas más poderosas en Washington.

            Me encontré con un artículo en una página de internet asociada con la comunidad empresarial de Wall Street. Esta tenía un cambio inusual en su título. Estos los llamaban, “las 100 personas menos poderosas en el mundo.”

            Incluían a un ex-empresario de una compañía petrolera que después de un gran derrame en el Golfo de México, terminó en bancarrota.

            Esta lista también incluía a los directores de antiguas compañías que perdieron sus clientes de la noche a la mañana por la creación de nuevas tecnologías – por ejemplo, se citaba al director de Blockbuster.  

            Usted recordará cuando uno tenía que salir de la casa y rentar un videocasset para ver una película en casa. Con la llegada del internet, Netflix y todo eso, Blockbuster quedó obsoleto y la compañía cayó en bancarrota.

            Esta lista también incluía inversionistas, como dos hermanos de India, quienes perdieron billones de dólares en un reciente colapso financiero.

            La lista también incluía a algunas antiguas estrellas de Hollywood cuyos rostros y reputaciones fueron arruinados por sus recurrentes visitas al cirujano plástico.

            También se incluían atletas que alguna vez tuvieron la atención del mundo entero, pero que por una u otra razón hoy ya no son tema de conversación.

            Todos estos individuos en la lista – y leí todos los 100 – todos ellos son considerados por el mundo entre los menos poderosos – ya sea por malas decisiones financieras, malas inversiones, escándalos morales, falta o perdida de talento, cambios de circunstancias; pero este es el punto que quiero hacer – ninguno de ellos escogió perder su poder.[i]

            Ninguno de ellos se ofreció voluntariamente para perder su poder.

            O sea, ¿quién lo haría?

            Yo conozco a alguien. Y usted también lo conoce.

            Cuando Dios el Hijo vino a la tierra y se convirtió en el Hijo del Hombre – Él literalmente escogió el rol y el estilo de vida de un sirviente – un esclavo.

            No hay nadie que tenga menos poder que un esclavo.

            Y en su carta a los Filipenses, Pablo usa la vida de Cristo como el ejemplo supremo de humildad – y luego nos llama a que lo imitemos.

            Si usted nos estuvo acompañándonos en los últimos dos estudios, recordará que el Apóstol Pablo comienza citando un himno – quizás uno de los primeros himnos de la iglesia primitiva.

            Y este himno, como cualquier otro buen himno, está lleno de verdades teológicas.

            En los últimos estudios hemos estado analizando la letra de este himno que encontramos en Filipenses 2 empezando con el versículo 5.

  • Este es un himno acerca de la encarnación – cuando Dios el Hijo se hizo hombre.
  • Este es un himno acerca de su humillación – cuando se convirtió en un doulos – literalmente, un esclavo.
  • Es un himno acerca de su crucifixión y muerte.
  • Y es este himno que termina con la exaltación de Cristo – cuando toda lengua confesará que Él era y es realmente el Rey soberano.

            Ahora, manteniendo el contexto de Pablo al usar el ejemplo de la encarnación de Cristo como la más grande ilustración de humildad – la entrega de sus derechos personales – He sugerido cuatro derechos personales que Dios el Hijo abandonó cuando vino a la tierra.

 

  1. Jesús entregó su derecho de vivir como Dios.

 

            En el versículo 6 se nos dice que incluso, aunque Jesús, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse.

            En el idioma original, vemos que hay un lenguaje mucho más expresivo para declarar que incluso cuando Jesús pre-existía en la misma naturaleza y esencia de Dios el Padre como Dios el Hijo, Él no se aferró a sus derechos que compartía con Dios el Padre.

            El entregó su derecho legítimo de vivir como Dios.

 

  1. En segundo lugar, Jesús entregó el derecho de actuar como Dios.

            El versículo 7 nos dice que él se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo – un doulos – literalmente un esclavo.

            Así que el Rey Soberano se convierte en un esclavo en su humillación. Y por causa de aquello el ahora rehúsa demostrar su poder y sus atributos para su propio beneficio o comodidad.

 

  1. Luego notamos, en tercer lugar, que Jesús entregó su derecho de parecerse a Dios.

            Nuevamente, en el versículo 7 y la primera parte del versículo 8, Pablo canta este himno que dice que Jesús fue hecho semejante a los hombres, y fue hallado en la condición de hombre.

            En otras palabras, antes de su encarnación, él estaba vestido con un esplendor inimaginable; pero luego, con increíble humildad según el profeta Isaías, el escoge el rostro y cuerpo de un hombre común y poco atractivo (Isaías 53:2)

            O sea, ya que Él podría haber escogido todo, desde el tamaño de su nariz hasta el color de sus ojos, él podría haber sido el hombre más atractivo del planeta. Y, sin embargo, Él continúa demostrando su humildad, no solo al convertirse en un hombre, sino que también al convertirse en un hombre común y corriente. De hecho, Él es tan sencillo y poco sobresaliente que cuando Él anuncia quien es, los líderes judíos dicen, ¿no es este el hijo del carpintero? Y se escandalizaban de él (Mateo 13:55-57).

            Y le aseguro que, si nosotros lo hubiéramos visto en el primer siglo, habríamos también concluido lo mismo que el resto de la comunidad. Al verlo, le habríamos dicho “mira, la verdad es que nunca hemos visto al Hijo de Dios, no sabemos como será, pero definitivamente tu no lo eres.”

            Cuando la princesa Elizabeth se casó con el Duque de Edimburgo en 1947, las calles y los parques de Inglaterra estaban atestadas de personas mientras estas se amontonaban para poder tener al menos un vistazo de la futura reina y su vestido de novia. Jefes de estado y la realeza de todo el mundo había venido a ver y rendir homenaje a la reina escogida y su imperio. Entre ellos estaba el Rey Faisal II de tan solo 12 años, soberano en medio oriente, quien no estaba interesado en la boda o nada de esas cosas. De hecho, el ni siquiera quiso usar sus vestiduras reales y se vistió como un niño común y corriente. Él quería una mejor vista de los caballos que tiraban del carruaje real. Así que se alejó de su séquito y empezó a moverse entre las multitudes abriéndose paso a empujones hasta que llegó al borde de la calle. Una vez allí, la policía lo agarró del brazo y lo trataron duramente… hasta que supieron quién era. Ese incidente llegó a los diarios, que más tarde pidieron perdón a través de titulares que decían, “lo sentimos Rey Faisal… no sabíamos quien eras.”

            Lo que nos lleva a nuestro cuarto y último derecho que Jesús entregó en su humildad y encarnación.

 

  1. Jesús entregó su derecho de ser tratado como Dios.

            Pablo escribe en la mitad del versículo 8. Se humilló a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte.

            A todo esto, esta frase nos indica una vez más que Jesús es más de lo que aparenta ser a simple vista.

            Su muerte requería su obediencia.

            Nuestra muerte no. Para nosotros la muerte no es una cuestión de obediencia. Nosotros morimos ya sea que queramos o no.[ii]

            Para nosotros, la muerte no es algo que podamos elegir – es obligatorio… es una realidad inescapable, 100% segura.

            Tratamos de no pensar en eso… y, a decir verdad, haríamos lo que fuera para evitarla.

            En una ocasión, cuando era niño me encontraba viajando con mi familia, y tuvimos que pasar la noche en un hotel. Toda mi familia compartió la misma habitación. Mi madre me contó más tarde que cerca de la media noche, me había sentado rápidamente en la cama y que había gritado una sola palabra – muerte – y me volví a acostar.

            No hay duda que le arruiné la noche a mi pobre madre.

            La muerte es un misterio que no estamos muy ansiosos de descubrir – aun cuando sabemos que hay del otro lado.

            Pero no sabemos cuándo va a pasar.

            Jesús si lo sabía.

            Esto es lo que Pablo quiere decir aquí – él se hizo obediente hasta la muerte.

            En otras palabras, va a requerir obediencia de parte de Cristo para poder experimentar la muerte. Eso es lo que él estaba diciendo en Juan 10:18 cuando declaró yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.

            Y en la cruz, Jesús lo demuestra cuando él entrega el espíritu y muere. En el original, queda aún más claro que esto se refería a una entrega voluntaria.[iii]

            Así que en Filipenses 2, Pablo está diciendo – Jesús murió en el mismo momento que decidió morir. Él vivió una vida de obediencia hasta culminarla con un último acto de obediencia. Esta obediencia era a la voluntad de su Padre como lo habían predeterminado antes de la fundación del mundo.

            No fue un accidente – era el plan.

            Pablo más adelante va a predicar a la nación de Israel – el hombre al que ustedes asesinaron ya había sido determinado por Dios para que muriera de la misma manera que fue muerto (Hechos 2:23)

            Como vera, desde la perspectiva de la humanidad, al ver los eventos de su muerte – Jesús fue asesinado. Pero desde la perspectiva de Dios y el plan de redención – él no fue asesinado, él fue sacrificado.

            Él era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:12).

            Y su último acto de obediencia – en una vida perfectamente obediente – fue entregar su espíritu al Padre.

            Y Pablo aquí agrega una frase más – no fue cualquier tipo de muerte – note la última parte del versículo 8 – fue una muerte de cruz.

            Y quiero que nos detengamos por un momento… y pensemos en este hecho.

            Cristo se hizo obediente hasta la muerte – y como si eso fuera poco, si aún puede imaginárselo, esa muerte fue muerte de cruz.

            El está entregando su derecho de ser tratado como Dios.

            La muerte en la cruz era el insulto más grande que podía existir, y fue el acto más grande de humildad de parte de Cristo.

            Pablo escribiría luego que, para los gentiles, la muerte de Cristo en la cruz era una locura (1 Corintios 1:23).

            Ellos pensaban, los dioses no mueren y menos de esa forma.

            Pablo también escribió a los Corintios que, para los judíos, la crucifixión de Cristo era un tropezadero. En otras palabras, ellos simplemente no podían superar el hecho de que su propia ley – Deuteronomio 21:23 – dejaba en claro que cualquiera que muriera colgado en un madero – lo cual ciertamente podía incluir crucifixión – era efectivamente maldito por Dios, condenado.

            O sea, si Él era el Hijo de Dios, el no habría sido maldito o condenado por su mismo Padre al morir en la cruz, y si Él era en verdad Dios encarnado – el Mesías de Israel, Él no habría muerto.

            Los judíos estaban esperando un Mesías libertador, que derrotara a sus opresores y reinara sobre ellos… Jesús obviamente no podía ser esa persona.

            Cuando fui a Israel, tuve la oportunidad de conocer el lugar donde habían descubierto las ruinas del palacio del Rey David – un hallazgo sorprendente y bastante reciente. Las paredes del palacio estaban literalmente debajo del centro para visitantes y podían verse a través del piso que es transparente. Un fundamento fue construido para sostener el centro para visitantes y básicamente todo lo demás ha sido excavado.

            En el centro para visitantes hay una tienda de regalos con muchísimos libros y fotos del lugar. Me encontraba esperando a mi grupo que en ese momento estaba explorando las ruinas y túneles de la ciudad. Y como no había nadie más comprando en la tienda de regalos y la joven judía detrás del mostrador parecía que no tenía mucho que hacer, empecé a conversar con ella y hablamos acerca de algunas cosas que habían descubierto recientemente en la antigua ciudad de David… después de unos minutos fui directo al grano y le dije, “Mira, quiero que me digas algo. Cuando escuchas a los cristianos hablar acerca de Jesús siendo el Mesías, ¿cual es el argumento más grande viene a tu mente? ¿cuál es para ti el mayor problema en que Jesús sea el verdadero Mesías? Y sin tomar siquiera un segundo para pensarlo, respondió: “¡porque murió! Él no puede ser el Mesías porque murió. Y no trajo paz. ¿Qué clase de Mesías es ese? El murió.”

            Antes de que pudiera contarle que el profeta Isaías predijo que el Mesías vendría primero para sufrir y que luego volvería para traer paz y reinar sobre la tierra, otros turistas aparecieron e interrumpieron la charla.

            Pero ella estaba convencida… él no es el Mesías porque murió.

            Esta es la piedra de tropiezo – y aun 2000 años más tarde lo sigue siendo para la nación de Israel.

            Y Pablo va a tratar con este tema con ambos; con los Gentiles que pensaban que un Dios moribundo es locura, y con los judíos que estaban escandalizados por la idea.

            Pablo va a escribir acerca de la cruz, él va a gloriarse en la cruz, él va a explicar la cruz y él va a redefinir la cruz.

            De hecho, el escribe a los Gálatas que Cristo vino para cargar nuestro pecado y sufrir la maldición y la ira de Dios en nuestro lugar. El escribe, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gálatas 3:13)

            En otras palabras, esto es exactamente porque Jesús vino y fue sacrificado en una cruz… Él entregó su derecho de ser tratado como Dios – y en toda humildad, cargó la maldición del pecado y la ira de Dios para que nosotros no fuéramos condenados por siempre por Dios en el infierno.

            Pero incluso para el mundo en general, en aquellos tiempos cuando la iglesia cantaba este himno acerca de la humildad de Cristo, la crucifixión era mucho más que humildad… era una horrorosa humillación, una completa degradación de la persona.

            De hecho, era la crucifixión que separaba el cristianismo de cualquier otra religión – y la hacía repulsiva… la humanidad prefería adorar a un dios que matara otras personas, a uno que fuera asesinado por personas… ¿qué clase de dios seria ese?

            Era simplemente inimaginable para el mundo en que Pablo vivía especialmente.

            La crucifixión fue inventada por los persas quienes querían una forma de ejecución que les permitiera matara a alguien sin que este tocara a su diosa Tierra.

            Los cartaginenses desarrollaron esta forma de ejecución, y los griegos la popularizaron. Finalmente, fueron los romanos los que perfeccionaron el aspecto de la tortura en la crucifixión.

            La crucifixión era el método popular de pena de muerte solo para aquellos que no eran ciudadanos romanos.

            Cícero, el filósofo Romano que murió 50 años antes del nacimiento de Cristo escribió, “atar a un ciudadano Romano es un crimen; azotarlo es una abominación; pero crucificarlo es – ¿qué? No hay palabra que pueda describir tal horrenda acción.”[iv]

            Josefo, el historiador judío del primer siglo, fue testigo de la destrucción de Jerusalén en el año 70 D.C., por el general romano Tito. Tal como Jesucristo había predicho, no quedó una sola piedra del templo sin ser removida.   

            Josefo escribe que los judíos que trataron de escapar la ciudad sabían que era muy tarde para suplicar por misericordia.  Estos fueron primero azotados, luego torturados, y luego, antes de morir, fueron crucificados en frente de los muros de Jerusalén. Tito, el general romano incluso sintió pena por ellos, pero ya que había tantos intentando escapar – aproximadamente 500 al día – permitió que sus soldados hicieran de las suyas, esperando que aquel macabro espectáculo convenciera a los judíos de rendirse. Así que los soldados, llenos de odio e ira, llevaron a los prisioneros, y los clavaron a las cruces en diferentes posiciones, burlándose y haciendo escarnio de ellos. El número de personas que fueron asesinadas de esa forma fue tan grande que no había suficiente espacio para las cruces, y no habían suficientes cruces para todos los cuerpos.[v]

            Parte de porque tenemos un entendimiento equivocado de la muerte de nuestro Señor es el hecho que a la iglesia través de los años ha romantizado la cruz. Tenemos esta imagen de que Jesús tenía solo hilito de sangre que brotaba de sus manos y pies, y el colgaba simétricamente en una cruz de unos 3 metros de alto.

            La cruz romana de hecho media aproximadamente 1 metro 80 de altura. La víctima era clavada a una viga portátil de madera y luego era levantada mientras la viga que tenía un agujero en el centro era colocada sobre la viga vertical.

            Las vigas verticales estaban clavadas permanentemente al suelo, y estas se encontraban típicamente al lado de algún camino concurrido, o la ladera de un cerro. Se hacía sentar a la víctima sobre un bloque de madera llamado montura, el cual se encontraba en la mitad de la viga vertical. Luego los pies de la víctima eran clavados a la viga.

            La victima podía agonizar por días, incluso semanas. Se encontraba lo suficientemente cerca de la tierra como para que le hablaran, escupieran, e incluso golpearan.

            Muchos morían en un estado de locura.

            Otro aspecto de la crucifixión que hacía de esta la ejecución más degradante de todas era el hecho de que la mayoría de las víctimas no eran enterradas. Simplemente eran dejadas para que sufrieran y murieran, y que luego fueran comidas por animales salvajes.

            Tenemos un registro histórico de un ladrón que fue colgado en una cruz, bajo el gobierno de Domiciano (el emperador romano del primer siglo) y que luego fue despedazado por un oso.[vi]

            Siempre había buitres cerca de los lugares de crucifixión, los cuales volaban sobre los crucificados, listos para descender sobre los cuerpos.

            Un poeta romano del primer siglo llamado Juvenal, escribió, “el buitre se apresura a ir desde el ganado y los perros muertos hacia las cruces, para traer algo de ello para sus crías.”[vii] 

            Del primer siglo tenemos otro registro que nos cuenta que a un hombre lo crucificaron para que fuera presa de las aves y las bestias salvajes.[viii]

            Ahora, si los Romanos necesitaban la cruz para otra víctima y no tenían tiempo para esperar que los animales salvajes se encargaran del cuerpo – o si los judíos querían que alguna victima fuera quitada de la cruz antes del sábado – el cuál es el caso de Jesús – los soldados quebraban las piernas de las víctimas y los empujaban, sacándolos de esa pieza de madera – la montura – y así morían rápidamente por asfixia.

            Usted recordara que en el evangelio de Juan se nos dice que a las dos víctimas que estaban al lado de Jesús les quebraron las piernas, pero que a Jesús no se las quebraron porque él ya estaba muerto (Juan 19:33).

            Esta es la razón por la cual los gentiles consideraban que adorar a un Dios crucificado era una completa locura. Ellos lo llamaban manía – y aquellos que adoraban a Cristo eran llamados maniáticos.

            Un escritor del primer siglo dijo que los cristianos eran considerados como personas que adoraban a un criminal y su cruz.[ix]

            Lucio Cecilio, un ejecutivo bancario romano exitoso que vivió durante el tiempo de la muerte de Cristo escribió que los cristianos presentaban delirios enfermizos. Él dijo, “esta es una superstición loca y sin sentido que lleva a la destrucción de toda religión verdadera; entre las monstruosidades de su fe, esta el hecho de que ellos adoran a uno que ha sido crucificado.”[x]

            Es fácil entender porque el mundo sentía tal repulsión hacia la idea de que el cristianismo fuera fundado por un campesino que había muerto una muerte tan vil.

            De hecho, necesitamos entender otro problema aún más critico respecto a la crucifixión. La crucifixión era reservada, primeramente – y principalmente – para la ejecución de esclavos.

            Los esclavos no tenían derechos… ellos no podían defenderse legalmente… ellos no poseían nada y no les era ofrecido nada a cambio de su servidumbre. Ellos estaban a merced de sus amos.

            La cruz llego a ser, como lo puso un escritor romano, “la pena del esclavo… la sentencia del esclavo.”[xi]

            El punto que Pablo quiere hacer aquí, es claro. La iglesia del primer siglo habría conectado inmediatamente la referencia en el versículo 7 de Jesús tomando forma de siervo – literalmente, un esclavo – con el versículo 8 – que Cristo murió en una cruz.

            Porque así es como frecuentemente morían los esclavos que eran ejecutados.

            Los primeros versos de este himno no llevan a la persona a ver la gloria del cielo o el esplendor del trino Dios; llevan al cantante, como lo expresó un escritor, al momento más oscuro de la humanidad para ver la horrenda tortura, el indescriptible abuso, la sangrienta ejecución de un esclavo en una cruz. Y este himno celebra la muerte de este Esclavo en esta cruz.[xii]

            El escogió esa cruz… el escogió morir.

            A todo esto, no pasemos por alto el hecho de que Jesucristo, en su humildad y obediencia se convierte en lo que ningún sacrificio animal pudo llegar a ser. Todos los sacrificios del Antiguo Testamento no fueron suficientes. Eran simplemente una sombra de la realidad que iba a venir más adelante – la llegada y el sacrificio del cordero de Dios, Jesucristo.

            Y piense en esto, todos esos animales sacrificados no tenían idea de lo que significaba su sacrificio; no sospechaban del rol que estaban cumpliendo; todos estos eran involuntariamente asignados a morir.[xiii]

            Sin embargo, el Cordero de Dios:

  • Estaba consciente de lo que significaba su sacrificio
  • Sabia eternamente cual era el rol que estaba cumpliendo
  • Y estaba 100% dispuesto a morir en nuestro lugar y por nuestro pecado

            Isaías escribió que él fue angustiado y afligido – En hebreo, estos verbos están en la forma Nif´al tolerativo – lo que significa que Cristo, fue voluntariamente angustiado y afligido, no abrió su boca; y como cordero fue llevado al matadero (Isaías 53:7).[xiv]

            El Hijo de Dios escogió ser obediente hasta la muerte.

            Al estudiar este pasaje, me di cuenta que en estos versículos abundan analogías en las cuales nunca me había detenido a reflexionar. Voy a resumir seis de ellas rápidamente.

  1. En primer lugar, la cruz revela una completa falta de misericordia – Jesús no recibió misericordia mientras cargó nuestro pecado en su cuerpo sobre el madero; el clamó en agonía mientras la ira de Dios el Padre era derramada sobre Él (Mateo 27:46). Porque el – en ese momento – quien no conoció pecado, por nosotros se hizo pecado. (2 Corintios 5:21).
  2. En segundo lugar, la cruz siempre involucraba vergüenza pública. Los romanos se aseguraban de que la cruz fuera colocada en alto, sobre algún cerro o incluso al lado de algún camino bien transitado como una forma de disuadir el crimen y como una forma de humillar públicamente al criminal. Hebreos 12:2 habla del oprobio, la vergüenza que Cristo soportó voluntariamente para salvarnos.
  3. La cruz era usada para aquellos que eran culpables de alta traición. No puedo sino pensar en Cristo quien se atrevió a llamar a hombres y mujeres a ser parte de otro reino – quien nos llamó a vivir en vista de la llegada de Su reino. Y pensar también que sus seguidores prontamente sufrirán y morirán por rehusar llamar a Cesar, Señor y Salvador.
  4. La cruz era usada para ejecutar prisioneros de guerra. Lo que me hace pensar en nuestro salvador quien por un momento fue prisionero del pecado y un cautivo de la muerte para que nosotros pudiéramos ser libres del encarcelamiento en el infierno.
  5. La cruz principalmente era usada para ejecutar esclavos y disuadir sus intentos de rebelión. Y la iglesia cantaba en sus inicios de su Señor que vino y tomó la forma de un esclavo, y fue obediente hasta la muerte para que nosotros, esclavos del pecado, pudiéramos ser liberados para vivir en santidad y justicia.
  6. La cruz era usada para ejecutar criminales violentos y ladrones. Nuestro Señor destruyó violentamente el poder y el aguijón de la muerte. El aplastó la cabeza de la Serpiente. Y él se robó nuestros corazones y todo nuestro amor.  

            ¿Qué más podemos hacer, sino unirnos en alabanza a nuestro Dios con aquellos creyentes en el primer sigo cantando este maravilloso himno?

            Este es el por qué, tal como Pablo aquí – y tal como la iglesia primitiva – nosotros seguimos cantando hasta el día de hoy acerca de la cruz de Cristo.

            Este es el por qué, hoy usted usa una cruz de collar – como una pieza de joyería fina – siendo que la cruz es un símbolo de tortura y muerte; es como usar un collar con una silla eléctrica o una guillotina… ¿porque haríamos eso?

            Porque la cruz – este instrumento de tortura – se ha convertido en el símbolo de su redención eterna… es por eso.

            Los Romanos usaban la cruz para disuadir el crimen, para castigar criminales, para causar temor; Cristo usó Su cruz para satisfacer la santa ira de Dios; para pagar nuestra condena; para satisfacer la ley; para remover la pena de nuestro pecado; para probar el amor de Dios.[xv]

            En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:10).

            En la demostración más grande de humildad que el mundo alguna vez haya visto, Jesucristo entregó sus derechos: 

  • Él nunca hizo valer sus derechos.
  • El nunca demandó un juicio justo.
  • El rehusó defenderse
  • El no demandó adoración ni respeto.

            Piense en eso – casi en todo lugar del mundo hay una enorme fiesta de cumpleaños llamado navidad – ¿Podría imaginarse llegar a un cumpleaños y que todos entreguen regalos excepto al cumpleañero? De hecho ¿puede imaginarse invitar a todos a la fiesta excepto al cumpleañero?

            Si eso le fuera a pasar a alguien en el día de hoy, el cumpleañero demandaría a todo el mundo por causarle estrés emocional y por violar sus derechos personales.

            Piense en todas las demandas legales que han habido en este año porque alguien no recibió lo que pensaba que merecía. Piense en el glorioso Hijo de Dios quien entregó sus derechos para ser tratado en una forma que Él no merecía.

  • El entregó su derecho de vivir como Dios
  • El entrego su derecho de actuar como Dios
  • El entregó su derecho de parecerse a Dios
  • Y el entregó su derecho de ser tratado como Dios.

            ¿Por qué?

            El apóstol Juan responde a la pregunta de forma magnífica cuando escribe, Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).

            Jesucristo entregó todo lo que merecía tener para que nosotros pudiéramos tener un derecho que no merecíamos – ser incluidos en la familia de Dios por siempre – perdonados, rescatados, redimidos. 

            Atanasio, unos de los padres de la iglesia en Alejandría, arriesgó su vida defendiendo la deidad de Jesucristo. El escribió las siguientes palabras: “La crucifixión fue la única muerte en la que un hombre podía morir con sus brazos abiertos… Al morir de esta forma es como si Jesús como si estuviera invitando a todas las personas… todas las naciones… todas las generaciones… a venir a Él.[xvi]

            Esta es la humildad de Cristo.

            El soberano se convirtió en esclavo. El sufrió y dio su vida en sacrificio por nosotros para que usted y yo pudiéramos obtener salvación, el perdón de pecados.

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el día 29/03/2015

© Copyright 2015 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

[i] Adapted from, The 100 Least Powerful People in the World, 24/7 Wall Street Morning Newsletter; 3/29/11;

www.preachingtoday.com/illustrations/2012/november/2112612.html

[ii] Adapted from John MacArthur, Philippians (Moody Publishers, 2001), p. 133


[iii] Fritz Rienecker & Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 259


[iv] G. Walter Hansen, The Pillar New Testament Commentary: Philippians (Apollos, 2009), p. 157

[v] Martin Hengel; translated by John Bowden, Crucifixion (Fortress Press, 1977), p. 26.

[vi] Ibid, p. 35

[vii] Ibid, p. 54

[viii] Ibid, p. 76

[ix] Ibid, p.3.

[x] Ibid.


[xi] Ibid. p. 51


[xii] Hansen, p. 159

[xiii] Adapted from J.A. Motyer, The Message of Philippians (IVP Academic, 1984), p. 117


[xiv] Ibid


[xv] Adapted from Tremper Longman & David Garland, gen ed; The Expositor’s Bible Commentary: Volume 12 (Zondervan, 2006), p. 221

[xvi] Sam Gordon, Philippians: An Odyssey of Joy (Ambassador, 2004), p. 81