Lección 24: Sin Reservas, Sin Retorno, Sin Remordimientos

Pasaje Bíblico: Filipenses 2:16-18.
¿Hay cosas en su pasado de las que se siente arrepentido? En este programa estudiamos las palabras de un anciano apóstol Pablo que nos enseña a vivir una vida sin reservas, sin retorno, y sin remordimientos.

En 1904, William Borden se graduó de la escuela secundaria en Chicago. Él era el heredero de la enorme fortuna familiar, y como regalo de graduación, sus padres le dieron un viaje por todo el mundo.

            Su madre había tenido una profunda influencia en su vida. Ella se había convertido al cristianismo cuando William tenía unos 8 años, y desde entonces lo había llevado a una iglesia en el centro de Chicago, la cual hoy conocemos como la Iglesia Moody. Antes de su graduación, William ya había entregado su vida a Cristo.

            Ahora, como un joven de 16 años, viajando a través de Asia, el Medio Oriente y Europa, él sintió un creciente peso por los perdidos. Finalmente, Borden escribió a casa para decir, “he decidido dar mi vida al campo misionero.” Al mismo tiempo, él escribió dos palabras en la contra-tapa de su Biblia. Estas eran: “Sin reservas.”

            Muchos pensaron que esta era una locura, natural de su juventud y que se le iba a pasar pronto. No fue así. William empezó sus estudios en la Universidad de Yale con el deseo de vivir para Cristo. Él se convirtió en un líder en la universidad y en la comunidad cristiana por su dedicación al Señor. En su diario personal él escribió: “Di no al yo y si al Señor todo el tiempo.”

            Durante su tiempo en Yale, Borden empezó un pequeño grupo de oración que eventualmente transformó toda la universidad. Su grupo de estudio Bíblico empezó un movimiento que se extendió a través de la universidad y para el final de su primer año, 150 estudiantes se estaban reuniendo para un tiempo de estudio Bíblico y oración semanal. Para cuando Borden se estaba por graduar, 1000 de los 1300 estudiantes se estaban juntando en su grupo de oración.

            Borden había planeado una estrategia para que todos los estudiantes en la universidad pudieran escuchar el evangelio antes de graduarse.

            Su ambición de irse como misionero a algún lugar donde el evangelio no hubiera sido predicado, nunca disminuyó.

Eventualmente su visión se enfocó en los Kansu, una tribu en China.

            Su lugar en la sociedad, su gran fortuna y su herencia era el tema de mayor discusión entre sus amigos y familiares. Pero él seguía adelante. De hecho, después de graduarse de Yale, Borden escribió dos palabras más en la contra-portada de su Biblia: “Sin retorno.”

            Sin reservas… Sin retorno.

            Manteniendo ese compromiso, Borden rechazó cada una de las ofertas lucrativas que le ofrecieron – incluyendo el dirigir la enorme empresa familiar; al contrario, él entró al seminario. Después de completar sus estudios, se fue inmediatamente a Egipto para aprender árabe; para prepararse para una vida de ministerio en medio de los musulmanes en China.

            Pero él nunca sería capaz de llegar a China. Para sorpresa del mundo que había registrado su decisión de dejar su herencia y su fortuna y sus conexiones atrás, él se enfermó gravemente. Mientras él estaba en Egipto aprendiendo árabe, él contrajo meningitis y después de un mes, William Borden murió, siendo de 25 años de edad.

            Los titulares de los diarios reportaron las noticias del estudiante graduado más famoso de Yale. Expertos y reporteros concluyeron que su sacrificio fue: “un trágico desperdicio de una vida tan prometedora.”

             Como si hubiera anticipado toda la conmoción, antes de su muerte, William Borden abrió su Biblia, y allí, donde él había escrito previamente esas afirmaciones de compromiso, él escribió dos palabras más – las descubrieron después de su muerte; debajo de las palabras “sin reservas” y “sin retorno” él había escrito las palabras, “sin remordimiento.”[i]

            A todo esto, William Borden no escribió las palabras, “sin errores… sin fracasos… sin problemas…. Sino, “sin remordimientos.”

            Obviamente, habían cosas que él – y cualquier creyente genuino desearía hacer de forma diferente – pero él nunca se arrepintió de dedicar su vida al Señor Jesucristo.

            Cuando mi hermano menor, Tim, estaba en sus últimos momentos; de hecho, a unos días que el muriera de un tumor al cerebro, viaje a Charlotte y me senté al borde de su cama. Hablamos bastante acerca del Cielo. Le pregunté si había algo en su vida que deseaba haber hecho diferente. Él pensó por un momento y después me dijo que deseaba haber sido un testigo más fiel para Cristo.

            Me parecieron muy interesantes sus palabras, porque Tim solía testificar a todo el mundo. Él trabajaba como vendedor y por su profesión, hablaba con muchas personas. El vendía productos de medicina, así que, el solía sentarse con líderes importantes de la comunidad médica. Sus gastos anuales en viajes eran más grandes que mi salario. Y el siempre insistía en orar antes de las comidas, aunque estuviera almorzando con algún cliente no creyente.

            Sin embargo, al final de su vida el realmente deseaba haber sido aún más fiel. Pero el nunca lamentó haber vivido por Cristo.

            Nadie va a decir en su lecho de muerte:

  • Desearía haber gastado más horas en el trabajo
  • Desearía haber firmado ese contrato
  • Desearía haber ido a pescar más seguido
  • Desearía haber jugado más golf
  • Desearía haber terminado de pagar mi casa
  • Desearía haberme preocupado más de mi jardín.

            No. Escuche a aquellos que se acercan a la línea de meta – tan cerca que pueden verla… escuche lo que ellos dicen que es lo más importante.

            Sin reservas… sin retorno… sin remordimientos en seguir a Cristo.

  • Francamente, la única forma de vivir una vida sin remordimientos o arrepentimiento es entregando su vida a Cristo
  • Cargar la cruz cada día
  • Vivir enfocado en la tumba vacía de Cristo
  • Y anticipar el glorioso regreso de nuestro Señor.

            Ahora, Usted está a punto de escuchar a un envejecido apóstol Pablo, revelando su deseo de vivir sin reservas, sin retorno, y sin remordimiento.

            Lo encontrará en la carta a los Filipenses, capítulo 2.

            Pablo acaba de terminar de animar a los creyentes a compartir la palabra de vida, a dejar de quejarse, a brillar como estrellas en la noche oscura para mostrar el camino hacia Jesucristo.

            Y ahora Pablo agrega este testimonio personal acerca de su propia perspectiva en la vida y ministerio.

            Note el versículo 16. Asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.

            En otras palabras, quiero que vivan el evangelio porque si lo hacen, mi vida no habrá sido en vano – no habrá sentimientos de arrepentimiento o remordimiento en mi ministerio entre ustedes.

            Y note también como él describe su vida aquí.

            Hay tres metáforas que son usadas en este texto.

  1. Primero, Pablo se refiere a sí mismo como un corredor

             

            A todo esto, se dará cuenta, mientras lee las cartas de Pablo, de cuan seguido el usa el mundo de los deportes para ilustrar sus conceptos.

            Aquí el usa un verbo (treco; τρεχω) el cual su audiencia filipense habría entendido muy bien – correr.

            En cada ciudad griega – Filipos entre ellas – uno de los edificios claves era el gimnasio. El gimnasio era el lugar que servía como el club intelectual de la ciudad. Sócrates habría enseñado allí junto con los profesores y filósofos del día.[ii]

            Era también, por supuesto, el lugar para los entrenamientos y competencias atléticas, Y Pablo evidentemente evangelizó en varios de ellos.

            Él va a referirse en estas cartas:

  • Al boxeo (1 Corintios 9:26)
  • A los corredores que se esfuerzan a lo largo de la carrera para llegar a la meta (Filipenses 3:14)
  • Al juez que entrega la corona de laureles al ganador de la carrera (2 Timoteo 4:8).

            Pablo conocía muy bien los Juegos Ístmicos en corinto; los grandes juegos Pan-jónicos en Éfeso, y por supuesto, los juegos Olímpicos que se hacían cada 4 años.

            Las ciudades griegas estaban frecuentemente enfrentadas en guerras, pero cada cuatro años, sin importar que guerra o disputa hubiera, se hacía un alto al fuego y por un mes, atletas venían de todas partes para competir; filósofos y poetas venían a dar sus enseñanzas y sus últimos pensamientos; y escultores venían y esculpían estatuas de los ganadores.[iii]

            Y luego las ciudades volvían a la guerra.

            Pablo va a escribir acerca de correr su carrera para recibir el premio (1 Corintios 9); él va a escribir a los gálatas que él quería estar seguro de que no estaba corriendo la carrera en vano – que ellos no estaban abandonando el evangelio (Gálatas 2).

            Ahora, aquí, en Filipenses, él habla de sí mismo como si fuera un atleta que ha entregado su vida para prepararse para correr la carrera y el esperaba que esta no fuera en vano.

            A todo esto, una carrera exitosa para Pablo no es simplemente saber que él ha vivido una vida de devoción al Señor, sino que es saber que los creyentes en Filipos brillan como luminares, que demuestran la luz del evangelio de Dios.

            Pablo escribe aquí – “si ustedes brillan, yo no tendré entonces ningún remordimiento al correr mi carrera.”

            Lo cual revela la humildad de Pablo.

            Ahora, continuemos en el versículo 16. Pablo no solo se refiere a si mismo como un corredor. Note que,

 

  1. Él se refiere a sí mismo como un trabajador – ni en vano he trabajado.

            La palabra que Pablo usa para trabajar (καιραω) se refiere a trabajar duro – a hacer un trabajo difícil, doloroso, intenso, o extenuante.[iv]

            Hace alusión a una persona que queda extenuada por haberse ejercitado físicamente, mentalmente o incluso espiritualmente.

            Un erudito del Nuevo Testamento escribió que ambas ilustraciones – correr y trabajar – se relacionan estrechamente con las ideas de esfuerzo y cansancio; un trabajo lleno de sudor y estrés.[v]

            Y Pablo dice que todo eso vale la pena – él escribe – no es en vano si mantienen la unidad y si muestran la luz del evangelio en su cultura la cual está perdida en la oscuridad.

            Esto es lo opuesto al orgullo.

  • Unos padres orgullosos quieren reconocimiento por haber criado a sus hijos quienes son buenos y exitosos.
  • Un orgulloso hombre de negocios quiere todo el crédito por haber hecho una buena movida financiera.
  • Un profesor orgulloso quiere elogios de parte de cada uno de sus estudiantes por sus esfuerzos.

            Pero

  • Unos padres humildes están simplemente emocionados de ver a sus hijos caminar en el Señor.
  • Un humilde hombre de negocios quiere compartir el crédito con todo su equipo.
  • Un profesor humilde esta emocionado de saber que sus estudiantes se encuentran mejor preparados para la vida.

            Pablo no va a considerar su carrera bien corrida solo porque él es un apóstol y porque ha terminado su carrera sin caer; y que importa lo que hagan o no hagan los filipenses, él ya ha hecho las cosas bien y recibirá sus premios en el tribunal de Cristo.

            Así no es Pablo.

            Tal como el apóstol Juan, su gozo más grande es ver a sus hijos espirituales caminar en la verdad (3 Juan 1:4)

            Su enfoque era la misión, su enfoque era el evangelio.

            Durante la guerra civil estadounidense, El general George McClellan fue puesto a cargo de una gran armada, principalmente porque él contaba con el apoyo popular. Él se enorgullecía en ser un gran líder militar y disfrutaba escuchar a la gente que hablaban de él como “un joven Napoleón.” Sin embargo, sus habilidades de liderazgo no eran tan grandiosas después de todo.

            El presidente Lincoln lo puso como comandante general, esperando que esto cambiara un poco el carácter de McClellan, pero él seguía siendo el mismo perezoso, perdiendo su tiempo y rehusando hacer su trabajo mientras, al mismo tiempo, continuaba disfrutando su falsa concepción de sí mismo.

            Una tarde, Lincoln y dos de sus oficiales fueron a visitar a McClellan a su casa para animarlo a mejorar. Cuando llegaron allá, se enteraron que McClellan estaba en una boda. Los tres hombres se sentaron a esperar y una hora más tarde, el comandante general llegó a casa.

            Sin prestar atención o respeto al presidente, McClellan entró a su casa y no volvió a salir.

            Media hora más tarde, Lincoln envió a decirle que estaban todavía esperándolo. McClellan le mandó un mensaje devuelta diciendo que había decidido irse a dormir. Sus asociados estaban furiosos, y con mucha razón, pero el Presidente Lincoln simplemente se puso de pie y emprendió rumbo a su casa.

            Uno de sus hombres más tarde escribió lo que Lincoln dijo mientras salían del lugar, “Este no es momento de demandar buenos modales y dignidad; feliz sostendría el caballo de McClellan si solamente nos trajera éxito.”[vi]

            Imagine lo que provocó esta respuesta. Que enfoque distinto que tenía Lincoln

            E imagine el ejemplo de Pablo aquí. El está diciéndole a los creyentes en Filipos que se mantengan en unidad y humildad – y luego el demuestra humildad al decirles que el éxito de ellos en seguir a Cristo hace que valga la pena su esfuerzo, todo su sudor y todo su estrés.

            ¿Como es que Pablo puede ponerlos por encima de sus propias necesidades? ¿Como puede alguien someter su vida a otros?

            Bueno, parte de la respuesta se encuentra en el hecho de que Pablo conoce que su sudor y su estrés no es el final de la historia.

            Note en el versículo 16. Asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme…

            ¡En el día de Cristo!

            Pablo vivía en la expectativa del mañana.[vii]

            La frase – el día de Cristo – Ya ha sido usada en esta carta – en el capítulo 1, versículo 6 y luego, nuevamente en el versículo 10.

            Permítame recordarle que el día de Cristo no es el mismo evento que el Día del Señor, el cual se enfoca en el castigo de los que no se arrepienten durante los días de la tribulación (1 Tesalonicenses 5:2-3; 2 Tesalonicenses 2:1-8).

            El día del Señor será ese periodo de tiempo, subsiguiente al rapto donde la ira de Dios será derramada sobre la tierra mientras él prepara el corazón de la nación de Israel para que le reciba en su segunda venida; el día del Señor es también una referencia al juicio sobre el mundo durante el tiempo de la tribulación.

            El día de Cristo, sin embargo, es una referencia al tribunal de Cristo – al final de la historia del mundo como lo conocemos. Es el tiempo para los creyentes – no para que se decida si es que van al cielo o no, sino para ser premiados por la forma que vivieron sus vidas en la tierra. (1 Corintios 3:8; 2 Corintios 5:10)

            Uno no entra en el cielo por buenas obras (Efesios 2:8-9); pero las obras de los creyentes van a ser evaluadas y luego premiadas (1 Corintios 3:13-15)

            Pablo está diciendo aquí que él planea gloriarse en el hecho de que su esfuerzo va a traer frutos cuando los Filipenses demuestren la humildad de Cristo y vivan de una manera digna del evangelio.

            De hecho, la palabra que Pablo usa para gloriarse puede tener una connotación negativa, pero también puede tener un sentido positivo de regocijarse.[viii]

            Pablo está esperando con ansias el tribunal de Cristo – el día de Cristo – y él espera sentir un gozo que llene su corazón al ver todo lo que Dios le permitió desarrollar en la vida de estos creyentes en Filipos.

            Este es el gozo que siente una madre cuando su hijo vuelve a casa con una buena calificación, o cuando su hijo toca el piano frente a todos sus familiares, o cuando simplemente se gradúa del colegio.

            Pablo es como un padre – y no puede esperar a gozarse mientras su carrera y su trabajo es evaluado.

            La meta por la cual Pablo está trabajando es el tribunal de Cristo.

            Las cadenas alrededor de sus muñecas estando en prisión mientras escribe esta carta, no le importan, porque él ya puede ver la meta final.

            Eso sí, Pablo tiene algo de ventaja… él ya había visto el cielo – recordará que Pablo ya había recibido un tour temprano en su ministerio mientras Dios lo estaba preparando para perseverar y soportar lo que pocas personas han experimentado

            Él había visto la casa del Padre

            Y el escribe aquí con esa perspectiva – y nos anima a nosotros – habiendo el ya oído la ovación de las huestes celestiales por aquellos que están todavía en la carrera – y por los creyentes que están llegando a casa, al gozo de su Señor.

            Nosotros no tenemos idea de cómo será esa ovación, el ruido, el gozo, los cantos, las celebraciones en el cielo.

            Pero si los ángeles en el cielo se regocijan en la salvación de cada pecador (Lucas 15:10) ¿podría imaginarse el gozo y la celebración mientras uno de los redimidos llega sano y salvo a casa?

            Permítame darle una ilustración de lo que podría esperarnos en aquel día de Jesucristo.

            Por dos años, Rick Hanson, un atleta parapléjico, literalmente dio la vuelta al mundo en su silla de ruedas para crear conciencia y levantar fondos para la investigación de curas para los problemas a la medula espinal.

            Fue una travesía agotadora. Hay fotos de él en todo tipo de clima; calor extremo, lluvias torrenciales, tormentas de nieve, vientos huracanados; y en todo tipo de terrenos: desierto, bosques, granjas, caminos y montañas.

            Había fotos de él con su cabeza tensa hacia atrás, los músculos de su cuello estirados, sus puños como piedras mientras escalaba caminos montañosos, y atravesaba lluviosas calles en pequeñas ciudades con sus habitantes indiferentes e ignorantes de la causa que el venía a apoyar. Recorrió kilometro tras kilómetro. Sus manos se endurecieron con callos. Sus piernas se llenaron moretones. Su espalda se llenó de ampollas.

            Hasta que el 23 de mayo de 1987, Rick Hanson llegó de regreso a casa.

             En el último tramo de su travesía, cuando todavía se encontraba lejos, la gente se juntó para recibirlo. Mientras él se acercaba, la muchedumbre era cada vez más grande en ambos lados de la carretera; cientos de personas, y luego miles de personas, y luego cientos de miles de personas. Todos aplaudían y lloraban y ovacionaban, tiraban flores.

            Rick, en su silla de ruedas, fue hasta el estadio. Miles de personas, entre ellos, dignatarios nacionales e internacionales, estrellas de música, actores y actrices, familiares, amigos, y aquellos lo suficientemente afortunados para obtener una entrada esperaban adentro. Mientras Rick se acercaba al estadio, las calles se volvieron imposibles de atravesar por la enorme multitud. Helicópteros atravesaban el cielo. La policía en sus autos y en motocicletas hacían lo posible para contener la multitud.

            Otros atletas en silla de ruedas se unieron a él, siguiéndolo por detrás. Incluso, sobre el ruido de la multitud se podía oír la ovación que venía desde el estadio.

            Rick atravesó las puertas del estadio y avanzó hacia el medio del estadio. Miles de personas gritaron de la emoción. Saltando, gritando, chiflando, aplaudiendo. Todos ovacionándolo en bienvenida. La celebración fue increíble.[ix]

            Esto es una pequeña ilustración de lo que será nuestra futura recepción – y gozo – mientras lo que hemos esperado en fe se convierte en realidad.

            Y es la razón por la cual Pablo puede agregar con el mismo gozo aun otra ilustración.

            Él no solo se refiere a sí mismo como un corredor, y como un trabajador

 

  1. Él se refiere a si mismo como un sacrificio.

            Note el versículo 17. Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo.

            Si llegara a pasar que soy llamado a entregar mi vida – esto es, que mi carrera se termine y que mi labor concluya – note – aunque sea derramado en libación …me gozo.

            Pablo ya ha traído una ilustración desde el gimnasio y otra desde el sitio de construcción… él ahora nos trae una ilustración desde el sistema sacrificial.

            El mundo en aquel entonces entendía lo que era una libación – era derramar un poco de bebida al suelo como para decir gracias, por así decirlo, a algún dios o diosa.[x]

            Pero Pablo tiene algo más significativo en mente.

            El sistema sacrificial del Antiguo Testamento podía ser dividido en dos categorías; los sacrificios dulces y los no-dulces.

            Los sacrificios no-dulces tenían que ver con culpa, corrupción, y pecado. Estos finalmente señalaban el sacrificio de Cristo y su expiación por nuestro pecado.

            Los sacrificios que eran dulces señalaban el amor de Cristo – sacrificios de adoración y alabanza por el perdón que había venido a través del sacrificio de un animal. El valor de las ofrendas de animales estaba en la sangre.

            Pero Dios también prescribió que algunos sacrificios debían incluir el derramamiento de una medida de vino sobre el sacrificio que se encontraba en el altar. Esa ofrenda liquida era para agregar el elemento de un olor dulce – el cual era en una ofrenda adicional, por así decirlo, y esta representaba el elemento de gratitud.

            A todo esto, se nos dice que debemos hacer lo mismo en esta dispensación a través de nuestro labios y palabras – el escritor de Hebreos dijo, “Así que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. (Hebreos 13:15)[xi]

            Pablo tenía en mente aquí el efecto del vino, el cual causaba que el sacrificio fuera envuelto en llamas por un breve momento – y que un humo con un aroma dulce luego se elevara hacia el cielo.

            Nuevamente, la humildad de Pablo aquí es increíble.

            El está diciendo aquí en el versículo 17 que el sacrificio y el servicio de los Filipenses es la mayor parte de la ofrenda de su fe a Dios – eso es el sacrificio principal sobre el altar; y él básicamente dice, “Mi vida es solamente una libación agregada sobre su sacrificio, en otras palabras, incluso si pierdo mi vida, no va a ser en vano – no van a haber remordimientos o nada de que arrepentirse… porque yo seré un poco de vino sobre su ofrenda – para que esta sea envuelta en fuego y luego se eleve en un olor dulce y grato para el Señor.[xii]

            Ustedes, Filipenses, están ofreciendo lo principal – el sacrificio de su fe por su servicio – y yo solo estoy emocionado de ser una pequeña ofrenda agregada a la suya… flameando por un breve instante para la gloria de Dios.

            Así que gócense conmigo, escribe el aquí al final de este párrafo… estoy regocijándome en ustedes. Compartamos este gozo juntos.

            Esta es la forma de vivir sin reservas… sin retorno… sin remordimiento.

            Permítame concluir con un par de principios generales.

  • En primer lugar, vivir sin remordimiento significa posibilitar los logros de los otros

            Cuan diferente al orgullo de este mundo y la devoción de la humanidad hacia su propia satisfacción y logros.

            Un músico famoso fue entrevistado acerca de su vida. Él dijo, oré una oración silenciosa hace no mucho tiempo atrás al Gran Espíritu y le pedí ser digno de tener más tiempo de vida porque todavía había mucho que hacer. Cuando le preguntaron que, exactamente, el decía que necesitaba hacer, el respondió, “disfrutar este mundo y lo que entrega, ser feliz. Esta tierra es un grandioso lugar donde vivir.[xiii]

            Una cosa es enviar un mensaje de texto del que más tarde uno se lamenta… pero cuan trágico es acercarse al final de la vida y todo lo que uno puede desear es un poco más de tiempo para disfrutar el mundo y un poco más de autosatisfacción.

            Para Pablo, uno de los premios más grandes en la vida era saber que de alguna forma sus esfuerzos fueron usados por Dios para traer a otros al conocimiento y el amor y el servicio a Jesucristo.[xiv]

            Pablo, que te gustaría hacer si el fin de tu vida se acerca – Oh, estaría emocionado simplemente de ser parte del sacrificio de esos creyentes en Filipos cuyas vidas he servido con la mía para que puedan ellos a su vez servir a Cristo.

            No hay ningún remordimiento en aquello.

Vivir sin remordimiento significa posibilitar los logros de otros para la Gloria de Dios.

 

  • En segundo lugar, vivir sin remordimientos significa desear el aplauso de Cristo

            Darlo todo por el reconocimiento de Cristo, delante del cual nosotros estaremos de pie un día.

            Y Pablo les dice a estos creyentes en Filipos, Voy a estar tan emocionado – voy a encontrar tanta gloria y felicidad en que Cristo sea glorificado en ustedes – voy a encontrar mi mayor satisfacción en el reconocimiento del salvador delante de quien me presentare.

            J.C. Ryle, el conocido pastor y escritor que vivió dos siglos atrás, una vez reconoció que él despertaba cada mañana y mientras estaba todavía acostado, imaginaba que su cama era la parte superior de un altar; y él se dedicaba a si mismo cada mañana como un sacrificio vivo para Dios.[xv]

            Como Pablo… sin reservas… lo doy todo para obtener el premio de Cristo.

            Sin reservas… sin retorno… sin remordimiento.

            En enero de 2006, el escritor Randy Alcorn tuvo la oportunidad de juntarse con la familia de Jim Elliot para una cena que marcaba el aniversario número 50 del martirio de Jim Elliot y los otros cuatro misioneros en Ecuador.

            Randy relata: Mientras estaba en esa cena, conocimos al hermano mayor de Jim, Bert, y a su esposa Colleen. En 1949, años antes de que Jim fuera a Ecuador, ellos fueron de misioneros a Perú.

            Cuando le preguntamos acerca de su ministerio, Bert dijo con una sonrisa, “no podía esperar a volver al campo misionero.”

            Ahora, a sus ochenta años, ellos están cumpliendo 60 años como misioneros, gozosos alcanzando gente para Cristo. Hasta ese fin de semana yo no sabía nada acerca de ellos. Bert y Colleen quizás entren a la eternidad sin que la iglesia sepa mucho de ellos, pero no será así con Dios. Randy escribe, “Bert me dijo algo esa tarde que nunca olvidaré, “Jim y yo servimos a Cristo, pero de formas diferentes. Jim fue un gran meteorito, atravesando el cielo” Randy escribió más tarde, “Distinto a su hermano, Bert es una estrella que aparece noche tras noche, brillando fielmente en el cielo para la gloria de Dios.

            El premio de Jim Elliot es considerable, pero no sería de sorprenderse si descubrimos que el premio de Bert y Colleen sea igual de grande cuando estén de pie delante del Señor aquel día.[xvi]

            Desde que Randy Alcorn escribió esas palabras en 2009, hice un pequeño estudio yo mismo y descubrí que Bert y su esposa Colleen partieron a la presencia del Señor el 2012.

            Bert y Colleen murieron con un par de semanas de diferencia entre ellos.

            Por casi 63 años de servicio ellos navegaron los ríos del norte del Perú, ellos caminaron por las montañas Andinas y manejaron miles de kilómetros entre pueblos a través de la costa peruana mientras evangelizaron, discipularon y plantaron iglesias.

            Me impresionó que Jim Elliot, quien es tan conocido en el mundo evangélico, fue fundamental durante su breve servicio para dejar al fundamento para la plantación de una iglesia en Ecuador; pero su hermano Bert – del cual la mayoría del mundo evangélico nunca ha escuchado, Dios usó para plantar no una iglesia, sino 145 iglesias a través de Perú.

            Un amigo de los Elliot dijo lo siguiente: Bert y Coleen vinieron a casa y sirvieron en la iglesia que los apoyó por 60 años; ellos alcanzaron a drogadictos y ofrecieron consejería a cualquiera que tomaba el tiempo de ir a su casa.

            Él también dijo que Bert frecuentemente decía que la vida cristiana era lo más lejos que existía de una vida aburrida. Y uno podía oírle exclamar con una sonrisa “que buena vida…. Que buena vida.”

            Usted no necesita estar ir a otro país para experimentarlo. Usted no necesita ser un misionero por vocación para vivirlo.

            Usted puede experimentarlo en donde sea que usted vive.

            Es una vida que Pablo ha descrito en estos pocos versículos – una vida comprometida a la integridad y la pureza; una vida que se aferra y que entrega a otros la palabra de vida.

            Una vida que simplemente se levanta y brilla… para algunos es una breve llama que arde por un momento; para otros, es una vida de correr una larga carrera – trabajando con gran esfuerzo… como una pequeña estrella, brillando noche tras noche y siguiendo el curso que Dios ha trazado para ella… sin fanfarria… sin llamar mucho la atención.

            De cualquier manera, es un sacrificio para la gloria de Dios – y el vivir de esa manera garantiza que será una vida – no sin fracasos, no sin dificultades, pero que será una vida sin reservas, sin retorno, y sin remordimiento.

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el día 26/04/2015

© Copyright 2015 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

[i] Our Daily Bread (12-31-1988); The Yale Standard (Fall 1970); Mrs. Howard Taylor, Borden of Yale (Bethany House, 1988)

[ii] William Barclay, The Letters to the Philippians, Colossians, and Thessalonians (Westminster Press, 1975), p. 45


[iii] Ibid


[iv] Adapted from Fritz Rienecker & Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 553

[v] G. Walter Hansen, Pillar New Testament Commentary: The Letter to the Philippians (Apollos, 2009), p. 187

[vi] Warren W. Wiersbe, Philippians: Be Joyful (Victor Books, 1978), p. 55


[vii] Sam Gordon, Philippians: An Odyssey of Joy (Ambassador, 2004), p. 94


[viii] John MacArthur, Philippians (Moody Publishers, 2001), p. 187

[ix] Citation: Mark Buchanan, Things Unseen (Multnomah 2002), p. 148


[x] Adapted from Barclay, p. 46


[xi] Comments above on sacrificial system from J. Dwight Pentecost, Philippians: The Joy of Living (Lamplighter Books, 1973), p. 104

[xii] Adapted from James Montgomery Boice, Philippians (Baker, 2000), p. 154


[xiii] www.preachingtoday.com/illustrations/2014/november/2111014.html

[xiv] William Barclay, p. 46


[xv] Gordon, p. 94


[xvi] Randy Alcorn, If God is Good (Multnomah, 2009), p. 421