Lección 3: ¡Perdido!

Pasaje Bíblico: Mateo 2.
Para María y José, la natividad fue un escenario de confusión, inseguridad y miedo, ya que literalmente se encontraron corriendo por sus vidas. En este estudio, veremos la historia de Navidad a través de sus ojos.

Introducción

En la cultura judía, no existía un solo calendario en las casas que no tuviera marcado los siete días de la Fiesta de la Pascua.

La ley judía requería que todos los hombres, a partir de los trece años, asistieran a tres fiestas en Jerusalén: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. La costumbre permitía que los hombres que vivían lejos asistieran solo a una de las tres, y la Pascua era típicamente la fiesta preferida.[i]

Es en esta misma fecha del calendario judío, que habría sido entre finales de marzo y principios de abril, donde encontramos que Lucas nos da otro vistazo de la niñez de Jesús.

El Cordero Pascual en la Fiesta de la Pascua

Le invito a que abra su Biblia en el Evangelio de Lucas y mire el capítulo 2, versículos 41 al 42.

 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 

Déjame pausar por un momento. Podría dedicar un programa entero solo en esta oración. Probablemente esté pensando: “Sé que podría, pero no lo haga, por favor… ¡es Navidad!”

Permítame al menos tomar unos minutos para explicar lo que estos versículos nos cuentan sobre la devoción de José y María a Dios.

La ley permitía que cualquier varón judío que viviera más allá de 25 km de Jerusalén celebrara la Pascua en su propia aldea y no tuviera que hacer un viaje largo y costoso.[ii]

Nazaret está a unos 100 km al norte de Jerusalén, por lo que José estaba fuera del perímetro de 25 km que le habría requerido asistir a la Pascua allí. Habría necesitado varios días para viajar durante los cuales habría estado alejado de sus negocios y responsabilidades.

Es importante entender también que la ley no requería que las mujeres asistieran a ninguna de las fiestas en Jerusalén. En esta cultura, ellas se quedaban en casa para cuidar a los hijos, los animales y las cosechas.

Sin embargo, era el deseo de todo hombre y mujer piadoso el poder viajar a Jerusalén, el corazón de su nación y el centro de adoración, para participar en estas celebraciones de vida y fe nacionales. Sabemos gracias a los historiadores que todo judío fiel quería celebrar las fiestas en Jerusalén al menos una vez durante su vida.

Con todo esto en mente, mire el versículo 41 nuevamente.

Iban sus padres [José y María] [¿cuándo?] todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua

¡Cuanto nos dice esta frase sobre la dedicación y la vida espiritual de estos padres! ¡José y María iban todos los años!

Este año es especialmente significativo porque Jesús tiene doce años. Está a solo unos meses de convertirse en un miembro pleno de la sinagoga. La costumbre moderna que reconoce esto se llama bar mitzvah.

La palabra “bar” significa “hijo”. Por ejemplo, en Mateo 16:17 leemos que Jesús le dice a Pedro, “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás.” Lo mismo sería decir Simón, Bar-Jonás. “Bar mitzvah” significa “hijo de la Ley; hijo del mandamiento.”

Según la Mishná, un comentario sobre los aspectos de la vida judía durante los días de Cristo, los padres debían incluir a sus hijos en el cumplimiento de la Pascua “uno o dos años antes de que fueran mayores de edad”, que era a los trece años, cuando se convertían en hijos de la ley y eran responsables de guardar la ley por sí mismos.[iii]

Así que Jesús, con doce años, rebosante de energía y curiosidad, acompaña a José y a María mientras cumplen su costumbre anual de celebrar la obra expiatoria de Dios a través del cordero pascual.

¡Qué ironía! ¿No? José y María están trayendo al eterno Libertador a Jerusalén mientras celebran y conmemoran su liberación de Egipto.

¡Ellos traen al Cordero de Dios para celebrar la fiesta de los corderos de Pascua!

Jerusalén estaría llena de peregrinos. Los comerciantes llenaban las calles con sus puestos para vender sus mercancías, y los negocios más importantes serían los puestos de ovejas donde los peregrinos judíos compraban sus ovejas para sacrificarlas en el templo.[iv]

José, María y el joven Jesús habrían ido a los puestos para elegir su cordero. Quizás José dejó que Jesús lo eligiera.

Seguramente, los pastores que habían estado cuidando las ovejas del templo – los corderos pascuales en Belén – cuando se les aparecieron los ángeles con las buenas nuevas del nacimiento de Cristo seguían con vida. Ellos habían traído a Jerusalén las ovejas que habían estado cuidando. Un registro histórico indica que más de 250.000 ovejas fueron vendidas en la ciudad cuando Jesús, José y María fueron a recoger su cordero para la fiesta.

Quizás había cerca de un millón de peregrinos amontonados en Jerusalén el día de la Pascua. Por eso, las veinticuatro divisiones de sacerdotes servían en el templo durante esta fecha, en lugar de solo una. Ellos estarían ocupados en todo momento.

Jesús observaría cómo su padrastro mataba al cordero y un sacerdote recogía la sangre en una fuente de plata o de oro y luego rociaba el pie del altar con la sangre.

Entonces, José habría puesto el cordero sobre su hombro, habría caminado con Jesús y María hasta donde se alojaban y se habría preparado para la comida. Jesús le habría hecho la pregunta ceremonial a su padrastro esa noche, “¿Por qué esta noche es diferente de todas las demás?” y José habría respondido contando la historia de la liberación del pueblo judío de Egipto, liderado por Moisés, su libertador.

La ceremonia terminaría tarde y mucha gente saldría a las calles para juntarse con amigos y familiares. Otros esperarían que se abrieran las puertas de la ciudad a medianoche para seguir adorando y orando.[v]

 

Mesías – ¡Desaparecido!

La celebración de la Pascua duraba por una semana entera. La mayoría de los judíos vendría para la parte más importante de la celebración, que sería la ceremonia de dos días, que incluía la cena de Pascua.[vi]

Sin embargo, no ese no era el caso con esta familia. Note la primera parte del versículo 43.

Al regresar ellos, acabada la fiesta [o como lo traduce más específicamente la Biblia de las Américas] después de haber pasado todos los días de la fiesta…

En otras palabras, José y María se quedaron toda la semana, no se iban a perder ni un momento.

 

¡Desaparecido!

Jesús tampoco se cansaba de festejar la Pascua. Note los versículos 43 y 44.

Se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. 

Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día.

Era costumbre que las mujeres y los niños viajaran al frente de la caravana y que los hombres viajaran detrás de ellos para asegurarse de que nadie se perdiera por el camino. Las dos secciones se encontrarían por la noche mientras se preparaban para acampar.

José pensó que Jesús estaba con María ya que todavía era niño y María pensó que Jesús estaba con José porque era hombre y casi de edad. Esa noche se dieron cuenta de que Jesús no estaba con ninguno de ellos, y tampoco con ninguna de las otras familias. Finalmente se dieron cuenta, “¡Dejamos a Jesús en Jerusalén!”

¿Alguna vez dejó, sin querer, a su hijo en algún lugar? ¿Está dispuesto a admitirlo? ¿Alguna vez llegó a casa de la iglesia y se dio cuenta de que le faltaba un niño?

¡Este, sin embargo, no era un niño cualquiera! “Cariño, ¿sabes dónde está el Salvador del mundo?”

“¡No, pensé que estaba contigo!”

“¡¿Yo?! ¡Pensé que tu lo tenías! “

“¡Oh no, hemos perdido al Mesías!”

En un canal de noticias vi la historia sobre una madre que se olvidó de llevar a su hijo a casa después de una fiesta de cumpleaños en Chuck E. Cheese (un restaurante infantil famoso). Personalmente entiendo el problema de esta mujer. Si alguna vez ha entrado a uno de esos lugares sabrá que es fácil hasta perder un elefante allí entre todos los juegos. Lo que hizo que esto fuera aún más dramático fue que el niño que perdieron era el cumpleañero.

La noticia decía que la fiesta había sido un éxito. El problema surgió cuando todos los niños y adultos se subieron a tres vehículos diferentes y se dirigieron a casa. Todos entraron menos el cumpleañero. Al parecer, el niño de seis años regresó al área de juegos y nadie se percató de ello. Los empleados lo encontraron deambulando por el restaurante cuando cerraron a las 10 p.m. La madre de Miguel había asumido que su hijo se estaba quedando con su abuela y ni siquiera supo que estaba desaparecido hasta la mañana siguiente.[vii]

 

¡Encontrado!

Ahora bien, una cosa es perder a su hijo y no saberlo hasta que aparece. Otra cosa es perder a su hijo y saberlo y no poderlo encontrar.

Esta es la situación de María y José. Mire los versículos 45 y 46.

pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. 

Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo…

Ahora bien, hay quienes piensan que esto deja muy mal parados a José y María como padres. No lo creo. De hecho, puede que esto refleje la perfecta confianza que tenían en Jesús y por eso no tomaron más precauciones. Recuerde, Jesús era prácticamente considerado un hombre a esta edad. Estaban seguros de que estaría donde se suponía que debía estar.[viii]

Esto llevará a otros a creer que Jesús pecó; que se escapó para seguir de fiesta, por así decirlo.

Creer que esto contradice el claro registro de las Escrituras. Leemos de Jesús:

  • “…fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero [se mantuvo] sin pecado”. (Hebreos 4:15);
  • “. . . [Él era] santo, intachable, puro, apartado de los pecadores. . . ” (Hebreos 7:26);
  • “[Él] no cometió pecado. . . ” (1 Pedro 2:22);
  • “. .. y en Él no hay pecado. ” (1 Juan 3:5).

El punto es que Jesús no desobedeció a sus padres. La situación que creó hizo que sus padres entraran en pánico, pero no fue a propósito.

Tenemos que entender que, aunque Jesús era Dios y no iba a pecar; él también era un niño de doce años. Él Espíritu Santo en concierto con la naturaleza divina de Cristo lo protegería de pecar, pero como un niño normal de doce años, hizo cosas que cualquier niño haría. El tuvo que crecer, madurar, y aprender. Esto significa que cometió errores, no siempre tuvo calificaciones perfectas, seguramente se golpeó el dedo del pie, se cayó al aprender a caminar, no siempre pensó en las consecuencias de sus acciones, como le pasa a todo niño de doce años.

¿Hizo Jesús alguna vez algo peligroso? ¿Cometió errores? ¿Fue inmaduro antes de madurar? ¿Alguna vez fue inconsciente e ingenuo? ¡Absolutamente! Sin embargo, ser inmaduro, o ingenuo, o hacer algo tonto o incluso peligroso no es lo mismo que ser pecador. Es parte del crecimiento humano, y Jesús fue genuinamente humano – no un mero actor.

Hablaremos más sobre esto en nuestro próximo programa, pero por ahora solo necesitamos saber que, aunque Jesús nunca pecó, Él, como cualquier niño, tuvo que crecer y madurar.

Otra cosa que necesitamos entender es que el texto nos indica que, para este entonces (quizás durante la misma celebración de la Pascua) Jesús entendía que el no era un niño común con una mamá y un papá, una casita en Nazaret.

Para comenzar, cuando María y José lo encontraron, leemos en los versículos 46 y 47 que Él estaba sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y haciéndoles preguntas.

Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.

Un autor señaló que, durante la temporada de la Pascua, el Sanedrín, los líderes judíos de renombre y los eruditos, se reunían en público para debatir cuestiones religiosas y teológicas.[ix]

Esto ha llevado a muchos a creer que Jesús estaba demostrando y aún ostentando conocimiento sobrehumano, cautivando así aún al los más sabios y experimentados en la ley judía.

Pero, Jesús no estaba fingiendo. Él tampoco estaba demostrando omnisciencia – el va a demostrar esos atributos cuando sea mayor. Pero, ahora, Jesús tenía preguntas legítimas que demostraban una mente ágil y un gran compromiso a estudiar Palabra de Dios. Y Su perspectiva era única, como veremos en un momento.

Lucas dice: [Ellos]… se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.

Esto podría traducirse como “ellos admiraban su perspicacia y sabiduría.”[x]

En otras palabras, Jesús era más sabio de lo que se esperaría a su edad.

Entonces, lo que tenemos en esta escena es un niño de doce años sin pecado, inteligente, bien estudiado en las Escrituras, perceptivo y, lo más importante, iluminado por la revelación de Dios el Padre.

Mientras conversaba con los rabinos, llegaron María y José. Ellos habían buscado por todas partes. Note el versículo 48.

Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

Me encanta: María era una madre normal. Sin importar que Jesús estaba rodeado por los funcionarios de más alto rango de la nación; sin importar que evidentemente los estaba sorprendiendo con su sabiduría. Sin importarle nada de eso, María básicamente le dice: “¿Qué estás haciendo? ¡Te hemos estado buscando por todas partes! ¡Ven para acá que tenemos que hablar!

Ahora, yo no soy Jesús, ¡pero esto me suena muy familiar!

Note lo que María no dijo, con una aureola brillante alrededor de su cabeza y con perfecta compostura, “Oh, ahí estás, Hijo, en el templo, claro. Nos sentaremos aquí hasta que hayas terminado tu sesión de preguntas y respuestas con los lideres, y luego nos iremos a casa”.

No, ella dijo: “Tu padre y yo te hemos estado buscando por todas partes y hemos estado muy preocupados”.

La palabra “ansiosamente” se puede traducir como “con angustia”.[xi]

Por cierto, nosotros hubiéramos actuado de la misma manera, o peor. María y José habían perdido a su hijo, quién sabía dónde, en una ciudad con cientos de miles de viajeros. Y durante tres días, probablemente no habían dormido ni comido un bocado.

 

¡Explicado!

Ahora prepárese para las primeras palabras registradas y, de hecho, las únicas palabras registradas de Jesús antes del comienzo de Su ministerio, dieciocho años más tarde. Comencemos leyendo desde el versículo 48, donde María reprende a Jesús.

Le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 

Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

Literalmente, Jesús estaba diciendo: “¿No sabían que tenía que estar involucrado en los asuntos de mi Padre?”

¡Él lo sabía!

Jesús estaba creciendo, él había logrado entender de alguna manera para este entonces que él era el Hijo de Dios, él ya era prácticamente un adulto en aquella cultura, y evidentemente, estaba ansioso de comenzar su ministerio.

Jesucristo fue humano y divino. Estas dos naturalezas no estaban separadas dentro de Él sino entrelazadas de una manera que es un misterio para nosotros. Su naturaleza humana: Su mente y corazón humanos crecieron para comprender Su naturaleza divina.

En estas primeras palabras registradas de Jesús, él literalmente dejó boquiabiertos a todos al referirse a Dios como su Padre.

Note nuevamente, en el versículo 49, que Jesús dijo que tenía que estar, no en los asuntos de nuestro Padre, sino, de mi Padre.

Primero que nada, en aquel entonces, nadie hablaba de Dios como su “Padre”. En todo el Antiguo Testamento, en los treinta y nueve libros que lo componen, la referencia a Dios como “Padre” aparece sólo catorce veces, y siempre es en referencia a la nación judía. Las escrituras hablan de Dios como el Padre de Abraham, pero Abraham nunca dijo de Dios, “Él es mi Padre.” Nadie hablaba así.

Sin embargo, a la edad de doce años, Jesús sabía claramente que Dios era su padre de una manera única y especial.[xii]

Jesús ahora estaba consciente de Su Persona, Su relación con Su Padre y Su misión.[xiii]

Es intrigante la forma en que Jesús, inocente e ingenuamente, les dijo a María y José: “Pensé que lo sabrían. Ustedes, más que nadie, deberían habérselo anticipado.”

Sin embargo, el texto es claro en el versículo 50, que

Ellos no entendieron lo que les decía.

¿Por qué sería este un anuncio sorprendente y confuso? La implicación es que su hijo nunca antes había dicho algo así. Ahora, Jesús estaba diciendo cosas que realmente los estaban confundiendo.

María y José han estado confundidos hasta cierto punto desde la concepción de Cristo. ¡Piénselo!

El Espíritu Santo solo se llama “El Espíritu Santo” tres veces en todo el Antiguo Testamento. Este nombre apareció dos veces en Isaías y una vez en los Salmos, y ninguno de los versículos describe o explica quién o cómo es.

El ángel se le acerca a José y le dice efectivamente: “Dale José, toma a María, tu esposa – no la abandones – porque el Niño que tiene en su vientre fue concebido por el Espíritu Santo”. (Mateo 1:20)

¡Bueno, eso lo explica!

Gabriel se acerca a María y le dice: “Vas a tener un bebé”. Y María dice: “¿Cómo puede suceder esto si nunca he estado con un hombre?” Gabriel le responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti…” (Lucas 1:26-35)

Tanto José como María se habrían preguntado: “¿y quien se supone que es este Espíritu Santo?”

Y ahora, por más extraño que sonara para sus oídos judíos, Jesús les dice que estaba en el templo involucrado en los asuntos de SuPadre.

Permítame detenerme por un segundo para felicitar a María y José una vez más. ¡No pase por alto el hecho de que fueron obedientes a Dios a pesar de que, en su mayoría, no entendía lo que estaba pasando!

¿Cuántas veces le ha dicho a Dios: “Haré todo lo que me pidas siempre y cuando me aclares algunas cosas”?

Tenemos confianza en la voluntad de Dios cuando es comprensible. Rara vez diríamos: “¡Estoy en medio de la voluntad de Dios y es muy confusa!”

Los padres de Jesús permanecerían confundidos, junto con sus otros hijos. De hecho, los medios-hermanos de Jesús no creerían en sus afirmaciones y, aún, considerarían en un momento que había perdido la cabeza (Marcos 3:21).

Este fue el caso hasta después de la resurrección de Cristo.

Ahora, algunos dirían que no hay forma de que un niño de doce años pueda comprender su misión en la vida. Creen que es demasiado joven para formular una identidad personal y una misión.[xiv]

Esto no es verdad. Todo el que piense así, debería leer un par de biografías de algunos líderes tanto dentro como fuera de la iglesia.

Hace un par de semanas, mientras estudiaba, me encontré con la biografía de Allen Gardiner. Este hombre fue el fundador de lo que se convirtió en la Sociedad Misionera Sudamericana, una sociedad utilizada por Dios en el siglo XIX especialmente para llegar a Sudamérica con el evangelio.

Una noche de diciembre, hace poco más de doscientos años, la Sra. Gardiner entró en la habitación de su hijo y lo encontró durmiendo en el piso. Ella lo despertó y lo puso en su cama. Él, sin embargo, protestó y le informó a su madre que un día viajaría por el mundo y necesitaba empezar a acostumbrarse a las dificultades. Él tenía seis años. Gardiner pasó su vida viajando por Sudamérica distribuyendo Biblias y literatura cristiana.

Él no fue bien recibido en los lugares a los que fue, a menudo teniendo que escapar por su vida. Él siguió, atravesando Chile, Argentina y Bolivia. En una ocasión anduvo 1500 km por tierra en una mula de carga desde Buenos Aires hasta Santiago de Chile distribuyendo la palabra de Dios. El vio pocos convertidos e incluso menos iglesias formadas. Cuando se acercaba a sus sesenta años, él y sus compañeros de misiones murieron mientras intentaban llegar a un nuevo campo misionero lleno de indígenas hostiles. Lo encontraron junto a su bote con su diario aún en la mano en el que había escrito sus últimas palabras: “No permitas que esta misión fracase. Te ruego que levantes a otros y envíes obreros a esta mies. Que todos puedan ver, para la manifestación de Tu Gloria y Gracia, que nada es demasiado difícil para Ti.”[xv]

Esta pasión comenzó a arder en el corazón de Gardiner a la edad de seis años.

Jesucristo tenía doce años. Y habló decididamente: “Tengo que involucrarme en los asuntos de Mi Padre. Tengo que hacerlo. Esto es lo que debo hacer.”

  • . . . “Debo predicar el reino de Dios…” (Lucas 4:43);
  • “[Debo] pasar por Samaria”. (Juan 4:4);
  • …“El Hijo del Hombre debe sufrir…” (Lucas 9:22);
  • …Zaqueo… Debo quedarme en tu casa.” (Lucas 19: 5);
  • “Tengo otras ovejas… Debo traerlas también…” (Juan 10:16);
  • “…El Hijo del Hombre [debe] ser levantado; para que todo el que crea en él tenga vida eterna.” (Juan 3:14-15).

Con una reprimenda amable y suave, Jesús respondió a la queja de María con el mensaje: “No lo olvides, José no es mi padre. . . Dios es mi Padre.”

 

¡Regresado!

Después de decir todo esto, nunca nos imaginaríamos leer el siguiente versículo del Evangelio de Lucas, el versículo 51 del capítulo 2,

Así que Jesús bajó con sus padres a Nazaret y vivió sujeto a ellos.

Esperaríamos leer: “Fueron a Nazaret y ellos se sometieron a Él”.

O, “Y Jesús se mudó al templo y se convirtió en el sacerdote más joven en la historia de Israel.”

No, Jesús regresó a Nazaret y permaneció bajo la autoridad de sus padres.

El tiempo del verbo en el versículo 51 indica que Jesús se sujetó continuamente a la autoridad de sus padres.

Jesús todavía estaba creciendo y todavía se estaba preparando – no era el tiempo aún.

Por cierto, saber quién era Él no creó orgullo en Jesús ni un aire condescendiente hacia sus padres. El no se volvió menos obediente; Su obediencia y sujeción se destaca en este versículo.

Lo mismo debería ser cierto en nosotros. El hecho de ser hijos de Dios debería marcar la diferencia – no deberíamos actuar con orgullo y un sentido de superioridad, sino con humildad, y gracia.

Ya que sabemos que Dios es nuestro Padre, por la fe en su Hijo Jesús, deberíamos ser mejores esposos/esposas; deberíamos ser empleados más honestos; deberíamos ser estudiantes más diligentes; deberíamos ser personas más amables.

La obediencia de Jesús a sus padres se convierte en un modelo para todos nosotros. Sus relaciones terrenales serán el fruto de su relación principal. De la misma manera, nuestras relaciones terrenales deben reflejar nuestra relación con nuestro Padre como hijos e hijas de Dios.

A menudo recuerdo lo que un estimado hombre de Dios me dijo un día. Él me dijo: “La vida cristiana no consiste en muchas decisiones, sino solo en una. La decisión es: ‘Viviré mi vida para la gloria de Dios… sin importar cuándo o dónde.”

La vida cristiana es una decisión, pero con determinación constante; una decisión, pero con aplicación diaria.

Allí, en el templo, en esta escena que afectaría el resto de su vida, el joven Jesús hace un profundo descubrimiento y una decisión piadosa: “Debo dar mi vida para la gloria de mi Padre”.

Esta decisión significó volver a Nazaret y ser un niño obediente. No había nada espectacular en esto; no había nada grandioso o espléndido en esto; No hubo fuegos artificiales ni truenos o la voz de Dios irrumpiendo en escena. Esta decisión significó ser fiel a los quehaceres domésticos, tareas, y la dificultad de esperar, aprender y crecer. Esta fue una decisión con determinación constante.

Quizás en este día, debamos hacer un nuevo compromiso y tomar esta misma decisión, ya sea que tengamos seis, dieciséis, treinta y seis, cincuenta y seis o setenta y seis años. Quizás necesitemos decir: “Me dedicaré a los asuntos de mi Padre; Viviré para complacer a mi Padre, sin importar cuándo, sin importa dónde, sin importar lo que cueste.”

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2009

© Copyright 2009 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

 

[i] Warren W. Wiersbe, Be Compassionate: Luke 1-13 (Victor Books, 1989), p. 32.

[ii] William Barclay, The Gospel of Luke (Westminster Press, 1975), p. 29.

[iii] R. Kent Hughes, Luke: Volume 1 (Crossway, 1998), p. 99.

[iv] Ibid., p. 100.

[v] Ibid.

[vi] R. C. H. Lenski, The Interpretation of Luke’s Gospel (Augsburg Publishing, 1946), p. 162.

[vii] “Mother Forgets Her Child at His 6th Birthday Party,” http://cbs4.com/topstories/Michael.Emmanuel.Chuck.2.397660.html?detectflash=false, Jun. 5, 2006.

[viii] G. Campbell Morgan, The Gospel According to Luke (Fleming H. Revell Company, 1931), p. 44.

[ix] Barclay, p. 29.

[x] J. Reiling and J. L. Swellengrebel, A Translator’s Handbook on the Gospel of Luke (United Bible Society, 1971), p. 151.

[xi] Ibid., p. 152.

[xii] Lenski, p. 167.

[xiii] J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Zondervan, 1981), p. 76.

[xiv] Charles R. Swindoll, The Origination of Something Glorious: Luke 1:1-6:49 (Insight for Living, 1992), p. 67.

[xv] E. Michael and Sharon Rusten, The One Year Christian History (Tyndale, 2003), p. 680.