Lección 11: Un Altar de Malentendidos

Lección 11: Un Altar de Malentendidos

Pasaje Bíblico: Josué 22.
Hay pocas cosas más dolorosas en la vida que ser malentendido, especialmente por personas que aprecia. Los malentendidos han dividido iglesias; destruido hogares; destruido relaciones. En este capítulo encontramos una ilustración clásica de un malentendido que por poco termina en una masacre. Aprendamos juntos cómo navegar estas complejas, difíciles e inevitables situaciones de una manera que agrade a Dios.

Introducción

Hay pocas cosas más dolorosas en la vida que ser malentendido. Sus motivos son puros, pero alguien lo malinterpreta y se ofende o lo confronta enojado. Puede que usted haya sido acusado de hacer algo o decir algo basado en lo que la otra persona piensa que son sus motivos. Pero esa persona está equivocada y sus motivos no son los que se rumorean. De repente, usted se encuentra sumido en una situación muy emocional.

Quizás usted ha sido malentendido por su esposa, esposo, hijos o sus padres; tal vez por un compañero o un socio. Tal vez por un vecino de muchos años. Quizás, usted ha sido malentendido por un hermano en la iglesia. Los malentendidos han dividido iglesias; destruido hogares; destruido relaciones.

Ahora, si yo le pidiera que escoja un capítulo de la Biblia que trata con el tema de los malentendidos, dudo que escoja Josué capitulo 22. Sin embargo, en este capítulo he encontrado una ilustración clásica de un malentendido. De hecho, esto casi produce una masacre. Y permítame decirle que eso es exactamente lo que los malentendidos generalmente producen.

Le invito a que abra su Biblia en el libro de Josué, capitulo 22. Permítame advertirle que este pasaje es duro. Este pasaje va a revelar la tendencia humana de malinterpretar, juzgar y condenar rápidamente basados en lo que nosotros creemos que son los motivos del otro – sin saber si es así o no.

Esto lo vamos a encontrar en este capítulo de Josué.

 

La Despedida Final

Leamos los versículos 1 y 2 de Josué 22.

“Entonces Josué llamó a los rubenitas, a los gaditas, y a la media tribu de Manasés, y les dijo: Vosotros habéis guardado todo lo que Moisés siervo de Jehová os mandó, y habéis obedecido a mi voz en todo lo que os he mandado.”

Hagamos brevemente una pausa aquí. Los Rubenitas, Gaditas y la media tribu de Manases han luchado fielmente por siete largos años junto a sus tribus hermanas para conquistar la tierra. Ahora están listos para regresar a sus hogares. Años antes, ellos habían pedido que les concedieran vivir del otro lado del Jordán, y Dios se lo había concedido. Después de siete años, ellos van a regresar con sus familias – con sus esposas e hijos que se habían quedado al otro lado del Jordán. Ellos regresan a casa.

Antes de que se fueran, Josué los llama para una reunión muy emotiva. El pasaje no nos dice nada acerca de las emociones, pero puedo asumir que las emociones estaban presentes por lo que significaba esta reunión de despedida.

Estas tribus lucharon juntas por siete años, lo cual, a propósito, es más tiempo que cualquiera de las dos guerras mundiales. Ellos penetraron las paredes fortificadas de Hebrón. Lucharon hombro con hombro al enfrentar la coalición del sur. Estos hombres eran camaradas, muchos de ellos se habían vuelto grandes amigos; su vínculo era muy estrecho. Ahora iban a despedirse.

Josué llama a estas tribus y hace un par de cosas. Primero, los felicita y luego los manda. A todo esto, ese es un buen patrón a seguir ya sea un padre, una madre, o un jefe en el trabajo – primero felicitar, después mandar. Nosotros somos prontos para dar instrucciones pero lentos en reconocer lo que se ha hecho bien.

  1. Josué, primero, los felicita.

Mire nuevamente Josué 22:2,

“y les dijo: Vosotros habéis guardado todo lo que Moisés siervo de Jehová os mandó, y habéis obedecido a mi voz en todo lo que os he mandado.”

Continuemos con los versículos 3-4,

“No habéis dejado a vuestros hermanos en este largo tiempo hasta el día de hoy, sino que os habéis cuidado de guardar los mandamientos de Jehová vuestro Dios. Ahora, pues, que Jehová vuestro Dios ha dado reposo a vuestros hermanos, como lo había prometido, volved, regresad a vuestras tiendas, a la tierra de vuestras posesiones, que Moisés siervo de Jehová os dio al otro lado del Jordán.”

Hay tres características que Josué enfatiza en estos versículos. En resumen, él los felicita por ser fieles, obedientes y leales.

  1. En segundo lugar, Josué les da un mandato.

Mire Josué 22:5. Allí leemos:

“Solamente que con diligencia cuidéis de cumplir el mandamiento y la ley que Moisés siervo de Jehová os ordenó: que améis a Jehová vuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que guardéis sus mandamientos, y le sigáis a él, y le sirváis de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma.”

¿Por qué dio Josué este mandato tan fuerte? Permítame explicarle.

Existe una unidad muy fuerte en el grupo; hay un vínculo muy fuerte entre los que tuvieron el mismo objetivo y la misma tarea por hacer. Cuando nosotros vamos a la iglesia los domingos por la mañana, una de las cosas que nos unifica es que vamos con la misma intención; o sea para adorar a Dios, para alabarle, para honrar su palabra, para cantar alabanzas. De lunes a sábado también estamos unidos como iglesia al evangelizar el vecindario. Buscamos edificarnos alabando a Dios y evangelizando al  mundo, y esos objetivos en común nos unifican como iglesia, como familia en la fe.

Ahora, quizás no tanto con la iglesia, pero en otras situaciones usted habrá notado que una vez que la tarea por hacer se concreta, generalmente suele haber una separación. ¿Cuántos compañeros de escuela prometieron que le escribirían? ¿Cuántos amigos de la universidad le dijeron que estarían en contacto? ¿Cuántos vecinos, cuando se mudaron, le dijeron que regresarían a visitarlo? Sin embargo, de alguna manera no intencional, con el paso del tiempo, hubo una separación.

Pienso que esta es la razón por la cual Josué manda a estas tribus con tanta vehemencia. Ellos están por cruzar el Jordán de regreso a su hogar. El valle del Jordán tiene entre 8 y 20 kilómetros de ancho. Los montes a sus lados tienen una altura de 600 metros. Estas dos tribus y media se van a ir y estarán lejos. Así que Josué dice: “Asegúrense, más allá de que estén lejos, de siempre recordar que son parte de este pueblo. Asegúrense de recordar siempre que adoramos al mismo Dios. Nunca olviden eso, y jamás olviden seguirlo. Manténganse fieles.”

Pienso que la pregunta básica que había en el corazón de Josué era: ¿Van a permanecer fieles mientras están lejos?

He hablado con padres cuyos hijos se fueron a estudiar a otra ciudad y esa es la misma pregunta que está en sus corazones: “¿Permanecerán fieles?” 

Así que Josué planta la semilla: “Permanezcan fieles. No se desvíen. Recuerden siempre a Dios.”

Las dos tribus y media dejan Silo que, a propósito, es el lugar en que estaba tabernáculo Dios con el altar.

 

Un Malentendido Trágico

Ahora mire lo que dice Josué 22:10,

“Y llegando a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de grande apariencia.”

Quizás, ellos llegaron a la frontera y se detuvieron para conversar.  Ellos tal vez dijeron: “Nuestro comandante nos dijo que no nos olvidáramos de Dios y ni de quienes somos. ¿Cómo podemos hacer para mantener este vínculo fuerte y saludable?

Tal vez a alguien se le ocurrió la idea: ¿Y si construimos una réplica, aun mas grande, del altar de Silo? Ese es un símbolo de nuestra unidad. Construyamos uno aquí.”

Y todos dijeron: “Es una muy buena idea, ¡hagámoslo!”

Así que consiguieron los materiales, juntaron piedras y construyeron un altar que podía verse de muy lejos.

¿Cuál era su motivación? Afortunadamente, Josué 22:26-27 nos lo dice. Allí leemos:

“Por esto dijimos: Edifiquemos ahora un altar, no para holocausto ni para sacrificio, sino para que sea un testimonio entre nosotros y vosotros, y entre los que vendrán después de nosotros, de que podemos hacer el servicio de Jehová delante de él con nuestros holocaustos, con nuestros sacrificios y con nuestras ofrendas de paz; y no digan mañana vuestros hijos a los nuestros: Vosotros no tenéis parte en Jehová.”

Estas tribus sabían que la verdadera base de su unidad era su adoración a Dios y que esta se centraba en los sacrificios en el altar. Así que construyeron un gran altar en lugar al otro lado del Jordán.

Ahora, si volvemos a Josué 22:11, allí leemos:

“Y los hijos de Israel oyeron decir que los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés habían edificado un altar frente a la tierra de Canaán, en los límites del Jordán, del lado de los hijos de Israel.”

¿Cómo? ¿Qué hicieron?

“Construyeron un altar.”

Continuemos en el versículo 12,

“Cuando oyeron esto los hijos de Israel, se juntó toda la congregación de los hijos de Israel en Silo, para subir a pelear contra ellos.”

 

Una Guerra Basada en Rumores

“¿Que construyeron?

“Un altar. Eso solo puede significar idolatría. Agarren las espadas. Vamos a acabarlos.”

Las emociones en los corazones de las tribus se alimentaron por medio de información incorrecta. Ahora estaban listos para luchar contra sus camaradas.

Los malentendidos tienen el poder de transformar a amigos en enemigos en un instante. Los malentendidos preparan el terreno para la desunión y, potencialmente, la tragedia.

Ahora, afortunadamente alguien tuvo la cabeza lo suficientemente fría como para decir: “Un momento, antes de desenvainar nuestras espadas y atacarlos, enviemos un grupo para conversar con ellos por las dudas. Nosotros nos alistamos para la batalla, pero mientras lo hacemos, que un grupo vaya y hable con ellos.”

Así que, como leemos en Josué 22:13-14, enviaron, , a Finees y a un príncipe de cada tribu. Esto debe haber sido algo interesante. Ellos fueron en grupo, listos para condenar a las otras tribus. De hecho, eso es exactamente lo que hicieron. Mire lo que dice el versículo 16,

“Toda la congregación de Jehová dice así: ¿Qué transgresión es esta con que prevaricáis contra el Dios de Israel para apartaros hoy de seguir a Jehová, edificándoos altar para ser rebeldes contra Jehová?”

Ahora, si usted quiere una ilustración perfecta de cómo No se debe confrontar a alguien, aquí la tiene. Fíjese en la primera parte del versículo.

“Toda la congregación dice…”

En otras palabras, todos nosotros pensamos que ustedes son unos pecadores e idolatras. Toda la congregación está de acuerdo con que ustedes están en pecado.”

Ahora, fíjese lo que dice la última parte de este versículo:

Toda la congregación de Jehová dice así…”

¿Toda la congregación de quién? De Jehová.

En otras palabras, “Todos nosotros, que somos espirituales, hemos llegado a la conclusión de que sus motivos son malos, antes de siquiera preguntarles.”

Pienso que ellos concluyeron, básicamente, tres cosas. Que estas dos tribus y media eran infieles, rebeldes e idólatras.

Eso es un resumen de sus palabras.

El problema es que la delegación aún no ha terminado. Note, a propósito, que aún no han hecho ninguna pregunta. Los hijos de Rubén y Gad están allí parados boquiabiertos frente a esta delegación y sus príncipes. Mire la primera frase de Josué 22:17,

“¿No ha sido bastante la maldad de Peor…?”

Esta es una referencia a Números capitulo 25 cuando se había cometido gran inmoralidad. Ahora leamos la frase del versículo 20, allí dice:

“¿No cometió Acán hijo de Zera prevaricación en el anatema…?

Esto hace referencia a Josué 7, cuando Acán robo y violó así el mandato de Dios.

Ahora, ¿Qué ha hecho esta delegación? Han asociado a las dos tribus y media con malas personas; personas que Dios ya ha juzgado y condenado.

 

Una Respuesta Piadosa

Ahora, las dos tribus y media responden. Ya hemos leído su explicación, pero regresemos a Josué 22:24-25, cuando ellos finalmente pueden hablar y explicar su motivación. Ellos dicen lo siguiente:

“Lo hicimos más bien por temor de que mañana vuestros hijos digan a nuestros hijos: ¿Qué tenéis vosotros con Jehová Dios de Israel? Jehová ha puesto por lindero el Jordán entre nosotros y vosotros, oh hijos de Rubén e hijos de Gad; no tenéis vosotros parte en Jehová; y así vuestros hijos harían que nuestros hijos dejasen de temer a Jehová.”

Ahora el versículo 28.

“Nosotros, pues, dijimos: Si aconteciere que tal digan a nosotros, o a nuestras generaciones en lo por venir, entonces responderemos: Mirad el símil del altar de Jehová, el cual hicieron nuestros padres, no para holocaustos o sacrificios, sino para que fuese testimonio entre nosotros y vosotros.”

En otras palabras, “Este altar no es para idolatría; eso no es verdad. Es un testimonio entre nosotros, de este lado del Jordán, y ustedes, del otro lado.”

Permítame darle tres motivaciones, tres propósitos, de lo que dijeron estas dos tribus y media acerca del altar.

  1. Motivación número uno: este altar serviría como recordatorio de la fidelidad de Dios.

Llegaría el momento  cuando sus hijos y luego nietos, no conocerían otra cosa que ese lado del Jordán. Ellos quizás se preguntarían: “Hemos escuchado acerca de las doce tribus, pero nosotros estamos aquí, y las otras diez allá. ¿Somos realmente parte de ellos?”

Todo lo que los padres debían responder, seria: “Oh, sí, claro que sí, ¿ven allí a la distancia ese altar? Nosotros lo construimos cuando vivíamos allí para poder así, un día, mostrárselos y decirles, “Estuvimos allí. Somos parte del pueblo de Dios y ustedes también son hijos de Abraham y parte de este pacto.”

  1. Motivación numero dos: El altar sería una herramienta de enseñanza para sus hijos, para que ellos no olvidaran en tiempos de prosperidad.

Ellos sabían que sus hijos y nietos no tendrían una comprensión de los sucesos de la conquista, de lo que había sido la guerra. Así que, este altar sería una herramienta para enseñarles a sus descendientes lo que había sucedido. Podrían contarle todo acerca de la obra de Dios, el poder de Dios, y la fe en Dios.

Ellos podían decir, ¿Ven el Jordán? Ese río se partió en dos y nosotros cruzamos en seco. ¿Ven el altar? El altar era algo tangible que ellos podían ver. Los periodos de prosperidad parecen borrar todo lo que uno aprende durante los tiempos de guerra. Así que estas dos tribus y media construyen un altar para recordar.

  1. Motivación número tres: El altar sería un símbolo de unidad.

En otras palabras, “Nosotros también somos hijos de Dios. Somos parte de este pacto. Somos parte de este pueblo. Hemos ayudado. Estuvimos allí. ¿Ven el altar? Es prueba de ello.”

 

Aplicación

Ahora, hagamos una pausa y tomémonos el tiempo para aplicarla los principios de este pasaje a nuestras vidas, de manera personal. Hasta ahora solo hemos estado hablando de ellos. Hablemos ahora de nosotros.

  1. Numero uno: El ser celosos por la pureza de la fe, es digno de alabar.

También es digno de alabar que las tribus enviaron una delegación en un intento por mantener pura a la nación. Ellos podrían haber actuado de otra manera… y pienso que si hubieran tenido la actitud que vemos una y otra vez en la actualidad, ellos habrían dicho: “¿Construyeron un altar? ¿Son idolatras? Hasta luego. Que les vaya bien. Esperamos que nunca se les ocurra volver.”

Sin embargo, sabiendo que eran parte del pueblo del pacto, esta gente estaba lista para hacer algo al respecto. Y esto es digno de alabar.

Cuando vemos o escuchamos de algún creyente que cayó en pecado y fue descubierto – ya sea un robo o infidelidad o lo que sea – por lo general decimos “Oh, no, qué mal.” Y simplemente nos distanciamos.

Pero, estas tribus quisieron mantener la pureza del pueblo, la fidelidad al pacto. Ellos reconocieron que si una tribu fracasaba, eso afectaba a la nación entera.

De manera similar, dentro de la iglesia, cuando una persona en el cuerpo de Cristo, cae, afecta al cuerpo entero. Debemos preocuparnos más por los demás. Debemos ser celosos. Ahora, no debemos hacerlo de la manera que estas tribus lo hicieron, pero debemos estar dispuestos a ir, y ayudar al hermano que está caído.

  1. Número dos, debemos asegurarnos de que nuestras conclusiones se basan en hechos y no rumores.

Dios manda a la iglesia a que discierna. Pero el discernimiento no lo adquirimos por medio de los chismes o la evidencia circunstancial.

Estas tribus dijeron “Ellos construyeron un altar y saben que está mal. Seguramente piensan hacer sacrificios, y eso está mal. Tal vez se dejaron influenciar por otras religiones que tienen distintos altares –deben de estar involucrados en eso.”

Es fácil ver como esto se agranda y se agranda hasta que finalmente dicen: “Tenemos que matarlos.” –pero estaban equivocados desde el principio. Así que asegúrese de sacar conclusiones basado en hechos.

Permítame compartir con usted la historia de un pastor de una pequeña iglesia rural al que le sucedió algo muy desafortunado. Él vivía en un pueblo de esos en que todo el mundo se conoce. Tal vez usted viva en una comunidad así. En su congregación, había un hombre de negocios que iba a salir en un viaje de negocios durante el fin de semana. Ese mismo fin de semana, el pastor tenía que ir a predicar a otra iglesia, en un pueblo distante. El auto del pastor era viejo y propenso a averiarse, así que el hombre de negocios le ofreció su auto. A todo esto, el pastor estaba más que feliz de manejar ese auto tan moderno.

Ese fin de semana, el viernes por la tarde, el pastor manejó hasta la casa de este hombre de negocios y dejo su auto estacionado frente a la casa, mientras el hombre de negocios se iba. El pastor luego se subió al auto del hombre de negocios y se fue.

Cuando regresó, a los dos días – su auto seguía estacionado frente a la casa del hombre de negocios, donde la esposa del hombre había pasado el fin de semana – y el pequeño pueblo estaba alborotado.

La evidencia circunstancial era muy sólida –el hombre de negocios no estaba en el pueblo y el auto del pastor había estado estacionado frente a la casa durante el fin de semana.

La parte más triste de la historia es que el pastor tuvo que dejar su cargo. Él no logró apagar el incendio. Perdió toda credibilidad.

Tenemos que ser honestos los unos con los otros y admitir que hay algo dentro nuestro que le gusta escuchar historias de otros. Hay algo dentro nuestro que disfruta el “¿Qué cosa hizo?” “¿Ella hizo eso?” “¿Escuchaste…?” “No se lo digas a nadie.” ¿Se lo cuenta para que no se lo diga a nadie ¿en serio?

Todos tenemos un instinto asesino dentro nuestro. Por alguna razón nuestra antigua naturaleza ama creer lo peor, en vez de querer pensar lo mejor. Y a causa de ello, hay vidas destruidas.

  1. Número tres: La solución a los malentendidos es comunicarse de manera humilde.

Cuando somos malentendidos o cuando hemos malentendido a alguien,  tenemos que ser honestos y conversar con franqueza. Usted se encontrara diciendo frases como: “no sabía que eso era lo que quisiste decir.” O “Ah, ¿es por eso que hiciste lo que hiciste? O ‘Ah, ahora tiene sentido.”

Las dos tribus y media estaban dispuestas a darles una respuesta a las otras tribus y eso demanda humildad.

Salomón dice en Proverbios 15:1,

“La blanda respuesta quita la ira…”

Yo creo que la mayoría de los problemas en los matrimonios se deben a una serie de malentendidos sin resolver. La mayoría de los problemas entre amigos son una serie de malentendidos sin resolver. He visto a amigos de años que en cuestión de meses pasan a ser enemigos a causa de no hablar con franqueza y honestidad.

  1. Número cuatro, al ser acusado erróneamente, necesitamos comprender que solo Dios puede controlar el daño.

Tal como sucedió con Nehemías, que fue acusado de tener la motivación incorrecta, nosotros no podemos controlar el daño.

Me imagino a estas tribus diciendo: ¿Ustedes quieren decir que toda la congregación piensa que somos idolatras? ¿Todos se han puesto de acuerdo con que nos hemos rebelado contra Dios y somos infieles? ¿Se confabularon? Vamos a ir al otro lado y encontrar a los responsables de todo esto. Vamos a convencerlos que están equivocados.

Ellos no hicieron esto, pero lo que hicieron fue muy poderoso. Mire lo que dice en Josué 22:34. Ellos le dieron a este altar un nuevo significado, por decirlo así.

“Y los hijos de Rubén y los hijos de Gad pusieron por nombre al altar Ed; porque testimonio es entre nosotros que Jehová es Dios.”

Estas tribus dijeron, con misericordia y gracia, “Aun queremos el altar; queremos que nos consideren como parte de la familia.”

Yo me hubiera enojado muchísmo, pero ellos dijeron “Queremos seguir teniendo este símbolo de unidad, este monumento que testifica que somos siervos de Dios, el único Dios verdadero, y nunca nos vamos a desviar de ese camino.”

A veces, querido oyente, cuando somos malentendidos, nuestra única respuesta debe ser confiar en nuestro Dios soberano. Solo Él puede controlar el daño. Y ¿sabe qué?, ese altar de malentendidos en su vida puede convertirse en una de las herramientas principales de Dios para moldearlo y conformarlo a la imagen de Cristo. Tal como leemos en Hebreos 5:8,

“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;”

¿Existe algún altar de malentendidos en su vida? Permita que sea una herramienta por medio de la cual usted pueda comprender a su Dios amoroso y poderoso. Y si tiene la posibilidad, vaya hoy y haga lo posible por aclarar las cosas.

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado originalmente en 1992

© Copyright 1992 Stephen Davey

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