Lección 21: Las Heridas de Jesús

Lección 21: Las Heridas de Jesús

Pasaje Bíblico: 1 Pedro 2:24.

 Por un momento, el apóstol Pablo pone de lado el tema de la política y el gobierno para que nos enfoquemos en la gracia de Dios a través de la vida y obra de Jesucristo. Tome un tiempo para estudiar con nosotros estas invaluables verdades acerca de la salvación que tenemos en Cristo.

Transcripción

Introducción

En el mundo del futbol americano, está la costumbre de reclutar a los estudiantes universitarios recién graduados que ahora buscan sumarse a las grandes ligas.

Son muchos los novatos que entran al campo de entrenamiento con la esperanza de formar parte del equipo.

Hace algunos años, el sitio web de uno de los equipos de la liga presentó una serie de videos que seguían a los novatos desde su primer día en el campo de entrenamiento hasta la pretemporada.

Los novatos saben que la nómina del equipo comienza con 80 jugadores. Después de algunas semanas, los entrenadores reducen el equipo a 65 jugadores. Luego, antes de que comience la temporada, se requiere que todos los equipos reduzcan la nómina a 53 jugadores.

De los 19 novatos que fueron invitados al campo de entrenamiento de este equipo en particular, solo 7 de ellos terminarían formando parte del equipo.

Un video mostró parte del primer entrenamiento donde el entrenador los desafió diciendo, y cito: “Haz que te ponga en el equipo”.

Haz que te ponga en el equipo. En otras palabras, juega tan bien aquí, en el entrenamiento, que el entrenador no pueda imaginarse la posibilidad no contar contigo. Practica y juega para que me obligues a ponerte en el equipo; haz que sea imposible eliminarte de la lista final”.

Cuando leí eso, no pude evitar pensar que acababa de leer una ilustración perfecta de las religiones del mundo, y la mayoría de las personas que conozco en el mundo están convencidas de que llegar a cualquiera que sea su versión del cielo es como formar parte de un equipo de futbol americano.

Y asumen que quienquiera que sea Dios, lo más probable es que esté diciéndole a la humanidad lo mismo que ese entrenador, “Actúa tan bien que me obligues a ponerte en el equipo – vive una vida tan buena, haz tantas buenas obras, que nunca podría imaginar dejarte fuera de la lista final del Cielo”.

La verdad es que Dios no es un entrenador… e incluso si lo fuera, nadie podría ser lo suficientemente bueno como para que Dios no pueda evitar agregarlo a Su equipo.

La buena noticia es que la salvación tampoco es un campo de entrenamiento. No es que los mejores se ganan el perdón. De acuerdo con la palabra de Dios, el evangelio es todo lo contrario: El perdón y la justificación solo son por la gracia de Dios – no por obras para que nadie se gloríe.

En otras palabras, Dios nos salva, no por nuestros méritos, sino por Su gracia, ofreciéndonos el perdón gratuitamente y la vida eterna por gracia a través de la fe en la Persona de Jesucristo.[i]

 

La Gracia de Dios en la Redención

Continuando nuestro estudio de la primera carta de Pedro, hemos llegado a un punto donde el apóstol decide detenerse y tomar un tiempo enfatizando la gracia de Dios a través de Jesucristo.

De hecho, en 1 Pedro, capítulo 2 y versículo 24, encontramos una profunda instrucción en cuanto a la salvación a través de nuestro Salvador, Jesucristo.

Es como si dijera: “Mira, puedes enfocarte tanto en la política y las cosas de este mundo que puedes dar por sentado, o incluso perderte por completo, la gloriosa verdad de cómo ir al Cielo.”

Entonces, para nuestro estudio de hoy, vamos a poner a un lado el tema de la política por el momento y vamos a analizar el versículo 24 juntos. Voy a dividir nuestro estudio en tres frases principales.

La primera frase es:

  1. Sustitución Voluntaria.

Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. Él mismo. Esas palabras son enfatizadas en el original. Él Mismo – como para que digamos, no hay nadie más que pueda hacer esto por nosotros, y no lo hay.

No hay otra persona que pueda pagar por sus pecados; de hecho, nadie puede pagar aún por los propios. Pero Jesús lo hizo – Él mismo.

Y Él mismo llevó nuestros pecados – Con estas palabras, Pedro busca transportar nuestros pensamientos al Antiguo Testamento, al Día de Expiación – Yom Kippur – ese evento donde una vez al año, el Sumo Sacerdote confesaba los pecados del pueblo sobre la cabeza de un cabrito inocente – poniendo sus manos sobre la cabeza de ese cabrito como para ilustrar que estaba poniendo sobre la cabeza de ese macho cabrío los pecados de la gente – y luego lo llevaban a vagar y morir solo en el desierto – simbólicamente llevando los pecados del pueblo en su cuerpo (Levítico 4).[ii]

La palabra que Pedro usó aquí apunta a esa analogía y significa soportar o quitar. Jesús fue el último portador del pecado.[iii]

Representado antes por ese animal inocente que se llevó los pecados del pueblo, Jesucristo, el inocente cordero de Dios, cargó Él mismo los pecados de todo el mundo (1 Juan 2:2) y se los llevó.

Pero vale la pena señalar que Yom Kippur, el Día de Expiación, nunca resolvió nada de forma permanente. El Sumo Sacerdote tenía que hacerlo de nuevo al año siguiente, y al siguiente, y al siguiente.

Expiación, en hebreo, significa “cubrir”, no cancelar. Por lo tanto, el llevar ese cabrito o sacrificar un cordero no podía quitar el pecado de forma permanente.

Todos los años se recitaban los pecados del pueblo y se seguía el mismo ritual. Pero la deuda del pecado simplemente aumentaba cada vez más, año tras año; se cubría y se postergaba con la anticipación de que un día el símbolo sería reemplazado por la sustancia: el ritual de la expiación repetida por la realidad de la expiación permanente y final.[iv]

Y Pedro ahora apunta a Cristo colgado en la cruz. Piénselo de esta manera: en la cruz, la deuda acumulada de los pecados de todo el mundo – desde el primer pecado, y luego los pecados acumulados de todo el mundo hasta el último pecado que se cometerá en la historia humana – todos ellos se pagaron en la cruz – y el Señor Jesús los cargó todos en Su cuerpo sobre el madero.

Pero espera un segundo. ¿Cómo sabemos que Dios lo ha cancelado todo y no lo ha cubierto todo temporalmente?

Me alegra que lo pregunte. Escuche este glorioso versículo donde Pablo les escribe a los colosenses;

Estando muertos en pecados, Él os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz (Colosenses 2:14).

No fue cancelada temporalmente. No se sigue acumulando para un juicio posterior – fue cancelada, por completo. ¡La deuda está pagada en su totalidad!

Note nuevamente cómo Pedro escribe, Él mismo llevó nuestros pecados – Pedro está reconociendo sus propios pecados aquí también.[v]

Lo que sería alentador para sus lectores que podrían haber pensado que el apóstol Pedro no era tan malo como ellos.

Pero Pedro se incluye a sí mismo como diciendo: “Él murió por mis pecados también”.

Pero déjame advertirle: usted no va al cielo solo porque creer que Jesús murió en la cruz por el pecado. El diablo cree que Jesús murió en la cruz; de hecho, él lo presenció. Tiene que haber un momento en su vida cuando entienda y admita en arrepentimiento, “Jesús murió por mis pecados. Jesús murió por mí. Jesús pagó mi pena de muerte. Pagó el precio de mis crímenes contra la santidad de Dios.

Como verá, no es hasta que admite que usted es el pecador culpable cuyos pecados fueron puestos sobre Jesús en la cruz, que puede experimentar personalmente su perdón.

Tiene que unirse personalmente a Pedro al decir: “Él llevó nuestros pecados”, como si dijera – eso significa, “mis pecados también.”

¿Quiere decir que cuando pongo mi fe en lo que Jesús hizo por mí, cada uno de mis pecados son pagados – pasado, presente y futuro?

Note nuevamente: Él mismo llevó nuestros. Note la pluralidad de esa palabra que Pedro usa para indicar las multitudes de pecados cometidos.

Es como si dijera: sí, Jesús pagó la pena por cada pecado imaginable, cada pecado escondido – todos sus pecados pasados; todos sus pecados presentes y todos sus pecados futuros. Todos ellos fueron en un momento dado colocados sobre Jesús en la cruz.

De hecho, Pedro usa el tiempo aoristo para este verbo llevarÉl llevó– en otras palabras, este fue un acto definitivo, no una práctica repetida. Sucedió en un momento en particular – en el Calvario.[vi]

Observe una vez más lo que Pedro escribe: Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo.

Esto destruye la falsa enseñanza de que Jesús solo parecía tener un cuerpo. Pedro desacredita esa idea. Por cierto, Jesús no solo fue un ser humano real; y Jesús no solo tuvo un cuerpo real, sino que fue clavado para experimentar un sufrimiento real en una cruz real.

Note nuevamente, él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero.

Esta era la expresión típica de Pedro para la cruz. El madero, la cruz de madera.[vii]

Pedro nuevamente se basa en el Antiguo Testamento, esta vez en la gran profecía de Isaías del Salvador sufriente. Isaías escribe en el capítulo 53:5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados… Versículo 6. Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Allí, en la cruz, nuestro pecado cayó sobre Él.

Tal vez ahora se esté preguntando: ¿por qué Dios no puede simplemente perdonar la deuda de nuestro pecado? Es decir, ¿no podría perdonar sin ningún tipo de pago?

Aquí está el problema: Dios es un juez justo y alguien tiene que cubrir los daños. Alguien tiene que pagar la pena justa por el pecado.

Un autor lo ilustró de una manera que creo que le puede ser útil.

Él escribe: Digamos que su vecino choca su auto. Cuando descubre el desastre le dice: “Mira, no se preocupes por los daños, todo está perdonado”. Ahora, perdonar a su vecino no repara los daños ni elimina la factura para reparar su auto; simplemente significa que está dispuesto a asumir el costo.

Entonces, ¿por qué Dios no puede simplemente perdonar la deuda del pecado? Bueno, eso es exactamente lo que hizo en la cruz: Dios ciertamente está perdonando la deuda, pero lo hace pasándole la cuenta a Su Hijo.

Dios efectivamente paga el costo de su pecado y el mío.[viii]

Ahora, dado todo esto, Pedro nos dice que hay algo que debemos hacer al respecto.

Note la mitad del versículo 24: para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia.

Por lo tanto, a la sustitución voluntaria debe seguirle, por nuestra parte – aquí está la segunda frase:

  1. Gozosa Obligación.

No pase esto por alto: no estamos obligados en el sentido de que es mejor que le paguemos a Jesús, o de lo contrario, algo va a pasar. Francamente, nunca podríamos pagárselo.

Quizás esté pensando: “Pero eso no parece correcto – seguramente Dios requiere que le devolvamos el dinero; Quiero decir, si no podemos pagarle a la gente cuando hacen algo por nosotros, entonces no deberíamos beneficiarnos de lo que han hecho por nosotros, ¿verdad?

Considere lo siguiente. Cuando llega el día de la madre, ¿qué es lo que hace? Primeramente, espero que sea acordarse y saludar su madre. Pero sin importar lo que haga, ¿podría realmente devolverle el favor a su propia madre?

¿Podría pagarle por el increíble dolor de darle a luz? ¿De verdad cree que ayudarle a sacar la basura igualó las cosas? ¿Puede pagarle 9 meses de dolor y luego 19 años de purgatorio? ¿Puede devolverle el que lo alimentara, vistiera, protegiera y le enseñara a ir al baño (no se olvide de eso; solo eso vale un millón de dólares)? Se lo debe a su madre. Créeme, su padre tuvo poco que ver con eso. Todo lo que hizo fue señalar: “el baño está por ahí”.

Mamás, este tributo es para ustedes. Lo que hacen e impagable. Y todos los demás dicen: ¡Amén!

En esta vida recibimos muchos dones y sacrificios, más pequeños que el de Cristo, y nunca podríamos comenzar a pagarlos. ¿Se imagina tratar de devolver los dones del perdón y la vida eterna a través de la crucifixión y muerte de su Salvador?

Además, un regalo que se paga deja de ser un regalo… y tratar de pagar el impagable sacrificio de Cristo con las baratijas que buscamos ofrecer no es más que un insulto.

Pedro continúa diciendo: sin embargo, hay algo que usted puede hacer. Lo llamaremos nuestra gozosa obligación.

En el versículo 24 leemos: para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia.

Podría traducir esa primera parte también como: “para que nosotros, estando separado de esos pecados,” o “para que nosotros, que ya no estamos relacionados con esos pecados.”

El verbo traducido muertos aparece sólo aquí en el Nuevo Testamento. Su significado fundamental es no tener parte en – estar separado de.

Pedro está mirando hacia atrás al momento que nacimos de nuevo por medio de la fe en la obra de Cristo en la cruz – y nota que, en ese momento de nuestra conversión, la relación familiar con el pecado terminó. Aunque pecamos, ya no estamos atados a él.

Aunque Satanás todavía nos tienta y nos engaña y, a veces, nos hace tropezar, ya no es nuestro dueño. No tiene control legal ni derecho sobre nosotros.

Un erudito griego señaló que la gramática de esta frase nos lleva a entender que Pedro está diciendo, “para que nosotros, al no tener relación con los pecados”, ahora tengamos una nueva relación – que es con la justicia.[ix]

La palabra justicia lleva el matiz de una relación correcta con Dios a través de la regeneración.

Entonces, para resumir, Pedro nos está diciendo que debido al pago integral de Cristo por todo lo que es pecaminoso en nosotros, ahora podemos elegir diariamente – en lugar de tener una relación con una vida pecaminosa, tendremos una relación con una vida justa – esta es nuestra gozosa respuesta y obligación con nuestro Redentor, el Señor vivo y verdadero.

En pocas palabras, debemos vivir de tal manera que busquemos práctica y experimentalmente esta gozosa obligación de tener una relación correcta con Jesucristo y Su carácter santo debido a todo lo que Él ha hecho por nosotros.

Así que existe esta sustitución voluntaria, hay obligación gozosa. En tercer lugar, vemos una:

  1. Expectativa Creciente.

Pedro agrega esta frase final: y por cuya herida fuisteis sanados.

La palabra que Pedro usa aquí para herida se usa como una referencia general, un sinónimo para todo el sufrimiento y el dolor y la agonía que Jesús sufrió al morir.[x]

Por Su herida fuisteis sanados.

Esta frase ha causado muchos problemas en la iglesia a lo largo de los años.

La sanidad a la que Isaías y Pedro se refieren aquí es espiritual, no física. Podría escribir en el margen la palabra, espiritualmente.

Si Pedro estaba enseñando que la expiación de Cristo trajo salud física a los creyentes, entonces puede imaginar cuántos de los oyentes de esta carta se habrían sorprendido y habrían quedado confundidos… simplemente porque algunos de ellos estaban enfermos, todos estaban envejeciendo y algunos de ellos estaban muriendo.

De hecho, todos ellos eventualmente enfermarían y morirían. Nadie muere por tener buena salud.

Ahora, es cierto que la expiación finalmente traerá sanidad física a cada creyente en el cielo donde le espera un nuevo cuerpo, sin enfermedad y sin dolor y sin muerte (Apocalipsis 21 y 22). Entonces, aún esperamos el cumplimiento final de las promesas de Dios, donde recibiremos sanidad física completa.

Tenga en cuenta que la obra expiatoria de Jesús derrotó inmediatamente al pecado, a Satanás, a la muerte y al sepulcro. Pero los cristianos todavía pecan y Satanás todavía está deambulando y la muerte y la tumba están en nuestro futuro, a menos que el Señor venga por nosotros antes de que muramos.

En la cruz, Cristo murió por nuestros pecados, pero los cristianos todavía pecamos; Jesús conquistó la tumba, pero los cristianos siguen muriendo.

Mientras tanto, los predicadores que afirman que los cristianos nunca deben enfermarse porque hay sanidad en la expiación, y prometen que la sanidad debe ocurrir aquí y ahora si su fe es lo suficientemente fuerte – bueno, ellos no deberían detenerse allí. Por qué no afirmar que los cristianos nunca mueren físicamente, porque la obra expiatoria de Cristo también conquistó la tumba; ¿Por qué no afirmar que los cristianos nunca pecan, porque la expiación venció al pecado?

Pedro está entregando el evangelio: las buenas noticias de la muerte de Cristo en la cruz y el pago por nuestro pecado: estas son las buenas noticias del perdón, no de la salud.[xi]

Escuche, su perdón durará mucho más que su salud. Y eso es porque Jesús murió en la cruz para pagar la pena por sus pecados, no para escribir una receta para su enfermedad. Él fue hecho pecado por nosotros, no enfermedad.[xii]

De hecho, mire el comienzo de este versículo:

él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia.

Su sustitución voluntaria nos lleva a una gozosa obligación de vivir en santidad, respaldada por un creciente sentido de anticipación cuando nuestros cuerpos glorificados serán perfectos y completos, tal como nuestros espíritus han sido sanados por medio de Cristo.

Sí, hay sanidad física en la expiación, así como hay liberación del pecado y de la muerte, pero el cumplimiento de todo eso es algo que todavía anticipamos para el futuro.[xiii]

Y es para nosotros una anticipación creciente.

Por Su herida fuisteis sanados espiritualmente y anticipamos ser sanados físicamente algún día, de forma permanente y perfecta.

 

Conclusión

En su libro, John Dickson cuenta sobre una interacción que tuvo con un musulmán.

Después de dar una charla acerca de “Las heridas de Dios”, un hombre de unos 30 años, un líder musulmán en la universidad, se puso de pie y procedió a decirle a la audiencia lo absurda que era la afirmación de que el Creador del universo estaría sujeto a las fuerzas de su propia creación, que tienen que comer, dormir, usar el baño, sufrir dolores y molestias, y mucho menos morir en una cruz después de experimentar dolor y sufrimiento.

Este autor y el hombre debatieron durante unos diez minutos durante los cuales el hombre insistió en que la noción de que Dios tuvo heridas, ya fueran físicas o emocionales, era ilógica. Argumentó que el “Creador” no podía sufrir dolor por un ser menor. Dijo que era una blasfemia absoluta, como se establece en el Corán.

Dickson escribió más tarde: No tuve una respuesta ingeniosa. Al final, simplemente le agradecí por mostrarle a la audiencia el contraste entre la concepción islámica de Dios y la descrita en la Biblia. Lo que el musulmán denuncia como blasfemia, el cristiano lo considera absolutamente precioso: Dios tiene heridas.[xiv]

Dios tiene heridas. ¡Qué evangelio tan increíble!

No podríamos inventar algo así. El Creador ha sido molido, golpeado y marcado por nosotros.

Cuando el Señor resucitado se apareció a Sus discípulos, Tomás se perdió la reunión. Y cuando le dijeron que Jesús se les había aparecido, no les creyó. El dijo:

Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”.

Tomás exigió evidencia empírica. Y Jesús se inclina con humildad para dársela porque la próxima vez que Jesús aparece, invita a Tomás a extender su mano y tocar las huellas de los clavos en Sus manos y la cicatriz de la lanza en Su costado, revelando que Jesús ha conservado Sus cicatrices.

De hecho, es esta obra expiatoria en la cruz lo que Cristo quiere que nunca nos olvidemos como iglesia, por lo que instituyó la cena del Señor que sirve como un recordatorio continuo de Su sacrificio y Su muerte.

Cuando Israel se arrepienta al final de la Tribulación y luego vean al Señor descender, con nosotros, para establecer Su reino, el profeta Zacarías destaca este mismo tema cuando cita al Mesías que dice: “Me mirarán a mí, a quien traspasaron” (Zacarías 12:10).

Imagínese, nuestro Salvador ha elegido conservar Sus heridas y exhibirlas por toda la eternidad… aunque por Su obra expiatoria y Su gracia divina Él ha escogido que un día en el cielo sanará todas las nuestras.

Serán un recordatorio eterno. Cada vez que miremos a Jesús, nos acordaremos – por Su herida… por esas heridas fuimos y somos y por siempre seremos sanados.

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2017

© Copyright 2017 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

 

[i] Adapted from Craig Brian Larson, editor of PreachingToday.com; source: “Inside Rookie Minicamp” (pt. 1), July 6, 2010

[ii] John Phillips, Exploring The Epistles of Peter (Kregel, 2005), p. 126

[iii] Fritz Rienecker & Cleon Rogers, Linguistic Key to the Greek New Testament (Regency, 1976), p. 755

[iv] Adapted from Phillips, p. 126

[v] D. Edmond Hiebert, 1 Peter (BMH, 1984), p. 187

[vi] Ibid

[vii] Ibid

[viii] Joshua Ryan Butler, The Pursuing God (Thomas Nelson, 2016), p. 100

[ix] Hiebert, 188

[x] John MacArthur, 1 Peter (Moody Publishers, 2004), p. 172

[xi] Ibid

[xii] Ibid

[xiii] Adapted from MacArthur, p. 173

[xiv] John Dickson, If I Were God I’d End All Pain (Mathias Media, 2012), p. 66

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