Lección 22: El Peligro de Jugar a Ser Dios

Lección 22: El Peligro de Jugar a Ser Dios

Pasaje Bíblico: Santiago 4:11-12.

¡No juzguéis! Todos hemos escuchado ese mandamiento bíblico, pero ¿Qué significa realmente el juzgar?, ¿Por qué no debemos juzgar? y ¿Cuales son las implicaciones de este mandamiento? Aprendámoslo juntos en este estudio del libro de Santiago.

Transcripción

Introducción

Jamás hice un pedido o firme alguna suscripción, pero por algún motivo comencé a recibir la revista Forbes en mi casa. La recibí por varios meses y luego no llegó nunca mas.

En fin, el artículo de tapa de una de estas revistas comenzaba con las siguientes palabras: “A nosotros nos fascina el poder. Quedamos boquiabiertos ante los que saben usarlo. Quedamos atemorizados ante los que lo abusan. Envidiamos el poder, lo anhelamos. Todos prefieren ser el martillo y no el clavo. Las personas en la lista a continuación son consideradas como las mas poderosas del mundo, ya que, de alguna manera, hacen que el mundo se postre ante ellos.”

El subtitulo del articulo dice: “Hay 6,8 billones de personas en el planeta tierra. Estas son las 68 personas que importan.”[i]

Este articulo periodístico proveía biografías de cada una de estas personas –algunos presidentes, otros lideres religiosos y hasta criminales o jefes de la mafia. Ellos llegaron a la lista gracias a la cantidad de personas que influencian y dirigen –o por la cantidad de dinero que tienen en los bancos o en Wall Street.

Y al ver esto, no pude sino pensar, ¿Cuántas personas leen esta revista y dicen, ‘Cómo me gustaría estar en esa lista.”?

Me pregunto cuantos creyeron el mensaje, no muy subliminal de esta revista, que dice, “Si realmente quieres estar satisfecho en la vida, imita a las personas en esta lista – Conviértete en uno de estos 68. Nunca te conformes con ser un clavo; asegúrate de ser un martillo. Se tu el que da las ordenes… Se tu el que ponga a cada uno en su lugar. Y nunca olvide que su objetivo es que todos los demás estén por debajo de usted en importancia, valor, o estatus.”

En otras palabras, Satisfacción significa que usted es el rey de la montaña – que usted ha logrado entrar en esa lista de 68 personas importantes… y este es el detalle, para ser uno de los 68 tiene un gran obstáculo- ¡todas las otras personas!

De no ser por las demás personas, usted sería el numero 1. Usted seria el mejor de la clase- y el empleado del año. Las otras personas están en su camino.

Entonces ¿como debe lidiar con las personas que se interponen entre usted mismo y ese lugar de satisfacción que merece y anhela?

Bueno, hay una manera de hacerlo, y resulta ser un método utilizado tanto dentro de la iglesia como fuera de ella. Se trata de la habilidad de poner a los demás en su lugar… con sus palabras.

Uno aprende a martillar con la lengua; a doblegar al mundo siendo el que habla más – el más fuerte y amenazador.

 De hecho, he visto un ejemplo de esto en la naturaleza, al observar un nido de aguiluchos. Con mi esposa nos gusta observar este nido de vez en cuando, y el otro día vi como la mamá águila le daba de comer a sus aguiluchos. Se podían ver unas tres cabecitas moviéndose desesperadamente para recibir lo que le habían traído. Pero el mas grande de los tres, de repente empezó a picotear a sus dos hermanos hasta que finalmente se rindieron, y luego él pudo comer solo hasta saciarse. Luego los demás pudieron comer.

Evidentemente, él estaría en la revista Forbes de las águilas. Él domina y doblega su mundo a placer.  

Como seres humanos, nosotros también aprendemos a martillar a otros hasta someterlos – manipulando y conspirando; calumniando y murmurando; plantando dudas y poniendo en tela de juicio el carácter de nuestros competidores. Por naturaleza somos expertos en esto – y me refiero a la naturaleza caída.

Pero, como veremos en un momento, según el estándar divino, los que son más hábiles en este asunto no son necesariamente las personas más importantes.

En este gran nido llamado la iglesia de Cristo, puede que estas personas contribuyan en nada para el progreso del evangelio y la gloria de Dios. Así que descubramos juntos qué es lo que Dios de verdad considera importante.

Ahora, si usted escuchó el último programa, recordará que estudiamos 9 imperativos que encontramos en Santiago capitulo 4.

Siento que confundí a todo mundo con mi bosquejo, ya que hablé de 10 imperativos, pero solo expuse 9 y además los agrupé en 4 puntos, lo que evidentemente no ayudo mucho.

Bueno, ya que la Biblia es inspirada, y mis bosquejos evidentemente no lo son, permítame repetir y enumerar estos imperativos que encontramos en los versículos 7-11

  1. Sométase a Dios
  2. Resista al diablo
  3. Acérquese a Dios
  4. Limpie sus manos
  5. Purifique su corazón
  6. Sea humilde
  7. Aflíjase
  8. Llore
  9. Humíllese en la presencia del Señor.

Y hoy vamos a estudiar el último mandamiento o imperativo. Algunos le han puesto por nombre: “el décimo mandamiento de Santiago.”[ii]

Lo encontramos en el versículo 11. “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.”

Podríamos traducirlo como: “no critique, o no hable mal; no siembre cizaña.”

El verbo en griego es específico en cuanto al carácter difamatorio y mal intencionado de estas palabras. Santiago está hablando de un hablar malicioso que busca influenciar a los demás.[iii]

Y note que se esta hablando claramente acerca de creyentes. En el versículo 11, Santiago dice unas tres veces “hermanos”.

Él no esta diciendo: “Escuchen, ustedes saben cuan malo es el mundo y como usan estos métodos una y otra vez – hasta trepan por encima de las personas para alcanzar el cargo que quieren y causan divisiones para llegar a la cima – calumnian al profesor o al jefe para tener un grupo que los siga – escuchen, hermanos, tienen que decirle al mundo que dejen de hacer esas cosas.”

No. Santiago le esta escribiendo a los hermanos acerca de estas malas prácticas que estaban tomando lugar entre ellos. De hecho, la gramática en este versículo deja en evidencia que Santiago esta diciendo: “Basta ya. Dejen de hacer esto.” Los creyentes del primer siglo tenían el mismo problema que nosotros.[iv]

Y él sabe que cuando una asamblea escucha esta reprensión, en cualquier generación y en cualquier lugar del mundo, los creyentes van a reconocer su pecado –unos más que otros.

Parte del problema es que la mayoría de los creyentes piensan que no esta mal decir algo negativo de otro mientras que sea verdad. “Si es verdad, entonces no es murmuración. Si es verdad, entonces no es difamación. Es decir, si es verdad, bueno, necesitas saberlo.”

Nos hemos convencido que es casi una obligación moral el pasar información acerca de otra persona siempre y cuando sea verdadera – y eso sin importar lo que esa información vaya a hacer con la reputación o el carácter de la otra persona.[v]

Santiago no hace distinción si es que lo que se dice es verdad o no. Él no dice, “Dejen de hablar mal los unos de los otros si tienen información falsa. Asegúrense de tener la información correctaEntonces pueden compartir lo que saben con los demás.”

Ya que el contexto indica que esto pasaba en la asamblea local, lo más probable es que la información era verdadera.

Y para empeorar las cosas, cuando Santiago escribe “no hablen mal los unos de los otros,” podemos notar que hay al menos dos grupos peleándose.

Es decir, hay un vaivén de murmuración. No hay inocentes. Todos están metidos en esta batalla de palabras. Nadie recibe ayuda y todos, en alguna manera, salen dañados.

Hay una vieja historia canadiense que trata acerca de unos puercoespines. Dice que un grupo reducido de puercoespines estaba tratando de sobrevivir una severa tormenta de nieve. Todos estaban juntos para poder mantenerse calentitos durante la feroz tormenta ártica. Pero como sus púas eran tan afiladas, cuanto mas se acercaban, mas se lastimaban, cosa que causaba que se alejaran nuevamente. Pero el frío viento ártico hacia que se juntaran nuevamente. Esta extraña dinámica se repitió una y otra vez a través de la larga y fría noche de invierno. La moral de la historia era: “Ellos continuaron lastimándose, si bien se necesitaban entre si.”[vi]

Y es muy triste y doloroso cuando esta danza de puercoespines ocurre en la iglesia.

Ahora, Santiago explica más el problema en cuestión en la frase siguiente. Note lo que dice el versículo 11, “El que murmura del hermano y… ¿que? …y  juzga a su hermano…”

La manera en que Santiago describe estas dos actitudes – hablar en contra de otro hermano y juzgarlo – indica que se trata de la misma actividad, solo que vista desde un ángulo distinto. Ambas suceden al mismo tiempo.[vii]

Cuando uno habla mal o murmura de otros, a la vez esta juzgando a esa persona – está actuando como juez.

Aquí estamos hablando del tipo juicio de condescendiente y denigrante de los Fariseos, que miraban en menos a todos los demás.

Ahora, hay varios pasajes en donde se nos exhorta, como creyentes, a juzgar y pensar críticamente.

  • La Biblia nos exhorta a probar los espíritus –esto es, debemos examinar a los maestros que enseñan verdades espirituales (1 Juan 4:1)
  • Debemos evaluar a los falsos maestros (Mateo 7:15);
  • Debemos juzgar a aquellos que viven abiertamente en pecado y quitarlos de la asamblea (1 Corintios 5:1-3);
  • Si alguien predica un evangelio diferente debemos de juzgarlo como anatema (Gálatas 1:9);
  • Los que pueden discernir espiritualmente, deben de juzgar constantemente entre lo bueno y lo malo (Hebreos 5:14);
  • Y, por ultimo, el creyente debe juzgar todas las cosas, según 1 Corintios 2:15.

Entonces, ¿Se contradice acaso la Biblia? No. Necesitamos entender el contexto de la prohibición. Lo que Santiago esta prohibiendo aquí es el espíritu crítico que juzga a todos y minimiza a todos.[viii]

Hay una gran diferencia entre usar el juicio para discernir y tener un espíritu o actitud que juzga a los demás. Hay una gran diferencia entre juzgar y ser prejuicioso. Existe una gran diferencia entre pensar críticamente y ser crítico con los demás.

Así que la cuestión no es si usted juzga o no, sino como juzga y por qué.[ix]

Esta mañana usted tomó varias decisiones críticas –y tuvo que apelar su buen juicio para discernir a que hora se iba a levantar, que iba a comer, que camisa o blusa se iba a poner, etc. Tuvo que tener buen juicio para saber a que hora salir de su casa para poder llegar a tiempo al trabajo. Pero Santiago no esta hablando de eso en el versículo 11.

Santiago nos esta diciendo que tenemos que dejar de murmurar, difamar, criticar y abusar verbalmente de otros. Tenemos que dejar de picotear a los otros aguiluchos y empujar a nuestros hermanos hacia el costado para tener el primer lugar – para tener más posibilidades de entrar en la lista de personas importantes.

Santiago aquí esta diciendo, “Usted no esta siendo una persona que piensa críticamente, sino simplemente una persona que critica; no esta usando el juicio para discernir, sino que esta siendo prejuicioso.

La verdad es que no existe una sola persona en el mundo que no podamos juzgar por algo si es que la examinamos lo suficiente. Santiago esta hablando de este tipo de inspector.

Como el hombre que un comentarista menciona que siempre encontraba la forma de juzgar y criticar a su prójimo:

Si el hombre era pobre, entonces era un mal administrador; si era rico, entonces era deshonesto. Si estaba involucrado en la política, era corrupto; si renunciaba, era porque no era bueno en su puesto. Si no daba dinero a obras benéficas, era un tacaño; si lo hacia, era porque quería que lo vieran. Si iba a la iglesia todos los domingos, era un hipócrita más; si no estaba interesado en la iglesia, era un tremendo pecador. Si demostraba compasión era una persona muy débil; si no lo hacia, era una persona muy fría. Si moría joven, se perdía un gran futuro; y si moría con mucha edad, bueno, probablemente no escuchó el llamado de Dios.[x]

Mire, esta persona probablemente diría orgullosamente “Bueno, la verdad es que yo soy sincero, solo digo las cosas como son.”

¿Alguna vez conoció a alguien así? Parecieran como si esas personas nacieron con el dedo índice más largo que los demás. Se hacen daño a si mismos, a sus familias y pueden destrozar una iglesia o un negocio.

La verdad es que todos nosotros vimos a una persona como esta en el espejo esta mañana. Todos somos culpables de esto en cierta manera.

Es por eso que Santiago puede escribirle a todos los judíos dispersos en el Imperio Romano y hacer esta declaración – Esto va para todos, absolutamente todos.

Ahora Santiago va a darnos tres razones por las cuales esta practica de juzgar a los demás es un problema tan serio. Estas son las razones por las que debemos evitar la crítica a cualquier costo…

1. Primero, cuando nos involucramos en este tipo de conversaciones, estamos dejando de lado el estándar divino.

Note que el estándar es el estándar de Dios, no nuestro propio estándar. El versículo 11 dice: “El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley;…

Otra vez, Santiago esta diciendo que la persona que juzga y tiene una actitud de crítica y que difama a otros o pronuncia palabras duras, esta rompiendo la ley.

Ahora, ¿de que ley estamos hablando? Cuando Santiago habla de ley aquí en el versículo 11, el no usa el articulo definido. Es decir, Santiago no esta haciendo referencia a la Ley de Moisés, sino a la ley, en general.[xi]

Entonces, ¿Qué tipo de ley general tiene Santiago en mente al decir esto? Se trata de la ley que el mencionó en el capitulo 2, la ley real: “amaras a tu prójimo como a ti mismo.”

Esta es la ley del amor – lo que encaja perfectamente con este párrafo; uno no murmura o maltrata a alguien que ama. Uno no trata de destruir la reputación de la persona a quien ama. Uno no murmura y difama a alguien que quiere y por quien se interesa. Uno ora por esa persona –la desafía- la corrige- busca restaurarla.

  • Ahora, ¿Juzga uno su pecado? Si. 
  • ¿Le dice a su hijo que lo que hizo esta mal y que no debe hacerlo de nuevo? Si.
  • ¿Corrige uno a otro creyente diciéndole ‘mire lo que dijo o hizo estuvo mal…permítame mostrarle lo que la Biblia dice”? Claro que si.

Eso es amor. La disciplina en la iglesia es amor. Nace de un deseo de desafiar y advertir al hermano para que se de cuenta de su error y busque reconciliarse con Cristo y con su familia espiritual – la iglesia.

Lo opuesto a amar a una persona es simplemente ignorarla y dejar que viva en pecado sin darle advertencia alguna.

¿Dejaría usted que su hijo de tres años ande cruzando la calle o la carretera solo? Una forma de demostrar su amor es justamente decirle que no lo haga, y si llegara a desobedecerlo y tratar de cruzar la calle solo, lo reprende para evitar así que sienta la gran consecuencia de que lo arroye un vehículo.

La persona que no ama, no se preocupa. Por el contrario, se deleita contarle a los demás trató de cruzar la calle solo y quien no.

Emilia era conocida como la murmuradora de la iglesia –la uva más grande del racimo. Un sábado ella iba conduciendo por el centro del pueblo cuando reconoció la camioneta de uno de los hombres de la iglesia estacionada afuera de una taberna.

Antes del término de aquel día, toda la congregación de esa pequeña iglesia había recibido una llamada de su parte para contarles que Francisco era un borracho… él obviamente había estado luchando con el alcoholismo – ella asumió – y recientemente él finalmente había caído en el vicio.  Desde luego, ella agregó, “tenemos que orar por él.”

Al otro día, cuando Francisco apareció en la iglesia, todos estaban hablando del tema. Él no dijo una sola palabra cuando se enteró de lo que Emilia había dicho acerca de él. Sin embargo, tarde esa misma noche, él le pidió a un amigo que lo siguiera en su auto. Él manejó hasta la casa de Emilia, y dejó su camioneta estacionada al frente… toda la noche. Su amigo lo llevó a casa.

A todo esto, no se le ocurra imitar a esta persona. ¡No estoy dándole un ejemplo a imitar! Pero, la verdad que quiero señalar aquí, es que uno no ora por hermanos de los que murmura – y uno no murmura de personas por las cuales ora.

Santiago escribe, “Dejen de murmurar los unos de los otros- están violando la ley del amor de Dios. Están despreciando el estándar divino.”

 

2. Segundo, no están respetando los estatutos de Dios.

Note nuevamente en el versículo 11. “El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.”

Lo que Santiago esta diciendo aquí es que la persona prejuiciosa y crítica está quebrantando la ley del amor, y a la misma vez, culpa a otro creyente de romper otra ley – y al hacerlo, está colocándose a si mismo por encima de la ley.[xii]

Es como la persona que dice: “Yo soy un conductor cuidadoso y jamás excedo el límite de velocidad; claro que nunca uso el cinturón de seguridad, ya que eso no debería ser obligatorio.”

O como la persona que dice: “Yo jamás robaría algo” pero luego en la declaración de impuestos no declara exactamente todo lo que debe porque piensa “Bueno, los impuestos están mucho mas altos de lo que deberían estar.”

Estas personas que piensan así se están colocando como jueces por sobre la ley –es decir, están decidiendo cuales leyes son dignas de cumplirse y cuales no.

Ese es el punto de Santiago aquí. El ponerse uno mismo como juez por sobre los mandamientos de Dios- el decidir cuales va a guardar y cuales no, es, en efecto, faltarle el respeto a los mandamientos y estatutos de la Palabra de Dios.

Los Fariseos que diezmaban el comino –lo mas diminuto de su huerta- pero le robaban a las viudas y huérfanos y deshonraban a sus padres ya mayores de edad, se estaban poniendo como jueces por sobre la ley, determinando que era importante y que no.

Y querido oyente, nosotros podemos caer lo mismo.

Podemos guardar algunos mandamientos de Cristo y ser apasionados al respecto, y a la vez dejar de lado la ley de amor para con los demás… y al hacer esto, dice Santiago, estamos actuando como jueces por sobre y en contra de la ley.

Así que al hablar mal de otros no le ponemos atención al estándar divino; le faltamos el respeto a los estatutos de Dios.

Una más…

3. Nosotros desplazamos la supremacía de Dios

Note el versículo 12. Allí leemos:

“Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”

Santiago esta siendo muy franco aquí…él esta preguntando ¿Quién se cree que es? ¿Piensa usted que puede jugar a ser Dios? Solo hay uno que puede salvar o destruir. Solo hay un Dios, y ese no es usted.

Dios nunca puso un clasificado pidiendo un asistente administrativo.  No lo necesita…y Él es capaz de ser juez, jurado, ejecutor y salvador a la vez.

El salvar y destruir son una síntesis del poder supremo de Dios y de su derecho y poder – cosas que solo le pertenecen a Él.

Otra vez, Santiago no esta restándole importancia a las cortes civiles y los jueces – a creyentes que piensan críticamente o a líderes espirituales que disciernen – él esta reprendiendo a aquellos que tienen un espíritu crítico y prejuicioso que vive para encontrar culpa en los otros.[xiii]

¿Por qué? ¡Porque quieren ser mas importantes que los demás! Quieren ser parte de esa lista de 68 personas importantes.

Mire una vez más el versículo 12. Santiago dice: “…¿quién eres para que juzgues a otro?”

La forma en que Santiago hace esta pregunta en el original, enfatiza la contundencia de sus palabras. Podríamos traducir esta pregunta como: “¡Hey! ¡ustedes! ¿Quién se creen que son para tratar a los demás de esa manera?[xiv]

Y sabemos que Santiago es directo y apasionado porque él es consiente del peligro. Cuando nosotros tratamos a otros de esta manera, estamos cooperando con el diablo. Recuerde, él es el gran acusador.

Así que al juzgar y ser prejuiciosos para con los demás, estamos trayendo a la familia de Dios las actitudes y acciones propias del mismo diablo.

Terminamos hablando el idioma del diablo. El idioma del diablo es “fracaso” y “culpa”; el idioma de nuestro Señor es “perdón” y “gracia.”

¿No es irónico que los que quieren jugar a ser Dios terminan jugando a ser el diablo? El difamar y acusar y murmurar es imitar al ángel que quiso ser como Dios… quería ser el primero de la lista… quería ser el martillo. Él estaba dispuesto a doblegar al cielo y la tierra para que hicieran su voluntad.

Escuche querido oyente, si usted realmente quiere actuar como Dios, entonces abandone la murmuración y la difamación y entregue gracia cada vez que pueda.

Permítame darle un desafío: ¿Cree usted que puede pasar 24 horas sin decir algo malo o crítico acerca de otro? – sin decir una sola palabra denigrante o despectiva en contra de otra persona –sea el presidente; el gobernador; su vecino; su profesor, su pastor, sus compañeros.

Aun si lo que decimos es verdad…aun si se lo dice en la cara; ¿podemos estar 24 horas sin hablar mal de alguien?

Si alguien no puede estar 24 horas sin drogas, entonces es un drogadicto; si alguien no puede estar 24 horas sin alcohol, entonces es un alcohólico; si no puede estar 24 horas sin un cigarrillo, tiene una adicción al tabaco, ¿no es así?

Bueno, si nosotros no podemos estar 24 horas sin decir algo negativo de otro ¿no cree que eso significa que somos adictos a criticar a los demás?

Dispongámonos a obedecer la Palabra de Dios… y si falla, confiéselo y ponga el cronómetro en cero. Quizás no pase una hora sin que necesite reiniciar el cronómetro. No se desanime. Va a tomar tiempo el cambiar esas malas costumbres. Simplemente confiese, pídale perdón al Señor, y luego ponga el cronómetro en cero otra vez.

Este va a ser un gran desafío, y es que por naturaleza estamos acostumbrados a reaccionar así. Como el taxista que estaba llevando a un hombre al aeropuerto. Durante el viaje los dos habían estado en silencio, pero a mitad de camino, el pasajero se le acercó al taxista desde atrás para hacerle una pregunta y le tocó el hombro. El taxista gritó enloquecido, perdió el control del taxi, casi atropelló un autobús, se subió a la vereda y logró frenar a centímetros de un almacén. Por unos momentos todo quedó en silencio. Luego, el taxista se dio la vuelta y dijo, “¿Está bien? Lo siento muchísimo, pero usted casi me mata del susto.” El pasajero, estremecido aún se disculpó y le dijo, “No pensé que tocarle el hombro lo iba a sobresaltar así – es mi culpa.” El taxista respondió, “No. No. Es mi culpa – lo que pasa es que hoy es mi primer día trabajando de taxista. Como verá, por los últimos 25 años estuve manejando un coche fúnebre.”

Escuche querido oyente, nuestro reaccionar y nuestra tendencia a criticar se refina y perfecciona con la práctica. Si usted acepta este desafío, descubrirá que cosas que se ha acostumbrado a decir. Sus palabras van a mostrarle como responde, reacciona y piensa.

Así que prepárese para obedecer la ley de amor y este décimo mandamiento del apóstol Santiago. Que en las próximas 24 horas solo digamos palabras que edifican. Esto muy seguramente va a revolucionar nuestras conversaciones y nuestro caminar con Cristo –quien es el único Juez y dador de la ley.

 

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey

© Copyright 2011 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

 

[i] Forbes Magazine, ―The Most Powerful People on Earth‖ (November 22, 2010), p. 76

[ii] Spiros Zodhiates, The Labor of Love (AMG Publishers, 1985), p. 259

[iii] Hiebert, p. 241

[iv] R.C.H. Lenski, The Interpretation of the Epistle to the Hebrews and the Epistle of James (Augsburg Publishing House, 1966), p. 635.

[v] R. Kent Hughes, James: A Faith That Works (Crossway Books, 1991), p. 194

[vi] Adapted from Charles R. Swindoll, Job: A Man of Heroic Endurance (W Publishing, 2004), p. 91

[vii] Hiebert, p. 242

 [viii] Hughes, p. 196

[ix] Anthony Evans, The Perfect Christian (Word Publishing, 1998), p. 168

[x] Zodhiates, p. 321

[xi] Lenski, p. 636

[xii] Blomberg & Kamell, p. 196

[xiii] Hiebert, p. 244

[xiv] Charles R. Swindoll, James: Practical and Authentic Living (Insight for Living, 1991), p. 154

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