Lección 42: Limpieza Espiritual

Lección 42: Limpieza Espiritual

Pasaje Bíblico: 1 Pedro 4:17-18.

 Dios tiene un propósito para el sufrimiento – y no es destruirnos, sino desarrollarnos. En estos versículos, el apóstol Pedro nos muestra dos actitudes que deben tener los creyentes que sufren mientras esperan la venida de Cristo.

Transcripción

Introducción

El Apóstol Pedro ha anunciado: El fin de todas las cosas se acerca (1 Pedro 4:7). ¿Era Pedro un simple alarmista? ¿Estaba vendiendo comida enlatada o libros sensacionalistas sobre el apocalipsis venidero?

No, Pedro estaba anticipando la venida de Cristo por Su iglesia y el fin de la historia humana tal como la conocemos actualmente.

Pedro nunca puso una fecha, a todo esto, y su consejo es verdadero en cualquier cultura y en cada generación, incluida la nuestra.

Después de ese anuncio, Pedro da una serie de órdenes para ayudarnos a prepararnos para el fin del mundo, por así decirlo, y hemos pasado los últimos 6 programas estudiándolos.

Su inspirado consejo no ha tenido nada que ver con hacer un bunker, almacenar alimentos, o tal vez incluso reunir suficientes municiones para evitar que sus vecinos hambrientos le roben sus provisiones.

Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer a la luz de que la venida de Cristo está más cerca ahora que nunca? Bueno, el consejo de Pedro no tiene nada que ver con pasar tiempo preparándose para aislarse y protegerse del mundo que le rodea.

Por el contrario, él nos dice en el versículo 7 que no entremos en pánico, sino que nos concentremos y sigamos orando. En los versículos 8 y 9, Pedro nos ordena permanecer amorosos y disponibles para las personas y sus necesidades.

Él nos dice que comencemos a invertir en la vida de nuestra iglesia local usando nuestros dones de enseñanza o servicio en los versículos 10-11 – que usemos aquellos talentos, habilidades y dones que Dios bordó en nuestras vidas desde el vientre de nuestra madre.

Luego, Pedro dejó muy claro que nuestras vidas podrían incluso complicarse más a medida que vivimos y servimos en un mundo que realmente no nos quiere.

En los versículos 12-13, Pedro nos dice que no nos sorprendamos cuando se nos presenten problemas, sino que sigamos regocijándonos.

Pero él nos advierte en los versículos 14-16 que debemos asegurarnos de que no estemos sufriendo a causa de nuestros propios crímenes y actitudes pecaminosas, sino que debemos asegurarnos de que estemos sufriendo porque llevamos digna, orgullosa y públicamente el nombre Cristo – porque somos cristianos genuinos.

Y él ahora está a punto de recordarnos nuevamente que Dios tiene un propósito para el sufrimiento – y no es destruirnos, sino desarrollarnos.

Y a medida que se acerca el final,

  • Pedro no quiere que estemos aislados de las personas, sino que invirtamos en las personas.
  • Él no quiere que prioricemos protegernos del daño sino que progresemos en santidad.

Y eso significa que vendrán problemas y la vida se volverá aún más desafiante y el Señor nos moldeará y nos guiará a través del cambio.

Un autor lo expresó de forma honesta y realista cuando escribió: “Una de las cosas más frustrantes acerca del Señor es que Él simplemente no nos deja asentarnos. Él nos está alejando constantemente de los lugares donde preferiríamos quedarnos; y acercándonos a donde no queremos ir.”[i]

Bien dicho, y es que los cristianos no son colonos, son peregrinos. Y eso requiere enfrentar desafíos y cambios.

Tal vez pueda identificarse ahora mismo con ese niño de primer grado en su primer día de clases que, acostumbrado a irse a casa al mediodía en el jardín de infantes, estaba preparando sus cosas para irse a casa cuando en realidad se suponía que debía quedarse a almorzar con el resto de la clase. Él no estaba acostumbrado a eso. Eso nunca había sucedido antes en su experiencia educativa. Linda, su maestra, le preguntó qué estaba haciendo. “Me voy a casa”, respondió con bastante confianza.

Linda explicó que, ahora que estaba en primer grado, tendría una jornada escolar más larga. “Vas a almorzar ahora y luego tienes que volver a la sala y estudiar un poco más antes de ir a casa”. El niño la miró con incredulidad, esperando que estuviera bromeando. Ella hablaba en serio. A lo que él puso las manos en sus caderas y preguntó: “¿Y a quien se le ocurrió meterme a este programa?”.

¿Alguna vez se sintió así? “¿A quién se le ocurrió meterme en este programa?” ¡Dios lo hizo! ¡Él no solo lo ha inscrito, sino que él mismo escribió el programa!

Esperaba irse a casa, pero Dios quiere que se quede un poco más. Hay un poco más de trabajo que hacer primero.

Ahora, Pedro agrega algo más a su consejo. Así que avancemos a los próximos dos versículos y tomemos nota de las dos actitudes que deben tener los Creyentes a la luz de fin de los tiempos.

 

Dos Actitudes para el Fin de los Tiempos

Y la primera actitud es la sumisión. Permítame definir lo que quiero decir con esto:

  1. Sumisión: no podemos negarnos a aceptar el sufrimiento como parte purificadora del plan de estudios de Dios.

En otras palabras, las pruebas no son optativas; son parte del curso básico para hacer discípulos. Y Pedro ya nos ha informado que las pruebas no deben tratarse como algo extraño, debemos recibirlas como tutores, enviados para instruirnos.

Observe el versículo 17 de 1 Pedro 4 – solo la primera frase,

Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios

Al leer que este juicio está conectado con la casa de Dios, algunos asuman que Pedro no está hablando de la iglesia; él debe estar hablando proféticamente sobre la destrucción del templo judío, que sería destruido en el año 70 dC, apenas unos años después de que Pedro escribiera esta carta. Esa no es una mala idea, pero cambiaría dramáticamente la aplicación de este texto.

La verdad es que, en contexto Pedro ha estado hablando de la iglesia y no hay indicación de que haya cambiado de tema.

Él todavía se está refiriendo a la iglesia, llamándola aquí la casa de Dios. De hecho, Pablo dice en 1 Timoteo 3:15:

Si tardo, te escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.

Pedro nos informa aquí que el juicio de Dios es parte de nuestras vidas.

Si estudia el Nuevo Testamento, pronto descubrirá que el juicio para el creyente es muy diferente al del incrédulo.

  • Para el incrédulo, conduce a la condenación eterna.
  • Para el creyente, conduce a una limpieza de por vida.

El Apóstol Pablo aclaró el tema del juicio de Dios en la vida de los creyentes cuando le escribió a la iglesia de Corinto que cuando somos juzgados, somos disciplinados por el Señor. 1 Corintios 11:32

Sabía que ser disciplinado y discipulado provienen de la misma palabra. El juicio o disciplina es correctiva; ser discipulado es algo constructivo. Y ambos son necesarios.

Dios se preocupa tanto por usted que saca su trapo de limpieza y debido a Su amor por la iglesia – y cada creyente en ella – Él simplemente se niega a esconder la suciedad de Su casa debajo de la alfombra. El sufrimiento es a menudo la forma en que Dios limpia su casa.[ii]

Y Pedro está hablando de la iglesia como un todo. Él sabe lo fácil que es para la iglesia volverse egocéntrica y pasiva.

Pedro quiere que sepamos que los sufrimientos, pruebas y tiempos difíciles ocurren.

  • no porque no pertenezcamos a Dios, sino porque le pertenecemos;
  • no porque Dios no está interesado en nosotros, sino porque Él está profundamente interesado en nosotros.

Vaya al parque donde hay un grupo de niños correteando y las madres están a un lado conversando. Tan pronto como un niño se pasa de la raya, ¿quién cree que lo va a corregir? La madre. Puede que a las otras madres les den ganas también, pero ella es la que lo va a agarrar de la oreja.

Cuando era niño, mis vecinos nunca se preocupaban por mis modales en la mesa o lo que comía o si me quedaba bien la ropa o si tenía buenas calificaciones en la escuela.

Los vecinos no se desvelan por la noche o pasan horas lavando, limpiando, alimentando, orando, criando, recordando y guiándolo a uno. No lo hacen; eso es lo hace un buen padre.

Los padres que no juzgan a sus hijos disciplinándolos no están demostrando amor, están demostrando desinterés, desprecio e indiferencia.

Así que la mano dura de Dios sobre nosotros como sus hijos no es para decepcionarnos, sino para desarrollarnos; porque somos hijos de Dios y Él es un padre muy involucrado. (Juan 1:12)

El escritor de Hebreos lo expresó de esta manera, permítame parafrasearlo:

No ignores la disciplina de Dios, pero tampoco te dejes aplastar por ella. Al hijo que ama va a disciplinar; al hijo que abraza, también corrige. Dios lo está educando; por eso nunca debe abandonarlo. Él lo está tratando como un hijo amado. Este problema en el que está metido no es un castigo; es un entrenamiento; es la experiencia normal de un hijo (Hebreos 12:7-11).

Y por eso oramos mientras enfrentamos dificultades, desalientos, dolor y sufrimiento: “Señor, haz que nos sometamos a los planes que tienes para nosotros y que aún no conocemos. Cámbianos en lo que aún no somos. Enséñanos lo que aún no sabemos”. Nos sometemos a ti.

Pedro ahora menciona otra actitud para los creyentes a la luz de fin de los tiempos. Y, nuevamente, tendrá que estar dispuesto a hacer limpiar para adoptar estas actitudes.

Primero, sumisión. Segundo, compasión.

  1. Compasión: debemos compadecernos de los inconversos que experimentarán la ira de Dios en su totalidad.

No solo debemos aceptar el sufrimiento como parte del plan de estudios de Dios, sino que debemos compadecernos de los incrédulos que experimentarán la ira de Dios en su totalidad.

Note cómo Pedro ahora nos hace dos preguntas – note la primera:

y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? 1 Pedro 4:17.

Pedro quiere que miremos hacia el futuro. Para aquellos que creen en el evangelio, el juicio de Dios da como resultado la purificación y la glorificación final en el Cielo.[iii]

¿Pero cuál es el fin del incrédulo? Pedro no responde aquí la pregunta, pero la Biblia sí; y asume que la conocemos. La respuesta es juicio y castigo eterno.

Y aquí está lo que Pedro está diciéndole al creyente: Corrija sus actitudes. Haga limpieza. En lugar de quejarse de lo difícil que es la vida ahora y la prosperidad de aquellos que rechazan el evangelio, solo mire hacia el futuro. No importa cuán difícil sea, haya sido o pueda ser la vida, no es nada en comparación con el dolor y el sufrimiento de alguien que rechaza el evangelio de Dios.

¡Mire dónde estarán un día! Y esto produce en nosotros una compasión como la de Cristo.

Me llegó el siguiente artículo la semana pasada: una rabina que vive en Michigan escribió un libro sobre lo que llama Caminando el Camino de la Divinidad Femenina.

Ella comienza elogiando a las mujeres que se presentan para denunciar agresiones y acosos sexuales – y sí, eso es positivo y valiente, agregaría yo.

Pero luego se desvía y escribe: “Como rabina, estas jóvenes valientes me han envalentonado para decir una verdad que he sabido en mi corazón durante mucho tiempo pero he dudado en compartir. Ha llegado el momento de que yo también dé un paso al frente. Es hora de que todos reconozcamos una fuente abrumadoramente poderosa de vergüenza y silencio. . . la historia que da comienzo a la Biblia, la primera que aprendemos en la escuela dominical, la historia fundamental del hombre y la mujer sostenida durante miles de años por la religión judeocristiana, es en realidad la historia de la primera agresión sexual a una mujer. El nombre de la mujer es Eva. Y el perpetrador [es] Dios”.

(A todo esto, si ha leído el relato de Génesis, sabrá que no tiene nada que ver con la agresión sexual, sino con el pecado y el juicio, la expiación y el perdón).

Ella escribe: “Aquí hay una joven hermosa, inteligente que vive en un estado de Gracia. Tiene hambre, así que hace lo más natural del mundo y come una fruta. Por seguir sus instintos, confiar en sí misma y nutrir su cuerpo, es castigada. ¿Y su castigo? Nunca más se sentirá segura en su desnudez; ella nunca más conocerá su cuerpo como un lugar de sagrada soberanía.”

(Sé que ya ha escuchado suficiente, pero esta es su conclusión:) “Este Dios… no es mi Dios. Es una ficción, un mito hecho por el hombre… el Dios en el que creo es todo amor… una fuente de vida y curación, no de vergüenza.”[iv]

La verdad es que el evangelio tiene que ver con el pecado, la vergüenza, la rebelión y un infierno eterno, ¡pero también se trata de un Salvador, la expiación, resurrección, perdón y un cielo eterno!

“¡Pero no queremos eso! No nos hablen sobre la ira o el pecado; sólo de un Dios de amor.”

Querido oyente, ¿sabía que hay iglesias que se niegan a leer cualquier versículo que hable de la ira de Dios o que Jesucristo sufrió la ira de Dios en nuestro lugar? Pero ese es el evangelio, ¿no es así?

Pablo usa la palabra ira por lo menos 15 veces al describir el evangelio. Él les escribe a los creyentes en Roma;

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. Romanos 1:18.

Además, Pablo escribe:

Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira… Romanos 2:5

Pero eso no es todo lo que hay en el evangelio. Pablo escribe:

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Romanos 5:9

Aquellos que reconstruyen un evangelio sin pecado y sin vergüenza eliminan efectivamente el evangelio. ¿Por qué? Porque un evangelio sin pecado y vergüenza es un evangelio sin un Dios que luego perdonará el pecado y la vergüenza. Elimina la razón de un Salvador que murió y resucitó.

Así que los perdidos están sin un Salvador. Se niegan a obedecer la verdad del evangelio y debemos tener compasión de ellos y un deseo de alcanzarlos y orar por ellos y ver que Cristo los salve.

La segunda pregunta que hace Pedro es similar, pero no solo se enfoca en el futuro, sino también en el presente. Note el versículo 18:

Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?

Cuando Pedro escribe aquí sobre ser salvo con dificultad, se refiere a la vida de dificultad y sufrimiento que acompaña a la salvación. Da la idea de que al llegar uno se seca el sudor de la frente y dice: “¡Apenas lo logramos!”.

Ahora, eso no significa que apenas nos salvamos y tuvimos que trabajar para llegar al cielo. No somos justificados por la fe más el sufrimiento. No nos ganamos la salvación a través del sufrimiento, pero la salvación y el sufrimiento van de la mano.

Pablo dijo algo parecido en Hechos 14:22:

Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

Una vez más, eso no significa que entrar en el reino de Dios viene como resultado pasar por dificultades. Pablo simplemente quiere decir que las tribulaciones son inevitables mientras vamos de camino hacia allá.

Pedro usa la misma expresión: el justo con dificultad se salva… Pedro se está refiriendo al tipo de viaje que experimentaremos, y sucede que estará lleno de dificultad.

De hecho, esta misma palabra traducida dificultad se encuentra en Hechos 27 donde Lucas registra que después de navegar lentamente durante muchos días por la falta de viento, finalmente, con dificultad, llegaron a su destino.

Esa es nuestra realidad. Como Cristiano en el Progreso del Peregrino, es un peligro tras otro; una prueba tras otra; una batalla tras otra; una prueba de fe tras otra.

Pedro no quiere que reflexionemos sobre lo difícil que es nuestro viaje en este texto. En realidad, él quiere que hagamos una comparación obvia. Si nuestras vidas son difíciles y tenemos al Salvador, ¿puede imaginar la vida de alguien que no tiene a Dios?

¿Cómo debe ser para un incrédulo pasar por su vida, a través del dolor y las luchas de la vida, sin el Señor?

Estoy de acuerdo con un autor que escribió, “Imagina, no tienen fundamento, ni absolutos, ni razón para continuar, nada a lo que aferrarse, nadie a quien recurrir, ninguna forma de calmar sus miedos, ningún propósito para vivir, ninguna paz al morir… ningún Salvador.” Eso es lo que se puede llamar desesperanza.[v]

 

Conclusión

Hace muchos años, una revista cristiana a la que me suscribí, contaba la historia de un conocido cirujano que vivía en Chicago.

El Dr. Winters se despertó una mañana alrededor de la 1:00 am. Hubo un accidente y un niño estaba en el hospital con condiciones que el Dr. Winters se especializaba en tratar. El personal de turno creía que solo él tenía la habilidad de salvar la vida de ese niño.

Salió corriendo de la cama, se puso la ropa, se metió a su auto y corrió hacia el centro de Chicago. Decidió tomar un atajo a través de un área bastante peligrosa, conocida por la actividad de pandillas. Sintió que el riesgo valdría la pena y podría ahorrar un tiempo precioso.

Efectivamente, cuando se detuvo en un semáforo en rojo, un hombre corrió y abrió la puerta del auto. Llevaba una vieja camisa de franela y un sombrero gris, y literalmente arrojó al médico fuera del auto gritando: “¡Necesito tu auto!”. A pesar de que el médico trató de explicar, el hombre no lo escuchó mientras se alejaba a toda velocidad.

El Dr. Winters tardó al menos 45 minutos en tomar un taxi. Cuando el taxi lo dejó, había perdido más de una hora. Cuando llegó a su estación, las enfermeras negaron con la cabeza y dijeron con tristeza: “Llegaste demasiado tarde, el niño murió hace 30 minutos”. Una de las enfermeras dijo: “El padre del niño está en la capilla. Él no puede entender por qué nunca llegaste.”

Sin tomarse el tiempo de explicarle a su personal lo que había sucedido, el Dr. Winters se apresuró y abrió la puerta de la capilla y allí estaba ese padre llorando, vistiendo esa vieja camisa de franela y ese mismo sombrero gris.

Él había sacado literalmente de su vida a la única persona que podría haber marcado la diferencia.

Ver a alguien sacar de su vida al único Salvador que puede hacer una diferencia eterna desarrolla en el creyente la respuesta correcta.

Pedro sabía que los creyentes estaban sufriendo, a menudo a manos de un mundo incrédulo. Y así, Pedro los lleva a ellos, y a nosotros, a través de este ejercicio de limpieza espiritual para desafiarnos con estas dos actitudes que debemos cultivar a medida que se acerca el final.

Sumisión: acepte el curso de Dios en su vida a través de su plan de estudios divinamente ordenado. Sus temas incluyen “Introducción al Sufrimiento”, “Un curso intermedio en Dificultades”, “Soportando las Pruebas” y “clases avanzadas en Perseverancia”. Y se inscribe en las clases, se presenta y se somete a la enseñanza.

Y luego, cuando compara su breve sufrimiento con aquellos a su alrededor que rechazan el evangelio de Dios, desarrolla otra actitud; no de venganza, ira, celos, codicia o incluso frustración, sino de compasión.

Y podríamos agregar, oración y pasión para alcanzarlos para Cristo… porque si lo rechazan, su sufrimiento nunca terminará. Y nosotros, al recibirlo, nuestro sufrimiento pronto se transformará en gloria y gozo eterno.

Mientras tanto, las palabras de un antiguo himno parecen muy adecuadas cuando nos dedicamos a la limpieza de la casa.

Todo a Cristo, yo me entrego
Con en fin de serle fiel
Para siempre quiero amarle
Y agradarle solo a Él

Yo me rindo a Él
Yo me rindo a Él
Todo a Cristo, yo me entrego
Quiero serle fiel

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2018

© Copyright 2018 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

[i] Craig Barnes, quoted in Charles R. Swindoll, Hope Again (Word Publishers, 1996), p. 212

 

[ii] Ibid, p. 208

 

[iii] D. Edmond Hiebert, 1 Peter (BMH Books, 1984), p . 292

 

[iv] Blog post by Ben Shapiro, February 8, 2018

 

[v] Charles Swindoll, Hope Again, p. 209

 

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