Lección 6: Pecados Secretos

Lección 6: Pecados Secretos

Pasaje Bíblico: Josué 7.
Luego de la gran victoria sobre Jericó, nos encontramos con un evento trágico. Lo reconocemos desde el principio de este capítulo con esa primera palabra “pero”. Eso nos indica que el rumbo de la historia cambió. De hecho, este capítulo nos cuenta sobre una grab derrota.

Aprendamos valiosas lecciones de esta derrota del pueblo de Israel para no cometer los mismos errores.

Introducción

Le invito a que abra su Biblia conmigo en el libro de Josué, capitulo 7. Hoy vamos a ver este capítulo en su totalidad. En el programa anterior vimos a los Israelitas victoriosos llegar a Jericó, dar vueltas alrededor de los muros, clamar a toda voz y, luego, ver el poder de Dios derribando los muros de Jericó. Como resultado, el pueblo de Israel aprendió una lección invaluable en cuanto a la importancia de buscar la ayuda de Dios.

Ha sido maravilloso ver en Josué capitulo 6, al pueblo de Dios, un pueblo que no tenía ni las fuerzas ni el armamento adecuado, elevar su voz y decir “Señor, ayúdanos” y ver a Dios obrar. Hemos leído como los muros de Jericó cayeron y los Israelitas conquistaron la ciudad.

Sin embargo, así como Josué 6 es un capítulo de victoria, Josué 7 es un capítulo trágico. Lo vemos desde el principio con esa primera palabra “pero”. Eso nos indica que el rumbo de la historia cambió; de hecho, este capítulo nos cuenta sobre una derrota.

A través de este capítulo, vamos a aprender la lección de que Dios no hace imposible que sus hijos experimenten la derrota, pero si hace posible que no suceda. Es decir, no es imposible que el creyente caiga, pero si es posible ir por la vida sin caer.

Así que en nuestro estudio de hoy, pienso que es importante que comprendamos las razones por las cuales los Israelitas sufrieron su derrota. Luego tenemos que reconocer esos mismos errores en nuestras vidas y deshacernos de ellos, para poder así experimentar la victoria.

Vaya en su Biblia a Josué capítulo 7. Vamos a comenzar leyendo desde el versículo 1.

“Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel.”

Ahora Dios había puesto una prohibición, por así decirlo, y así lo expresan otras versiones. La palabra Hebrea que significa “algo dedicado” dependiendo del contexto, se puede traducir de forma negativa como “algo maldito o anatema.” Esto era algo dedicado a Dios y que solo Dios podía tenerlo. Si alguien tomaba algo que era de Dios, eso pasaba a ser maldito.

Mire lo que dice en Josué 6:17-18. Luego vamos a ver una explicación de todo esto.

“Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos.

Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis.”

Josué 6:19 nos dice qué cosas puso Dios en la prohibición:

“Mas toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová.”

Esto nos dice qué le sucederá a estas cosas. Deben ir al tesoro de Jehová.

Al comenzar el capítulo 7 de Josué, leemos acerca de algo que Josué no sabía. Nosotros sabemos que hay un ladrón en el campamento. Por eso, si uno lee hasta el final del capítulo, uno ve que el pueblo nunca debería haber ido a la batalla – hay un individuo que trae el juicio de Dios sobre la nación entera.

Veamos entonces los versículos 2-3 de Josué 7,

“Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a Hai. Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son pocos.”

Note esas palabras “porque son pocos.” Continuemos con los versículos 4 y 5,

“Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua.”

 

Razones de la Derrota

¿Por qué experimento la nación de Israel esta derrota? Se nos sugieren un par de razones, mientras que otra razón es explicita. Veamos de que se trata.

  1. La primera razón que se da a entender de esta derrota es que Josué y la nación entera no busco el consejo de Dios.

Josué no consultó con Dios. Si él hubiera acudido a Dios buscando consejo antes de ir a conquistar esta pequeña e insignificante ciudad, quizás Dios le hubiera dicho: “Josué, van a perder. Hay un ladrón en el campamento; hay un pecado secreto en el campamento que va a causar que la nación caiga ante esta ciudad pequeña.”

No tenemos ninguna indicación en la Escritura de que Josué haya acudido a Dios. El silencio en cuanto a esto nos dice que este error de no acudir a Dios les quito, tanto a él como a la nación la sensibilidad hacia el pecado. Lo mismo ocurre con nosotros.

  1. La segunda razón que se da a entender es que los Israelitas habían desarrollado un caso agudo de confianza propia.

La confianza en uno mismo y la falta de oración, generalmente van de la mano, y vemos que eso sucede aquí con los Israelitas. Fíjese en las últimas palabras de Josué 7:3,

“…porque son pocos.”

Ahora, la lógica se basa en haber asumido erróneamente que como Jericó era grande y la conquistaron, bien podían conquistar a Hai, que tenía pocos habitantes. La verdad es que los Israelitas nada tuvieron que ver con la victoria en Jericó. Lo mismo sucede en nuestras vidas.

Ahora, la victoria de ayer no nos hace inmunes a la derrota de hoy. Para los israelitas fue un error garrafal subestimar el poder del enemigo, de la misma manera que lo es para nosotros hoy. Pienso que, tal como vamos a hablar pronto, no hay momento mas peligroso en la vida del creyente que después de haber experimentado la victoria.

  1. La tercera razón de la derrota de los Israelitas en el campo de batalla es que hubo un acto individual de desobediencia.

Cuando el pueblo entró y tomó Jericó, Acán pecó. No nos enteramos de esto sino hasta llegar a Josué 7. Sin embargo, fíjese en esta confesión en Josué 7:20-21. Luego vamos a regresar a lo que sucedió antes de la confesión.

Acán admite su desobediencia y dijo.

“Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho.

Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello.”

En otras palabras, “Vi…codicié…tomé…y escondí.” Esa es la progresión de su pecado.

Imagine conmigo solo por un momento, el pecado de Acán. No tenemos los detalles, pero cuando los Israelitas terminaron de recorrer los muros de Jericó, gritaron y los muros cayeron y, por lo que dice Josué 6:20, sabemos que:

“El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia delante…”

Los israelitas entraron a la ciudad y luego la prendieron fuego.

Ahora, ¿dónde estaba Acán? Él estaba allí en el conflicto y quizás se separó del resto y entró a una casa lujosa de Jericó.

Los ojos de Acán miraron la habitación en la que había entrado y vieron cosas caras y lindas. Su mirada recayó sobre un manto, una túnica lujosa. Los babilonios eran reconocidos por saber cocer con hilos de oro. Seguramente se trataba de una prenda muy costosa, así que la tomó.

Luego el vio la mesa. Tal vez, la gente había estado contando sus ganancias, por si la ciudad caía ante los Israelitas. Ellos se estaban preparando para huir con el dinero. Tal vez fue así que Acán tomo el manto, lo puso en una mesa, le puso el oro arriba, lo envolvió y se lo llevó.

Él salió corriendo de la ciudad, hacia el campamento y comenzó a cavar un pozo. Tal vez en ese momento apareció su familia. Ellos lo vieron poner las cosas en el agujero y lo escucharon decir “miren lo que tenemos.”

Sabemos, por lo que dice el resto de Josué capitulo 7, que su familia supo de esto y dijo “Si, esto queda entre nosotros” y le ayudaron a esconderlo. La familia entera estuvo involucrada en el pecado secreto de Acán.

Querido oyente, ¿Tiene usted un pecado secreto? ¿Hay alguna nota que no le pertenece porque copió en un examen? ¿Hay un hombre o una mujer en el trabajo con quien coquetea y piensa que nadie sabe? ¿Hay algún reporte fraudulento en sus negocios? ¿Hay algún pecado secreto que nadie conoce?

 

Lecciones de la Derrota

Me gustaría que veamos el resto del capítulo 7 y dejarle algunas aplicaciones a partir de este fracaso. Vamos a seguir viendo cómo se desarrolla esta historia.

  1. La primera aplicación, la cual hemos mencionado brevemente, es que después de una victoria espiritual somos muy vulnerables a las tentaciones.

Querido oyente, nunca estamos en más peligro que después que Dios ha intervenido y ha obrado. Esto se debe a que nos da la falsa impresión que podemos apoyarnos en las experiencias pasadas.

El engañador de nuestras almas tiene una muy buena estrategia. Al él le gusta atacar cuando estamos disfrutando el haber visto el poder de Dios obrar y hemos experimentando una victoria.

Piense en su propia vida. Cuando usted está luchando, usted depende de Dios. Cuando se encuentra en medio de una crisis, acude a Dios en oración. Cuando tiene una dolencia en su cuerpo, va con pasión a la presencia de Dios. Tal vez esto suceda una vez al día, o una vez por hora.

Ahora, digamos que acudimos a Dios y el obra. ¿Y luego qué? ¿Qué sucede cuando a uno lo dan de alta del hospital? ¿Qué sucede cuando su hijo se mejora? ¿Qué sucede cuando esa ayuda económica aparece? ¿Qué sucede una vez que recibe ese llamado telefónico confirmándole un empleo? ¿Qué sucede?

Puede pasar lo que le paso a los Israelitas. Ellos pensaron “Con Hai, ni siquiera vamos a transpirar. Llevemos solo unos tres mil hombres. Con eso sobra. Vamos a estar de regreso para la cena. Ni siquiera nos van a extrañar.”

¿Por qué? Porque se encontraban en la cima de la ola de la victoria de Jericó. Eso no les garantizaba victorias futuras. Para nada.

  1. La segunda aplicación es fácil de pasar por alto, y es la siguiente: La desobediencia de un individuo puede tener un efecto profundo en una comunidad entera

Comenzando con Josué 7:1, leemos que Dios considera este pecado como un pecado de la nación. Fíjese nuevamente en ese versículo:

“…Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación…”

¿El pueblo cometió una prevaricación? Yo pensé que solo fue Acán. Fíjese en la primera parte del versículo 11.

“Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé;”

¿Ellos pecaron? ¡Un momento!

Desde la perspectiva de Dios, la nación entera se había contaminado. Estaban afectados; todos fueron afectados por este hombre codicioso.

Ahora, no voy a ir tan lejos como para decir que Dios va a juzgar a la iglesia de la misma manera, pero hay una verdad muy profunda en todo esto. Su pecado me afecta a mí y mi pecado lo afecta a usted. Cuando una persona tiene un pecado secreto, eso puede bajar la temperatura de todo el cuerpo de Cristo. No somos islas. Nos afectamos los unos a los otros más de lo que se imagina.

Fíjese en la respuesta de Josué a la derrota en la batalla en el versículo 6,

“Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.”

Versículo 10,

“Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?”

Es decir: “No es tiempo de orar. ¡Haz algo al respecto!”

Versículo 11,

“Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé;…”

Josué 7:13 dice que es lo que debía hacer:

“Levántate, santifica al pueblo…”

En otras palabras, Josué, levántate y lidia con el pecado en el pueblo. Acán ha codiciado y se ha quedado con algo que me pertenecía.”

Acán, de esa manera, paso a ser un idolatra. Pablo dice en Colosenses 3:5, que la “…avaricia, es idolatría…”

Acán se identificó asimismo con las personas a las que debían vencer. Dios le dice a Josué: Haz algo al respecto. La codicia es contagiosa. Tienes que lidiar con este pecado.”

  1. La tercera aplicación, que es muy cercana a la anterior, es que el juicio de Dios no debe tomarse con liviandad.

Dios se toma muy en serio el pecado, aun cuando nosotros no. Acán pasaría a ser una ilustración viviente de Santiago 1:15. Fíjese lo que produce el pecado según ese versículo:

“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”

 

Razones por las cuales el juicio de Dios fue único

Ahora el plan de Dios para juzgar el pecado en este capítulo, es muy singular. Pienso que hay dos razones por lo cual es así. Permítame dárselas.

  • La primera razón: para impactar a la nación entera con la seriedad del pecado.

Fíjese lo que dice Josué 7:13

“Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.”

Versículo 14,

“Os acercaréis, pues, mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa que Jehová tomare, se acercará por los varones;”

Esta es una forma interesante de hacer las cosas. Dios va usar este método para revelar cuál de las doce tribus es culpable.

Ahora, imagínese lo que sucede en este momento con Acán. Él espera que se escoja la tribu de Simeón o alguna otra, pero la suerte cae sobre Judá. Una vez que la tribu fue identificada, se identifican las familias. Las familias allanan el camino a su hogar y de allí, a los miembros de manera individual. ¿Me pregunto a esta altura adonde se habrá escondido Acán?

Recuerdo cuando era adolescente, antes de entregarle mi vida a Cristo, que un evangelista vino a la iglesia en que mi familia se congregaba. Una noche él subió a la plataforma a predicar y la iglesia estaba completamente llena –cerca de ochocientas personas. Él tenía una maleta consigo y de allí sacó unos bloques de colores, cada uno representaba un tipo de individuo dentro de la iglesia. Él estaba siendo muy práctico e ilustrativo en su sermón.

En un momento, este evangelista saco un bloque color rojo que representaba al individuo que tenía dificultades en llevarse bien con otros creyentes. Una persona de temperamento fuerte.

Otro bloque era verde y representaba a la persona envidiosa, que nunca estaba satisfecha con lo que la iglesia estaba haciendo. Otro bloque era negro y representaba al que tenía el corazón negro por el pecado. Al final el saco un bloque color oro y lo puso encima de todos los demás. Solo había un bloque dorado y este representaba al creyente que estaba firme y comprometido con el Señor; que vivía para Dios; que ministraba y servía en la iglesia para Cristo.

Luego el evangelista dijo, “Quiero hacer algo diferente. Quiero que cada persona en esta congregación venga al pulpito y muestre cual bloque lo representa.”

Yo pensé ¿y si le muestro el bloque dorado y me voy a sentar? No, es imposible, aquí hay mucha gente que me conoce.”

Justo estaba sentado en la primera fila porque era el pianista en esa ocasión. El evangelista continuó diciendo: “quiero que se levanten una fila a la vez, y le muestren a la congregación cual bloque los representa. Vamos a comenzar con esta fila de aquí adelante.”

Era mi fila. Nos levantamos y yo sudaba a mares. Yo no era el único, los demás también estaban nerviosos y además, no era el único culpable allí. En ese momento pensaba ¿qué voy a hacer? Yo se cuál es el que tengo que escoger.”

Yo no estaba bien con Dios.

Luego pensé: “Bueno, estoy aquí para tocar el piano. Así que, si me deslizo lentamente hacia el piano, nadie se va a dar cuenta y mientras estoy sentado allí, me preparo para la invitación, ya que muchos van a querer arreglar cuentas con Dios.

El evangelista nos hizo poner de pie y luego dijo, “No, mejor siéntense, no los voy a hacer subir de a uno, pero si tuvieran que escoger, ¿cuál bloque los representa?

Me imagino que los Israelitas estaban pasando por algo similar. Cada tribu queda expuesta, y cada uno está pensando: ¿Estoy bien con Dios? ¿Y si me toca a mí?

Era una manera de hacer reflexionar a la nación entera en cuanto a su relación con Dios.

  • La segunda razón, y pienso que la más importante para el plan de Dios, es que le da una oportunidad a Acán para que se arrepienta.

Acán no se arrepiente hasta que esta entre la espada y la pared. ¿Puede imaginárselo? Se echan suertes y estas caen sobre su tribu. Desde luego, él es uno entre miles, así que debe estar sentado al fondo de todo. Quizás esté pensando, bueno, con suerte, no creo que llegue más cerca la cosa.”

Pero luego, la suerte recae sobre su bisabuelo; ahora el calor se siente de más cerca. Luego la suerte recae sobre su abuelo, y luego su padre.

¿Se va a arrepentir Acán ahora? No. No fue sino hasta que la suerte recae sobre él mismo y estando entre la espada y la pared, él dice: He pecado. Permítanme contarles qué es lo que sucedió.”

Sin embargo, ya era demasiado tarde.

En Josué 7:22-23 continuamos leyendo que:

“Josué entonces envió mensajeros, los cuales fueron corriendo a la tienda; y he aquí estaba escondido en su tienda, y el dinero debajo de ello. Y tomándolo de en medio de la tienda, lo trajeron a Josué y a todos los hijos de Israel, y lo pusieron delante de Jehová.”

Los objetos robados fueron expuestos ante toda la nación, pero lo más impactante fue que la nación sabía que Dios vio lo que había sucedido. Luego leemos en el versículo 25 acerca del juicio:

“Y le dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos.”

Versículo 26,

“Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor, hasta hoy.”

En Josué 7:24 se nos dice que Acán y toda su familia fueron apedreados. Esto deja bien en claro que la familia también era culpable. ¿Por qué digo que es claro? Porque Dios no es inconsistente con su carácter. En Deuteronomio 24:16, Él deja bien en claro que ningún hijo va a morir por el pecado de su padre y ningún padre por el pecado de su hijo. Es claro que la familia entera estaba involucrada en este pecado secreto.

La Biblia nos dice que alguien tiene que morir por el pecado. Y, querido oyente, si usted rechaza a Cristo va a morir por su pecado; pero si acepta a Cristo como su Salvador, estará aceptando la muerte de Cristo en su lugar. Alguien tiene que morir; alguien tiene que pagar. Y Cristo ya pagó por usted; así que arrepiéntase de sus pecados y acepte el pago de Cristo en su lugar por fe.

 

Conclusión

Para concluir el día de hoy, permítame contarle brevemente de otro juicio del que somos advertidos en la palabra de Dios. Vaya en su Biblia a Apocalipsis capitulo 20. Esto que vemos aquí no es para el creyente, para la persona que ya es salva; esto es para el individuo que no se arrepintió, cuyas rodillas no han tocado el suelo; que ha recibido una oportunidad pero no escogió someterse a Dios.

Fíjese lo que dice Apocalipsis 20:11-12.

“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.

Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.”

El punto es, o nos arrepentimos ante Dios ahora y recibimos su amor y perdón, o hacemos como Acán: esperamos hasta aquel día cuando seamos señalados y la mirada penetrante de Cristo capte nuestros ojos en el juicio, adonde recibiremos, como castigo, la separación eterna en el infierno.

¿Ha permitido que Jesucristo sea su Salvador personal? ¿Le ha invitado a su vida? Espero que hoy, mientras está vivo y tiene la oportunidad, le diga a Cristo: “Perdóname por mis pecados. Sálvame, porque solo tú puedes hacerlo gracias a tu muerte en la Cruz. Te recibo como mi Salvador.”

Si no lo ha hecho ya, le ruego: No lo deje para después.

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado originalmente en 1991

© Copyright 1991 Stephen Davey

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