Lección 9: ¡Demuéstralo!

Lección 9: ¡Demuéstralo!

Pasaje Bíblico: Santiago 2:14-20.

 El cristianismo no es simplemente palabras… es un evangelio que obra. En este programa comenzaremos a estudiar lo que la Biblia dice acerca de la conexión entre la fe y las obras. 

Transcripción

Introducción

Hace unos años atrás, el estado de Massachusetts enfrentó un caso judicial muy difícil. El caso involucraba a la familia de un hombre que se ahogó, y la de otro hombre que se negó a salvarlo.

Evidentemente, según la evidencia de la corte, el difunto y sus amigos estaban pasando la tarde en el lago. Él estaba caminando por un muelle, cuando de repente tropezó con una soga y cayó al agua.

Cuando logró salir a la superficie, gritó pidiendo ayuda y levantó sus brazos en agonía y desesperación – él no sabía nadar. Se hundió de nuevo y salió a flote brevemente pidiendo ayuda, para luego hundirse definitivamente en las oscuras aguas del lago.

Sus amigos estaban en el muelle y vieron lo que sucedió. Si bien corrieron lo más rápido posible, no llegaron a tiempo para sacarlo del agua. Cuando lo hicieron, ya estaba muerto.

La tragedia pasó a mayores por el simple hecho de que a unos metros de donde este hombre cayó al agua, un joven estaba tomando sol en su reposera.

Si bien éste escucho al otro hombre caer al agua; si bien escuchó al que se ahogaba pedir auxilio; si bien él era un gran nadador, jamás se levantó de su silla para salvarlo.

La familia del fallecido estaba enfurecida – no podía creer lo que había sucedido. Quedaron tan dolidos y angustiados con esta muestra de apatía e indiferencia, que decidieron hacerle un juicio por su actitud.

El caso llegó a la corte suprema del estado de Massachusetts donde se escucharon argumentos de las dos partes.

Eventualmente, la corte dio su dictamen y la familia del difunto perdió el caso.

Si bien fue con algo de recato, la corte dictaminó que el joven que tomaba sol en el muelle no tenía responsabilidad legal de salvar la vida del otro hombre – él tenía el derecho de escoger involucrarse o no en el problema del otro hombre.

Ese dictamen refleja mucho lo que es el mundo actual.

El corazón humano es terriblemente egocéntrico. Usted trabaja duro para sí mismo y tal vez para su familia, pero todo le pertenece y no es responsable por nadie sino de usted mismo.

La regla de oro de la sociedad actual es: “Cada uno por sí mismo.”

Los vivos no tienen responsabilidad alguna por los que mueren o están sufriendo o por los que están dolidos.

Solo preocúpate de ti mismo.

¿Que significa esto para el creyente? ¿Y que significa esto para la iglesia?

Significa que tenemos una gran oportunidad.

Si estamos viviendo en una cultura en la que podemos sentarnos y ver como alguien muere sin ayudarlo – donde uno puede vivir una vida tan egoísta que ni le importa los demás – entonces eso significa que cada creyente tiene la oportunidad de demostrar cuan único es el evangelio de Jesucristo.

Este es un evangelio que interactúa y se preocupa por los demás. Un evangelio que actúa. Un evangelio que da. Un evangelio que se arriesga. Un evangelio que salva.

El cristianismo no es simplemente palabras…es un evangelio que obra.

Como verá, hemos recibido mucho más que una nueva actitud; hemos recibido un llamado a la acción redentiva.

Jesucristo dijo durante su sermón del monte:

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16)

Y va a ser el medio hermano de Jesús – el apóstol Santiago que va a tomar este tema y va a escribir de esto en una carta para los judíos creyentes dispersos del primer siglo. Su epístola se dirige a creyentes y trata con su comportamiento.

Y en esta epístola, él va a definir la fe genuina como una fe que obra – una fe activa.

Ahora, mientras Santiago habla de este tema de la fe que obra, él va a aprovechar para definir tres tipos de fe – la fe muerta, la fe demoníaca y la fe dinámica.[i]

 La fe muerta es inactiva

Santiago escribe lo siguiente en el capítulo 2, versículo 14,

      “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”

Santiago comienza el versículo con dos preguntas retóricas. Cada una anticipa una respuesta negativa.

Santiago pregunta: “Si alguien dice que tiene fe sin obras – es decir, si alguien dice tener fe pero no vive como si la tuviera – ¿le sirve de algo esa fe? La respuesta es, no.

Santiago continúa, y en su segunda pregunta dice, y permítame que se lo parafrasee: “Bueno, si alguien dice que tiene fe, pero no vive como si la tuviera, ¿puede asumir esa persona que es un creyente? Nuevamente, la respuesta que Santiago espera es, no.

Uno podría traducir esa segunda pregunta de la siguiente manera: “¿Podrá esa fe salvarle? O para expandirlo un poco: ¿Será que ese tipo de fe es genuina? La respuesta sería, no.

Nuevamente, la epístola de Santiago no esta tan avocada a convencer al incrédulo de que es un incrédulo, sino que pretende desafiar al creyente a actuar como tal.

En otras palabras, si usted no demuestra su fe, para el mundo, su fe está muerta – de nada sirve; no tiene frutos.

Ahora, hay aquellos que piensan que lo que Pablo dice en Efesios y Romanos se contradice con esto. Sin embargo, en el transcurso de este estudio, se dará cuenta que Santiago y Pablo no se contradicen, sino que se complementan.

En Romanos, Pablo le escribe a los incrédulos en cuanto a la definición de la salvación – que es por fe. Pero Santiago le está escribiendo a creyentes en cuanto a cómo demostrar su salvación – lo cual es por obras.

Pablo escribe en términos teológicos, Santiago escribe en términos prácticos.

Pablo se enfoca en la fe que salva, mientras Santiago se enfoca en la fe después de la salvación.[ii]

Pablo está enseñando como uno puede ser justificado ante Dios – quien puede ver la fe. Mientras Santiago nos enseña cómo ser justificados ante los hombres, quienes no pueden ver nuestra fe, pero pueden ver nuestras obras.

Como verá, Pablo quiere que el incrédulo tenga fe; Santiago quiere que el creyente crezca en la fe.

Pablo va a escribir “Solo la fe justifica,” y Santiago escribe: “La fe que justifica nunca queda sola.”[iii]

Así que no es de sorprenderse cuando vemos que Santiago está interesado en que el creyente muestre y enseñe lo que tiene ¿recuerda hacer eso en el colegio? Un día trajo un objeto a la clase y tuvo que enseñárselo a todos. No solo tenía que hablar acerca de algo en particular… tenía que traerlo y mostrárselo a la clase.

Así que la niña que fue de vacaciones a la playa trae la caparazón de un cangrejo que encontró. El niño que le gusta los insectos trae su colección; y así.

En este pasaje Santiago anuncia: “Iglesia, es hora de que saquen su fe y se la enseñen a todos los demás.

La frase clave de todo el pasaje se encuentra en el versículo 18. Subraye estas palabras. Allí leemos:

Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.”

¿Se da cuenta? el cristianismo es algo que debe verse.

Y Santiago va a contrastar eso con la persona, en los versículos 14 al 16, que solo tiene algo para decir y nada para demostrar.

Vuelva al versículo 14 y note lo que dice: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe…” Y el versículo 16 dice: “y alguno de vosotros les dice:…”

Esa frase describe la fe muerta – la fe inútil. La fe muerta reemplaza las obras con palabras. Habla y habla pero no demuestra nada.

Las personas con un fe muerta sustituyen hechos con palabras. Saben el vocabulario correcto; hasta pueden recitar un versículo o dos de memoria; ellos han llegado a la conclusión de que pueden vivir como les plazca, siempre y cuando sepan esas palabras…pero están equivocados.[iv]

Alexander McLaren escribió lo siguiente en el siglo 19. Él dijo: “Las personas que menos viven lo que creen son las que hablan más fuerte al respecto. Por algún motivo, la parálisis que tienen en las manos no afecta sus lenguas.”[v]

Y esta es una de las cosas que evidentemente Santiago no tolera – una profesión de fe sin una práctica de fe.[vi]

Porque él sabe que de nada sirve.

“De qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? – versículo 14

y luego, en el versículo 16, “¿de qué aprovecha?”

Cuan cierto. Si el mundo quiere ver una prueba viva de cristianismo, jamás van a examinar su fe – no saben cómo hacerlo – pero si pueden examinar su vida.

Me parece interesante ver que Juan le escribió lo siguiente a creyentes, en 1 Juan 3:18.

“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.

Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él;”

En otras palabras, la fe que obra no solo le da seguridad al mundo de que es genuina, sino que nos da seguridad a nosotros mismos también.

Así que, si queremos hacer un bosquejo de la descripción de Santiago acerca de la fe muerta, la primer palabra que podemos usar es ‘inactiva’.

Esta persona es la que dice pero no hace. La que predica pero no practica. Nunca saca su fe a relucir. Nunca la demuestra cuando está en el mundo.

Su cristianismo jamás sale de las paredes de la iglesia. Lo que hace, es puertas adentro. Lo que canta y ora el domingo, nunca llega al lunes.

La fe muerta es una fe inactiva.

 

La fe muerta es indiferente

La segunda palabra que describe a la fe muerta es la palabra ‘indiferente.’

A Santiago le encanta usar ilustraciones, y en el versículo 15, él usa otra más. Allí leemos:

“Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?

  Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.”

Y nuevamente Santiago está diciendo que la fe verdadera nunca viaja sola –siempre va acompañada de obras.

Ahora Santiago aquí describe la escena de la misma manera que lo hizo con el hombre rico y el pobre al principio del capítulo 2.

En este caso, estas no son dos visitas que llegan tarde a la iglesia. Es uno o dos creyentes que son parte de la asamblea, un hermano o una hermana en la fe.

Y ellos aparecen en esta condición –Santiago escribe en el versículo 15, que “están desnudos, o no tienen ropa”

Si bien, esta palabra aquí se traduce ‘desnudos,’ esta misma palabra se usa por lo general para describir a alguien pobremente vestido, con ropa en muy mal estado. Esa es la idea aquí. Este creyente viene a la iglesia con ropa en tan mal estado que es como si no tuviera nada puesto.[vii]

Y Santiago usa un tiempo verbal que nos da a entender que esa es la condición constante de esos creyentes.[viii]

En otras palabras, todos en la iglesia saben que este hermano o hermana en Cristo está pasando necesidad y que su ropa no puede mantenerlos abrigados.

Así que es obvio que tienen una necesidad.

Santiago luego agrega en el versículo 15 que estos miembros de la iglesia también carecen del sustento diario.

Esta es la única vez en el Nuevo Testamento que aparece esta expresión. Se refiere a la provisión diaria de comida.[ix]

En otras palabras, ellos no tienen nada que comer ese día.

Todos los demás en la congregación van a volver a casa a comer después de la reunión; o alguna que otra familia va a salir a comer a algún restaurant o va a pasar a comprar algo por el camino.

Pero estos hermanos salen de la reunión sabiendo que no tienen nada para comer.

Esta doble necesidad, de comida y vestido, es lo que Santiago usa para describir a un hermano o hermana en Cristo en extrema pobreza.[x]

Y este es el punto – la iglesia sabe de esta situación.

Y mire lo que sucede. En el versículo 16 leemos:

“y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?(o ¿de qué sirve?)”

Esa es otra forma de decir, ¿Es una broma?

Esta gente le dicen, “vayan en paz” – esa era la expresión común equivalente a “Dios le bendiga.”

Así que los creyentes aquí están diciéndole a estos creyentes en extrema necesidad, “vayan en paz,” que no es ni más ni menos que decir, “Dios les bendiga,”

Y como si esto fuera poco, luego les dicen, “calentaos y saciaos.”

En el original, estos verbos están en modo imperativos. Son mandatos; como si esta gente pudiera cumplirlos. ¿Puede imaginarse?

La reunión termina, y alguien los ve salir al frío de la calle y les dice: “Dios les bendiga, abríguense bien;” y otros hermanos pasan y les dicen: “Dios les bendiga, y cuando lleguen a casa asegúrense de comer bien.”

Esto es completamente ridículo. Esto es una indiferencia total. Es una apatía y falta de preocupación desvergonzada.

Y todo esta hipocresía es camuflada de santidad con palabras como, “Dios le bendiga,” con lo que insinúan: “Dios se ocupará de ustedes si confían en Él. Tal vez no lo están haciendo, y por eso es que están hambrientos y pasando frío.”

Un erudito en griego dijo que esta respuesta llevaba una sutil insinuación de culpa. O sea, si ellos solo se aplicaran, tendrían lo suficiente como para comer y vestirse. Dicho de otra manera, dependía de ellos estar vestidos y saciados, y si no lo estaban era su culpa.

Un autor escribió lo siguiente: “Esta familia no necesitaba un sermón, necesitaban una cena. No necesitaban que alguien les abriera la Biblia, sino el refrigerador.”[xi]

Él continúa escribiendo, “Ahora, no hay nada malo con compartir la Palabra, el problema se encuentra cuando uno no obedece la Palabra que está compartiendo.”[xii]

Si uno estudia la historia de la iglesia, va a poder ver cómo los ricos llegaron a entender que en la soberanía de Dios, cuando daban de su riqueza, ellos estaban dando a Dios. Un autor escribe… “y los pobres recibían lo que recibían como si viniera del Señor.” Con este entendimiento, el dar no separaba a los ricos de los pobres, sino que los unían en el Señor, haciéndolos conscientes de su unidad en Cristo.

También me pareció interesante ver que la iglesia era muy cuidadosa con quienes recibían ayuda financiera. Un líder eclesiástico del siglo cuarto escribió lo siguiente: “Se necesita experiencia para distinguir entre los que realmente son pobres y los que piden limosna para juntar dinero. El que le da algo a una persona enferma o necesitada, se lo da a Dios, y recibirá una recompensa, pero el que le da a un parásito, le da a un hombre que merece menosprecio por su descaro, en vez de compasión por su pobreza.”

Otro líder del siglo cuarto describe en sus escritos el arte de los que simulaban ser vagabundos.[xiii]

Así que Santiago es claro en describir aquí a personas que estaban necesitadas y no tenían para comer ni vestirse.

Recuerdo, hace unos años, cuando nuestra iglesia estaba ubicada en otro lugar, que habían muchas personas que tocaban la puerta del templo pidiendo ayuda, cuando en realidad no estaban pasando por necesidad. Rápidamente tuvimos que aprender a discernir quien era quien. Recuerdo que una mujer vino y me contó como su madre estaba en el hospital agonizando y que no tenía dinero para ir a verla. Yo le di todo lo que tenía en la billetera, creo que eran unos 15 dólares.

Cuando se fue, mire por la ventana, y vi que se subió a un auto cero kilómetros con un hombre, y se fue conversando tranquilamente.

Aprendí a mirar primero por la ventana.

Varios años después estaba enseñando una clase en nuestro seminario cuando una mujer tocó a la puerta. Fui a atenderla, y esta mujer comenzó a contarme acerca de su madre hospitalizada y que necesitaba dinero para ir a verla.

Le dije, “Yo la conozco… devuélvame mis 15 dólares.” Broma

Con la clase escuchando todo, le dije, “Lo siento mucho por lo de su madre, ¿cuál es su nombre? Ella me dijo. ¿En qué hospital está? Ella me dijo el nombre del hospital. Saque mi celular y llame al hospital. Pregunté en qué habitación se encontraba la madre de esta mujer y la recepcionista me dijo que no había nadie en el hospital con ese nombre. Así que le dije, “deme un segundo” y le pregunté a la mujer en frente mío, “¿como deletrea el apellido de su madre?” Sin siquiera pestañar ella me lo deletreó.  Se lo deletreé a la recepcionista que me dijo, “lo siento, no hay nadie aquí con ese nombre.” Colgué, y le dije a la mujer, “su madre no está en el hospital ¿o sí?

Ella se enfureció y se fue.

Esto no es de lo que Santiago está hablando aquí. De hecho, la iglesia primitiva sabia discernir entre los verdaderos necesitados y lo aprovechadores.

Nosotros debemos hacer lo mismo. Debemos saber discernir; pero, más importantemente, debemos dar a los necesitados, primeramente a los hermanos que están en medio nuestro; y también a los de afuera, esperando que nuestra obra de amor cree un puente sobre el cual podamos compartirles acerca de su necesidad más grande – mucho más grande que el sustento y el abrigo – su necesidad de salvación.

Si no demostramos interés y amor, fallamos en demostrar una fe viva y activa.

Por el contrario, nuestra fe es inútil – está muerta.

 

La fe muerta es impenitente

La fe muerta es inactiva, indiferente y, en tercer lugar, es impenitente.

En otras palabras, rechaza la corrección – se defiende y se justifica en su error en vez de cambiar y arrepentirse.

Note lo que dice el versículo 18,

“Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras.”

Santiago nos presenta a un sujeto anónimo que presenta una objeción y comienza a defenderse.

Esta persona dice: “Usted tiene fe, yo tengo obras.”

Y Santiago responde: “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.”

Esta persona dice: ¿No es esto maravilloso? Yo tengo fe y tú tienes obras… excelente, estamos en la misma familia para poder complementarnos.

Y Santiago responde: “Un momento. No tan rápido”

Para demostrar el error de ese argumento, Santiago le dice a este objetor anónimo, ¿Sabe qué? ¿Por qué no me muestra su fe sin hacer nada, y yo le mostro mi fe sin decir una palabra?”

Y Santiago sabe que es imposible probar la fe sin hacer algo – ¿Por qué? Porque la fe es invisible. No es tangible.

Permítame simplificarlo diciendo lo siguiente: La fe es como las calorías – las calorías son invisibles pero un puede ver su resultado.[xiv]

De la misma manera, las obras son la evidencia física y externa de una fe espiritualmente viva.

Pero esta persona no da brazo a torcer… él quiere mantener la fe y las obras divorciadas… “quizás pueden juntarse de vez en cuando, pero mantengámoslas separadas.”

Esto le va a permitir defender su inactividad y su indiferencia – y de esa forma va a poder defender su fe, que Santiago declara que es inútil.

Así que Santiago concluye su debate en cuanto a la “fe muerta” en el versículo 18 desafiando a esta persona a que le muestre, a que le enseñe su fe.

Saquemos el cristianismo a la luz… no solo hablemos acerca de nuestra fe, demostrémosla de forma tangible.

Francamente, Santiago no está discutiendo para tener una o la otra. Él está diciendo, “Revelemos con nuestra vida, con las obras de nuestras manos, con las palabras de nuestra boca, y con las expresiones de nuestro carácter, de que se trata el cristianismo.”

Es más, la palabra “mostrar” del versículo 18 hace referencia a una palabra que significa “arrojar luz; exhibir; demostrar.”[xv]

Él está exhortando al creyente a tomar su fe y exhibirla a través de sus obras.

Y no malinterprete esto, las obras no crean o producen fe, las obras son una demostración de nuestra fe; las obras son una exhibición que trae a la luz la fe que ya tenemos.

Recuerdo cuando nació nuestro hijo – el primero de los mellizos. Él lloró instantáneamente – y no paró por un buen tiempo.

Pero estábamos preocupados por el segundo, que haría su entrada a este mundo un par de minutos más tarde. Su corazón parecía latir irregularmente. Cuando salió, no lloraba; así que, la enfermera le dio una palmada y él se largó a llorar. Todos respiramos de alivio.

Si lloraba, eso quería decir que respiraba y que su corazón latía. Esa fue la única vez que su llanto nos trajo gozo.

El llanto no le dio vida. Simplemente reveló que él estaba vivo. Su llanto no produjo vida – sino que la demostró.

Y eso es lo que Santiago quiere decir aquí en este pasaje acerca de la fe verdadera. La fe obra.

  • La fe en Jesucristo produce vida;
  • La vida en Cristo produce obras;
  • Y las obras para la gloria de Dios demuestran la existencia de la vida espiritual y la fe.

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey

© Copyright 2010 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

 

[i] Outlines from Warren W. Wiersbe, James: Be Mature (Victor Books, 1979), p. 76.

[ii] R. Kent Hughes, James: Faith That Works (Crossway Books, 1991), p. 108.

[iii] Wiersbe, p. 77.

[iv] Wiersbe, p. 76.

[v] D. Edmond Hiebert, James (BMH Books, 1992), p. 160.

[vi] William Barclay, The Letters of James and Peter (Westminster Press, 1976), p. 75.

[vii] Craig L. Blomberg & Mariam J. Kamell, Exegetical Commentary on the New Testament: James (Zondervan, 2008), p. 130.

[viii] Ibid.

[ix] Hiebert, p. 161.

[x] Ibid.

[xi] Tony Evans, The Perfect Christian (Word Publishing, 1998), p. 91.

[xii] Ibid.

[xiii] World Magazine, The Rise and Fall of Christian Charity, July 3, 2010, p. 67.

[xiv] Spiros Zodhiates, The Labor of Love (AMG, 1985), p. 11.

[xv] Zodhiates, p. 23.

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