Lección 9: Santo Temor

Lección 9: Santo Temor

Pasaje Bíblico: 1 Pedro 1:17.

 El mandato de temer a Dios se da en numerosas ocasiones en la Biblia, pero ¿cómo podemos amar y temer a Dios al mismo tiempo? ¿No es esto una contradicción? En este mensaje, estudiaremos el significado del temor santo y veremos la estrecha relación entre el temor y el amor a Dios.

Transcripción

Introducción

Hemos comenzado una serie de estudios que he titulado “En busca de la santidad.”

En nuestro último estudio, definimos la santidad según el significado de hagios, la palabra griega para santo, y vimos que simplemente significa ser separado o diferente.

Usamos esa palabra en frases como santo matrimonio para referirnos al matrimonio como esa relación distintiva; no es una relación perfecta, involucrando a personas perfectas; es simplemente diferente de cualquier otra relación; esposos y esposas están singularmente separados de todos los demás en esa relación.

Los creyentes somos santos. No nos volvimos santos después de leer la Biblia en un año, o asistir a la iglesia todos los domingos a menos que estuviera enfermo, o porque cuando venía a la iglesia, se sentaba en la primera fila.

Todo cristiano es santo y se nos ordena actuar como tal. En otras palabras, demuéstrale a su mundo, no que no tiene pecado, sino que, de hecho, está separado para Dios, que le pertenece únicamente a Él.

Pedro escribirá en el capítulo 2 que somos ya una nación santa, y luego agregará que somos un pueblo adquirido por Dios (1 Pedro 2:9).

Ahora, admitámoslo. Incluso la palabra “santidad” suena un poco exagerada. Incluso parece que no pertenece al mundo normal del día a día.

Santidad evoca imágenes de vitrales, música de órgano, y las largas oraciones. Hablar con alguien acerca de convertirse en una persona santa suena como si le estuviera pidiendo que comience a ayunar o que se vaya a vivir a algún monasterio donde la gente no puede estropear las cosas; o hacer un voto de silencio o unirse a algún grupo de personas austeras que nunca hacen nada divertido.

Nada está más lejos de la verdad. Un autor lo expresó muy bien cuando escribió: “La santidad se encuentra en el diario vivir; la santidad es la actividad habitual de todo cristiano. La santidad se evidencia en las decisiones que tomamos y las cosas que hacemos, hora tras hora, día tras día.”[i]

Y esa definición encaja perfectamente con la perspectiva de Pedro en su carta escrita a los creyentes que vivían en el primer siglo.

Permítame invitarle a abrir su Biblia allí una vez más. 1 Pedro capítulo 1 y versículo 16. Allí, Pedro repite el mandato del Antiguo Testamento de ser santos. Ahora, Tenga en cuenta que no le está ordenando al cristiano que comience un peregrinaje hacia la perfección santa; él no está llamando a los creyentes a dejar su mundo, sino a impactar a su mundo con una demostración del evangelio a todo color.

Y esa demostración en realidad involucrará las decisiones más simples y las conversaciones cotidianas, a través de los estilos de vida más comunes, día tras día.

Esto es la santidad bíblica. Una vez que elimina los mitos religiosos y los conceptos equivocados, la santidad, nuestra separación hacia Dios, pasa a ser lo que somos, y también se convierte en cómo actuamos.

Ahora, en el siguiente versículo, Pedro no solo corrige la idea de la verdadera santidad, sino que agrega otro pensamiento que inmediatamente evoca conceptos erróneos y mitos, y tendremos que aclararlo.

Es algo que llamaremos en nuestro estudio de hoy, santo temor.

Note el versículo 17.

Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación.

Nunca he visto este versículo en una taza de café o un cuadro inspiracional. Condúzcase en temortodo el tiempo.

Ahora, ¿qué quiere decir eso? ¿Tiene el creyente razones para temer, y si es así, por qué? Permítame dividir este versículo en tres cualidades del temor santo… y en el proceso vamos a visitar el tribunal de Cristo.

La primera cualidad del temor santo es:

 

Recordar su Increíble Privilegio

Lea nuevamente las palabras iniciales:

Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga…

Detengámonos allí.

De inmediato, tenga en cuenta que Pedro no está escribiendo este concepto de temor santo a los incrédulos, que tienen muchas razones para temer a Dios; Pedro está escribiéndoles a los cristianos, a aquellos que verdaderamente llaman a Dios su Padre.

De hecho, la forma gramatical de esta oración aclara que esta es una condición asumida. En otras palabras: “Si lo invocan por Padre… y se que así es el caso.”[ii]

De hecho, en este texto, Pedro adelanta la palabra Padre para mostrar que ese es el énfasis. Podría traducirlo entonces, “Ya que, como a Padre se dirigen a Dios”.[iii]

Pedro está destacando la relación íntima y familiar entre usted, el creyente, y este asombroso Dios eterno… quien resulta ser su Padre, por la fe en Su Hijo, Jesucristo. Pero ¿se supone que debemos temer a Dios nuestro Padre?

Piénsalo de esta manera; supongamos que está conduciendo por la carretera hacia el aeropuerto – tiene que llegar a su vuelo – la señal muestra que la velocidad máxima son 100 km por hora. Y los autos avanzan a 100 km por hora ¿puede creerlo? Está maniobrando entre ellos, cambiando de un carril a otro, preguntándose porqué todos los otros conductores van tan lentos.

No hablo por experiencia… Pero conozco a algunos hermanos. Pero finalmente lo ve, más adelante – Es un automóvil de policía, conduciendo en el carril derecho. No es de extrañar que todo el mundo conduzca de manera tan obediente detrás de él. El policía va a 100 km por hora; y si baja la velocidad a 90, todos los demás también lo hacen.

Están conduciendo con temor… y escuche, no hay ninguna relación familiar ahí.

Esa no es la idea de Pedro en cuanto a temer a Dios. Temer a Dios, en un contexto bíblico, es más como cuando obtiene su licencia de conducir y luego conduce a casa mientras su padre conduce detrás suyo.

Sí, estás conduciendo con temor a su padre – pero no porque él está buscando atraparlo haciendo algo malo, sino porque quiere demostrar que puede conducir bien.

Dios es su padre y usted quiere que Él se sienta orgulloso de su demostración de todo lo que ha aprendido.

Esa es la idea aquí. Entonces, antes de que Pedro mencione algo sobre el juicio, o la evaluación, él enfatiza que el juez resulta ser su Padre, y eso lo cambia todo.

El temor santo comienza al recordar su increíble privilegio.

En segundo lugar, el temor santo es:

 

Aceptar la Responsabilidad Personal

Note a continuación, [está invocando por] Padre, a Aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno.

Pablo describió este momento de juicio cuando escribió:

Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10).

¿Qué es este lugar? El tribunal. La palabra en griego es bema. Generalmente se refería a “un peldaño o un escalón”.[iv]

Más adelante, la palabra pasó a referirse a una plataforma elevada a la que se accedía por escalones. Algunos tribunales estaban al aire libre. Algunos estaban en palacios u oficinas políticas.

¿Qué pasa en el tribunal? ¿Por qué vamos a presentarnos ante nuestro Dios, quien es tanto nuestro Padre como nuestro Redentor? ¿Qué nos va a pasar?

Permítanme comenzar diciendo que es lo que no sucederá en el Juicio de Cristo.

 

Primero, no es un lugar donde se decide y finaliza su destino eterno.

La Biblia deja muy claro que cada ser humano un día se presentará ante Dios.

Para aquellos que no pertenecen a Cristo, tendrán una cita con Dios en lo que la Biblia llama “El Gran Trono Blanco.”

El Apóstol Juan recibe una visión de ese juicio final y aterrador en el capítulo 20 de Apocalipsis, ese terrible evento en el que a todos los incrédulos se les mostrará su culpa.

  • Por suprimir la verdad de un Dios Creador;
  • Por resistirse desafiantemente a su conciencia y a la ley de Dios escrita en su corazón;
  • para muchos de ellos, por negarse a aceptar el evangelio de Cristo tal como les fue presentado por un creyente, o tal vez algún folleto, o tal vez incluso una Biblia que abrieron una noche y luego la volvieron a guardar en el cajón con incredulidad.

Dios será el Juez y el Libro de Apocalipsis nos informa que todos los que estén allí serán condenados a un veredicto de culpabilidad y serán arrojados a un infierno eterno – y Juan escribe que el humo de su tormento subirá por los siglos de los siglos (Apocalipsis 14:11; 19:3).

Así que el Juicio del Gran Trono Blanco es solo para los incrédulos. Pero hay otro juicio, llamado el Tribunal de Cristo. Y este es solo para creyentes.

De hecho, si está parado allí algún día, será una prueba definitiva de nuestra seguridad y salvación eternas. Las únicas personas de pie en el tribunal de Cristo son los creyentes.

Entonces, el tribunal de Cristo no es una intersección, con Dios decidiendo quién va al Cielo y quién va al Infierno.

No es una intersección. Ese destino eterno ya está decidido.

Y si entendemos la doctrina bíblica de la expiación y la obra de Cristo en la cruz, podemos entender correctamente la Bema, el tribunal de Cristo, este juicio futuro para los creyentes.

La Biblia nos dice que nuestro pecado fue juzgado en Cristo en la cruz, y debido a que estamos en Cristo quien ya fue juzgado, nunca seremos juzgados por nuestros pecados (1 Pedro 2:24). El profeta Isaías dijo que el Mesías venidero llevaría la iniquidad de todos nosotros (Isaías 53:6).

Por eso Pablo ahora puede escribir estas asombrosas palabras para el creyente: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.  (Romanos 8:1).

A menudo les digo a las personas que vayan a Romanos 8:1 y subrayen la palabra “ahora”. Ahora, pues, ninguna condenación hay. Pablo no dijo: “Espero que no haya ninguna condenación más tarde… en el futuro… cuando muera y esté delante de Él. No ¡ahora!

Su destino eterno ha sido determinado, e incluso en este mismo momento, está eternamente libre de condenación.

Entonces, el tribunal de Cristo no es un lugar donde se decide y finaliza su destino eterno.

 

En segundo lugar, no es un lugar donde se exhiban y perdonen sus pecados terrenales.

Usted estará de pie allí ante el tribunal de Cristo, no para ser perdonado, sino porque ya ha sido perdonado.

No hay video de sus pecados que Dios vaya a poner en una pantalla grande. De hecho, la Biblia dice que Dios elige no recordar más nuestros pecados e iniquidades (Hebreos 8:12).

Pero espera un segundo, ¿Puede Dios olvidarse algo? No. Pero Dios evidentemente elige no tenerlo en cuenta, no traerlo a su memoria, por así decirlo, y borrar efectivamente su pecado de los libros de registros. Ha eliminado su registro, no porque tenga miedo de que alguien lo encuentre, sino porque ya perdonó todos sus pecados.

En otras palabras, Dios elige olvidar; Él elige no recordarlos ya más.

Miqueas el profeta dijo de Dios,

Tú echarás en lo profundo del mar todos nuestros pecados (Miqueas 7:19).

El registro de su pecado ha sido sepultado en lo más profundo del mar y Dios ha prometido efectivamente que Él nunca volverá allí para buscar y sacar a relucir su pecado.

Escuche lo que Dios dice acerca de su seguridad en Su perdón – Pablo escribe, Y a vosotros, estando muertos en pecados… Él os dio vida juntamente con Cristo, perdonándoos todos los pecados (no algunos, por cierto, sino todos ellos), anulando el acta de los decretos (es decir, el registro de pecado) que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz (Colosenses 2:13-14).

Escuche, por eso tenemos que entender correctamente el tribunal de Cristo. Esta es la razón por la que Pablo puede escribirles a los creyentes que viven en Corinto acerca de este tribunal y terminar su discusión diciendo que todos estaremos alabando a Dios (1 Corintios 4:5). ¡Alabando a Dios – en el tribunal de Cristo!

¿Por qué? Porque la bema no es un lugar donde se decide nuestro futuro o se determina el perdón, eso ya ha sido decidido y determinado.

Y cuando Dios un día evalúe nuestro servicio para Él, cuán absolutamente emocionados estaremos por Su perdón y gracia.

Estamos seguros…. Para siempre. ¡Ya no estamos condenados, aún en este mismo momento!

Entonces, si el juicio del que Pedro está hablando aquí no se trata de que nuestro destino eterno sea finalizado o de que nuestros pecados sean perdonados, entonces, ¿de qué se trata este evento? En resumen, este es un encuentro personal uno a uno con su Señor, su Pastor Supremo, su Redentor, donde Él no juzgará su posición en Él, sino sus prioridades para con Él.

Está allí porque es Su novia. Ahora, ¿qué tipo de novia ha sido? stás allí porque Él es su Padre. Entonces, ¿qué tipo de hijo ha sido?

El temor santo es aceptar la responsabilidad personal por comportarse como Su hijo, por vivir como una novia a la luz de la inminente venida de su Esposo por la iglesia.

Y Pedro alienta a sus lectores diciéndoles que cuando Él juzgue, fíjese nuevamente en el versículo 17, Su evaluación será imparcial – sin acepción de personas.

Creo que el apóstol lo dice simplemente porque el sistema judicial de su época estaba plagado de sobornos. Los jueces a menudo eran parciales con aquellos que podían sobornarlos. Los tribunales favorecían a los que tenían dinero y buenas conexiones. Cuanto más estatus tenía una persona en la comunidad, más probable era que el veredicto fuera a su favor.[v]

Desafortunadamente, eso no solo sucedía en el siglo I, ¿verdad? Sucede en todos los siglos.

Quizás no haya mayor tragedia que la injusticia sentada en un banquillo o la corrupción en un tribunal. Pedro está tranquilizando a estos creyentes que estaban siendo maltratados en los tribunales y en la cultura de su generación. Él sabía que estaban siendo despojados lentamente ​​​​de sus derechos a tener buenos trabajos, a poseer tierras, casas y propiedades, de tener el derecho de adorar al Señor.

El cristianismo estaba lentamente convirtiéndose en una práctica ilegal en el Imperio Romano.

Pedro dice: “Su Padre es un juez imparcial… Su sala de audiencias es justa.” De hecho, la palabra griega traducida aquí, sin acepción de personas, literalmente significa “quien no recibe la cara.”[vi]

En otras palabras, no está impresionado con las apariencias, no le importa el estatus, no tiene favoritos. ¡No puede ser sobornado!

Su tribunal es santidad y Sus juicios son justos y verdaderos.

De hecho, a lo largo del Nuevo Testamento, se nos dan varias imágenes para describir la rectitud y perfección del tribunal de Cristo.

  1. Una imagen es la de un horno de fundición.

En 1 Corintios, Pablo describe este encuentro entre el creyente y el Señor cuando escribe:

Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego (1 Corintios 3:12-15).

El fuego mencionado aquí se usa en otras partes de las Escrituras como el símbolo de la deidad. Hebreos 12:29 dice que Nuestro Dios es un fuego consumidor. El fuego es una referencia a la santidad de Dios.[vii]

Por cierto, esto no es una referencia a algún lugar de purgatorio donde vamos a quemar nuestra culpa con el tiempo.

Esta es una referencia a ese momento cuando el creyente esté de pie frente a Dios y su vida sea evaluada por medio de la pureza ardiente y la santa evaluación de Dios.

Evidentemente, habrán personas a quienes no les quedará nada, por así decirlo, sino cenizas – nada más que su salvación.

El Apóstol Juan advierte al creyente en cuanto a esto cuando escribe: Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo (2 Juan 1:8)

No puede perder su salvación, eso es eternamente seguro. Pero puede perder la plenitud de su recompensa por la desobediencia.

Entonces, este es el ánimo a la luz de nuestra evaluación venidera: Construya su vida con los materiales correctos – intenciones valiosas y motivos piadosos y deseos de honrar a Cristo para glorificarlo incluso en las cosas cotidianas de la vida:

  • desde lavar los platos hasta
  • cortar el césped
  • y ordenar la sala
  • hacer el café
  • enseñar una clase
  • servir en un comité
  • cantar en el coro
  • orar por el ministerio del evangelio
  • servir en otro país y cultura
  • limpiar después de que todos los demás se hayan ido

Dios juzgará el motivo del corazón y recompensará lo que es encomiable. Lo que puede sonar negativo; pero la otra cara positiva de esa verdad es que nada en la vida es demasiado pequeño o trivial o sin sentido si se hace para el placer y la aprobación de Dios. ¡Todo en la vida es potencialmente recompensable!

En segundo lugar, Pablo también describe el Tribunal como:

  1. Una ceremonia de entrega de premios.

Esas plataformas elevadas en el primer siglo también servían como el lugar donde se sentaban los jueces en las competencias atléticas.

Durante los Juegos Olímpicos, la Bema o tribunal era el lugar donde los atletas victoriosos se paraban para recibir sus coronas de laurel. Para ellos era el momento culminante de toda una vida de dedicación y sacrificio.

Pablo habla con esta perspectiva cuando escribe, He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia – literalmente, la corona de laurel de un atleta victorioso – la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida (2 Timoteo 4:7-8).

Pablo está entusiasmado con eso. Es como si no pudiera esperar hasta aquel día. Y tal vez esté pensando: “Sí, pero no es de extrañar que no pueda esperar: este es el gran apóstol Pablo”.

Pero espere un segundo. Pablo tampoco era perfecto. De hecho, Pablo fue salvo como usted y yo – un pecador salvo por gracia a través de la fe en Cristo solamente. Estaba completamente perdido, con una naturaleza pecaminosa. Como creyente luchó, luchó, fracasó y triunfó como usted. Solo lea su testimonio en Romanos capítulo 7.

De hecho, cuanto más envejecía Pablo, más consciente era de su pecaminosidad.

  • Al inicio de su ministerio comentó que era el más pequeño de los Apóstoles (1 Corintios 15:9). En otras palabras, de todos ellos, estoy en el último lugar.
  • Más adelante escribió, Yo soy el más pequeño de todos los santos (Efesios 3:8). En otras palabras, de todos los cristianos del planeta, estoy en el último lugar.
  • Finalmente, antes de su martirio, Pablo escribe a Timoteo, Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores; de los cuales yo soy el primero (1 Timoteo 1:15).

Parece que Pablo iba en la dirección equivocada. No, en realidad estaba avanzando.

Y no podía esperar a llegar al tribunal de Cristo. No podía esperar la alegría de ese encuentro, lo que debería decirnos algo sobre nuestra perspectiva de ese encuentro. Pablo no podía esperar.

Aquí está la idea adecuada. Solo mire a los ganadores olímpicos cuando suben a esa pequeña plataforma que se remonta a la Bemadel primer siglo. Solo mire sus rostros y las lágrimas en sus ojos mientras se toca su himno nacional. Mire su alegría y su orgullo patriótico, honorable.

Pablo y todos sus contemporáneos sin duda habían visto a los atletas victoriosos subir al Bema y recibir su corona. Y Pablo dijo: “Voy a estar allí algún día, solo que esta Bema será la Bema de Cristo”.

El Tribunal de Cristo es como un horno de fundición; es como una entrega de premios; y finalmente, es como:

  1. Una revisión de desempeño

Pablo les escribió a los corintios: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Podrías traducir eso, “ya sea rentable o no rentable”. (2 Corintios 5:10)

En el tribunal de Cristo, no es el pecado lo que se juzga, es el servicio. Y nuevamente, la respuesta común en la mente del creyente es: “Bueno, no me va a ir tan bien a mí porque nunca hice nada tan bueno”. ¡¿Qué frutos tengo para emocionarme tanto?!

Un chico de nuestra iglesia me envió esta historia hace algún tiempo, supongo que pensó que era divertida.

Un pastor murió y estaba esperando en fila en las puertas del cielo (por favor, ignore todos los errores teológicos en esta historia). Delante de él había un hombre de aspecto desaliñado: chaqueta gastada, pantalones gastados. Finalmente llega a Pedro, quien le pregunta: “Veamos, ahora quién eres tú para que pueda asignarte tu posición en el Reino. El hombre sonríe y dice: “Bueno, soy John Baxter, taxista de Nueva York.” Pedro mira su lista y luego sonríe y dice: “Oh, eres John, el taxista. Toma. Aquí esta tu túnica de seda y tu báculo de oro. Entra en el Reino de los Cielos para tu gran misión”.

El taxista subió al cielo con su túnica y su bastón de oro macizo, pero ahora era el turno del pastor. Pedro le pregunta: “¿Y quién eres tú?”. Él dice: “Soy el pastor John Martin, ministro par más de 50 años, debo agregar”. Pedro miró y miró su lista y luego dijo: “Oh, entonces usted es el pastor Martin; Bueno, aquí está su túnica de algodón y su bastón de madera… puedes entrar.

El ministro dijo, “Ahora espere un minuto; el hombre de adelante era un taxista, y consiguió una túnica de seda y un bastón de oro. ¡Yo tengo una túnica de algodón y un miserable palo de madera! Pedro le dijo: “Todo se trata de los resultados: mientras tu predicabas, la gente dormía; mientras él conducía, ¡la gente oraba!”.

Yo tampoco pensé que eso era divertido. Pero más de alguno en la audiencia seguro despertó.

Escuche, no vamos a dar cuenta de cuán grande fue nuestro servicio, vamos a dar cuenta de cuán agradable a Dios fue nuestro servicio… si lo hicimos para Él, conscientes, glorificándolo a Él con nuestras actitudes, intenciones y obras.

El tema de ese encuentro con Cristo no será el pecado. No tendremos temor del pecado porque el pecado ya ha sido juzgado y olvidado. El tema de nuestro encuentro no será el pecado, será nuestro servicio a Dios.

Ahora, volviendo al tema principal: Primero, el temor santo comienza recordando su increíble privilegio – Su juez es su Padre.

En segundo lugar, el temor santo es aceptar la responsabilidad personal.

Tercero, el temor santo es:

 

Negarse a Actuar como Niños Mimados.

Note que Pedro escribe a continuación en el versículo 17: [Dios] juzga sin acepción de personas según la obra de cada uno – ahora fíjense – conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación (su exilio – su breve caminar en la tierra)

Conducíos en temor. Un autor lo parafraseó como: Creen una forma de vida marcada por un comportamiento reverente.[viii]

Esa es otra forma de decir: Ya que son hijos de su Padre Celestial, ¡compórtense como tales!

¡Van a ver a su Padre en cualquier momento!

Cuando mis tres hermanos y yo éramos niños, nuestros padres a menudo tenían que ir a alguna reunión por la tarde.

Una tarde, nos dijeron que tenían que ir a una reunión y mientras no estaban, no podíamos ver la televisión.

Tan pronto como se fueron, encendimos la televisión. Estaba en la sala de estar, la imagen era en blanco y negro, y estaba borrosa; teníamos que cambiar los canales con una perilla; pero solo había tres canales, así que no era la gran cosa. Me acuerdo de que la televisión tenía esos grandes tubos de vidrio en el panel posterior que brillaban a medida que se calentaban. Ese televisor era regalado.

Ahora bien, nuestros padres nunca nos dijeron a qué hora exacta iban a regresar, era algo así como el rapto. Podría pasar en cualquier momento.

A medida que pasaba el tiempo esa tarde, poníamos a nuestro hermano pequeño al lado de la ventana del comedor para que pudiera ver por encima de los arbustos y todo el camino hasta el final de la calle donde aparecería el automóvil de nuestros padres. Y cuando lo hizo, gritó para avisarnos. Teníamos unos 45 segundos para dispersarnos.

Tan pronto como entraron por la puerta principal, nuestra madre gritó: “¿Prendieron la televisión, muchachos?”. Entramos en la sala de estar y dijimos: “No”. Ella se acercó y tocó la parte trasera de la televisión: Estaba tan caliente que podía freír un huevo.

Y mis hermanos recibieron lo que se merecía. Yo, pase la tarde memorizando versículos… de rodillas… mis padres tampoco me creyeron.

Hay un respeto saludable cuando uno se da cuenta de que viene la hora de rendir cuentas.

  • Salomón escribió, Bienaventurado el hombre que siempre teme al Señor (Proverbios 28:14).
  • Noé, con temor, construyó el arca (Hebreos 11:7).
  • Cuando Moisés vio la presencia de Dios se llenó de temor y temblor (Hebreos 12:21).

Cuando nació la iglesia y el Espíritu de Dios mostró Su poder a través de señales y prodigios, se nos dice que sobrevino temor a toda persona (Hechos 2:43); la misma palabra que Pedro usa aquí en este texto.

Un autor puritano escribió que Pedro estaba describiendo un santo temor de ofender a Dios… un temor que nace del amor y la alegría. El creyente se muestra cada vez más reacio a desagradar a Dios.[ix]

Y escuche, el hijo de Dios que gana más en la vida es aquel que vive con el sentido de responsabilidad ahora… no solo más tarde.

 

Conclusión

El temor santo es la actitud de alguien que siempre está consciente de que está en la presencia de Dios.[x]

No es solo que mamá y papá están a la vuelta de la esquina. No es solo que Jesús pueda regresar en cualquier momento, así que ¡cuidado!

El temor, en la mente de Pedro, es esa sumisión reverencial a la palabra y la voluntad del Señor mientras anticipamos que nuestras vidas sean evaluadas – ahora y luego en ese día, no para descubrir el pecado, sino para entregar recompensas para cada hijo de Dios, por cada pensamiento y oración y plan y acto de sumisión y obediencia y reverencia – a todos aquellos que vivieron con un sentido de temor santo.

Así que, ahí estará un día, querido creyente, en el Tribunal de Cristo. No podrá detener sus lágrimas hasta que Él las enjugue – y no puedo estar seguro, pero creo que será entonces cuando lo hará; porque estará más consciente que nunca de cómo debió y pudo haberle servido y no lo hizo.

Pero tampoco podrá contener su alabanza gozosa, porque todo lo que hizo en obediencia, humildad, sumisión y reverencia por el placer y la gloria de Dios, lo verá claramente como el resultado de Su gracia y Su presencia y Su Espíritu y Su poder en su corazón y a través de su vida.

Para que, cuando Él lo recompense con esa corona de laurel, ¿qué va a hacer? Se nos dice en el capítulo 4 de Apocalipsis: que usted y yo nos inclinaremos y colocaremos esa corona a los pies de nuestro Salvador, diciendo junto con todas las huestes redimidas del cielo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas”

Como si dijera: “Y nos creaste, y todo lo bueno en y a través de nosotros, también”.

Así que a Ti pertenecen todo el poder, la honra y la gloria, ahora y siempre, Amén.

 

 

Este manuscrito pertenece a Stephen Davey, predicado el 2016

© Copyright 2016 Stephen Davey

Todos los derechos reservados

 

 

[i] Adapted from Charles R. Swindoll, The Tale of the Tardy Oxcart (Word Publishing, 1998), p. 268

 

[ii] Guy N. Woods, New Testament Commentaries: I & II Peter (Gospel Advocate, 1991), p. 42

 

[iii] Adapted from D. Edmond Hiebert, 1 Peter (BMH Books, 1984), p. 98

 

[iv] W.E. Vine, Vines Expository Dictionary of Old & New Testament Words (Nelson, 1997), p. 612

 

[v] Duane F. Watson & Terrance Callan, Paideia Commentaries on the New Testament: First and Second Peter (Baker, 2012), p. 34

 

[vi] Woods, p. 43

 

[vii] Roy L. Laurin, First Corinthians: Where Life Matures (Kregel, 1987), p. 79

 

[viii] Daniel M. Doriani, 1 Peter (P & R Publishing, 2014), p. 47

 

[ix] Robert Leighton & Griffith Thomas, 1, 2 Peter (Crossway Books, 1999), p. 59

 

[x] William Barclay, The Letters of James and Peter (Westminster, 1976), p. 188

 

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