Introducción
Hace varios años almorcé con un hombre de nuestra iglesia, que había sido piloto de un jet Phantom F4 en la guerra de Vietnam, y voló en más de 150 misiones de combate. Me dijo que uno de los desafíos más serios de toda su carrera, fue volar en misiones nocturnas, cuando el cielo estaba tan oscuro que no se podía ver nada. Era muy fácil desorientarse, incluso al punto de no saber si estaba volando de cabeza. Me dijo que se sentía igual a ir volando derecho.
Debido a esta desorientación, en una ocasión casi pierde la vida. Una noche estaba tan concentrado en su misión, que dejó de chequear su panel de instrumentos durante algunos segundos. Cuando lo hizo, descubrió que, aunque creía que volaba recto y nivelado, en realidad estaba yendo prácticamente derecho… hacia abajo.
Corrigió su error logrando nivelar el avión justo a tiempo. De hecho, estuvo a 100 metros de estrellar su jet contra el planeta tierra.
Me dijo que la única manera de evitar el peligro de la desorientación al volar en la oscuridad es monitorear constantemente el panel de instrumentos. De otra manera, uno puede pensar que está volando recto y nivelado mientras en realidad va rumbo a estrellarse.
Esto no sólo es cierto al volar un avión de combate, sino que también al viajar a través de la vida. Es mejor seguir el inspirado panel de instrumentos de la verdad y especialmente cuando todo está oscuro a su alrededor.
El Vuelo de un Rey
Si alguna vez hubo un hombre que supo la bendición de volar dependiendo del panel de instrumentos divino, pero que prefirió en gran parte depender de sí mismo sería el rey llamado Salomón.
Si usted lleva bastante tiempo en la fe, podrá recordar que la vida de Salomón es un asombroso vuelo que alcanza alturas increíbles y experimenta logros estratosféricos, pero que también casi termina en una colisión fatal.
Salomón fue el hijo del rey David con Betsabé – y ese es un tema para otro estudio o dos. Salomón estaba destinado para sentarse en el trono de Israel desde muy pequeño. Mientras Salomón crecía, su padre David conquistaba los territorios alrededor de Israel, consolidando el reino y convirtiéndolo en un lugar seguro para su hijo. David reunió todos los materiales necesarios para construir un magnífico templo en Jerusalén, mientras que a Salomón se le confió el privilegio de construirlo. El templo reemplazaría el tabernáculo y sería el centro de culto de Israel al único Dios verdadero y vivo.
Cerca del final de la vida de David, Salomón fue coronado rey de Israel, y no podía haberse dado un despegue más perfecto para el viaje de su vida.
Es entonces cuando 1 Reyes, capítulo 3, registra un suceso que nunca había ocurrido antes ni ha ocurrido desde entonces en la historia de la humanidad. Dios se le aparece a Salomón en un sueño y efectivamente le dice: «Pide un deseo y te lo concederé».
Este no es el cuento de Aladino o de un genio en una lámpara, esto era real. Dios estaba firmándole a Salomón un cheque en blanco.[i]
Y para sorpresa de todos estoy seguro, Salomón no escribió palabras como Riqueza, Poder, Fama o Salud Física en ese cheque en blanco, en lugar de esto escribió la palabra Sabiduría. Y Dios responde de esta manera – leemos sus palabras en el primer libro de Reyes, capítulo 3.
Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú (1 Reyes 3:10-12).
Dios dice: «Voy a concederte tu deseo de sabiduría y discernimiento porque no pediste ser rico, vivir una larga vida o ser invencible». Y si eso no era lo suficientemente emocionante, Dios no ha terminado todavía. Él sigue diciéndole a Salomón en el versículo 13:
“Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días” (1 Reyes 3:13).
Salomón va a recibir todo lo que quería y mucho más. Le espera el viaje de su vida.
Al principio de su reinado, Salomón escribió el Cantar de los Cantares; una apasionada historia de amor. Pero al mismo tiempo que escribía este texto, él empezó a desvirtuar personalmente el amor y el matrimonio casándose con las hijas de los reyes vecinos. Se nos dice que Salomón terminó casándose con 700 princesas en total; nada más para usarlas como peones en sus alianzas militares (1 Reyes 11:1).
La más destacada de las princesas fue la hija del faraón. Cuando Salomón se casó con ella, esto fue un insulto al poder y la providencia de Dios, que había liberado al pueblo de Israel de Egipto siglos atrás.
Durante la mitad de su reinado, él escribió y recopiló dichos sabios en lo que hoy conocemos como el Libro de Proverbios. El problema, es que mientras escribía y recopilaba estos sabios proverbios, estaba desafiando la sabiduría de Dios nuevamente.
Queda claro por lo que podemos observar en las escrituras, que Salomón había dejado de tener su vida centrada en Dios y comenzó a centrarla en sí mismo. Por ejemplo se tomó siete años en construir el enorme templo cubierto de oro para Dios; pero se tardó 13 años en construir su propia casa. No podemos siquiera imaginar el esplendor de ese palacio.
Salomón también acumuló caballos y carros de guerra, símbolos de poder militar – algo que el mismo Señor les prohibió específicamente a los reyes de Israel para que confiaran sólo en Él. No sólo reunió estos símbolos militares, sino que decidió construir ciudades para almacenarlos. Terminó criando y vendiendo caballos a los hititas y sirios, y básicamente les proporcionó las armas de guerra para que más tarde se volvieran en contra y atacaran a Israel, como lo vemos en 1 Reyes 10:29 y 20:1.
¿Cómo pudo el hombre más sabio del mundo volverse tan necio?
Mientras tanto, parece que no estaba satisfecho con todo lo que tenía, porque además de sus 700 esposas, comenzó a coleccionar un harén de 300 concubinas. En promedio, Salomón se casó con 17 princesas al año y agregó una concubina a su harén cada dos meses.
Esto no sólo era increíblemente egoísta, destructivo e inmoral, sino que era espiritualmente devastador. Todas esas mujeres desviaron su corazón tal como Dios había advertido y lo llevaron a construir y adorar a sus dioses. Dios le advirtió en 1 Reyes 11.
“…porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses.
Y la frase que sigue tristemente dice: A estas, pues, se juntó Salomón con amor” (1 Reyes 11:2).
Se juntó o se apegó a ellas como dice otra traducción. En otras palabras, no sólo se casó con ellas, sino que se dejó influenciar por ellas e hizo alarde de ellas.
No pasó mucho tiempo para que la palabra de Dios se cumpliera y la colina al este de la ciudad se convirtiera en el lugar donde Salomón construyó altares y santuarios para los falsos dioses de sus esposas.
Es obvio que Salomón había quitado sus ojos del panel de instrumentos de la instrucción divina. Estaba cabeza abajo, volando invertido; había perdido la noción de dónde estaba y hacia donde se dirigía. Él volando a toda velocidad hacia un choque catastrófico y fatal.
Tal vez eso lo describe usted hoy. Me está escuchando, pero su mente está en otro lado. Usted está calculando el resultado de una decisión que está por tomar; su corazón late cada vez más rápido porque está en una encrucijada en su vida y está sopesando sus opciones.
¿Qué tiene que decir Dios al respecto?
Salomón se arrastra hasta sus últimos años como un hombre sin testimonio o carácter moral. Cumplió con sus obligaciones, pero su corazón se había enfriado.
La sorprendente noticia que descubrimos es que algo sucedió en la vida de Salomón. No sabemos exactamente cuándo o cómo ya que no tenemos los detalles. Pero ya siendo anciano, su corazón se inclinó de nuevo hacia Dios.
Supongo que es lo mismo que ha hecho cambiar de perspectiva a muchas personas y hace que empiecen a reflexionar. Tal vez una enfermedad combinada con la vejez, o simplemente envejecer lo suficiente como para darse cuenta de que no le queda mucho tiempo.
Esto me recuerda a un hombre que invitaba a la iglesia cada vez que lo veía en el pueblo una o dos veces al año. Era un hombre exitoso en los negocios y se reía de mi invitación diciendo que el domingo era su día libre y que no iba a estropearlo yendo a la iglesia. Pero luego contrajo cáncer y al momento en que lo descubrieron, le daban sólo unos pocos meses de vida a menos que los tratamientos pudieran revertir el curso de la enfermedad.
Los tratamientos no sirvieron para nada y entonces fue cuando se puso en contacto conmigo. Fui a visitar a un hombre que ya no era fuerte, valiente y orgulloso. De repente estaba muy interesado en la Biblia.
Después de explicarle el Evangelio, con lágrimas corriendo por sus mejillas, se arrepintió de su orgullo, su pecado y se entregó a la misericordia de Jesús sólo por la fe.
Es increíble ver el cambio tan rápido en su vida – la alegría y deseo por las cosas espirituales en los últimos meses hasta que murió. Dios en Su misericordia le dio esa enfermedad a ese hombre y le concedió el tiempo suficiente para reflexionar.
Salomón ahora es un anciano. Por los detalles que encontramos en su diario de vida, descubrimos que ya ha terminado sus proyectos de construcción, ya se ha aburrido de sus posesiones y ha terminado su colección de proverbios. Su cuerpo está ahora encorvado y avejentado. Tal vez su médico de cabecera le dijo que no le quedaba mucho tiempo de vida.
No se nos dice cuándo, cómo o qué sucedió para que Salomón llegara a escribir este mensaje final a su familia y a su nación, pero sabemos que él llega al final de su vida y vuelve a mirar el panel de instrumentos de la instrucción divina.
Estoy de acuerdo con comentaristas conservadores como Matthew Henry, que escribió hace más de 300 años que al final de su vida Salomón reconoció su pecado y se arrepintió.[ii] Se percató del peligro, de la colisión que venía, y cambió el curso justo a tiempo.
Acérquense
Si juntamos todas las piezas del rompecabezas, vemos que el tercer y último libro sabio de Salomón fue escrito en estos últimos días. Lo llamamos el Libro de Eclesiastés. Incluye dichos sabios, poemas, preguntas retóricas, acertijos, problemas y mucho más.
Mucha gente piensa que Eclesiastés es una pérdida de tiempo. Incluso los primeros líderes judíos debatieron si debía incluirse o no en el canon de las Escrituras, creyendo que no era más que un libro incoherente escrito por un viejo amargado. La verdad es justo lo contrario. A veces uno recibe los mejores consejos y las verdades más profundas de alguien que sabe que no le queda mucho tiempo de vida.
Notará que el título del libro es Eclesiastés. Eclesiastés, es el término griego para alguien que convoca o reúne a una asamblea.[iii]De hecho, si se fija nuevamente, podrá ver en la primera parte de la palabra es “eclesia” de donde proviene la palabra que conocemos como iglesia.
Ahora, en el Antiguo Testamento no había iglesia, pero sí una asamblea que se reunía para escuchar un mensaje. El título, es en esencia una invitación para que todos se reúnan. Usted podría escribir en el margen de su Biblia o debajo de ese título la palabra «reúnanse».
El título hebreo de Eclesiastés es Qohélet, que se traduce en el versículo 1 y en varias ocasiones a lo largo del libro como El Predicador. Es el que convoca a la congregación; es quien tiene un mensaje para entregar. Y en este caso, el predicador y orador es Salomón.
Usted puede pensar en el Eclesiastés como un diario, un testamento, un sermón o un testimonio personal, pero es todo eso y mucho más.
En el versículo 1, se nos presenta al autor de este mensaje. Leemos:
“Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén” (Eclesiastés 1:1).
Si avanzamos hasta el versículo 12, vemos que Salomón añade:
Yo, el Predicador, he sido rey de Israel en Jerusalén (Eclesiastés 1:12).
Se podría traducir así: He sido y sigo siendo el rey de Israel en Jerusalén.
Salomón es el único hijo de David que fue rey sobre el reino unido de Israel en Jerusalén. Después de su muerte el reino se dividió.
Así que estas son las memorias, la autobiografía, y el testimonio personal de nada menos que el rey Salomón.[iv]
Para entender estas memorias, en lugar de empezar por el principio, es mejor comenzar por el final. Y digo esto, porque Eclesiastés es uno de los pocos libros de la Biblia que nos dice por qué fue escrito. Salomón nos dice cual es su propósito con este libro en el capítulo final:
Acuérdate también de tu Creador en los días de tu juventud (Eclesiastés 12:1a).
¡Acuérdate de tu Creador! Salomón dice efectivamente: «No seas como yo. Yo me olvidé de Dios. Pero, tu recuerda a tu Creador. De hecho, recuerda que fuiste creado. No eres no eres un animal, no eres un accidente. Fuiste formado por un Dios Creador y puedes relacionarte con Él, adorarle, caminar con Él, y esperar vivir con Él.
Salomón concluye diciendo esencialmente: «Sin Él, la vida no tiene sentido debajo del sol».
Y escuche esto, el viejo Salomón está diciendo: «No te olvides de Dios» ¿Cuándo? En los días de tu juventud, cuando apenas estás despegando. Cuando tienes el mundo por delante – cuando todas las posibilidades están frente a ti… ¡acuérdate de Dios allí!
Resulta que usted está volando en una cultura oscurecida por la incredulidad y que se oscurece más con el pasar de cada minuto. No trate de volar guiado por lo que siente o su propia intuición. Puede pensar que está volando bien cuando en realidad está cayendo en picada.
Luego, al final de este capítulo, en la conclusión de su mensaje, Salomón escribe:
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).
Esta es la forma en que podemos encontrar significado en y satisfacción en la vida. Así es como la vida cobra importancia. Así es como evitamos estrellarnos y destruir nuestras vidas con el pecado y la rebeldía.
Conclusión
El teólogo J. Sidlow Baxter escribió hace unas décadas, en su introducción al Libro del Eclesiastés:
Una de las ironías más tristes del orgullo caído, es que las sucesivas generaciones de seres humanos cometen los mismos pecados, los mismos grandes errores, caen presa de las mismas necedades, y sufren la misma desilusión angustiosa de los que han vivido y muerto antes que ellos, porque no se toman en serio el testimonio de Salomón.[v]
Salomón nos invita aquí a acercarnos – a sentarnos alrededor y escuchar con atención sus consejos inspirados para vivir una vida con significado y satisfacción.
Si pudiera resumir su libro con la perspectiva correcta, diría que Salomón está entregando el mensaje más importante de su vida al final de su vida. Nos va a invitar a sentarnos en esta asamblea y va a abrir su corazón. Va a derramar su alma. Hay personas que no han sido capaces de asimilar su mensaje. Es demasiado honesto y real. Aquí no hay trivialidades, promesas vacías, respuestas fáciles, ni garantía de que todo va a tener sentido.
Salomón nos va a decir, escucha, quiero que recuerdes:
- Incluso cuando la vida es confusa y parece vana, sin sentido y repetitiva, recuerda que hay un Dios Creador.
- Incluso cuando Sus planes para tu vida a veces sean misteriosos o parezcan injustos – Dios tiene un plan en mente.
- Incluso cuando todo en el mundo está completamente oscuro y no ofrece ningún indicio de visibilidad o ayuda, puedes confiar en Dios.
Salomón va a dejar claro que la pregunta principal en la vida de cada persona no es necesariamente ¿Qué está haciendo? sino ¿A quién pertenece usted?
Un profesor de un seminario evangélico escribió de una reveladora conversación que tuvo con un estudiante extranjero proveniente de África. El estudiante no llevaba mucho tiempo en Estados Unidos y fue a hablar con el profesor después de clases porque estaba algo confundido. Él le preguntó por qué en Estados Unidos, cuando dos desconocidos comienzan a hablar, cristianos y no cristianos por igual, muy prontamente se preguntan: «¿A qué se dedica usted?».
El profesor le dijo: «Esa es la típica pregunta que hacemos para empezar a conocernos y comenzar una conversación. ¿Que se preguntan típicamente ustedes?
Y el estudiante respondió: «Preguntamos: ¿Es usted cristiano?[vi]
Cuando Salomón nos invita a reunirnos, descubrimos a un anciano que una vez fue sabio, se volvió necio, pero ahora en su vejez vuelve a ser sabio otra vez. Y lo sabemos porque una vez más, el aspecto más importante de la vida para Salomón no es lo que hizo, sino a quién pertenece.
Entonces, al comenzar nuestro estudio a través de este sermón de Salomón, aprendemos que el mensaje principal de Eclesiastés es en pocas palabras:
- No importa que tan alto vuele en la vida
- No importa que tan profundo lo lleven los valles de su vida.
- No pierda de vista el panel de instrumentos de la verdad divina que satisface el alma.
Este es el mensaje del predicador. . . el hijo de David, el rey en Jerusalén.
Este manuscrito es de un sermón predicado el 18/08/2019 por Stephen Davey.
© Derechos de autor 2019 Stephen Davey
Todos los derechos reservados.
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[i] Ed Young, Been There. Done That. Now What? (Broadman & Holman, 1994), p. 13
[ii] Matthew Henry, Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible: Volume III (reprint, Fleming H. Revell), p. 980
[iii] The Expositor’s Bible Commentary: Volume 6 (Zondervan, 2008), p. 256
[iv] Philip Graham Ryken, Ecclesiastes: Why Everything Matters (Crossway, 2010), p. 16
[v] J. Sidlow Baxter, Explore the Book (Zondervan, 1960), p. 157
[vi] John D. Currid, Ecclesiastes: A Quest for Meaning? (EP Books, 2016), p. 17